Autor: Bruno Sgarzini
Ya sabemos que el ejercicio de proyectar la realidad a través de lo que uno cree es estéril e irresponsable. Más sabiendo que uno no está poseído por el espíritu de Trump, ni está dateado ni tampoco es Mister Popo para adivinar el futuro.
Se pueden decir algunas cuestiones con base sobre Trump, independiente de si es verdad que tiene la voluntad de que Estados Unidos deje de bombardear civiles y promover golpes de Estado en otros países, algo que todavía es difícil de creer.
Una de esas cosas a priorísticas es que el tipo en la presidencia de Estados Unidos nos conviene. No por ser menos malo que Hillary Clinton o Barack Obama porque, de nuevo, ahí caeríamos en el terreno de la especulación.
Sino precisamente por lo que Trump representa para los latinoamericanos: una brutal caricatura de los norteamericanos y sus miserias. El pináculo de su crisis.
Así no es lo mismo, por ejemplo, que Barack Obama se reúna con cualquier presidente latinoamericano a que lo haga Trump, aún con todos los golpes de Estado en la región y cuchillos por debajo de la mesa del afroamericano. Lo que se puede medir en el rechazo generalizado que tuvo Peña Nieto cuando se reunió con el magnate para conversar sobre su idea de construir un muro en la frontera (que dicho sea de paso le hace campaña gratis al candidato mexicano Andrés López Obrador, contrario al status quo de ese país).
Aún no sabemos nada salvo lo temible con respecto a Trump
Esto indudablemente le quita credibilidad a la política de Estados Unidos en la región y aumenta los costos políticos de acompañar cualquiera de las iniciativas con el sello de Trump. Sean los tratados de libre comercio, algún tipo de tratado inmigratorio, o ir en contra de Venezuela o la misma Cuba.
De tal manera, sin ánimos de ser extremistas, se puede decir que su figura pone de moda estar en contra de cualquier cosa que huela a Trump en personas que poco y nada están interesados en la política.
Por lo que en medio de una ola de presidencias derechistas en la región, que a viva voz claman por políticas de libre comercio y demolición controlada de la soberanía, nos conviene porque el próximo abanderado les ayuda en poco y nada a vender una apertura de sus economías, como se vio hace poco días con la conversación entre Trump y Macri.
Luego se puede conjeturar cuán debilitados quedan los Macri, Temer y Peña Nieto sin operadores creíbles que les ayuden a insertarse en un plan de fondo: el libre comercio con sede en Wall Street y la City londinense.
Si un eventual retorno fronteras adentro de Estados Unidos significa negociar con China y Rusia espacios de influencia en el mundo, a cambio de retomar el control completo de América Latina.
Si esto es verdad y Trump continúa con los cambios de gobierno de Obama.
Si en cambio es mentira y finalmente Estados Unidos se termina de aislar.
Si sus distintos poderes puertas adentro hacen la suya sin importar quien esté en el poder ejecutivo.
Pero eso todavía es ciencia ficción, y aún no lo sabemos.
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