martes, 30 de enero de 2018

Tecnología y Plutonías



por Esaúl R. Álvarez – “El Tantra madre (Magyü) dice: si uno no está consciente en la visión, es poco probable que pueda estar consciente en la conducta; si uno no está consciente en la conducta, es poco probable que pueda estar consciente en el sueño; y si uno no está consciente en el sueño es poco probable que pueda estar consciente en el bardo después de la muerte“. Tenzin Wangyal Rínpoche, El yoga de los sueños.
El papel que juega la tecnología en el proyecto en curso de construcción del ‘hombre nuevo’ es indudable. La influencia de la tecnología va mucho más allá de los aspectos políticos, sociales y convivenciales que son a los que se presta una mayor atención, si bien no ha pasado desapercibida su influencia sobre el psiquismo del sujeto humano, por ejemplo en el aprendizaje, la atención o la memoria.
Pero ciertos aspectos de esta influencia psíquica -es decir, sobre el alma- suelen permanecer ignorados.

Tecnología, símbolo y desanimación del mundo.

La naturaleza es signo visible de las cosas invisibles que esperan al hombre“. San Buenaventura de Fidanza.
En primer lugar la tecnología es un instrumento esencial a la hora de desanimar el mundo, objetivo que es común a todo el proyecto de la modernidad. Empleamos el término desanimar en su sentido etimológico: sustraer el alma. Esto lo logra la tecnología principalmente por medio de alejar al hombre de la naturaleza haciéndole vivir en un nuevo contexto creado exclusivamente por manos humanas. La tecnología destruye el lenguaje simbólico y vuelve la realidad prosaica, sin sentido, donde solo cabe ya el pragmatismo más grosero. El maquinismo materializa y desanima -extrae el alma- el mundo, le roba su alma y a la vez impide al hombre conocer la suya propia.
El hombre tradicional se descubría y conocía a sí mismo al confrontarse con la naturaleza. Ésta, cuya existencia y fenómenos le eran ajenos e incontrolables, le interpelaba de forma constante estableciéndose una suerte de diálogo en el que ambos, hombre y naturaleza, resultaban transformados dando lugar a lo que se conoce como cultura. El papel que la naturaleza jugaba en tanto sustrato sobre el cual todo el organismo social -sin olvidar el psiquismo e incluso el fenotipo propios de un pueblo- se desarrollaba, es despreciado en la actualidad por las ciencias profanas, pero su importancia siempre fue advertida y considerada por las ciencias sagradas tradicionales.
Esta idea de naturaleza nos remite como es obvio al concepto aristotélico de Prima Materia y con ello al Polo Substancial de la manifestación, la Prakriti hindú. Este Polo entra en diálogo con el Principio Espiritual de la manifestación -equivalente al Purusha hindú- a través justamente del ser humano. En otras palabras, el ser humano es el mediador entre Cielo y Tierra, pues tiene el papel de unir y conectar con su acción sagrada -el rito en el sentido más amplio del término- los Polos superior e inferior de la manifestación universal. Esta ligazón entre naturaleza y Espíritu es otro de los ‘religares’ contenidos en la palabra ‘religión’.
Ahora bien, la tecnología no solo supone para el hombre un alejamiento emocional de la naturaleza al perder su subjetividad y pasar a ser mero objeto inanimado, es decir sin alma. Lo verdaderamente crucial es la pérdida del papel simbólico que la naturaleza juega para el hombre tradicional.
La naturaleza es el símbolo más primordial y fundamental, que remite constantemente al hombre al Principio Supremo. Pero la tecnología por su parte sitúa al hombre en un contexto artificial, construido por otros hombres y carente de contenido simbólico, es decir sin la capacidad de remitir a lo Superior. El mundo tecnificado no es ya por tanto un microcosmos, sino un fragmento incompleto de una realidad imposible de completar y que pierde su sentido en la manifestación grosera y la cantidad.
Mientras la naturaleza supone una anamnesis platónica que recuerda al hombre constantemente quién es y dónde está -le sitúa en el cosmos-, la tecnología tiene por consecuencia exactamente lo contrario: separarle del cosmos, descentrarle, hacerle olvidar quién es y separarle del Principio. Se trata entonces de un nuevo velo, una nueva forma de la mítica caverna platónica que colabora en la ocultación de lo numinoso. Quizá el grado final y más inquietante de todo este proceso de desnaturalización del mundo sea el proceso, cada vez menos disimulado desde la propaganda científica y cinematográfica, de presentar la tecnología como posible receptáculo del alma, incluso del alma humana, abriendo así una vez más el camino al transhumanismo. Pero, ¿de qué podría ser la tecnología símbolo? Y, ¿con qué podría religar al hombre? Parece claro que, caso de conducir al ser humano a un nuevo horizonte, este pertenecerá a los estadios inferiores de la manifestación.

La ‘puerta de marfil’ que conduce al mundo de la ilusión.

Forastero, sin duda se producen sueños inescrutables y de oscuro lenguaje y no todos se cumplen para los hombres. Porque dos son las puertas de los débiles sueños: una construida con cuerno, la otra con marfil. De éstos, unos llegan a través del bruñido marfil, los que engañan portando palabras irrealizables; otros llegan a través de la puerta de pulimentados cuernos, los que anuncian cosas verdaderas cuando llega a verlos uno de los mortales“. Homero, Odisea, Canto XIX.
Pero existe un efecto de la tecnología más interior e insidioso y cuya influencia sobre la dimensión más sutil del hombre suele ser ignorada. Si el efecto que acabamos de indicar se produce por sustracción, al eliminar la tecnología el sustrato natural simbólico en que debe desarrollarse la vida humana y evitar que este vuelva su mirada a los Principios superiores; el segundo efecto es por adición, al generarse mediante la tecnología una nueva realidad que suplanta aquella y que el psiquismo humano interioriza como si fuera tan real como aquella y completa, cuando en realidad es fragmentaria y por ello imposible de unificar en un todo con sentido.
Este segundo efecto es el más pernicioso pues actúa a un nivel mucho más profundo, inconsciente y sus efectos son equiparables a una hipnosis o una reprogramación psíquica. Hipnosis o reprogramación que, no lo olvidemos, es aplicada por lo seres humanos sobre sí mismos de manera voluntaria, en el convencimiento de que representa una ventaja o un enriquecimiento, cuando se trata, como vamos a ver, de una inmersión en los niveles más inferiores de la manifestación.
Es innegable que la tecnología supone una intrusión en la imaginación humana. La televisión, el cine y los videojuegos han cambiado por completo la forma de imaginar y de soñar. Ya Heidegger advirtió que la civilización se encaminaba a una cultura de la imagen, y si la palabra implica el discurso y el uso de la razón, la imagen implica el sentimiento y supone un descenso a los automatismos propios de lo irracional. Es fácil además ver  aquí cierta relación con las teorías freudianas y de las diferentes psicologías profundas que abren al sujeto a sus imágenes interiores a menudo sin la preparación y el discernimiento adecuados para tratar con las mismas. Cuando hablamos de la actual cultura de la imagen vamos un paso más allá: las imágenes del inconsciente resultan ser creadas por otros e implantadas de forma intrusiva. Es decir el subconsciente es inundado y conformado por todas estas imágenes cuyo sentido último es más que dudoso. Podría parecer sorprendente que la gente se someta a semejante terapia de implantación de contenido subconsciente de manera voluntaria y alegre, pero la realidad es que todo ello es fruto del profundo desconocimiento del hombre moderno acerca de su alma.
Volviendo a la forma y significado del contenido en sí mismo queremos hacer una reflexión. Este modo de penetrar e influir sobre el contenido subconsciente del ser humano no es una invención moderna, de hecho se trata de un procedimiento ancestral pues en técnicas análogas de influencia y reprogramación a nivel sutil se basa el chamanismo.
Ahora bien, es evidente que ni en el significado que porta, ni en la influencia que genera sobre el sujeto, estamos hablando aquí -al referirnos a la ‘cultura de la imagen’- de algo comparable a los métodos chamánicos tradicionales y nos preguntamos si no cabría más bien compararlo más bien con la hechicería.
Cuando analizamos la influencia y el poso que dejan estas experiencias sobre el alma humana podemos distinguir varios niveles de influencia o daño, desde suponer un ruido al modo de una nueva barrera perceptiva, que impida al sujeto acceder a su propio subconsciente y (re-)conocerse, tanto en estado de vigilia como en estado de sueño, hasta una intoxicación del alma humana en que la imaginación como órgano cognoscitivo del alma queda alterada y amputada.

‘Cultura de la imagen’ y Plutonía tecnológica.

Entramos en el bardo, el estado intermedio después de la muerte, igual que entramos en el sueño después de dormirnos. Si nuestra experiencia durante el sueño carece de claridad y se caracteriza por estados emocionales confusos y reacciones habituales, nos habremos entrenado para vivenciar los procesos de muerte de la misma manera. Al reaccionar de manera dual a las visiones del estado intermedio, nos veremos arrastrados hacia una esclavitud kármica posterior y nuestro futuro renacimiento estará determinado por aquellas tendencias kármicas que hayamos cultivado en la vida. Esto es la ‘falta de conciencia en el bardo’“. Tenzin Wangyal Rínpoche, El yoga de los sueños.
El caso extremo de todo esto es cómo esta cultura de la imagen desviada hacia la emocionalidad más primitiva supone un ‘aprendizaje inverso’, una programación hacia lo inferior especialmente dañina cuando pensamos en los estados póstumos. Para entenderlo recurriremos a la tradición budista.
Según la misma tras la muerte se produce una inmersión en el mundo sutil. En este período de transición -que el budismo denomina bardo– el ser se encuentra en un estado intermedio de cuya solución dependerá su destino postmortem -es decir, su paso a otro estado de manifestación- y durante el cual diversas experiencias de su vida pueden aparecer sin orden ni lógica aparente. El ser que se encuentra en tránsito debe ser capaz de despojarse de dichas visiones, no vincularse a las mismas  y por ello cobran sentido el cultivo del desapego y la práctica de la meditación en vida, en tanto poderosas herramientas a la hora de enfrentarse a esta realidad póstuma. Se trata básicamente de que el sujeto-espectador permanezca como observador inafectado.
Pues bien, el abuso de la emocionalidad conduce al sujeto a sumergirse más profundamente en las pasiones del ego y por tanto a apegarse de manera profunda a tales estados. Si la enseñanza subconsciente que dejan el cine, la televisión y los videojuegos es exactamente la opuesta de la que recomiendan las tradiciones espirituales, ¿cómo puede esperarse que el sujeto moderno sepa enfrentarse a la muerte? Como vemos, la extensión y el abuso de la tecnología supone una escalera descendente hacia los estadios más inferiores del Ser, una puerta al infierno, en el sentido estricto del término, aquello que en la tradición grecolatina se denominaba Plutonía.
La conclusión es que la actual cultura tecnológica y de la imagen -propiciada por la tecnología, no lo olvidemos- es una instrucción errónea, lo que supone en cierto sentido una contra-enseñanza espiritual para el sujeto moderno.
Fuente: Agnosis.

La Unión Europea: una estratagema china al servicio de los Estados Unidos (II)


ojosparalapaz.com

La Unión Europea: una estratagema china al servicio de los Estados Unidos (II)


En los años 60 la República Federal Alemana demostraba estar totalmente en la mano del imperialismo estadounidense, al negarse a ratificar el Tratado del Elíseo que prevería una alianza militar franco-alemana libre de la tutela de la OTAN. Las cosas no han cambiado mucho con el tiempo.

¿Por qué De Gaulle no sacó a Francia de la construcción europea?

Dicho lo anterior, algunos se podrán preguntar: ¿por qué Charles de Gaulle no sacó a Francia de la CEE? El motivo es que no tenía los medios políticos para hacerlo.
Cuando De Gaulle llegó a la presidencia en 1958, Francia, bajo la IVª República, ya había ratificado el Tratado de Roma de 1957. De Gaulle llegó a la presidencia tras la instauración la Vª República, con el objetivo principal de solucionar la crisis de Argelia. A esto último se dedicó prioritariamente entre los años 1958 y 1962. La crisis de Argelia se solucionó (más o menos bien) en abril de 1962, con la firma de los Acuerdos de Evian que sellaron el fin de la guerra y abrían la vía libre para la independencia de Argelia. Pues bien, obsérvese que tan sólo un mes después, De Gaulle hacía su conferencia de prensa sobre el “federador exterior”.
En aquel momento, el gobierno de Georges Pompidou se había formado mediante una coalición entre la gaullista Unión por una Nueva República (UNR) y el demócrata-cristiano Movimiento Republicano Popular (MRP), que era el partido del “padre fundador de Europa” Robert Schuman, y otros independientes. Apenas pocas horas después de la conferencia de prensa de De Gaulle, escandalizados, los cuatros ministros MRP que formaban parte del gobierno dimitieron.
De pronto, De Gaulle se vio sin mayoría en la Asamblea Nacional, en la cual los gaullistas representaban un tercio de los diputados. La izquierda socialista (SFIO), y en particular los comunistas, que hacían el mismo análisis que De Gaulle sobre la construcción europea, se negaban a formar gobierno con los gaullistas, cosa que en cierta medida se puede comprender, aunque creo que fue un grave error (de hecho, en 1954 los comunistas no tuvieron reparo en aliarse con los gaullistas para tumbar el proyecto de Comunidad Europea de Defensa). Por lo tanto, aunque De Gaulle había comprendido lo que era la construcción europea, no tenía los medios políticos para poder salir de ella. Era necesario que esto fuese aprobado por la Asamblea Nacional, así que De Gaulle tuvo que resignarse.
Por eso optó por un plan B, una “contra-estrategia” que podía llevar a cabo en el marco de lo que le permitían las competencias reservadas al presidente de la República, que fue la de intentar conducir la construcción europea hacia una Europa hegemonizada por Francia. En primer lugar, se aferró al objetivo de volver intocable el territorio francés gracias al arma nuclear (en 1960 Francia ya había conseguido hacer detonar la bomba A, y en 1966 se hizo con el arma termonuclear). Se opuso resueltamente a la entrada del Reino Unido en la construcción europea, condición imprescindible para asegurarse una hegemonía francesa en la CEE.
Después, intentó deshacer la alianza estratégica entre Estados Unidos y la RFA por medio del Tratado del Elíseo del 22 de enero de 1963. Nótese que en aquel tratado no se hacía mención en ningún lugar de los Estados Unidos, ni de la OTAN, ni de un “mercado común”, ni de una defensa común con los Estados Unidos.
Fue a partir de ese momento cuando se empezó a hablar del “eje París-Berlín” o el “dúo franco-alemán”, cosa que es –insisto– un mito que jamás se ha verificado (menos aún en la actualidad). ¿Por qué digo que es un mito? Porque seis meses después, el “federador exterior” del que hablaba De Gaulle intervino para bloquear sus planes.
El presidente Kennedy estaba furioso por la firma del Tratado del Elíseo. Tres días antes de la firma del tratado, Kennedy convocó al embajador de la RFA en Estados Unidos Karl Heinrich Knappstein. En un cable enviado al ministro alemán de asuntos extranjeros Gerhard Schröder (un homónimo del canciller alemán de entre 1998 y 2005) el 19 de enero 1963, Knappstein relataba lo siguiente:
“Visiblemente, el presidente Kennedy estaba de mal humor. De manera clara e insistente, se dedicó a hacer una crítica de la situación interna de la Alianza atlántica y subrayó la preocupación que suscitaba en él la conclusión del tratado franco-alemán del Elíseo.”
El embajador Knappstein contestó a Kennedy lo siguiente:
“Durante la entrevista intenté, de forma reiterada, aunque con éxito relativo, hacer cambiar la opinión del presidente sobre este tratado […] Le hice ver que esta estrecha colaboración franco-alemana podría beneficiar en definitiva a la Alianza entera, precisamente en lo que respectaba aquellos aspectos de la política de De Gaulle que tanto irritaban al presidente.”[1]
Sigamos. Una vez firmado un tratado entre varios Estados, para que tenga validez debe ser ratificado por los respectivos parlamentos nacionales. Pues bien, seis meses después, el 15 de junio de 1963, los diputados alemanes del Bundestag procedían a su ratificación. Pero en el momento de hacerlo, añadieron un “preámbulo interpretativo” del tratado en el que se hablaba de “una estrecha asociación entre Europa y los Estados Unidos de América”, de “una defensa común en el marco de la Alianza del Atlántico Norte”, de “la unificación de Europa según la vía trazada por la creación de las Comunidades europeas, incluyendo en la misma a Gran Bretaña”, y “la disminución de las tarifas arancelarias por medio de negociaciones entre la Comunidad económica europea, Gran Bretaña y los Estados Unidos de América” (esto ya anticipaba de alguna forma el TTIP que quiere implementar el imperialismo euro-atlántico). Es decir, hicieron pasar todo lo que no quería De Gaulle.
El gobierno de la RFA había traicionado a Francia, prefiriendo ponerse bajo el manto protector del “federador exterior”. He aquí toda la realidad de lo que se llama “dúo franco-alemán”. Y todos los demás países miembros de la CEE siendo muy próximos a Washington, el mecanismo auto-bloqueante de la construcción europea impedía todo intento de conformar una política de defensa europea libre de la tutela de Washington.
¿Ha desaparecido el papel de “federador exterior” de los Estados Unidos tras la desaparición del campo socialista? En absoluto. El 27 de febrero de 2004, el presidente estadounidense George W. Bush y el canciller alemán Gerhard Schröder firmaban el documento titulado “Alianza germano-americana para el siglo XXI”, en el que se precisaba:
“Reforzamos nuestro apego a la OTAN como punto de anclaje de nuestra defensa común y como foro ineludible de las consultaciones transatlánticas. Apoyamos el proceso en curso de integración europea y subrayamos que es importante que tanto Europa como América trabajen conjuntamente como socios en el seno de una comunidad de valores. Saludamos la ampliación histórica tanto de la OTAN como de la Unión Europea.”[2]
Creo que una vez leídas estas declaraciones, queda del todo despejada cualquier duda acerca de si la UE se creó para hacer de “contrapeso” a los Estados Unidos. El 13 de enero de 2006, apenas recién elegida canciller de Alemania, Angela Merkel confirmaba que seguía habiendo consenso en lo que respectaba a la Alianza germano-americana[3]. Claro que con la llegada de Nicolás Sarkozy, fue la propia Francia quien pasó a ser un vasallo de los Estados Unidos, pero eso es otra historia.
Volvamos a los años 60. Pese a la gran derrota que sufrió, De Gaulle no cesó en ese momento su combate contra la construcción europea. Ante los planes de Walter Hallstein, presidente de la Comisión europea (y antiguo jurista de Hitler y ex-oficial de la Wehrmacht, como expliqué en mi anterior artículo), que pretendía ir avanzando en la deriva supra-nacional, entregándole mayores competencias al Parlamento europeo en materia de presupuestos y mayores poderes a la Comisión europea, De Gaulle practicó la “política de la silla vacía”: entre el 30 de junio 1965 y el 30 de enero de 1966, Francia suspendió su participación en el Consejo de ministros de la CEE.
Dicho esto, una serie de observaciones suplementarias:
1) Se podrá pensar lo que se quiera sobre Charles De Gaulle, pero con sus declaraciones en su conferencia de prensa de 1963, había demostrado ser un jefe de Estado extremadamente lúcido, que fue capaz de percibir la trampa que encerraba la construcción europea, cuando apenas la componían seis Estados. Ni punto de comparación con la izquierda supuestamente “euro-crítica” que no ha sido capaz de darse cuenta de lo mismo con 28 Estados.
2) Partiendo de lo que él llamaba el “principio de realidad”, y reconociendo la divergencia de intereses nacionales entre países miembros de la CEE, y por lo tanto la imposibilidad de hacerlos fusionar en un ente supra-nacional, en última instancia De Gaulle resultaba ser mucho más de izquierdas que la izquierda alter-europeísta, que presume de defender no se sabe qué “unión de los pueblos” (en base a criterios compartidos con el hitlerismo), puesto que se había dado cuenta que, bajo el pretexto de fusionar Estados, se escondía en realidad una política de extrema derecha. Él consideraba que el papel de Francia ibo mucho más allá de los parámetros continentales de Europa. De hecho, él solía decir que la única “Europa” que existe abarca desde el Finisterre hasta los Urales (y ya sabemos que los europeístas consecuentes no comparten esta visión).
3) Y por eso, para tratar de escapar a la trampa tendida por los Estados Unidos, coherentemente con su visión del mundo y con la gran tradición diplomática francesa (que se remonta a la alianza en 1519 entre el rey Francisco I y el emperador otomano Suleimán el Magnífico), De Gaulle no dudó en reconocer a la República Popular China el 27 de enero 1964, ante la estupefacción del mundo enero. Por eso en 1964 hizo dos giras por casi toda Latinoamérica, siendo aclamado por miles de personas en México, Caracas, Quito, Brasilia, etc. Por eso en 1966 fue el promotor de la política de détente con la Unión Soviética y los países del Este, viajando a Moscú donde, subido en un coche y sobre una distancia de 20-30 kilómetros, fue aclamado por miles de soviéticos. Por eso en 1966 visitó la Camboya del príncipe Norodom Sihanouk, dando un discurso magnífico en el estadio de Phnom Penh, ante 100.000 camboyanos, en el que instaba a los estadounidenses a abandonar Vietnam si no querían evitar consecuencias peores. Por eso en 1967 visitó Québec, en cuya capital Montréal generó un escándalo mundial al gritar “¡Viva el Québec libre!” ante miles de canadienses francófonos que le aclamaron como un héroe. Por eso en 1967 visitó la República Popular de Polonia, donde lanzó su famosa fórmula sobre una “Europa desde el Finisterre hasta los Urales”. Él sabía que había un mundo fuera de la construcción europea, e hizo honor a aquello que se dice de que Francia es una nación abierta hacia lo universal. No sé si esto es cierto (si acaso el periodo en el que sin duda fue cierto fue el periodo revolucionario con Robespierre) pero me gustaría que lo fuera).
Portadas de la revista Paris-Match en 1966. A la izquierda, De Gaulle aclamado por el pueblo soviético. A la derecha, junto a altos dirigentes como Brézhnev, Kosygin o Podgórni. Para De Gaulle el conflicto comunismo-capitalismo sencillamente no existía a escala de los Estados. Para él solo existía Rusia. De hecho, siempre se negó a emplear la palabra “soviéticos”.

¿Pero solamente en interés de los Estados Unidos?

Obviamente, la respuesta es no. Como hemos visto anteriormente con el caso del tratado franco-alemán de 1963, el mecanismo auto-bloqueante de la UE facilita la dominación del “federador exterior”. Pero también sirve a intereses de clase, tanto en los Estados Unidos como en la propia Europa, al asegurar el mantenimiento de las políticas económicas del capitalismo neoliberal. Porque efectivamente, si el poder no está en ninguna parte, o si, parafraseando a Charles de Gaulle, “nos abstenemos de hacer política”, la consecuencia de ello es la dictadura del gran capital transnacional, de los lobbies y de los fondos de inversión. Y esto es lo que explica los tratados de Maastricht, Ámsterdam, Niza y Lisboa.
El gran hito que reflejaba el interés de las grandes patronales europeas en la construcción europea se remonta a la creación, en la década de los 80, de la European Round Table of Industrialists (ERT – Mesa Redonda de Empresarios Industriales), que copiaba el nombre un lobby de negocios muy influyente en los Estados Unidos, el Business Round Table.

El ERT se había creado por iniciativa de Pehr Gyllenhammer (presidente de Volvo), Umberto Agnelli (hermano del dueño de la Fiat Giovanni Agnelli) y Wisse Dekker, jefe ejecutivo de la holandesa Phillips, con la idea inicial de poder disponer de un mercado europeo plenamente integrado y, en palabras de Gyllenhammer, construir “una industria y una infraestructura en sentido propio” sobre el continente europeo.[4]
No tengo dudas acerca de la necesidad de un “mercado plenamente integrado”, en cambio con respecto a lo otro (“una industria y una infraestructura europea en sentido propio”) soy bastante más escéptico, porque creo que lo que se pretendía era configurar a la UE de tal manera que permitiera una desregulación total de la economía y declarar una guerra social contra los trabajadores, para que los grandes capitalistas pudiesen recuperar lo que habían perdido tras la Segunda Guerra Mundial.
Los tres magnates afirmaban también que los Estados europeos eran “demasiado débiles” frente a los Estados Unidos y Japón, y que por lo tanto haría falta una instancia política capaz de apoyar a las multinacionales europeas (al menos ésos eran los pretextos que se avanzaban). Esta instancia europea se crearía más tarde con la firma del Tratado de Maastricht. Esto obliga a las siguientes aclaraciones:
  1. El hecho de que el gran capital europeo (o al menos fracciones del mismo) hayan perseguido la creación de un Estado europeo para asegurar sus intereses, no invalida el análisis según el cual, en el origen, la construcción europea es un instrumento al servicio de Washington,
  2. El hecho de que esto se haya conseguido con éxito o no en el plano económico es irrelevante en lo que respecta al objeto principal de este artículo, puesto que yo me he querido centrar principalmente (aunque no únicamente) en cómo la construcción europea permite la subordinación de Europa en el aspecto geopolítico, y no tanto económico,
  3. De todas maneras, los hechos indican que la tendencia dominante es hacia la colusión de intereses entre los grandes capitalistas de un lado y otro del Atlántico (la historiadora marxista Annie Lacroix-Riz ha explicado que esta tendencia se había iniciado incluso desde mediados de los años 20, con grandes procesos de cartelización entre capitales europeos y estadounidenses[5]). El tratado de libre comercio con Canadá (CETA), que ya está en marcha, y el proyecto de tratado de libre comercio con los Estados Unidos (TTIP), que de momento está paralizado, lo demuestran. Sin ir más lejos, en 1983 Wisse Dekker había ofrecido al conglomerado estadounidense AT&T las unidades europeas de comunicación de Phillips, creando para este efecto una filial común llamada ATT-Phillips Telecommunications.[6]
  4. Y además, como veremos a continuación, el interés principal de la construcción europea a partir de Maastricht no va a ser la “creación de una industria y una infraestructura” europea, como decía Pehr Gyllenhammer, sino hacer posible que los grandes capitales europeos se beneficien de la globalización. Esto va a fomentar la fusión de capitales dentro de la UE pero también y (sobre todo) la desindustrialización de Europa, precisamente.
La creación del grupo se hizo definitiva en 1983 al reunirse los tres magnates con otros 17 dirigentes de empresas en una reunión inaugural en Bruselas. A la reunión acudieron dos comisarios europeos: Etienne Davignon, vice-presidente de la Comisión encargado de industria, y François-Xavier Ortoli, vice-presidente encargado de finanzas, y antiguo presidente de la Comisión entre 1973 y 1977.[7]
“Padres fundadores” del ERT. Arriba, de izquierda a derecha: Karl Beurle (Thyssen), Carlo De Benedetti (Olivetti), Curt Nicolin (ASEA), Harry Gray (United Technologies), John Harvey – Jones (ICI), Wolfgang Seelig (Siemens), Umberto Agnelli (Fiat), Peter Baxendell (Shell), Olivier Lecerf (Lafarge Coppée), José Bidegain (Cie de St Gobain), Wisse Dekker (Philips). Abajo, de izquierda a derecha: Antoine Riboud (BSN), Bernard Hanon (Renault), François-Xavier Ortoli (EC), Pehr G. Gyllenhammar (Volvo), Etienne Davignon (EC), Louis von Planta (Ciba-Geigy), Helmut Maucher (Nestlé).
El ERT empezó muy pronto a tener mucha influencia sobre las instituciones europeas. Más tarde, su ex-secretario general Keith Richardson llegará a decir: “Para el ERT, el objetivo esencial eran siempre los tomadores de decisiones al nivel más elevado. Y el mejor método era la discusión cara a cara. Los eventos más importantes eran los encuentros con el presidente de la Comisión europea, ya sea en persona o con algunos colegas, y con los jefes de gobierno, particularmente los que detenían la presidencia de la Unión Europea.”[8]
El luxemburgués Jacques Santer, presidente de la Comisión europea entre 1995 y 1999, confesará que el ERT “jugó sin duda un papel de primera importancia en el desarrollo de la Unión Europea […] Sus mensajes son importantes. El ERT tiene cosas que decir. Los hombres políticos europeos lo reconocen, y escuchan.”[9]
Es un hecho innegable que lobbies como el ERT tuvieron un peso decisivo en la constitución de la Europa de Maastricht. Sin embargo, creo que las declaraciones de intenciones relativas a la creación de un Estado europeo y de la creación de una infraestructura europea por parte de sus representantes eran en el mejor de los casos ingenuas, en el peor de los casos no eran sinceras, pues escondían otra cosa. Ya se sabe, como dice el refrán, “un tren puede esconder a otro”.
Según mi análisis, independientemente de que haya habido fracciones del gran capital europeo que hayan querido constituir un Estado europeo con su propio ejército[10], las declaraciones acerca de la necesidad de “competir con los Estados Unidos y Japón” representan solamente una propaganda para dorar la píldora y hacer que los pueblos de Europa asientan a la construcción europea. Por esto considero que la afirmación del economista del PTB Henri Houben acerca de que el tratado de Lisboa es “la declaración de guerra (económica) de Europa a los Estados Unidos”[11] es una equivocación total: indica que el PTB cae precisamente en la trampa de la propaganda europeísta (al servicio de los Estados Unidos, que no quieren aparecer como los que están tirando de los hilos). De hecho, esto jamás ha sido verificado en la práctica. Más bien ha ocurrido lo contrario.
Veamos un ejemplo. En septiembre de 1991 el ERT publicaba un informa sobre el futuro de la construcción europea titulado Remodelar Europa, en el que se decían las siguientes cosas:
“Los problemas que abordamos en el presente informe conciernen a todos los países de Europa en grados diversos, pero ningún Estado-nación es capaz de resolverlos por sí solo. Aisladamente, ningún país está en condiciones de gestionar con eficacia su industria aeroespacial ni poner en pie una infraestructura de transporte que responda a las necesidades modernas. Como tampoco puede llevar una política monetaria verdaderamente independiente o desarrollar un esfuerzo de investigación apropiado en las tecnologías punteras…”[12]
Como considero que esta gente no era estúpida (otra cosa son los ideólogos del europeísmo, pero aquí estamos hablando de grandes empresarios), creo que estas declaraciones no se pueden tomar en serio. La propaganda europeísta siempre insiste en que los países de Europa (Francia, Bélgica, Holanda, etc.) son “demasiado pequeños” para competir. ¿Pero entonces cómo hacen los suizos? Si Francia, Italia, y España son demasiado pequeñas, ¿entonces cómo hace un país de 697 km2 como Singapur para estar en el quinto puesto de la clasificación mundial según el IDH?
Se dice que, aislados, los países europeos no están “en condiciones de gestionar con eficacia su industria aeroespacial”. ¿Pero acaso es necesaria la construcción europea, la integración supra-nacional y la cesión de parcelas de soberanía para que existan cooperaciones multi-estatales? Por ejemplo, contrariamente a lo que afirman muchos, Airbus no tiene nada que ver que la construcción europea. Se trata de una cooperación internacional promovida por Charles de Gaulle en el mismo momento en el que practicaba la política de la “silla vacía”. En la fabricación del Airbus A380 participan empresas de Estados Unidos, Canadá, Rusia, Corea del Sur, Australia, Japón, etc. Una vez que está motorizado, la parte estadounidense en el Airbus A380 es el 35%. ¿Hace falta una integración supra-nacional y una moneda común para lograr esto?
El informe decía después:
“Japón tiene una moneda única. Los Estados Unidos tienen una moneda única. ¿Cómo podría la Comunidad europea vivir con doce monedas diferentes?”[13]
Estas afirmaciones son tan falaces que apenas merecen comentarios. Se trata de otro argumento bastante trillado de la propaganda europeísta que consiste en comparar la construcción europea con otros países como Japón o los Estados Unidos (¿lapsus revelador?), cuando se trata de países que son incomparables. Japón es una nación constituida en torno a un único idioma y una cultura común desde hace siglos. Lo mismo ocurre con los Estados Unidos, que desde la declaración del Mayflower de 1620 se han constituido como un cuerpo único hablando el mismo idioma y con la misma historia nacional.
Después, en un artículo reciente[14] había explicado que la idea de crear el euro era una locura desde el principio, y que sólo podía conducir a la catástrofe, hasta tal punto que hoy la zona euro es la linterna roja del crecimiento económico en todo el mundo. Con el retroceso, hoy podemos constatar que era, a todas luces, una locura. De hecho, ni siquiera el propio pueblo alemán lo quería, y en mi artículo había explicado que a largo plazo ni siquiera coincidía con los intereses de las élites financieras alemanas. En 2013 se reveló que el propio Helmut Kohl le había confesado lo siguiente a un periodista alemán en el año 2002 (año de la introducción del euro bajo forma fiduciaria):
“Sabía que nunca podría ganar un referéndum en Alemania. Si un referéndum hubiese sido organizado para la introducción del euro, lo habríamos perdido. Es bastante evidente. Lo había perdido, y por 7 contra 3 […] Para que un canciller implemente algo, debe ser un hombre de poder. Y si es inteligente, sabe cuándo es el buen momento. En un caso en particular – el euro – actué como un dictador.”[15]
Todo esto me permite pensar que aquellos que portaban el mensaje escrito en el informe Remodelar Europa eran en realidad personas del mundo de las empresas muy próximas a los intereses de Washington, o que al menos servían sus intereses, ya sea consciente o inconscientemente (la burguesía tampoco está libre de tener a sus tontos útiles). Pero me inclino a pensar que eran muy conscientes de ello, porque sencillamente no puedo creer que sean capaces de afirmar algo tan sumamente imbécil como que doce países europeos no puedan tener doce monedas diferentes.
El canciller Helmut Kohl reconoció haber actuado “como un dictador” al no haber sometido a referéndum la adopción del euro
Una vez más, tengo que citar a Henri Houben, que explicaba lo siguiente: “La moneda única es indispensable para elaborar una verdadero mercado integrado pero también para construir una institución política europea (¡esto último es cierto, y los euro-atlantistas lo saben muy bien!). Porque si se tiene una moneda común, hace falta una política de tasas de interés común, una política de inflación idéntica, una política fiscal y presupuestaria similar, una política de salarios parecidos, etc. En resumen, una política macro-económica propiamente europea.”[16]
Claro que haría falta una política común, si estuviésemos hablando de un único Estado-nación sólido, con regiones que tienen niveles de vida y de competitividad más o menos parecidos y con una sentimiento natural de solidaridad entre ellas. Pero no es el caso. Y con el paso del tiempo podemos darnos cuenta de que era bastante evidente que esto nunca iba a ocurrir. ¿Entonces cómo es posible que los representantes del ERT empujen tanto en la dirección de algo que es imposible? Creo que para comprenderlo, hay que incluir en la ecuación a los Estados Unidos de América, en un contexto histórico de dependencia de las burguesías europeas hacia los Estados Unidos.
Como ya expliqué en mi artículo sobre el euro, en realidad nadie quiere el euro, bien porque se trata de una moneda demasiado fuerte para muchas economías (en palabras del propio director del grupo EADS, como veremos después), bien porque supone un peligro serio para países como Alemania debido a los desequilibrios enormes entre saldos deudores y acreedores en el seno del sistema Target2. Entonces, si en realidad nadie sale ganando con el euro, ¿cómo es posible que tantos países adopten una moneda que no beneficia a nadie? De nuevo, hay que incluir en la ecuación a los Estados Unidos de América (volveré a abordar esta cuestión más adelante).
Mi análisis es que detrás de la insistencia por crear la moneda común se encontraba otra cosa. Con la firma del Tratado de Maastricht en 1992 se inscribían en mármol el principio de desregulación total del control de los movimientos de capitales, anticipando lo que después sería decidido por los países occidentales (pero no por otros países como China) en los Acuerdos de Marrakech del 15 de abril de 1994 que establecían la creación de la Organización Mundial del Comercio y el inicio de la globalización neoliberal.
Sabiendo que los tratados europeos son como muñecas rusas que recogen todo lo dicho por los acuerdos anteriores, en el Tratado de Lisboa este principio queda reflejado en el artículo 63 del Tratado sobre el Funcionamiento de la Unión Europea, y dice lo siguiente:
“1. En el marco de las disposiciones del presente capítulo, quedan prohibidas todas las restricciones a los movimientos de capitales entre Estados miembros y entre Estados miembros y terceros países.
2. En el marco de las disposiciones del presente capítulo, quedan prohibidas cualesquiera restricciones sobre los pagos entre Estados miembros y entre Estados miembros y terceros países.”
Con lo cual, mi interpretación del entusiasmo por parte del gran capital europeo con respecto a la UE es la siguiente:
a) Por una parte, está pura y sencillamente el hecho de que las burguesías europeas son dependientes de los Estados Unidos. Esto no significa que no quieran o no puedan defender sus intereses frente a los de los monopolios europeos (y para esto recurrirán a su propio Estado y no tanto a Bruselas), o que incluso existan planes para constituir un polo imperialista en la UE independiente de los Estados Unidos, pero es más fuerte la tendencia hacia la dominación de los Estados Unidos sobre Europa y hacia la constitución de un gran mercado euro-atlántico.
Entonces (al menos según cómo lo interpreto yo) no se trataba de constituir un gran polo económico que le haga frente a los monopolios estadounidenses, sino de formatear a Europa para hacerla institucionalmente compatible con la globalización neoliberal, que (seamos honestos) es y ha sido empujada desde los Estados Unidos. Globalización neoliberal con la que el gran capital europeo tiene mucho dinero que hacer. Pero no nos engañemos, el capital estadounidense también puede hacer jugosos negocios gracias a la UE: este pasado mes de septiembre, la empresa francesa Alstom, que había sido una de las joyas de la industria estatal francesa desde el gaullismo, vendía su división de energía a la empresa estadounidense General Electric.[17] El artículo 63 del TFUE garantiza que este tipo de operaciones no se puedan impedir.[18]
Es más, en el informe Remodelar Europa se hacía esta terrible confesión:
“Nuestra visión a largo plazo de Europa es la de un mercado único europeo que comience en el Atlántico y se extienda mucho más al este de Berlín. Esta concepción da fe de nuestro sentido de la cohesión cultural y política…”
b) Y después, para las empresas de muchos países europeos, el euro es una moneda demasiado fuerte… Bueno, ¿y dónde está el problema? ¡Precisamente la tasa de cambio del euro con respecto al dólar se podrá utilizar como pretexto para las deslocalizaciones! Con la Europa de Maastricht y Lisboa, ya no existe restricción alguna a la libre circulación de capitales. Por lo tanto, todas las empresas que lo deseen podrán deslocalizar hacia un país donde encuentren mano de obra baratísima, fabricar y vender desde allí mismo. Amancio Ortega lo sabe muy bien. Y por eso le gusta la UE.
A esto me refería cuando decía que, más que permitir una “industria y una infraestructura europea en sentido propio”, la UE favorece más bien la desindustrialización de Europa. Garantizando pingües beneficios para las empresas.

Mecanismo auto-bloqueante: las directivas europeas son irreformables en sentido progresista

Ha habido miles de ejemplos que demuestran cómo el mecanismo auto-bloqueante ha servido a los intereses del capitalismo neoliberal. Podríamos citar por ejemplo la introducción de los organismos genéticamente modificados (OGM) en la UE por la directiva comunitaria del 12 de marzo de 2001.
En 2005, el primer ministro francés Dominique de Villepin (el hombre que dijo “no” a la Guerra de Irak en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en 2003), en un último alarde de “patriotismo económico”, quiso evitar que el grupo empresarial franco-luxemburgués Arcelor cayera en manos de la anglo-hindú Mittal Steel, del multimillonario Laksmi Mittal, por medio de un decreto anti-OPA.[19] Contaba con el apoyo del 75% de la población francesa (más que nada porque había empleos franceses que estaban en juego, y ya sabemos cómo se las gasta el Sr. Mittal).
Inmediatamente, la comisaria europea encargada de competencia Neelie Kroes intervino para pararle los pies al Sr. De Villepin. El 14 de septiembre de 2005, ella declaraba:
“Frente a la inseguridad y a una pérdida de confianza colectiva, algunos políticos están dispuestos a buscar políticas regresivas de repliegue sobre sí mismo. Quieren proteger campeones y marcas nacionales – e incluso europeas – de los asaltos del mercado mundial para relanzar a las empresas deficientes de la industria. No podemos permitir ser complacientes frente al resurgimiento actual de la retórica proteccionista. El riesgo es a la vez real y urgente.”[20]
Curiosamente, este tipo de discurso se parece mucho al discurso de Marina Albiol acerca del “camino de vuelta al Estado nación” que “nos llevaría al riesgo de enfrentamientos entre territorios”.[21] Por supuesto, yo no estoy aquí para defender los intereses de las burguesías europeas, pero la cuestión es que la Comisión europea impide algo tan elemental como proteger la industria de tu propio país.
Por otra parte, llama mucho la atención el comentario, casi jocoso, de la comisaria Kroes acerca de la idea de proteger a la industria europea. Es decir, para ella ni siquiera era legítimo defender la industria de la propia UE. Para que el lector se dé cuenta de hasta qué punto es un mito aquello de que la creación de la UE representaba una “declaración de guerra” contra los monopolios estadounidenses y del resto del mundo. ¡La Europa de Maastricht se hizo precisamente para impedir el proteccionismo nacional (o europeo)!
Para Neelie Kroes, comisaria europea encargada de competencia en 2005, era un escándalo que Dominique de Villepin quieran proteger al conglomerado Arcelor de las garras del Sr. Mittal: “No podemos permitir ser complacientes frente al resurgimiento actual de la retórica proteccionista.”
Llevaba mucha razón el filósofo francés Michel Clouscard cuando decía: “El Estado ha sido la instancia superestructural de la represión capitalista. Es por eso que Marx lo denuncia. Pero hoy, con la globalización, la inversión es total. Mientras que el Estado-nación pudo ser el medio de opresión de una clase sobre otra, se convierte en el medio de resistir a la globalización. Es un juego dialéctico.”
Esto, por supuesto, no significa que una vez que un país haya recuperado formalmente su soberanía nacional, vaya a cambiar el carácter de clase del Estado. Pero si los comunistas no somos capaces de hacer comprender a los trabajadores algo tan sencillo como que los países miembros de la UE ya no tienen las riendas de la economía, ¿cómo podríamos pretender orientarles hacia la revolución socialista? La situación es, pues, mucho más difícil que plantearse si podemos construir inmediatamente el socialismo. Y por supuesto que esto debe ser el objetivo final, pero no comprender que todo camino conlleva etapas es hacer pruebas de un maximalismo infantil que le hace el juego a la tecnocracia de Bruselas.
Otro ejemplo. El pasado 4 de julio, después de un año de bloqueo, la Comisión europea obtuvo el voto favorable de los Estados miembros a su proyecto de definición reglamentaria de los interruptores endocrinos (sustancias químicas que pueden alterar el equilibrio hormonal de los organismos). Las negociaciones habían estado estancadas precisamente porque países como Francia, Dinamarca y Suecia los consideraban una amenaza seria para la salud pública y el medio ambiente. Finalmente, por aquello de que “todos tienen que ir por el mismo rumbo”, estos países terminaron por someterse a Alemania, que es el país que militaba por una definición poco restrictiva para su industria. ¿Dúo franco-alemán?[22]
Y finalmente, este pasado verano, el Sr. Emmanuel Macron nos ofreció un ejemplo de libro de cómo el mecanismo auto-bloqueante impide toda reforma de la UE en sentido progresista.
Después de un gran discurso, el pasado 23 de agosto, en el que dijo que la directiva de los trabajadores desplazados[23] era “una traición del espíritu europeo en sus fundamentos”[24] (mentira y gorda, puesto que precisamente el Tratado de Roma de 1957 establecía como pilares del “mercado común” las famosas “cuatro libertades”, que son la libre circulación a) de los capitales, b) de las personas, c) de las mercancías, y d) de los servicios) Macron tuvo la genial idea de hacer una gira por el este de Europa con el supuesto objetivo de convencer a sus homólogos de Eslovaquia, Rumanía, Bulgaria, etc., de reformar esta directiva en interés de los franceses, con la vana esperanza de realzar su popularidad (que en apenas tres meses ya estaba por los suelos).[25]
Es preciso señalar que, desde hacía dos años, ya había negociaciones entre los países del oeste y del este de Europa para modificar la aplicación concreta de la directiva, cosa que se puede decidir por mayoría cualificada en reunión de los jefes de Estado y gobierno de la UE en el Consejo de Europa. Pero aquí se trata de las directivas, que abarcan cuestiones de detalle acerca de cómo se aplica el espíritu de los tratados europeos, que (vuelvo a insistir en ello) se tienen que modificar por unanimidad.
El problema con el que Macron no contaba es que los gobiernos de Europa del este no tienen la más mínima intención de poner en cuestión esta directiva. Y es lógico: beneficia a los trabajadores de Europa del este, y además tiene un interés político estupendo para los dirigentes de Polonia, Rumanía, Bulgaria, porque… ¿qué hay de más magnífico que disponer de algo que les permita por un tiempo deshacerse de trabajadores en paro y les exonere parcialmente de crear empleo en su propio país?
En Salzburgo, Austria, donde se entrevistó con los primeros ministros de República Checa y Eslovaquia, y después en Rumanía y en Bulgaria, Macron no obtuvo más que meras declaraciones de buenas intenciones, sin obtener de sus interlocutores ningún compromiso en lo que respecta a una hipotética revisión de la directiva favorable a los intereses franceses (se limitaron a confirmar su compromiso de entablar negociaciones para la reforma que ya estaba en curso, pero no la que quería hacer Macron). En el este de Europa, Macron se topó con la cruda realidad de la supuesta “solidaridad europea”.
El 22 de junio, Macron había asegurado que para su primera reunión del Consejo de Europa, que defendería su visión de “una Europa que protege”. El problema que se encontró en el este de Europa es que sus homólogos de allí tienen una visión muy diferente de “Europa”
Pero ahí no quedó la cosa. Desde Sofía, Bulgaria, Macron se atrevió a criticar públicamente al gobierno polaco por su posición intransigente, diciendo que “Polonia no es quien define el rumbo de Europa”, que “se pone al margen” de Europa, que “Europa se construyó en base a libertades públicas que Polonia está violando hoy” y que “ha decidido aislarse”[26], generando una grave crisis diplomática.
Como no podía ser de otra manera, la primera ministra polaca, Beata Szydlo, que es una mujer con temperamento, contestó a Macron poniéndolo en su sitio: “Le quiero recomendar al presidente de Francia que se ocupe de su propio país, y también le pido que tenga en cuenta que el futuro de la Unión Europea no sólo lo va a decidir Francia.”
Y añadía: “Polonia es un socio europeo con los mismos derechos que Francia.”[27]
Estas palabras son muy importantes, porque reflejan una realidad que ignoran aquellos que hablan del “dúo franco-alemán”. La señora Szydlo tiene roda la razón: Polonia es miembro de la UE, con los mismos derechos y deberes que Francia o Alemania. Aquí no ha habido “dúo franco-alemán” que valga, en primer lugar porque a) los dirigentes alemanes pasan olímpicamente de tener en consideración los intereses franceses cuando toman una decisión, y b) si acaso lo que existe es una sumisión de las élites políticas francesas a la Sra. Merkel.
Y en segundo lugar, si bien es cierto que Alemania tiene mucho poder (por ser uno de los países miembros que son contribuidores netos, y por ser uno el principal financiador de países endeudados como Grecia), no hay ningún “dúo franco-alemán” que pueda hacer nada ante el mecanismo auto-bloqueante de la UE. Y la Sra. Szydlo se lo ha hizo saber al Sr. Macron: por mucho que los franceses quieran reformar la directiva de los trabajadores desplazados, los polacos, rumanos, eslovacos, etc., no tienen la más mínima intención de hacerlo, porque no van a atentar contra sus propios intereses. Si la Sra. Merkel se hubiese atrevido a criticar de esta forma al gobierno polaco (cosa que no hizo porque es una política más inteligente y experimentada), habría obtenido exactamente la misma respuesta.
La primera ministra polaca Beata Szydlo mandó al joven Macron a que se fuera a freír espárragos con su reforma de la directiva sobre los trabajadores desplazados, recordándole que no es Francia quien dirige el destino Europa. Es el mecanismo auto-bloqueante de la UE, la estratagema china que impide que los 27 avancen juntos en sentido progresista.
Por este motivo el gran capital estaba interesado la expansión de la UE hacia el este: cuantos más países formen parte de la UE, mayor es la imposibilidad de reformar los tratados y las directivas en sentido contrario al neoliberalismo (aparte del hecho de disponer de un enorme mercado de trabajo con mano de obra barata, y bien cualificada gracias al socialismo real).
¿La conclusión? La única forma de escapar de este “estado de excepción neoliberal” (en palabras del eurodiputado Javier Couso) es salir de la UE por medio del artículo 50 del Tratado de la Unión Europea. A partir de allí, el país que haya salido podrá libremente defender sus intereses sin rendir cuentas ante ningún socio de la UE, y ello con toda cordialidad. Claro que para eso hace falta también un gobierno que defienda el interés nacional. Pero es tarea de los comunistas el conseguirlo.
En resumen, entran en interacción dos factores distintos:
a) la voluntad de los Estados Unidos de dominar a los países de la UE. Considero que esto ya se ha conseguido con éxito, puesto que ya no hay naciones soberanas que hagan frente al imperialismo estadounidense, pues todas se han diluido en aras de la supra-nacionalidad, cuando no son aliadas muy estrechas de Washington;
b) lo último no quita, ni mucho menos, el enorme interés que supone la UE tanto para los grandes capitalistas europeos como estadounidenses, véase de otras partes del mundo (el Sr. Lakshmi Mittal lo puede confirmar). En el marco de la globalización neoliberal –empujada desde Washington tras la disolución de la URSS–, la dominación geopolítica de los Estados Unidos sobre la UE da lugar a una connivencia de intereses entre distintos capitalistas. Este interés pasa precisamente por pasar por encima de la soberanía nacional de los países miembros de la UE.
Tal como yo interpreto las cosas (y no creo que esté descubriendo la pólvora), desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, las burguesías europeas se han dado cuenta de que les es mucho más ventajoso colaborar con los Estados Unidos que lo contrario, y conjuntamente con ellos lanzarse a la recolonización del mundo, declarándole una guerra (económica, ideológica, cultural, y en ocasiones militar) al mundo arabo-musulmán, a Latinoamérica, a Rusia, a China, etc. Esta guerra se inscribe perfectamente en la visión del mundo como un “choque de civilizaciones”, y la construcción europea responde a este esquema.

¿Por qué los Estados Unidos hacen lo posible por salvar el euro?

Parece difícil de creer, pero los Estados Unidos (al menos hasta el momento actual, tendremos que ver cómo sigue evolucionando el Sr. Trump, que ya podemos calificar de “Tsipras estadounidense”) hacen lo posible por salvar el euro. Esta es una realidad objetiva que voy a demostrar a continuación, haciendo una cronología de los hechos acontecidos durante la crisis del euro a partir de 2010, cuando varios países de la UE (notablemente Alemania) se vieron en la tesitura de financiar el déficit de Grecia.
El 16 de septiembre de 2011, Timothy Geithner, Secretario del Tesoro estadounidense, se invitaba él mismo a una cumbre de ministros de finanzas europeos en Wroclaw, Polonia, donde pidió que se pusiera un término a las “palabras desconsideradas” acerca de un posible desmantelamiento del euro.[28] Sabiendo que los Estados Unidos no forman parte de la zona euro, podemos preguntarnos qué es lo que autoriza al gobierno de los Estados Unidos dar un consejo, no digamos ya dar una orden, en lo que respecta al euro, o en qué le puede importar que se desmantele o no el euro. Esto solamente tiene sentido si el gobierno de los Estados Unidos desea el mantenimiento del proceso de integración europea, y el euro es una pieza necesaria para dicho proceso.
El 3 de noviembre de 2011, en la cumbre del G-20 en la ciudad de Cannes, Francia, el presidente estadounidense Barack Obama instaba a los líderes europeos a resolver la crisis del euro, que consideraba como la principal amenaza para la economía estadounidense.[29]
El 26 de enero de 2012, el diario estadounidense New York Times revelaba el papel que durante la crisis del euro había jugado la Subsecretaria del Tesoro Lael Brainard, que en secreto había efectuado entre 2010 y 2012 un total de… ¡17 viajes a Europa, con el objetivo de velar por “la preservación de la zona euro y su moneda”![30] Podemos decir que llama la atención, cuanto menos, las molestias que se tomó la administración Obama por salvar a una moneda que no es la suya propia.
Según el diario británico The Guardian, el 19 de mayo de 2012, “Barack Obama y David Cameron se enfrentaron a la canciller alemana Angela Merkel en la cumbre del G8 en Camp David, exigiéndole que emprenda un camino claro para que Europa salga de la actual crisis. La dirigente alemana resistió a las presiones para imponer nuevas medidas que incluirían una política monetaria más flexible del Banco Central Europeo…”[31]
El 31 de mayo de 2012, un artículo del diario francés Le Figaro informaba: “La solución a la crisis del euro no se encuentra en Washington. No obstante, con la ocasión de una videoconferencia el pasado miércoles, Barack Obama insistió en incitar a sus homólogos alemanes, franceses e italianos a que encuentren soluciones.”[32]
El 6 de junio de 2012, Barack Obama volvía a llamar a tres dirigentes de la zona euro, Mario Monti, Angela Merkel y David Cameron, “para recordarles la necesidad de reforzar la unión monetaria estimular el crecimiento”, según reportaba el diario Journal du Dimanche. El mismo periódico informaba que Cameron y Obama “se pusieron de acuerdo sobre la necesidad de un plan inmediato para resolver la crisis […] así como sobre una estrategia a largo plazo para asegurar la existencia de una moneda única fuerte.”[33] De nuevo, es legítimo preguntarse a qué se debe tanta insistencia por parte de los británicos con relación al futuro del euro, cuando ellos nunca estuvieron en la eurozona.
El 30 de julio 2012, el diario alemán Del Spiegel informaba que Timothy Geithner se había desplazado hasta Alemania para encontrarse con el ministro de finanzas alemán Wolfgang Schäuble, cuando este se encontraba en su residencia de vacaciones en el Mar del Norte:
“Este encuentro, de una hora y media, se realizó por iniciativa del estadounidense, y su objetivo era claro: desde el punto de vista de los Estados Unidos, el gobierno federal [alemán] hace demasiado poco para evitar una escalada superior de la crisis del euro.”[34]
¿Por qué en 2012 el secretario del Tesoro de los Estados Unidos Timothy Geithner fue a hablar con ministro alemán de finanzas Wolfgang Schäuble para instarle a que salvara al euro y no considerase expulsar a Grecia de la eurozona?
El 29 de mayo de 2015, el Wall Steet Journal reportaba que el sucesor de Timothy Geithner en el cargo de secretario del Tesoro, Jacob Lew, “exige una rápida resolución del problema del rescate griego”.[35] En julio de 2015, el mismo Lew pedía directamente a los acreedores de Grecia (es decir los demás países de la zona euro) que hicieran “compromisos” con respecto al endeudamiento de Grecia. En otras palabras, que renuncien a parte de lo que Grecia debe pagarles.[36]
¿Estas groseras injerencias no demuestran que los estadounidenses quieren a toda costa que sobreviva el euro?
De ahí se extrae la siguiente conclusión: contrariamente a lo que afirman algunos, la UE no es un proyecto imperialista “con capital en Berlín” ni el euro es un “instrumento” al servicio del imperialismo alemán. Es cierto que Alemania tiene mucho poder de influencia en el seno de la UE, y que el euro se creó utilizando el marco alemán como moneda de referencia. Pero las élites financieras alemanas son las primeras en saber que el euro no funciona ni puede funcionar. ¿Entonces qué es lo que ocurre? Ocurre lo siguiente:
1. Los alemanes no quieren el euro, pero están subordinados a Washington, que les impone mantenerlo a salvo,
2. Los alemanes se ven así forzados a refinanciar a Estados en crisis como Grecia, y quien paga manda,
3. Y como los dirigentes alemanes no son precisamente adalides del keynesianismo ni de la planificación soviética, imponen a los Estados rescatados duras medidas de austeridad para asegurarse de que el dinero prestado es gastado con “responsabilidad”,
4. Con esto no pretendo que se disculpe a los dirigentes alemanes. Pero me parece injusto que en la conciencia colectiva de los pueblos del sur de Europa se contribuya a fomentar la germanofobia, cuando a quien habría que señalar en primer lugar es a los Estados Unidos, que son los que obligan a Alemania a mantener en vida a una moneda que no puede funcionar y que está destinada a estallar.
Ahora la gran pregunta es: ¿por qué los Estados Unidos quieren salvar el euro?
Lo hacen por tres motivos.
1) El primero motivo es porque los mercados financieros a un lado y otro del Atlántico están muy estrechamente ligados. Cualquier revés en Europa amenaza con destruir el crecimiento frágil de los Estados Unidos. Por ello el gobierno de los Estados Unidos quiere salvar los intereses del gran capital financiero estadounidense, y en particular de los fondos de inversión. En un coloquio titulado “¿Hay una vida después del euro?” organizado en 2013, el economista francés Olivier Berruyer dijo:
“Una última palabra sobre los Estados Unidos, porque hemos hablado de ellos. Está claro que los ministros y presidentes estadounidenses presionan mucho para mantener el euro, porque detrás de eso hay un castillo de naipes… Después, no sé si esto se debe a una visión según la cual el derrumbe del castillo de naipes conllevaría el fin de la construcción europea, pero de lo que estoy seguro, es que si no hay euro, no hay Goldman Sachs, no hay Bank of America, no hay Citigroup, etc., y cuando sabemos quiénes dirigen a los Estados Unidos, comprendemos por qué existen tales presiones…
Si el euro cae, por decirlo de manera sencilla, se derrumban rápidamente los mercados financieros y por lo tanto se derrumban rápidamente los principales bancos del planeta, generándose con ello graves problemas de solvencia y de imposibilidad de pagar las deudas públicas. En realidad, estamos en una fase de riesgo sistémico, que está muy bien descrita…  Incluso en el G-20, cuando se ocupan de ello, hacen una lista de los 28 bancos sistémicos mundiales. Se hace una lista, y se dice: ‘si uno de estos bancos quiebra, quiebran todos los demás y arrastran todo consigo’: BNP, Société Générale, etc.
¿Y qué hacen ante esta situación? Pues prácticamente nada, dicen: ‘tal vez haría falta un mayor control, tal vez haría falta aumentar el capital.’ Sencillamente, aceptan que haya estructuras en el planeta que pueden arrastrar la quiebra del sistema financiero y bancario mundial. Y probablemente el euro tiende a arrastrar este elemento sistémico y a hacer que se caiga el sector financiero. Y sabemos quienes dirigen a los Estados Unidos.”[37]
2) El segundo motivo es que en el momento de la crisis del euro la UE era el socio comercial más importante de los Estados Unidos, y era su segundo mercado de exportación. Los Estados Unidos quieren un euro fuerte porque sacan ventaja de la debilidad relativa del dólar con respecto a la moneda europea, cosa que fue denunciada por el presidente del grupo EADS (fabricante de Airbus) Louis Gallois, como una “ventaja competitiva” que cifraba en una pérdida de “3000 millones de euros de resultado anual en tres años”[38]. Una vez que se comprende esto, se entienden mucho mejor las palabras del ex-primer ministro chino Wen Jiabao durante su visita a Grecia en 2010, cuando dijo que China “apoya un euro estable”[39]. Y es que a diferencia de otros, los chinos defienden sus propios intereses.
Doug Elliot, del think tank estadounidense Brookings Institute, decía en 2012 que “si Europa implosiona, la economía americana caerá en una nueva recesión, y hay un 100% de posibilidades de que Obama pierda las elecciones.”[40] Justo después de sufrir la crisis de las hipotecas subprime de 2008, el interés del gobierno estadounidense era hacer crecer las exportaciones de manera a crear empleos. Esto sólo podía conseguirlo con un euro fuerte. Y allí reside la raíz de los problemas que nos genera el euro.
3) Y el tercer motivo (y yo creo que el principal) es de naturaleza estrictamente geopolítica. Los imperialistas estadounidenses saben que el euro es el candado que permite mantener atado el proyecto de construcción europea, porque han comprendido muy bien, al igual que lo habían comprendido los nazis, que un elemento constitutivo básico de un Estado-nación –y el objetivo final de la construcción europea es construir un Estado-nación a escala europea– es una moneda nacional. Al estar la adopción de la moneda común intrínsecamente ligada a la propia construcción europea (aunque el proceso de adopción del euro ya hace aguas en Suecia, República Checa, Hungría, Bulgaria, etc., por no hablar de Chipre, que técnicamente ya no está en la eurozona), si el euro empieza a desagregarse, es todo el castillo de naipes de la construcción europea lo que se puede venir abajo. Los imperialistas estadounidenses harán lo posible para evitarlo.
[1] ¿Quién gobierna Francia y Europa? Conferencia en línea de François Asselineau, 8 de enero de 2013 https://www.youtube.com/watch?v=SWKBp32IFmk&t=3017s (min. 19.20)
[2] The German-American Alliance for the 21st Century Joint Statement, 27 de febrero de 2004 https://2001-2009.state.gov/p/eur/rls/prsrl/30072.htm
[3] Bush and Merkel Hail New Chapter in US-German Relations, Deutsche Welle, 13 de enero de 2006
[4] Observatoire de l’Europe Industrielle, Europe Inc. Liaisons dangereuses et milieux d’affaires européens, Agone éditeur, Marsella, 2000, citado en Henri Houben, Les étapes de la construction européenne : vers un Etat européen ?, Etudes Marxistes nº57, Bruselas, 2001.
[5] Véase el caso del Banco de Pagos Internacionales (BPI), que había mencionado en mi anterior artículo, primer club de Bancos Centrales del mundo, en el cual estaba comprometido el capital estadounidense, y que había tenido un papel clave en la financiación del nazismo.
[6] Henri Houben, op. cit.
[7] Henri Houben, op. cit.
[8] Keith Richardson, Big Business and the European Agenda, Sussex European Institute, Working Papers, nº35, septiembre de 2000, citado en Henri Houben, op. cit.
[9] Citado en Keith Richardson, op. cit.
[10] Según el periodista belga Michel Collon, fue precisamente para impedir esta independencia de Europa que los Estados Unidos intervinieron en la guerra de los Balcanes de 1991-1995.
[11] Henri Houben, Le nouvel objectif majeur de l’Union Européenne : le processus de Lisbonne, Etudes Marxistes nº65, 2004.
[12] Henri Houben, Les étapes de la construction européenne : vers un Etat européen?
[13] ibíd.
[14] Porque no es una moneda única, el euro va a explotar http://ladialectika.com/actualidad/internacional/2017/11/12/no-una-moneda-unica-euro-va-explotar/
[15] L’express, Helmut Kohl : ‘S’il y avait eu un referendum sur l’introduction de l’euro, je l’aurais perdu à 7 contre 3’, 11 de abril de 2013.
[16] Henri Houben, op. cit.
[17] Le Monde,  « Guerre fantôme : la vente d’Alstom à General Electric », 25 de septiembre de 2017.
[18] Por eso, cuando en un artículo infame la euro-trotskista Marina Albiol afirma que “nuestros problemas no se solucionarían con una vuelta al Estado nación (¿acaso han desaparecido los Estados-naciones?), sino acabando con un sistema que nos explota tanto en el conjunto de Europa”, ella de momento está consintiendo al saqueo de la industria pública en la UE. http://ctxt.es/es/20170322/Firmas/11778/UE-desigualdad-economia-tratado-de-roma-marina-albiol.htm
[19] Mondialisme.org, L’affaire Arcelor/Mittal et la centralisation du capital, 5 de abril de 2006.
[20] https://www.youtube.com/watch?v=_MUBLRZahc0  (min. 30.25)
[21] Marina Albiol, ¿Recuperar soberanía nacional o conquistar soberanía popular?, 24 de marzo de 2017
http://ctxt.es/es/20170322/Firmas/11778/UE-desigualdad-economia-tratado-de-roma-marina-albiol.htm
[22] Upr.fr, L’affaire des perturbateurs endocriniens prouve encore une fois que ce sont les États qui peuvent protéger les peuples et que c’est l’Europe qui les menace, 4 de julio de 2017. https://www.upr.fr/actualite/france/laffaire-perturbateurs-endocriniens-prouve-nouvelle-etats-protegent-peuples-leurope-menace
[23] Se trata de la directiva que permite que un trabajador de un país de la UE pueda migrar hacia otro país de la UE y cobrar el salario mínimo del país en cuestión (hasta aquí, nada que objetar), con la salvedad de que el empresario pagará las cargas sociales del país de origen. Así, por ejemplo, en países como Francia, Bélgica o Austria, donde las cargas sociales son de las más altas, un empresario con pocos escrúpulos puede encontrar fácilmente mano de obra mucho más barata al poder contratar trabajadores pagando las cargas sociales de países como Polonia o Bulgaria, que son mucho más bajas.
[24] Pour Emmanuel Macron, la directive sur les travailleurs détachés est une « trahison de l’esprit européen », Le Monde, 23 de agosto de 2017.
[25] Le Figaro, Macron repart d’Europe de l’Est avec l’espoir d’un accord, 25 de agosto de 2017
[26] Travailleurs détachés : Macron déclenche une crise diplomatique avec la Pologne, Le Monde, 25 de agosto de 2017.
[27] Polonia pide respeto a Macron y le recomienda que se ocupe de su propio país, La Vanguardia, 25 de agosto de 2017.
[28] La Tribune, Quand le trésor américain rappelle les européens à l’ordre, 16 de septiembre de 2011.
[29] The New York Times, Obama Urges European Solution to Debt Crisis, 3 de noviembre de 2011.
[30] The New York Times, At Euro Talks, a Calm Arm-Twister From the U.S., 26 de enero de 2012.
[31] The Guardian, Germany isolated over euro crisis plan at G8 meeting in Camp David, 19 de mayo de 2012.
[32] Le Figaro, Zone euro: la crise s’aggrave, Obama s’inquiète, 31 de mayo de 2012
[33] Le Journal du Dimanche, Zone euro : Obama appelle Cameron, Monti, Merkel…, 6 de junio de 2012.
[34] Der Spiegel, US-Finanzminister Geithner bei Schäuble: Heimgesucht auf Sylt, 30 de julio de 2017
[35] Jacob Lew Urges Swift Resolution to Greece Bailout Standoff, The Wall Street Journal, 29 de mayo de 2015.
[36] U.S presses greece on economic overhauls ahead of debt talks, The Wall Street Journal, 21 de julio de 2015.
[37] https://www.youtube.com/watch?v=Uwi0UfUbHC0 (min 1.43.03)
[38] Le Figaro, Le recul de l’euro menace la reprise américaine, 7 de mayo de 2010. Por cierto, cuando los dirigentes chinos se presentan como “adalides de la globalización” frente al “aislacionismo de Trump”, hay que interpretar estas palabras de la misma manera. Ellos han comprendido cuáles son sus intereses. ¿Cómo podrían oponerse a algo que les beneficia profundamente? ¿Deberían renunciar al desarrollo tecnológico en aras del “internacionalismo proletario”?
[39] ABC, El primer ministro chino se aventura en decir que Grecia sale de la crisis, 4 de octubre de 2010.
[40] Slate.fr, La réelection d’Obama dépend de la crise de l’euro, 4 de agosto de 2012
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La Unión Europea: una estratagema china al servicio de los Estados Unidos (I)


ojosparalapaz.com

La Unión Europea: una estratagema china al servicio de los Estados Unidos (I)



“Francia no lo sabe, pero estamos en guerra con América. Sí, es una guerra permanente, una guerra vital, una guerra económica, una guerra sin muertos… aparentemente. Sí, los americanos son muy duros, Son voraces, quieren un poder total sobre el mundo… Es una guerra desconocida, una guerra permanente, una guerra sin muertos aparentemente, y no obstante es una guerra a muerte.”
(François Mitterrand, pocos meses antes de morir, en Georges-Marc Benamou, Le dernier Mitterrand, 1997, Ed. Plon-Omnibus)
En un artículo anterior[1] tuve la ocasión de demostrar que los Estados Unidos han estado pilotando la construcción europea desde la firma del Tratado de Roma en 1957 hasta el momento actual[2]. Demostré con fuentes irrefutables (extraídas de documentos desclasificados del Departamento de Estado) que los Estados Unidos habían estado detrás de la creación del mercado común, de la moneda común, y que habían inspirado la idea de un parlamento europeo, de una constitución europea, etc. (ideas que en un primer momento habían sido de origen nazi, los imperialistas estadounidenses ocupándose después de reciclarlas en interés propio) Para ello, habían contado con una serie de “agentes de influencia” colocados en las grandes instancias de decisión de la llamada Comunidad Económica Europea (CEE): “padres fundadores” de Europa como Jean Monnet y Robert Schuman; Walter Hallstein, el antiguo ministro nazi que después fue presidente de la primera Comisión europea; o Paul-Henri Spaak, primer ministro belga y presidente del Movimiento Europeo[3], financiado en gran parte por la CIA a través del American Committee on United Europe, entre otros ejemplos.
Lo ignoraba en el momento de escribir aquel artículo, pero desde su publicación pude descubrir que mi tesis había sido confirmada en 2013 en un programa de la televisión francesa por Marie-France Garaud, ex-política que había sido muy próxima a Chirac (cuando éste era “gaullista”) y que entre 1969 y 1974 había sido ni más ni menos que asesora del presidente Georges Pompidou (y sin que ello genere el menor revuelo o comentario en los medios de comunicación):
“Los Estados Unidos habían querido organizar en Europa una especie de contrafuego frente a la Unión Soviética. Los americanos, que habían organizado redes de influencia para difundir esta política, consideraron, naturalmente, e inspirándose en el Tratado de Westfalia y en la situación de Europa antaño, que las naciones en Europa significan la guerra, y que por lo tanto había que suprimir los Estados y las naciones soberanos. ¡Esto se dijo expresamente! Lo dijo Bush, y lo dijo… Monnet, que portaba el mensaje europeo. Estaba convencido de ello, de hecho era un agente americano (incluso sabemos por cuánto fue remunerado, porque ha sido desclasificado), pero estaba convencido.
Por lo tanto, un día dijo: ‘la paz no renacerá en Europa si las naciones se reconstituyen a partir de la soberanía, hace falta que los pueblos formen una federación con un pilar económico común.’ En otras palabras, lo que los americanos desean es una Europa económica, ¡pero no política! ¡Jamás tuvieron la idea de una Europa política! Y de hecho, lo que vemos ocurrir ante nuestros ojos es la plasmación de este pensamiento.”[4]
Para quien tenga un mínimo de intuición política es evidente que las afirmaciones de Garaud son coherentes: el objetivo de los Estados Unidos era constituir un gran bloque geopolítico bajo su dominación, que sirva de contrapeso a la Europa bajo influencia soviética. Y es indudable que, con este mismo propósito, contaron con la colaboración entusiasta de las grandes burguesías de Europa Occidental.
No obstante, uno puede preguntarse de manera legítima por qué razón los Estados Unidos tendrían interés en seguir pilotando la construcción europea después de desaparecido el campo socialista. ¿Cuál es el interés de los Estados Unidos en que sobreviva el euro? ¿No dicen algunos analistas marxistas que la UE es un proyecto imperialista para hacer de contrapeso a los Estados Unidos y competir con los monopolios estadounidenses? ¿Cómo podrían entonces los Estados Unidos apoyar algo que supuestamente va a en contra de sus intereses?
En mi anterior artículo ya había explicado que esto es efectivamente así, citando los ejemplos de George Bush animando a la entrada de países miembros de la OTAN en la UE, las declaraciones de Condoleeza Rice a favor de la llamada Constitución europea o las palabras de Bill Clinton a favor de la entrada de Turquía en la UE. Por lo tanto, el objeto de este artículo no es tanto demostrar que los Estados Unidos están a favor de la construcción europea, sino más bien dar a comprender por qué lo están.

Matemáticamente, la Unión Europea es irreformable

Para poder tener una mejor comprensión de cómo la propia existencia de la UE sirve a los intereses del imperialismo estadounidense, es preciso explicar de qué manera los tecnócratas al servicio del imperialismo euro-atlantista y del gran capital financiero e industrial se las han arreglado para blindar la construcción europea, de tal manera que no pueda haber “otra Europa”.
En España, la izquierda que con buen criterio ha comprendido que la UE es irreformable y que por lo tanto es preciso salir de la UE para acariciar toda posibilidad de transformación social, sigue siendo una minoría. No obstante, para explicar esto al ciudadano de a pie, se suele recurrir a argumentaciones poco comprensibles, aludiendo directa o indirectamente a la teoría marxista sobre el Estado, es decir a la imposibilidad de transformar desde dentro las estructuras de poder de la UE en beneficio de las clases trabajadoras, puesto que ésta no es su naturaleza de clase.
Esta izquierda tiene razón, pero en mi opinión es querer buscarle tres pies al gato. Yo propongo explicar que no es posible “otra Europa” de una manera mucho más sencilla y más comprensible para cualquier persona. Lo que hace imposible cambiar la UE es el artículo 48 del Tratado sobre la Unión Europea, que recomiendo leer detenidamente. Se trata del artículo que habla de los procedimientos de revisión de los tratados europeos, que se dividen entre procedimientos “ordinarios” y “simplificados”.
Para los procedimientos de modificación llamados “ordinarios”, el apartado 4 del artículo 48 dice:
“El Presidente del Consejo convocará una Conferencia de representantes de los Gobiernos de los Estados miembros con el fin de que se aprueben de común acuerdo las modificaciones que deban introducirse en los Tratados. Las modificaciones entrarán en vigor después de haber sido ratificadas por todos los Estados miembros de conformidad con sus respectivas normas constitucionales.”
Y para los procedimientos de modificación llamados “simplificados”, el apartado 6 dice:
“El Consejo Europeo se pronunciará por unanimidad previa consulta al Parlamento Europeo y a la Comisión, así como al Banco Central Europeo en el caso de modificaciones institucionales en el ámbito monetario. Dicha decisión sólo entrará en vigor una vez que haya sido aprobada por los Estados miembros, de conformidad con sus respectivas normas constitucionales.”
¿En qué se traduce esto en la práctica? En que es imposible la revisión de los tratados europeos, y por lo tanto obtener “otra Europa”, por un simple problema matemático. Aunque parezca evidente para muchos, lo voy a ilustrar con una serie de ejemplos.
Ejemplo 1: un único Estado soberano
Cojamos primero un caso hipotético en el que tenemos un único Estados independiente y soberano, es decir, precisamente lo que no ocurre con los países miembros de la UE. Para una mayor simplicidad, haremos abstracción del carácter de clase del estado, de la posible dominación que pueda ejercer otra potencia sobre este país, o de posibles coyunturas que impidiesen llevar a cabo las políticas deseadas por el gobierno (tales como una situación de guerra, una crisis financiera repentina, una crisis climatológica, etc.) Haremos abstracción de estas coyunturas para imaginar que tenemos un país plenamente soberano.
En este caso, la política de este país es siempre coherente: si los electores de ese país eligen un gobierno de izquierdas, tendrán una política de izquierdas, y si eligen a un gobierno de derechas tendrán una política de derechas. Si cogemos por ejemplo un país relativamente soberano, al no estar dentro de la UE ni de la OTAN, como es Suiza, la situación es a grosso modo la que sigue: si los ciudadanos eligen mayoritariamente al Partido Socialista suizo, tendrán una política de izquierdas, y si eligen mayoritariamente al Partido Demócrata Cristiano tendrán una política de derechas. No hay, por decirlo así, la sensación de que la democracia ha sido robada por instancias externas a Suiza.
En términos matemáticos, la probabilidad de tener una política coherente de izquierdas o coherente de derechas se expresa de esta manera (0.5)0 = 1. Es decir, es una probabilidad del 100%.
Ejemplo 2: dos Estados que deben adoptar una política común
Imaginemos ahora que tenemos dos Estados cuyos gobiernos deben sentarse en la mesa para adoptar una política común. En principio, esto sólo es posible si en ambos países hay gobiernos con el mismo color político. Debido a que está moda hablar del mito (jamás verificado en la realidad) del “dúo franco-alemán”, voy a coger los ejemplos de Francia y Alemania, dos países miembros de la UE.
Aquí la probabilidad de tener una coherencia política entre ambos Estados es menor. Pongamos por ejemplo que en Francia la “izquierda” es el PS y la derecha es LR-Los Republicanos, y que respectivamente en Alemania son SPD y CDU. Nótese que se trata de una simplificación extrema, pues en este ejemplo sólo existe una dicotomía izquierda/derecha.
Existen las siguientes combinaciones posibles:
  1. Francia: PS, Alemania: CDU. Incoherencia “izquierda-derecha”.
  2. Francia: PS, Alemania: SPD: Coherencia “de izquierdas”.
  3. Francia: LR, Alemania: SPD. Incoherencia “derecha-izquierda”.
  4. Francia: LR, Alemania: CDU. Coherencia “de derechas”.
Es decir, sobre cuatro combinaciones posibles, hay dos casos en los que hay coherencia, y en los que por lo tanto puede haber gobiernos que se pongan de acuerdo sobre una política común. En términos matemáticos, la probabilidad de que haya coherencia se expresa de la siguiente manera: (0.5)1 = 0.5, es decir un 50%.
Ejemplo 3: tres Estados que deben adoptar una política común
Si ahora son tres los Estados cuyos gobiernos deben adoptar una política común, las cosas se complican seriamente, y se irán complicando cada vez más a medida que lleguemos a 27 Estados, que es la situación actual en la UE (ya no incluyo al Reino Unido, que habrá finalizado su salida de la UE en marzo de 2019).
Imaginemos que los tres Estados en cuestión son Francia, Alemania y España. Vamos a situarnos en un caso hipotético, imaginando que la “izquierda” es el PSOE y que la derecha es el PP. Las posibles combinaciones son las siguientes:
  1. Francia: PS, Alemania: CDU, España: PP. Incoherencia “izquierda-derecha-derecha”.
  2. Francia: PS, Alemania: CDU, España: PSOE. Incoherencia “izquierda-derecha-izquierda”.
  3. Francia: PS, Alemania: SPD, España: PP. Incoherencia “izquierda-izquierda-derecha”.
  4. Francia: PS, Alemania: SPD, España: PSOE. Coherencia de izquierdas.
  5. Francia: LR, Alemania, CDU, España: PP. Coherencia de derechas.
  6. Francia: LR, Alemania CDU, España: PSOE. Incoherencia “derecha-derecha-izquierda”.
  7. Francia: LR, Alemania: SPD, España: PSOE. Incoherencia “derecha-izquierda-derecha”.
  8. Francia: LR, Alemania: SPD, España: PSOE. Incoherencia “derecha-izquierda-izquierda”.
En este ejemplo, hay ocho combinaciones posibles, pero sólo hay dos que representen una coherencia total que permita que los tres Estados puedan tener una política común. En términos matemáticos, la probabilidad de haya coherencia total se expresa así: (0,5)2 = 0,25, es decir un 25% de probabilidades.
Ejemplo 4: 27 Estados que deben adoptar una política común
Si el lector ha comprendido hacia donde quiero ir con estos cálculos, ya habrá podido anticipar que es matemáticamente imposible toda reforma de los tratados europeos y por lo tanto del propio funcionamiento de la UE, pues hace falta la unanimidad de los 27 Estados para ello.
Y lo cosa no se detiene aquí, pues a ello se añade la necesidad de contar con la unanimidad de los respectivos parlamentos nacionales, que deben ratificar la decisión de los gobiernos nacionales, excepto en el caso de Irlanda, donde la ratificación pasa por un referéndum. Es decir, para modificar los tratados europeos y conseguir la “otra Europa” deseada por la izquierda alter-europeísta, hacen falta 27 x 2 = 54 acuerdos.
Haciendo abstracción de la necesidad de obtener el acuerdo de cada parlamento nacional, en términos matemáticos la probabilidad de tener una política coherente entre todos los Estados se resume en la siguiente fórmula: (0.5)N – 1, en la que “n” es el número de países miembros de la UE.
Nótese que se trata de un cálculo extremadamente favorable para las tesis europeístas, puesto que postula:
a) Que las opciones políticas en cada país son binarias, es decir que solamente existe la división izquierda/derecha, haciendo abstracción de otros matices políticos como ecologistas, centro, extrema-derecha, izquierda “radical”, partidos comunistas, etc.
b) Que “izquierdas” y “derechas” sean las mismas en todos los países y tengan programas compatibles entre ellos, cosa que está lejos de suceder. Por ejemplo me es difícil imaginar que la socialdemocracia sueca, portuguesa o francesa sea la misma que la socialdemocracia alemana de las reformas “Hartz IV”, con sus mini-jobs pagados 1 o 2 euros/hora.
c) Que no existen intereses nacionales diferentes entre uno y otro estado, cosa que evidentemente es falsa. El Reino Unido, antes del Brexit, no tenía ningún sector textil en la industria, mientras que países como España o Francia tenían un sector textil que se colocaba en competencia con los salarios chinos. ¿Tenían estos país los mismos intereses en el marco de las negociaciones entre el representante de la UE y China en las reuniones de la OMC? No, y a cambio de textiles baratos, el Reino Unido consiguió prebendas interesantes en China (notablemente la introducción de sus compañías de seguros). No creo que el “internacionalismo proletario” consiga que se haga caso omiso de estas cuestiones.
d) Que existe un sentimiento natural de solidaridad entre los pueblos europeos. No estoy seguro de que los habitantes de Finlandia o Alemania acepten gustosamente financiar a otros Estados deficitarios con los que no tienen ningún lazo histórico o cultural.
Pero aun haciendo abstracción de estos factores, cuando aplicamos el cálculo económico a la realidad concreta, llegamos a la conclusión de que las promesas acerca de “otra Europa”, una “Europa social”, o incluso una Europa “que ponga a las clases populares en el centro de las decisiones”, como dice la euro-trotskista Marina Albiol, son sencillamente risibles. Veamos:
Cuando existía la Europa de las seis naciones, entre 1957 y 1972, la probabilidad de que hubiese una política coherente era de (0.5)5 = 0.031, es decir 3.1%, lo que equivale aproximadamente a tres años sobre un siglo. Esto ya lo había percibido perfectamente en 1962 el general Charles de Gaulle, gran opositor en aquella época a la construcción europea.
En la actualidad, en la Europa de los 27 Estados (recordemos que no incluyo al Reino Unido), la probabilidad de tener una política coherente es de (0.5)26 = 1,49 x 10-8, es decir 0,000.000.015.901%. Lo que equivale a aproximadamente a medio día cada 100.000 años.
Así se explica que en 1979, el lema de campaña del PS francés para las primeras elecciones europeas fuera “Cambiar Europa, vivir en el país”

…y que 30 años después, el lema de campaña del PS seguía siendo “cambiar Europa”:

Cuando la socialdemocracia europeísta y demás europeístas (ya sean “pro” o “alter” europeístas) no consiguen lo que afirman querer conseguir desde 1979, lo mínimo es preguntarse el porqué. Hay un proverbio chino que dice “es dormir toda la vida el creer a tus propios sueños”.
Siendo realistas, los políticos de la socialdemocracia, por no hablar de ciertas personalidades de la izquierda supuestamente radical o “alternativa”, saben perfectamente lo que vengo de exponer, pero cuentan con la facilidad de sembrar ilusiones reformistas para seguir engañando a los trabajadores y asegurarse de que no peligre la continuación de la construcción europea.
Por otra parte es indudable que existen representantes de la izquierda que obran con honestidad, pero por una cuestión de democratismo infantil siguen afirmando que es necesaria y posible “otra Europa”. ¿No cree el lector que tendrían que plantearse por qué no ha sido posible “otra Europa” desde hace ya 60 años? Decía Albert Einstein que la locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados.
Y si el cálculo que acabo de exponer, lo hago aplicable a otras corrientes políticas, como por ejemplo ciertas corrientes de la izquierda “radical” o “alternativa” que apuestan por “otra Europa”, podemos reírnos aún más. Imaginemos que el Sr. Pablo Iglesias o el Sr. Mélenchon han llegado a ser presidente del gobierno y presidente de la república en sus respectivos países. Una posibilidad que no es del todo descartable pero, como acabamos de ver, para obtener la “otra Europa” que tanto desean necesitarían tener el acuerdo de otros 26 países, y por lo tanto haría falta que en cada uno de estos 26 países hubiese un gobierno con un color político más o menos homologable a Francia Insumisa, Podemos-IU, Syriza, etc.
Podríamos proponer, siendo extremadamente generosos, que en cada país de la UE hay un 15% de probabilidades de que un partido de este tipo llegue al poder mediante las urnas. En realidad la probabilidad de que Podemos-IU o Francia Insumisa gane las elecciones en sus respectivos países es mayor (de hecho las posibilidades de que Mélenchon gane las presidenciales en 2022 van a aumentar fuertemente gracias a la gestión catastrófica de Macron), pero lo que propongo es un hipotético porcentaje medio para los 27 países, que de hecho ya es una cifra extremadamente generosa (de hecho, en el momento actual esta posibilidad es nula en países reaccionarios o filo-nazis como Polonia, Estonia o Letonia). Pues bien, la probabilidad de obtener esta “otra Europa” que desean los Iglesias, los Mélenchon o los Raoul Hedebouw del Partido del Trabajo de Bélgica[5], sería entonces de (0,15)26 = 3,79 x 10-22, es decir 0,000.000.000.000.000.000.000.379%. Lo cual equivale más o menos a 1,2 segundos por cada trillón de años. Y luego nos dicen sin pestañear que van a modificar los tratados si son elegidos.
Estos son los distintos colores políticos que llegaron a la cabeza de cada país en las elecciones europeas de 2014. Es evidente que jamás podrá haber el mismo color político en 27 países al mismo tiempo. Y ello haciendo abstracción de los diferentes intereses nacionales, que también existen. Este planteamiento utópico recuerda al de la “revolución permanente” de Trotsky, ante lo cual Lenin opuso el “socialismo en un solo país”. Consecuentemente con el principio de basarnos en la realidad, yo propongo la “salida de la UE en un solo país”.

La UE sólo puede ser una dictadura: la estratagema de las cadenas

Como dije anteriormente, el objeto de este trabajo es responder las preguntas: ¿Cuál es el interés de los Estados Unidos en promover la construcción europea? ¿De qué manera puede servir a sus intereses?
Para  responder a esta pregunta hace falta referirse a una de las estratagemas chinas citadas en el manual de guerra de origen chino Las 36 estratagemas, que fue escrito por un autor anónimo bajo la dinastía Ming en el siglo XV. Se trata de una recopilación de estrategias de guerra elaboradas en China a lo largo de varios milenios. La estratagema que nos interesa es la nº35, llamada Lián huán jì, conocida como la estratagema de las cadenas. Esta estratagema consiste en empujar al enemigo a trabarse a sí mismo con cadenas absurdas y auto-bloqueantes de manera a que se le retire toda movilidad estratégica y táctica, impidiéndole así poder defenderse.
Para explicar qué tiene que ver esto con la UE, vamos a utilizar la siguiente metáfora. Comparemos un estado soberano e independiente con una casa rural. En este caso, el propietario de la casa es dueño y señor en su casa. Si quiere volver a pintar las ventanas, cambiar el tejado o la puerta, o cambiar el color de las paredes, puede hacerlo en la medida en que tenga el dinero para ello. En este ejemplo, hace lo que quiere, cuando quiere. Esto es una simplificación, porque se hace abstracción de las contradicciones de clase en un país capitalista dado y del carácter de clase del Estado. Pero para una mayor comprensión, haremos abstracción de estas cuestiones, porque veremos a continuación, lo que ocurre con la UE es en realidad mucho más problemático que el carácter de clase de tal o cual Estado.
Sigamos. Con la Europa de las seis naciones a partir de 1957, ya no tenemos una única casa rural sino un apartamento en el seno de una copropiedad de seis apartamentos en una localidad turística. Aquí el propietario del apartamento ya no podrá hacer lo que quiera porque habrá una soberanía compartida: podrá cambiar por ejemplo el color de las paredes en su propia casa, pero por ejemplo ya no podrá cambiar las contraventanas ni el tejado, ni cambiar el color del hueco de la escalera porque en este caso le hará falta la autorización de los demás copropietarios. Y sabiendo que es muy difícil que los seres humanos se pongan de acuerdo entre ellos (ya lo es para elegir un color, entonces no digamos ya a escala de Estados sobre cuestiones como formar parte o no de la Alianza atlántica) para zanjar los conflictos entre los distintos vecinos hará falta un presidente de la comunidad de vecinos.
Pero si ahora tenemos una copropiedad de 27 pisos, el dueño del piso ya no decide de nada: es imposible que los 27 dueños se pongan de acuerdo sobre cualquier asunto, y de hecho la mayoría ni se conocen (ya me dirán que relación histórica o cultural tienen España o Portugal con un país como Eslovaquia o Finlandia, o con los estonios o los letones que rehabilitan a las Waffen-SS). En estas condiciones, el presidente de la comunidad de vecinos decide de todo. Esto es lo que está ocurriendo con la UE, siendo el presidente de la comunidad de vecinos la Comisión europea.
Por ello, la UE no puede ser otra cosa que una dictadura. Más aun sabiendo que los tratados europeos sólo se pueden cambiar por unanimidad (las directivas se pueden modificar por mayoría cualificada de países miembros en reunión del Consejo de la Unión Europea, pero esto no permite modificar los tratados de los que emanan las propias directivas). Recordemos que el significado etimológico de democracia es “poder del pueblo”, es decir démos (δῆμος) y krátos (κράτος). Para que haya democracia, hace falta que haya un pueblo. Pero no existe un pueblo europeo, contrariamente a lo que quieren hacer creer los europeístas. Por lo tanto es imposible que haya una política común que pueda satisfacer a todos. Además, las instancias dirigentes de la UE siempre puede apoyarse en uno o varios pueblos para imponer a otros una política que no quieren.
En 1992 el euro-escéptico Philippe Séguin, hombre que se reclamaba del “gaullismo social”, y por el cual siento una cierta admiración, hacía mostrado tener una enorme capacidad de previsión por la lucidez de sus análisis, al anticipar lo que acabo de exponer. Séguin no cuestionaba en sí la construcción europea desde 1957, pero se había dado cuenta de que la UE maastrichtiana no podría ser democrática, y ello no solamente a razón de la divergencia de intereses entre los (entonces) 12 países miembros, sino también porque el propio factor nacional lo hacía imposible. En un debate televisado sobre el referéndum de 1992 para ratificar el tratado de Maastricht, en el que se enfrentó al presidente francés François Mitterrand, partidario del “sí”, Séguin dijo:
“En esta campaña se ha citado mucho al general De Gaulle. Así que no hay motivo por el cual no debería hacerlo yo mismo. Él decía: ‘Para mí, la democracia es inseparable de la soberanía nacional’. ¿Qué quería decir con esto? Que la democracia es la aceptación por una minoría de la ley de la mayoría. Y eso no es poca cosa, usted ha conocido esta situación, señor presidente, yo la estoy conociendo en este momento
“Señor presidente, creo en la posibilidad de que un francés del norte acepte estar en minoría frente a una coalición de francés del este, del oeste, del sur, porque juntos tienen un sentimiento muy fuerte de pertenencia común. No estoy seguro, señor presidente, de que en el estado actual de las cosas, mientras una mayoría o minoría de franceses acepte o rechace tal o cual cosa, una mayoría de otros países pueda imponérselo.”[6]
Y en un discurso, verdaderamente magnífico, pronunciado en la Asamblea Nacional el 5 de mayo de 1992 en oposición al proyecto de ley constitucional previo a la ratificación del Tratado de Maastricht, Séguin dijo:
“¿Qué quieren que apoyemos en lugar de lo que se quiere eliminar? ¿A qué quieren que nos unamos cuando se haya obtenido de nosotros una renuncia nacional? ¿Sobre qué vamos a fundar este gobierno de Europa al que quieren someternos? ¿Sobre la conciencia europea? Es cierto, esta conciencia existe; incluso existe de alguna manera la civilización europea, en el confluente de la voluntad prometeica, la cristiandad y la libertad del espíritu.
Por supuesto, los europeos tenemos un patrimonio y todo tipo de similitudes, pero esto no basta para construir un Estado. Si existe una conciencia europea, es un poco como existe una conciencia universal; es algo que releva del concepto, y no tiene que ver con el alma del pueblo ni con la solidaridad carnal de la nación. La nación francesa es una experiencia multisecular; la conciencia europea es una idea, que de hecho no se detiene en las fronteras de la Comunidad. Y no se construye un Estado legítimo sobre una idea abstracta, aún menos sobre una voluntad tecnocrática.
Así, el Estado federal europeo carecería de fundamento real y de justificación profunda. Sería un Estado arbitrario y lejano en el que no se reconocería ningún pueblo.”
En un discurso magnífico en la Asamblea Nacional francesa en 1992, el gaullista Philippe Séguin había vaticinado que la UE no podía ser otra cosa que una dictadura, al no existir ningún “pueblo europeo”
También me gustaría citar al ex-funcionario del BCE Vincent Brousseau, responsable de cuestiones monetarias del partido Unión Popular Republicana, que hace unos 15 años era un europeísta convencido, pero que ahora se ha desengañado:
“…es una utopía, porque no hay pueblo europeo. Una cosa que comprendí, es que el pueblo francés se define por referencias en común que tiene en la mente, que pueden ser de naturalezas muy diferentes: lingüísticas, culturales, el hecho de que haya visto las mismas cosas en la televisión, el hecho de que haya aprendido las mismas cosas en el colegio, que haya participado a ciertos debates que no tienen equivalente en Italia o Bélgica, etc. Y lo mismo vale para los demás países. Por lo tanto, el hecho de ser un pueblo significa básicamente ser una comunidad mental. Y los demás pueblos son otras comunidades mentales, pero no tienen mucho en común. Con los alemanes, nuestros puntos en común son esencialmente referencias anglo-sajonas. Es decir, ni francesas ni alemanas. Creo que esto es un poco superficial para ser el pilar del surgimiento de un nuevo pueblo.”[7]
Ahora bien, si la Comisión europea es el equivalente del presidente de la “comunidad de vecinos” en primera instancia, lo que pretende desarrollar este artículo es que, en última instancia, son los Estados Unidos de América quienes desempeñan este papel de presidente, o como decía Charles de Gaulle, el papel de “federador exterior”.

Los Estados Unidos, el “federador exterior”

En mi anterior artículo había citado un extracto de la famosa  conferencia de prensa del General de Gaulle del 15 de mayo de 1962, donde hablaba del “federador exterior” de Europa. Esta vez el lector me va a permitir reproducir un extracto más amplio de esta misma conferencia de prensa. Sin ser de una longitud particularmente excesiva, pido al lector que sea paciente, pues si comprende las palabras de De Gaulle, pronunciadas por él con la mayor campechanía (pero no por ello con menor lucidez) lo habrá comprendido todo sobre la estrategia estadounidense con respecto a Europa. De paso también se podrá comprobar hasta qué punto es una patraña aquello que se escucha a veces de que De Gaulle fue “una de las figuras influyentes en la historia del proceso de construcción de la Unión Europea” como afirma por ejemplo Wikipedia.
Ante la pregunta de un periodista que le preguntó acerca de los motivos que impulsaron el Plan Fouchet[8], De Gaulle dijo:
“Es cierto que las propuestas de Francia han suscitado dos objeciones, que por cierto eran perfectamente contradictorias entre sí, aunque presentadas por los mismos oponentes.
Por una parte, estos oponentes nos dicen: ‘Queréis hacer la Europa de las patrias. Nosotros, en cambio, queremos hacer la Europa supranacional’, como si se tratase de una fórmula para mezclar a las entidades potentemente establecidas que se llaman pueblos y Estados. Por otra parte, se nos dice: ‘Inglaterra puso su candidatura para entrar en el Mercado común; mientras no esté dentro, no podemos hacer nada político.’ Pero todo el mundo sabe que Inglaterra, como gran Estado y nación fiel a sí misma, jamás consentiría en disolverse en una construcción utópica.
Y ya que tengo la ocasión, señores periodistas, quisiera de forma accesoria hacer observar –y tal vez vayáis a sorprenderos– que en lo que a mí respecta, jamás he hablado, en ninguna de mis declaraciones, de ‘Europa de las patrias’, aunque se pretenda que lo hice. Esto, por supuesto, no significa que reniegue de la mía; al contrario, estoy más apegado que nunca a ella y no creo que Europa pudiese tener alguna realidad viviente si no incluyese a Francia con sus franceses, a Alemania con sus alemanes, Italia con sus italianos, etc. Dante, Goethe, Chateaubriand pertenecen a toda Europa en la medida en que eran, respectivamente y eminentemente, italiano, alemán y francés. No podrían haber servido mucho a Europa si hubiesen sido apátridas y si hubiesen pensado en algún idioma ‘esperanto’ o en ‘volapük’ integrado…
Pero es cierto que la patria es un elemento humano, sentimental, mientras que Europa sólo se puede construir en base a elementos de acción, de autoridad, de responsabilidad. ¿Qué elementos? ¡Pues los Estados! Porque sólo los Estados son válidos, legítimos y capaces de hacer realidad cosas. Lo he dicho y lo repito, que en el momento actual, no puede haber otra Europa que la de los Estados, si naturalmente descartamos los mitos, las ficciones y las representaciones teatrales. Lo que sucede con la Comunidad económica lo demuestra todos los días, porque son los Estados, y solamente ellos, quienes crearon esta Comunidad económica, quienes la han provisto de créditos, quienes la han dotado de funcionarios. Y son los Estados quienes le dan una realidad y una eficacia, sabiendo además que no se puede tomar ninguna medida económica importante sin cometer un acto político.
[…]
En realidad, no podemos asegurar el desarrollo económico de Europa sin su unión política. Y respecto a ello, quisiera señalar lo arbitraria que es cierta idea que había aparecido en los debates recientes, que pretendía sustraer las cuestiones económicas de las reuniones de jefes de Estado y gobierno, cuando para cada uno de ellos, en sus países respectivos, ésta es una cuestión cotidiana y capital.
Quisiera hablar particularmente de nuestra objeción contra la integración. A esta objeción se nos opone lo siguiente: ‘Fusionemos juntos los seis Estados en una entidad supranacional; así todo será muy simple y muy práctico.’ Esta entidad nacional no se propone, porque sencillamente no existe. No existe hoy un federador en Europa que tenga la fuerza, el crédito y el atractivo suficientes. Entonces la gente se repliega en una especie de híbrido y dice: ‘bueno, al menos que los seis Estados acepten someterse a lo que habrá sido decidido por una cierta mayoría.’ Al mismo tiempo se dice: ‘ya existen seis Parlamentos europeos –seis parlamentos nacionales más exactamente–, una Asamblea parlamentaria europea, incluso hay una Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, que, cierto es, era anterior a la concepción de las Seis naciones, y que, según me cuentan, ya está muerta en vida. Pues pese a todo ello, elijamos otro Parlamento, que llamaremos europeo, y que dictará la ley para los seis Estados.’
Son ideas que tal vez puedan encantar a algunas mentes, pero no veo cómo podrían hacerse realidad en la práctica, aunque dispongamos de seis firmas sobre un papel. ¿Existe acaso una Francia, una Alemania, una Italia, una Bélgica, un Luxemburgo, que estén dispuestos a hacer, respecto de una cuestión importante para ellos desde el punto de vista nacional e internacional, lo que les parecería malo, porque habrá sido ordenado por otros? ¿Acaso el pueblo francés, el pueblo alemán, el pueblo holandés, el pueblo belga, el pueblo luxemburgués, piensan en someterse a leyes votada por diputados extranjeros, a partir del momento en que dichas leyes irían en contra de su voluntad profunda? ¡No es cierto! No hay manera, en el momento actual, de hacer que una mayoría extranjera pueda someter a naciones recalcitrantes.
Es cierto que, en estas ‘Europa integrada’, como se suele decir, tal vez no habría política en absoluto. Esto simplificaría mucho las cosas. En efecto, a partir del momento en el que no habría Francia, ni Europa, que no habría política porque no podríamos imponer ninguna a cada uno de los seis Estado, nos abstendríamos de hacer política.
Pero entonces, este mundo se pondría a la cola de alguien de fuera que sí tendría una política. Tal vez habría un federador, pero no sería europeo. Y no sería la Europa integrada, lo que habría sería algo mucho más amplio y mucho más extenso, con, lo repito, un federador. Tal vez sea esto lo que, en cierta medida y en ocasiones inspira algunas declaraciones de tal o cual partidario de la integración de Europa. Entonces, sería mejor que lo digan.
Vean ustedes, cuando se evocan los grandes negocios, a la gente le resulta agradable soñar con la lámpara maravillosa que a Aladín le bastaba frotar para poder volar por encima de lo real. Pero no hay fórmula mágica que permita construir algo tan difícil como la Europa unida. Entonces, pongamos la realidad en la base del edificio, y cuando hayamos hecho el trabajo, entonces podrán mecernos con cuentos de las Mil y una Noches.”[9]
Estas declaraciones fueron un escándalo, tanto en Francia como en el extranjero. Todo el mundo había comprendido perfectamente a quién se refería el general De Gaulle con el “federador exterior” que “no sería europeo”. Y tampoco tenía escrúpulos a la hora de señalar indirectamente a los agentes de Washington que estaban detrás de la “construcción europea”.
Es más, en 1963 De Gaulle confirmaba este mismo análisis confesándole lo siguiente a su ministro de información Alain Peyrefitte:
“¿Sabe usted lo que significa la supranacionalidad? La dominación de los americanos. La Europa supranacional, es Europa bajo mando americano. Los alemanes, los italianos, los belgas, los holandeses están dominados por los americanos. Los ingleses también, pero de otra manera, porque son de la misma familia. Entonces, sólo Francia no está dominada. Para dominarla a ella también, se empeñan en querer hacerla entrar en un engendro supranacional a las órdenes de Washington. De Gaulle no quiere eso. Entonces, la gente no está contenta y lo dice continuamente, se pone a Francia en cuarentena. Pero cuanto más quieren hacerlo, más se convierte Francia en un centro de atracción.”[10]
Cartel de campaña del PS francés para el referéndum sobre la ratificación del Tratado de Maastricht: “Hacer Europa es dar la talla”. La idea implícita, que además emitía cierto tufillo racista, es que la UE permitiría a Europa hacer de contrapeso a los Estados Unidos. La  realidad es exactamente lo contrario.
Resumiendo: como militar y genial estratega, De Gaulle había sabido descifrar la “estratagema de las cadenas” de los Estados Unidos, y había percibido que, al promover la cesión de soberanía de los países de Europa en un único ente supranacional, la construcción europea:
a) tenía vocación de liquidar la soberanía de las naciones europeas, para que nunca pueda surgir un Estado soberano con un gobierno que se opusiera a los planes de dominación del imperialismo estadounidense (y añadiré que para ello el imperialismo estadounidense cuenta con la ayuda inestimable de sus auxiliares euro-trotskistas que afirman que la vuelta al Estado-nación es “nacionalismo”);
b) generaba un mecanismo auto-bloqueante que impedía que los países miembros de la CEE pudiesen tener una política común que pudiera hacer frente a estos mismos planes de dominación, ya sea en materia de defensa, diplomacia, política comercial y económica, etc., y gracias a lo cual los Estados Unidos podrían dominar mejor a unos debilitados países de Europa occidental;
c) y, al hacer que tanto unos como otros tengan que fusionar en un mismo ente supra-nacional, favorecía que las naciones más pequeñas (o las que habían sido seriamente desprestigiadas por su pasado fascista como Italia o la Alemana federal) se pusieran bajo el manto protector de los Estados Unidos, de manera a sentirse en pie de igualdad con una potencia como Francia, que había estado en el campo de los vencedores de la II Guerra Mundial, y que en los años 60 era con diferencia la mayor potencia diplomática y militar de la CEE. Esto es algo que se ha seguido desarrollando en las últimas décadas con la expansión de la UE hacia los países del este de Europa, cuyas élites han estado americanizadas desde incluso antes de la caída del socialismo, y que en ocasiones se caracterizan por una rusofobia enfermiza.
Con estas afirmaciones no pretendo, ni mucho menos, defender una suerte de “teoría de los tres mundos” como la enunciada por el Partido Comunista de China en la década de los 70, que diera a entender que los países capitalistas de Europa occidental son pobres colonias oprimidas por el imperialismo estadounidense, y que negara la existencia del colonialismo y del imperialismo francés, así como del fenómeno imperialista en países como Bélgica, Holanda, Italia, Alemania, etc. En absoluto. Son potencias imperialistas y los monopolios de estos países pueden tener contradicciones con los monopolios estadounidenses. Sin embargo, me reafirmo en la denuncia de dos hechos objetivos, a saber a) la dominación política y militar de los Estados Unidos sobre los países de Europa, y b) el hecho de que, independientemente de que se trate de países capitalistas, la construcción europea ha ido despojando de soberanía nacional a los pueblos de Europa.
El análisis de De Gaulle fue confirmado 51 años después por Vincent Brousseau que –insisto en ello– ha estado 15 años trabajando en los pasillos del BCE:
“Si la UE es una utopía, ¿está justificada la construcción europea? La respuesta es no. Porque… ¿qué podría ser entonces? ¿Si no puede ser un Estado-nación, con todos los atributos de la soberanía, como aún lo es Francia, en qué puede convertirse? Un mosaico de Estados donde no estaremos bien, donde no sabremos si el poder estará a la escala federal o a la escala nacional, o (lo más probable), no estará en ninguna parte. Por lo tanto, esta construcción nos habrá llevado a una pérdida, no a una ganancia. En última instancia no habrá autoridad francesa o europea. En resumen, será la puerta abierta a una dominación extranjera. Y tengo la impresión de que el sentido de la construcción europea es éste: el de ser avasallados por una potencia extranjera que no es europea, y que es, ella sí, un Estado-nación perfectamente sólido.”[11]
Dice un proverbio chino que el pez se pudre empezando por la cabeza. Al estar concentrados los poderes ejecutivo y legislativo en Bruselas, al haberse diluido las soberanías nacionales de los pueblos que forman parte de la UE, resulta inmensamente más fácil para los lobbies de todo tipo y para las redes de influencia estadounidenses poder controlar a las instancias de decisión europeas, que no tienen que rendir cuentas ante ningún pueblo (puesto que ése es el principio mismo de la supra-nacionalidad).
Recientemente, descubríamos por medio de un diputado del parlamento Húngaro que un tercio de los diputados del Parlamento europeo estaban patrocinados por organizaciones afiliadas a la Open Society del magnate Georges Soros[12]. Esto se debe añadir a las investigaciones de François Asselineau, que ya había citado en mi anterior artículo, acerca de la proximidad entre los Estados Unidos y la gran mayoría de miembros de la Comisión europea bajo la presidencia Durao Barroso (actualmente empleado de Goldman Sachs). Es poco probable que la situación haya cambiado sustancialmente con el alcohólico Jean-Claude Juncker.
En la segunda parte del artículo daré algunos ejemplos concretos de cómo se traduce en la práctica el mecanismo auto-bloqueante de la construcción europea al servicio de Washington y del capitalismo neoliberal.
[1] Apuntes sobre la construcción europea. Contribución a un debate fundamental http://ladialectika.com/actualidad/internacional/2017/10/04/apuntes-la-construccion-europea-contribucion-debate-fundamental/
[2] Primera observación: “pilotar” no necesariamente significa “controlar”. El gran capital europeo, que participa igualmente de la llamada globalización, también tiene interés en la construcción europea. El enfoque de mi artículo es principalmente geopolítico.
[3] El lector probablemente estará interesado en saber que este movimiento, que no es más que un think tank destinado a promover el federalismo europeo, fue creado en 1948 y todavía existe a día de hoy. La rama francesa del movimiento dice textualmente en su página web que su objetivo es “desarrollar en el pueblo francés la toma de consciencia de Europa y de la comunidad de destino de los pueblos que la componen”, cosa que parece un copia y pega de los discursos nazis sobre la integración europea. En la web del Movimiento Europeo internacional se dice que entre los años 50 y 90 su principal función era “el establecimiento de un think tank y una red de movilización en los países democráticos de Europa y en los países sometidos a regímenes totalitarios” (léase “comunistas”). Es interesante saber que entre los presidentes del movimiento europeo han estado personalidades como Valéry Giscard d’Estaing (el presidente que representó el viraje total de Francia hacia el europeísmo), el socialista español Enrique Barón, el presidente portugués Mario Soares (muy cercano a la CIA), y a José María Gil-Robles y Gil-Delgado, presidente del Partido Popular Europeo e hijo del antiguo dirigente de la CEDA José María Gil-Robles y Quiñones. Si después nos detenemos en quienes componen el Consejo de Honor del movimiento, vemos atónitos que aparte de Joaquín Almunia y Josep Borrell, figuran los nombres de los empleados de Goldman Sachs Mario Monti y José Manuel Durao Barroso.
[4] https://www.youtube.com/watch?v=1Atyvt9TlcQ&t=15s (min. 1.02)
[5] Es muy triste decirlo, pero lo que dice el programa del PTB sobre la UE es que “queremos una Europa diferente. Queremos un nuevo proyecto europeo basado en el progreso social”. (http://ptb.be/programme/goleft9-une-europe-de-la-solidarite-et-de-la-cooperation) En su día, me llamaron mucho la atención las declaraciones del economista del PTB Henri Houben a Mundo Obrero “si España o Grecia se quedan en la UE es catastrófico, pero si salen será peor”. (http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=2995) Esto sí que es animar el espíritu de lucha de sus hermanos de clase trabajadora de Grecia y España… ¿Os imagináis si le hubiesen dicho a Fidel Castro cuando estaba en Sierra Maestra: “si seguimos siendo colonia de los EE.UU. es catastrófico, pero si dejamos de serlo habrá atentados terroristas y bloqueo comercial. Esto es peor.”?
[6] https://www.youtube.com/watch?v=j1C40Bo7fE8 (min 7.02)
[7] https://www.youtube.com/watch?v=SX8-UaORQ2U
[8] El Plan Fouchet fue un proyecto político europeo presentado por Francia en 1961-1962. Fue un intento por parte de Charles de Gaulle de contestar a las presiones políticas y mediáticas que sufría para que acepte la idea de una Europa federal. El Plan no rompía oficialmente con la construcción europea, pero la limitaba a una simple concertación internacional entre Estados soberanos. El Plan terminó en fracaso ante –naturalmente– la oposición feroz de los Estados Unidos.
[9] https://www.youtube.com/watch?v=C_kklC9JPzw
[10] Charles de Gaulle, citado por Alain Peyrefitte en C’était de Gaulle, Editions de Fallois, Fayard, 1997, tomo 2, pág. 217.
[11] https://www.youtube.com/watch?v=SX8-UaORQ2U (min 9.53)
[12] Sputnik, ‘La lista de Soros’: revelan la red de políticos europeos al servicio del magnate, 6 de noviembre de 2011.
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