La
administración estadounidense está profundamente dividida y son pocos
los que obedecen al presidente Barack Obama, más preocupado por elaborar
un compromiso entre las diferentes facciones que por imponer su propio
punto de vista. Después de haber eliminado el clan Petraeus-Clinton, que
saboteaba sus esfuerzos, el presidente descubre que Feltman y Power
siguen adelante con sus intrigas. Thierry Meyssan recorre aquí la
carrera de la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Samantha Power, y
de su marido, Cass Sunstein, profesor de Derecho y teórico de la
dictadura suave.
- ¿Cómo
instaurar una dictadura con guantes de terciopelo? El presidente Obama
conversa con su amigo, el «paternalista liberal» (sic) Cass Sunstein, y
con la esposa de este, la «idealista maquiavélica» (también sic)
Samantha Power.
Nombrada en 2013 representante permanente de
Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, la embajadora
Samantha Power es la líder de los «
halcones liberales», especie de
alter ego de los «
neoconservadores» en la promoción del intervencionismo del «
Imperio americano». Durante su audición de confirmación ante el Senado, Power proclamó: «
Este país es el país más grande de la Tierra. ¡Nunca pediré excusas por América!» [
1].
La juventud de Samantha Power
Nacida en el Reino Unido en 1970 y educada en Irlanda, Samantha Power
emigra a Estados Unidos a los 9 años, cuando su madre abandona a
su padre pianista para volver a casarse con un médico, más adinerado.
Después de cursar brillantes estudios de Derecho en Yale, Power trabaja
como periodista de deportes en la CNN, televisión de información
internacional cuya redacción albergaba miembros del 4º Grupo de
Operaciones Sicológicas de Fort Bragg [
2].
Samantha Power llega a la Carnegie Endowment for International Peace
como asistente de Morton Abramowitz, quien también administraba por
entonces la National Endowment for Democracy, la cara legal de la CIA.
Durante la guerra en Bosnia-Herzegovina, Power trabaja como reportera para el
Boston Globe,
The Economist,
New Republic y
U.S. News and World Report.
Conoce entonces a Richard Holbrooke, quien se convierte en su mentor.
Hoolbroke fue el organizador de la independencia de Bosnia-Herzegovina,
bajo la presidencia de Alija Izetbegovic, al término de una guerra
organizada por Estados Unidos para desmembrar Yugoslavia. Samantha Power
no podía ignorar que Izetbegovic se había rodeado de 3 consejeros:
el neoconservador estadounidense Richard Perle para los temas
diplomáticos, el cabildero francés Bernard-Henri Levy para la propaganda
y, para ocuparse de las cuestiones militares, el islamista saudita
Osama ben Laden [
3].
La prensa no es suficiente para Samantha Power así que retoma sus
estudios en Harvard, en la Escuela Kennedy de Gobierno, donde crea,
en 1998, el
Centro Carr para la Política de los Derechos Humanos.
Samantha Power entiende los «Derechos Humanos» en el sentido anglosajón
de ese término: proteger a los humanos de los posibles abusos del poder
estatal. Como hiperpotencia, el Imperio debe tener una política de
Derechos Humanos y formar para ello a sus altos funcionarios.
Esta concepción se opone culturalmente a la de los países latinos, donde se habla, por el contrario, de los «
Derechos del Hombre y del Ciudadano».
Para estos países la cuestión no es limitar los poderes del Estado sino
cuestionar su legitimidad. Por consiguiente, no puede existir en ellos
una «
política de Derechos Humanos» porque los Derechos Humanos son la irrupción del Pueblo en la política.
El Centro Carr es financiado por la fundación del ex empresario
Gregory C. Carr y por la fundación del líbano-saudita Rafic Hariri.
En 2001, la profesora Power participa como consultante en la Comisión
Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados, creada por
Canadá. Es el inicio de la noción de «
responsabilidad de proteger»
(R2P). Los expertos ponen sobre la mesa la idea de que para prevenir
masacres como las de Srebrenica o Rwanda, el Consejo de Seguridad de la
ONU tendría que poder intervenir cuando ya no hay Estado.
Al año siguiente, Samantha Power publica su obra maestra:
A problem from Hell: America and the Age of Genocide
[En español, “Un problema del infierno: América y la era del
genocidio”]. Particularmente difícil de leer, este libro le valdrá
la obtención del Premio Pulitzer. Aunque comienza por el genocidio
armenio para terminar por el que supuestamente sufrieron los albaneses
en Kosovo, el libro gira esencialmente alrededor de la cuestión del
exterminio de los judíos de Europa a manos de la Alemania nazi y de la
doctrina jurídica de Raphael Lemkins.
Lemkins era fiscal en Varsovia durante el periodo intermedio entre
las dos Guerras Mundiales. Como experto de la Sociedad de Naciones
denunció los crímenes de «
barbarie» cometidos por el Imperio
Otomano contra los cristianos –incluyendo a los armenios– (de 1894 a
1915) y posteriormente por Irak contra los asirios (en 1933). Durante la
Segunda Guerra Mundial, Lemkins escapó a la persecución nazi contra los
judíos exilándose en Estados Unidos, donde se convirtió en consejero
del Departamento de Guerra. Toda su familia, que se había quedado
en Europa, fue asesinada. Poco a poco, Lemkins forjó el término «
genocidio»
para designar una política tendiente a liquidar un grupo étnico
en particular. Finalmente, se convirtió en consejero del fiscal
estadounidense en el Tribunal de Nuremberg que condenó a varios
dirigentes nazis por «
genocidio».
Para Samantha Power, Raphael Lemkins abrió una vía en la que
Estados Unidos tendría que haber perseverado. Sólo el senador William
Proxmire –pariente de los Rockfeller– continuó su lucha hasta que el
Senado ratificó, en 1986, la
Convención para la Prevención y la Represión del Crimen de Genocidio. Como única potencial global, Estados Unidos tiene, en lo adelante, el deber de intervenir allí donde lo exijan los «
Derechos Humanos».
Sin embargo, la profesora Power nunca se interroga sobre
la responsabilidad de Estados Unidos en las masacres contemporáneas,
ya sea sobre su responsabilidad directa –como en Corea, Vietnam
y Cambodia (desde 1969 hasta 1975) y en Irak (desde 1991 hasta 2003)– o
sobre su responsabilidad indirecta –como en Indonesia, Papuasia, Timor
Oriental, Guatemala, Israel y Sudáfrica. La «
responsabilidad de proteger» aporta la justificación teórica,
a posteriori, de la «
guerra humanitaria» en Kosovo. Algo que el profesor Edward Harriman resume de la siguiente manera: «
Para ella [Samantha Power]
, Estados Unidos no es el problema sino la solución.»
La «
responsabilidad de proteger» se ha convertido en un «
deber moral»
de intervenir en todo país que Washington acuse de practicar o de
planificar un genocidio. Ya ni siquiera hay que esperar a que el Estado
se desmorone para iniciar la intervención, basta con un pretexto.
También en 2002, Samantha Power da una entrevista a la serie de video de la universidad de Berkeley
Conversations with History.
Al responder a una pregunta sobre cómo debería reaccionar
Estados Unidos si el conflicto israelo-palestino se agravara al extremo
de hacer posible un genocidio, Power aconseja el envío de una importante
fuerza militar para separar a los dos bandos. Pero se manipula su
respuesta para acusarla de no ponerse del lado de Israel por
antisemitismo. Así que Samantha Power se ve obligada a solicitar
la ayuda de varias personalidades judías estadounidenses, como Abraham
Foxman de la
Anti-Defamation League, para que la saquen de esa situación y redorar su imagen.
Samantha Power se ve entonces en el gobierno. En 2003, participa
brevemente en el equipo de campaña del general Wesley Clark, el
ex Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Kosovo, quien compite
por la investidura demócrata a la elección presidencial.
En 2005-2006, Power es invitada por un senador que acaba de salir de
la nada: Barack Obama. Este joven es un protegido del ex consejero de
Seguridad Nacional Zbigniew Brzeziński y de su financista David
Rockefeller. Se informa a Samantha Power sobre el proyecto de convertir a
este joven negro en el próximo presidente de los Estados Unidos de
América y ella decide renunciar a sus funciones en Harvard y unirse al
equipo de Obama para convertirse en su secretaria de Estado.
En 2006, Obama emprende como parlamentario un extraño viaje por
África. En realidad se trata de una misión de la CIA para sentar las
bases de un cambio de régimen en Kenya, su país de origen [
4]. Samantha Power recibe la misión de preparar el viaje y principalmente la etapa de los campos de refugiados de Darfur.
También participa ampliamente en la redacción de
The Audacity of Hope: Thoughts on Reclaiming the American Dream, libro con el que Barack Obama se da a conocer al público estadounidense y que le abrirá el camino hacia la Casa Blanca.
Ya convertida en todo un personaje de la intelectualidad
imperialista, Samantha Power se apodera de la figura de Sergio Vieira de
Mello. Este diplomático brasileño había sido Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos antes de morir asesinado
en Irak, en 2003, cuando esperaba convertirse en secretario general de
la ONU. Power le dedica una entusiasta biografía, titulada “Mantener la
llama: Sergio Vieira de Mello y la lucha por salvar el mundo” (sic).
También ejerce su influencia sobre otro oportunista, el francés Bernard
Kouchner, quien reemplazó a de Mello como representante especial del
secretario general de la ONU en Kosovo (1999-2001) y fue posteriormente
designado por Washington como ministro de Relaciones Exteriores de
Nicolas Sarkozy (2007-2010).
Samantha Power milita en varias organizaciones intervencionistas, principalmente en el
International Crisis Group del multimillonario húngaro-estadounidense George Soros y el
Genocide Intervention Network, que ha pasado a llamarse
United to End Genocide.
Samantha Power & Cass Sunstein
Durante sus contactos con Barack Obama, Samantha conoció a uno de sus
amigos, el profesor Cass Sunstein, nacido, como ella, el 21 de
septiembre pero 16 años mayor que ella. Sunstein había trabajado durante
mucho tiempo como profesor en Chicago, donde se vinculó con el joven
político Obama. Más tarde se fue a Harvard, donde su oficina estaba a
sólo una calle de la oficina de Power. Extremadamente ambiciosos, estos
dos personajes harían cualquier cosa por darse a conocer. En julio de
2008, la católica Power y el judío cabalista Sunstein se casan
en Irlanda. Juntos formarán lo que el periodista populista Glenn Beck
llamará «
la pareja más peligrosa de América».
Autor prolijo –escribe varios libros al año y publica numerosos
artículos de opinión en diarios importantes–, Cass Sunstein opina sobre
cualquier cosa, desde los impuestos hasta los derechos de los animales.
Es, ampliamente, el profesor universitario más citado en la prensa
estadounidense [
5].
Lo cual no tiene absolutamente nada de sorprendente ya que se ha
pronunciado sistemáticamente a favor del poder del Estado en contra de
las personas sometidas a procesos judiciales, tanto respaldando las
comisiones militares de George W. Bush en Guantánamo como luchando
contra la Primera Enmienda (libertad de expresión).
En otras palabras, mientras Samantha Power canta loas a los «
Derechos Humanos»
y se convierte en la referencia intelectual en la materia, su esposo
Cass Sunstein se opone a ellos con todas sus fuerzas y se convierte en
referencia jurídica sobre ese tema. Entre los dos son capaces de
defender cualquier cosa y lo contrario con el mismo ardor, siempre y
cuando ello sea útil a sus intereses.
Junto al economista comportamentalista Richard Thaler, Sunstein publicó
Nudge: Improving Decisions about Health, Wealth, and Happiness
[En español, “Contribución: Cómo mejorar las decisiones en materia de
salud, riqueza y felicidad”], donde los autores estudian las influencias
sociales que empujan a los consumidores a tomar malas decisiones.
Al mismo tiempo, elaboran una teoría sobre cómo podrían utilizarse esas
mismas influencias sociales para llevarlos a tomar «
decisiones correctas». Esto es lo que llaman el «
paternalismo liberal», un oxímoron que designa púdicamente un método de manipulación de las masas.
En septiembre de 2015, el presidente Obama adoptará el «
paternalismo liberal» como nueva política e impartirá a su administración instrucciones para multiplicar las «
contribuciones» [
6].
Durante la campaña electoral de 2007-2008, Sunstein redacta con
Adrian Vermeule un trabajo destinado a las universidades de Chicago y
Harvard, trabajo que se impondrá como doctrina a la administración Obama
para luchar contra las «
teorías conspirativas» –o sea, contra el
cuestionamiento de la retórica oficial– y que inspirará posteriormente
al presidente francés Francois Hollande y la Fundación Jean-Jaures [
7]. En nombre de la «
Libertad» ante el extremismo, los autores definen en ese trabajo un programa para aniquilar esta oposición:
«Podemos imaginar fácilmente una serie de posibles respuestas.
- El gobierno puede prohibir las teorías conspirativas.
- El gobierno podría imponer una especie de impuesto, financiero o de otro tipo, a quienes difundan tales teorías.
- El gobierno podría implicarse en un contradiscurso para desacreditar las teorías conspirativas.
- El gobierno podría contratar partes privadas creíbles para que se impliquen en un contradiscurso.
- El gobierno podría implicarse en la comunicación informal con las terceras partes y estimularlas.» [8]
La dictadura con guantes de terciopelo inicia su marcha.
El presidente Obama nombrará a Cass Sunstein a la cabeza del OIRA,
una oficina de la Casa Blanca encargada de simplificar los trámites
administrativos.
Pero Sunstein pasará el primer año haciendo otra cosa: busca
argumentos económicos para justificar la necesidad de luchar contra las
emisiones de carbono que pueden provocar un calentamiento climático.
Buena noticia para el presidente Obama, quien redactó –cuando trabajaba
para el ex vicepresidente Al Gore y su socio financiero David Blood– los
estatutos de la
Climate Exchange Ltd y los de la Bolsa de
Derechos de Emisiones de Carbono en Chicago. El presidente francés
Francois Hollande y su ministro de Relaciones Exteriores Laurent Fabius
utilizarán esos argumentos para preparar la Cop 21 (Conference on
climate change) y enriquecer a sus amigos [
9].
Samantha Power, de la posición de universitaria de moda
a la de mujer del poder
Volvamos a la campaña electoral. En una entrevista, Samantha Power
describe a Hillary Clinton, la entonces rival de Obama en la carrera por
la investidura demócrata, como «
un monstruo» capaz de ensuciar a
cualquiera con mentiras con tal de ganarse un puesto (alusión a la
polémica electoral sobre el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN) [
10]),
incidente que la obliga a dimitir. Su mentor Richard Holbrooke –quien
encubrió el genocidio en Timor Oriental– servirá posteriormente de
intermediario entre Clinton y Power para resolver el diferendo entre
ambas.
Durante la transición presidencial, Samantha Power trabaja con el
futuro consejero de seguridad nacional Thomas Donilon y con Wendy
Sherman en la preparación de la sucesión en el Departamento de Estado.
Pero al final no será la joven señora Power-Sunstein sino Hillary
Clinton –de 64 años, ex
first lady y ex senadora– quien se convertirá en secretaria de Estado del presidente Obama.
Samantha Power pasa entonces a ser asistente especial del presidente y
directora del Buró de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la
Casa Blanca. Desde esas posiciones obtiene para David Pressman, un
ex asistente de Madeleine Albright, el puesto de director de Crímenes de
Guerra y Atrocidades en el Consejo de Seguridad Nacional. Pressman
había creado, con John Prendergast,
Not on Our Watch, una
organización para difundir la idea de que existía un genocidio
en Darfur, y había enrolado en esa tarea a una serie de figuras de
Hollywood, como George Clooney y Matt Damon.
Power también logra convencer a Obama de crear un Consejo de
Prevención de Atrocidades que reúne en su seno varias agencias
estadounidenses [
11].
Extrañamente ese organismo no ha publicado absolutamente ningún informe
y se ha limitado a un solo encuentro en el Congreso. Lo único que
se sabe de ese Consejo es que se felicitó por el éxito de la operación
en Kenya, lo cual remite al viaje a África que la CIA y Samantha Power
organizaron para el senador Obama. Pero la mencionada operación fue un
cambio de régimen que, lejos de evitar un genocidio, se concretó
al precio de masacres tribales cuidadosamente provocadas. Finalmente,
ese Consejo parece haberse desvanecido cuando el Emirato Islámico inició
la limpieza étnica en el Sunnistán iraquí [
12].
En octubre de 2009, Samantha Power escribe la parte esencial del
discurso de Obama para la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la
Paz. Power desarrolla en ese texto la idea de una ética de geometría
variable: un presidente tiene que utilizar la fuerza y por desgracia
no puede actuar como un Mahatma Gandhi o un Martin Luther King Jr.
En el Consejo de Seguridad Nacional, Power conoce al asistente de Hillary Clinton enfrascado en la preparación de la «
primavera árabe», el ex «
procónsul estadounidense»
en Líbano, Jeffrey Feltman. El objetivo es derrocar los regímenes
laicos árabes (Túnez, Egipto, Libia, Siria y Argelia), sean o no aliados
de Estados Unidos, para poner en el poder a la Hermandad Musulmana.
Cuando Muammar el-Kadhafi declara que su país está siendo víctima de
un ataque de al-Qaeda, envía su ejército a Bengazi con órdenes de
recuperar las bases militares que los terroristas habían tomado y
anuncia enfáticamente que si no se rinden hará «
correr ríos de sangre»,
Samantha Power ya tiene listo un discurso. Las agencias de prensa
occidentales hacen creer que una revolución popular está teniendo lugar
en Libia y que Kadhafi se dispone a masacrar a su propio pueblo. Así que
Estados Unidos tiene que evitar el genocidio que se prepara.
Rápidamente se pone en marcha la guerra contra Libia, planificada desde
el año 2001. La operación costará las vidas de 160 000 personas y dejará
además 4 millones de desplazados.
- La
representante permanente de Estados Unidos, Samantha Power, en el
Consejo de Seguridad de la ONU junto al subsecretario general y director
de Asuntos Políticos de Naciones Unidas, el también estadounidense
Jeffrey Feltman.
Embajadora en la ONU y líder de los halcones liberales
Durante su segundo mandato presidencial, Barack Obama trata de
deshacerse de los belicistas que conspiran a sus espaldas. Arregla el
arresto, con esposas y todo, del general David Petraeus, director de la
CIA, y saca a Hillary Clinton del Departamento de Estado. La soñada
dirección del Departamento de Estado está nuevamente disponible, pero el
presidente Obama nombra a John Kerry –de 70 años, con 28 años como
senador, y ex candidato a la presidencia de Estados Unidos. Con 43 años y
sin haber ocupado nunca un cargo sometido a la voluntad de
los electores, Samantha Power logra obtener el puesto de embajadora en
la ONU.
Hasta aquí, Power se había mostrado obediente, respaldando la «
primavera árabe»
pero aceptando el acuerdo con Rusia durante la Conferencia de Ginebra.
En la ONU, vuelve a encontrarse con el ex asistente de Hillary Clinton,
Jeffrey Feltman, ahora convertido en director de Asuntos Políticos de
la organización, o sea en el verdadero mandamás de las Naciones Unidas.
A partir de su nominación, en junio de 2012, Feltman organiza por debajo
de la mesa el sabotaje contra el Comunicado de Ginebra por parte de la
secretaria de Estado [
13].
Feltman es un tipo hábil y no tardará en reclutar a la ambiciosa
embajadora Power, sumándola a su bando a espaldas del nuevo secretario
de Estado, John Kerry.
El plan es simple: Power tendrá que ganar tiempo frente a los rusos y
los iraníes, mientras que Feltman tentará a Arabia Saudita y Turquía
con un proyecto de rendición total e incondicional de la República Árabe
Siria y los generales Petraeus y Allen organizan la guerra secreta para
derrocar a Bachar al-Assad. Si todo funciona bien, Estados Unidos
obtendrá la victoria, Rusia será expulsada del Medio Oriente,
se mantendrá el embargo contra Irán y el presidente Obama se verá ante
los hechos consumados.
Efectivamente, Samantha Power hará fracasar todos los intentos de alcanzar una solución política en Siria.
Sobre el tema sirio, Samantha Power comienza rápidamente a trabajar con la
Syrian Emergency Task Force,
que se presenta como un grupo de sirios revolucionarios que tratan de
sensibilizar a los dirigentes estadounidenses. Pero ese grupo está
en realidad bajo la dirección de Muaz Mustafa, un palestino miembro de
la Hermandad Musulmana, ex asistente parlamentario de John McCain y
ex periodista de Al-Jazeera, que trabaja para el Washington Institute
for Near East Policy (el tanque pensante del AIPAC) y está implicado en
los diversos países que han sido blanco de la «
primavera árabe».
Este personaje dirigió la televisión Sawatel, creada en Egipto para
poner a Mohamed Morsi en el poder y dirigió después el Libyan Council of
North America. Fue precisamente Muaz Mustafa quien organizó el viaje de
John McCain a Siria, en mayo de 2013, y el encuentro de ese senador
estadounidense con el futuro califa del Emirato Islámico [
14].
Cuando la prensa occidental se entera del ataque químico en las cercanías de Damasco y lo presenta como una acción del «
régimen de Bachar» contra su «
oposición democrática», Samantha Power encuentra al fin la oportunidad de defender poblaciones vulnerables. En una conferencia en el
Center for American Progress, se pronuncia a favor de «
bombardeos limitados para prevenir e impedir el uso futuro de armas químicas».
Pero, ya informada de que todo es una operación bajo bandera falsa de
los servicios secretos turcos tendiente a implicar a la OTAN en la
guerra, la Casa Blanca le ordena no hacer nada. Atrapada entre
su retórica humanitaria, sus compromisos con Feltman y su deber de
lealtad al presidente, Power se va con su esposo a un festival de cine
en Irlanda mientras que el Consejo de Seguridad de la ONU debate el
tema [
15].
La bella retórica de Samantha Power sobre los derechos humanos
resulta una carta de triunfo cuando el Emirato Islámico ataca Irak.
Con ella, Estados Unidos logra forzar el primer ministro iraquí recién
electo, Nuri al-Maliki, a dimitir sin tener que mencionar su violación
del embargo estadounidense sobre el armamento iraní ni sus ventas de
petróleo a China sin uso del dólar. También permite justificar la
creación de la coalición internacional contra el Emirato Islámico que,
por supuesto, siguiendo instrucciones impartidas por Feltman a la ONU y
del general Petraeus, en vez de bombardear el grupo yihadista, le lanza
en paracaídas cargamentos de armas y municiones a lo largo de un año.
Pero Samantha Power acaba viéndose obligada a mostrar sus cartas
durante la intervención militar rusa en Siria. En una reunión del
Consejo de Seguridad Nacional, la señora Power reclama una intervención
estadounidense y entra en conflicto con Robert Malley, responsable del
Medio Oriente en el seno del Consejo.
Robert Malley es el hijo del periodista francófono y fundador de la revista
Afrique-Asie,
Simon Malley, y de Barbara Malley, ex colaboradora del FLN argelino.
Robert Malley milita en contra del imperialismo de Estados Unidos pero
es favorable a un liderazgo estadounidense con los Estado en vías de
desarrollo y desempeñó un papel importante en las negociaciones con
Irán. Y conoce bien al presidente sirio Bachar al-Assad, con quien se ha
entrevistado en numerosas ocasiones. Resulta por consiguiente imposible
hacerle tragar el cuento del tirano-que-asesina-a-su-propia-pueblo.
Malley subraya que la República Árabe Siria, con el respaldo de Rusia,
ha ganado y que ya es hora de pactar la paz. Power finge aceptar, pero
la CIA ya ha iniciado una nueva guerra, ahora destinada a crear un
Kurdistán en el norte de Siria, en un territorio que incluye un 70% de
tierras no habitadas por kurdos.
Al igual que su esposo, el «
paternalista liberal» Cass Sunstein, Samantha Power se define recurriendo a un oxímoron cuando se proclama, con toda la seriedad del mundo, «
idealista maquiavélica».
Elementos fundamentales:
Los
profesores Samantha Power y Cass Sunstein forman una pareja de
ambiciosos en la que ambos exponen magistralmente discursos
diametralmente opuestos. Sin embargo, coinciden en la defensa del «Imperio americano» contra los ciudadanos y los Pueblos.
Para Samantha Power, Estados Unidos tiene la potestad de hacer cualquier cosa en nombre de los «Derechos Humanos», mientras que para Cass Sunstein es en nombre de la «Libertad» que el Estado puede darse el lujo de hacer cualquier cosa. Lo importante es que el discurso esconda la realidad.
La
embajadora Samantha Power apoya actualmente al clan
Clinton-Feltman-Petraeus-Allen para luchar contra Rusia, Irán y Siria.
Mientras tanto, el profesor Cass Sunstein teoriza sobre una forma de
dictadura suave. Sunstein ha convencido al presidente Obama para que
manipule las opiniones de la gente mediante la censura o desacreditando a
la oposición y para que manipule los comportamientos actuando sobre
su entorno social.