Adriano Diogo y Sebastião Neto, ex presos e investigadores, hablan del pasado rol de la automotriz alemana en Brasil
Dario Pignotti
7-9 minutes
Desde Brasilia
Antes de ser condenado a cadena perpetua en Alemania por el asesinato
de 400 mil personas, el nazi Franz Paul Stangl fue contratado en Brasil
por Volkswagen, la empresa elegida por la dictadura como una sus socias
para motorizar el “milagro económico” que permitió alcanzar tasas de
crecimiento del 10 % al año. El lema era “orden y progreso”. Con el
bagaje adquirido en los campos de concentración Treblinca y Sobibor,
Franz Paul Stangl prestó servicios en la planta de Volkswagen en San
Bernardo do Campo, cuyas instalaciones fueron utilizadas como calabozos
donde se interrogaba a los sindicalistas que posteriormente serían
entregados a la Dirección de Orden Político y Social (DOPS) para su
encarcelamiento, tortura y en algunos casos eliminación. El ensamblaje
entre el sistema de control de Volkswagen y el régimen funcionó durante
años. La represión fue feroz en la primera mitad de la década del 70 .
Adriano Diogo, preso político entre 1973 y 1975, dirigió la Comisión
de la Verdad en San Pablo durante la presidencia de Dilma Rousseff entre
2010 y 2014, cuando se conocieron las primeras piezas del terrorismo
industrializado.
“Fueron cuatro años de trabajo exhaustivo que nos permitió revelar
con documentos y testimonios que Franz Stangl tuvo una participación
importante, que la organización que él condujo durante ocho años en la
Volkswagen siguió funcionando durante décadas. Ese esquema fue
tributario de la dictadura. Y en alguna medida se puede decir que la
dictadura fue tributaria de ese esquema. La armonía llegó a tal punto
que la empresa contrataba militares brasileños preferentemente con
dominio del idioma alemán para que trabajaran en el departamento de
seguridad creado por Stangl. El control era total, con precisión nazi.
La semana pasada la televisión pública alemana divulgó un documental con
más informaciones, que nos permiten profundizar el trabajo y seguir
investigando porque creemos que van a surgir más cosas”.
Adriano Diogo y Sebastiao Neto, ex preso e investigador, dialogaron
con PáginaI12 sobre esta historia que permaneció oculta durante décadas. –¿Volkswagen contrató a Franz Stangl sabiendo que era nazi?
–Estamos convencidos de que lo sabían. Stangl no era un criminal de
guerra menor, era uno de los más buscados en todo el mundo. Las cifras
del tribunal que lo condenó a cadena perpetua en Düsseldorf hablan de
400 mil muertos, pero hay autores que le atribuyen la muerte de hasta
900 mil personas. Brasil era un refugio de nazis, San Pablo era uno de
los lugares escogidos, como fue Bariloche Argentina con Priebke. En el
interior de San Pablo vivió durante toda la dictadura el médico Joseph
Menguele muerto en 1979 mientras estaba veraneando en la playa de
Bertioga. –La semana pasada un historiador contratado por Volkswagen dijo que la empresa ignoraba el pasado de Stangl.
–No voy a polemizar con Volkswagen porque tendría que leer primero
los argumentos que presentan. Lo que estoy en condiciones de afirmar
después los cuatro años de investigaciones de la Comisión de la Verdad
es que resulta por lo menos extraño que se hable de desconocimiento de
alguien como Stangl. No era alguien irrelevante, tanto que el cazador de
nazis Simon Wiesenthal vino a buscarlo hasta Brasil. Le digo más, Franz
Stangl nunca ocultó su identidad en Brasil. La Volkswagen lo contrató
con sus documentos originales. Stangl trabajó, organizó el esquema de
informaciones, cobró salario, permaneció 8 años en la empresa, hasta su
deportación en 1967, con su identidad verdadera. Y el jefe de Stangl en
la planta de San Bernardo do Campo era Friederich Schultz-Wenk, que en
su juventud había sido del partido nazi. –¿El vínculo nazi, Volkswagen y militares fue puntual?
–No, fue estructural. Nuestra dictadura fue germanófila, Volkswagen
fue la empresa símbolo del desarrollo industrial durante los gobiernos
militares. Fue simbólico que el dictador Emilio Garrastazú Médici
(1969-1974) haya regalado un automóvil “Fusca” ( el “escarabajo” de
Volkswagen) a cada uno de los jugadores de la selección campeona del
mundo, la de Pelé, en 1970. Luego de Garrastazú vino el presidente
Ernesto Geisel, del 74 al 79, hijo de alemanes, que era hermano de
Orlando Geisel, quien fue jefe del Estado Mayor del Ejército.
En 1974 Brasil fue gobernado por primera vez por un hijo de alemanes.
El país católico más poblado del mundo gobernado por un general
luterano....son datos importantes.
El carácter germanófilo iba más allá de la Volkswagen, Geisel firmó
un acuerdo nuclear con Alemania para desarrollar una tecnología en la
que Argentina estaba más adelantada. El acercamiento con Alemania
también se realizó en la industria pesada, en la compra de equipamento
alemán para las grandes represas hidroeléctricas.
Volkswagen contrató a Franz Strangl con su documento original.¿Usted preguntó si esta proximidad entre nazis, empresarios y
militares fue circunstancial? Podría darle varios ejemplos para
demostrar que no lo fue.
En los años 70 Volkswagen tuvo un presidente muy famoso llamado
Wolfhang Sauer, un nazi convencido, un señor que tenía la cruz de hierro
en su oficina. El presidente militar Ernesto Geisel, que seguramente
sabía de las simpatías políticas de Sauer, autorizó que se naturalizara
brasileño. ¿Esto deja dudas de la relación estructural?. Esta historia
da para un libro, no quiero cansarlo con datos. –¿Tiene más?
–Uno más. Este ejecutivo Sauer fue objeto de una especie de biografía
laudatoria cuyo prefacio lo escribió el ex ministro de Hacienda de la
dictadura Delfim Netto. Delfim también fue uno de los encargados de
recaudar dinero de los empresarios para pagar la represión, el Operativo
Bandeirantes, que tuvo el respaldo de la Federación de Industrias de
San Pablo, la Fiesp. –Que respaldó el golpe de 1964.
–Así es. La Fiesp fue una de las instituciones que pensó y organizó
el golpe de 1964, y respaldó activamente el de 2016 contra la presidenta
Dilma. –¿A qué atribuye el interés de Volkswagen en investigar?
–No estoy en condiciones de responder porque la empresa abrió una
pesquisa que promete concluir este año. Sí puedo afirmar que hubo
abogados de Volkswagen y mucha gente del mundo empresarial cuando
nosotros realizamos la sesión pública de la Comisión de la Verdad que
trató este tema. Puedo decir que hubo emisarios, o personas que nos
hicieron saber que a Volkswagen le interesaba postergar esa audicencia.
Nadie nos dijo abiertamente que teníamos que dejarla sin efecto, fueron
educados, pero la presión fue muy fuerte. Ellos saben que este tema
tiene un impacto internacional extraordinario. Es una noticia mundial. –Este año se cumple medio siglo de la prisión de Stangl, ¿cuánto habrá que esperar para que se haga justicia?
–No se olvide que en Brasil todavía tenemos la Ley de Amnistía dejada
por los militares. Creo que con este caso se puede empezar a avanzar
en la búsqueda de la verdad a cerca de la dictadura y las empresas y los
nazis.
El primer paso lo dio hace tres años la Comisión de la Verdad, pese a
los obstáculos que tuvo que enfrentar y a la indiferencia de la prensa
brasileña. Esta historia comenzó a tener repercusión mundial recién
ahora, gracias a un documental de la televisión alemana, lo que nos da
fuerza para seguir con nuestro trabajo. Aquí en Brasil el próximo paso
es nuestro Ministerio Público decida abrir un proceso sobre este caso,
pero ya está enfrentando presiones fuertes. –¿Quedan más nazis por descubrir?
–En estos temas hay que evitar ser livianos porque los intereses en
juego son gigantescos, estamos hablando de Volkswagen, de la Fiesp, y
posiblemente de otras empresas multinacionales que actuaron durante la
dictadura. Nuestra sospecha es que Stangl no fue el único nazi que actuó
en Brasil.
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