lunes, 11 de marzo de 2019

El caso francés de los Chalecos Amarillos de 2018-19: entre ambigüedades y auténticas pulsiones democráticas y utópicas


kaosenlared.net

El caso francés de los Chalecos Amarillos de 2018-19: entre ambigüedades y auténticas pulsiones democráticas y utópicas


Algunas observaciones para debatir y criticar…

Por Michel Antony
Parece que hay una profunda diferencia entre los movimientos de los años 1990-2000 (antiglobalización) y los siguientes de los 2010 (Indignados). Estos últimos parecen más pragmáticos, y más políticos en sus modos de acción que en sus temáticas. Globalmente, parecen quizá menos utópicos que sus predecesores1. Y, a veces, también parecen más ambiguos, e incluso peligrosos y no progresistas en algunas formulaciones, pues también están más diversificados y, a veces, realmente, son un compuesto, ya que integran, sin duda, verdaderas capas populares, pero no forzosamente politizadas, y comparten, a veces, algunos tópicos irracionales.
Todo esto se manifiesta, al menos parcialmente, en el caso de los Chalecos Amarillos franceses de finales de 2018 y principios de 2019.
El movimiento partió esencialmente de una revuelta clásica desde abajo, tradicional o del «antiguo régimen», ya que, en un principio, era más bien profundamente antifiscal: un «estar hasta la coronilla» generalizado contra los impuestos y otras subidas. Así pues, está en consonancia con la tradición revolucionaria (de 1788-1789) y republicana (las numerosas banderas tricolores desplegadas, aquí y allá, no son sino una forma de nacionalismo); apenas se ven banderas rojas (o negras, libertarias), incluso tras la llegada tardía del apoyo cegetista. Ya no estamos en el 68.
En realidad, la lucha contra los impuestos fue, sobre todo, la gota de agua que colmó el vaso, ya que una gran parte de la población, no necesariamente contraria a los impuestos como garantía de la vida en común y de la pervivencia de los servicios públicos, se reconoció en ella o, incluso pasivamente, se solidarizó con ella. Lo asombroso es que, a pesar de las presiones de todo tipo por parte de unos medios de comunicación, a menudo, caricaturescos, de cierta violencia aquí o allá, y de un movimiento que se prolonga, la mayor parte de la población se muestra favorable; los chalecos amarillos siguen apareciendo en decenas de miles de coches y siempre, un poco, en las manifestaciones y en las rotondas, o en los escaparates de las tiendas y en las ventanas o las puertas de casas o viviendas. Pues la revuelta es básicamente contra las desigualdades y la falta de justicia social; pone en tela de juicio la ausencia de ordenación territorial y señala las zonas abandonadas; se niega a tener que pagar negativamente los logros ecológicos; reivindica más dignidad; está harta de ventajas en sentido único, en favor de los ricos y de la industria; denuncia los apuros de millones de personas para llegar a fin de mes; se inscribe en una redifinición de la democracia en la que todos y todas tengan más sitio, etc. Y todo ello, en un momento en el que el Gobierno – sin vergüenza y sin coherencia, principalmente desde el punto de vista ecológico y democrático, y, sobre todo, con una gran dosis de desprecio – cierra de modo inexorable los servicios públicos de proximidad y los transportes públicos, y condena a la gente a coger el coche, lo cual obliga a pagar más combustible y, por lo tanto, más impuestos, y, por fuerza, también más multas (sobre todo, por la impopular reducción de la velocidad a 80 km/h); a perder tiempo y dinero en las carreteras; a poner en peligro su salud y su vida («pérdida de oportunidades» dirían los profesionales de la sanidad), y a contribuir, a su pesar, a agravar la crisis ecológica, con la consiguiente mala conciencia que eso genera a muchos. Es lo que yo llamo la doble o triple condena. En resumen: este movimiento, limitado aparentemente en sus reivindicaciones, está adquiriendo unas proporciones cada vez mayores contra la arrogancia de los gobernantes y las incoherencias de una situación que golpea siempre a las mismas personas y que engloba injusticia social e injusticia territorial.
Es cierto que algunos Chalecos Amarillos sólo quieren pelearse y adoptan una postura suicida (después de mí, el diluvio) y, de hecho, antiecológica. Es cierto que la extrema derecha o la derecha tradicional, o la izquierda de la izquierda, tratan de aprovecharse de ellos, o hasta de recuperarlos. Es cierto que, aquí y allá, se observan actitudes totalmente inaceptables y estúpidas, por no decir algo peor: racismo, sexismo, antiperiodismo primario, destrozos infantiles, etc. Es absoluta y decididamente necesario denunciarlas, pero sin olvidar que son bastante marginales; que a menudo proceden de fuera del movimiento, y que se ven acentuadas debido a una situación bloqueada por un poder que no cede ni un ápice en lo esencial de las reclamaciones, y por causa de dramas causados, aquí o allá, por el rigor del mantenimiento del orden: nunca ha habido tantos muertos (por accidentes, esencialmente) y heridos, tratándose de un movimiento ampliamente pacifista.
La gran mayoría de los sindicatos y los partidos – digamos populares, para simplificar – ignoraron al principio un acontecimiento que, sin embargo, sigue siendo, en su mayor parte, popular, masivo y abierto, dando así testimonio de una evidente ceguera y de posiciones de negociantes demasiado dogmáticas o categóricas, y, sobre todo, de un sentido político muy obtuso. Esta falta de militantes y/o de asociación también ha pesado en la dificultad del movimiento para coordinarse, o en la difusión de temas exclusivos o racistas, por no haber sido condenados ni combatidos de inmediato.
Pero aún no se han puesto de relieve la calidad del conjunto de participantes y algunos rasgos emancipadores, sobre todo la eficacia de la autoorganización e, incluso, la autogestión del movimiento y su horizontalidad prudente, y mucho más abierta e igualitaria de lo que se ha dicho. Cuanto más se ha mantenido el movimiento, más se han incrementado las temáticas, sobre todo con la exigencia de una mayor democracia (ver el texto Un désir de démocratie, de Roland GORI y Marie-José DEL VOLVO2), siendo emblemática la reivindicación del RIC – Référendum d’Initiative Populaire (Referéndum de Iniciativa Popular). El éxito es verdaderamente sorprendente para tratarse de miembros, en general, novatos en acción callejera y que reaccionan, esencialmente, de forma espontánea y en caliente. Por último, algunos Chalecos Amarillos (los gascones del llamamiento de Commercy3) ponen de relieve lo que podría considerarse premisas de federalismo y de comunalismo libertario, sin dios ni amo4. La reivindicación de Commercy de una «Asamblea de Asambleas»5 renovada, en su segunda convocatoria, y su propuesta de celebrar un encuentro nacional a finales de enero de 2019 pone de manifiesto la gran voluntad de hacer perdurar una poderosa democracia directa. Y cuenta con el apoyo de la Assemblée citoyenne des gilets jaunes de la Plaine-Saint-Denis6, que da fe asimismo de un total antirracismo, poniendo de relieve la calidad de la acogida y la integración del sector. En este encuentro de los días 26 y 27 de enero de 2019, se hizo un nuevo llamamiento (Appel de la première «Assemblée des assemblées» des Gilets jaunes) que plantea más que nunca exigencias de autonomía, un rechazo a las mediaciones (tipo elecciones o gran debate) y una voluntad de spin-off federal u horizontal, y termina con el grito de «¡Macron, dimisión! Viva el poder del pueblo, para el pueblo y por el pueblo». Esta agrupación dispone de una dirección a la que dirigirse: assembleedesassemblees@gmail.com. Del mismo modo, para conservar su autonomía y preservar la democracia directa, los Chalecos Amarillos de varias regiones han creado un sitio participativo para organizar, ellos mismos, el gran debate al que han denominado «El verdadero debate. Ellos no nos han invitado, ¡hagámoslo juntos!» (https://le-vrai-debat.fr/). En muchos lugares, se celebran asambleas generales con periodicidad, casi semanal, como la de Lure (70200), y en todas las rotondas y en los múltiples cobertizos levantados por todas partes florecen la comunicación, el debate y la autoorganización.
Todo esto nos permite afirmar que se trata «a la vez, de un movimiento social, democrático, que actúa desde abajo, por abajo y para abajo, y (que), en este sentido, sacude, en varios aspectos, a las élites económicas, políticas, mediáticas, administrativas, etc.»7, pero también a todos los grupos que soñaban con alcanzar logros basistas. Este movimiento ha conseguido instituirse como alternativa, señala con razón Gérard DENEUX, de Lure8 ; una alternativa, sin duda, ambigua, incompleta (ver Freddy GOMEZ, más abajo) y desigual, según los grupos y los lugares, pero una alternativa bastante real, a la que los poderes no han logrado hacer frente a lo largo de semanas.
De esta manera han adquirido, aquí o allá, el apoyo de estructuras que actúan en sentidos análogos: comités de salvaguardia de los servicios públicos (así, el 1 de diciembre de 2018, la Coordinación Nacional se manifestó, en varias localidades, contra el cierre de servicios sanitarios; son numerosos los comités que actúan de común acuerdo con chalecos amarillos para salvar maternidades o urgencias), secciones sindicales (principalmente en torno a Solidarios, y algo tarde y de forma confusa, pero masiva, a la CGT)… y que impulsan una mayor democracia directa, autogestión y entendimiento horizontal entre usuarios y asalaridados. Es el caso de Sud-Éducation Limousin, con su Colère noire, gilets jaunes, drapeaux rouges9; el de la Association Autogestion10, que difunde ampliamente por su red e impulsa el llamamiento de Commercy; de militantes de la vieja tierra libertaria de Saint-Nazaire, «decididamente antirracistas», que han convertido la antigua subprefectura ocupada en una Casa del Pueblo autogestionada y que se expresan en CQFD – Mensuel de critiques et d’expérimentations sociales11; del periódico Cerises, de diciembre de 2018, que se pregunta con empatía sobre el papel que se ha de plantear el pueblo en sus diversos componentes; de la revista libertaria À Contretemps y de su animador Freddy GOMEZ («En muchos sentidos, este movimiento surge de una forma espontánea y no identificable de anarquía más secesionista que instituyente, de una revuelta popular que sólo aspira a vivir decentemente»12); del Parti-es Pour la DécroissanceHoy me pongo mi chaleco amarillo»13); de la Convergence nationale des Services publics, que debate de forma interna, preparando su asamblea general de mediados de diciembre de 201814; del texto de Gérard DENEUX para los Amis de l’émancipation sociale de Franche Comté (en su boletín nº 49 de diciembre de 2018); etc. En su Carta informativa de 6 de febrero de 2019, ATTAC France confirma: «¡Fin del mundo y fin de mes, la misma lucha es!», recordando así la convergencia de las movilizaciones. La USP – Union Syndicale de la Psychiatrie celebrará, el 29 de marzo, durante su congreso de Besançon, una velada debate sobre «La nueva primavera de las luchas», con Charles PIAGET, líder de los LIP, que considera a los Chalecos Amarillos «innovadores, atractivos y valientes», por cuanto alardean de su preocupación por «no ser recuperados y seguir siendo igualitarios». Y actuando en pro de un Frente sindical de clase y por la convergencia de las luchas, Initiative communiste (del PRCF – Pôle de Renaissance Communiste en France), en su número de diciembre de 2018, manifiesta su deseo de agrupar a «Chalecos Amarillos y banderas rojas».
El 8 de diciembre de 2018, incluso la reformista y pacifista Asociación de Alcaldes Rurales (Association des Maires Ruraux – AMR) llama a sus miembros a abrir los municipios y a crear una especie de Libro de Reclamaciones. Los alcaldes, presionados, sobrepasados, despreciados durante mucho tiempo por los poderes centrales, comienzan, por fin, a mostrarse, en muchos sitios, dispuestos colectivamente a permitir la expresión popular y plantear exigencias: la petición de moratoria de la AMRF (finales de enero de 2019), relativa a los cierres de todos los servicios públicos (desgraciadamente, han olvidado correos), es un buen avance por, al menos dos razones:
– apoya demandas anteriores (especialmente, la de mi asociación, la Coordination nationale de la Santé, del PCF, de sindicatos, etc.) de parar todos los cierres y hacer balance, insistiendo en las necesidades de las poblaciones y los territorios
– es más coherente que el Gobierno y más respetuosa con la democracia, ya que no se puede prometer un debate sobre las políticas aplicadas si éstas no siguieran destruyendo la proximidad (cierre de maternidades, de tesorerías, oficinas de correos, urgencias nocturnas, ventanillas de estación y líneas ferroviarias, etc.).
A título ilustrativo de la amplitud reivindicativa, «El movimiento de Saint-Nazaire ha planteado sus exigencias; aquí no se habla de “reivindicaciones”, se exige con determinación. Mediante votación por unanimidad, la asamblea general del 29 de noviembre (2018) reclamaba:
– la dimisión de Macron
– la bajada de los precios de los productos de primera necesidad (combustibles, agua, gas, electricidad, vivienda, etc.)
– impuestos sobre el queroseno de los aviones y el fuel pesado de los buques, así como impuestos a las contaminaciones
– el aumento de los salarios, pensiones y otras prestaciones sociales mínimas, sin bajar las cotizaciones sociales
– el restablecimiento del ISF (impuesto de solidaridad sobre la riqueza) y la lucha contra la evación fiscal para financiar los servicios públicos y la transición energética
– el reparto igualitario de la riqueza
– el desarrollo de las energías renovables
– la nacionalización del sector de la energía, la banca y las autopistas
– la revocabilidad de los cargos electos a todos los niveles
– limitar la remuneración de los cargos electos, poniendo como tope la renta media
– la disolución del Gobierno y la refundación de la República por asambleas representativas del pueblo
– el respeto a los derechos de la infancia (educación, salud, etc.)
– la traducción a hechos de la divisa nacional: Libertad, Igualdad, Fraternidad».
La revista Temps critiques, de 27/12/2018, al acentuar el análisis favorable de estos distintos rasgos, toma, sin embargo, más distancia, recordando que el movimiento – a pesar de los puntos unitarios innegables en todo el territorio, algo acentuado por los medios y las redes sociales – es, en principio, disperso y temporal. Aunque utilice espontáneamente modos de autoorganización y de delegación directa, apenas propugna la autogestión global: «Si estamos de acuerdo en decir que los Chalecos Amarillos han desarrollado un movimiento autónomo, no llegaremos a decir, en cambio, que se autoorganizan en el sentido ideológico de la autoorganización tal como pueden concebirla los consejistas históricos o los libertarios. Se trata de una autoorganización inmediata que no desemboca en nada que no sea su propia práctica inmediata»15. Quizá sea demasiado pesimista si escuchamos el 2° Llamamiento de Commercy.
El viejo situacionista libertario Raoul VANEIGEM es más pertinente y, sin perder su visión crítica de una plebe heteróclita, no deja de afirmar que las «razones de la rabia»16 son comunes a otros movimientos y que la autogestión es hoy posible en todas partes, incluidas las rotondas17.
En todo caso, cuanto más se prolongue, resista y siga conservando el movimiento el apoyo de la gran mayoría de la población, más nuevos apoyos encontrará.
– Así, los sindicatos y partidos, que al principio se mostraban reticentes, modifican favorablemente sus análisis; aunque algo tarde y, a veces, mal visto. Los famosos «cuerpos intermedios» se han visto superados y salen debilitados. Es preciso, por último, esperar a la manifestación del 5 de febrero de 2019 por el «restablecimiento de la justicia social» para ver una octavilla nacional CGT-FO-FSU-SOLIDAIRES iniciando su octavilla de llamamiento con «¡Chalecos Amarillos y sindicatos, las mismas reivindicaciones, las mismas luchas!»: es, a la vez, justo sobre lo que se ha escrito, pero parece una estafa y una manipulación, y, sobre todo, muy edulcorado frente a lo que molesta (la política fiscal, la inmigración, la moral, etc.). Se trata, pues, de una agrupación por arriba en beneficio de las tesis sindicales tradicionales, que salen aquí reforzadas y más ambiciosas. Se han unido en el llamamiento por la USP – Union Syndicale de la Psychiatrie en un comunicado de 1/2/2019.
– Los alcaldes, sobre todo rurales, se sienten reforzados en sus demandas por un movimiento popular que señala líneas que conocen, pero que hasta ahora, excepto en pocos lugares (como en mi región, las revueltas de cargos electos de Clamecy o de Saint-Claude) no habían puesto verderamente lo suficiente en el orden del día.
– El Estado y las colectividades están obligadas a ceder, incluso parcialmente, en puntos que antes se habían considerado inamovibles. Desgraciadamente, el arte del macronismo es dar en lo periférico, no en lo esencial (la supresión del famoso impuesto sobre la riqueza, por ejemplo, escandaloso regalo hecho a los ricos y esgrimido a menudo por los Chalecos Amarillos, no se ha puesto en tela de juicio), tratando siempre de recuperar lo que se ha cedido.
En torno al Gran Debate de finales de enero-febrero de 2019, las divisiones se acentúan (algo que se quería y era previsible), pero la exigencia de superar el marco propuesto y de refuerzo democrático dan una tonalidad aún más fuerte al movimiento, como lo atestigua la carta abierta al presidente de la República «Por un nuevo aliento democrático»18. Participar en el debate – sin ilusiones sobre su fin ni sobre su aspecto manipulador y cerrado – es quizá también permitir a los Chalecos Amarillos abrirse a otros estratos de la población y reforzar nuestras exigencias comunes. Después de muchos debates críticos es la opción que ha tomado mayoritariamente mi Comité de Vigilancia para el Mantenimiento de los Servicios Públicos de Proximidad en la región de Haute-Saône, durante su Consejo de administración de 23/1/2019.
Para simplificar, se puede decir que los ChA se presentan (globalmente):
– como un movimiento realmente popular o plebeyo, ya que afecta a todas las clases y especialmente, a las clases más desfavorecidas
– como una experiencia rara de autoorganización espontánea (y/o de autogestión de las luchas y las movilizaciones), sin líder y sin estructura rígida, que es capaz de mantenerse en el tiempo
– como un movimiento al margen de los lugares de ejercicio tradicionales de la democracia y ferozmente autónomo: al margen de los partidos, de los sindicatos, las alcaldías, las asociaciones, y, sobre todo, en la calle, con esta sorprendente «democracia de las rotondas»
– como un movimiento profundamente antipolítico, antigubernamental y antiestatal, que, sin embargo, reclama al Estado sus exigencias de restaurar la justicia social, fiscal y territorial.
Por lo tanto, puede parecer un movimiento utópico, semejante a los del pasado (campesinos franceses de 1788, amas de casa rusas de febrero de 1917, «republicanos» rebeldes españoles de 1936, etc.), tanto por su práctica como por sus métodos, su democracia directa vivida y su voluntad de cambio profundo de las estructuras políticas y sociales generales. Mezcla utopías concretas y parciales con una utopía-esperanza y motriz general, aun cuando no siempre esté claramente formulada.
Michel.Antony@wanadoo.fr – Primera redacción 15/12/2018 – Actualización: 15/02/2019
Las modificaciones futuras estarán accesibles en el capítulo: A.1.c. Le cas français des Gilets Jaunes de 2018-19: entre ambigüités et vraies pulsions démocratiques et utopiques
del archivo http://www.acratie.eu/FTPUTOP/U5P-A-MICRO.DOC.
Traducido por Marisa Delgado

No hay comentarios.:

Publicar un comentario