martes, 8 de octubre de 2019

ULTIMAS NOTICIAS PLATAFORMA DISTRITO CERO oct 08 (29)

 

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Greta Thunberg, “cambio climático” y capitalismo


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Greta Thunberg, “cambio climático” y capitalismo

 

 


La “Flor de las Indias”, como las llamara Marco Polo cuando las conoció, es decir: las mil doscientas pequeñas islas e islotes de coral desperdigadas por el Océano Indico más conocidas como Islas Maldivas, con sus 400.000 habitantes (hoy día paraíso turístico … para quienes pueden pagar el viaje), están condenadas a desaparecer bajo las aguas oceánicas en un lapso no mayor de 40 años si continúa el calentamiento global de nuestro planeta -fundamentalmente debido a la sobreemisión de gases de efecto invernadero, en especial de dióxido de carbono (CO2)- y el consecuente derretimiento de casquetes polares y glaciares con el subsiguiente aumento de la masa líquida de la superficie terrestre. Lo curioso -¿tragicómico?, ¿incomprensible?- es que los habitantes de esta región geográfica no han vertido prácticamente ni un gramo de este agente contaminante.
Este desgarrador ejemplo es claramente demostrativo de cómo funciona el desastre ecológico en curso: no hay habitante del planeta, en ningún punto, que esté al margen de las graves consecuencias de los efectos que están teniendo lugar a partir de las variaciones en el clima. La progresiva falta de agua dulce, la degradación de los suelos y la consecuente merma en su fertilidad, los químicos tóxicos que inundan el globo terráqueo, la desertificación creciente, el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono que ha aumentado un 1,000% la incidencia del cáncer de piel en estos últimos años, el efecto invernadero negativo que nos ahoga, el derretimiento del permagel, las interminables toneladas de desechos no biodegradables que pululan por los océanos o la posibilidad de un descalabro universal a partir de la contaminación genética producto de los transgénicos son todas consecuencias de un modelo depredador que no tiene sustentabilidad en el tiempo. ¿Cuánto más podrá resistirse esta devastación inmisericorde de los recursos naturales?
Hoy día pasó a hablarse repetidamente de cambio climático. Hay ahí una falacia, un engaño bien pergeñado -de ahí que lo pongamos provocativamente entre comillas en el título-. Presentarlo como “cambio climático” puede dar a entender que se trata de un fenómeno natural, de una modificación espontánea de factores ambientales. La realidad, sin embargo, es muy otra. No hay cambio climático sino desastre, catástrofe medioambiental consecuencia del modelo de producción y consumo vigente. Dicho de otro modo: es el capitalismo imperante, en tanto sistema dominante a escala global, el que está produciendo estas tremendas modificaciones que, como ejemplo, inundarán las Islas Maldivas, por decir lo mínimo.
Pero las consecuencias van infinitamente mucho más allá de la inundación de este paraíso tropical, punto por excelencia de un turismo sofisticado. Millones y millones de personas ya se están viendo gravemente afectadas: tierras que se vuelven incultivables, ríos que se secan, aguas oceánicas que avanzan sobre los continentes, insoportables ondas de calor que matan, tormentas inusitadamente devastadoras, hambre, sed y desesperación constituyen el panorama global que ya se está teniendo. Y que, si no se cambia el curso de los acontecimientos, amenaza con tornarse mucho más grave.
Todo ello no es un simple “cambio” natural; tiene causas bien precisas y claramente identificables, por tanto, corregibles. Es el modo de producción que se impuso triunfal hace 200 años, hoy día absolutamente globalizado, centrado en una descomunal producción para el mercado, haciendo que todo sea renovable, se vuelva obsoleto pronto y haya que cambiarlo, fomentándose una alocada e insostenible cultura del consumo y del derroche. Lo que sucede es que el planeta Tierra, fuente última de toda la materia prima que la industria transforma y nos lo vende a través de atractivos escaparates manipulándonos con frenéticas publicidades, tiene límites. Y estamos llegando a ese límite infranqueable.
Ello lleva a pensar, quizá con un aire de ciencia-ficción, que los responsables últimos de todo esto, los propietarios de los grandes capitales que fijan las líneas maestras de cómo va el mundo, sabiendo de toda esta catástrofe, probablemente ya tengan su alternativa armada: una vida “perfecta” en algún punto fuera del planeta, totalmente artificial, alejados de la decadente catástrofe mundana. Insisto: sin saber si esto fuera posible, los responsables de la catástrofe -que no son exactamente los gobiernos, sino los que mandan a los gobiernos: los monstruosamente grandes mega-capitales globales- no parecen tener interés en detener el desastre en curso. Mientras haya petróleo para explotar, esta modalidad depredadora seguirá.
Desde hace algún tiempo el sistema capitalista ha advertido la gravedad en juego. Algunos lo siguen negando, pero en general hay cierto reconocimiento. Lo que sucede es que el tema se banaliza, se pone el acento en la desaparición de los osos polares o los ositos panda -sin negar que ello sea sumamente importante- olvidando la dimensión de catástrofe humana presente. Y mucho de lo que se hace es llamar a la población, como responsable del asunto, a tener conductas “menos agresivas” contra el medio ambiente. De ahí que se desarrollan campañas de “conciencia ecológica”: reciclar, no usar plásticos, emplear más la bicicleta, cerrar bien los grifos, no utilizar pajillas para las bebidas, y un largo etcétera.
Todo ello es correcto, pero no se tocan los fundamentos mismos de lo que está a la base: el sistema capitalista depredador. Lo que puede llevar a pensar que no es posible un verdadero cambio en la situación climática si no cambia el sistema. Por eso es posible -¡y necesariamente urgente!- hablar de un eco-socialismo.
En medio de esta discusión cobró una relevancia inusitada una joven sueca de 16 años de edad: Greta Thunberg, que se ha hecho ya figura pública internacional. Con claridad expresó recientemente: “Los que nos dirigen no han entendido en absoluto la magnitud del problema. Están totalmente fuera de lugar. Piensan que los pequeños ajustes, las pequeñas acciones, las pequeñas cosas, pueden resolver el problema cuando nos enfrentamos a una gran crisis existencial”. Lo que se ha dado en llamar “el fenómeno Greta” está en auge.
Sin quitarle en lo más mínimo relevancia a esta joven activista ambientalista, y sin caer en esa infamia misógina y adultocéntrica de denigrarla por su condición de autista, burlarse por su edad o ver su mensaje como algo trasnochado, cabe la pregunta: ¿por qué el sistema todo lo transforma en show?
Un problema tremendamente complejo, grave, de consecuencias fatales si se quiere como es la CATÁSTROFE ECOLÓGICA debido al capitalismo -y no un “cambio climático”, con lo que se aguada la cuestión- tiende a ser presentado como espectáculo audiovisual, centrando todo en la figura de una persona, evitando así ver la magnitud global del asunto. Greta Thunberg, finalmente, puede ser usada como distractor.
Saludamos a esta joven mujer que denuncia lo que acontece, y complementamos su mensaje con un llamado a entender que no puede haber solución real -y no meros paliativos- en los marcos de la producción y consumo capitalista.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Internacionalismo neoliberal


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Internacionalismo neoliberal

 

 


Bajo el ciclo de gobiernos conservadores que vive la mayoría de países de América Latina, las políticas económicas, laborales y sociales se definen con los mismos modelos. Se lo puede comprobar no solo a través de los múltiples estudios que los investigadores realizan sobre la región, sino en forma directa, cuando se tiene la posibilidad de visitar algún país.
Estuve en Colombia la semana pasada y allí tuve la oportunidad de conversar con reconocidos profesores universitarios, reunidos en el marco de un importante congreso internacional sobre el constitucionalismo y las constituciones latinoamericanas, al que fuimos invitados por la Universidad Libre, en Bogotá.
Como siempre ocurre en este tipo de eventos académicos, las conversaciones con profesores e investigadores permiten contar con información segura, profunda y, además, carente de simples opiniones personales, ya que los análisis y reflexiones que se realizan están fundamentados por estudios y conocimientos de las realidades esenciales de nuestra América Latina.
Se comprueba, una vez más, el camino hacia la pendiente que recorre por los países latinoamericanos de la mano de los gobiernos conservadores, subordinados a las clases empresariales más retardatarias, a los organismos multilaterales como el FMI que dictaminan la conducción económica, y, sin duda, sujetos a las estrategias americanistas del imperialismo. Algunos gobiernos se destacan más que otros en sus comportamientos diplomáticos, como ocurrió, en la misma semana, cuando varios presidentes latinoamericanos, reunidos con el presidente norteamericano, no solo intentaron agradar hablando contra Venezuela y Cuba, sino que quedaron retratados, en fotos y videos que circulan ampliamente en las redes, con sus gestos y genuflexiones ante Donald Trump, a quien solo faltaba besarle las manos.
En América Latina, el neoliberalismo ha recobrado el terreno que había perdido durante el ciclo de los gobiernos progresistas, democráticos y de nueva izquierda. Por todas partes, de la mano de los medios de comunicación más grandes, influyentes y hegemónicos, están ausentes las visiones y posiciones alternativas sobre la economía, que es el centro de la conducción de los gobiernos conservadores. Predomina solo una visión y sus consignas: retirar al Estado, disminuir el gasto público, privatizar bienes y servicios estatales, recortar inversiones en obras y servicios, encaminar recursos a la empresa privada, fomentar exclusivamente a los empresarios, dar facilidades al inversionista y al capital externo, quitarles o perdonarles impuestos, mantenerles subsidios, pero también cargar sobre la población los costos del endeudamiento nacional y los “ajustes”, debilitar a los movimientos sociales, flexibilizar y precarizar las relaciones laborales, afectando derechos de los trabajadores, mantener una amplia masa social de desempleados y subempleados.
Es un panorama latinoamericano desolador. En las principales ciudades de la región abundan “informales” que sobreviven tratando de vender cualquier tipo de bienes en las calles y esquinas. Hay vagabundos y mendigos en condiciones indescriptibles. En varios países, como ya ha ocurrido en Argentina o Brasil, la flexibilidad laboral se impuso en forma galopante y los trabajadores han quedado desprotegidos. Es visible el contraste entre ricos y pobres, entre los barrios populares y los burgueses.
Gobiernos conservadores y empresarios sin responsabilidades sociales, junto al capital transnacional y los organismos multilaterales, están convencidos que la “riqueza” se genera con la libertad del mercado y la libertad de empresa. Históricamente es una farsa que se repite, por más que los datos estadísticos y las realidades la desmienten en todas partes.
En la región existe un internacionalismo conservador y neoliberal. Aquí y allá sus líderes y seguidores se intercomunican. Las elites empresariales aprenden unas de otras, de modo que lo que se logra en un país se asume como consigna para los otros. Todo es cuestión de negocios, sin importar los costos humanos. Y, en última instancia, el neoliberalismo ha comenzado a cubrirse con fascismo.
Punto central de todos estos caminos constituye la reforma laboral. En Ecuador, una elite empresarial está empeñada en seguir la misma senda de la “modernización” que suponen se ha logrado en otros países “hermanos”. Interesan la competitividad y la disminución de costos. La microeconomía orienta la macroeconomía. Y se han lanzado con todo a fin de convertirse en ejemplo de “adelanto”: extender la jornada diaria por sobre las 8 horas, suprimir el sábado como día de descanso obligatorio, cumplir las 40 horas semanales según la conveniencia del empleador, suprimir reparto de utilidades, así como indemnizaciones por despidos y jubilación patronal, congelar incremento de salarios, aumentar el tiempo de prueba, sujetar el contrato a la “voluntad” de las partes, debilitar sindicatos y huelgas, etc. Su argumento central es que con ello generarán empleo para el sector de desempleados y subempleados, que el trabajo tiene hoy otra dinamia y que en el futuro inmediato las condiciones laborales cambiarán, a tal punto que Ecuador tiene que prepararse para los nuevos tiempos, de prosperidad y adelanto. Todo ello es falso. Los estudios, las proyecciones analíticas y las experiencias históricas niegan esos supuestos paraísos. Pero es un engaño ideológico que atrae y cautiva a muchos ecuatorianos. Solo es una búsqueda de buenas y mayores ganancias.
Bajo las condiciones existentes en el país, cuando el vicepresidente de la República se anticipa a las reacciones ciudadanas y pide “comprensión” a los ecuatorianos por las medidas que inexorablemente se vienen, está muy claro que, como en los otros países conservadores, se seguirá por la misma senda.
Probablemente se imponga el nuevo esquema. Las fuerzas que lo respaldan tienen suficiente poder económico y político para ello. No es posible imaginar si habrá reacciones sociales capaces de revertirlo. Lo que si es posible prever es que se van acumulando fuerzas de resistencia. Como igualmente lo ha demostrado la historia latinoamericana, tendrá que provocarse un nuevo cambio de poder y control del Estado, para acabar definitivamente con el camino neoliberal, conservador y empresarial, igualmente edificado en Ecuador, sin que importen las violaciones a su Constitución.
CUADERNO No.1 Para los trabajadores
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.