domingo, 9 de julio de 2017

El desafío tranquilo del líder opositor turco | Internacional


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El desafío tranquilo del líder opositor turco | Internacional

 

 

Andrés Mourenza

Han sido 24 días de caminata bajo el sol inclemente de Anatolia y periódicas tormentas, pero el líder de la oposición en Turquía, el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, ha logrado cubrir los más de 400 kilómetros que separan la capital, Ankara, de la principal ciudad del país, Estambul, en una marcha contra el creciente autoritarismo del Ejecutivo, dirigido por el presidente islamista Recep Tayyip Erdogan. Este sábado, la comitiva opositora, acompañada por decenas de miles de personas (hasta 100.000 según algunas fuentes), penetró en el casco urbano estambulí y avanzó a lo largo de la carretera que discurre a orillas del mar de Mármara hasta el distrito de Kartal, no muy lejos de donde este domingo se pondrá fin a la larga marcha con lo que se prevé sea un multitudinario mitin para exigir la puesta en libertad de la docena de diputados y más de 150 periodistas actualmente entre rejas en Turquía.
“Perdona que te reciba en chancletas”, se disculpa Kiliçdaroglu en la caravana en la que recibe a EL PAÍS y descansa antes de reanudar la marcha tras la pausa para la comida. Las uñas amoratadas en sus pies dan cuenta del trayecto realizado. Pero afirma sentirse bien, y contento: “Hemos mostrado que el pueblo de Turquía se preocupa por la justicia, por los problemas que vivimos respecto a la falta de libertad de prensa y de independencia judicial”.

La oposición anuncia que continuará sus protestas

Andrés Mourenza
“El Gobierno nos dice que la justicia se logra en la asamblea, no en la calle. Pero, si nos quitan la palabra en el Parlamento (hay un cambio de reglamento en marcha), ¿dónde voy a hablar? Continuaré hablando y defendiendo la democracia en la calle, en las fábricas, en los campos”, sostiene el jefe de la oposición turca, y asegura que tras el fin de la Marcha de la Justicia, este domingo, habrá nuevas y mayores formas de protesta. Según Kiliçdaroglu, la campaña para el referéndum sobre la reforma constitucional del pasado abril, para el que prácticamente todas las fuerzas opositoras se unieron y estuvieron a punto de derrotar a Erdogan, “mostró que hay un gran espectro político a favor de la democracia”. Por ello, promete trabajar por una mayor colaboración de estas fuerzas: “En 2019 habrá elecciones y entonces desalojaremos a Recep Tayyip Erdogan del palacio presidencial. Estamos completamente decididos a ello. Así que nuestra lucha continuará”.
Se trata, sin lugar a dudas, de la mayor movilización de la oposición desde que, en 2013, jóvenes sin adscripción partidista, se alzaron contra el Gobierno de Erdogan —entonces primer ministro— en la revuelta de Gezi y fueron duramente reprimidos por la policía. Esta vez, tampoco ha habido banderas de partidos políticos, para evitar las profundas divisiones que separan a las facciones de la oposición turca, sino sólo un eslogan que se repetía en bocas y camisetas: Adalet (Justicia).
Entre los participantes había sobre todo miembros y simpatizantes del Partido Popular Republicano (CHP), que dirige Kiliçdaroglu, pero también de otras formaciones: conservadores, ultranacionalistas, prokurdos, comunistas, islamistas... Había obreros y pequeños empresarios, funcionarios y hasta algún militar retirado, amas de casa, niños, ancianos. Mucha clase media y unas pocas mujeres cubiertas con el velo islámico. Lo que no ha sido óbice para que la marcha sufriese obstáculos: “Hemos vivido todo tipo de provocaciones. Nos lanzaron piedras, nos atacaron, nos insultaron. Pero a ninguno le hemos respondido de mala manera. Estamos hablando de uno de los actos de protesta más pacíficos de la historia de Turquía. Y por eso el Gobierno está intranquilo, porque no sabe qué decir, y nos critica con tonterías. Nos llama terroristas, pero sabe que nosotros no tenemos nada que ver con el terrorismo. Sólo defendemos la democracia”.
Desde que se hiciera con la dirección del CHP en 2010, Kiliçdaroglu (Tunceli, 1948) ha sido continuamente criticado por su falta de carisma —su carácter es calmo y su aspecto de inocuo funcionario (fue director de la Seguridad Social en la década de 1990)— y su incapacidad para convertirse en un rival de talla para Erdogan: el actual jefe de Estado le ha vencido en dos referéndum, tres elecciones legislativas, una presidencial y una local. Pero también es cierto que ha logrado aumentar el apoyo a su partido, que ha dejado de ser visto exclusivamente como el defensor de las élites militares, judiciales y económicas de ideología kemalista para convertirse en una formación más parecida a la socialdemocracia europea. Y que, además, puede servir como bisagra para unir a una oposición dividida como la turca. “A corto plazo sé que no podemos cambiar mucho —reconoce Kiliçdaroglu—, porque el actual Gobierno no tiene una cultura democrática. Si la tuviese se pararía a pensar por qué hay gente que siente la necesidad de caminar por la justicia y nos invitaría a dialogar”.
Su Marcha por la Justicia ha sido valorada muy positivamente por diversos analistas de los medios de comunicación turcos, pese a que la mayoría de ellos se encuentran bajo la directa influencia de Erdogan. Incluso Ahmet Tasgetiren, un columnista que es una especie de padre ideológico para los islamistas turcos, ha mostrado su respeto por Kiliçdaroglu y ha recordado a la formación gobernante, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan, que también echó a andar a inicios de la pasada década con un llamamiento a un mayor respeto por la justicia en Turquía. Llamamiento que, casi tres lustros después de llegar al poder, parece haber olvidado.

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