martes, 17 de diciembre de 2019

La Hermandad Musulmana como fuerza de tareas del MI6 y de la CIA, por Thierry Meyssan


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La Hermandad Musulmana como fuerza de tareas del MI6 y de la CIA, por Thierry Meyssan


Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra ‎mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.
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Zbigniew Brzezinski (a la izquierda en la imagen), consejero de seguridad nacional del ‎presidente estadounidense James Carter (a la derecha), concibió la idea de utilizar la ‎Hermandad Musulmana para la realización de operaciones terroristas contra el gobierno ‎comunista de Afganistán, provocando así la intervención de la URSS.

3- La Hermandad Musulmana al servicio de la estrategia Carter-Brzezinski

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Sir James Macqueen Craig, especialista en temas del Medio Oriente, convenció al ‎gobierno británico para que utilizara la Hermandad Musulmana en la realización de operaciones ‎secretas fuera de Egipto. También fue él quien concibió el plan de las “primaveras árabes”, ‎siguiendo el modelo de la operación ya realizada en 1915 por Lawrence de Arabia. ‎
En 1972-1973, James Craig, alto responsable del ministerio británico de Exteriores –y probablemente del ‎MI6–, y el embajador británico en Egipto, sir Richard Beaumont, inician una intensa ‎campaña para que su país y Estados Unidos se apoyen en la Hermandad Musulmana, no sólo en ‎Egipto, sino en todo el mundo musulmán, en contra de los marxistas y de los nacionalistas. Sir Craig será rápidamente nombrado embajador del Reino Unido en Siria y encontrará en la CIA un ‎interlocutor muy interesado. Mucho más tarde, Craig concebirá la “primavera árabe”. ‎
En 1977, Jimmy Carter se convierte en presidente de Estados Unidos y nombra a Zbigniew ‎Brzezinski consejero de seguridad nacional. Este último decide utilizar el islamismo contra los ‎soviéticos. Da luz verde a los sauditas para que entreguen más fondos a la Liga Islámica Mundial; ‎organiza cambios de régimen en Pakistán, Irán y Siria; desestabiliza Afganistán y convierte el acceso de Estados Unidos al petróleo del “Medio Oriente ampliado” en objetivo de seguridad ‎nacional. Finalmente, pone medios militares en manos de la Hermandad Musulmana. ‎
En abril de 1979, Bernard Lewis explica claramente esta estrategia en la reunión del Grupo de ‎Bilderberg [1] que la OTAN organiza en Austria. ‎Este islamólogo anglo-israelo-estadounidense asegura en ese encuentro que la Hermandad ‎Musulmana no sólo puede desempeñar un papel importante contra los soviéticos y provocar ‎desórdenes internos en Asia Central sino que es capaz de balcanizar el Medio Oriente en beneficio ‎de Israel. ‎
Contrariamente a una idea generalizada, la Hermandad Musulmana no se limita a seguir el plan ‎Brzezinski. Con una visión de futuro, obtiene además ayuda de Washington y de Riad para crear ‎nuevas ramas de la cofradía en otros países, ramas que posteriormente irán desarrollándose. El ‎rey de Arabia Saudita asigna a la Liga Islámica Mundial un promedio de 5 000 millones de dólares ‎anuales –suma equivalente al presupuesto militar de Corea del Norte. Esto permite a la Liga Islámica Mundial extender sus actividades a 120 países e incluso financiar guerras. La Liga obtiene además el estatus de consultante en el Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC) y el de ‎observador en la UNICEF. ‎
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El general pakistaní Muhammad Zia-ul-Haq, primer jefe de Estado miembro de la Hermandad ‎Musulmana fuera de Egipto, permitió a los elementos armados de la cofradía disponer de una ‎base de retaguardia en Pakistán para luchar contra el gobierno comunista afgano.
En Pakistán, el general Muhammad Zia-ul-Haq, jefe de estado mayor de las fuerzas armadas y ‎formado en Fort Bragg (Estados Unidos), derroca al presidente Zulfikar Alí Bhutto y lo envía a la ‎horca. Miembro de Jamaat-e-Islami, la versión local de la Hermandad Musulmana, el general Zia-‎ul-Haq islamiza la sociedad. Poco a poco se instaura la sharia en Pakistán –incluyendo la pena de ‎muerte por blasfemia– y se crea una amplia red de escuelas islámicas. Es la primera vez que la ‎Hermandad Musulmana llega al poder fuera de Egipto. ‎
En Irán, Brzezinski convence al shah para que salga del país y organiza el regreso del imam Rulah ‎Khomeini, quien se define como “islamista chiita”. En su juventud, Khomeini se había reunido –en ‎‎1945 – con Hassan al-Banna en El Cairo, para convencerlo de que no debía estimular el conflicto ‎entre sunnitas y chiitas. Posteriormente, Khomeini traduce dos libros de Sayyid Qutb. La ‎Hermandad Musulmana y el revolucionario iraní están de acuerdo en los temas sociales, pero ‎difieren totalmente en las cuestiones políticas. El día mismo de la llegada de Khomeini a Teherán, ‎Brzezinski se da cuenta de que ha cometido un error de apreciación con respecto al ayatola. Desde ‎el aeropuerto, Khomeini se va directamente al cementerio, a rezar sobre las tumbas de los ‎mártires caídos bajo el régimen del shah, y llama el ejército a rebelarse contra el imperialismo. ‎Brzezinski cometerá un segundo error al enviar la Delta Force en ayuda de los espías ‎estadounidenses retenidos en la embajada de Estados Unidos en Teherán. Aunque logra esconder ‎a la opinión occidental el hecho que sus “diplomáticos” eran en realidad espías, Brzezinski deja a ‎los militares estadounidenses en ridículo con el fracaso de la Operación Garra de Águila (Eagle ‎Claw) y da lugar a que aparezca en el Pentágono la idea de que habrá que desplegar otros medios ‎para vencer. ‎
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El millonario saudita Osama ben Laden, héroe de Occidente contra los soviéticos. ‎
En Afganistán, Brzezinski organiza la Operación Ciclón. Entre 17 000 y 35 000 miembros de la ‎Hermandad Musulmana, provenientes de unos 40 países, llegan allí para luchar contra los soviéticos, que habían intervenido en defensa de la República Democrática de Afganistán contra el ‎terrorismo de la cofradía [2] –de ‎hecho, nunca existió la “invasión soviética” que la propaganda estadounidense denunciaba. Los ‎hombres de la Hermandad Musulmana llegan a Afganistán como refuerzo en ayuda de una ‎coalición de elementos armados conservadores y de miembros de la rama local de la cofradía, ‎como el pashtún Gulbuddin Hekmatyar y el tayiko Ahmed Chah Massud. Su armamento viene ‎principalmente de Israel [3] –que oficialmente sigue siendo su enemigo jurado… aunque en realidad es socio de la ‎cofradía. Todo ese conjunto de fuerzas es dirigido, desde Pakistán, por el general Muhammad Zia-ul-‎Haq y financiado por Estados Unidos y Arabia Saudita. Es la primera vez que los anglosajones ‎utilizan la cofradía para librar una guerra. Entre los combatientes presentes en Afganistán están ‎los futuros responsables de las guerras del Cáucaso, desde la Jemaah Islamiyah indonesia hasta el ‎grupo filipino Abu Sayyaf, pasando por supuesto por al-Qaeda y lo que habrá de convertirse en ‎Daesh. En Estados Unidos, la operación antisoviética cuenta con el respaldo del Partido ‎Republicano y de un grupúsculo de extrema izquierda, los trotskistas de Social Democrats USA.‎
La estrategia Carter-Brzezinski representa un cambio de escala [4]. Arabia Saudita, que hasta entonces había ‎sido el proveedor de financiamiento de los grupos islamistas, se encarga en lo adelante de ‎manejar los fondos de la guerra contra los soviéticos. El príncipe Turki –hijo del entonces rey Faisal ‎y director general de la inteligencia saudita– se convierte en una personalidad omnipresente en ‎todas las cumbres occidentales sobre temas de inteligencia. ‎
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El palestino Abdallah Azzam y el saudita Osama ben Laden fueron formados en Riad ‎por Mohamed Qutb, el hermano de Sayyid Qutb. Azzam y ben Laden dirigieron ‎sucesivamente a los combatientes de la Hermandad Musulmana en Afganistán.
Ante la existencia de constantes problemas entre árabes y afganos, el príncipe Turki envía primero ‎al palestino Abdallah Azzam, el “imam de la yihad”, para que ponga orden entre los miembros de ‎la Hermandad Musulmana y se encargue de la oficina local de la Liga Islámica Mundial. Más tarde ‎envía al multimillonario saudita Osama ben Laden. Tanto Azzam como ben Laden habían sido formados en ‎Arabia Saudita por el hermano de Sayyid Qutb.‎
También bajo el mandato de James Carter, la Hermandad Musulmana emprende una larga ‎campaña terrorista en Siria, que incluye el asesinato de los cadetes no sunnitas en la Academia ‎Militar de Alepo, crimen perpetrado por la “Vanguardia Combatiente”. Estos elementos disponen de ‎campos de entrenamiento en Jordania, donde los británicos les imparten formación militar. ‎
Durante esos años de plomo, la CIA logra montar una alianza entre la Hermandad Musulmana y el ‎grupúsculo ex comunista de Riyad al-Turk. Durante la guerra civil libanesa, Riyad al-Turk y sus ‎amigos George Sabra y Michel Kilo habían roto relaciones con Moscú para unirse al bando de los ‎occidentales. Se afilian entonces al grupo trotskista estadounidense Social Democrats USA. Entre ‎los tres redactan un manifiesto donde afirman que la Hermandad Musulmana es el nuevo ‎proletariado y que sólo una intervención militar de Estados Unidos puede salvar a Siria. ‎Finalmente, la Hermandad Musulmana inicia en Siria un intento de golpe de Estado, en 1982, con ‎apoyo de Arabia ‎Saudita y del partido Baas de Irak –que ya colaboraba con Washington en contra de Irán. Los enfrentamientos armados que se producen en Hama dejan 2 000 muertos –según el ‎Pentágono, mientras que la cofradía y la CIA hablan de 40 000. Posteriormente, cientos de ‎prisioneros serán asesinados en Palmira por Rifaat al-Assad –el hermano del presidente Hafez. El propio Rifaat al-Assad es destituido y obligado a exilarse en París, después de intentar él también ‎un golpe de Estado contra su hermano. Los trotskistas sirios van a dar con sus huesos en la cárcel y ‎la mayoría de los miembros de la Hermandad Musulmana huyen a Alemania –donde ya reside el antiguo Guía sirio de la cofradía Issam al-Attar– o a Francia –como en el caso de Abu Moussab “El ‎Sirio”–, países donde el canciller Helmut Kohl y el presidente Francois Mitterrand les conceden ‎asilo político. Dos años después, en el momento de repartirse 10 millones de dólares asignados ‎por la Liga Islámica Mundial, estalla un escándalo en el seno de la oposición siria –ya en el exilio– ‎cuando se comprueba la desaparición de 3 millones. ‎

‎4- Hacia la constitución de una Internacional yihadista ‎

Durante los años 1980, Washington ordena a la Liga Islámica Mundial iniciar una transformación ‎de la sociedad argelina. Durante un decenio, Riad construye gratuitamente mezquitas en ‎poblaciones y aldeas. En cada caso, la edificación de la mezquita incluye un dispensario y una ‎escuela. Las autoridades argelinas aceptan con regocijo esa ayuda, sobre todo porque ellas ‎mismas ya no logran garantizar el acceso de todos a la salud y la enseñanza. Poco a poco, las ‎clases trabajadoras argelinas van distanciándose de un Estado que ya no les aporta mucho y ‎prefieren acercarse a las generosas mezquitas. ‎
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El presidente estadounidense George Bush padre, ex director de la CIA, estableció un ‎vínculo de amistad con el embajador de Arabia Saudita en Washington, el príncipe Bandar ‎ben Sultan ben Abdelaziz Al-Saud, quien acabaría convirtiéndose en jefe de los servicios de ‎inteligencia sauditas. Eran tan cercanos que Bush padre llega a considerarlo como su hijo ‎adoptivo, lo cual da lugar a que el príncipe reciba el sobrenombre de “Bandar Bush”.
Cuando el príncipe Fahd se convierte en rey de Arabia Saudita, en 1982, nombra al príncipe Bandar ‎‎–hijo del ministro de Defensa– embajador en Washington, puesto que ocupará durante todo el ‎reinado de Fahd. Bandar desempeña en Washington un doble papel: se ocupa de las relaciones ‎entre Arabia Saudita y Estados Unidos, pero también sirve de enlace entre el príncipe Turki, ‎director de la inteligencia saudita, y la CIA. Bandar llega a establecer estrechos lazos de amistad ‎con el entonces vicepresidente de Estados Unidos y ex director de la CIA, George H. W. Bush, ‎quien lo considera como su “hijo adoptivo”; con el entonces secretario de Defensa Dick Cheney y ‎con el futuro director de la CIA, George Tenet. El príncipe saudita se inserta en la vida social de las ‎élites estadounidenses y llega incluso a integrarse tanto a la secta cristiana de los jefes de estado ‎mayor del Pentágono –The Family– como al ultraconservador Bohemian Club de San Francisco.‎
Bandar dirige a los yihadistas desde la Liga Islámica Mundial. Negocia con Londres la adquisición ‎de armamento para Arabia Saudita en la British Aerospace, a cambio de petróleo. Los contratos, ‎designados en árabe como Al-Yamamah, costarán a Riad entre 40 000 y 83 000 millones de libras ‎esterlinas, pero los británicos devolverán al príncipe Bandar una parte importante de esa suma. ‎
En 1983, el presidente Ronald Reagan confía a Carl Gershman, el ex líder de Social Democrats USA, ‎la dirección de la recién creada National Endowment for Democracy (NED), una agencia ‎dependiente del acuerdo de los “Cinco Ojos”, pero disfrazada de ONG [5]. La NED es la ‎fachada legal de los servicios secretos de Australia, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Nueva ‎Zelanda. Gershman, quien ya había trabajado con sus camaradas trotskistas y sus amigos ‎miembros de la Hermandad Musulmana en Líbano, Siria y Afganistán, crea una amplia red de ‎asociaciones y fundaciones que la CIA y el MI6 utilizan para apoyar a la cofradía donde les resulta ‎posible. Este personaje defiende la “doctrina Kirkpatrick”: cualquier alianza es válida si es de utilidad ‎para los intereses de Estados Unidos.‎
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En ese contexto, la CIA y el MI6, que en el momento más álgido de la guerra fría habían creado la ‎Liga Anticomunista Mundial (WACL, por sus siglas en inglés), utilizan esta última organización para ‎encaminar hacia Afganistán los fondos necesarios para financiar la yihad. Osama ben Laden se ‎suma a esa organización, que cuenta entre sus miembros varios jefes de Estado ‎ [6]‎. ‎
En 1985, el Reino Unido, fiel a su tradición de experiencia académica, crea el Oxford Centre for ‎Islamic Studies, encargado de estudiar las sociedades musulmanas y cómo puede la Hermandad ‎Musulmana influir en ellas. ‎
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Hassan el-Turabi y Omar el-Bechir imponen la Hermandad Musulmana en Sudán. ‎En el contexto particularmente sectario y atrasado de ese país, estos dos personajes entran ‎en contradicción con la cofradía y más tarde tratan de destruirse uno al otro.

En 1989, la cofradía logra un segundo golpe de Estado exitoso, esta vez en Sudán, poniendo en el ‎poder al coronel Omar el-Bechir, quien no tarda en poner al Guía local de la Hermandad ‎Musulmana, Hassan el-Turabi, en la presidencia de la Asamblea Nacional. Durante una conferencia ‎en Londres, el-Turabi anuncia que su país va a convertirse en base de retaguardia de todos los ‎grupos islamistas del mundo. ‎
También en 1989, aparece en Argelia el Frente Islámico de Salvación (FIS), creado en torno a ‎Abassi Madani, mientras que el partido en el poder enfrenta una sucesión de escándalos. El FIS ‎cuenta con el apoyo de las mezquitas que los sauditas habían “regalado” a Argelia y, por ende, de ‎los argelinos que asisten a ellas desde hace más de un decenio. El FIS gana entonces las elecciones ‎locales, no porque los electores estén de acuerdo con su ideología sino favorecido por el rechazo ‎a los dirigentes que ostentan el poder. Ante el fracaso de los políticos y la imposibilidad ontológica ‎de negociar con los islamistas, el ejército argelino toma el poder y anula las elecciones. Argelia se ‎sume en una larga y sangrienta guerra civil, de la que no se sabrá mucho fuera del país. El ‎movimiento armado deja más de 150 000 víctimas. Los islamistas no vacilan en aplicar tanto ‎castigos individuales como colectivos, por ejemplo masacrando a los habitantes de Ben Talha –por ‎haber votado a pesar de la fatwa que prohibía hacerlo– y arrasando esa aldea. Es evidente que ‎Argelia sirve entonces de laboratorio para operaciones futuras. Corre el rumor de que es el ‎ejército –no los islamistas– quien comete masacres contra los aldeanos. En realidad, altos ‎responsables de los servicios secretos, entrenados en Estados Unidos, se unen a los islamistas y ‎siembran la confusión. ‎
En 1991, Osama ben Laden, quien al final de la guerra en Afganistán ha vuelto a Arabia Saudita con ‎una aureola de héroe de la lucha contra el comunismo, se enemista oficialmente con el rey, ‎mientras que los “sururistas” se sublevan contra la monarquía. Esta insurrección, conocida como ‎el “Despertar Islámico”, dura 4 años y termina con el encarcelamiento de sus principales líderes. ‎Pero muestra a la monarquía saudita –que creía gozar de una autoridad incuestionable– que, con ‎su mezcolanza de religión y política, la Hermandad Musulmana ha creado las condiciones para la ‎revuelta a través de las mezquitas. ‎
En ese contexto, Osama ben Laden dice haber propuesto la ayuda de varios miles de veteranos de ‎Afganistán para luchar contra los iraquíes, pero que –¡oh, sorpresa!– el rey prefirió el millón de ‎soldados de Estados Unidos y sus aliados. Es supuestamente por eso que Ben Laden se exila en ‎Sudán, cuando realidad parte hacia ese país con la misión de recuperar el control de los miles de ‎islamistas que han escapado a la autoridad de la Hermandad Musulmana y se han sublevado ‎contra la monarquía. Junto a Hassan el-Turabi, Osama ben Laden organiza conferencias populares ‎panárabes y panislámicas, invitando a ellas a los representantes de los movimientos islamistas y ‎nacionalistas de unos 50 países. El objetivo es hacer, al nivel de los partidos, lo mismo que ‎Arabia Saudita ya había hecho con la Organización de la Conferencia Islámica [7]‎, que ‎reagrupa a los Estados. Los participantes ignoran que son los sauditas quienes pagan estas ‎conferencias y que en los hoteles donde se reúnen se hallan bajo la vigilancia de la CIA. Todos, desde Yaser ‎Arafat hasta el Hezbollah libanés, participan en esos encuentros. ‎
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En Estados Unidos, el FBI logra la condena del BCCI, un gigantesco banco musulmán que con el ‎tiempo se había convertido en el canal preferido de la CIA para realizar sus operaciones secretas, ‎principalmente para financiar la guerra en Afganistán, pero también para posibilitar el narcotráfico en Latinoamérica [8]. Cuando se pronuncia la quiebra del ‎BCCI, los clientes pequeños pierden su dinero, nadie los reembolsa, pero Osama ben Laden sí ‎logra ‎recuperar 1 400 millones de dólares para proseguir el trabajo de la Hermandad Musulmana al ‎servicio de Washington. La CIA traslada entonces sus operaciones al Faysal Islamic Bank y su filial ‎Al-Baraka. ‎
‎(Continuará) ‎

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