jueves, 11 de julio de 2019

La UE firma uno de los tratados más peligrosos tras 20 años de negociaciones


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La UE firma uno de los tratados más peligrosos tras 20 años de negociaciones


La UE firma uno de los tratados más peligrosos tras 20 años de negociaciones


  • La Campaña “No a los Tratados de Comercio e Inversión” integrada por más de 100 organizaciones sociales, sindicales, políticas, agrarias o ecologistas ha calificado el anuncio de acuerdo sobre un tratado comercial entre la UE y Mercosur el pasado viernes como “una de las peores noticias de los últimos años”.

  • Para la Campaña, el acuerdo, equivalente a cuatro veces el CETA firmado con Canadá, tendrá un impacto negativo incalculable sobre la crisis climática y debilitará los derechos de las personas frente a los de las corporaciones.

  • El tratado con Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay se ha negociado durante 19 años a espaldas de la ciudadanía, pese a ser el mayor acuerdo comercial alcanzado nunca por la UE y a que afectará a 780 millones de personas, y supone un lamentable espaldarazo a las políticas extremistas y ultraneoliberales de los presidentes Bolsonaro y Macri.

Qué supone el tratado: 
El tratado conlleva una liberalización muy importante del comercio entre ambos bloques  que beneficiará fundamentalmente a las grandes empresas europeas de industrias como la automovilística, la química, la farmacéutica o la textil y a los grandes exportadores de productos agropecuarios de los países de Mercosur, a costa de importantes impactos en el campo europeo y la desarticulación de muchos sectores industriales de Mercosur, con repercusiones muy negativas en el empleo y el medio ambiente.
Algunas consecuencias:
  • Europa recibirá una avalancha de productos de los países considerados “los graneros del mundo”.  Los pequeños productores agrícolas y ganaderos se verán gravemente perjudicados, desapareciendo muchos de ellos y dificultándose la adopción de modelos de proximidad y ecológicos. Crisis como la del sector de la naranja debida a las importaciones de Sudáfrica se reproducirán en otros sectores.
  • El incremento del transporte de mercancías a larga distancia con el consumo de combustibles fósiles asociado tendrá importantes repercusiones climáticas. Pero además, en lo referente al medio ambiente y la biodiversidad, en los países exportadores se incrementará el ya descontrolado ritmo de deforestación de la Amazonía y otros ecosistemas de gran importancia como el Cerrado brasileño o el Chaco en Argentina y Paraguay, ya muy mermados por la expansión de monocultivos agrícolas (soja) y ganadería (vacuno) a gran escala. El acaparamiento de tierras, las deforestación masiva, la invasión de reservas indígenas y los ataques a defensores y defensoras de la tierra, ya multiplicados en Brasil con Bolsonaro, se incrementarán aún más para satisfacer las exportaciones a Europa.
  • Los consumidores europeos estarán más expuestos a alimentos cultivados en los países del mundo que más productos químicos tóxicos emplean. En Brasil, el gobierno de Bolsonaro está favoreciendo a la industria agroquímica incrementando de forma exponencial el ritmo de aprobación de nuevas sustancias hasta alcanzar más de una al día. Sólo en 2019 ha aprobado el uso de 239 nuevos pesticidas, un tercio de los cuales no estarían autorizados en la UE. En Argentina el uso del glifosato de Monsanto/Bayer y otros 40 productos similares está totalmente extendido desde hace muchos años. En Uruguay el 97% de las frutas y hortalizas presentaban en 2016 residuos de pesticidas.
  • Como impuestos que son, la eliminación de aranceles supone un desvío directo de dinero de las arcas públicas hacia las empresas. El propio presidente de la comisión europea Juncker indicó al anunciar el acuerdo que las empresas europeas “ahorrarán cada año 4.000 millones de euros en impuestos” (frente a los 600 del CETA). Todo ese dinero son fondos públicos que los estados de Mercosur dejarán de recibir de las empresas que exportan allí, en perjuicio de sus poblaciones. Pero en Europa, con una cifra no desvelada pero seguramente mucho mayor, sucederá lo mismo. Dejaremos de recaudar miles de millones de euros de las empresas que venden sus productos en nuestro continente. Es una ingente cantidad de recursos, que en lugar de regalarse a esas multinacionales podrían dedicarse a financiar la transición ecológica o a paliar los efectos dramáticos de la política migratoria de la UE.
Para la Campaña “No a los Tratados de Comercio e Inversión” este tratado supone una de las peores expresiones de la globalización. Los acuerdos tendrán efectos nocivos sobre el cambio climático, la biodiversidad y los derechos humanos por un parte, y sobre los derechos de los trabajadores, agricultores, pequeños empresarios y consumidores y la salud por otra. Brasil por ejemplo, no ha ratificado algunos tratados internacionales muy relevantes en materia de derechos sindicales y de representación y negociación de los trabajadores.
Según las portavoces de la Campaña el impulso final de las negociaciones, principalmente por parte de España y Alemania, “ha obedecido a intereses de coyuntura política y es totalmente injustificable desde un punto de vista social y del interés general”
Por otra parte, el portavoz de la Campaña Yago Martínez Alvárez considera que la firma de este acuerdo, promovido de forma entusiasta en las últimas semanas por el Gobierno español, supone la legitimación por parte de la UE de  las políticas ultra neoliberales y extremistas en contra de los movimientos sociales, los sindicatos, los pueblos indígenas  y el medio ambiente de los presidentes Bolsonaro y Macri.
El tratado deberá pasar aún por la aprobación de los parlamentos nacionales, por lo que la Campaña “No a los Tratados de Comercio e Inversión” estudiará conjuntamente con diversas organizaciones sociales y de todo tipo que se consideren afectadas las acciones a llevar a cabo para tratar de evitar la puesta en marcha de este dañino tratado.
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NUEVA CRIPTOMONEDA LIBRA ¿FIN DEL ESTADO-NACIÓN?


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NUEVA CRIPTOMONEDA LIBRA ¿FIN DEL ESTADO-NACIÓN?


NUEVA CRIPTOMONEDA LIBRA ¿FIN DEL ESTADO-NACIÓN?

libraDías pasados, Facebook anunció el lanzamiento a lo largo del próximo año 2020, de una nueva criptomoneda llamada LIBRA, respaldado por gran cantidad de compañías financieras y tecnológicas como Visa, Spotify, eBay, Paypal y Uber que, junto a una base de usuarios de 2.400 millones de personas en todo el mundo, intentan presionar a los países y bancos centrales para que cooperen con su reinvención del nuevo sistema financiero mundial.
Todos sabemos que Facebook es una red social, supuestamente creada por Mark Zuckerberg en el año 2004, que con este movimiento está tratando de otorgar a su compañía más poder político a escala global, a pesar de los peligros que potencialmente tiene para la sociedad en general, pues esto significaría convertir a Facebook en una nación virtual.
Teniendo en cuenta los precedentes de Facebook en cuanto a la manera irresponsable de su comportamiento respecto a sus prácticas de privacidad y publicidad dirigida, las personas deben conocer quién está reconfigurando el mundo y si lo están haciendo en interés de la humanidad, o si solo buscan beneficiar a la nueva clase de ejecutivos de la élite tecnológica.
En ATTAC estamos trabajando en un nuevo ecosistema financiero, pero bajo un concepto de la creación del dinero que no esté vinculado a la generación sistemática de deuda, teniendo en cuenta, sobre todo, la utilización de este dinero dentro de un nuevo sistema macroeconómico del siglo XXI. Además, somos conscientes que la puesta en marcha de cualquier nuevo sistema financiero, necesita de medidas viables para neutralizar el inmenso volumen de deuda impagable que actualmente existe, y que supone uno de los factores desestabilizadores que padecemos.
Nuestra Organización siempre ha defendido que el control de las finanzas debería ser de la ciudadanía y por eso, veíamos con esperanza el concepto de criptomoneda como la tecnología que nos permitiría democratizar el dinero, pero sin embargo, observamos con profunda preocupación como las élites económicas se han hecho con el control de esta tecnología para tener un mayor poder del que ahora tienen, a la vez que nos tememos que su nuevo modelo lleve implícito un mayor control sobre lo que llevamos 20 años luchando, como son la libertad y la dignidad de todas las personas.
Haciendo un análisis técnico de lo publicado en su informe de presentación, podemos concluir que LIBRA se presenta, teóricamente, como una moneda de baja volatilidad al estar anclado su valor en una cesta de fondos y depósitos en bancos centrales, es decir, basados en moneda fiduciaria, lo que tampoco nos da mucha garantía. Carece completamente de una política monetaria, lo que significa que su regulación estará condicionada por la cantidad de libras que los usuarios mantengan en circulación.
Todo su desarrollo también está basado en Blockchain, solo que no son nodos públicos como la mayoría de las criptomonedas actuales, sino que son privados, ya que cada nodo deberá ser previamente admitido y aportar valores por importe de 10 millones de dólares, lo que la convierte en una red totalmente privada y cerrada, todo lo contrario del espíritu de los inicios de esta tecnología.
Al final, todo esto nos lleva a la conclusión de que el mundo va a cambiar mucho más deprisa de lo que se pensaba. El nuevo modelo ya lo están preparando para su implantación en unos pocos años, y quizás LIBRA sea una avanzadilla de lo que nos intentan implantar. Vemos como el concepto de Estado se va diluyendo en su definición. Sin gobiernos nacionales elegidos democráticamente por la ciudadanía, corremos el peligro de llegar a lo que el profesor Sheldon S. Wolin denominó Totalitarismo Invertido, pero en su versión tecnológica, es decir, llegar a estar gobernados por las Corporaciones que marcarán sus leyes por encima de la legislación nacional. Es por esto, por lo que en nuestra Organización cuestionamos esta propuesta por la amenaza que supone para las democracias de todo el mundo
Creemos que la humanidad necesita un liderazgo ético y tiempo para reflexionar sobre las posibles repercusiones del rápido cambio tecnológico que se nos avecina, pues como dice la filósofa Marina Garcés: “No basta con tener acceso al conocimiento disponible de nuestro tiempo, que nos proporciona la nueva tecnología, sino que lo importante es que podamos relacionarnos con él, de manera que contribuya a transformarnos a nosotros y a nuestro mundo a mejor”.
Paco Cantero
Coordinador del Observatorio de Futuro Alternativo de ATTAC-Madrid
Referencias:
Sistemas monetarios
Criptomonedas
Futuro Alternativo
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¿Viene otra crisis?


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¿Viene otra crisis? 

 

 

Albert Recio Andreu.
Mientras Tanto nº 181
 I
En el verano del 2018, cuando abrí este cuaderno —es un hábito pueril, cada dos cursos trato de agrupar mis notas mensuales bajo un título común— me pareció adecuado un título que correspondiera a la visión dominante del momento sobre la coyuntura económica. Es una cuestión de nombres que tiene cierta relevancia. Para mucha gente de izquierdas seguimos instalados en la crisis porque persisten muchos de sus efectos: bajos salarios, desempleo alto, deterioro de los servicios sociales, problemas de vivienda… Pero el análisis convencional atiende sólo a las variaciones del PIB y a algunos indicadores básicos.
Por otra parte, aunque la crisis de 2008 significó un verdadero terremoto, muchos de sus peores efectos ya eran visibles en el período anterior de pretendido auge. El debate sobre la precariedad se gestó en la década de los ochenta, justo cuando se impusieron las políticas de flexibilidad laboral orientadas a erosionar los derechos laborales. Los problemas del desempleo, las deslocalizaciones, nos acompañan desde hace casi cinco décadas. Tampoco la externalización de servicios públicos y los recortes fueron un resultado automático de la crisis. Ya estaban presentes en las políticas introducidas, por ejemplo, por los conservadores británicos. Y en nuestro país éste ha sido un tema presente a lo largo de todo el período democrático. Incluso tendemos a pasar por alto —la memoria es débil— que los problemas de vivienda ya eran acuciantes cuando se construían edificios residenciales en cantidades ingentes (no por casualidad la PAH estuvo promovida por la misma gente que antes había creado “V de Vivienda” para protestar contra las dificultades de acceso de los jóvenes a una vivienda digna). Lo que hizo la crisis fue dar una oportunidad a las élites para imponer un nuevo ritmo a su programa neoliberal y agravar una tendencia estructural que venía de lejos. Por eso es compatible considerar que la crisis ha acabado y al mismo tiempo que sus efectos persisten en el tiempo.
En esto último también hay una importante cuestión de perspectiva teórica. Para muchos economistas la evolución de la economía es una mera oscilación en torno a un equilibrio (aunque éste sea dinámico e incorpore el crecimiento a largo plazo): tras una caída la economía recupera su situación anterior y todo vuelve a ser igual que antes. En esto reside el manido eslogan de que “hay que salir de la crisis”, equivalente a salir de un valle y recuperar cota en cualquier travesía. Es lo que yo llamo un pensamiento de “economía de pizarra”, porque en la pizarra todo se puede borrar y reescribir. Pero el mundo real no funciona así y después de una crisis profunda las cosas no son necesariamente iguales: la crisis ha contribuido a cambiar la estructura productiva, ha generado víctimas no siempre recuperables, ha afectado a las políticas económicas y sociales, ha recompuesto los equilibrios de poder entre grupos capitalistas y entre éstos y la sociedad. De ahí que la salida de la crisis nunca sea una vuelta al pasado, sino sólo la recuperación de la dinámica capitalista en un nuevo contexto.
II
La pregunta que varías personas me han planteado es si se da la posibilidad de que en unos pocos meses volvamos a estar en crisis. (Curiosamente quienes me lo han planteado con mayor frecuencia son personas que tienen una cierta actividad de inversión en bolsa, más preocupadas que la media por “su” dinero y más seguidoras de los medios de comunicación económicos). Hay muchos indicios preocupantes desde una óptica convencional (muchos más desde la otra, aunque se sitúan en otro terreno) y el estancamiento de algunas economías europeas, así como las guerras comerciales impredecibles (sobre todo gracias a Trump) son lo que más preocupan a los analistas que llenan los debates mediáticos. Algunos ejercen de agoreros profesionales en el reparto de papeles que suelen practicar las tertulias de expertos.
Creo que la única respuesta posible es seguir la línea argumental que desarrolló Lester Thurow en El futuro del capitalismo, publicado en 1996. En su análisis destacaba que las sociedades capitalistas descansaban sobre “fallas tectónicas” cuyo movimiento podían generar terremotos económicos. Vivir sobre una falla tectónica no supone estar en un terremoto continuo, pero sí que sus habitantes perciben con relativa frecuencia esta posibilidad (como bien saben japoneses, mexicanos y californianos) y que en algunos casos la magnitud de escala provoca verdaderos desastres, como el de Fukushima (también con efectos irreversibles). No hay forma de predecir con precisión cuándo las placas se pondrán en movimiento, pero sí de establecer la probabilidad de que un territorio lo padezca.
Hay numerosas fallas tectónicas en nuestro subsuelo económico, correspondientes a las diferentes explicaciones de las teorías sobre las crisis económicas. Algunas escuelas de pensamiento rivalizan en considerar que su particular hipótesis es la esencial (por ejemplo, muchos académicos marxistas insisten en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia). Mi punto de vista en este campo es ecléctico: la economía capitalista real descansa sobre tal cúmulo de contradicciones que cualquiera de ellas puede generar la crisis.
A título de ejemplos:
  • La especialización productiva entre territorios se traduce en fuertes desigualdades en la balanza exterior de los países, de modo que los hay con excedentes y los hay con déficits persistentes. Éstos pueden provocar desequilibrios financieros que están en la base de crisis.
  • Esa misma especialización hace a algunos países muy dependientes de la exportación de unos determinados productos. Lo que ocurra en estos mercados particulares (aumentos o subidas de precios, alteraciones en la demanda) puede desestabilizar economías enteras y afectar al conjunto.
  • Gran parte de la economía mundial se basa en mantener bajo el costo de determinados inputs, especialmente la energía. Si por ejemplo ésta experimenta un brusco incremento (como ya ocurrió en los setenta o como la que predicen los defensores del pico del petróleo), sectores enteros de actividad pueden quedar afectados.
  • El cambio climático puede afectar a la producción de alimentos y otras materias primas con efectos parecidos a lo anterior (y como sabemos ya, con movimientos de población de evidente impacto social).
  • Los cambios en la distribución de la renta afectan a la cantidad del gasto en consumo y a la estructura del mismo, y tienen impacto potencial en el volumen y composición del empleo y la producción. Nunca hay un ajuste fino y los impactos de un sector pueden extenderse a otros.
  • En las economías capitalistas, los directivos empresariales toman un gran número de decisiones en función de la rentabilidad esperada y de la demanda. Son decisiones individuales basadas casi siempre en creencias, información imperfecta, etc. Un fallo en las previsiones o la inadecuación de las mimas pueden conducir también a una crisis. La tasa de ganancia obtenida y los problemas de demanda son dos de las cuestiones recurrentes en el análisis de las crisis.
  • En las economías capitalistas reales el sector financiero juega un papel crucial. De hecho, la economía actual está basada en el endeudamiento: de empresas, particulares y estados. El sector financiero tiene una gran tendencia a la inestabilidad y a la generación de burbujas especulativas. Juega un papel central en los procesos de especulación urbana. Y ha sido, desde siempre, una fuente de generación de problemas.
  • El sector público tiene un papel crucial en el funcionamiento de la mayoría de economías reales. Habitualmente es un factor de estabilización y regulación para evitar que los desmanes del mercado afecten al edificio entero. Pero esto no está siempre garantizado, y decisiones políticas de los grandes estados pueden precipitar crisis. El impacto de las políticas de ajuste impuestas por la Unión Europea en 2010 por presión de Alemania y sus aliados son una buena prueba de ello.
En suma, la economía capitalista mundial tiene los mismos problemas que los sofisticados sistemas eléctricos que ayudan a organizar nuestras vidas. Son enormemente complejos y sofisticados. Pero, al mismo tiempo, vulnerables. Y de vez en cuando colapsan, como ha ocurrido hace pocos días en Argentina, Uruguay y Paraguay. Una economía más manejable y socialmente responsable exige otra lógica organitzativa y social.
III
Es imposible saber si alguna de las fuerzas que he detallado, u otras omitidas, están creando las condiciones para una crisis inmediata. Pero tenemos bastantes números para que lo de 2010 pueda repetirse bajo otra forma y otros detonantes. La salida actual de la crisis se ha basado en una práctica desregulación monetaria que ha facilitado crédito ilimitado a financieros y grandes deudores. El Estado español, por ejemplo, ha visto aumentar el endeudamiento desde un 64% en que lo dejó el gobierno de Rodríguez Zapatero hasta cerca del 100% con que se encontró el nuevo gobierno de Pedro Sánchez. Este aumento hubiera sido muy difícil de soportar si no se hubiera producido una fuerte reducción de los intereses a pagar.
Hoy el endeudamiento masivo es mucho mayor, pero su coste se ha abaratado. Los bancos centrales (BCE, Fed) han generado grandes masas de dinero barato y lo que no está claro es qué podrían hacer en caso de una nueva recesión. Además de tener un sistema frágil, es posible que también estemos inmersos en una dinámica que nadie sabe como revertir. Y que nos puede conducir a nuevos desastres económicos, sociales y ambientales.
Por ello, más que preocuparnos por si viene o no la crisis (si ésta viniera y solo afectara a los rentistas, hasta podría ser una buena ayuda para cercenar los impulsos especulativos de la sociedad, aunque no es esto lo que suele suceder y los grandes “paganos” suelen ser los más pobres), lo que de verdad nos debería tener desvelados es pensar qué tenemos que hacer para afrontar los grandes problemas que ya teníamos y que la crisis acrecentó.
Buen verano y pensad en ello. La rentrée será complicada.
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Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista (I y II)


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Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista (I y II)


En este debate participan compañeros ecosocialistas, “marxistas colapsistas” y decrecimentistas, entre otros. Creemos que es una propuesta excelente para crear un marco de debate conjunto a ambas orillas del Atlántico.


Por Director de El Ciudadano, Michael Lowy, Miguel Fuentes y Antonio Turiel
Tras la publicación la semana pasada en SP del artículo de nuestro camarada Daniel Tanuro sobre la “Colapsología”, la Red de Organizaciones Ecosocialistas de América Latina nos ha contactado para proponernos reproducir un debate ya en curso en la web de “El Ciudadano” de Chile sobre el cambio climático y el proyecto de emancipación socialista. En este debate participan compañeros ecosocialistas, “marxistas colapsistas” y decrecimentistas, entre otros. Creemos que es una propuesta excelente para crear un marco de debate conjunto a ambas orillas del Atlántico. Las contribuciones irán apareciendo en las próximas semanas e invitamos a nuestros colaboradores y lectores a hacer contribuciones a este debate, que intentaremos reagrupar posteriormente en un libro electrónico. SP Presentamos a continuación un material de discusión en torno a la relación entre la crisis ecológica-energética contemporánea, la posible perspectiva de un colapso civilizatorio cercano y la reciente polémica que ha estallado entre las posturas ecosocialistas y las nuevas posiciones teórico-ideológicas del llamado “Marxismo Colapsista”. Se ofrece aquí una contextualización de algunos aspectos de la crítica colapsista al ecosocialismo, reproduciéndose en la segunda parte de este material una conversación con el intelectual Michael Lowy en donde aquel realiza una replica a dicha crítica.
Algunos elementos de la crítica del colapsismo marxista al Ecosocialismo
Desde hace algunos meses diversas organizaciones ecosocialistas de Chile, Argentina y otros países de América Latina vienen siendo objeto de una potente campaña de ataque ideológico en redes sociales por parte de un nuevo referente comunicacional que actúa bajo el nombre de “Marxismo y Colapso”. Uno de los objetivos centrales de este referente ha sido polemizar con algunas de las figuras y posturas centrales del ecosocialismo, por ejemplo aquellas representadas por el intelectual marxista Michael Lowy. Una de las posiciones centrales de este grupo ha sido negar reiteradamente varios de los preceptos centrales de los programas marxistas tradicionales y de la estrategia ecosocialista; esto es, por ejemplo, la idea de que un cambio revolucionario en las relaciones sociales de producción y el establecimiento de un nuevo régimen productivo orientado a la satisfacción de las necesidades sociales sería capaz tanto de “frenar” (o “revertir”) los efectos de la actual crisis ecológica-energética, así como también de “evitar” un fenómeno de colapso civilizatorio cercano.
Por el contrario, “Marxismo y Colapso” defendería la necesidad de un nuevo marco teórico y estratégico al interior de la izquierda mundial para dar cuenta del fenómeno de colapso civilizatorio y extinción humana que, como producto de la combinación entre los efectos destructivos de la crisis ecológica-energética actual y las contradicciones tradicionales del sistema capitalista decadente, sería ya imposible de detener. Según este planteamiento, lo anterior pondría al conjunto de las fuerzas socialistas ante un escenario inédito en la historia revolucionaria moderna que se caracterizaría, entre otras cosas, por la “irrupción práctica” (a diferencia de los siglos pasados) del “horizonte de barbarie” anticipado teóricamente por una serie de pensadores marxistas tales como Rosa Luxemburgo o Walter Benjamin.
De acuerdo con Miguel Fuentes, uno de los ideólogos principales de estas posiciones, un escenario como el anterior implicaría no sólo una diferencia fundamental con el siglo pasado en el cual dicho horizonte se habría mantenido en un terreno aún “hipotético”, sino que obligaría además a las organizaciones de izquierda anti-capitalista a pensar la situación histórica actual en el marco de una “dinámica de cierre” (o clausura) del horizonte socialista moderno. La razón de lo anterior sería que estaríamos (o estaríamos muy cerca de estarlo) ante las puertas de un tipo de “resolución negativa” de la lucha de clases moderna como aquella anticipada teóricamente por Marx en el Manifiesto Comunista, esto al referirse a la posibilidad de una “autodestrucción” de las dos clases fundamentales del sistema capitalista.
Uno de los ejemplos de este “escenario inédito” al cual estaríamos a punto de enfrentarnos sería la perspectiva de un derrumbe generalizado (inminente) de las fuerzas productivas a nivel planetario, aquello como efecto de un avance imparable del calentamiento global y la crisis ecológica. Según las concepciones de “Marxismo y Colapso”, una situación de derrumbe económico de este tipo poseería, potencialmente, una gravedad mayor a cualquiera de las crisis económicas experimentadas durante la historia del capitalismo, asociándose desde aquí a un escenario mucho más destructivo al que tuvieron algunas de las peores catástrofes históricas de los últimos siglos: por ejemplo, las guerras mundiales. La explicación de esto sería que, a pesar de los niveles de destrucción masiva que experimentó Europa durante estos conflictos bélicos, las bases de la economía capitalista habrían podido mantenerse sólidas en el resto del planeta (por ejemplo en Estados Unidos), constituyendo lo anterior, en consecuencia, una situación radicalmente diferente al escenario potencial de derrumbe global “sincronizado” que estaría pronto a producir la crisis ecológica-energética en ciernes. Igualmente, a diferencia del costo en vidas que tuvieron las guerras mundiales, el cual ascendió en su conjunto a una cifra alrededor de los cien millones de personas, la crisis ecológica actual, ligada a una pronta crisis de subsistencia planetaria generalizada, podría cobrarse durante este siglo un número de víctimas que llegue a los billones (esto sin descartarse la posibilidad de una extinción completa de nuestra especie). Otro planteamiento colapsista que puede destacarse aquí sería la supuesta existencia de un “déficit tecnológico” estructural que, debido a la extrema gravedad que tendría la crisis ecológica-energética actual y el nivel de descomposición de las bases eco-sociales del desarrollo histórico contemporáneo, incapacitaría hoy no sólo al capitalismo, sino que también a un hipotético proyecto socialista, para “contener”, “frenar” o bien “revertir” los efectos catastróficos de la crisis mundial que se aproxima. Esto último, por lo menos, en el poco tiempo que nos quedaría antes de que esta crisis se descontrole de manera absoluta, precipitando con ello un derrumbe ecosistémico planetario total que se asociaría, de manera inevitable, no a una pretendida “superación revolucionaria” del sistema capitalista, sino que a su colapso.
Un argumento adicional en esta línea sería que la crisis ecológica y energética en ciernes plantearía hoy, acorde con el posible derrumbe inminente del desarrollo de las fuerzas productivas que se asociaría a aquella, un horizonte de escasez crónica de recursos que terminaría por “bloquear” y volver pronto en inviable una gran parte del programa marxista revolucionario de los siglos pasados. La razón de lo anterior se encontraría en el hecho de que, a diferencia del contexto característico de abundancia de recursos de los siglos XIX y XX, un escenario de escasez global implicaría una perdida de efectividad (y posterior caducidad) de una serie de consignas revolucionarias clásicas que habrían sido entendidas hasta hoy como las vías principales para la aseguración íntegra y efectiva de las necesidades materiales y espirituales de la población mundial. Algunas de estas medidas serían, entre otras, la expropiación y el control obrero de los medios de producción y la redistribución socialista de las riquezas sociales.
En pocas palabras, la situación de escasez crónica de recursos que se avecinaría en el futuro cercano implicaría, liza y llanamente, que un sector importante de la población mundial se encontraría ya, literalmente, perdida (muerta), esto incluso en un contexto futuro cercano de reorganización socialista del sistema económico. Para los referentes de “Marxismo y Colapso”, aquello tendría una serie de repercusiones (todavía no estudiadas) sobre las futuras dinámicas de la lucha de clases internacional, esto por ejemplo al nivel de las “fracturas” inevitables que el avance progresivo de un marco de escasez de recursos podría producir, inexorablemente, al interior de las filas de los explotados. Lo anterior constituiría así un escenario radicalmente distinto a los vistos durante los siglos XIX y XX en los cuales el desarrollo de las fuerzas productivas (y la abundancia mundial de recursos) representó la base objetiva de una potencial “alianza revolucionaria” internacional del conjunto de los oprimidos por el capitalismo. Un ejemplo de estas posibles “fracturas internas” futuras al nivel del campo de los explotados, gatilladas por un derrumbe global de las fuerzas productivas y un contexto de escasez aguda, podría encontrarse en una potencial división entre los sectores de la sociedad aptos para asegurar su sobrevivencia por sus propios medios y aquellos sectores (remanentes) que sólo podrían hacerlo obteniéndolos (de forma pacífica o violenta) de los primeros.
La perspectiva ecosocialista y la ecología marxista se caracterizarían por presentar, por lo tanto, una serie de “puntos ciegos” que afectarían su capacidad para una evaluación realista de la verdadera gravedad de la crisis ecológica-energética en curso y de sus potenciales proyecciones durante las próximas décadas. Una muestra de lo anterior serían tanto la escasa reflexión dada por estas corrientes en torno a la ya referida posibilidad (objetiva) de un fenómeno de colapso civilizatorio como resultado del avance de los procesos ya activados (e irreversibles) de destrucción ecosistémica, así como también la incomprensión de aquellas de las “limitaciones estructurales” que, tal como se indicó más arriba, tendría una potencial revolución mundial para hacer frente (tanto en el ámbito tecnológico como social) a este escenario de ruptura ecológica planetaria.
Un ejemplo supuestamente evidente de esto último se hallaría en la consigna ecosocialista de una posible “regeneración” del “equilibrio metabólico” entre el hombre y la naturaleza, aquello nada menos que en un contexto en el cual los niveles de alteración antrópica del medio-ambiente ya habrían destruido no sólo los últimos restos de dicho equilibrio (ya pulverizado por el avance del capitalismo), sino que, asimismo, hecho “saltar por los aires” los delicados y complejos pilares climáticos del periodo holocénico establecidos en la Tierra a lo largo de decenas de miles de años. De acuerdo con la perspectiva colapsista, estos equilibrios serían así ya no sólo imposibles de “recomponer” durante un largo periodo de tiempo en escala geológica, sino que, además, tal como en el caso del resto de “equilibrios medioambientales” rotos en el pasado terrestre con motivo de otras graves alteraciones paleo-climáticas (entre otras las cinco extinciones masivas que enfrentó la vida sobre nuestro planeta previamente al origen de la humanidad), aquellos habrían sido destruidos, muy probablemente, para siempre. Sería justamente en consignas como éstas en torno a una posible “restauración” del equilibrio metabólico hombre-naturaleza, compartida incluso por sectores “ecológicos” del industrialismo marxista (por ejemplo los representados por la sección medioambiental de la revista democrático-ciudadana “La Izquierda Diario”), en donde una parte importante del programa eco-socialista se presentaría, según la postura colapsista, como una verdadera “utopía verde”.
Debe considerarse aquí, asimismo, la incapacidad del desarrollo tecnológico actual para siquiera detener (y menos “revertir”) la trayectoria destructiva de lo que ha sido denominado ya por la ciencia como el inicio de la VI extinción masiva de la vida terrestre, la cual se encontraría hoy, aquello sin siquiera haberse alcanzado la barrera catastrófica de los 1.5 grados centígrados de aumento del calentamiento global fijada por la ONU, en pleno desarrollo. Lejos de cualquier posible “restauración” de ningún “equilibrio metabólico” entre el hombre y la naturaleza, no existiría hoy, por lo tanto, si se consideran por ejemplo los actuales niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera que asegurarían un aumento cercano probablemente incontrolable de las temperaturas globales, otro escenario más que el de una “ruptura geológica” imparable que, con o sin la aplicación de un “programa ecológico socialista”, no hará más que empeorar durante este siglo. Una de las críticas esgrimidas al ecosocialismo y al pensamiento ecológico marxista en este punto es que, tal como se dijo anteriormente, dichos referentes defenderían una perspectiva simplista (y en gran medida utópica) respecto a las capacidades que tendría el proyecto revolucionario socialista moderno para enfrentar esta crisis planetaria.
De acuerdo con las posiciones colapsistas, las tareas de la izquierda y la revolución hoy serían así, asumiendo la perspectiva cercana de un cambio climático y una crisis energética súper-catastrófica imparable, dar pasos en la discusión de un programa político coherente con este escenario de derrumbe global inminente. Una de las razones de lo anterior sería que solamente discutiendo esta perspectiva, de una manera realista, sería posible la mantención en el futuro de un proyecto comunista que, debiendo ser esta vez asegurado “en la barbarie misma”, pueda constituir una alternativa de sobrevivencia y civilización para aquel sector de la humanidad que estaría capacitado para superar (de la manera que sea) los desafíos de la gran crisis geológica-civilizatoria que se abalanza sobre nosotros.

Una conversación con Michael Lowy, Miguel Fuentes y Antonio Turiel
Presentamos a continuación una conversación con el intelectual marxista Michael Lowy en donde aquel responde a una serie de críticas realizadas desde el ámbito del llamado marxismo colapsista hacia el ecosocialismo. Se integran a esta conversación las replicas de Miguel Fuentes (exponente del pensamiento colapsista), esto con el objetivo de dejar sentadas las diferencias y similitudes que existen entre ambas tendencias. Un tercer participante de esta conversación es Antonio Turiel, referente de la teoría del decrecimiento y quien se posiciona en este debate desarrollando algunas de sus ideas provenientes del terreno de los estudios sobre la crisis energética. La primera sección de esta discusión gira alrededor del carácter (y posible inevitabilidad) de la crisis ecológica actual y su relación con un posible fenómeno cercano de colapso civilizatorio y extinción humana.
Parte 1
Crisis ecológica catastrófica, colapso civilizatorio y extinción humana
¿Qué opina respecto a la posibilidad de una crisis ecológica súper catastrófica durante este siglo?
-Michael Lowy:
¡Se trata de una posibilidad muy real! Si se sigue con la trayectoria actual de “business as usual” por algunas décadas más, entonces la catástrofe será inevitable. Es un peligro sin precedentes en la historia humana.
-Miguel Fuentes:
La ciencia es clara al respecto y las perspectivas de un calentamiento global que sobrepasen los 2 o 3 grados centígrados implicaría que una gran parte de la Tierra pueda transformarse en inhabitable.
-Antonio Turiel:
La crisis ecológica (en sus diversas vertientes) ya está aquí. Es el problema ambiental (del que ahora lo que más se destaca es el cambio climático), el de los recursos, el de la biodiversidad, el del agua potable… ¿Se resolverán todas estas crisis de manera catastrófica? Si no se hace nada, evidentemente. E incluso haciendo lo mejor posible será un momento bastante traumático.
¿Qué piensa respecto a la posibilidad de un fenómeno de colapso civilizatorio cercano? ¿Puede el capitalismo autodestruirse durante las próximas décadas?
-Michael Lowy:
Como lo decía, la perspectiva de un colapso civilizatorio en las próximas décadas es una amenaza muy concreta.  No lo definiría, en todo caso, como una “autodestrucción del capitalismo”. Podríamos quizás imaginar un escenario distópico en el cual comiencen a producirse los primeros efectos de la catástrofe, pero esto último sin que deje de existir el capitalismo. Como decía Walter Benjamin: “el capitalismo nunca va a morir de muerte natural”.
-Miguel Fuentes:
¿Qué tiene de especial el capitalismo en comparación con otras sociedades complejas tales como el Imperio Romano, la Sociedad Maya Clásica, la Dinastía Han, el Imperio Gupta y muchas otras a lo largo de la historia como para ser totalmente “inmune” a un fenómeno de colapso? ¿Quizás su avance tecnológico? ¿Se olvida acaso Lowy que, más allá de los fenomenales avances técnicos del capitalismo en una serie de esferas, aquel sigue poseyendo prácticamente la misma base productiva-energética que aquella que tenía hace dos siglos? ¡La misma vieja locomotora de hace dos siglos que, a pesar de poseer en sus compartimientos superiores laboratorios de nanotecnología, satélites y tecnología de GPS, sigue necesitando de los mismos “producto de plantas” de hace doscientos años (entre otros el carbón, el gas y el petróleo) para moverse! Y pueden mencionarse aquí, asimismo, los resultados de un reciente estudio financiado parcialmente por la NASA y liderado por el matemático Safa Motesharrei en el cual, realizándose una proyección del curso de la sociedad industrial actual a partir de la aplicación de un modelo predictivo HANDY, se muestra como esta última se estaría dirigiendo, aceleradamente, al colapso. La razón de esto se encontraría en la combinación de algunos factores tales como la sobreexplotación de recursos, el cambio climático, la existencia de una elite demasiado rígida y la desigualdad extrema. Es prácticamente imposible que la sociedad capitalista actual, tecnológica y económicamente atrasada para enfrentar los peligros de envergadura geológica-planetaria que se nos avecinan, siga subsistiendo ante un escenario de crisis ecosistémica generalizada como aquella que estaría a punto de producirse. Debemos tener en cuenta aquí, asimismo, que una vez que las defensas que tiene el sistema capitalista para sostenerse ante una crisis comiencen a fallar, será la propia complejidad de este sistema la cual podría volverlo mucho más vulnerable ante un potencial fenómeno de colapso. El caso de la caída del Imperio Romano es un ejemplo de lo anterior.
-Antonio Turiel:
Todas las civilizaciones atraviesan crisis históricas a lo largo de su existencia, y el colapso completo no es sólo una posibilidad, sino que algo muy repetido a lo largo de la historia. Sabemos de 26 civilizaciones antes de la nuestra que colapsaron completamente. ¿Por qué la nuestra habría de ser la excepción? Las civilizaciones colapsan como fruto de presiones internas y externas suficientemente intensas, y los retos a los que deberemos hacer frente (fundamentalmente, cambio ambiental y escasez de recursos) han acabado ya con otras civilizaciones en el pasado. En realidad, muy a menudo nos creemos más especiales de lo que somos, pero nuestro dilema es muy parecido al que otras sociedades sufrieron con anterioridad. Somos de hecho a veces tan arrogantes que no leemos las lecciones de la historia y no aprendemos de ella. Una cuestión importante a saber aquí con respecto al colapso es que aquel siempre es un daño auto-infligido: las sociedades colapsan porque, en su fuero interno, han decidido colapsar, esto porque ya sea por razones políticas, religiosas, filosóficas o directamente por terquedad, han querido colapsar. El colapso siempre es algo evitable, pero uno tiene que trabajar activamente para evitarlo, y cuando sucede es porque, simplemente, no se quiere evitar, y porque se rechaza neciamente la idea o la posibilidad misma del colapso. En este sentido, el capitalismo global del siglo XXI tiene todos los ingredientes para colapsar: ha desencadenado las crisis que ponen su existencia en entredicho y se niega, además, a aceptar la necesidad de cambiar de paradigma. Así pues, nos lleva inexorablemente al colapso. Yo no puedo predecir sí, cuando empiece al colapso, existirá algún tipo de reacción por parte de este sistema y si aquel logrará adaptarse, pero lo más lógico sería esperar un colapso completo del capitalismo y probablemente de nuestra civilización. Cabe destacar, asimismo, que el colapso no es algo necesariamente malo; al final, es una especie de jubileo de todas esas deudas que tenemos aplazadas con la naturaleza. Colapsar te da la oportunidad de empezar desde cero.
¿Existe un peligro real de extinción humana durante el siglo XXI, esto tal como plantea la perspectiva colapsista y algunos movimientos tales como Extincion Rebellion en Europa?
-Michael Lowy:
Es difícil contestar a esta pregunta. ¿A partir de que nivel de calentamiento global la existencia humana estaría amenazada?  Pero no se puede excluir esta hipótesis.
-Miguel Fuentes:
No se trata de discutir aquí cual es el nivel de calentamiento global que los humanos pueden soportar en tanto individuos. Es más simple que eso, se trata de saber a partir de que rangos del calentamiento global que se espera durante este siglo la agricultura se vuelve imposible en condiciones naturales y los recursos planetarios comienzan a venirse abajo. Sabemos, por ejemplo, que todo calentamiento global igual o superior a los 2 o 3 grados centígrados por encima de la línea de base del siglo XIX (un nivel alcanzable durante las próximas décadas) significaría que, producto de su impacto sobre la producción mundial de recursos, una parte significativa de la humanidad morirá de manera inevitable. Pero no deberemos esperar mucho tiempo para presenciar el comienzo de esta mortandad en masa, aquello si tenemos en cuenta que el límite catastrófico del calentamiento global (el cual rebasaremos durante la próxima década) es de tan sólo 1.5 grados centígrados. La cuestión aquí es empezar a pensar no en como “detenemos” este fenómeno de extinción humana (ya imparable), sino que, en realidad, en como podemos evitar la desaparición total de nuestra especie, esto incluso si aquello sólo sea posible en el 50%, 10% o 1% de la población humana actual capacitada para sobrevivir. Y es justamente aquí, en esta lucha por la sobrevivencia y por la preservación de nuestra evolución genética y los mejores logros del desarrollo civilizatorio de eras pasadas, en donde la perspectiva comunista adquiere una importancia redoblada para el futuro.
-Antonio Turiel:
En las respuestas anteriores veo una visión de la Tierra como un sistema demasiado lineal, lo cual es congruente con los modelos climáticos que manejamos (que hacen predicciones de acuerdo con un horizonte muy limitado de factores). La Tierra tiene muchos mecanismos de homeostasis, muchos de los cuales no conocemos, y lo más probable es que la situación del planeta no degenere tanto tal como las peores previsiones científicas indican. Lo que acabo de decir no debería tomarse, sin embargo, como una invitación a relajarse o ser interpretado como un consuelo: la continuidad de la humanidad sigue estando en un peligro crítico, esto porque el hecho de que el planeta no degenere hasta convertirse en el infierno que muestran los modelos climáticos no quiere decir que continúe siendo habitable para nuestra especie, y en todo caso lo más probable es que la capacidad de carga de humanos disminuya drásticamente. Pareciera que si no está en peligro el planeta entero no comprendemos que estamos en peligro nosotros mismos. “Salvemos el planeta”, dicen ciertos eslóganes de algunos grupos ecologistas; pues no, el planeta no está, ni ha estado nunca, en peligro, ni siquiera está en peligro la biosfera. Lo que realmente está en peligro es la humanidad; no pretendamos, por lo tanto, salvar el planeta, lo que debemos hacer es preservar el hábitat que hace posible nuestra existencia y que, éste sí, es lo que precisamente se encuentra en peligro. Es además un error pensar que el cambio climático es el único factor que compromete la vida humana en el planeta. La escasez de recursos es otro factor tremendamente terminante, aquello porque la vida de miles de millones de personas depende de que se mantenga el actual sistema de agricultura industrial y las redes de distribución internacionales. Cuando comience a escasear el petróleo, ¿quién moverá los tractores y los camiones, y de dónde saldrán los pesticidas? Cuando escasee el gas natural, ¿cómo sintetizaremos los abonos nitrogenados? Cuando escaseen los fosfatos, ¿cómo abonaremos nuestros campos? La propia estabilidad de la red eléctrica está en compromiso, y sin fluido eléctrico hay muchos sistemas de control que dejarían de ser operativos. Además, faltando combustible la gente se lanzará a cortar árboles (lo hemos visto en muchos países), disminuyendo esto aún más la capacidad de carga del territorio. Lo cierto es que sin una adecuada gestión de las próximas décadas la especie humana podría acabar extinguiéndose en un plazo de un par de siglos. E incluso con una gestión correcta lo esperable es que su población disminuya drásticamente.
¿Qué opina respecto de la crítica colapsista a una supuesta “superficialidad” del análisis ecosocialista en su evaluación de los peligros de la crisis ecológica y la posibilidad de un colapso civilizatorio cercano?
-Michael Lowy:
No todos los ecosocialistas tienen el mismo juicio, pero en mi caso, y creo que también en el de la mayoría de los ecosocialistas, nosotros no subestimamos de ninguna manera la gravedad de la crisis ecológica y la posibilidad de un colapso civilizatorio. Al revés, esta posibilidad es uno de nuestros principales argumentos para destacar la urgencia y la necesidad de movilizar fuerzas sociales en contra del sistema responsable de la crisis: el capitalismo.
-Miguel Fuentes:
Michael Lowy y otros exponentes del ecosocialismo y de la ecología marxista tales como Bellamy Foster o Ian Agnus fueron algunos de los primeros que integraron el peligro de un colapso civilizatorio y un ecocidio en su análisis de la actual crisis ecológica capitalista. Esto cobra más fuerza cuando partimos del hecho de que a muchos de nosotros nos tomó más de una década de militancia en las filas de la izquierda comenzar a integrar estas problemáticas. Pero la crisis ecológica y el peligro de un colapso civilizatorio, que Lowy y los ecosocialistas anticiparon de manera visionaria y que antes de aquellos intuyeron otros referentes de izquierda tales como Nahuel Moreno (Argentina), Luis Vitale (Chile) o incluso Fidel Castro, ha avanzado mucho más rápido de lo que nadie pensó. Lo que a fines de los 90’s y los 2000’s era nada más que una “sombra amenazante” (la posibilidad de un ecocidio), ha adquirido en el presente una fisonomía histórica mucho más clara. Es quizás la rapidez con que se ha desenvuelto este peligro una de las causas principales de que la teoría ecosocialista haya quedado hoy definitivamente rezagada en su evaluación respecto al avance de estas amenazas, haciéndose necesario, por lo tanto, la elaboración de un nuevo marco teórico-político marxista de contenido propiamente colapsista; en otras palabras, uno que tome el proceso de crisis ecológica súper-catastrófica y el avance de un fenómeno de colapso planetario inicial ya en marcha en tanto “desafíos prácticos” (inminentes) y no, tal como se acostumbra frecuentemente al interior de la izquierda, al modo de meras intuiciones teóricas o discusiones filosóficas. Este punto se encuentra mejormente desarrollado en la contextualización de las posiciones colapsistas entregada en la primera parte de esta serie.
-Antonio Turiel:
Yo no soy un estudioso de las teorías políticas, aunque sí veo repetidamente el mismo problema en el pensamiento político contemporáneo. Este problema consiste en que la mayoría de los pensadores no vienen del ámbito de las ciencias naturales y tienden a simplificar y linearizar demasiado el comportamiento de los sistemas naturales, los cuales son mucho más complejos y con muchas más ramificaciones de lo que generalmente se quiere aceptar. Por este motivo, los planteamientos políticos suelen pecar de maximalistas y reduccionistas. Desde mi punto de vista, dada la complejidad de los sistemas naturales y el conocimiento limitado que tenemos de sus mecanismos de funcionamiento, creo que la mejor estrategia sería aquí seguir una metodología de pruebas sucesivas acompañadas de una auditoría constante y honesta de los cambios y de sus efectos. Creo además que esto último debiera comenzar a realizarse desde ahora porque se necesitará de mucho tiempo antes de poder articular una respuesta eficaz a los retos planteados. Entiendo que para el ecosocialismo o cualquier movimiento político actual es quizás imposible hacer totalmente públicos sus planteamientos en torno a lo que realmente se necesita para enfrentar la crisis, esto ya que dichos planteamientos tienen que enfrentarse y debatir en contra del pensamiento político dominante, el cual obviamente va a ridiculizar la “obsesión” por problemas que, a su entender, son inexistentes – y que tiene especial interés por ningunear. Por este motivo, yo creo que la acción política debe centrarse en un ámbito mucho más local y menos institucional, rescatando a aquellos que van quedando excluidos del sistema, y esto no sólo en nuestros propios países. Es un cambio total con respecto a la praxis política de las últimas décadas, la cual siempre ha intentado abordar los cambios desde las instituciones. Para mí, por el contrario, dado que las instituciones están al servicio de una cierta manera de hacer ya que fueron diseñadas para eso, sería por lo tanto contraproducente intentar controlarlas porque, al final, aquellas te controlan a ti. La vida institucional te acaba cambiando la agenda y fijando una serie de prioridades que realmente no son las tuyas; peor aún, acabas creyendo que las únicas respuestas posibles a los problemas son aquellas que el marco institucional te posibilita o te deja ver.
Una serie de referentes del colapsismo, activistas medio-ambientales y militantes de izquierda tales como Miguel Fuentes (Chile), Lucho Fierro (Argentina), Demián Morassi (Argentina), Manuel Casal Lodeiro (España), Matías Herrera (Argentina), Alek Zvop (Chile), Miguel Sankara (Chile), Carlos Petroni (Argentina), Albino Rivas (Argentina), Charly Pincharrata (Argentina), Yain Llanos (Argentina) y Lucas Miranda (Chile), reconocen que el ecosocialismo y las elaboraciones de la ecología marxista constituyeron un aporte clave para una problematización anti-capitalista inicial de la crisis climática. Paralelamente, algunos de estos referentes plantean que la debilidad de los postulados ecosocialistas consistiría hoy no sólo en una evaluación a veces “superficial” de la gravedad y dinámica (ya imparable) de dicha crisis, sino que, asimismo, en su negativa de integrar la perspectiva de un colapso civilizatorio cercano en su análisis de la dinámica revolucionaria durante el presente siglo. Se dice aquí que las concepciones ecosocialistas “fallarían” al momento de integrar las implicancias “prácticas” de un escenario de ecocidio ya en marcha, reemplazándose con ello la discusión en torno a las proyecciones catastróficas reales del mismo por una replicación (acrítica) del proyecto socialista tradicional de los siglos pasados, aunque esta vez “adornado” (aggiornado) con “fraseología ecológica” y “medidas verdes”.
¿Qué piensa respecto de estas críticas?
-Michael Lowy:
Éstas criticas me parecen sencillamente fuera de la realidad. No veo como se puede decretar, como un dogma religioso, que el colapso civilizatorio sea ya “inevitable” o “imparable”. El consenso científico (GIEC) es que, si no se toman medidas enérgicas para reducir dramáticamente las emisiones de gases de efecto invernadero en las próximas décadas, entonces ya no será posible evitar que la temperatura del planeta suba de 1.5° a 2° centígrados, lo que representaría un salto irreversible. Un discurso “colapsista” que pone en duda este consenso científico es puro oscurantismo. Declarar, de forma dogmática, intolerante y sectaria que la única verdad es la “inevitabilidad” del colapso sólo tiene un resultado político: desmovilizar o sabotear la necesaria lucha por evitar el colapso.
¿Será posible crear una relación de fuerzas anticapitalistas que pueda acabar con las energías fósiles en las próximas décadas? ¡No es para nada seguro!  Pero como lo decía Bertolt Brecht, quien lucha puede perder, quien no lucha, ya perdió… El combate para evitar el colapso es la gran tarea de nuestra época, un imperativo moral y político categórico. El ecosocialismo no es una replica acrítica del socialismo del siglo pasado (¿cuál?  ¿el socialdemócrata?  ¿el estalinista?) con “fraseología verde”. Es una nueva concepción del socialismo, en la cual la relación con la naturaleza y el respeto a los equilibrios ecológicos es un tema central. En varios puntos (por ejemplo, en el de la concepción marxista tradicional de un “desarrollo sin límites de las fuerzas productivas”), el ecosocialismo incluso se disocia de algunos escritos “clásicos” de Marx y Engels.
-Miguel Fuentes:
Michael Lowy afirma que un calentamiento global catastrófico superior a los 1.5 grados centígrados sería todavía evitable, esto último apelando al llamado “consenso científico”. Lowy cierra este debate, sin embargo, demasiado rápido, aquello cuando lo que aquel debería hacer es precisamente abrirlo. Este intelectual parece olvidar aquí que los “consensos científicos” no han existido nunca (desde el origen de la concepción moderna de ciencia) al modo de cuerpos homogéneos y totalmente coherentes, escondiéndose con frecuencia en los mismos no sólo la ideología de las clases dominantes, sino que además las propias visiones particulares de mundo y los prejuicios de una comunidad científica determinada. Un ejemplo de lo anterior puede encontrarse en el caso de Copérnico y sus profundas creencias religiosas. Se hace así necesario, por lo tanto, una evaluación mínimamente crítica del consenso científico al cual Lowy hace referencia, esto para reconocer que aspectos de aquel vamos efectivamente a tomar como válidos y cuales deberíamos dejar, en el marco de una evaluación verdaderamente científica del asunto, de lado.
Una primera limitante que puede identificarse en el tipo de consenso científico existente hoy en torno a los estudios sobre cambio climático se encuentra, entre otras cosas, en las concepciones políticas hegemónicas de la comunidad científica que le sirve de sustento. Resalta aquí el hecho de que prácticamente la totalidad de los estudios sobre los que se basa este consenso no hayan ido más allá, en sus respectivas propuestas de solución ante la “problemática ambiental”, de una serie de tímidas “reformas ecológicas” de la sociedad capitalista. Un ejemplo evidente de lo anterior se encontraría en James Hansen, el llamado “padre del calentamiento global” y cuya “solución” ante la crisis ecológica no pasaría de un mero “impuesto verde” al uso de los combustibles fósiles. ¿Habrá considerado Lowy el hecho de que el consenso científico al cual apela, caracterizado por una confianza casi ciega en las posibles “soluciones tecnológicas” que supuestamente podría brindar el capitalismo para “detener” el avance de la crisis climática, se encontraría así, al menos en este punto, en directa contradicción con sus propios postulados anticapitalistas?
Al no preguntarse en que medida la idea de una supuesta “reversibilidad” de la actual dinámica catastrófica de calentamiento global no responde, en realidad, a un reflejo de la perspectiva tecno-optimista vulgar característica de la ideología capitalista, Lowy parece olvidar esos “otros” consensos científicos (esta vez en el ámbito de la investigación científica propiamente tal) que nos mostrarían una imagen mucho más sombría de aquella que suele acompañar a las promesas tecnológicas del “capitalismo verde”. ¿Qué acaso Lowy no toma en cuenta el consenso científico que nos muestra el carácter inédito que tendrían los actuales 415 ppm de CO2 atmosférico, un nivel no visto en los últimos 14 millones de años? ¿Integra Lowy en su evaluación de la gravedad del cambio climático el hecho de que, si consideramos el aumento anual (en aceleración) de alrededor de 2 ppm de CO2 atmosférico, estaríamos a menos de una década de alcanzar los 425 ppm necesarios para asegurar la ruptura de la barrera catastrófica de los 1.5 grados centígrados de calentamiento global fijada por la ONU? ¿Tendrá en mente Lowy que, de acuerdo con este escenario, no quedarían asimismo más de 15 años para alcanzar los niveles de CO2 atmosféricos suficientes para asegurar el quiebre de la todavía más catastrófica barrera de los 2 grados? ¿Tendrá presente Lowy el creciente consenso científico en torno a una posiblemente mucha mayor sensitividad climática a los niveles actuales de CO2 atmosférico, esto si se toman en cuenta, por ejemplo, las condiciones medioambientales imperantes durante el Plioceno, una época geológica caracterizada por niveles de CO2 semejantes a los de hoy y cuyas temperaturas habrían sido entre 2 a 3 grados centígrados superiores a las del siglo pasado?
Más todavía… ¿tendrá en consideración Lowy en su postura “anti- catastrófica” los estudios que indican que, de detenerse incluso de manera inmediata las emisiones contaminantes a nivel mundial en el corto plazo, la temperatura terrestre podría dispararse, de manera fulminante, entre 0.5 a 1 grados centígrados adicionales, poniéndonos así ante las puertas de los 2 grados de calentamiento global de manera casi inmediata, esto como producto de la remoción del efecto “enfriante” que ejerce sobre el clima global la presencia de los aerosoles industriales? ¿Integra Lowy en su análisis el creciente papel que están comenzando a tener una serie de “feedbacks” (o retroalimentadores) en el avance del calentamiento global: por ejemplo, la progresiva reducción del efecto albedo o la cada vez mayor descomposición del permafrost ártico y el consecuente aumento de las emisiones naturales de metano (un potente gas de efecto invernadero), existiendo en los hechos una alta posibilidad de que estos fenómenos se descontrolen rápidamente y se transformen en imparables (esto incluso en el caso de una disminución sustancial de las emisiones humanas en el corto plazo)? ¿Olvidará acaso Lowy que hoy, cuando todavía quedarían algunos años para la superación de la barrera de los 1.5 grados de calentamiento global, la situación medioambiental ya ha devenido en catastrófica, aquello tal como indica el creciente consenso científico en torno al inicio de la VI extinción masiva de la vida terrestre, la cual se caracterizaría actualmente por presentar tasas de desaparición de especies entre un 100% a un 1000% superiores a los rangos naturales?
Sería justamente integrando estos ámbitos del consenso científico en torno al cambio climático desde donde podemos afirmar que, lejos de los lugares comunes a los cuales nos tiene acostumbrado el “optimismo verde” ecosocialista, sería ya la propia “química terrestre” la que daría por asegurada, de manera inevitable, el comienzo de una pronta fase catastrófica de la crisis ecológica. Sería además precisamente desde aquí, si integramos asimismo a este escenario tanto el escaso periodo de tiempo que nos quedaría antes del inicio de dicha fase catastrófica, así como también la inexistencia de tecnologías en la escala y niveles necesarios para hacer frente a esta crisis durante las próximas décadas y los prontos golpes de la crisis energética mundial en ciernes, desde donde la perspectiva de un colapso civilizatorio se presentaría, por lo tanto, como la alternativa histórica más viable en el corto y mediano plazo. Deben considerarse aquí, igualmente, las propias características decadentes (putrefactas) del sistema capitalista y los modelos democráticos actuales, las cuales deberían producir un empeoramiento aún mayor, esto al menos durante la próxima década, de la ya gravísima situación ecológica-energética planetaria. Todo lo anterior en momentos en los cuales los próximos veinte a treinta años constituirían, de acuerdo con una serie de estudios, el límite definitivo para el inicio de un colapso social a escala global y de un posible fenómeno de extinción de nuestra especie. Un ejemplo de lo anterior puede encontrarse en un reciente informe del Breakthrough Centre de Australia que indicó la década de 2050 como una de las fechas límites para la preservación de la civilización contemporánea en el caso de un empeoramiento agudo de la crisis ecológica.
¿Pero quiere decir que asumir la inevitabilidad de la catástrofe ecológica y de un posible colapso civilizatorio sea lo mismo, en palabras de Lowy, a “abandonar la lucha”? ¡Para nada! Reconocer el carácter inevitable de la catástrofe, esto tal como en muchas otras ocasiones en la historia de la lucha de clases, aunque esta vez teniendo dicha catástrofe una escala histórico-social y “geológica” muchísimo mayor a cualquier otra a la cual nos hemos enfrentado, es en realidad la única manera de preparar la resistencia futura ante la misma. ¡Es necesario un análisis realista de nuestra situación… y no una perspectiva eco-dulzona (agradable para los oídos socialistas) que, negando la catástrofe inevitable, lo que hace es condenarnos, por la vía de la estupidez, a una derrota doble: una por la magnitud de la amenaza y la otra por ceguera! ¡No! Reconocer la catástrofe universal que se aproxima es el verdadero imperativo político, moral y ético de nuestro tiempo, esto porque sólo reconociendo dicha catástrofe inminente (y mirándola fijamente a los ojos) es que podremos aspirar a comprender de mejor manera los peligros que nos amenazan, esos peligros mortales (de escala titánica) que deberemos derrotar, tal como todo indica… en el infierno mismo. ¡Esa es nuestra tarea! ¡Mirar a los ojos a la catástrofe… aquello para lanzarnos al centro de la misma y, siendo devorados por ésta, abrirle luego el estómago de un tajo desde su interior para hacerla caer rendida y abrir con ello, bañados en su sangre, a cualquier precio, las puertas del futuro comunista!
-Antonio Turiel:
La respuesta crítica de Miguel Fuentes a Michel Lowy es completamente acertada. Michel Lowy parece confundir el consenso científico con el consenso político del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático). En general, los estudios científicos suelen proyectar una imagen bastante más sombría del futuro que lo que reflejan los acuerdos de “mínimos” con los que siempre se cierran los informes del IPCC. Y en ocasiones el IPCC introduce incluso criterios sin base técnica real. Miguel Fuentes ya ha hecho una glosa bastante detallada, así que yo solo añadiré unos pocos más. Por ejemplo, cuando se fija la barrera de los 2ºC de calentamiento global, lo que se está diciendo es que, de acuerdo con la predicción por conjuntos de modelos climáticos (“ensemble forecast”) existe un 50% de probabilidades de que la temperatura del planeta no supere ese umbral. Eso quiere decir, por lo tanto, que existe un 50% de probabilidades de que SÍ supere ese umbral, lo cual es poco tranquilizador: ¿alguien se jugaría la vida de sus hijos en un cara o cruz? Está por supuesto la cuestión de que, a medida que se mejoran los modelos climáticos, las tendencias siempre empeoran (lo cual es lógico debido a cuestiones bastante técnicas sobre teoría de la turbulencia), con lo cual la probabilidad real de no superar los 2ºC seguramente está muy por debajo del 50%. Además, existen muchos aspectos oscuros en los modelos de la IPCC, introducidos en realidad para evitar dar un mensaje demasiado alarmante (eufemismo para decir que el mensaje debe ser aceptable por el actual -establishment- político). Un detalle: todos los modelos del IPCC asumen una gran disminución de las emisiones netas de CO2 gracias a la implantación masiva de sistemas de captura y secuestro de carbono. En los modelos del IPCC con menor uso de dichos sistemas se supone, de hecho, que aquellos serán capaces de absorber hasta el 40% de las emisiones. Pero los sistemas de captura y secuestro de carbono son termodinámicamente absurdos y geológicamente dudosos, por lo que es seguro que no se van a implementar nunca a dichas escalas.
Es curioso que en la argumentación de mis contertulios la cuestión de la escasez de recursos, y particularmente la del petróleo, pasa completamente desapercibida. Llevamos años de desinversión en el sector del petróleo a escala mundial, excepto en Estados Unidos por razones que sólo Trump comprende, aquello porque –como se reconoce públicamente- no quedan yacimientos rentables. La Agencia Internacional de la Energía, en su informe del año 2018, avisaba que ya hemos superado el “peak oil” y que de aquí a 2025 podría faltarnos hasta el 34% de todo el petróleo que esperan que se demande dicho año, esperándose además que lo anterior produzca recurrentes picos (subidas) de precio desde hoy hasta ese entonces… y sin embargo no lo comentan. Hace diez años, con el pico de precios de petróleo, mucha gente habló del “peak oil” y seguramente también mis contertulios, pero aquella crisis pareció superada para el observador superficial, considerándose ahora posiblemente demodé hablar de ello. Pues no. La raíz del problema con el suministro de petróleo no se solucionó, esto a pesar del balón de oxígeno del fracking que, en los hechos, se ha convertido en una verdadera ruina económica (todas las empresas que se dedican al fracking pierden dinero desde el año 2011, manteniéndose solamente gracias a una enorme burbuja de crédito). El fracking está ya llegando a su cenit, mientras que en el resto del mundo la situación se agrava. ¿Creen ustedes que los problemas en Venezuela o México son casuales? ¿O que la tensión en el Golfo Pérsico responde realmente a los pérfidos designios de Irán? Tenemos una grave crisis energética literalmente planeando sobre nuestras cabezas y, aún así, es justamente en este momento cuando más ignoramos el dilema que nos plantea.
El hecho de ignorar la crisis de los recursos hace que los análisis de mis contertulios pequen un poco de simplistas y que no tengan toda la perspectiva para ver la profundidad del problema. Tenemos que luchar contra el cambio climático porque, sí, es muy grave y de hecho es tan grave que a pesar del obligado descenso de emisiones que imponen el “peak oil”, el “peak coal” y el “peak natural gas”, aún así las previsiones son catastróficas. Pero tendremos que luchar en contra de aquel en un mundo en el que dispondremos de menos energía para hacer frente a dicho reto. Asimismo, tendremos que hacer frente a ambos retos (la crisis ecológica y la crisis energética) apoyándonos en unas energías renovables que, contrariamente a lo que se quiere hacer creer desde los postulados del capitalismo verde, no tienen un potencial tan grande como se plantea, pudiendo de hecho cubrir en el futuro sólo una parte de nuestro actual consumo energético… y eso con suerte.
Por tanto, es cierto, yo me adhiero a las críticas que se mencionan en el enunciado de la pregunta: es completamente acertado que el discurso ecosocialista más oficialista lo que hace es adornar con elementos “verdes” o “ecologistas” un discurso de izquierda más tradicional. Es justamente lo contrario de lo que debería hacerse: la sostenibilidad – mucho mejor que hablar simplemente de ecologismo – debería ser el puntal central ideológico, y todo nuestro discurso tendría que construirse alrededor de este aspecto, el cual pasaría a ser no sólo un “elemento más”, sino que, en realidad, la verdadera razón de ser de todo lo demás. No puede haber justicia social sin justicia ecológica, no puede discutirse un modelo de repartición de la riqueza sin primero cambiar el sistema productivo para que aquel sea sostenible, máxime cuando nuestro principal problema actualmente es la falta de sostenibilidad y el riesgo de colapso.
Materiales adicionales (online)
1. Ecosocialismo
-Manifiesto Ecosocialista: https://www.rebelion.org/hemeroteca/sociales/lowy090602.htm
-Michael Lowy, la Crisis Ecológica y el Colapso: https://razonyrevolucion.org/crisis-ecologica-crisis-capitalista-crisis-…
2. Marxismo Colapsista
-Presentación de “Marxismo y Colapso”: https://www.eldesconcierto.cl/2019/03/09/marxismo-y-colapso-la-ultima-fr…
-Marxismo y Colapso Web: https://www.marxismoycolapso.com
-Marxismo y Colapso Facebook Fanpage: https://www.facebook.com/Marxismo-y-Colapso-392583714897364/
3. Teoría del Decrecimiento
-El agotamiento del petróleo (Antonio Turiel): https://www.comillas.edu/images/catedraBP/Presentacion%20Antonio%20Turie…
-Antonio Turiel (Entrevista): “La transición a las energías renovables implica el fin del crecimiento y, por tanto, el fin del capitalismo”: https://ultimallamadamanifiesto.wordpress.com/2018/12/11/turiel-la-trans…
-The Oil Crash Blog: http://crashoil.blogspot.com/

Director de El Ciudadano, Michael Lowy, Miguel Fuentes y Antonio Turiel.
Fuente:
El Ciudadano, 14 de junio 2019