La historia de la guerra de Monsanto contra Aragón
Tiene gracia la cosa, que
ahora Monsanto, venga a dar lecciones de ciencia y pretenda defender los
puestos de trabajo otra vez, cuando en Monzón ha echado a casi las tres
cuartas partes de su plantilla. Monsanto no dice la verdad y el
Ayuntamiento de Zaragoza en Común debe seguir protegiendo la salud de
sus ciudadanos y al medio ambiente, es decir, al común. El debate ahora
lo dirige el pueblo.
Monsanto llegó a Aragón
en 1969. Llegó para colonizar, como todas las empresas químicas,
eléctricas y siderúrgicas que el franquismo desarrolló tras la
posguerra. Compró una empresa de Monzón llamada Etino-Química S.A., otra
llamada Aiscondel y se puso a producir compuestos químicos. Estas
empresas compartían capitales con otra de las empresas llamada
Hidro-Nitro S.A. y desde 1952 habían comenzado a fabricar compuestos
químicos y fertilizantes en Monzón. Decidieron instalarse allí por el
agua que llegaba del Pirineo a través de los ríos Cinca y Sosa. Además,
también de la electricidad que se producía en los embalses del Pirineo y
que los tendidos eléctricos permitían llegar hasta Monzón. De esta
manera podían producir sustancias químicas mediante la electrólisis, que
necesita agua y electricidad. Producían cloro, sosa cáustica y
fertilizantes varios. Con el tiempo producirían poliestireno y
policloruro de vinilo. Toda esta producción química influyó hasta en la
cultura local, dando lugar a nombres musicales inspirados en la ciencia
química. La plantilla de trabajadores llagaría casi a 800, quedando
reducida a casi 200 en los años del régimen postfranquista y hasta hoy.
Al instalarse Monsanto
Ibérica, las protestas contra la contaminación en Monzón aparecieron por
primera vez en esta ciudad. Este hecho empírico fue demostrado
científicamente por los funcionarios que actuaron como expertos para
evaluar la calidad de las aguas del Cinca a su paso por Monzón. Estos
funcionarios de la Confederación Hidrográfica del Ebro, de la Delegación
de Industria y de la Jefatura Provincial de Sanidad tuvieron que actuar
ante la avalancha de protestas que venían de agricultores y vecinos de
la zona. El primer informe de la Jefatura Provincial de Sanidad por
contaminación de las aguas tras un vertido de Monsanto data de 1972.
Hasta 1979 se sucedieron uno tras otro y se añadieron los daños de
contaminación atmosférica. En julio de 1972, los facultativos sanitarios
se alarmaron del pH en el río Cinca. El origen apuntaba a Monsanto. Los
rumores “no confirmados, pero recogidos por los Facultativos de esa
ribera dicen que la citada empresa Monsanto, arrojó al río bastantes
kilos de una fabricación defectuosa de sosa”. Sin embargo, nunca
pudieron demostrarlo pues la justicia franquista y la Comisaría de Aguas
estaba plegada a los intereses de las empresas.
Monzón había sido una
zona agrícola floreciente y la industria química estaba contaminando
esta zona a pasos agigantados. La contaminación del aire y de las aguas
de riego provocó la pérdida de cosechas debido a los gases emanados que
quemaban los brotes y a los compuestos químicos vertidos a los cauces.
Así lo atestiguaron los guardas jurados de la hermandad de labradores en
1972. José Manuel Porquet Manzano, un agricultor y corresponsal de
prensa para muchos periódicos en Monzón fue uno de los que más protesto
contra esta “invasión Monsanto”. La multinacional, aliada con otras
empresas contaminantes con las que se entrecruzaban capitales, como
Hidro-Nitro S.A., dedicó todo su esfuerzo a torear judicialmente a estos
supervivientes de la insostenibilidad. Pero fueron supervivientes
porque resistieron y emprendieron una dura batalla para conseguir una
justicia ambiental que bajo el franquismo parecía no tener cabida.
Con el paso de los
años, las y los vecinos de Monzón se organizaron y comenzaron a publicar
en la prensa los desastres de la contaminación de las multinacionales,
especialmente, la de Monsanto Ibérica S.A. En Andalán y hasta el diario
del partido único franquista, Ecos del Cinca, cualquiera podía leer como
la batalla contra la contaminación química de las aguas y del aire.
Aunque la prensa del régimen atenuaba los desastres de la contaminación y
criticaba a los que hacían velar los intereses comunes. Entre 1972 y
1979 se libró una gran batalla de opinión pública y científica sobre la
contaminación en esta ciudad del Cinca. Tal fue el caso, que hasta se
tuvo que revestir el río Sosa, afluente del río Cinca en la localidad de
Monzón, pensando en los vertidos de estas industrias. Un Juez
instructor de Barbastro tuvo que lidiar con semejantes denuncias que
enfrentaban a esta y otras multinacionales con los vecinos y
agricultores locales. Los que pusieron la denuncia.
Cuando Franco murió, el
órgano del partido socialista por aquel entonces, el Socialista
Aragonés, dirigido por José Manuel Porquet, se hizo eco de esta larga
batalla contra Monsanto Ibérica y la contaminación en Aragón. Atacó la
permisividad del régimen franquista con estas multinacionales que se
lucraban vertiendo contaminantes sin filtraciones ni nada en los ríos
españoles. Los beneficios de estas empresas iban a parar a bancos y
socios internacionales que ni por asomo iban a beber de estas aguas ni a
respirar de estos vientos. La especulación ambiental también ponía en
riesgo la salud de los trabajadores de Monsanto Ibérica, obviamente, a
los que se pretendía enfrentar con los agricultores para que fueran los
pobres los que defendieran los intereses del patrón, en este caso,
desconocidos capitales multinacionales. En 1976, todos los aragoneses, y
todos los montisonenses sabían que la actividad industrial y el
desarrollo agrícola tenían que ser compatibles para el bien común. Algo
que no quería defender ni Monsanto Ibérica, ni el régimen franquista.
“El resultado es de
todos conocido, el urbanismo salvaje e incontrolado […], al servicio de
los especuladores siempre, la total falta de equipamientos (zonas
verdes, parques y jardines), la vergonzosa y antihigiénica polución
existente en la ciudad (cuya defensa se ha encomendado al
‘representativo’ Ecos del Cinca, modelo de ‘independencia’ en un
periódico), la insuficiencia de escuelas, etc., etc.,… […] ¿Cuándo se
preocuparon de los verdaderos problemas de los trabajadores? ¿Cuándo se
preocuparon de sus barrios? ¿Cuándo levantaron la voz en contra de la
polución? ¿Cuándo pusieron coto a los desmanes urbanísticos? NUNCA. Esto
y todo lo expuesto es el resultado de un gobierno, de una forma de
Estado, despreciativo de la voluntad popular, y al servicio de unos
pocos”.
Tiene gracia la cosa,
que ahora Monsanto, venga a dar lecciones de ciencia y pretenda defender
los puestos de trabajo otra vez, cuando en Monzón a echado a casi las
tres cuartas partes de su plantilla. En Monzón saben que esta empresa
multinacional participó en esa división letal: o industria o
agricultura, o trabajo o salud. Los aragoneses llevamos décadas haciendo
entender a estas industrias que o producen de manera sana y sostenible,
o las perseguiremos hasta que se hagan las cosas bien. Pues también
está científicamente demostrado que una empresa autogestionada por los
trabajadores es mucho más sostenible para los empleos y para el medio
ambiente que una multinacional química. La ecología social y ambiental
de una empresa no es posible sin un reparto justo y horizontal de las
tareas productivas y de asignación de los recursos naturales, así lo han
demostrados premios nobeles de economía (Elinor Ostrom). Quizás
Monsanto, que ya no es ibérica, debería dejar a sus propios trabajadores
decidir sobre los productos que fabrican. Además, quizás no debería
levantar heridas en este país, no vaya a ser que los aragoneses les
reclamemos daños y perjuicios por estos desastres ambientales
registrados. La historia ambiental también demuestra el largo pasado de
morbilidad de Monsanto en Aragón desde su instalación en 1969 en Monzón,
sin necesidad de irnos más lejos. Les recomendaría que, en lugar de
patalear, comenzasen a producir de forma sostenible para el trabajo
humano, la salud y el medio ambiente. Monsanto no dice la verdad y el
Ayuntamiento de Zaragoza en Común debe seguir protegiendo la salud de sus ciudadanos y al medio ambiente, es decir, al común. El debate ahora lo dirige el pueblo.
Imagen de portada: Foto: Archivo de Historia Ambiental de Aragón / Archivo Andalán del REA
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