VENEZUELA. 6-D: Bajo fuego
2/12/2015 8:54:55 a.m.
Por
Norberto Bacher / Resumen Latinoamericano / 02 de diciembre de 2015
– Si la burguesía ha perforado buena parte de las medidas de control del
Estado, fracasó en su plan preelectoral de transformar la guerra
económica en un nuevo caracazo.
OTRO 13
Todo
combate comienza a decidirse antes del día decisivo del enfrentamiento.
Esa regla del arte militar también puede extenderse a la lucha política
cuando en ese escenario se dirimen, no los intereses grupales de una
misma clase, sino los intereses opuestos de clases históricamente
antagónicas, de explotados y explotadores. Como ocurre en Venezuela
desde que Chávez logró unificar a gran parte del pueblo, centralmente a
los más explotados, orientarlos estratégicamente mediante los sucesivos
programas bolivarianos y consolidar formas organizativas adecuadas a la
lucha por el poder, en las condiciones concretas de nuestra realidad.
La
derecha política, los grupos empresarios, los sectores culturales y
religiosos más reaccionarios tienen muy claro esta situación. Plenamente
conscientes de sus intereses de clase, intentan que cada acto electoral
constitucionalmente establecido – desde las presidenciales hasta las
municipales – se transforme en una suerte de referéndum contra la
Revolución y en un factor para desestabilizar el gobierno, con Chávez
antes, ahora con Maduro. A esta misma línea de ataque se suman y la
amplifican desde el exterior los sectores afines a la derecha nativa,
que no se privan de transgredir cualquier norma de las relaciones entre
Estados e intervienen desembozadamente en los asuntos internos, como
recientemente hizo Macri.
Esta es la única razón que explica que
la situación venezolana ocupe espacios centrales en la prensa
internacional mercenaria desde hace meses. O que concite la presencia en
Caracas de un nutrido pelotón de ex presidentes derechistas, sin
antecedentes válidos para actuar como supervisores de ninguna
democracia, para una elección donde formalmente sólo están en juego los
asientos en la Asamblea Nacional. No sucede en las democracias amoldadas
a los intereses de las clases explotadoras ni en aquellas tuteladas por
el imperialismo. Ocurre en Venezuela porque hay una abierta lucha de
clases que se desarrolla bajo una forma republicana.
Este punto
crucial es el orientador de la estrategia y las acciones tácticas de la
derecha, tanto local como internacional. Singularmente pareciera que no
es el que guía a la actitud de algunos grupos o militantes de izquierda y
bolivarianos para valorar la coyuntura y lo que está en disputa el
próximo 6 de diciembre. El arma de la crítica –inseparable de toda
política revolucionaria e imprescindible frente a los múltiples
claroscuros y baches de esta fase del proceso bolivariano – no puede
transformarse en un velo que obstruya la visión de las tendencias
objetivamente enfrentadas en la arena nacional e internacional.
Un
revolucionario ruso, Trotsky; decía que: “El carácter científico del
pensamiento consiste en su armonía con el proceso objetivo y en su
capacidad para influir en él y dirigirlo”. Aquí y ahora, estas fuerzas
objetivas de la lucha de clases indican que la posibilidad de derrotar
al capitalismo local y a su mandante imperialista pasa por afianzar el
gobierno de Maduro, no por debilitarlo abriendo mayores espacios a la
derecha contrarrevolucionaria, que no disimula su intención de utilizar
cualquier avance institucional logrado para usarlo como un nuevo arma
para una arremetida decisiva, no sólo contra el gobierno sino contra
todo el proceso revolucionario, que ellos llaman “el régimen”. En estas
horas decisivas la tarea revolucionaria no es contribuir al escepticismo
o al espíritu derrotista sino fortalecer la moral de combate, condición
imprescindible y previa para la victoria en cualquier batalla.
BAJO FUEGO
Es
del caso recordar que desde que Chávez accedió al gobierno y dio
pruebas, con la Constituyente, que no estaba dispuesto a pactar con los
poderes fácticos tradicionales, la derecha local y el imperialismo no
dejaron en ninguna circunstancia de buscar caminos para su
derrocamiento. La alianza entre un sector de la fuerza armada y el
pueblo que irrumpía tumultuosamente en la política – lo que
acertadamente Reinaldo Iturriza denomina “la política de los comunes” –
demostró su potencialidad frustrando esos sucesivos intentos. No por
conocidos esos episodios deben ser olvidados, porque una y otra vez
reaparecen, bajo distintas formas, pero con los mismos actores y
objetivos.
La forma republicana de este proceso revolucionario
facilita a la derecha actuar como el camaleón, con distintos ropajes,
como abierta contrarrevolución fascista unas veces, otras como presunta
oposición democrática. Pero ni aún bajo este último aspecto logra
maquillarse completamente, porque no hay proceso electoral en el cual no
intenten deslegitimar al CNE, organismo constitucional encargado de
ejecutarlo, para imponer en la opinión pública – mas hacia fuera que al
interior – la idea que los triunfos del chavismo son resultado de un
gigantesco fraude y justificar nuevos intentos de contrarrevolución
fascista. Así actuaron antes, así se preparan para el próximo 6. Quienes
desde el exterior lloran por los derechos democráticos supuestamente
violentados de los fascistas presos tras el último intento golpista, las
llamadas guarimbas de 2014, conscientes o no, se suman a esta trama
siniestra contra la Revolución Bolivariana.
Que la derecha actúe
en bloque no significa en absoluto que esté unificada. Como el único
punto de encuentro entre sus múltiples fracciones y grupos es acabar con
el proceso bolivariano en el menor tiempo posible, todos terminan
subordinándose al accionar golpista cuando estalla, con la expectativa
que finalmente el objetivo se alcance. Se preparan para ingresar en la
próxima Asamblea con esa misma expectativa: de obtener mayoría se
sentirían habilitados para pedir la renuncia de Maduro, aunque
constitucionalmente eso es inviable. El sector más fascista de López lo
dice abiertamente. La mayoría, como siempre, asiente sin mucha alharaca.
Sin embargo algunas sectores opositores son conscientes que las fuerzas
sociales que emergieron a la vida política con el chavismo no son una
brisa pasajera en el paisaje nacional – independientemente de cómo
pudieran expresarse electoralmente en las difíciles circunstancias
actuales de la economía – y por eso piensan y promueven una coalición de
gobierno con sectores chavistas, que inicie el viraje hacia una
reversión de los logros revolucionarios.
La derecha sostiene su
expectativa de triunfo electoral más en el descontento de las bases
sociales del chavismo que en un crecimiento orgánico de sus propias
fuerzas, que si existe hasta el momento no se manifiesta ni en su
capacidad de movilización en las calles ni en fuerza para promover
conflictos significativos allí donde tienen influencia, entre la
juventud de las universidades tradicionales. Esas universidades vienen
soportando paros, pero de la privilegiada casta profesoral que las
conduce y que perjudica por igual a todos los estudiantes, opositores o
chavistas.
Las fuerzas bolivarianas enfrentan estas elecciones en
una de las condiciones más adversas de su breve historia, porque desde
la muerte de Chávez en 2013, hay un persistente ataque del sector
capitalista allí donde conserva gran parte de su poder, en la economía
del país, particularmente en las cadenas oligopólicas de bienes de
consumo, algunos de ellos críticos para la vida de la población, como el
ramo alimentación, farmacéutico, artículos de higiene, repuestos
automotores, vestimenta, entre otros. El alza continúa de precios – que
naturalmente afecta más a los sectores populares de ingresos fijos –, el
acaparamiento de productos, con sus dos consecuencias más visibles,
desabastecimiento y largas colas, el surgimiento de un mini-comercio
parasitario (los bachaqueros) se han ido afianzado como una
cotidianeidad perversa.
Ni las sucesivas medidas generales
adoptadas por el gobierno en estos casi tres años de guerra económica,
ni el esfuerzo que realiza el sector estatal mediante un amplio
despliegue en implementar medidas contentivas en sectores específicos,
especialmente el de alimentación, han podido torcerle el brazo a la
burguesía. Por el contrario, ésta logró imponer una suerte de indexación
de los precios que suben al ritmo del dólar especulativo del mercado
negro, que se expandió hacia todos los rubros, incluso aquellos cuya
producción es nacional y no requiere insumos importados. A esta grave
situación se suma la fuerte caída de los precios petroleros, del orden
de un 64 %, que si bien todavía no se refleja socialmente porque el
gobierno no ha impuesto recortes en los numerosos planes sociales, al
modo como lo realizan los gobiernos capitalistas de todos los signos, ni
tampoco cayó el empleo, seguramente se reflejará en las cuentas
fiscales y en los planes de inversión a largo plazo del fuerte sector
estatal de la economía.
La derecha contaba con que se iba a
llegar a las vísperas de estas elecciones con un país convulsionado por
la protesta social, que sin duda en otras circunstancias se hubiesen
producido. De hecho envió agitadores a las colas para que eso ocurra.
Sin embargo fracasaron porque no encontraron terreno fértil en el
espíritu de la población, pese a las graves dificultades que esta
situación crea en la vida de las familias. Podría decirse que si la
burguesía viene triunfando en el terreno de la economía imponiendo una
política que lo enriquece y de hecho ha perforado buena parte de las
medidas de controles del estado (cambiarias, de precios), la derecha
fracasó en su plan preelectoral de transformar la guerra económica en un
nuevo caracazo.
Sin duda que si ese clima de revuelta popular no
se vivió es porque los niveles de satisfacción de las necesidades
fundamentales de los sectores más pobres están a distancia sideral de la
situación dramática en que se encontraban en la época de los
adecos-copeyanos, cuando quisieron imponer una mayor restricción aún.
Esta es la mejor desmentida a cualquier propaganda sesgada de la derecha
internacional sobre la “insostenible” situación de Venezuela. También
influyó fuertemente para que no se altere el clima de convivencia el
mayor desarrollo de la conciencia política en estos años por buena parte
del pueblo, que la derecha y la burguesía siempre subestima, porque
acostumbrados como están a medir todo desde la lógica de la ganancia y
la afectación a sus cuentas corrientes, creen que los sectores populares
actúan siempre bajo esa misma cultura y sólo piensan por las vísceras.
Una buena parte del pueblo entendió perfectamente que al hostigamiento
desde siempre de la derecha contra la Revolución, se le sumaba una
interminable acción desestabilizadora, interna y externa, desde que
Maduro se vio obligado a asumir la presidencia.
Las críticas se
dirigen más bien a que el gobierno demuestra impotencia para poner un
freno a los especuladores, grandes y pequeños, a que hace falta más mano
dura, a la ineficiencia en los abastos estatales, a la actitud de
algunos responsables de esos mercados que desvían productos a los
especuladores. Pudiese expresarse que en forma muy elemental una parte
del pueblo reclama una salida a la situación “por izquierda”, por más
revolución y menos burocracia. Este reclamo no forma parte de la
propaganda de la coalición derechista. En la confusión la derecha aspira
a captar parte de ese voto, como un voto castigo al gobierno. Sin
embargo la mayor dificultad para las fuerzas bolivarianas será revertir
la tendencia abstencionista de muchos sectores tradicionalmente
chavistas, que tienen claro el papel de la derecha pero decepcionados
con el gobierno puedieran optar por esa actitud.
CONFUSIONES
La
derecha por supuesto rechaza que en la crítica situación de la economía
tengan alguna responsabilidad los empresarios y banqueros que fugan
divisas, sobrefacturan las importaciones subsidiadas a dólar oficial,
fugan por las fronteras las mercaderías que están destinadas al consumo
interno, acaparan y no respetan los llamados precios justos, que les
reconoce un nivel de ganancia del 30 %. Centra su propaganda en la
necesidad de acabar con todos los controles estatales sobre la economía y
en dar libertad de acción a los “actores” de la economía para que el
país salga de esta encrucijada, es decir volver a una economía donde
todo quede librado al mercado. Pero no presenta un programa económico
porque el verdadero lo oculta.
En este punto también se maneja
con la dualidad que la caracteriza. Si en su orientación política oscila
entre la contrarrevolución fascista y la supuesta oposición democrática
–que ya se vio no es tal –, en el terreno de la economía oscila entre
quienes proponen directamente la eliminación del bolívar y la plena
dolarización de la economía (Cordeiro- El Universal 7-11-15) y los que
proponen un shock devaluatorio, que llaman “devaluación competitiva”, de
cuyas desastrosas consecuencias hay amplias experiencia en el país. Las
gestiones de dos figuras centrales de la burguesía y la derecha del
país ante el FMI para obtener préstamos por 50.000 millones de dólares
se relacionan directamente con estos planes de dolarización. Como se
sienten más cerca de ser gobierno que antes, preparan el camino para
tener en el Banco Central una masa crítica de reservas, necesarias para
dar ese salto a la dolarización o a una megadevaluación. La burguesía ya
logró perforar los controles cambiarios – con complicidades aún no
aclaradas de funcionarios supuestamente bolivarianos – imponiendo de
hecho una dolarización encubierta de la economía. Ahora pretende dar un
paso más: legalizarla.
Este avance de la dolarización no sólo
impacta negativamente en los bolsillos del pueblo sino también en su
pensamiento. No es inusual escuchar que algún pequeño comerciante o
taxista diga que “hay que hacer como en Ecuador e imponer el dólar”. El
silencio del gobierno sobre los posibles caminos a seguir para salir de
la trampa del dólar también facilita estas confusiones que la derecha
siembra con esmero entre los sectores populares. Grecia es un espejo de
lo que significa carecer de moneda para un país dependiente de los
centros capitalistas. Hace años para ingresar al euro sacrificó su
soberanía monetaria. Ahora, golpeada su economía por la crisis europea,
debió resignar parte de su soberanía territorial, vendiendo varias de
sus islas a empresas alemanas de turismo.
Aportando su cuota para
confundir al pueblo aparece un economista que pasó por los ministerios
con Chávez empujando hacia la misma dirección que la derecha, aunque en
forma menos clara. Tal el caso de V.Alvarez (Aporrea- 27-11-15) que
propugna una serie de soluciones que según su opinión “están al alcance
de la mano”. Una de esas propuestas es “unificar el régimen de cambios
múltiples”. El detalle que omite es el valor al cual se unificaría. ¿Al
de SICAD, al de SIMADI o al Dólar Today? ¿O resolvería el mercado
saliendo del régimen de control cambiario, como propone la derecha? El
economista no es ingenuo, sabe que una medida de este tipo supondría un
alza generalizada de precios, mayor que la que golpea al pueblo ahora.
No por casualidad propone al mismo tiempo “flexibilizar los rígidos
controles de precios que desalientan la producción”. Es la forma que
tienen los empresarios, grandes y pequeños, de trasladar cualquier alza
de precios al consumidor final, cuya inmensa mayoría son trabajadores
asalariados o trabajadores independientes de ingresos muy bajos. Es
decir que sería este último sector el realmente perjudicado. Para
liberar al pueblo del tormento de los bachaqueros y las colas se propone
retroceder a la época en la que estaba a merced de la voracidad de los
capitalistas, grandes y pequeños.
Esta no es la política de la
Revolución Bolivariana ni mucho menos la perspectiva de transición al
socialismo que está plasmada en el Plan de la Patria, que los chavistas
votamos. El economista propone abandonar, sin decirlo, ese programa y
esa perspectiva. Esto queda claro cuando culmina planteando la necesidad
de un gobierno de coalición entre la derecha y el chavismo para
asegurar la gobernabilidad del país, según su visión.
La opinión
del economista no es más que una entre tantas otras, en este momento de
debate en la sociedad. Su importancia está en que muestra el
desplazamiento de una capa de intelectuales, que en su momento, ante la
crisis del país por las políticas neoliberales y el ascenso del
movimiento de masas que irrumpió con el chavismo, se acercó hacia el
lado de la Revolución. Ahora, frente a las dificultades que encuentra la
Revolución en esta fase de transición al socialismo – con el previsible
ataque del imperialismo, la burguesía local y toda la derecha
internacional – y las fluctuaciones en el movimiento de masas, ese
sector retrocede nuevamente hacia el lado de la república burguesa,
buscando la conciliación entre dos programas incompatibles, opuestos.
Estas oscilaciones son propias de la clase que estos sectores reflejan,
la pequeña-burguesía.
Otro revolucionario ruso, Lenin, decía
después de la Revolución de Octubre, que una de de las tareas decisivas
del nuevo Estado revolucionario era lograr “maniatarle las manos a los
capitalistas”. Las quejas de parte del pueblo – que desconoce a Lenin –
se parecen a la vieja advertencia del bolchevique: la dificultad que
tiene el gobierno bolivariano para hacerle cumplir a la burguesía las
medidas que dicta, esto es “maniatarle sus manos”. Además esas
dificultades se multiplican porque este Estado todavía no es el Estado
revolucionario, que tan enérgicamente y en forma de autocrítica
reclamaba Chávez en aquel memorable “Golpe de Timón”
La crisis
actual de la economía venezolana expresa en primer lugar las
dificultades para subordinar a las clases explotadoras a las mayorías
populares en la fase de transición a una economía no capitalista bajo la
forma republicana. Ante esas dificultades la pequeña burguesía
retrocede y plantea la conciliación, es decir el derrotismo. Por el
contrario, los revolucionarios planteamos fortalecer políticamente a la
Revolución, con triunfos electorales y con el desarrollo del poder
comunal, para doblegar a los capitalistas al cumplimiento de las medidas
que dicte el gobierno para derrotar a la guerra económica.
Pero
en segundo lugar la crisis también se relaciona con el predomino entre
las fuerzas políticas de la revolución de visiones de lo que se podría
denominar un productivismo estatista, según la cual el crecimiento
productivo y de la productividad – necesidad incuestionable e
impostergable – se sustentaría más en la capacidad de gestión de un
Estado eficiente que en la de los trabajadores involucrados en el propio
proceso productivo, mediante su gestión directa y democrática y su
auto-organización. Esta concepción, que es la predominante en las
empresas del Estado, se alimenta tanto de fuertes resabios de un
socialismo estatista como de un desarrollismo que priorizaba a los
“burgueses nacionales”, y también de concretos intereses sectoriales que
parasitan al Estado. La derecha crea confusiones apoyándose en la baja
utilización de la capacidad productiva de esas empresas estatales, para
crear un clima social que facilite su privatización si ellos llegasen a
gobernar. Los revolucionarios planteamos que esa situación no se
superará entregándolas al capital – necesariamente trasnacional – sino
avanzando de la actual propiedad estatal a una real propiedad social
mediante la intervención directa de sus trabajadores, conscientes y
organizados, para su gestión.
También contribuyen a las
confusiones en estos tiempos agitados quienes claman que la reforma se
ha apoderado de la revolución. Como en todo proceso real de masas las
distancias entre reformistas – en sus múltiples expresiones – y
revolucionarios ni siempre son tan nítidas ni hay un muro infranqueable
entre las mismas. Hay luchas de tendencias, porque es un proceso vivo,
cuya delimitación es más práctica que programática, a diferencia de lo
que ocurría en las viejas tradiciones socialistas. Podría decirse que
del lado de la reforma están quienes quieren acercar el poder al pueblo;
del lado de la revolución quienes luchan para que el pueblo asuma el
poder, que no es lo mismo, aunque a veces esas líneas se entrecruzan. Se
inclinan hacia la reforma quienes más se apegan a la actitud
paternalista desde un Estado, que si algo hizo bien fue la
redistribución de la renta nacional; hacia el lado de la revolución los
que transitan el camino de la auto-organización del pueblo, bajo las
formas que hasta ahora este proceso revolucionario ha ido generando.
Las
fuerzas bolivarianas han aprendido, del inmenso legado que Chávez dejó y
de las experiencias de estos duros años, que es necesario mantener la
máxima unidad posible mientras permita avanzar en el programa aprobado
por el pueblo. En la batalla que se avecina esta unidad será decisiva.
CONVOCARSE PARA LA VICTORIA
Los
pueblos no son heroicos todo el tiempo. A veces, ocasionalmente,
producen actos imposibles, que desafían a lo previsible y afirman una
voluntad colectiva de lucha. Ese heroísmo los llena de gloria si sus
huellas logran traspasar más allá de su circunstancia. A veces ese
heroísmo se pierde en la neblina del tiempo.
En las fuerzas
bolivarianas ese heroísmo está en su raíz original. No sólo en las
distantes guerras de Independencia, sino en el más reciente Caracazo,
las rebeliones militares y especialmente en el emblemático 13 de abril.
Pero en esta breve historia del chavismo hubo varios 13. No sólo fue
aquel abril en que se derrotó a los golpistas y el imperialismo. También
fue 13 cuando los trabajadores y el pueblo pusieron en marcha una PDVSA
que quería hundir la misma derecha que hoy pretende encaramarse en el
gobierno. Igualmente fue 13 aquel 15 de agosto de 2004 cuando el pueblo
salió masivamente a ratificar a Chávez, haciendo colas durante horas,
sin moverse, para poder votar. Volvió a reaparecer el 13 cuando las
avenidas de Caracas quedaron estrechas frente a la multitud que fue a
decirle a Chávez, aquel 4 de octubre de 2012, que seguiría dirigiendo el
país y la Revolución. Seguramente se nos escapan otros 13
Porque
13 es hacer lo que ni los analistas, ni los cientistas sociales, ni los
encuestadores, ni los comandos de la burguesía pueden predecir:
tensionar la conciencia colectiva, hacer emerger el rechazo a una
derecha y una burguesía que, antes y ahora, somete al pueblo a
situaciones de zozobra, antes con los golpes y las guarimbas, hoy con la
guerra económica.
13 es realizar colectivamente lo que otros
creen imposible. Este pueblo ya lo hizo. Puede repetirlo. El 6 de
diciembre vamos todos a votar con los candidatos del GPP!
¡CHÀVEZ VIVE!
¡LA LUCHA SIGUE!
Texto completo en: http://www.lahaine.org/6-d-bajo-fuego