miércoles, 6 de noviembre de 2019

Abu Bakr al-Baghdadi, creado y asesinado por la CIA


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 Abu Bakr al-Baghdadi, creado y asesinado por la CIA

 

 


Ahora que el dirigente del Estado Islámico (EI), Abou Bakr al-Baghdadi, ha sido eliminado muchas personas en Estados Unidos y Occidente expresan su alegría y alivio. Lo que no dicen es que este bestial grupo terrorista es producto de su propia política exterior en la zona.
La emergencia del EI
En 2003 Estados Unidos y Gran Bretaña invadieron Irak. En aquel momento al-Qaeda y otros grupos terroristas yihadistas tenían poco peso en la zona. El ejército estadounidense se enfrentó a un violento levantamiento después de la invasión. Para aplastarlo se utilizaron escuadrones de la muerte, exactamente igual que lo que habían hecho los estadounidenses en América Latina con la llamada “Opción El Salvador". Además, en esta guerra sucia se enfrentó deliberadamente a sunníes contra chiíes siguiendo la táctica de “divide y vencerás”. En esta orgía de violencia sectaria provocada fue cuando se implantó al-Qaeda en Irak con el nombre de “Estado Islámico de Irak” (EII).
Después llegó la supuesta primavera árabe de 2011. Para derrocar a Gadafi la OTAN colaboró con el Grupo de Combate Islámico Libio (GCIL) bajo la dirección de Abdelhakim Belhaj, exdirigente de al-Qaeda en Libia. Cuando empezó el levantamiento en Siria Belhaj envió a este país a cientos de combatientes armados para expulsar a Assad del poder. Los servicios de seguridad de Estados Unidos y de Gran Bretaña cooperaron para transferir los arsenales libios a los rebeldes sirios.
En 2012 Estados Unidos, Turquía y Jordania establecieron un campo de adiestramiento para los rebeldes sirios en Safawi, en el norte de Jordania. También participaron instructores franceses y británicos. Parte de estos grupos rebeldes se iba a unir más tarde al Estado Islámico.
Entre las filas de al-Qaeda en Irak había muchos sirios. Al principio de la guerra civil en Siria muchos de ellos volvieron a su país de origen para crear el Frente al-Nusra. En abril de 2013 Abou Bakr al-Baghdadi, dirigente del EII, declaró que su grupo y Al-Nusra se habían unido bajo el nombre de Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL) y después bajo el nombre de Estado Islámico de Irak y Siria (EIIS, conocido con el nombre de ISIS por sus siglas en inglés). No obstante, al-Qaeda se distanció de ellos y ambas organizaciones terroristas siguieron su propio camino.
En este avispero es donde nació y se volvió poderoso el ISIS, más tarde llamado IS. Esta organización terrorista creció rápidamente, conquistó mucho terreno a partir de 2014 y en junio de ese mismo año se proclamó califato. Desde hacía tiempo los servicios de inteligencia militar estadounidenses (DIA) sabían que se estaba gestando este califato. Pero, según el exasesor de seguridad del presidente Trump Michael Flynn, el gobierno estadounidense miró hacia otra parte. Este califato constituía un excelente tapón sunní para debilitar Siria y reducir la influencia del Irán chií.
Graham Fuller, uno de los más respetados analistas de Oriente Próximo y exagente de la CIA, es muy claro: “Creo que Estados Unidos es uno de los creadores clave del ISIS. Estados Unidos no planeó crear el ISIS, pero sus destructivas intervenciones en Oriente Próximo y la guerra en Irak fueron las principales causas del nacimiento del ISIS”.
Nada nuevo bajo el sol
No es algo nuevo el coqueteo del Pentágono con grupos islamistas extremistas. Recordemos que a partir de 1979 Estados Unidos reclutó, armó y adiestró a los muyahidines para derrocar al gobierno comunista de Afganistán. La película Rambo III de Sylvester Stallone es una versión hollywoodiense de esta colaboración. Al-Qaeda y Osama Ben Laden aparecieron después a partir de estos grupos de muyahidines.
En la década de 1990 los talibán, unos combatientes extremistas y aún más violentos, se convirtieron en socios privilegiados de Washington en Afganistán. Esta cooperación acabó cuando se hizo evidente que los talibán ya no podían servir a los intereses de Estados Unidos.
Durante la guerra civil de Yugoslavia (1992-1995) el Pentágono llevó en avión a Bosnia a miles de combatientes de al-Qaeda par a apoyar a los musulmanes de esta zona.
En 1996 oficiales de al-Qaeda crearon el Ejército de Liberación de Kosovo (UCK, por sus siglas en albanés ) justo al otro lado de la frontera con Albania. En el mismo momento soldados británicos y estadounidenses aportaron su ayuda.
Ya hemos mencionado la cooperación entre el Grupo de Combate Islámico Libio (GCIL) y la OTAN para derrocar a Gadafi. Después de 2011 esta organización terrorista formó una alianza con los rebeldes islamistas de Mali, los cuales consiguieron conquistar el norte de Mali durante varios meses con ayuda de los tuareg. Gracias a los bombardeos de la OTAN el GCIL había podido saquear los depósitos de armas del ejército libio, las mismas armas que los yihadistas utilizan hoy en día en Siria, Irak, Nigeria, Chad y Mali. El Financial Times relaciona estos acontecimientos con la rivalidad geopolítica con China: “Durante mucho tiempo la militarización de la política estadounidense en África tras el 11 de septiembre ha sido polémica y ha sido considerada en la zona un intento de reforzar el control estadounidense de los recursos y de contrarrestar el pujante papel comercial de China”.
Tampoco se puede excluir que los servicios de inteligencia occidentales estén implicados directa o indirectamente en las actividades terroristas de los chechenos en Rusia y de los uigures en China.
Por consiguiente, hablamos de una política sistemática y deliberada por parte de Washington y de sus aliados para conservar el control de la zona.
La estrategia del caos
La guerra contra el terrorismo se hay transformado hoy en lo contrario: la propagación del terror. Las operaciones fallidas en Irak, Afganistán, Libia y Siria demuestran claramente que Estados Unidos y Occidente ya no son capaces de modelar la zona de Oriente Próximo a su voluntad.
Washington y sus aliados corren peligro de perder cada vez más su influencia y cada vez acuden más a subcontratistas de la peor especie. Aducen que “si no podemos controlar nosotros mismos la zona, tampoco lo hará nadie más”.
Es lo que se podría denominar la estrategia del caos o, quizás mejor, “el caos de la estrategia”. En todo caso, es el colmo de la inmoralidad.
Una cosa es segura: el terror en la zona no será erradicado por las mismas fuerzas que lo crearon o, como afirma claramente una fuente libre de toda sospecha como es el exministro del Interior y de Exteriores francés Dominique de Villepin, “las guerras perdidas en Afganistán, Irak y Libia favorecen el separatismo, los Estados fallidos, la ley despiadada de las milicias armadas. Estas guerras nunca han permitido vencer a los terroristas que invadían la zona. Al contrario, legitiman a los más radicales. […] Cada intervención occidental crea las condiciones para la siguiente. Debemos pararlo”.
Fuente: https://www.investigaction.net/fr/abu-bakr-al-baghdadi-fabrique-et-tue-par-la-cia/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

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