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miércoles, 19 de junio de 2013

Impresiones de la cumbre del G-8 al margen de lo político

Impresiones de la cumbre del G-8 al margen de lo político

саммит G8 G 8

Dos mil delegados y periodistas, ocho mil agentes de policía y servicios secretos, cincuenta millones de libras gastadas en medidas de seguridad… Este miércoles, los trece mil vecinos de la localidad norirlandesa de Enniskillen, por fin, pueden relajarse un poco.

La maratón política de muchos meses con el nombre de “Preparativos y celebración de la cumbre del G-8” ha concluido. Su resultado formal es un comunicado de casi cuarenta páginas que recoge los principales acuerdos logrados en la reunión. Al margen del mismo, han quedado las discrepancias y mutuas insinuaciones entre delegaciones de diversos países, así como las protestas masivas de antiglobalistas y los problemas de organización.
Un conjunto hotelero de cinco estrellas con campos de golf ubicado a orillas del pintoresco lago Lough Erne, en medio de apacibles paisajes bucólicos… Es allí donde tuvo lugar uno de los más relevantes eventos de la política y la economía global: la 39 Cumbre del G-8. La elección del lugar no fue casual. Hace ya casi un año que esos hoteles de lujo e inmensos campos de golf permanecen prácticamente vacíos. Entre todas las regiones de Gran Bretaña, Irlanda del Norte resultó la más afectada por la crisis financiera y a estas alturas se encuentra al borde de la supervivencia. La lujosa apariencia del mejor centro hotelero por ambos lados de la frontera norirlandesa es ficticia: su deuda con los acreedores asciende a veinticinco millones de libras.
Al escoger ese lugar para la cumbre del G-8, las autoridades británicas pretendían dar un nuevo impulso al desarrollo de la región. Pero esa “terapia de choque” parece haber tomado desprevenida a la población local. Para todo el período de preparativos y celebración de la cumbre, la pequeña ciudad de Enniskillen, con sus trece mil habitantes, la que albergaba el principal centro periodístico del evento, se había convertido en una verdadera base militar. A lo largo de todos esos días, por sus calles se veían más policías que gente común y corriente. Por un lado, esto no tiene nada de extraño para Irlanda del Norte, donde los separatistas siguen siendo activos y desde 2008 vuelven a cometer atentados terroristas, mas por otro lado, la población local estima que todo eso es “ceder a caprichos de políticos” y se expresa incluso más fuertemente. Su actitud es aún más comprensible dado que el presupuesto local ha perdido importantes montos por negligencia de los organizadores del evento que se olvidaron de acomodar suficientes locales en la ciudad para hospedar a visitantes y periodistas. Los comunicadores rusos y estadounidenses vivíamos y gastábamos nuestros viáticos al otro lado de la frontera, en territorio de Irlanda, a una hora de viaje del lugar de la cumbre. En algún momento, los organizadores intentaron cubrir las pérdidas haciéndonos pagar ciento cincuenta libras por la entrada al centro de prensa, pero finalmente lo reconsideraron. El “malentendido” fue resuelto y los que vivíamos fuera de Enniskillen utilizamos libremente los recintos del centro.
Otro detalle de interés es que en esta ocasión las protestas antiglobalistas se celebraron en todas partes, menos en el lugar de la cumbre, donde la policía solo detuvo a dos personas tras una pequeña acción callejera. En cambio, en Londres y Belfast se celebraron marchas masivas y fueron detenidos decenas de manifestantes. Es de señalar que las autoridades habían gastado cincuenta millones de libras para medidas previas de seguridad, un monto suficiente como para cubrir con creces la deuda del conjunto hotelero de Lough Erne. El lugar había sido rodeado con tres cercas protectoras rematadas con alambre de púas. Obviamente que todos estos problemas y “molestias” quedaron fuera de la vista de los protagonistas de la cumbre. Tampoco los comentaron ni mostraron al público que siguió las peripecias de la reunión en la pantallas de televisión donde el primer ministro británico, David Cameron, aparecía sonriente, mientras daba la bienvenida a sus colegas de otros países, recibiendo de su parte una sonrisa y un beso, como en el caso de Angela Merkel, o un seco apretón de mano, como en algunos otros, pero siempre con una sonrisa que es indispensable en reuniones como esta. Las élites políticas no pueden comportarse de otra manera: las reglas del juego son para todos y se observan cabalmente a pesar de cualquier diferencia más seria que exista entre los socios del club de los grandes.
Todos el mundo sabía que las principales discrepancias entre las partes tenían que ver con Siria. Muchos medios de comunicación especulaban que Vladímir Putin podría verse solo frente a todos en este asunto. Por fin, lo insinuó sin remilgos el primer ministro canadiense, Stephen Harper, al declarar en la apertura de la cumbre que “esta es, llamémosla así, una reunión de siete más uno”. Al día siguiente, los líderes ruso y canadiense celebraron consultas fuera de la agenda programada de la delegación rusa. Una hora más tarde, el viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, calificó la declaración del mandatario canadiense como “un malentendido” y agregó que “alguien puede lamentarlo”. Una reacción bien dura para un diplomático de tan alto nivel. En la rueda de prensa que cerraba el evento, Vladímir Putin manifestó que su “soledad” en la cumbre es algo ficticio. Todo lo contrario, cada vez son más los países que comparten la actitud de Moscú respecto a Siria. “Ni siquiera dentro del G-8 hay unanimidad en cuanto a las prueba del uso de armas químicas por parte de Damasco”, expresó el presidente ruso. Stephen Harper, que ofreció una conferencia de prensa final de la reunión casi simultáneamente con Putin, tuvo que prácticamente desvirtuar sus previa declaración reconociendo que los “ocho” tienen una postura común respecto a Siria recogida en el comunicado final de la cumbre.
El 1 de enero de 2014, Rusia asumirá por un año la presidencia del G-8. Vladímir Putin anunció en Lough Erne que las fechas de su próxima, cuadragésima reunión serán el 3 y el 4 de junio y aclaró que no es fortuito que el G-8 se reúna en Sochi cuatro meses después de los Juegos Olímpicos, porque la intención es aprovechar la infraestructura ya existente ahorrando presupuesto en la organización del evento. Vladímir Putin considera que la próxima cumbre mantendrá relación con la agenda de la actual cita británica.
nv/as/sm

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