A menudo pensamos que lo importante es designar a los
diputados por medio de un voto y el modo es lo de menos. Pero lo cierto
es que la forma en la que seleccionamos a nuestros diputados es una
pieza clave. Con ella comprometemos el mismo sistema representativo, que
es la esencia del parlamentarismo.
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El parlamento representativo es una herencia liberal que se generalizó en el continente europeo tras la Revolución francesa
y se mantuvo vigente durante prácticamente todo el siglo XIX y
principios del XX. Los ciudadanos eligen a un representante por distrito
aplicando el sistema electoral mayoritario: se presentan varios
candidatos y el que obtiene más votos gana. Los representantes tienen libertad de conciencia,
pero están sometidos a tres lealtades que no siempre pueden conciliar: a
los ciudadanos del distrito por el cual fueron elegidos, a los
principios ideológicos básicos de su partido y a la propia nación.
Tras la Segunda guerra mundial en el resto de Europa
occidental se impuso el sistema de listas proporcional de elección.
Desde la Transición está vigente también en España. ¿Fue un error?
La conciencia libre del representante habrá de dirimir los posibles
conflictos entre ellas, pues no debe obediencia a nadie. Hoy en día
sigue vigente en Reino Unido y en Francia. En Reino Unido el
representante de distrito se elige en una sola vuelta; pero en Francia,
desde la V República, se elige en una segunda vuelta si nadie ha
conseguido mayoría absoluta en la primera: el sistema se perfeccionó.
Sin embargo, tras la Segunda guerra mundial en el resto de Europa occidental se impuso el sistema de listas proporcional de elección. Desde la Transición está vigente también en España. ¿Fue un error? Juzguen ustedes tras la comparativa con el sistema británico.
En Reino Unido es la militancia del partido la que elige al
candidato. Cierto que el partido puede proponer uno, pero en cualquier
caso debe ser admitido por las bases del distrito correspondiente. Sin
embargo, en España el jefe del partido elabora con mano de hierro las listas electorales de todo el país.
En España el jefe del partido elabora con mano de hierro las listas electorales de todo el país
Ciertamente los grandes partidos británicos concentran en una
dirección nacional las decisiones políticas fundamentales: lo que da entidad ideológica al partido, pero cada miembro del Parlamento tiene una oficina en su distrito y parte de su trabajo es estar allí para atender a sus representados.
Los electores votarán por intereses nacionales o por cuestiones
locales; y algunas veces por ambas cosas, a saber. Pero en cualquier
caso eligen a una persona. Y esta persona, no el partido, será el
responsable de sus decisiones políticas. En España votamos una lista en
la que no conocemos a la mayoría de los candidatos. En consecuencia, las
responsabilidades políticas se diluyen: nadie asume errores y muy pocos dimiten. Además, es altamente improbable que nuestros diputados nos concedan audiencia.
En todos los países los partidos políticos intentan
imponer su disciplina, pero el sistema electoral español consigue de los
diputados una obediencia ciega impensable en Reino Unido
En todos los países los partidos políticos intentan imponer su
disciplina, pero el sistema electoral español consigue de los diputados
una obediencia ciega impensable en Reino Unido. En el Parlamento
británico los miembros del gobierno se sientan en el primer banco. Tras
ellos se sientan los diputados más afines y obedientes: los que forman
parte de la estructura del partido. Pero los diputados que están
situados más atrás, que son la mayoría, están menos involucrados en esta
estructura y son más independientes. Aunque el jefe
dicte una orden, pueden incumplirla si su conciencia y su distrito lo
aconsejan. Se produce así cierto equilibrio inestable que hace del
Parlamento una institución viva y verdaderamente deliberativa. Ayúdanos a hacer crecer Disidentia, hazte suscriptor voluntario
Los ejemplos son múltiples: muchos parlamentarios laboristas se rebelaron contra la postura de Tony Blair a favor de la guerra de Irak —hubo más laboristas que conservadores que votaron en contra de Blair—, y Margaret Thatcher cayó gracias a significativos miembros de su propio partido. Nada parecido a esto sería posible en España
donde las sesiones parlamentarias son una sucesión de monólogos llenos
de consignas partidarias. La razón es que nuestros diputados solo rinden
pleitesía a su secretario general: su único jefe. Las decisiones
políticas las toman siempre los líderes de los partidos fuera del
Parlamento. Y son éstos, convertidos en una oligarquía,
los que detentan de hecho el poder. Un poder repartido en cuotas
variables en virtud de sucesivas elecciones. En realidad, el Parlamento
español sobra: todo seguiría funcionando igual si dejara de existir.
En realidad, el Parlamento español sobra: todo seguiría funcionando igual si dejara de existir
El sistema electoral proporcional de listas hace que los diputados
traten de agradar al jefe del partido y los ciudadanos a los que dicen
representar quedan siempre en un segundo plano. La razón es obvia: si
defraudan a los ciudadanos no pasa nada; pero si desobedecen al jefe, peligra su permanencia en la lista electoral en las siguientes elecciones
y, por ende, las prebendas derivadas de las generosas subvenciones que
el Estado concede a los partidos. Los políticos que predominan son
entonces los más sumisos: astutos simuladores o mediocres burócratas,
pero no los mejores; un caldo de cultivo muy propicio para la corrupción
moral y económica.
En Reino Unido los partidos no reciben las suculentas subvenciones
que reciben en España y el diputado depende más de los electores de su
distrito que del jefe de su partido. En consecuencia, los diputados son
más independientes, los ciudadanos tienen más influencia sobre sus
representantes y la corrupción disminuye.
Sustituir el sistema proporcional de listas por un
sistema de mayorías por distrito a doble vuelta no es la panacea. Pero
tendríamos verdaderos representantes
Al albur de lo que ocurre hoy en Cataluña algunos políticos hablan de
cambiar la ley electoral: hacer que el sistema proporcional sea más
proporcional para que una mayoría de votantes catalanes pueda desalojar a
los secesionistas del poder autonómico. Pero tal posibilidad es pan
para hoy y hambre para mañana. Si el sistema sigue siendo proporcional los tradicionales males de la política española permanecerán.
Sustituir el sistema proporcional de listas por un sistema de mayorías
por distrito a doble vuelta no es la panacea. Pero tendríamos verdaderos
representantes, los partidos tendrían menos poder y la corrupción
disminuiría. No sería poca cosa para empezar.
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