Nota: este texto ha sido
redactado después de la charla-debate habida en el Gaztetxe de
Zizurkil el pasado domingo 9 de febrero sobre Geopolítica. Se
decidió hacer un segundo debate estudiando la situación mundial
desde y para una estrategia comunista.
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PRESENTACIÓN
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GEOGRAFÍA Y PROPIEDAD PRIVADA
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GEOGRAFÍA Y CAPITALISMO
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GEOGRAFÍA Y GEOPOLÍTICA
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GEOPOLÍTICA IMPERIALISTA
1.- PRESENTACIÓN
La pregunta sobre qué diferencia hay entre a la geopolítica al uso
y la estrategia comunista, me vino inmediatamente a la cabeza al
conocer la propuesta del Gaztetxe de Zizurkil para un debate sobre el
contenido de una sola palabra: «Geopolítica», nada más, pero nada
menos. La primera parte de la respuesta me surgió al instante: como
siempre en la vida, cuando debemos enfrentarnos a problemas que
desbordan la obediencia mental que nos han inculcado, nuestra
ignorancia y nuestro miedo a la libertad nos lleva a utilizar sin
crítica alguna los conceptos y la terminología del poder, su
lenguaje y hasta sus gestos, sus mapas mentales, su carga política y
la ideología contrarrevolucionaria que les cohesiona internamente.
Si carecemos de una visión revolucionaria de la realidad,
inevitablemente caemos en estos cepos mentales y prácticos de los
que es muy difícil salir. Una de las razones de esa dificultad
radica en que la patología de la sumisión tiene efectos
paralizantes.
La libertad exige la teoría y viceversa, y ambas al unísono exigen,
conllevan y desarrollan la acción de organizarse políticamente
contra la propiedad privada de las fuerzas productivas, siendo la
especie humana y en concreto la mujer la fundamental fuerza
productiva privatizada por la clase dominante. A grandes rasgos,
podemos decir que esto es lo que enfrenta a la geopolítica con la
estrategia comunista. En efecto, malvivimos en una crisis
estructural, sistémica, que mina al capitalismo en su conjunto, aquí
en Zizurkil y allí, en las barriadas populosas de Nueva Delhi en la
que se agitan todas las explotaciones bajo un régimen cada vez más
dictatorial, también en los pueblos bolivianos bajo la dictadura o
en las barriadas yanquis empobrecidas. En la India se cuece una
rebelión masiva sustentada en huelgas de decenas de millones de
explotadas y explotados que puede dar el salto a una revolución.
¿Qué tiene que ver la India con Zizurkil, por ejemplo?
¿Qué relación existe entre la reciente Huelga General U30 con la
heroica lucha chilena, con la resistencia latente y siempre preparada
para salir a la superficie de los mineros sudafricanos y de las
mujeres centroafricanas que aguantan sobre ellas todo el inhumano
saqueo imperialista, o con el notorio aumento de la lucha de clases
en los EEUU? ¿Qué puede unir el amplio movimiento de protesta
contra el deslizamiento de miles de toneladas de tierras contaminadas
con amianto y otros venenos en Zaldibar, matando a dos trabajadores,
con otros idénticos en todo el mundo y con el creciente rechazo de
los pueblos empobrecidos para ser los basureros de Occidente
padeciendo la contaminación de masas inconmensurables de agentes
nocivos, venenosos? ¿Qué puede conectar la persecución de la
lengua y cultura vasca con el hecho de que un tercio de las películas
que se venden en el mundo pertenecen a la Factoría Disney? Y por no
alargarnos, ¿puede existir alguna relación entre lo que nos dicen
del coronavirus, el deterioro de la sanidad pública en Euskal
Herria, y su impacto en el envejecido capitalismo mundial?
A simple vista estas interrogantes no tienen nada o muy poco que ver
con la geopolítica porque, según se cree, ésta se dedica al
análisis de las interacciones entre los Estados y a lo sumo a los
intereses de las grandes corporaciones transnacionales, teniendo en
cuenta el marco geográfico en el que cooperan o chocan con más o
menos virulencia las necesidades de tales poderes. Pero cuando
rascamos las apariencias vemos que hay fuerzas más profundas,
contradicciones sociales que laten o rugen: las clases y pueblos
explotados que se enfrentan a esos poderes, las alianzas claudicantes
y colaboracionistas de sus burguesías con los poderes extranjeros,
etc. Llegados a este subsuelo tal vez veamos lo que algunos estudios
de geopolítica han concretado tanto, pero suelen ser pocos, de
corrientes minoritarias sin apenas aparición en la industria
político-mediática, llamada «prensa».
Pero no los encontraremos una vez que hayamos descendido a los
hornos, a las calderas en las que la explotación vivifica al
capitalismo, donde la producción/reproducción de capital encuentra
su felicidad y su ética en la vajilla de oro del dolor humano: aquí,
en la unidad y lucha de contrarios inconciliables, solamente el
marxismo puede ayudarnos porque nos guiará por la inacabable
polifonía de injusticias y resistencia hasta enseñarnos que la red
de nudos rojos que tienden a interactuar pueden confluir en la
estrategia de tomar el cielo por asalto. En 2011, año al que
volveremos por su significado, el colectivo internacionalista
Askapena organizó un debate sobre el caos aparente del mundo,
queriendo eludir las limitaciones de la geopolítica que ya para
entonces había vuelto a la escena mediática. Una de las ponencias
–(
El marxismo como teoría-matriz 17 de mayo de 2011, a
disposición en la red) — defendía la necesidad de una teoría
capaz de integrar en un todo –«
la verdad es el todo», dijo
alguien– la desbordante diversidad de luchas concretas contra
opresiones concretas tal cual se daban entonces.
Hablando sobre lógica dialéctica en un tiempo en el que la casta
intelectual académica y reformista volvía a certificar la enésima
muerte de Hegel y de Marx, H. Lefebvre dijo: «si lo real es móvil,
que nuestro pensamiento sea móvil; si lo real es contradictorio, que
nuestro pensamiento sea consciente de la contradicción». Ha
transcurrido casi una década desde la publicación de
El marxismo
como teoría-matriz, que aquí ofertamos en el altar de la
crítica para avanzar en la consciencia de las contradicciones
utilizando la geopolítica como el chivo del sacrificio. Lo haremos
en dos partes, como quedamos en el debate: en esta primera veremos
qué se esconde tras este término de moda, y en la segunda
estudiaremos las formas actuales de las contradicciones del
imperialismo según lo que entendemos por teoría-matriz.
2.- GEOGRAFÍA Y PROPIEDAD PRIVADA
El conocimiento del entorno geográfico, del espacio y del tiempo, es
una necesidad objetiva por pura lógica de supervivencia no sólo en
la antropogenia sino de la vida animal, porque la energía, los
recursos son finitos, se agotan tarde o temprano sobre todo cuando
las contradicciones sociales de la producción/reproducción de la
vida social imponen que su consumo tienda a ser crecientemente
irracional en dirección al infinito, como en la sociedad
capitalista. A grandes rasgos, las leyes del ahorro de energía o del
mínimo esfuerzo, y de la productividad del trabajo reflejan la
necesidad objetiva de adaptarse a la finitud de los recursos:
materialismo histórico en esencia. El origen de la exploración
geográfica radica en la necesidad de descubrir o apropiarse de
nuevas energías; abaratar su extracción, transporte y consumo, y
defender esos recursos de posibles atacantes. En la medida en que la
exploración y explotación avanza, la acción humana inicialmente
transforma la naturaleza y sus equilibrios, pero llega un momento que
no es otro que el triunfo de la propiedad privada a partir del cual
empieza a destruirla, creando una geografía acorde con las
necesidades de las clases dominantes.
Se debate cual es el primer mapa geográfico pintado en cuevas
durante el paleolítico, pero lo cierto es que ya entonces se
dibujaban mapas para racionalizar el gasto de energía, orientarse y
saber cómo llegar a los recursos vitales, siendo el canibalismo uno
de los métodos de obtención de energía. En este sentido elemental,
algo parecido a la geopolítica surge con las primeras asambleas
periódicas de clanes y tribus recolectoras e itinerantes en los
modos comunales de producción para coordinarse o pelearse, y mejora
en los primeros Estados y ejércitos del modo de producción
tributario. La objetividad de la dialéctica de la naturaleza hace
que ese proceso a la vez implique transformación, destrucción y
creación en un movimiento permanente en el que las crisis juegan un
papel clave sobre todo una vez que la propiedad privada, al vencer a
la propiedad colectiva y comunal, interrelaciona estrechamente
geografía, Estado y guerra.
Por ejemplo, la necesidad ciega de responder a la ley del ahorro de
energía fue la que, en parte, resolvió el problema del
abastecimiento de agua durante el tendido de algunas vías férreas
en las grandes praderas del norte de América: bastaba seguir los
senderos de las manadas de bisontes para descubrir el camino más
llano y recto posible entre pozos de agua porque los bisontes los
habían abierto milenios antes de la llegada de nuestra especie a las
praderas. Sin saberlo, los bisontes se habían adelantado a Trotsky
cuando dijo que la suerte de las naciones depende de la ley
(tendencial) de la productividad del trabajo. El ferrocarril expandía
la ley del valor vital en el capitalismo, acabando casi del todo con
los bisontes y con las naciones indias, llevaba ejércitos y clases
trabajadoras de un océano a otro para acelerar la acumulación
ampliada de capital, transformando y destrozando la naturaleza,
creando una geografía capitalista sobre y contra la naturaleza
moribunda.
Antes del capitalismo, las ciudades-Estado y los imperios de Sumer
planificaban con gran detalle el grueso de las operaciones
comerciales y militares, teniendo en cuenta las limitaciones de la
época. Desarrollaron el espionaje para acceder a la mayor y mejor
información posible en todas las cuestiones, espionaje realizado
bien individualmente bien por delegaciones económicas que anotaban
la geografía, riquezas, fuerzas y debilidades de los pueblos a
invadir o con los que comerciar en situación ventajosa. La
geopolítica dio paso a la geoestrategia porque no podía invadirse
un país para estrujarlo si no se preparaba minuciosamente la
operación. Las alianzas entre Estados para derribar imperios eran
tejidas por una diplomacia muy experta.
En Grecia la Liga Anfictiónica que se reunía en Corinto entre los
siglos –VI al –II, hasta la dominación romana, era un ejemplo de
geopolítica y geoestrategia que encuadraba a grandes rasgos el
quehacer de historiadores, geógrafos, militares, comerciantes,
filósofos y sacerdotes helénicos. La Liga de Corinto defendía los
intereses del modo de producción esclavista frente a las rebeliones
de las clases explotadas, de los esclavos y esclavas, de los pueblos
dominados, y de las amenazas de potencias exteriores. Muy
probablemente, la primera estrategia de contrainsurgencia fue
elaborada en Corinto en el siglo –IV para prevenir y aplastar las
crecientes rebeliones sociales.
En China la geopolítica llegó a los más altos niveles de la
geoestrategia con las aportaciones de Sun Tzu en el siglo –V
recogidas en su imprescindible
El arte de la guerra, obra que
integra todas las disciplinas de la actual geopolítica más otras de
la antropología y psicología, e incluso artes esotéricas típicas
de aquel período. Al margen ahora de que Sun Tzu fuera un personaje
real o mítico, el nombre de un autor dado a una compilación
colectiva de textos, lo cierto es que la obra asume y defiende los
intereses de la clase dominante en el modo de producción tributario
chino. Un ejemplo de la valía del libro lo tenemos en que su estudio
sirvió a una facción militarista japonesa del siglo +VIII para
unificar la Isla mediante sus métodos, asegurando por siglos un muy
duro sistema de explotación social, opresión patriarcal y
dominación religiosa.
En Roma la geopolítica sólo era plena si desembocaba en la
geoestrategia, más aún en la medida en que una de las bases de su
poder, el pequeño campesino libre que tomaba las armas
voluntariamente, era desplazada por la otra base de su poder:
millones de esclavas y esclavos explotados hasta la extenuación.
Según los grandes terratenientes esclavistas expropiaban a los
pequeños campesinos libres, se hacía más y más necesaria la
planificación geoestratégica mediante una rigurosa geopolítica
para saquear pueblos con el menor gasto y la mayor rentabilidad
posible. El momento álgido fue el de las tres guerras con Cartago
entre el -264 y el -146, que exterminó a la primera potencia de la
época, destrozando con el arado, el fuego y la sal el humus del
suelo cartaginés para que no brotaran ni las malas yerbas. La
geopolítica se basaba, entre otros métodos, en los minuciosos
informes que elaboraban los comerciantes, geógrafos, diplomáticos y
espías que recorrían los países a invadir. Un espionaje arriesgado
porque podían morir ejecutados al ser descubiertos. Luego, los
comerciantes iban en la retaguardia de los invasores para administrar
la conquista y comerciar con parte del botín. Roma generalizó con
muchos siglos de antelación métodos luego comunes por no decir
obligados.
En Mesoamérica, los Andes y México, las ciudades-Estado mayas y el
imperio inca y azteca, por centrarnos en estos poderes, desarrollaban
conocimientos muy exhaustivos del calendario, de la canalización de
aguas, de agricultura en terrazas, de arquitectura, etc., para
maximizar en lo posible la obtención y producción de energía,
sostenido todo ello en una ágil burocracia estatal. La explotación
social y patriarcal, y la opresión de pueblos, eran la base de estas
poderosas culturas dirigidas por castas dominantes que aplicaban la
geopolítica con la misma sistematicidad que los poderes citados,
también para el uso de la violencia.
Cuando hablamos de espionaje debemos referirnos a los servicios
secretos del Estado como elementos insustituibles en la geopolítica
y geoestrategia: resulta definitivamente esclarecedor el que la
inmensa mayoría de los analistas dejen al margen por ignorancia o
por voluntad la permanente acción interna de los servicios secretos,
de los aparatos de Inteligencia, en geopolítica y más aún en
geoestrategia. Sin embargo, una tarea clave en la que Sun Tzu había
insistido era la de encontrar fisuras en el enemigo, en su unidad,
agrandarlas en lo posible sembrando dudas, discordias y choques
internos para comprar a un sector que traicionara al otro. Roma la
empleó siempre, como todos los conquistadores antes y después.
Gengis Kan perfeccionó este método incrementando el papel de la
guerra psicológica, del soborno para traicionar, de la provocación
de rumores, etc., así como las funciones de los «comerciantes», de
modo que muy frecuentemente la pedagogía del miedo ya había surtido
efecto entes de la invasión militar. Como decimos, eran métodos
antiguos pero los mongoles los utilizaron al máximo de una forma
brillante.
Otra característica que recorre cada vez más a la planificación
geopolítica realizada en estos modos de producción es la
importancia creciente en la obtención de esclavos y prisioneros
cultos, sabios, técnicos, artesanos especializados, etc., porque
estas sociedades van comprendiendo que su fuerza de trabajo más
cualificada que la media rinde más en menos tiempo, y hace cosas que
el resto no puede hacer. Roma succionó el conocimiento griego en
todos los sentidos. Los árabes, en una primera fase hasta los siglos
XI-XII, integraron el saber de los pueblos en su política
expansionista basada entre otras cosas en su superioridad cultural y
militar; y los mongoles se esforzaron por colocar de un modo u otro a
los sabios extranjeros en su aparato de Estado.
En la más atrasada Europa, los gremios artesanales intentaban
ocultar sus artes técnicas para mantener sus beneficios frente a la
competencia, pero comprar e integrar a los sabios era fácil si había
dinero porque el conocimiento estratégico aún no se había
convertido en parte del capital constante guardado celosamente por la
burguesía. Aun así, los Estados tomaban medidas para proteger
secretos de alto valor económico y militar que, en síntesis, viene
a ser lo mismo, como la seda, el fuego griego, la fundición de
metales y de vidrios, etc. Mantener esos secretos o descubrirlos era
y es una de las garantías previas para el éxito de las geopolíticas
antagónicas. A finales del siglo XIV la técnica artillera era
monopolio de un reducidísimo grupo cerrado de personas, pero para
mediados del siglo XV esta arma decisiva podía adquirirse en el
mercado si había dinero: Bizancio terminó por caer en poder de los
otomanos en 1453 gracias a que estos compraron la tecnología de
grandes cañones a un monje húngaro que previamente había intentado
venderla a los bizantinos que, por pobreza, no pudieron comprarla.
Lo que ahora se define como geopolítica era algo común en la
burguesía comercial de la baja edad media, cuando presionaba con
todas sus fuerzas para ampliar y aplicar la
Lex Mercatoria lo
más rápida y eficazmente posible a la mayor cantidad de mercados y
países, de geografía, en suma, reduciendo las leyes protectoras de
las economías locales, y chocando frontalmente con los vetustos
privilegios de la nobleza y del clero. La
Lex Mercatoria exigía
la seguridad de la circulación mercantil, del cobro de letras, del
pago de deudas, el mantenimiento de carreteras y puentes, etc., era
inseparable de una geografía integrada en el poder político de cada
zona. Obligarle a un obispo a que permitiese el tránsito gratuito de
mercancías por sus tierras y sus puentes, incluso obligándole por
la fuerza, suponía un choque de poderes con claros contenidos
políticos y culturales. Pero por el lado contrario estaban las
luchas campesinas para que molinos, puentes, bosques, prados, etc.,
volvieran a ser bienes comunes, y para que se prohibiera el derecho
de violación de la mujer por el señor feudal: entonces, burgueses,
nobles y obispos imponían su unidad e intereses de clase.
Si nos fijamos, lo básico de la geopolítica y la geoestrategia ya
estaba presente en los modos de producción precapitalistas, aunque
aún no se le llamase así. Lo estaba por una razón muy clara: para
las clases dominantes el mantenerse en el poder requería la
explotación interna, de su propio pueblo, y la externa, de otros
pueblos, o la defensa ante las rebeliones de las y los explotados y
de los ataques exteriores. Si la clase dominante despilfarraba
riquezas, recursos, tesoros acumulados, etc., y no los reponía con
otros recursos iguales o mayores, más temprano que tarde era
derrotada. Si no se preparaba militarmente, sería derrotada o
dominada, pero la preparación le exigía un gasto material que debía
ser equilibrado y compensado. Y en todos estos casos era
imprescindible un ahorro de tiempo y medios y el control de la
geografía.
3.- GEOGRAFÍA Y CAPITALISMO
Pero el gran cambio empieza a producirse en el siglo XVI cuando la
burguesía comercial va adquiriendo el poder suficiente para forzar
al Estado a invertir crecientes sumas en la exploración geográfica
y en la medición más exacta de la latitud y la longitud, en la
precisión del tiempo, en la tecnología militar, etc., en suma en
las ciencias que ahorran tiempo y energía. Se trata de un avance
lento, entrecortado y con estancamientos y retrocesos, pero es un
desarrollo ascendente unido al avance de las matemáticas, la
geometría… y a la creación algo posterior de las academias de
ciencias. La dictadura del valor, del valor de cambio, del trabajo
abstracto y del tiempo se expande en la medida en que con ella
aumentan los medios dedicados a la geoestrategia y la geopolítica
porque, por ejemplo, las cartas de navegación eran un secreto de
Estado más importante que la tecnología de la imprenta. Pero desde
finales del siglo XVIII a la exploración de los mares se le empiezan
a unir la del interior de los continentes. Desde comienzos del siglo
XIX exploradores, geógrafos, sacerdotes, comerciantes, militares,
maleantes y convictos…todos adoradores del oro: la peste blanca
avanzaba por el interior de continentes hasta entonces inaccesibles
por sus enfermedades. Para la década de 1830 el uso combinado de
quinina, buena nutrición e higiene redujo la mortandad de los
invasores infectos del 35% al 5%. Vapor, quinina, Biblia, armas de
repetición y criminales en serie, eran sucesores de los genocidas de
las cruzadas medievales y de los «descubrimientos» desde finales
del siglo XV.
El derecho de conquista se justifica en las diversas éticas
cristianas, sobre todo las que derivan del protestantismo desde los
siglos XVI y XVII en adelante: en lo que ahora son los EEUU el
puritanismo de los primeros invasores ya justificaba la guerra contra
los pueblos nativos por indolentes y perezosos que no trabajaban los
recursos dados por dios contraviniendo así el mandato divino de
crecer, multiplicaos y dominad la tierra. Un anuncio de lo que sería
desde mediados del siglo XIX la tesis del «destino manifiesto» ya
fue expuesta en la década de 1630 por un influyente ministro
puritano.
Más concretamente, podemos denominar como primera forma del
Lebensraum o «espacio vital», a la doctrina Monroe de 1823 según
la cual el Caribe, Centroamérica y América Latina son propiedad de
los EEUU. Por el contrario, probablemente la primera plasmación real
de la geopolítica desde una perspectiva liberadora, es decir, de
geoestrategia emancipadora, intentó ser el Congreso Anfictiónico de
Panamá de 1826 mediante el cual Bolívar proyectaba avanzar en la
coordinación de Nuestramérica para mantener su libertad frente a
los EEUU. La industrialización desatada ya para entonces multiplica
las funciones del Estado, entre ellas la de enviar exploradores por
medio mundo, comerciantes por el resto, y la de reclamar como propios
o como protectorados lejanos territorios; también la de espiar para
acceder a la mejor tecnología, como se aprecia en los esfuerzos de
Prusia para copiar las mejores máquinas de vapor inglesas.
En la década de 1830 el imperialismo francés intervino con una
sofisticada geopolítica contra la nación argelina, en la que todo
valía para sobornar y cooptar a las clases dirigentes, como la de
entregarles armas con la que luego los argelinos se defenderían
matando franceses. Al final, Francia pactó con Gran Bretaña para
que no ayudase a Argelia, y lanzó una ofensiva brutal desde 1840 que
será ferozmente criticada por Rosa Luxemburg en 1913. Mientras que
los anglicanos ingleses ayudaban a los católicos franceses a cometer
crímenes atroces en Argelia, en 1845 la mezcla de cristianismos
yanquis oficializó la doctrina del «destino manifiesto» según la
cual los EEUU ya no sólo debía dominar Nuestramérica sino el
universo entero, poniéndola en práctica en 1846 al invadir México
arrancándole casi la mitad de su territorio: una verdadera campaña
geoestratégica muy bien planificada geopolíticamente.
Dos años antes de esta guerra había nacido F. Ratzel (1844-1904)
uno de los primeros sistematizadores de la escuela prusiana de
geopolítica. Aprendió sobre todo de la larga experiencia de la
nobleza expansionista de su país que se remontaba, como mínimo, a
las proezas de Federico II el Grande (1712-1786) y a la efectiva
organización en 1813 de la milicia popular o
Landwher,
dirigida por nobles, para expulsar a los franceses con la ayuda
aliada. La
Landwher tenía una fuerte contradicción de clase
pues era popular y las clases dirigentes y el propio rey alemán
tenían mucho miedo a armar al pueblo, pero confiaban en que sus
aliados, la nobleza rusa y austríaca, aplastaran a la
Landwher si
pasaba a exigir derechos sociales. Las milicias armadas de la
revolución de 1848 recogían parte del espíritu de la
Landwher.
Por el contrario, la escuela alemana de geopolítica estructuraba su
«ciencia» en base al militarismo prusiano. Tras la derrota de
Napoleón y los tremendos sustos de las rebeliones de 1848, Prusia
seguía cercada entre el imperio austro-húngaro, el imperio zarista,
la siempre poderosa Francia y la por entonces invencible Gran
Bretaña. Para entonces, los centros de poder ya empezaban a estudiar
con rigor el libro
De la guerra escrito por Clausewitz
(1780-1831) y publicado en 1832. La identidad entre Sun Tzu y
Clausewitz radica en que, a pesar de los +/- 2200 años y miles de km
que les separan social, cultural y geográficamente, ambos piensan
desde y para los intereses de las clases dominantes propietarias de
las fuerzas productivas, explotadoras de mujeres, pueblos y clases
trabajadoras.
La diferencia radica en los diferentes modos de producción en los
que cada autor defendía a su clase opresora: Sun Tzu escribió en el
modo tributario y Clausewitz en el del capitalismo comercial
centroeuropeo que justo empezaba a industrializarse entonces. Esta
diferencia es la que le permite al segundo aportar una idea decisiva
que marcará el antagonismo, la inconciliabilidad entre la
geopolítica burguesa y la estrategia comunista: Clausewitz demostró
que la guerra es la continuación de la política por otros medios,
idea que el marxismo desarrollaría con majestuosidad teórica, como
veremos en la segunda entrega. Bismarck aplicó la versión
contrarrevolucionaria de Clausewitz, los marxistas la revolucionaria,
sin mayores precisiones ahora. Para romper estas tenazas, una facción
burguesa alemana optó por el astuto Bismarck (1815-1898). El
«Canciller de Hierro» escondía el puño de acero del expansionismo
militar y de las represivas leyes antisocialistas dentro de un guante
de seda del parlamentarismo y de los primeros esbozos de lo que sería
el supuesto «Estado del bienestar» (¿?)
Una muestra de su talento fue el anzuelo que se tragó Francia y que
le llevó a la humillante derrota de 1870, origen de la Comuna de
1871; otra fue la Conferencia de Berlín de finales de 1884 y
comienzos de 1885 para repartirse África, en la que con palabrería
humanista las grandes potencias europeas la trocearon como los
carniceros, a hachazos, y se disputaron con rugidos sus recursos,
hundiendo al continente en empobrecimiento y océanos de sangre:
como el genocidio alemán de Namibia para exterminar a los herero y
los namaquas entre 1904 y 1907 saqueando sus diamantes y minerales.
Otra medida geoestratégica más que geopolítica fue la creación de
la densa y muy eficaz red de ferrocarriles sin la cual Alemania no
hubiera podido mantener tantas y tan atroces guerras
interimperialistas y contrarrevoluciones desde 1866 hasta 1945, ni
recuperarse tan pronto tras esta última derrota: Bismarck había
creado una geografía ferroviaria, perfeccionada por las autopistas
nazis, que ahorraban energía y tiempo.
Ratzel tenía 18 años cuando Bismarck fue nombrado primer ministro
en 1862. Además de las lecciones alemanas, vio cómo militares
yanquis y británicos, sobre todo, habían estudiado la geoestrategia
precapitalista, cómo descubrieron algunos a los estrategos griegos
del siglo –IV y cómo leían a los grandes escritores militares
posteriores. Es muy posible que le llamara la atención cómo los
EEUU compraron en 1867 la inmensa Alaska a un ignorante y aún débil
imperio zarista por una calderilla: un ejemplo de libro de
geopolítica que confirmó su acierto geoestratégico desde 1948 al
intentar el Pentágono asfixiar a la URSS con la Guerra Fría, que se
mantiene en la actualidad contra Rusia y China, y que la incrementará
al deshelarse aún más el Polo Norte.
Ratzel creó el término de «espacio vital» o
Lebensraum a
finales del siglo XIX, coincidiendo con su libro
Geografía
Política de 1897, y ya era empleado con frecuencia en 1901
cuando la fase colonialista del capitalismo se había agotado por su
incapacidad de dar salida a las fuerzas productivas desencadenadas
por la industria y por los avances tremendos del capital financiero y
de la Banca, tal como demostró Engels con su brillantez habitual en
un textito de 1895 de una actualidad increíble titulado
La Bolsa
que aparece en la prefacio al Libro III de
El Capital. El
Lebensraum era una síntesis entre las lecciones que aprendió
de Bismarck y la doctrina yanqui del «destino manifiesto», del
espacio geográfico que permitiría multiplicar la acumulación
ampliada de capital al país invasor.
La ideología que ensamblaba «científicamente» tamaña barbaridad
era el darwinismo social y la sociobiología inserta en el
determinismo genetista, la eugenesia como ayuda «científica» a los
campos de exterminio españoles en Cuba, el materialismo mecanicista
y el positivismo cientifista, con lazos de dominación cristiana
sobre los pueblos atrasados. Hay que ubicar este programa en el
avance imparable del racismo con pretensiones científicas para
evitar primero que las masas emigrantes que llegaban a los EEUU
«infectasen» a los anglosajones puros: 1875, 1882, 1892, 1903,
1907, 1917…, son fechas en las que, sucesivamente, se dictan nuevas
restricciones racistas. Durante estos años, el racismo «científico»
yanqui va impregnando a la burguesía europea y refuerza la creencia
en la superioridad occidental en todo el mundo, como se comprueba en
el importante sector de la Internacional Socialista defensor del
«buen colonialismo». En el caso alemán sobre los pueblos eslavos
de cristianismo ortodoxo y sobre los judíos, cristianismo racista
que utilizará el antisemitismo de Lutero y su política reaccionaria
para apoyar al nazismo en el intento de exterminio de las razas
inferiores simbolizadas en la URSS.
4.- GEOGRAFÍA Y GEOPOLÍTICA
La «ciencia» de la geopolítica se forma en este marco ontológico,
epistemológico y axiológico, y a la vez propaga y refuerza esta
pestilencia inhumana. Poco después y dentro de este proceso, el
sueco R. Kjellén (1864-1922) creó el término oficial de
«geopolítica» en 1916, en plena guerra mundial, término que
suavizó las formas, pero reforzó el contenido interno de la
terrible carga racista e imperialista del
Lebensraum para
convertirlo en una simple y neutral «ciencia del Estado» en la que
la geografía no era un objeto pasivo sino una construcción guiada
«científicamente» desde el Estado. De este modo, la geopolítica
era ya oficialmente la «ciencia» que aportaba al Estado
conocimientos aparentemente neutros, cuando en realidad eran los
métodos necesarios para multiplicar la efectividad del expolio
ahorrando costos burocráticos y energías estatales y empresariales:
todo para acelerar la acción de la ley del valor. Son innegables las
conexiones de esta «ciencia» con otras llamadas «ciencias
sociales».
Para entonces R. Kjellen tenía a su disposición muchas prácticas
de geopolítica que sólo estaban esperando ser bautizadas con ese
nombre, de entre ellas la geoestrategia secreta conjunta de Francia y
Gran Bretaña de 1916 con el tratado de Sykes-Picot, para dividirse
el imperio otomano, repartirse sus recursos y en especial el
petróleo, para lo cual organizaron el engaño sistemático a los
pueblos árabes: enviaron T. H. Lawrence, militar y arqueólogo
reclutado por la Inteligencia británica para hacer planos de la
geografía de Oriente Medio. Su tarea fue mentir a los árabes
usándolos como carne de cañón contra Turquía después de haberles
prometido la independencia unificada de todos los territorios. La
tragedia que ahora destroza a estos pueblos se remonta a esta época.
Lo cierto es que en la década de 1920 hubo dos escuelas de
historiadores que chocaron con la germana de geopolítica, la de L.
Febvre y un poco más tarde la de P. Vidal de la Blanche, pero si
bien recuperaban el papel de la historia y de la política, no eran
en modo alguno representantes de algo parecido al materialismo
histórico marxista, que para aquellos años estaba debatiendo en la
Internacional Comunista sobre la situación mundial, con un rigor
inalcanzable por la geopolítica burguesa. Además, las discusiones
entre historiadores burgueses progresistas o reaccionarios de esos
años no impidieron que siguiera reforzándose la idea del «destino
manifiesto» en los EEUU con sus ataques a México (1914 y 1917),
Haití (1915), República Dominicana (1916), Nicaragua (1924) y El
Salvador con la heroica resistencia sandinista contra la larga
invasión yanqui que ya asesinaba salvadoreños en 1912 y asesinó a
Sandino en 1934, por citar los casos más conocidos.
Tampoco detuvieron el avance del
Lebensraum en Alemania y en
muy amplias facciones burguesas pronazis del imperialismo, empezando
por la monarquía británica y siguiendo por el racista Henri Ford,
ideas que el nazi y geógrafo militar K. E. Haushofer (1869-1946)
reforzó con su prestigio. Con el consentimiento pasivo y el apoyo
tácito del gobierno yanqui, E. Ford ayudó decisivamente a la
contrarrevolución franquista de 1936 sobre todo en sus primeros
tiempos. Una lección de geoestrategia de la unidad geopolítica
entre el Vaticano y el nazifascismo fue el acuerdo alcanzado con la
burguesía vasca y su partido el PNV en la Bizkaia de 1937 para que
una parte del ejército vasco rindiera la armas al invasor en la
conocida como «Traición de Santoña», entregando intacta la
potente industria pesada al dictador Franco que la puso en marcha con
técnicos nazis bajo una brutal explotación nacional de clase.
Otro ejemplo de geoestrategia fue la negociación entre Hitler y
Stalin en agosto 1939 por la que se repartían Polonia, después de
que Gran Bretaña y Francia traicionaran a Checoslovaquia,
entregándola indefensa a los nazis en octubre de 1938, a pesar de
que la URSS se había comprometido a ayudar militarmente a Praga. Aun
así, la URSS buscó otro acuerdo antinazi con Gran Bretaña y
Francia que fracasó en parte porque Polonia, frontalmente hostil a
la URSS, se negó a que el Ejército Rojo cruzara su territorio para
atacar por el este Alemania mientras que los aliados lo hacían por
el oeste. Polonia tenía un pacto militar con Francia, y por lo tanto
también atacaría a Alemania, pero ni París ni Londres le
presionaron para unirse contra Berlín. Entonces Stalin firmó con
Hitler. Si las burguesías europeas hubieran aceptado los
ofrecimientos de la URSS la IIGM hubiera durado pocos meses cambiando
el rumbo de la historia, pero tenían mucho más miedo al socialismo
que al nazismo.
El final de la IIGM elevó la geopolítica a niveles dignos de
Maquiavelo. Las negociaciones entre los aliados y la URSS para crear
una nueva geografía política europea iniciadas oficialmente en
fecha tan temprana como finales de 1943 en Teherán, repartiéndose
Europa al margen de la voluntad de los pueblos. El Plan Morgenthau
de 1944 para desindustrializar Alemania, que ampliaría los mercados
disponibles para los EEUU, rechazado porque provocaría una rebelión
masiva. El plan de Churchill de atacar a la URSS nada más vencer a
los nazis reutilizando a las mejores tropas alemanas ahora a las
órdenes de los aliados, también rechazado porque provocaría una
rebelión masiva en Europa al borde de la revolución, porque el
Ejército Rojo era muy poderoso y porque crecía el descontento entre
las tropas aliadas; y el empleo de tropas japonesas rendidas para
impedir el avance de los comunistas en Asia mientras volvía el
imperialismo o se reinstauraba la burguesía nativa.
Especial atención merecen los acuerdos de Bretton Woods de 1944 que
darían el poder financiero mundial a los EEUU y que se mantuvieron
hasta finales de la década de 1970. El Plan Marshall de 1947 ideado
para supeditar económicamente Europa a los EEUU y para abortar la
oleada de luchas prerrevolucionarias reforzando con una lluvia de
dólares a las debilitadas burguesías que habían colaborado activa
o pasivamente con el nazifascismo. Y para no extendernos, la creación
de la OTAN en 1949 con una triple finalidad: atacar por cualquier
medio a la URSS hasta destruirla; mantener el orden del capital en
Europa; y controlar la autonomía militar europea desde dentro. Una
pieza clave que recorría y recorre la triple finalidad de la OTAN es
el ágil e invisible sistema tentacular que conecta desde
universidades y centros culturales y mediáticos prestigiosos hasta
organizaciones fascistas, pasando por partidos «democráticos», el
crimen organizado y los servicios secretos. Una de las medidas de
Washington para incrementar su poder y que marcarían el devenir
europeo fue revivir a la Mafia italiana, darle poder al conectarla
con la democracia cristiana y con el Vaticano.
Ni a la URSS ni al capitalismo, por distintas razones, les interesaba
que se desarrollaran las tremendas fuerzas prerrevolucionarias y de
liberación nacional desatadas por los crímenes nazifascistas y
japoneses, y por el colaboracionismo con los invasores de la casi
todas las burguesías. Las fuerzas populares, obreras y campesinas,
organizadas en guerrillas, asumían en gran medida las propuestas de
grupos de diversa orientación comunista, pero sobre todo
stalinistas. Los pueblos insurgentes recuperaron muchas fábricas,
tierras, locales, periódicos, radios, etc., abandonadas por sus
propietarios al retirarse los ocupantes, o al caer las dictaduras en
Italia y Alemania, aunque en menor medida en Japón en donde, sin
embargo, la represión antisindical y anti obrera actuaría con
dureza desde 1949. Surgieron momentos de doble poder y hasta de poder
popular armado coexistiendo con los ejércitos aliados que apoyaron a
las burguesías. El mando aliado burgués, con el apoyo de ex nazis,
reprimió a los heroicos «comités antifas» que habían resistido
en la clandestinidad y que se multiplicaron desde invierno de 1944.
Una de las contrarrevoluciones paradigmáticas de la época fue la
sufrida por el pueblo griego en 1946-1950 cuando tras la retirada
alemana el pueblo, que había sufrido decenas de miles de asesinados
directamente o por hambre, empezó a ejercer justicia, chocando con
la alianza formada por burgueses ex colaboracionistas o no,
británicos y yanquis que defendía el capitalismo. La URSS exigía a
los comunistas griegos que aceptaran la democracia burguesa y dejasen
las armas, en cumplimiento de los acuerdos de Stalin con los aliados
que cedían Grecia al imperialismo. La guerra popular resistió
aislada hasta 1950 con incalculables muertos. Hay que destacar la
importante función de la mujer trabajadora griega tanto en la
resistencia antinazi, en la primera fase de la guerra con los
ingleses hasta 1947, como en su prolongación hasta 1950.
La mujer griega no fue la única: deliberadamente se ha ocultado el
papel decisivo de la mujer de izquierdas en la derrota del
nazifascismo y en las luchas inmediatamente posteriores contra la
restauración del orden del capital. También se ha ocultado su papel
en la resistencia contra el genocidio por hambre: además de otros
saqueos sistemáticos anteriores en la Europa y Asia ocupadas, en
1944 Alemania se llevó de Holanda la poca comida disponible
condenando a decenas de miles de personas a la muerte por inanición,
y en ese mismo año Japón hizo lo mismo en Vietnam, pero con una
letalidad aún mayor, por citar sólo dos casos. Gran Bretaña fue la
responsable de la muerte por hambre de alrededor de 3 millones de
bengalíes en 1943 al expropiar al pueblo de esta rica zona de la
India de sus recursos básicos para defender su agotado imperio. A
estas muertes hay que añadirles las habidas por millones en el Este
europeo, en Varsovia, Leningrado, Stalingrado, en las aldeas y campos
bajo ocupación nazifascista. Sin la labor invisible de las mujeres
populares esta inhumanidad hubiera sido incalculable.
Desde la perspectiva de la estrategia comunista, que desarrollaremos
en la segunda entrega, las geopolíticas imperialistas que
desencadenaron la IIGM tenían un objetivo fundamental: dejar que el
nazifascismo liquidara la URSS para ver luego de negociar un reparto
de los mercados y beneficios, pero los errores estratégicos nazis
llevaron a Hitler a tener que luchar en dos frentes, algo que había
evitado desde el principio. Fue una guerra fundamentalmente
antisocialista no sólo porque quería acabar con la URSS sino
también con las luchas de liberación antiimperialistas y con la
lucha de clases para poder multiplicar exponencialmente la tasa de
explotación y la tasa de beneficio para salir de la crisis iniciada
en 1929 y agravada en 1931. Secundariamente, también fue una guerra
interimperialista por el reparto de la geografía y sus recursos
vitales en medio de la segunda Gran Depresión.
La muerte por inanición geoestratégicamente aplicada de millones de
personas no combatientes demostró que las clases propietarias de las
fuerzas productivas tanto en la IIGM como en la Sumer de hace +/-
9000 años sino antes, en las escabechinas del final del paleolítico
para saquear mujeres y rebaños y canibalizar al resto del grupo
derrotado, son sabedoras de la importancia clave de la geografía y
de los recursos energéticos, empezando por la fuerza de trabajo
humana. Ahora no podemos detenernos en los años que van de 1950, con
la masacre griega, a los de la segunda mitad de los ’70, después
de que de la economía yanqui tuviera en 1971 déficit en su balanza
de pago, es decir, pasara de ser acreedora a ser deudora. Abandonar
la paridad oro-dólar fue reconocer el inicio del declive
estadounidense que se intentó revertir negociando con China para
integrarla en el área yanqui, entre otras medidas.
Como la situación apenas mejoraba y una vez que su derrota en
Vietnam confirmaba el declive, la burguesía pasó al ataque sobre
todo desde 1977, restringiendo derechos básicos como los de los
consumidores, abortando la reforma laboral exigida por los sindicatos
e imponiendo la desregulación laboral en las líneas aéreas en
1978, etc. Fue el presidente demócrata Carter, famoso por sus
«planes de paz» el que comenzó en los EEUU lo que con Reagan y
Thatcher se llamaría neoliberalismo. Pero Carter sólo había
copiado las medidas monetaristas aplicadas desde 1975 por el gobierno
socialdemócrata de Alemania Federal: saber que la contraofensiva del
capital contra el trabajo fue iniciada por la mal llamada
«izquierda», por la II Internacional y sus sectores cercanos, es
decisivo para comprender qué es la geopolítica a finales del siglo
XX y a comienzos del XXI con los cambios que veremos.
5.- GEOPOLÍTICA IMPERIALISTA
En efecto, aproximadamente hasta la segunda mitad de los ’70 apenas
se empleaba este término en los grandes medios de alienación de
masas, quedando sólo para grupos de estudio integrados en diversos
niveles de poder y en grupitos progresistas reacios o contrarios a la
crítica marxista del imperialismo y al empleo de la categoría
formada por el par conceptual modo de producción-formación
económico social. Varias razones explican su creciente notoriedad:
las derrotas del imperialismo en Vietnam, Irán, etc., en el contexto
mundial de fuerte lucha de clases; la certidumbre científica
alcanzada desde esa época de que los recursos empezaban a agotarse,
y que el capitalismo destruía la naturaleza a gran velocidad; la
advertencia de la URSS a EEUU y a la OTAN de que no se dejaría
sorprender por un ataque nuclear y que respondería contraatacando al
corazón del capitalismo, llegándose a rozar el holocausto nuclear a
comienzos de los ’80 y el anuncio de la «guerra de las galaxias»
en 1983…
Durante este período fue tomando forma lo que sería la Unión
Europea que, sobre todo, responde a las presiones objetivas de las
leyes de concentración y centralización de capitales, la ley de
perecuación que obliga a los capitales a abandonar negocios ruinosos
y entrar en lo rentables, la ley de la competencia, etc., pero en un
contexto geopolítico muy complicado por la segunda guerra fría, por
las exigencias de Reagan y de Thatcher, por los problemas de sucesión
a Brézhnev en la URSS y por las diferencias apreciables entre las
burguesías europeas. En la segunda entrega, cuando analicemos el
Brexit volveremos a esta cuestión tan importante que tuvo un
acelerón con el Tratado de Maastricht en 1992 nada más caer la URSS
en 1991.
Desde este momento el empleo del término cayó en latencia durante
unos años, hasta que se constató el nuevo fracaso del imperialismo
que creía inmediata la desintegración de Rusia, la caída de Cuba,
Vietnam, etc., y la rápida victoria del capitalismo más salvaje en
China. El vampiro al que llaman Occidente se frotaba las manos y
salivaba con fruición entre 1989-1993-1999 creyendo que una Rusia
desecha y una Europa del Este balcanizada serían el definitivo
«espacio vital» que necesitaba el capitalismo para salir del
agujero en el que chapoteaba desde hacía dos décadas: mano de obra
formada fácilmente explotable, mercados ansiosos de consumismo,
gigantescas reservas naturales, ninguna defensa de la naturaleza,
corrupción estructural y servilismo perruno de la nueva burguesía
hacia el dólar, vitales conocimientos científicos y militares al
descubierto y una enorme frontera con China desde la que amenazarla
en directo. Pero en 1999 la facción burguesa dirigida por Putin,
fieramente nacionalista, desplazó del poder al alcohólico Yeltsin,
sostenido por los oligarcas más corruptos y fieles al amo
imperialista, esfumándose el pantagruélico sueño del vampiro.
Casualmente (¿?) en 2001 la organización Al Queda, creada por los
EEUU con el apoyo de servicios secretos europeos para derrocar al
gobierno afgano progresista apoyado por la URSS, burló a la
Inteligencia yanqui atacando varios objetivos. Para entonces, desde
mediados de los ’90, el Pentágono tenía preparados varios golpes
militares contra diversos pueblos con grandes recursos energéticos
cuya importancia se multiplicaba por segundos: desde 1991, al acabar
el primer ataque a Irak, el país estaba sometido a un bloqueo
criminal que le causó centenares de miles de muertos por hambre y
enfermedad facilitando la rápida victoria de la segunda invasión
imperialista, la de 2003. Poco antes, en 2002, los EEUU y el Estado
español habían intentado derribar con un golpe de Estado al
gobierno venezolano de Chávez democráticamente elegido con una
amplia victoria electoral, mientras que en Europa la OTAN presionaba
cada vez más a Rusia avanzando hacia el Este ayudando a regímenes
podridos, militaristas y reaccionarios con bases fascistas.
Sin haber podido chupar toda la sangre rusa, el vampiro se lanzó a
por otros cuerpos a los que sorberles hasta el aliento, pero se
encontró con resistencias inesperadas: la cubana, la brasileña, la
venezolana, la iraquí, la palestina, la iraní… Fue en este
período cuando el término geopolítica empezó a ocupar más y más
espacio en la industria mediática pública, porque ya se empleaba
sistemáticamente en los centros imperialistas, en las grandes
corporaciones transnacionales, en la gran banca para analizar
crecientes problemas sociales ubicados en geografías distantes y
complejas. Junto al de geopolítica, la casta intelectual y académica
también utiliza términos ambiguos o huecos llamados «significantes
vacíos» que llenan la boca con progresismo barato, pero nunca
atacan a la explotación: imperio, globalización, gobernanza, alter
mundialismo, democracia participativa, postcapitalismo, desarrollo
sostenible, demos, populismo, postmarxismo, ciudadanismo, sujetos
sociales, clases medias…
De entre las transformaciones que sufre el capitalismo a raíz de la
contraofensiva mundial imperialista y que son bastante conocidas,
ahora debemos destacar otras dos más por sus implicaciones
demoledoras: una la que desde finales de los ’90 endurece la
tensión agudizada desde 2007 entre una parte del capital
financiero-especulativo y ficticio que ya opera sin depender
estructuralmente de un Estado-cuna que lo proteja, y otra parte que
sigue dependiendo de esos Estados. Se trata de una dinámica interna
a la contradicción del capital que, por una parte, necesita
valorarse mundialmente, pero por otra parte necesita que el Estado
siga protegiéndole. Esta contradicción hace que se resquebraje la
unidad de la burguesía en los Estados más afectados por ella, que
un sector tienda a forzar una mundialización más extensa e intensa
mientras que el otro quiera reforzar el proteccionismo, a la vez hace
que resurjan movimientos reaccionarios, fascistas y racistas que
propugnan ampliar la dominación del imperialismo anglosajón sobre
el mundo. Y la otra, que estallará definitivamente de 2011 en
adelante, son los choques entre potencias imperialistas,
subimperialistas y regionales por la apropiación de los cada vez más
escasos recursos energéticos. Ambas, y otras más, las analizaremos
en la segunda parte.
Es en este contexto cuando resurge la geopolítica como «ciencia»
modelada en y para la doxa occidental, en y para la opinión común
de la casta político-mediática asalariada en empresas, periódicos,
universidades, etc., o a cargo del Estado y del gasto público.
Presionada por la crisis, el lenguaje y el aparato conceptual de esta
«ciencia» vuelve a demostrar su nulidad teórica y su función
enturbiadora, de ocultación de la realidad, aunque tiene la ventaja
de que, como no expresa contradicciones en lucha interna, puede ser
utilizada impunemente sin ninguna necesidad de rigor metodológico ni
coherencia histórica. Ello les hace muy útiles para envolver la
geopolítica al uso con un aura de progresismo ideológico sin ningún
contenido ni orientación revolucionaria ya que asumen la trampa del
«pluralismo metodológico» y la micro fragmentación en aislados
corpúsculos de corrientes, escuelas, tendencias y múltiples modas
ideológicas pasajeras (tal y como le sucede a la sociología),
limitaciones e impotencias que también gangrenan a prácticamente la
totalidad de la geopolítica.
El grueso, la gran parte de los análisis de geopolítica resultan de
la habilidad libre individual o colectiva de analistas, estudiosos,
académicos, militares, comentaristas y tertulianos para entremezclar
diversas disciplinas interpretadas en su aislamiento –economía,
geografía, demografía, guerra, Estados, organismos internacionales,
ecología, etc.–, con el fin de responder a los intereses oficiales
y estatales, empresariales o particulares, conocidos o secretos…,
a los que pertenecen como asalariados fijos, a tiempo parcial o a
destajo. En esa visión, la geografía es la disciplina que
centraliza esas interacciones porque es en ella en donde están los
recursos que necesita la especie humana para vivir.
Al igual que en la sociología, en la que el «hecho social»
durkheimiano, el «tipo ideal» weberiano, etc., son los ejes, en la
geopolítica lo es la geografía, pero en ninguna de estas «ciencias»
se tiene en cuenta el proceso determinante de la antropogénesis: la
producción/reproducción de la vida social y sus contradicciones
internas. Al igual que los «padres fundadores» de la sociología
eran antisocialistas e imperialistas, también lo eran los de la
geopolítica. Al igual que en la sociología, en la geopolítica casi
siempre manda el contrato con la empresa, la revista, la universidad
o el Estado que contrata el estudio geopolítico: donde impera la
dictadura del salario apenas tiene cabida el pensamiento creativo, o
sea libre y crítico.
Naturalmente, también hay corrientes geopolíticas de izquierdas o
de reformismo duro, militantes incluso, que profundizan y extienden
sus investigaciones más allá del corto academicismo estatalista y
empresarial, luchando contra el imperialismo y sus ejércitos como
era el caso de D. Slater que en 1989 reconocía los méritos de
Nicaragua y Cuba a pesar de sus diferencias, y en 2000 reivindicaba
una geopolítica centrada en las resistencias de los pueblos, en las
causas de la miseria y de las luchas sociales, en la politización de
la ecología, en la defensa de la democracia concreta, en el abandono
del eurocentrismo… D. Harvey es un geopolítico especial porque ha
reactivado la importancia de la geografía en el marxismo. Pero el
grueso de estas corrientes sufre de una debilidad epistemológica: el
rechazo o el no empleo de la imprescindible teoría del imperialismo
y del par conceptual de modo de producción y formación
económico-social, como hemos dicho, lo que les impide aplicar el
potencial heurístico del marxismo.
Hay que tener en cuenta que el desarrollo imperialista y del capital
financiero en su forma especulativa y ficticia dominante desde
finales del siglo XX ha enriquecido la máxima clausewitziana y
marxista de que la guerra es la continuación de la política por
otros medios, en el sentido siguiente: la guerra es la continuación
del mercado por otros medios. Lenin, que rescató a Clausewitz, no
vivió el desarrollo actual: ahora el mercado domina la política y
la guerra con una intensidad muy superior a la de hace un siglo. En
realidad, desde el incipiente capitalismo comercial, guerra, política
y mercado han ido juntos ensamblados por el Estado, como se comprueba
con el mercado de la esclavitud desde el siglo XV en el que el barco
negrero era la síntesis de la guerra, de la opresión nacional de
clase y del capitalismo comercial; pero la creciente sobre
determinación del capital financiero especulativo y ficticio sobre
el capital meramente industrial y productivo –que pese a todo sigue
siendo el determinante porque es el que produce valor–, hace que
aumente sobremanera el contenido mercantil de la guerra y de la
política.
Lo entendemos mejor al ver que el avance habido entre Sun Tzu,
Clausewitz y Lenin sobre la guerra, la política y el mercado, ha ido
unido al ver el desarrollo paralelo entre el dicho de Plauto
(-254/-184) de
homo homini lupus est (el hombre es un
lobo para el hombre) que expresaba lo básico del modo esclavista de
producción, su actualización por Hobbes (1588-1679) al capitalismo
incipiente, y por último su transformación en otra mucho más
cierta y terrible, demoledora por lo que implica en el reforzamiento
del poder contrarrevolucionario del fetichismo de la mercancía::
homo homini mercator est (el hombre es un mercader para el
hombre) que expone perfectamente la reducción de la vida a simple
mercancía.
Pues bien, como hemos dicho al comienzo, en 2011 Askapena organizó
el debate sobre cómo saber qué ocurría en el mundo teniendo en
cuenta estos y otros cambios. Askapena acertó porque el 2010-2011
fue una especie de bienio-pivote en algunas cuestiones importantes:
se confirmaba que la crisis iniciada en 2007 era de una dureza
especial a pesar de sus altibajos que golpeaba duramente a Euskal
Herria como se demostró en la serie de huelgas generales en la zona
ocupada por el Estado español, y en la huelga de 2010 contra la
política económica de Sarkozy en la parte ocupada por el Estado
francés. La burguesía española cedió alegremente al capital
transnacional otra parte de la escasa independencia que le quedaba al
aceptar las duras exigencias socioeconómicas en 2010, lo que le
llevaría en compensación a endurecer su nacionalismo interno y a
dar el gobierno al PP, a Rajoy, en 2011 abriéndose una fase de
ataques reaccionarios que ha hecho retroceder a las libertades
concretas a niveles muy bajos.
También en ese bienio se certificó la enfermedad de Chávez, cuya
muerte en 2012 –¿asesinato? — daría paso a un ataque más duro
aún contra Venezuela, siguiendo la vía del golpe de 2009 en
Honduras, de 2010 contra Correa en Ecuador y contra Lugo en Paraguay
en 2012. La llamada «primavera árabe» de 2010-2012 estalló por el
malestar de los pueblos ante los ataques del capitalismo y por la
incapacidad de sus élites dirigentes para defenderlos; pero, al
igual que lo sucedido con las «revoluciones naranjas», el
imperialismo empleo el saber contrainsurgente inserto en sus
«ciencias sociales» para manipularlas y desviarlas hacia la
contrarrevolución: en 2011 era asesinado Gadafi tras una invasión
imperialista que ha destruido Libia, los servicios secretos
occidentales coordinaban el intento de destrucción de Siria, Irak se
desangraba en luchas intestinas ante el regocijo de Occidente, etc.
Hemos citado sólo algunos de los conflictos más conocidos de ese
bienio-pivote que marcó una tremenda intensificación de las
contradicciones agudizadas desde 2007. Pero el acierto de Askapena en
la organización del debate también se confirmó de otro modo: en el
interior de las izquierdas vascas venían acelerándose retrocesos
teóricos y metodológicos que, en el tema que ahora desarrollamos,
terminarían en la «rendición intelectual» ante la ideología
burguesa de bastantes de ellas. Años después, en 2020, el acierto
es incuestionable porque, entre otros logros, permite volver
autocríticamente a lo que entonces se decía, compararlo con el
presente y ver cómo, ahora, debemos acudir al método marxista para
saber cómo el capital se sirve de la geopolítica, término apenas
utilizado en 2011, huyendo de simplismos geopolíticos.
En la segunda entrega analizaremos el contexto no desde la
geopolítica al uso, sino desde el método de la estrategia
comunista, que también incluye una geopolítica propia,
específicamente sujeta a la teoría del imperialismo y de los modos
de producción y sus formaciones económico-sociales.
EUSKAL HERRIA 23 de febrero de 2020