viernes, 15 de febrero de 2019

El gran laberinto y la Caverna Nacional


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El gran laberinto y la Caverna Nacional


Corren tiempos convulsos, inciertos y nada fáciles de afrontar en el mundo y, desde luego, en este país llamado España.

EL GRAN LABERINTO Y LA CAVERNA NACIONAL
Corren tiempos convulsos, inciertos y nada fáciles de afrontar en el mundo y, desde luego, en este país llamado España. Bajo la doble presión económica y represiva sobre las cabezas de las gentes globalizadas no puede extrañarnos el que haya brotes de descontento en todas partes como resultado de las políticas de recortes y pérdida de derechos laborales y cuotas de bienestar a favor de unas minorías de desalmados amparados más que nunca por gobiernos impopulares en manos de las grandes empresas, grandes bancos y capitalistas financieros que tienen más peso en la toma de decisiones de los enfermos Parlamentos que todo el resto de la ciudadanía y de sus organizaciones.
Estamos en tiempos de ajustes, en especial de ajustes de cuentas con el pasado que ahora se nos echa encima con la peor de sus versiones ideológicas neo: neofascismos en Europa y las Américas y el neofranquismo en versión española. Y como no suele haber mal sin acompañantes, con este va otro neo cuyas dimensiones vienen hace tiempo sobrepasando las fronteras y comiendo bienestar : el neoliberalismo, la más cruel y despiadada de las versiones del capitalismo.
En el capitalismo de Estado del falso comunismo soviético, el Estado controlaba los capitales, pero en la versión neoliberal, sucede justo al contrario: el gran capital controla a los Estados. Los Parlamentos son cada vez más rehenes de los Tratados de Libre Comercio, de las especulaciones financieras y de las presiones de los lobys. Economía y política de estas características se dan fácilmente la mano con gobiernos totalitarios. Es más: los necesitan y por eso proliferan y los crean. Sin estos, le sería muy difícil controlar las protestas populares contra este sistema que tiende al neoesclavismo. En un régimen autoritario, el juego del Monopoly de los mercados encuentra en gobiernos próximos al fascismo el soporte represivo y las leyes a medida que precisa para explotar, expoliar, dominar, guerrear…y hacer caja. En todo el mundo, la banca gana. La banca gana,sí, pero los pueblos sufren las consecuencias.
El mundo que se dice democrático, defensor de los derechos humanos y hasta cristiano es precisamente el mayor enemigo de todo lo que dice representar. Y esto tiene consecuencias.
Las manifestaciones en cada fin de semana de los chalecos amarillos en Francia, las manifestaciones cada lunes de pensionistas, o de las famosas “ mareas” de sanidad o educación en España, el activismo feminista en todas partes -también en España- como respuesta a los patrones machistas que asesinan o empujan a la mujer a un segundo plano, las huelgas y manifestaciones obreras contra empresas que pretenden cerrar o reducir personal, forman una línea de resistencia unida por hilos invisibles dentro del laberinto. Conforman una contestación no coordinada,pero orientada en la misma dirección: la repulsa a la injusticia.
España en el laberinto
En el caso de España, aquel General fascistoide del que proceden estas nuevas generaciones políticas neo tenía una sola cabeza, aunque fuese una máquina de ideas para eliminar de la faz de la Tierra a quien pensara diferente, cosa que hizo con cientos de miles, algunos aún en cunetas anónimas.
Ha pasado el tiempo y los herederos ideológicos de aquel General exterminador han decidido que tres cabezas dan más juego que una aunque aquella sea digna de su mayor admiración. Así que han optado por la división del trabajo tan amada por el antiguo dictador: el poli bueno, el poli malo y el poli medio-pensionista. La suma algebraica de los tres da siempre el mismo resultado: neofascismo a la española.
Este resultado no está lejos del que desean los personajes más funestos de la historia y de hoy mismo: los que construyen muros, matan palestinos o impiden la ayuda humanitaria a Gaza, como hace el sionismo judío, los que impiden que otros barcos de rescate recojan náufragos en el Mar de los Muertos, – antiguo Mediterráneo- como Italia o España, los que amenazan con invadir países, desean nuevos muros y justifican golpes de Estado en América latina, como los EEUU, expulsan emigrantes o permiten que se mueran de hambre, frio y enfermedades en sus fronteras los que huyen de las guerras en Oriente, del clima y las dictaduras, como es el caso de Hungría, Polonia, Bulgaria y otros.
En este contexto, los españoles no hemos sido capaces de superar la crisis económica provocada por aquel gran rescate bancario aún sin reembolsar, la corrupción política y de empresarios que tampoco devuelven lo robado, los sobrecostes incontrolados de obras públicas o las fugas de capitales hacia paraísos fiscales. Así no es fácil salir de la crisis, y menos aún con un gobierno que se proclama socialista y actúa siempre con miedo a serlo, aunque eso es tradición.
La baja fiscalidad de las grandes empresas y el mayor índice de paro juvenil y de los mayores de cuarenta años, junto a las grandes diferencias salariales entre trabajadores y ejecutivos, entre hombres y mujeres o entre emigrantes y nacionales y las bajas pensiones de mayores que aún tienen que ayudar a familiares en paro dan una imagen más africana que europea de este país del que han tenido que emigrar más de dos millones de trabajadores, muchos de ellos altamente cualificados. Una vergüenza. Una vergüenza que nunca borraría el tripartito neo, del que no podemos esperar, sino todo lo contrario, si ganara unas elecciones.
Este país, que también finge ser cristiano y defensor de los derechos humanos, como corresponde, mantiene las concertinas contra los inmigrantes, los Cies -verdaderas cárceles disfrazadas- y la ley mordaza en todo el territorio nacional -por poner algunos ejemplos. Y eso sí ya no corresponde con el ideario de presentación. Entre tanto, no cesa de crecer el asedio constante del partido neofranquista tridimensional contra este gobierno débil, no solo por el número de diputados en el Parlamento, sino por su falta de unidad, de coherencia y de una postura clara para enfrentarse a los problemas mencionados y al problema territorial. Su continuo querer y no querer, su tira y afloja hacia el movimiento independentista catalán, su miedo a elecciones ante el auge ultra si no se aprueban sus presupuestos, dejan en el aire y más desamparados aún a quienes ya lo están en demasía.
Es vieja tradición del socialismo este miedo a asumir sus propios principios, y ese miedo acaba siempre por ser capitalizado por los sectores más reaccionarios. Sucedió en Alemania, surgió el nazismo y desde entonces no parece que los socialistas hayan aprendido nada. No es de extrañar, porque al fin y al cabo es fácil ver cuantos de sus dirigentes se pasan al enemigo de clase y ocupan puestos de responsabilidad en sus Consejos de administración.
Ante unas elecciones anticipadas más que probables, el país se ha convertido en un laberinto donde caminan divididos los que mejor conocen la salida (Unidos Podemos, Mareas y afines) mientras los socialistas se hallan contra las cuerdas por la agresión de la Caverna en plazas y medios de comunicación y ante un juicio a los políticos independentistas cuyo resultado no sabemos cual será. Lo que sí sabemos es que va a darnos la medida de la independencia ideológica del poder judicial respecto al neofranquismo. Y en estas estamos.

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