Que
cada palo, aguante su vela. La jerga marítima se hace carne en las
filas del PP. De la indignación a la anomia, ante la inoperancia del
parlamento.
Por Nacho Ezquerro
Tal
magnitud de escándalos de corrupción, connivencia jurídico-política y
estafa del dinero público, superan la capacidad de reacción de la gente.
No hay palabras que puedan significar el grado de desolación y
estupefacción que sufre la población, frente a la ineptitud compartida
en el vaciamiento moral y pérdida del valor de instituciones, así como
la incapacidad de los responsables políticos y jurídicos de actuar de
forma ecuánime en la impartición de justicia y aplicación de las leyes.
Todo
empezó allá por los años primeros de esta hoy podrida
democracia, cuando el hermano de un vice-presidente hacía de las suyas
con el silencio y la connivencia de funcionarios y políticos. La
condena no resultó suficiente, porque con el pasar de los años, es
repetitivo en la esfera de los gobiernos, encontrarse con personajes que
se aprovechan de su función pública para beneficios personales. A cada
término de ciclo presidencial se suceden las denuncias de prevaricación,
mentira, estafa y amiguismos que perjudican las arcas públicas, y que a
su vez generan agradecimientos con puestos en la esfera privada,
puertas giratorias, jamones ayer y áticos hoy. Y la respuesta es alguna
que otra comisión de investigación, ninguna condena y ninguna
devolución de los dineros desviados.
Robo para la Corona, es como se llama el título de un libro que hace
algunos años atrás escribió el periodista Horacio Verbitsky para
denunciar similares maneras de vaciamiento de los dineros públicos en
Argentina.
La Omerta española y la picaresca.
Nadie habla,
se cambia cárcel por indultos a mediano plazo y maletines a escondidas.
Fiscalías y abogacía estatal sospechosamente escorada a favor del poder.
Ausencia de reacción popular y pasmádismo colectivo por parte del arco
político ¿Será la picaresca española? que tantos éxitos literarios
generó, que está ya impregnada en la piel de toro. O hemos caído en la
abulia política, donde lo mismo me da, que me da lo mismo… Ya lo
comentábamos, tiempo atrás que
es inconcebible semejante grado de desparpajo en la cosa pública.
Nos preguntábamos si nos toman por idiotas, y la verdad es que sí.
Hemos ganado puntos en ese campo. De ahí, el concepto de anomia, la
justicia se ha ganado a pulso la desconfianza del pueblo y tampoco se
observa voces críticas en su interior. Frente a la cotidiana corrupción
en el partido que nos gobierna, el pueblo español votó la continuidad,
votó la legalización del robo, votó la socialización del corrupto. Por
ello, los Rato, Bárcenas, Urdangarínes, Pujoles, están en la calle y por
ello, si han entrado en la carcel, saldrán prontamente para aprovechar
el dinero que han esquilmado al pueblo. Sus carcajadas en la intimidad,
es el regalo que nos hacen al pasotismo en las convicciones y la falta
de valentía en las decisiones por parte del pueblo y sus representantes.
Sale
a cuenta, aprovecharse de ser cajero (en este caso cargo público),
sacar el dinero de la caja, reinvertirlo y desviarlo a escondidas, poner
cara de inocente, actuar muy bien que confías en la justicia, -sobre
todo si al fiscal lo propones tú-, y cuando vienen malas, luego un buen
bufete que te pagará el partido en A o en B, unos años en la cárcel, un
indulto y luego a disfrutar toda la familia del dinero público. España
y su picaresca. Además, y ya rizando el rizo, tampoco sufren la condena
social, el tratamiento mediático hace que ocasiones se hable de ellos,
se los entreviste casi como héroes y aun se vanaglorien de la estafa que
han cometido. Hay casos que producen grima popular, como los Rato y
Bárcenas que siguen en la calle, cuando todo el mundo sabe lo que sabe.
La justicia española está podrida. Sin cortapisas. Así nos va y así nos
irá.
Partidos Políticos como Responsables subsidiarios de las estafas cometidas por sus cargos.
Es
la fórmula más lógica para inducir la responsabilidad pública de los
partidos políticos, y es que cuando uno de sus responsables elegidos
ocasione pérdidas al erario público, estas pérdidas sean reintegradas
por el partido que lo eligió para ese cargo. La sutil actitud de “
ese señor del que me habla” es
una técnica para distanciarse y no hacerse cargo de las
responsabilidades que les compete en la elección de personas integras
para los puestos políticos. Si las pérdidas/estafas/vaciamientos se
producen ejerciendo funciones gubernamentales, ejecutivas, políticas
,
los partidos políticos deben reponer esos fondos, en su función de
responsables subsidiarios por las personas que eligen para esos puestos.
Así de simple y así de claro.
Ahora sabemos que de forma oculta o indirecta, financian los bufetes
que defienden a estos prevaricadores o estafadores, con lo cual, se
descubre que el compromiso no es para con los electores, sino para con
los integrantes del propio partido, en una actitud como poco ciertamente
mafiosa. También es hora de acabar con los maniqueísmos, porque la
moqueta es muy golosa y corrompe tanto a unos como a otros, en ese
aspecto los colores ideológicos ya resultan obsoletos. Las Black Card
son una clara muestra de que existen corruptos en la izquierda, el
centro y la derecha, no tienen pruritos en pegarse la gran vida a costa
del desconocimiento público y tienen una capacidad histriónica estupenda
al momento de pedir trabajar mucho y ganar menos, mientras estafan al
pueblo. Palabras estas, vertidas por un Presidente de Cámara de
Empresarios. Ahora, está en la cárcel. ¿Pero… devolvió el dinero? ¿Cubre
lo incautado lo que ha robado?
A los españolitos de a pie, les
embargan las cuentas, sin pedir permiso, y hasta les controlan las
libretas de depósitos, porque en las solapadas privatizaciones de las
URES, les premian por el dinero embargado.
De Madrid al cielo
Eso es lo que sintió un
presidente
de comunidad cuando la ejecutiva del PP ignoró a sabiendas, las
denuncias públicas y sus sospechosos viajes, lo confirman como heredero
de bastón de mando madrileño. No hubo periodistas, ni policías, ni
compañeros de partido, ni fiscales, que, en cumplimiento de sus
salarios, ni de su ética, ni de sus promesas, de “por Dios y la Patria,
me lo demanden” que clamen por la verdad y tengan valor de decir NO.
Banalidad del mal, obediencia debida, mantenimiento del Statu-Quo. Un
corrupto en el poder – uno más- y lo único que sufría era el cotidiano
acoso de los periodistas y funcionarios de turno. La mayoría hizo
silencio o se puso de perfil. Los mismos que ahora se rasgan las
vestiduras y dicen sentirse defraudados. Y los pocos que lo hicieron,
sufrieron la indiferencia de los acomodaticios funcionarios de turno,
que a la sombra del corrupto participan de los beneficios. El periodismo
tiene mucha responsabilidad en no haber denunciado estos atropellos, y
en no decir nada a cambio de publicidad pública y financiaciones de todo
tipo. El diario matutino La Razón tenía entre sus colaboradores
a Ignacio González y escribía en sus páginas. De verdad ¿puede alguien
tomarse en serio a un medio de estas características? Esa es la España
que no terminamos de dejar atrás, la España de dame pan y llámame tonto,
que se alía con un corrupto por los favores recibidos o, por recibir.
La España de los valores tradicionales, pero que no entienden la
corrupción como un pecado, sino como un privilegio del cual participar.
La
España que aplaude a los corruptos en los juzgados, que entre la verdad
y el amiguismo, prima el amiguismo. Se acabaron los valientes, se acaba
la ética, y contagian la corrupción a las débiles mentes que se dejan
comprar por dinero, jamones, casoplones, comisiones, mordidas, puestos
en la administración, hijos bien colocados y un largo etc.
De soplones, cobardes y nombramientos.
Qué ha pasado con todos los nombramientos que hicieron los acusados de corrupción en la función pública, y que aún hoy,
resultan ser los soplones que les avanzan los procesos de investigación
y les brindan información confidencial, privilegiada y que no debería
salir de la esfera jurídica-estatal. La bisoñez de la justicia produce
compasión. Son implacables para el ladrón de gallinas, pero con
los colegas de pádel, se muestran atontados a la hora de actuar. Quién
es la jueza que le sopló a Ignacio González que lo estaban investigando.
Todo el mundo lo sabe, pero nadie lo dice. ¿Seguirá como jueza?
Valiente periodismo de estrellas cobardes. La escandalosa y voluntaria
lentitud de la justicia propicia que los presuntos corruptos tengan el
tiempo suficiente para distribuir, esconder, ocultar, testaférrear con
todo el tiempo del mundo, el fruto de su corrupción. Los presuntos
corruptos agradecidos. En ese aspecto, si tenemos a dos presidentes que
no han tenido reparo ético ninguno en colaborar con eléctricas o
empresarios extranjeros, vendiendo secretos de estado en forma de
asesorías, poca responsabilidad se le puede pedir al resto de la
población.
La misma clase política-jurídica y empresarial,
alimenta la corrupción, y a su vez la promueven, a extender la
prevaricación en la sociedad, el robo y la estafa. Qué sensación puede
tener un sufrido trabajador con familia de cómo se enriquecen a costa de
su voto integrantes del propio partido que gobierna. Qué expectativa
puede tener un parado de volver a trabajar, cuando los representantes
políticos en vez de cumplir sus funciones de representación están a la
caza del gran negocio para sí y sus amigos. Ahora se le llama
indignación, pero semejantes atropellos a veces terminan en carnicerías.
Avaricia, egoísmo, ombliguísmo, corporativismo, ceguera, son los
grandes males de quienes lideran la sociedad, y como resultado se
preguntarán porque el pueblo luego desconfía de ellos. Mientras solo sea
eso, ganar la desconfianza del pueblo, y sigan repartiendo billetes en
los restaurantes de turno, los clubes, amiguetes y mordidas, todo será
igual. Otra cosa, es cuando del enfado se pase a la acción, y los
escraches sean solo una bonita anécdota. Empresarios y banca que tienen
pingües ganancias, mientras siguen sin subir los salarios, son sobre
todo egoístas y avariciosos. Ese es el empresariado español. O aflojan
la mano, o invitarán a que otros la cierren. Que por decisión de no se
sabe quién, estemos enmarcados en una sociedad capitalista, no significa
carta blanca para aprovecharse de la gente, dejar los salarios
estancados y además fardear de lujo y riquezas, muy propio del
empresariado español. Utópico es que este mediocre empresariado de
motu-propio decida subir los salarios, cuando algunos de ellos están en
la cárcel, y han demostrado que solo saben ganar, a costa de que
pierdan otros, y por connivencia con el poder de turno. Para muestra las
famosas licitaciones que tienen por detrás mordidas políticas y que se
han dado en todo el estado español. Los sindicatos ausentes, como en los
últimos quince años, a cambio de ayudas financieras y butacas
gubernamentales.
En tanto y cuanto no se castigue a los culpables
de estafar a la gente, se promueve la falta de responsabilidad civil y
moral. La banca aun no fue debidamente sancionada por estafar a la
gente. Tampoco pidió disculpas. Sin embargo, el estado, se transforma
como socio policial de la banca cuando de desahucios se trata. Hace
falta un estudio que establezca el grado de incidencia económica total,
por corrupción, gastos de administración, judicatura, policial y costo
emocional que tienen estos casos en la economía española y en el
derrumbamiento progresivo de la ética y la moral de la población. Algo
hemos observado en las últimas elecciones donde en contra de todo
pronóstico, la anomia colectiva dio por ganadores de las elecciones a
gran parte de los que sustentan esta degradación moral y ética, ya no de
la política, sino del concepto del bien y del mal. No consiguen
recordar el concepto de vergüenza, porque están ya habituados a decir
cosas que no sienten, a vivir de la mentira y la teatralización en la
búsqueda de votos. Pedro Sánchez estuvo unos cuantos años en esos
butacones, y jamás se lo escuchó decir las cosas que dice hoy. Suponemos
que abra madurado. O, todo lo que dice es mentira. Y como el susodicho,
muchos diputados llevan años en butacones de poder y se sienten ajenos
al sentimiento popular y muy, pero que muy cercanos a las oligarquías y
estamentos de poder. Si los corruptos son premiados con la indiferencia e
incapacidad policial y jurídica, -y hacer la vista gorda y dejar libres
a los corruptos y corruptores-, se destruye la escala social de valores
éticos y culturales de nuestra sociedad.