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Un topo islamista en los servicios de inteligencia de Francia
El asesino de cuatro personas en la Prefectura de París
era un islamista que tenía acceso a informaciones confidenciales sobre
la lucha antiyihadista. Francia tiembla ante la infiltración de sus
servicios de inteligencia y la existencia de un topo en sus entrañas.
Mickael Harpon, el técnico informático de 45 años que asesinó el 3 de octubre a tres policías y degolló a una administrativa en el interior de la sede de la Prefectura de París, tenía un pase especial con acceso a "secretos de Defensa". Harpon, nacido en Martinica y convertido al islam hace 11 años, tenía a su disposición todos los datos sobre la lucha antiterrorista dedicada al yihadismo en territorio francés. El número dos del Ministerio del Interior, Laurent Núñez, admite que se desconoce la información exacta a la que tenía acceso Harpon y si la trasmitió a alguien.
La opinión pública se pregunta ¿cómo es posible que un puesto estratégico dentro de los servicios de inteligencia franceses no hubiera sido señalado como susceptible de radicalización islamista, cuando desde hacía varios años algunos compañeros de trabajo habían alertado a sus superiores en ese sentido?.
Rasgos dudosos
La primera vez que Harpon dio pruebas de comportamiento sospechoso fue tras el atentado del 7 de enero de 2015 contra la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo. Llegó a la oficina y dijo en público, "bien hecho". Más tarde, se negaba a besar a sus compañeras de oficina, una práctica habitual en Francia cada mañana. Hace tiempo, acudía al trabajo y no solo a la mezquita vestido con un 'kamis', una vestimenta tradicional utilizada por los musulmanes más integristas.
¿Eran pruebas suficientes para prever un acto terrorista? Evidentemente, no. Pero su trabajo en el corazón de la Policía de Francia debería haber alertado a sus superiores, pues desde 2012 en Francia han perdido la vida más de 200 personas como consecuencia de atentados llevados a cabo por islamistas. Al menos eso es lo que piensa no solo la oposición política a la presidencia de Emmanuel Macron, sino muchos de los colegas de los asesinados por... otro colega.
Un fiasco que cuesta vidas
Desde 2015, algunos compañeros del asesino denunciaron verbalmente su actitud sospechosa. El ministro del Interior, Christophe Castaner, defiende ahora que, al no existir denuncias escritas, no se podía anticipar nada sobre el comportamiento de Harpon. Castaner, el equilibrista del Gobierno francés, no puede salir de la cuerda floja en la que se sustenta por su política duramente criticada frente a la protesta de los chalecos amarillos o en otros episodios de los que algunos miembros de las fuerzas policiales han sido protagonistas.
Castaner ha dicho que no dimitirá y, de momento, parece tener el apoyo del presidente Macron, aunque desde hace meses muchos de sus compañeros de gobierno y de la mayoría macronista verían con buenos ojos su sustitución, según reflejan informes periodísticos. Castaner se permitió el mismo día del atentado señalar que el informático autor de los hechos "no había nunca presentado dificultades comportamentales".
Para la oposición y muchos ciudadanos franceses, esas declaraciones demuestran una vez más, el engaño que, desde fuentes oficiales, algunas fuerzas políticas y muchos medios de prensa se intenta mantener sobre los autores de atentados en Francia.
Cada vez que un hecho similar se produce en el país, se desatan dos obsesiones: por un lado, la de la llamada por sus enemigos políticos la "fachosfera", que denuncia la ocultación de cualquier información que pudiera implicar al islam; por otro, los denunciados como "islamoizquerdistas", que intentan siempre negar el carácter islamista de las acciones terroristas y prefieren siempre atribuirlos a "desequilibrados".
Las redes sociales son el terreno de enfrentamiento principal de las dos tendencias, además de la información oficial del Gobierno. El problema en este último atentado es que todas las informaciones que aparecieron enseguida sobre esos formatos — tachadas de "noticias falsas" — se revelaron correctas, mientras las informaciones oficiales lo negaban, hasta admitirlo por fin, 20 horas después de la matanza.
Infiltración islamista en la Policía
La Prefectura de París, una institución policial considerada en Francia "un Estado dentro del Estado", se revela también como un coladero. El autor de los asesinatos salió de su oficina durante la mañana para comprar dos cuchillos. Uno, metálico, de 33 centímetros de hoja, y otro para abrir ostras. Con ambos entró sin problemas en un recinto que debería ser ultra vigilado. En un principio se dijo que el cuchillo era de hoja de cerámica, indetectable en los arcos de seguridad. Se demostró que los controles no se ejercían con precisión.
La infiltración islamista en los servicios de Policía franceses ha sido objeto recientemente de un informe parlamentario que ha denunciado la existencia de personas que son vigiladas por ser sospechosas de "radicalización". Las cifras de ese informe son aparentemente bajas: 30 policías de los 150.000 con los que cuenta Francia.
Pero lo que pone los pelos de punta a los ciudadanos franceses es que los distintos gobiernos parecen no reaccionar cuando ese "entrismo" islamista se ha detectado y denunciado en todos los servicios públicos de Estado, desde las prisiones, hasta las centrales nucleares y escuelas, pasando por los transportes públicos, incluidos aeropuertos.
Mickael Harpon, el técnico informático de 45 años que asesinó el 3 de octubre a tres policías y degolló a una administrativa en el interior de la sede de la Prefectura de París, tenía un pase especial con acceso a "secretos de Defensa". Harpon, nacido en Martinica y convertido al islam hace 11 años, tenía a su disposición todos los datos sobre la lucha antiterrorista dedicada al yihadismo en territorio francés. El número dos del Ministerio del Interior, Laurent Núñez, admite que se desconoce la información exacta a la que tenía acceso Harpon y si la trasmitió a alguien.
La opinión pública se pregunta ¿cómo es posible que un puesto estratégico dentro de los servicios de inteligencia franceses no hubiera sido señalado como susceptible de radicalización islamista, cuando desde hacía varios años algunos compañeros de trabajo habían alertado a sus superiores en ese sentido?.
Rasgos dudosos
La primera vez que Harpon dio pruebas de comportamiento sospechoso fue tras el atentado del 7 de enero de 2015 contra la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo. Llegó a la oficina y dijo en público, "bien hecho". Más tarde, se negaba a besar a sus compañeras de oficina, una práctica habitual en Francia cada mañana. Hace tiempo, acudía al trabajo y no solo a la mezquita vestido con un 'kamis', una vestimenta tradicional utilizada por los musulmanes más integristas.
¿Eran pruebas suficientes para prever un acto terrorista? Evidentemente, no. Pero su trabajo en el corazón de la Policía de Francia debería haber alertado a sus superiores, pues desde 2012 en Francia han perdido la vida más de 200 personas como consecuencia de atentados llevados a cabo por islamistas. Al menos eso es lo que piensa no solo la oposición política a la presidencia de Emmanuel Macron, sino muchos de los colegas de los asesinados por... otro colega.
Un fiasco que cuesta vidas
Desde 2015, algunos compañeros del asesino denunciaron verbalmente su actitud sospechosa. El ministro del Interior, Christophe Castaner, defiende ahora que, al no existir denuncias escritas, no se podía anticipar nada sobre el comportamiento de Harpon. Castaner, el equilibrista del Gobierno francés, no puede salir de la cuerda floja en la que se sustenta por su política duramente criticada frente a la protesta de los chalecos amarillos o en otros episodios de los que algunos miembros de las fuerzas policiales han sido protagonistas.
Castaner ha dicho que no dimitirá y, de momento, parece tener el apoyo del presidente Macron, aunque desde hace meses muchos de sus compañeros de gobierno y de la mayoría macronista verían con buenos ojos su sustitución, según reflejan informes periodísticos. Castaner se permitió el mismo día del atentado señalar que el informático autor de los hechos "no había nunca presentado dificultades comportamentales".
Para la oposición y muchos ciudadanos franceses, esas declaraciones demuestran una vez más, el engaño que, desde fuentes oficiales, algunas fuerzas políticas y muchos medios de prensa se intenta mantener sobre los autores de atentados en Francia.
Cada vez que un hecho similar se produce en el país, se desatan dos obsesiones: por un lado, la de la llamada por sus enemigos políticos la "fachosfera", que denuncia la ocultación de cualquier información que pudiera implicar al islam; por otro, los denunciados como "islamoizquerdistas", que intentan siempre negar el carácter islamista de las acciones terroristas y prefieren siempre atribuirlos a "desequilibrados".
Las redes sociales son el terreno de enfrentamiento principal de las dos tendencias, además de la información oficial del Gobierno. El problema en este último atentado es que todas las informaciones que aparecieron enseguida sobre esos formatos — tachadas de "noticias falsas" — se revelaron correctas, mientras las informaciones oficiales lo negaban, hasta admitirlo por fin, 20 horas después de la matanza.
Infiltración islamista en la Policía
La Prefectura de París, una institución policial considerada en Francia "un Estado dentro del Estado", se revela también como un coladero. El autor de los asesinatos salió de su oficina durante la mañana para comprar dos cuchillos. Uno, metálico, de 33 centímetros de hoja, y otro para abrir ostras. Con ambos entró sin problemas en un recinto que debería ser ultra vigilado. En un principio se dijo que el cuchillo era de hoja de cerámica, indetectable en los arcos de seguridad. Se demostró que los controles no se ejercían con precisión.
La infiltración islamista en los servicios de Policía franceses ha sido objeto recientemente de un informe parlamentario que ha denunciado la existencia de personas que son vigiladas por ser sospechosas de "radicalización". Las cifras de ese informe son aparentemente bajas: 30 policías de los 150.000 con los que cuenta Francia.
Pero lo que pone los pelos de punta a los ciudadanos franceses es que los distintos gobiernos parecen no reaccionar cuando ese "entrismo" islamista se ha detectado y denunciado en todos los servicios públicos de Estado, desde las prisiones, hasta las centrales nucleares y escuelas, pasando por los transportes públicos, incluidos aeropuertos.
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