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El desafío tranquilo del líder opositor turco | Internacional
Andrés Mourenza
Han sido 24 días de caminata bajo el sol inclemente de Anatolia y
periódicas tormentas, pero el líder de la oposición en Turquía, el
socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, ha logrado cubrir los más de 400
kilómetros que separan la capital, Ankara, de la principal ciudad del
país, Estambul, en una marcha contra el creciente autoritarismo del Ejecutivo, dirigido por el presidente islamista Recep Tayyip Erdogan.
Este sábado, la comitiva opositora, acompañada por decenas de miles de
personas (hasta 100.000 según algunas fuentes), penetró en el casco
urbano estambulí y avanzó a lo largo de la carretera que discurre a
orillas del mar de Mármara hasta el distrito de Kartal, no muy lejos de
donde este domingo se pondrá fin a la larga marcha con lo que se prevé
sea un multitudinario mitin para exigir la puesta en libertad de la
docena de diputados y más de 150 periodistas actualmente entre rejas en
Turquía.
“Perdona que te reciba en chancletas”, se disculpa
Kiliçdaroglu en la caravana en la que recibe a EL PAÍS y descansa antes
de reanudar la marcha tras la pausa para la comida. Las uñas amoratadas
en sus pies dan cuenta del trayecto realizado. Pero afirma sentirse
bien, y contento: “Hemos mostrado que el pueblo de Turquía se preocupa
por la justicia, por los problemas que vivimos respecto a la falta de
libertad de prensa y de independencia judicial”.
La oposición anuncia que continuará sus protestas
Andrés Mourenza
“El Gobierno nos dice que la justicia se logra en la asamblea, no en
la calle. Pero, si nos quitan la palabra en el Parlamento (hay un cambio
de reglamento en marcha), ¿dónde voy a hablar? Continuaré hablando y
defendiendo la democracia en la calle, en las fábricas, en los campos”,
sostiene el jefe de la oposición turca, y asegura que tras el fin de la
Marcha de la Justicia, este domingo, habrá nuevas y mayores formas de
protesta. Según Kiliçdaroglu, la campaña para el referéndum sobre la
reforma constitucional del pasado abril, para el que prácticamente todas
las fuerzas opositoras se unieron y estuvieron a punto de derrotar a
Erdogan, “mostró que hay un gran espectro político a favor de la
democracia”. Por ello, promete trabajar por una mayor colaboración de
estas fuerzas: “En 2019 habrá elecciones y entonces desalojaremos a
Recep Tayyip Erdogan del palacio presidencial. Estamos completamente
decididos a ello. Así que nuestra lucha continuará”.
Se trata, sin lugar a dudas, de la mayor movilización de
la oposición desde que, en 2013, jóvenes sin adscripción partidista, se
alzaron contra el Gobierno de Erdogan —entonces primer ministro— en la revuelta de Gezi
y fueron duramente reprimidos por la policía. Esta vez, tampoco ha
habido banderas de partidos políticos, para evitar las profundas
divisiones que separan a las facciones de la oposición turca, sino sólo
un eslogan que se repetía en bocas y camisetas: Adalet (Justicia).
Entre los participantes había sobre todo miembros y
simpatizantes del Partido Popular Republicano (CHP), que dirige
Kiliçdaroglu, pero también de otras formaciones: conservadores,
ultranacionalistas, prokurdos, comunistas, islamistas... Había obreros y
pequeños empresarios, funcionarios y hasta algún militar retirado, amas
de casa, niños, ancianos. Mucha clase media y unas pocas mujeres
cubiertas con el velo islámico. Lo que no ha sido óbice para que la
marcha sufriese obstáculos: “Hemos vivido todo tipo de provocaciones.
Nos lanzaron piedras, nos atacaron, nos insultaron. Pero a ninguno le
hemos respondido de mala manera. Estamos hablando de uno de los actos de
protesta más pacíficos de la historia de Turquía. Y por eso el Gobierno
está intranquilo, porque no sabe qué decir, y nos critica con
tonterías. Nos llama terroristas, pero sabe que nosotros no tenemos nada
que ver con el terrorismo. Sólo defendemos la democracia”.
Desde que se hiciera con la dirección del CHP en 2010,
Kiliçdaroglu (Tunceli, 1948) ha sido continuamente criticado por su
falta de carisma —su carácter es calmo y su aspecto de inocuo
funcionario (fue director de la Seguridad Social en la década de
1990)— y su incapacidad para convertirse en un rival de talla para
Erdogan: el actual jefe de Estado le ha vencido en dos referéndum, tres
elecciones legislativas, una presidencial y una local. Pero también es
cierto que ha logrado aumentar el apoyo a su partido, que ha dejado de
ser visto exclusivamente como el defensor de las élites militares,
judiciales y económicas de ideología kemalista para convertirse en una
formación más parecida a la socialdemocracia europea. Y que, además,
puede servir como bisagra para unir a una oposición dividida
como la turca. “A corto plazo sé que no podemos cambiar mucho —reconoce
Kiliçdaroglu—, porque el actual Gobierno no tiene una cultura
democrática. Si la tuviese se pararía a pensar por qué hay gente que
siente la necesidad de caminar por la justicia y nos invitaría a
dialogar”.
Su Marcha por la Justicia ha sido valorada muy
positivamente por diversos analistas de los medios de comunicación
turcos, pese a que la mayoría de ellos se encuentran bajo la directa
influencia de Erdogan. Incluso Ahmet Tasgetiren, un columnista que es
una especie de padre ideológico para los islamistas turcos, ha mostrado
su respeto por Kiliçdaroglu y ha recordado a la formación gobernante, el
Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan, que también
echó a andar a inicios de la pasada década con un llamamiento a un mayor
respeto por la justicia en Turquía. Llamamiento que, casi tres lustros
después de llegar al poder, parece haber olvidado.
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