Nota: este texto ha sido
redactado después de la charla-debate habida en el Gaztetxe de
Zizurkil el pasado domingo 9 de febrero sobre Geopolítica. Se
decidió hacer un segundo debate estudiando la situación mundial
desde y para una estrategia comunista.
La pregunta sobre qué diferencia hay entre a la geopolítica al uso y la estrategia comunista, me vino inmediatamente a la cabeza al conocer la propuesta del Gaztetxe de Zizurkil para un debate sobre el contenido de una sola palabra: «Geopolítica», nada más, pero nada menos. La primera parte de la respuesta me surgió al instante: como siempre en la vida, cuando debemos enfrentarnos a problemas que desbordan la obediencia mental que nos han inculcado, nuestra ignorancia y nuestro miedo a la libertad nos lleva a utilizar sin crítica alguna los conceptos y la terminología del poder, su lenguaje y hasta sus gestos, sus mapas mentales, su carga política y la ideología contrarrevolucionaria que les cohesiona internamente. Si carecemos de una visión revolucionaria de la realidad, inevitablemente caemos en estos cepos mentales y prácticos de los que es muy difícil salir. Una de las razones de esa dificultad radica en que la patología de la sumisión tiene efectos paralizantes.
La libertad exige la teoría y viceversa, y ambas al unísono exigen, conllevan y desarrollan la acción de organizarse políticamente contra la propiedad privada de las fuerzas productivas, siendo la especie humana y en concreto la mujer la fundamental fuerza productiva privatizada por la clase dominante. A grandes rasgos, podemos decir que esto es lo que enfrenta a la geopolítica con la estrategia comunista. En efecto, malvivimos en una crisis estructural, sistémica, que mina al capitalismo en su conjunto, aquí en Zizurkil y allí, en las barriadas populosas de Nueva Delhi en la que se agitan todas las explotaciones bajo un régimen cada vez más dictatorial, también en los pueblos bolivianos bajo la dictadura o en las barriadas yanquis empobrecidas. En la India se cuece una rebelión masiva sustentada en huelgas de decenas de millones de explotadas y explotados que puede dar el salto a una revolución. ¿Qué tiene que ver la India con Zizurkil, por ejemplo?
¿Qué relación existe entre la reciente Huelga General U30 con la heroica lucha chilena, con la resistencia latente y siempre preparada para salir a la superficie de los mineros sudafricanos y de las mujeres centroafricanas que aguantan sobre ellas todo el inhumano saqueo imperialista, o con el notorio aumento de la lucha de clases en los EEUU? ¿Qué puede unir el amplio movimiento de protesta contra el deslizamiento de miles de toneladas de tierras contaminadas con amianto y otros venenos en Zaldibar, matando a dos trabajadores, con otros idénticos en todo el mundo y con el creciente rechazo de los pueblos empobrecidos para ser los basureros de Occidente padeciendo la contaminación de masas inconmensurables de agentes nocivos, venenosos? ¿Qué puede conectar la persecución de la lengua y cultura vasca con el hecho de que un tercio de las películas que se venden en el mundo pertenecen a la Factoría Disney? Y por no alargarnos, ¿puede existir alguna relación entre lo que nos dicen del coronavirus, el deterioro de la sanidad pública en Euskal Herria, y su impacto en el envejecido capitalismo mundial?
A simple vista estas interrogantes no tienen nada o muy poco que ver con la geopolítica porque, según se cree, ésta se dedica al análisis de las interacciones entre los Estados y a lo sumo a los intereses de las grandes corporaciones transnacionales, teniendo en cuenta el marco geográfico en el que cooperan o chocan con más o menos virulencia las necesidades de tales poderes. Pero cuando rascamos las apariencias vemos que hay fuerzas más profundas, contradicciones sociales que laten o rugen: las clases y pueblos explotados que se enfrentan a esos poderes, las alianzas claudicantes y colaboracionistas de sus burguesías con los poderes extranjeros, etc. Llegados a este subsuelo tal vez veamos lo que algunos estudios de geopolítica han concretado tanto, pero suelen ser pocos, de corrientes minoritarias sin apenas aparición en la industria político-mediática, llamada «prensa».
Pero no los encontraremos una vez que hayamos descendido a los hornos, a las calderas en las que la explotación vivifica al capitalismo, donde la producción/reproducción de capital encuentra su felicidad y su ética en la vajilla de oro del dolor humano: aquí, en la unidad y lucha de contrarios inconciliables, solamente el marxismo puede ayudarnos porque nos guiará por la inacabable polifonía de injusticias y resistencia hasta enseñarnos que la red de nudos rojos que tienden a interactuar pueden confluir en la estrategia de tomar el cielo por asalto. En 2011, año al que volveremos por su significado, el colectivo internacionalista Askapena organizó un debate sobre el caos aparente del mundo, queriendo eludir las limitaciones de la geopolítica que ya para entonces había vuelto a la escena mediática. Una de las ponencias –(El marxismo como teoría-matriz 17 de mayo de 2011, a disposición en la red) — defendía la necesidad de una teoría capaz de integrar en un todo –«la verdad es el todo», dijo alguien– la desbordante diversidad de luchas concretas contra opresiones concretas tal cual se daban entonces.
Hablando sobre lógica dialéctica en un tiempo en el que la casta intelectual académica y reformista volvía a certificar la enésima muerte de Hegel y de Marx, H. Lefebvre dijo: «si lo real es móvil, que nuestro pensamiento sea móvil; si lo real es contradictorio, que nuestro pensamiento sea consciente de la contradicción». Ha transcurrido casi una década desde la publicación de El marxismo como teoría-matriz, que aquí ofertamos en el altar de la crítica para avanzar en la consciencia de las contradicciones utilizando la geopolítica como el chivo del sacrificio. Lo haremos en dos partes, como quedamos en el debate: en esta primera veremos qué se esconde tras este término de moda, y en la segunda estudiaremos las formas actuales de las contradicciones del imperialismo según lo que entendemos por teoría-matriz.
2.- GEOGRAFÍA Y PROPIEDAD PRIVADA
El conocimiento del entorno geográfico, del espacio y del tiempo, es una necesidad objetiva por pura lógica de supervivencia no sólo en la antropogenia sino de la vida animal, porque la energía, los recursos son finitos, se agotan tarde o temprano sobre todo cuando las contradicciones sociales de la producción/reproducción de la vida social imponen que su consumo tienda a ser crecientemente irracional en dirección al infinito, como en la sociedad capitalista. A grandes rasgos, las leyes del ahorro de energía o del mínimo esfuerzo, y de la productividad del trabajo reflejan la necesidad objetiva de adaptarse a la finitud de los recursos: materialismo histórico en esencia. El origen de la exploración geográfica radica en la necesidad de descubrir o apropiarse de nuevas energías; abaratar su extracción, transporte y consumo, y defender esos recursos de posibles atacantes. En la medida en que la exploración y explotación avanza, la acción humana inicialmente transforma la naturaleza y sus equilibrios, pero llega un momento que no es otro que el triunfo de la propiedad privada a partir del cual empieza a destruirla, creando una geografía acorde con las necesidades de las clases dominantes.
Se debate cual es el primer mapa geográfico pintado en cuevas durante el paleolítico, pero lo cierto es que ya entonces se dibujaban mapas para racionalizar el gasto de energía, orientarse y saber cómo llegar a los recursos vitales, siendo el canibalismo uno de los métodos de obtención de energía. En este sentido elemental, algo parecido a la geopolítica surge con las primeras asambleas periódicas de clanes y tribus recolectoras e itinerantes en los modos comunales de producción para coordinarse o pelearse, y mejora en los primeros Estados y ejércitos del modo de producción tributario. La objetividad de la dialéctica de la naturaleza hace que ese proceso a la vez implique transformación, destrucción y creación en un movimiento permanente en el que las crisis juegan un papel clave sobre todo una vez que la propiedad privada, al vencer a la propiedad colectiva y comunal, interrelaciona estrechamente geografía, Estado y guerra.
Por ejemplo, la necesidad ciega de responder a la ley del ahorro de energía fue la que, en parte, resolvió el problema del abastecimiento de agua durante el tendido de algunas vías férreas en las grandes praderas del norte de América: bastaba seguir los senderos de las manadas de bisontes para descubrir el camino más llano y recto posible entre pozos de agua porque los bisontes los habían abierto milenios antes de la llegada de nuestra especie a las praderas. Sin saberlo, los bisontes se habían adelantado a Trotsky cuando dijo que la suerte de las naciones depende de la ley (tendencial) de la productividad del trabajo. El ferrocarril expandía la ley del valor vital en el capitalismo, acabando casi del todo con los bisontes y con las naciones indias, llevaba ejércitos y clases trabajadoras de un océano a otro para acelerar la acumulación ampliada de capital, transformando y destrozando la naturaleza, creando una geografía capitalista sobre y contra la naturaleza moribunda.
Antes del capitalismo, las ciudades-Estado y los imperios de Sumer planificaban con gran detalle el grueso de las operaciones comerciales y militares, teniendo en cuenta las limitaciones de la época. Desarrollaron el espionaje para acceder a la mayor y mejor información posible en todas las cuestiones, espionaje realizado bien individualmente bien por delegaciones económicas que anotaban la geografía, riquezas, fuerzas y debilidades de los pueblos a invadir o con los que comerciar en situación ventajosa. La geopolítica dio paso a la geoestrategia porque no podía invadirse un país para estrujarlo si no se preparaba minuciosamente la operación. Las alianzas entre Estados para derribar imperios eran tejidas por una diplomacia muy experta.
En Grecia la Liga Anfictiónica que se reunía en Corinto entre los siglos –VI al –II, hasta la dominación romana, era un ejemplo de geopolítica y geoestrategia que encuadraba a grandes rasgos el quehacer de historiadores, geógrafos, militares, comerciantes, filósofos y sacerdotes helénicos. La Liga de Corinto defendía los intereses del modo de producción esclavista frente a las rebeliones de las clases explotadas, de los esclavos y esclavas, de los pueblos dominados, y de las amenazas de potencias exteriores. Muy probablemente, la primera estrategia de contrainsurgencia fue elaborada en Corinto en el siglo –IV para prevenir y aplastar las crecientes rebeliones sociales.
En China la geopolítica llegó a los más altos niveles de la geoestrategia con las aportaciones de Sun Tzu en el siglo –V recogidas en su imprescindible El arte de la guerra, obra que integra todas las disciplinas de la actual geopolítica más otras de la antropología y psicología, e incluso artes esotéricas típicas de aquel período. Al margen ahora de que Sun Tzu fuera un personaje real o mítico, el nombre de un autor dado a una compilación colectiva de textos, lo cierto es que la obra asume y defiende los intereses de la clase dominante en el modo de producción tributario chino. Un ejemplo de la valía del libro lo tenemos en que su estudio sirvió a una facción militarista japonesa del siglo +VIII para unificar la Isla mediante sus métodos, asegurando por siglos un muy duro sistema de explotación social, opresión patriarcal y dominación religiosa.
En Roma la geopolítica sólo era plena si desembocaba en la geoestrategia, más aún en la medida en que una de las bases de su poder, el pequeño campesino libre que tomaba las armas voluntariamente, era desplazada por la otra base de su poder: millones de esclavas y esclavos explotados hasta la extenuación. Según los grandes terratenientes esclavistas expropiaban a los pequeños campesinos libres, se hacía más y más necesaria la planificación geoestratégica mediante una rigurosa geopolítica para saquear pueblos con el menor gasto y la mayor rentabilidad posible. El momento álgido fue el de las tres guerras con Cartago entre el -264 y el -146, que exterminó a la primera potencia de la época, destrozando con el arado, el fuego y la sal el humus del suelo cartaginés para que no brotaran ni las malas yerbas. La geopolítica se basaba, entre otros métodos, en los minuciosos informes que elaboraban los comerciantes, geógrafos, diplomáticos y espías que recorrían los países a invadir. Un espionaje arriesgado porque podían morir ejecutados al ser descubiertos. Luego, los comerciantes iban en la retaguardia de los invasores para administrar la conquista y comerciar con parte del botín. Roma generalizó con muchos siglos de antelación métodos luego comunes por no decir obligados.
En Mesoamérica, los Andes y México, las ciudades-Estado mayas y el imperio inca y azteca, por centrarnos en estos poderes, desarrollaban conocimientos muy exhaustivos del calendario, de la canalización de aguas, de agricultura en terrazas, de arquitectura, etc., para maximizar en lo posible la obtención y producción de energía, sostenido todo ello en una ágil burocracia estatal. La explotación social y patriarcal, y la opresión de pueblos, eran la base de estas poderosas culturas dirigidas por castas dominantes que aplicaban la geopolítica con la misma sistematicidad que los poderes citados, también para el uso de la violencia.
Cuando hablamos de espionaje debemos referirnos a los servicios secretos del Estado como elementos insustituibles en la geopolítica y geoestrategia: resulta definitivamente esclarecedor el que la inmensa mayoría de los analistas dejen al margen por ignorancia o por voluntad la permanente acción interna de los servicios secretos, de los aparatos de Inteligencia, en geopolítica y más aún en geoestrategia. Sin embargo, una tarea clave en la que Sun Tzu había insistido era la de encontrar fisuras en el enemigo, en su unidad, agrandarlas en lo posible sembrando dudas, discordias y choques internos para comprar a un sector que traicionara al otro. Roma la empleó siempre, como todos los conquistadores antes y después. Gengis Kan perfeccionó este método incrementando el papel de la guerra psicológica, del soborno para traicionar, de la provocación de rumores, etc., así como las funciones de los «comerciantes», de modo que muy frecuentemente la pedagogía del miedo ya había surtido efecto entes de la invasión militar. Como decimos, eran métodos antiguos pero los mongoles los utilizaron al máximo de una forma brillante.
Otra característica que recorre cada vez más a la planificación geopolítica realizada en estos modos de producción es la importancia creciente en la obtención de esclavos y prisioneros cultos, sabios, técnicos, artesanos especializados, etc., porque estas sociedades van comprendiendo que su fuerza de trabajo más cualificada que la media rinde más en menos tiempo, y hace cosas que el resto no puede hacer. Roma succionó el conocimiento griego en todos los sentidos. Los árabes, en una primera fase hasta los siglos XI-XII, integraron el saber de los pueblos en su política expansionista basada entre otras cosas en su superioridad cultural y militar; y los mongoles se esforzaron por colocar de un modo u otro a los sabios extranjeros en su aparato de Estado.
En la más atrasada Europa, los gremios artesanales intentaban ocultar sus artes técnicas para mantener sus beneficios frente a la competencia, pero comprar e integrar a los sabios era fácil si había dinero porque el conocimiento estratégico aún no se había convertido en parte del capital constante guardado celosamente por la burguesía. Aun así, los Estados tomaban medidas para proteger secretos de alto valor económico y militar que, en síntesis, viene a ser lo mismo, como la seda, el fuego griego, la fundición de metales y de vidrios, etc. Mantener esos secretos o descubrirlos era y es una de las garantías previas para el éxito de las geopolíticas antagónicas. A finales del siglo XIV la técnica artillera era monopolio de un reducidísimo grupo cerrado de personas, pero para mediados del siglo XV esta arma decisiva podía adquirirse en el mercado si había dinero: Bizancio terminó por caer en poder de los otomanos en 1453 gracias a que estos compraron la tecnología de grandes cañones a un monje húngaro que previamente había intentado venderla a los bizantinos que, por pobreza, no pudieron comprarla.
Lo que ahora se define como geopolítica era algo común en la burguesía comercial de la baja edad media, cuando presionaba con todas sus fuerzas para ampliar y aplicar la Lex Mercatoria lo más rápida y eficazmente posible a la mayor cantidad de mercados y países, de geografía, en suma, reduciendo las leyes protectoras de las economías locales, y chocando frontalmente con los vetustos privilegios de la nobleza y del clero. La Lex Mercatoria exigía la seguridad de la circulación mercantil, del cobro de letras, del pago de deudas, el mantenimiento de carreteras y puentes, etc., era inseparable de una geografía integrada en el poder político de cada zona. Obligarle a un obispo a que permitiese el tránsito gratuito de mercancías por sus tierras y sus puentes, incluso obligándole por la fuerza, suponía un choque de poderes con claros contenidos políticos y culturales. Pero por el lado contrario estaban las luchas campesinas para que molinos, puentes, bosques, prados, etc., volvieran a ser bienes comunes, y para que se prohibiera el derecho de violación de la mujer por el señor feudal: entonces, burgueses, nobles y obispos imponían su unidad e intereses de clase.
Si nos fijamos, lo básico de la geopolítica y la geoestrategia ya estaba presente en los modos de producción precapitalistas, aunque aún no se le llamase así. Lo estaba por una razón muy clara: para las clases dominantes el mantenerse en el poder requería la explotación interna, de su propio pueblo, y la externa, de otros pueblos, o la defensa ante las rebeliones de las y los explotados y de los ataques exteriores. Si la clase dominante despilfarraba riquezas, recursos, tesoros acumulados, etc., y no los reponía con otros recursos iguales o mayores, más temprano que tarde era derrotada. Si no se preparaba militarmente, sería derrotada o dominada, pero la preparación le exigía un gasto material que debía ser equilibrado y compensado. Y en todos estos casos era imprescindible un ahorro de tiempo y medios y el control de la geografía.
3.- GEOGRAFÍA Y CAPITALISMO
Pero el gran cambio empieza a producirse en el siglo XVI cuando la burguesía comercial va adquiriendo el poder suficiente para forzar al Estado a invertir crecientes sumas en la exploración geográfica y en la medición más exacta de la latitud y la longitud, en la precisión del tiempo, en la tecnología militar, etc., en suma en las ciencias que ahorran tiempo y energía. Se trata de un avance lento, entrecortado y con estancamientos y retrocesos, pero es un desarrollo ascendente unido al avance de las matemáticas, la geometría… y a la creación algo posterior de las academias de ciencias. La dictadura del valor, del valor de cambio, del trabajo abstracto y del tiempo se expande en la medida en que con ella aumentan los medios dedicados a la geoestrategia y la geopolítica porque, por ejemplo, las cartas de navegación eran un secreto de Estado más importante que la tecnología de la imprenta. Pero desde finales del siglo XVIII a la exploración de los mares se le empiezan a unir la del interior de los continentes. Desde comienzos del siglo XIX exploradores, geógrafos, sacerdotes, comerciantes, militares, maleantes y convictos…todos adoradores del oro: la peste blanca avanzaba por el interior de continentes hasta entonces inaccesibles por sus enfermedades. Para la década de 1830 el uso combinado de quinina, buena nutrición e higiene redujo la mortandad de los invasores infectos del 35% al 5%. Vapor, quinina, Biblia, armas de repetición y criminales en serie, eran sucesores de los genocidas de las cruzadas medievales y de los «descubrimientos» desde finales del siglo XV.
El derecho de conquista se justifica en las diversas éticas cristianas, sobre todo las que derivan del protestantismo desde los siglos XVI y XVII en adelante: en lo que ahora son los EEUU el puritanismo de los primeros invasores ya justificaba la guerra contra los pueblos nativos por indolentes y perezosos que no trabajaban los recursos dados por dios contraviniendo así el mandato divino de crecer, multiplicaos y dominad la tierra. Un anuncio de lo que sería desde mediados del siglo XIX la tesis del «destino manifiesto» ya fue expuesta en la década de 1630 por un influyente ministro puritano.
Más concretamente, podemos denominar como primera forma del Lebensraum o «espacio vital», a la doctrina Monroe de 1823 según la cual el Caribe, Centroamérica y América Latina son propiedad de los EEUU. Por el contrario, probablemente la primera plasmación real de la geopolítica desde una perspectiva liberadora, es decir, de geoestrategia emancipadora, intentó ser el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826 mediante el cual Bolívar proyectaba avanzar en la coordinación de Nuestramérica para mantener su libertad frente a los EEUU. La industrialización desatada ya para entonces multiplica las funciones del Estado, entre ellas la de enviar exploradores por medio mundo, comerciantes por el resto, y la de reclamar como propios o como protectorados lejanos territorios; también la de espiar para acceder a la mejor tecnología, como se aprecia en los esfuerzos de Prusia para copiar las mejores máquinas de vapor inglesas.
En la década de 1830 el imperialismo francés intervino con una sofisticada geopolítica contra la nación argelina, en la que todo valía para sobornar y cooptar a las clases dirigentes, como la de entregarles armas con la que luego los argelinos se defenderían matando franceses. Al final, Francia pactó con Gran Bretaña para que no ayudase a Argelia, y lanzó una ofensiva brutal desde 1840 que será ferozmente criticada por Rosa Luxemburg en 1913. Mientras que los anglicanos ingleses ayudaban a los católicos franceses a cometer crímenes atroces en Argelia, en 1845 la mezcla de cristianismos yanquis oficializó la doctrina del «destino manifiesto» según la cual los EEUU ya no sólo debía dominar Nuestramérica sino el universo entero, poniéndola en práctica en 1846 al invadir México arrancándole casi la mitad de su territorio: una verdadera campaña geoestratégica muy bien planificada geopolíticamente.
Dos años antes de esta guerra había nacido F. Ratzel (1844-1904) uno de los primeros sistematizadores de la escuela prusiana de geopolítica. Aprendió sobre todo de la larga experiencia de la nobleza expansionista de su país que se remontaba, como mínimo, a las proezas de Federico II el Grande (1712-1786) y a la efectiva organización en 1813 de la milicia popular o Landwher, dirigida por nobles, para expulsar a los franceses con la ayuda aliada. La Landwher tenía una fuerte contradicción de clase pues era popular y las clases dirigentes y el propio rey alemán tenían mucho miedo a armar al pueblo, pero confiaban en que sus aliados, la nobleza rusa y austríaca, aplastaran a la Landwher si pasaba a exigir derechos sociales. Las milicias armadas de la revolución de 1848 recogían parte del espíritu de la Landwher.
Por el contrario, la escuela alemana de geopolítica estructuraba su «ciencia» en base al militarismo prusiano. Tras la derrota de Napoleón y los tremendos sustos de las rebeliones de 1848, Prusia seguía cercada entre el imperio austro-húngaro, el imperio zarista, la siempre poderosa Francia y la por entonces invencible Gran Bretaña. Para entonces, los centros de poder ya empezaban a estudiar con rigor el libro De la guerra escrito por Clausewitz (1780-1831) y publicado en 1832. La identidad entre Sun Tzu y Clausewitz radica en que, a pesar de los +/- 2200 años y miles de km que les separan social, cultural y geográficamente, ambos piensan desde y para los intereses de las clases dominantes propietarias de las fuerzas productivas, explotadoras de mujeres, pueblos y clases trabajadoras.
La diferencia radica en los diferentes modos de producción en los que cada autor defendía a su clase opresora: Sun Tzu escribió en el modo tributario y Clausewitz en el del capitalismo comercial centroeuropeo que justo empezaba a industrializarse entonces. Esta diferencia es la que le permite al segundo aportar una idea decisiva que marcará el antagonismo, la inconciliabilidad entre la geopolítica burguesa y la estrategia comunista: Clausewitz demostró que la guerra es la continuación de la política por otros medios, idea que el marxismo desarrollaría con majestuosidad teórica, como veremos en la segunda entrega. Bismarck aplicó la versión contrarrevolucionaria de Clausewitz, los marxistas la revolucionaria, sin mayores precisiones ahora. Para romper estas tenazas, una facción burguesa alemana optó por el astuto Bismarck (1815-1898). El «Canciller de Hierro» escondía el puño de acero del expansionismo militar y de las represivas leyes antisocialistas dentro de un guante de seda del parlamentarismo y de los primeros esbozos de lo que sería el supuesto «Estado del bienestar» (¿?)
Una muestra de su talento fue el anzuelo que se tragó Francia y que le llevó a la humillante derrota de 1870, origen de la Comuna de 1871; otra fue la Conferencia de Berlín de finales de 1884 y comienzos de 1885 para repartirse África, en la que con palabrería humanista las grandes potencias europeas la trocearon como los carniceros, a hachazos, y se disputaron con rugidos sus recursos, hundiendo al continente en empobrecimiento y océanos de sangre: como el genocidio alemán de Namibia para exterminar a los herero y los namaquas entre 1904 y 1907 saqueando sus diamantes y minerales. Otra medida geoestratégica más que geopolítica fue la creación de la densa y muy eficaz red de ferrocarriles sin la cual Alemania no hubiera podido mantener tantas y tan atroces guerras interimperialistas y contrarrevoluciones desde 1866 hasta 1945, ni recuperarse tan pronto tras esta última derrota: Bismarck había creado una geografía ferroviaria, perfeccionada por las autopistas nazis, que ahorraban energía y tiempo.
Ratzel tenía 18 años cuando Bismarck fue nombrado primer ministro en 1862. Además de las lecciones alemanas, vio cómo militares yanquis y británicos, sobre todo, habían estudiado la geoestrategia precapitalista, cómo descubrieron algunos a los estrategos griegos del siglo –IV y cómo leían a los grandes escritores militares posteriores. Es muy posible que le llamara la atención cómo los EEUU compraron en 1867 la inmensa Alaska a un ignorante y aún débil imperio zarista por una calderilla: un ejemplo de libro de geopolítica que confirmó su acierto geoestratégico desde 1948 al intentar el Pentágono asfixiar a la URSS con la Guerra Fría, que se mantiene en la actualidad contra Rusia y China, y que la incrementará al deshelarse aún más el Polo Norte.
Ratzel creó el término de «espacio vital» o Lebensraum a finales del siglo XIX, coincidiendo con su libro Geografía Política de 1897, y ya era empleado con frecuencia en 1901 cuando la fase colonialista del capitalismo se había agotado por su incapacidad de dar salida a las fuerzas productivas desencadenadas por la industria y por los avances tremendos del capital financiero y de la Banca, tal como demostró Engels con su brillantez habitual en un textito de 1895 de una actualidad increíble titulado La Bolsa que aparece en la prefacio al Libro III de El Capital. El Lebensraum era una síntesis entre las lecciones que aprendió de Bismarck y la doctrina yanqui del «destino manifiesto», del espacio geográfico que permitiría multiplicar la acumulación ampliada de capital al país invasor.
La ideología que ensamblaba «científicamente» tamaña barbaridad era el darwinismo social y la sociobiología inserta en el determinismo genetista, la eugenesia como ayuda «científica» a los campos de exterminio españoles en Cuba, el materialismo mecanicista y el positivismo cientifista, con lazos de dominación cristiana sobre los pueblos atrasados. Hay que ubicar este programa en el avance imparable del racismo con pretensiones científicas para evitar primero que las masas emigrantes que llegaban a los EEUU «infectasen» a los anglosajones puros: 1875, 1882, 1892, 1903, 1907, 1917…, son fechas en las que, sucesivamente, se dictan nuevas restricciones racistas. Durante estos años, el racismo «científico» yanqui va impregnando a la burguesía europea y refuerza la creencia en la superioridad occidental en todo el mundo, como se comprueba en el importante sector de la Internacional Socialista defensor del «buen colonialismo». En el caso alemán sobre los pueblos eslavos de cristianismo ortodoxo y sobre los judíos, cristianismo racista que utilizará el antisemitismo de Lutero y su política reaccionaria para apoyar al nazismo en el intento de exterminio de las razas inferiores simbolizadas en la URSS.
4.- GEOGRAFÍA Y GEOPOLÍTICA
La «ciencia» de la geopolítica se forma en este marco ontológico, epistemológico y axiológico, y a la vez propaga y refuerza esta pestilencia inhumana. Poco después y dentro de este proceso, el sueco R. Kjellén (1864-1922) creó el término oficial de «geopolítica» en 1916, en plena guerra mundial, término que suavizó las formas, pero reforzó el contenido interno de la terrible carga racista e imperialista del Lebensraum para convertirlo en una simple y neutral «ciencia del Estado» en la que la geografía no era un objeto pasivo sino una construcción guiada «científicamente» desde el Estado. De este modo, la geopolítica era ya oficialmente la «ciencia» que aportaba al Estado conocimientos aparentemente neutros, cuando en realidad eran los métodos necesarios para multiplicar la efectividad del expolio ahorrando costos burocráticos y energías estatales y empresariales: todo para acelerar la acción de la ley del valor. Son innegables las conexiones de esta «ciencia» con otras llamadas «ciencias sociales».
Para entonces R. Kjellen tenía a su disposición muchas prácticas de geopolítica que sólo estaban esperando ser bautizadas con ese nombre, de entre ellas la geoestrategia secreta conjunta de Francia y Gran Bretaña de 1916 con el tratado de Sykes-Picot, para dividirse el imperio otomano, repartirse sus recursos y en especial el petróleo, para lo cual organizaron el engaño sistemático a los pueblos árabes: enviaron T. H. Lawrence, militar y arqueólogo reclutado por la Inteligencia británica para hacer planos de la geografía de Oriente Medio. Su tarea fue mentir a los árabes usándolos como carne de cañón contra Turquía después de haberles prometido la independencia unificada de todos los territorios. La tragedia que ahora destroza a estos pueblos se remonta a esta época.
Lo cierto es que en la década de 1920 hubo dos escuelas de historiadores que chocaron con la germana de geopolítica, la de L. Febvre y un poco más tarde la de P. Vidal de la Blanche, pero si bien recuperaban el papel de la historia y de la política, no eran en modo alguno representantes de algo parecido al materialismo histórico marxista, que para aquellos años estaba debatiendo en la Internacional Comunista sobre la situación mundial, con un rigor inalcanzable por la geopolítica burguesa. Además, las discusiones entre historiadores burgueses progresistas o reaccionarios de esos años no impidieron que siguiera reforzándose la idea del «destino manifiesto» en los EEUU con sus ataques a México (1914 y 1917), Haití (1915), República Dominicana (1916), Nicaragua (1924) y El Salvador con la heroica resistencia sandinista contra la larga invasión yanqui que ya asesinaba salvadoreños en 1912 y asesinó a Sandino en 1934, por citar los casos más conocidos.
Tampoco detuvieron el avance del Lebensraum en Alemania y en muy amplias facciones burguesas pronazis del imperialismo, empezando por la monarquía británica y siguiendo por el racista Henri Ford, ideas que el nazi y geógrafo militar K. E. Haushofer (1869-1946) reforzó con su prestigio. Con el consentimiento pasivo y el apoyo tácito del gobierno yanqui, E. Ford ayudó decisivamente a la contrarrevolución franquista de 1936 sobre todo en sus primeros tiempos. Una lección de geoestrategia de la unidad geopolítica entre el Vaticano y el nazifascismo fue el acuerdo alcanzado con la burguesía vasca y su partido el PNV en la Bizkaia de 1937 para que una parte del ejército vasco rindiera la armas al invasor en la conocida como «Traición de Santoña», entregando intacta la potente industria pesada al dictador Franco que la puso en marcha con técnicos nazis bajo una brutal explotación nacional de clase.
Otro ejemplo de geoestrategia fue la negociación entre Hitler y Stalin en agosto 1939 por la que se repartían Polonia, después de que Gran Bretaña y Francia traicionaran a Checoslovaquia, entregándola indefensa a los nazis en octubre de 1938, a pesar de que la URSS se había comprometido a ayudar militarmente a Praga. Aun así, la URSS buscó otro acuerdo antinazi con Gran Bretaña y Francia que fracasó en parte porque Polonia, frontalmente hostil a la URSS, se negó a que el Ejército Rojo cruzara su territorio para atacar por el este Alemania mientras que los aliados lo hacían por el oeste. Polonia tenía un pacto militar con Francia, y por lo tanto también atacaría a Alemania, pero ni París ni Londres le presionaron para unirse contra Berlín. Entonces Stalin firmó con Hitler. Si las burguesías europeas hubieran aceptado los ofrecimientos de la URSS la IIGM hubiera durado pocos meses cambiando el rumbo de la historia, pero tenían mucho más miedo al socialismo que al nazismo.
El final de la IIGM elevó la geopolítica a niveles dignos de Maquiavelo. Las negociaciones entre los aliados y la URSS para crear una nueva geografía política europea iniciadas oficialmente en fecha tan temprana como finales de 1943 en Teherán, repartiéndose Europa al margen de la voluntad de los pueblos. El Plan Morgenthau de 1944 para desindustrializar Alemania, que ampliaría los mercados disponibles para los EEUU, rechazado porque provocaría una rebelión masiva. El plan de Churchill de atacar a la URSS nada más vencer a los nazis reutilizando a las mejores tropas alemanas ahora a las órdenes de los aliados, también rechazado porque provocaría una rebelión masiva en Europa al borde de la revolución, porque el Ejército Rojo era muy poderoso y porque crecía el descontento entre las tropas aliadas; y el empleo de tropas japonesas rendidas para impedir el avance de los comunistas en Asia mientras volvía el imperialismo o se reinstauraba la burguesía nativa.
Especial atención merecen los acuerdos de Bretton Woods de 1944 que darían el poder financiero mundial a los EEUU y que se mantuvieron hasta finales de la década de 1970. El Plan Marshall de 1947 ideado para supeditar económicamente Europa a los EEUU y para abortar la oleada de luchas prerrevolucionarias reforzando con una lluvia de dólares a las debilitadas burguesías que habían colaborado activa o pasivamente con el nazifascismo. Y para no extendernos, la creación de la OTAN en 1949 con una triple finalidad: atacar por cualquier medio a la URSS hasta destruirla; mantener el orden del capital en Europa; y controlar la autonomía militar europea desde dentro. Una pieza clave que recorría y recorre la triple finalidad de la OTAN es el ágil e invisible sistema tentacular que conecta desde universidades y centros culturales y mediáticos prestigiosos hasta organizaciones fascistas, pasando por partidos «democráticos», el crimen organizado y los servicios secretos. Una de las medidas de Washington para incrementar su poder y que marcarían el devenir europeo fue revivir a la Mafia italiana, darle poder al conectarla con la democracia cristiana y con el Vaticano.
Ni a la URSS ni al capitalismo, por distintas razones, les interesaba que se desarrollaran las tremendas fuerzas prerrevolucionarias y de liberación nacional desatadas por los crímenes nazifascistas y japoneses, y por el colaboracionismo con los invasores de la casi todas las burguesías. Las fuerzas populares, obreras y campesinas, organizadas en guerrillas, asumían en gran medida las propuestas de grupos de diversa orientación comunista, pero sobre todo stalinistas. Los pueblos insurgentes recuperaron muchas fábricas, tierras, locales, periódicos, radios, etc., abandonadas por sus propietarios al retirarse los ocupantes, o al caer las dictaduras en Italia y Alemania, aunque en menor medida en Japón en donde, sin embargo, la represión antisindical y anti obrera actuaría con dureza desde 1949. Surgieron momentos de doble poder y hasta de poder popular armado coexistiendo con los ejércitos aliados que apoyaron a las burguesías. El mando aliado burgués, con el apoyo de ex nazis, reprimió a los heroicos «comités antifas» que habían resistido en la clandestinidad y que se multiplicaron desde invierno de 1944.
Una de las contrarrevoluciones paradigmáticas de la época fue la sufrida por el pueblo griego en 1946-1950 cuando tras la retirada alemana el pueblo, que había sufrido decenas de miles de asesinados directamente o por hambre, empezó a ejercer justicia, chocando con la alianza formada por burgueses ex colaboracionistas o no, británicos y yanquis que defendía el capitalismo. La URSS exigía a los comunistas griegos que aceptaran la democracia burguesa y dejasen las armas, en cumplimiento de los acuerdos de Stalin con los aliados que cedían Grecia al imperialismo. La guerra popular resistió aislada hasta 1950 con incalculables muertos. Hay que destacar la importante función de la mujer trabajadora griega tanto en la resistencia antinazi, en la primera fase de la guerra con los ingleses hasta 1947, como en su prolongación hasta 1950.
La mujer griega no fue la única: deliberadamente se ha ocultado el papel decisivo de la mujer de izquierdas en la derrota del nazifascismo y en las luchas inmediatamente posteriores contra la restauración del orden del capital. También se ha ocultado su papel en la resistencia contra el genocidio por hambre: además de otros saqueos sistemáticos anteriores en la Europa y Asia ocupadas, en 1944 Alemania se llevó de Holanda la poca comida disponible condenando a decenas de miles de personas a la muerte por inanición, y en ese mismo año Japón hizo lo mismo en Vietnam, pero con una letalidad aún mayor, por citar sólo dos casos. Gran Bretaña fue la responsable de la muerte por hambre de alrededor de 3 millones de bengalíes en 1943 al expropiar al pueblo de esta rica zona de la India de sus recursos básicos para defender su agotado imperio. A estas muertes hay que añadirles las habidas por millones en el Este europeo, en Varsovia, Leningrado, Stalingrado, en las aldeas y campos bajo ocupación nazifascista. Sin la labor invisible de las mujeres populares esta inhumanidad hubiera sido incalculable.
Desde la perspectiva de la estrategia comunista, que desarrollaremos en la segunda entrega, las geopolíticas imperialistas que desencadenaron la IIGM tenían un objetivo fundamental: dejar que el nazifascismo liquidara la URSS para ver luego de negociar un reparto de los mercados y beneficios, pero los errores estratégicos nazis llevaron a Hitler a tener que luchar en dos frentes, algo que había evitado desde el principio. Fue una guerra fundamentalmente antisocialista no sólo porque quería acabar con la URSS sino también con las luchas de liberación antiimperialistas y con la lucha de clases para poder multiplicar exponencialmente la tasa de explotación y la tasa de beneficio para salir de la crisis iniciada en 1929 y agravada en 1931. Secundariamente, también fue una guerra interimperialista por el reparto de la geografía y sus recursos vitales en medio de la segunda Gran Depresión.
La muerte por inanición geoestratégicamente aplicada de millones de personas no combatientes demostró que las clases propietarias de las fuerzas productivas tanto en la IIGM como en la Sumer de hace +/- 9000 años sino antes, en las escabechinas del final del paleolítico para saquear mujeres y rebaños y canibalizar al resto del grupo derrotado, son sabedoras de la importancia clave de la geografía y de los recursos energéticos, empezando por la fuerza de trabajo humana. Ahora no podemos detenernos en los años que van de 1950, con la masacre griega, a los de la segunda mitad de los ’70, después de que de la economía yanqui tuviera en 1971 déficit en su balanza de pago, es decir, pasara de ser acreedora a ser deudora. Abandonar la paridad oro-dólar fue reconocer el inicio del declive estadounidense que se intentó revertir negociando con China para integrarla en el área yanqui, entre otras medidas.
Como la situación apenas mejoraba y una vez que su derrota en Vietnam confirmaba el declive, la burguesía pasó al ataque sobre todo desde 1977, restringiendo derechos básicos como los de los consumidores, abortando la reforma laboral exigida por los sindicatos e imponiendo la desregulación laboral en las líneas aéreas en 1978, etc. Fue el presidente demócrata Carter, famoso por sus «planes de paz» el que comenzó en los EEUU lo que con Reagan y Thatcher se llamaría neoliberalismo. Pero Carter sólo había copiado las medidas monetaristas aplicadas desde 1975 por el gobierno socialdemócrata de Alemania Federal: saber que la contraofensiva del capital contra el trabajo fue iniciada por la mal llamada «izquierda», por la II Internacional y sus sectores cercanos, es decisivo para comprender qué es la geopolítica a finales del siglo XX y a comienzos del XXI con los cambios que veremos.
5.- GEOPOLÍTICA IMPERIALISTA
En efecto, aproximadamente hasta la segunda mitad de los ’70 apenas se empleaba este término en los grandes medios de alienación de masas, quedando sólo para grupos de estudio integrados en diversos niveles de poder y en grupitos progresistas reacios o contrarios a la crítica marxista del imperialismo y al empleo de la categoría formada por el par conceptual modo de producción-formación económico social. Varias razones explican su creciente notoriedad: las derrotas del imperialismo en Vietnam, Irán, etc., en el contexto mundial de fuerte lucha de clases; la certidumbre científica alcanzada desde esa época de que los recursos empezaban a agotarse, y que el capitalismo destruía la naturaleza a gran velocidad; la advertencia de la URSS a EEUU y a la OTAN de que no se dejaría sorprender por un ataque nuclear y que respondería contraatacando al corazón del capitalismo, llegándose a rozar el holocausto nuclear a comienzos de los ’80 y el anuncio de la «guerra de las galaxias» en 1983…
Durante este período fue tomando forma lo que sería la Unión Europea que, sobre todo, responde a las presiones objetivas de las leyes de concentración y centralización de capitales, la ley de perecuación que obliga a los capitales a abandonar negocios ruinosos y entrar en lo rentables, la ley de la competencia, etc., pero en un contexto geopolítico muy complicado por la segunda guerra fría, por las exigencias de Reagan y de Thatcher, por los problemas de sucesión a Brézhnev en la URSS y por las diferencias apreciables entre las burguesías europeas. En la segunda entrega, cuando analicemos el Brexit volveremos a esta cuestión tan importante que tuvo un acelerón con el Tratado de Maastricht en 1992 nada más caer la URSS en 1991.
Desde este momento el empleo del término cayó en latencia durante unos años, hasta que se constató el nuevo fracaso del imperialismo que creía inmediata la desintegración de Rusia, la caída de Cuba, Vietnam, etc., y la rápida victoria del capitalismo más salvaje en China. El vampiro al que llaman Occidente se frotaba las manos y salivaba con fruición entre 1989-1993-1999 creyendo que una Rusia desecha y una Europa del Este balcanizada serían el definitivo «espacio vital» que necesitaba el capitalismo para salir del agujero en el que chapoteaba desde hacía dos décadas: mano de obra formada fácilmente explotable, mercados ansiosos de consumismo, gigantescas reservas naturales, ninguna defensa de la naturaleza, corrupción estructural y servilismo perruno de la nueva burguesía hacia el dólar, vitales conocimientos científicos y militares al descubierto y una enorme frontera con China desde la que amenazarla en directo. Pero en 1999 la facción burguesa dirigida por Putin, fieramente nacionalista, desplazó del poder al alcohólico Yeltsin, sostenido por los oligarcas más corruptos y fieles al amo imperialista, esfumándose el pantagruélico sueño del vampiro.
Casualmente (¿?) en 2001 la organización Al Queda, creada por los EEUU con el apoyo de servicios secretos europeos para derrocar al gobierno afgano progresista apoyado por la URSS, burló a la Inteligencia yanqui atacando varios objetivos. Para entonces, desde mediados de los ’90, el Pentágono tenía preparados varios golpes militares contra diversos pueblos con grandes recursos energéticos cuya importancia se multiplicaba por segundos: desde 1991, al acabar el primer ataque a Irak, el país estaba sometido a un bloqueo criminal que le causó centenares de miles de muertos por hambre y enfermedad facilitando la rápida victoria de la segunda invasión imperialista, la de 2003. Poco antes, en 2002, los EEUU y el Estado español habían intentado derribar con un golpe de Estado al gobierno venezolano de Chávez democráticamente elegido con una amplia victoria electoral, mientras que en Europa la OTAN presionaba cada vez más a Rusia avanzando hacia el Este ayudando a regímenes podridos, militaristas y reaccionarios con bases fascistas.
Sin haber podido chupar toda la sangre rusa, el vampiro se lanzó a por otros cuerpos a los que sorberles hasta el aliento, pero se encontró con resistencias inesperadas: la cubana, la brasileña, la venezolana, la iraquí, la palestina, la iraní… Fue en este período cuando el término geopolítica empezó a ocupar más y más espacio en la industria mediática pública, porque ya se empleaba sistemáticamente en los centros imperialistas, en las grandes corporaciones transnacionales, en la gran banca para analizar crecientes problemas sociales ubicados en geografías distantes y complejas. Junto al de geopolítica, la casta intelectual y académica también utiliza términos ambiguos o huecos llamados «significantes vacíos» que llenan la boca con progresismo barato, pero nunca atacan a la explotación: imperio, globalización, gobernanza, alter mundialismo, democracia participativa, postcapitalismo, desarrollo sostenible, demos, populismo, postmarxismo, ciudadanismo, sujetos sociales, clases medias…
De entre las transformaciones que sufre el capitalismo a raíz de la contraofensiva mundial imperialista y que son bastante conocidas, ahora debemos destacar otras dos más por sus implicaciones demoledoras: una la que desde finales de los ’90 endurece la tensión agudizada desde 2007 entre una parte del capital financiero-especulativo y ficticio que ya opera sin depender estructuralmente de un Estado-cuna que lo proteja, y otra parte que sigue dependiendo de esos Estados. Se trata de una dinámica interna a la contradicción del capital que, por una parte, necesita valorarse mundialmente, pero por otra parte necesita que el Estado siga protegiéndole. Esta contradicción hace que se resquebraje la unidad de la burguesía en los Estados más afectados por ella, que un sector tienda a forzar una mundialización más extensa e intensa mientras que el otro quiera reforzar el proteccionismo, a la vez hace que resurjan movimientos reaccionarios, fascistas y racistas que propugnan ampliar la dominación del imperialismo anglosajón sobre el mundo. Y la otra, que estallará definitivamente de 2011 en adelante, son los choques entre potencias imperialistas, subimperialistas y regionales por la apropiación de los cada vez más escasos recursos energéticos. Ambas, y otras más, las analizaremos en la segunda parte.
Es en este contexto cuando resurge la geopolítica como «ciencia» modelada en y para la doxa occidental, en y para la opinión común de la casta político-mediática asalariada en empresas, periódicos, universidades, etc., o a cargo del Estado y del gasto público. Presionada por la crisis, el lenguaje y el aparato conceptual de esta «ciencia» vuelve a demostrar su nulidad teórica y su función enturbiadora, de ocultación de la realidad, aunque tiene la ventaja de que, como no expresa contradicciones en lucha interna, puede ser utilizada impunemente sin ninguna necesidad de rigor metodológico ni coherencia histórica. Ello les hace muy útiles para envolver la geopolítica al uso con un aura de progresismo ideológico sin ningún contenido ni orientación revolucionaria ya que asumen la trampa del «pluralismo metodológico» y la micro fragmentación en aislados corpúsculos de corrientes, escuelas, tendencias y múltiples modas ideológicas pasajeras (tal y como le sucede a la sociología), limitaciones e impotencias que también gangrenan a prácticamente la totalidad de la geopolítica.
El grueso, la gran parte de los análisis de geopolítica resultan de la habilidad libre individual o colectiva de analistas, estudiosos, académicos, militares, comentaristas y tertulianos para entremezclar diversas disciplinas interpretadas en su aislamiento –economía, geografía, demografía, guerra, Estados, organismos internacionales, ecología, etc.–, con el fin de responder a los intereses oficiales y estatales, empresariales o particulares, conocidos o secretos…, a los que pertenecen como asalariados fijos, a tiempo parcial o a destajo. En esa visión, la geografía es la disciplina que centraliza esas interacciones porque es en ella en donde están los recursos que necesita la especie humana para vivir.
Al igual que en la sociología, en la que el «hecho social» durkheimiano, el «tipo ideal» weberiano, etc., son los ejes, en la geopolítica lo es la geografía, pero en ninguna de estas «ciencias» se tiene en cuenta el proceso determinante de la antropogénesis: la producción/reproducción de la vida social y sus contradicciones internas. Al igual que los «padres fundadores» de la sociología eran antisocialistas e imperialistas, también lo eran los de la geopolítica. Al igual que en la sociología, en la geopolítica casi siempre manda el contrato con la empresa, la revista, la universidad o el Estado que contrata el estudio geopolítico: donde impera la dictadura del salario apenas tiene cabida el pensamiento creativo, o sea libre y crítico.
Naturalmente, también hay corrientes geopolíticas de izquierdas o de reformismo duro, militantes incluso, que profundizan y extienden sus investigaciones más allá del corto academicismo estatalista y empresarial, luchando contra el imperialismo y sus ejércitos como era el caso de D. Slater que en 1989 reconocía los méritos de Nicaragua y Cuba a pesar de sus diferencias, y en 2000 reivindicaba una geopolítica centrada en las resistencias de los pueblos, en las causas de la miseria y de las luchas sociales, en la politización de la ecología, en la defensa de la democracia concreta, en el abandono del eurocentrismo… D. Harvey es un geopolítico especial porque ha reactivado la importancia de la geografía en el marxismo. Pero el grueso de estas corrientes sufre de una debilidad epistemológica: el rechazo o el no empleo de la imprescindible teoría del imperialismo y del par conceptual de modo de producción y formación económico-social, como hemos dicho, lo que les impide aplicar el potencial heurístico del marxismo.
Hay que tener en cuenta que el desarrollo imperialista y del capital financiero en su forma especulativa y ficticia dominante desde finales del siglo XX ha enriquecido la máxima clausewitziana y marxista de que la guerra es la continuación de la política por otros medios, en el sentido siguiente: la guerra es la continuación del mercado por otros medios. Lenin, que rescató a Clausewitz, no vivió el desarrollo actual: ahora el mercado domina la política y la guerra con una intensidad muy superior a la de hace un siglo. En realidad, desde el incipiente capitalismo comercial, guerra, política y mercado han ido juntos ensamblados por el Estado, como se comprueba con el mercado de la esclavitud desde el siglo XV en el que el barco negrero era la síntesis de la guerra, de la opresión nacional de clase y del capitalismo comercial; pero la creciente sobre determinación del capital financiero especulativo y ficticio sobre el capital meramente industrial y productivo –que pese a todo sigue siendo el determinante porque es el que produce valor–, hace que aumente sobremanera el contenido mercantil de la guerra y de la política.
Lo entendemos mejor al ver que el avance habido entre Sun Tzu, Clausewitz y Lenin sobre la guerra, la política y el mercado, ha ido unido al ver el desarrollo paralelo entre el dicho de Plauto (-254/-184) de homo homini lupus est (el hombre es un lobo para el hombre) que expresaba lo básico del modo esclavista de producción, su actualización por Hobbes (1588-1679) al capitalismo incipiente, y por último su transformación en otra mucho más cierta y terrible, demoledora por lo que implica en el reforzamiento del poder contrarrevolucionario del fetichismo de la mercancía:: homo homini mercator est (el hombre es un mercader para el hombre) que expone perfectamente la reducción de la vida a simple mercancía.
Pues bien, como hemos dicho al comienzo, en 2011 Askapena organizó el debate sobre cómo saber qué ocurría en el mundo teniendo en cuenta estos y otros cambios. Askapena acertó porque el 2010-2011 fue una especie de bienio-pivote en algunas cuestiones importantes: se confirmaba que la crisis iniciada en 2007 era de una dureza especial a pesar de sus altibajos que golpeaba duramente a Euskal Herria como se demostró en la serie de huelgas generales en la zona ocupada por el Estado español, y en la huelga de 2010 contra la política económica de Sarkozy en la parte ocupada por el Estado francés. La burguesía española cedió alegremente al capital transnacional otra parte de la escasa independencia que le quedaba al aceptar las duras exigencias socioeconómicas en 2010, lo que le llevaría en compensación a endurecer su nacionalismo interno y a dar el gobierno al PP, a Rajoy, en 2011 abriéndose una fase de ataques reaccionarios que ha hecho retroceder a las libertades concretas a niveles muy bajos.
También en ese bienio se certificó la enfermedad de Chávez, cuya muerte en 2012 –¿asesinato? — daría paso a un ataque más duro aún contra Venezuela, siguiendo la vía del golpe de 2009 en Honduras, de 2010 contra Correa en Ecuador y contra Lugo en Paraguay en 2012. La llamada «primavera árabe» de 2010-2012 estalló por el malestar de los pueblos ante los ataques del capitalismo y por la incapacidad de sus élites dirigentes para defenderlos; pero, al igual que lo sucedido con las «revoluciones naranjas», el imperialismo empleo el saber contrainsurgente inserto en sus «ciencias sociales» para manipularlas y desviarlas hacia la contrarrevolución: en 2011 era asesinado Gadafi tras una invasión imperialista que ha destruido Libia, los servicios secretos occidentales coordinaban el intento de destrucción de Siria, Irak se desangraba en luchas intestinas ante el regocijo de Occidente, etc.
Hemos citado sólo algunos de los conflictos más conocidos de ese bienio-pivote que marcó una tremenda intensificación de las contradicciones agudizadas desde 2007. Pero el acierto de Askapena en la organización del debate también se confirmó de otro modo: en el interior de las izquierdas vascas venían acelerándose retrocesos teóricos y metodológicos que, en el tema que ahora desarrollamos, terminarían en la «rendición intelectual» ante la ideología burguesa de bastantes de ellas. Años después, en 2020, el acierto es incuestionable porque, entre otros logros, permite volver autocríticamente a lo que entonces se decía, compararlo con el presente y ver cómo, ahora, debemos acudir al método marxista para saber cómo el capital se sirve de la geopolítica, término apenas utilizado en 2011, huyendo de simplismos geopolíticos.
En la segunda entrega analizaremos el contexto no desde la geopolítica al uso, sino desde el método de la estrategia comunista, que también incluye una geopolítica propia, específicamente sujeta a la teoría del imperialismo y de los modos de producción y sus formaciones económico-sociales.
EUSKAL HERRIA 23 de febrero de 2020
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
- PRESENTACIÓN
- GEOGRAFÍA Y PROPIEDAD PRIVADA
- GEOGRAFÍA Y CAPITALISMO
- GEOGRAFÍA Y GEOPOLÍTICA
- GEOPOLÍTICA IMPERIALISTA
La pregunta sobre qué diferencia hay entre a la geopolítica al uso y la estrategia comunista, me vino inmediatamente a la cabeza al conocer la propuesta del Gaztetxe de Zizurkil para un debate sobre el contenido de una sola palabra: «Geopolítica», nada más, pero nada menos. La primera parte de la respuesta me surgió al instante: como siempre en la vida, cuando debemos enfrentarnos a problemas que desbordan la obediencia mental que nos han inculcado, nuestra ignorancia y nuestro miedo a la libertad nos lleva a utilizar sin crítica alguna los conceptos y la terminología del poder, su lenguaje y hasta sus gestos, sus mapas mentales, su carga política y la ideología contrarrevolucionaria que les cohesiona internamente. Si carecemos de una visión revolucionaria de la realidad, inevitablemente caemos en estos cepos mentales y prácticos de los que es muy difícil salir. Una de las razones de esa dificultad radica en que la patología de la sumisión tiene efectos paralizantes.
La libertad exige la teoría y viceversa, y ambas al unísono exigen, conllevan y desarrollan la acción de organizarse políticamente contra la propiedad privada de las fuerzas productivas, siendo la especie humana y en concreto la mujer la fundamental fuerza productiva privatizada por la clase dominante. A grandes rasgos, podemos decir que esto es lo que enfrenta a la geopolítica con la estrategia comunista. En efecto, malvivimos en una crisis estructural, sistémica, que mina al capitalismo en su conjunto, aquí en Zizurkil y allí, en las barriadas populosas de Nueva Delhi en la que se agitan todas las explotaciones bajo un régimen cada vez más dictatorial, también en los pueblos bolivianos bajo la dictadura o en las barriadas yanquis empobrecidas. En la India se cuece una rebelión masiva sustentada en huelgas de decenas de millones de explotadas y explotados que puede dar el salto a una revolución. ¿Qué tiene que ver la India con Zizurkil, por ejemplo?
¿Qué relación existe entre la reciente Huelga General U30 con la heroica lucha chilena, con la resistencia latente y siempre preparada para salir a la superficie de los mineros sudafricanos y de las mujeres centroafricanas que aguantan sobre ellas todo el inhumano saqueo imperialista, o con el notorio aumento de la lucha de clases en los EEUU? ¿Qué puede unir el amplio movimiento de protesta contra el deslizamiento de miles de toneladas de tierras contaminadas con amianto y otros venenos en Zaldibar, matando a dos trabajadores, con otros idénticos en todo el mundo y con el creciente rechazo de los pueblos empobrecidos para ser los basureros de Occidente padeciendo la contaminación de masas inconmensurables de agentes nocivos, venenosos? ¿Qué puede conectar la persecución de la lengua y cultura vasca con el hecho de que un tercio de las películas que se venden en el mundo pertenecen a la Factoría Disney? Y por no alargarnos, ¿puede existir alguna relación entre lo que nos dicen del coronavirus, el deterioro de la sanidad pública en Euskal Herria, y su impacto en el envejecido capitalismo mundial?
A simple vista estas interrogantes no tienen nada o muy poco que ver con la geopolítica porque, según se cree, ésta se dedica al análisis de las interacciones entre los Estados y a lo sumo a los intereses de las grandes corporaciones transnacionales, teniendo en cuenta el marco geográfico en el que cooperan o chocan con más o menos virulencia las necesidades de tales poderes. Pero cuando rascamos las apariencias vemos que hay fuerzas más profundas, contradicciones sociales que laten o rugen: las clases y pueblos explotados que se enfrentan a esos poderes, las alianzas claudicantes y colaboracionistas de sus burguesías con los poderes extranjeros, etc. Llegados a este subsuelo tal vez veamos lo que algunos estudios de geopolítica han concretado tanto, pero suelen ser pocos, de corrientes minoritarias sin apenas aparición en la industria político-mediática, llamada «prensa».
Pero no los encontraremos una vez que hayamos descendido a los hornos, a las calderas en las que la explotación vivifica al capitalismo, donde la producción/reproducción de capital encuentra su felicidad y su ética en la vajilla de oro del dolor humano: aquí, en la unidad y lucha de contrarios inconciliables, solamente el marxismo puede ayudarnos porque nos guiará por la inacabable polifonía de injusticias y resistencia hasta enseñarnos que la red de nudos rojos que tienden a interactuar pueden confluir en la estrategia de tomar el cielo por asalto. En 2011, año al que volveremos por su significado, el colectivo internacionalista Askapena organizó un debate sobre el caos aparente del mundo, queriendo eludir las limitaciones de la geopolítica que ya para entonces había vuelto a la escena mediática. Una de las ponencias –(El marxismo como teoría-matriz 17 de mayo de 2011, a disposición en la red) — defendía la necesidad de una teoría capaz de integrar en un todo –«la verdad es el todo», dijo alguien– la desbordante diversidad de luchas concretas contra opresiones concretas tal cual se daban entonces.
Hablando sobre lógica dialéctica en un tiempo en el que la casta intelectual académica y reformista volvía a certificar la enésima muerte de Hegel y de Marx, H. Lefebvre dijo: «si lo real es móvil, que nuestro pensamiento sea móvil; si lo real es contradictorio, que nuestro pensamiento sea consciente de la contradicción». Ha transcurrido casi una década desde la publicación de El marxismo como teoría-matriz, que aquí ofertamos en el altar de la crítica para avanzar en la consciencia de las contradicciones utilizando la geopolítica como el chivo del sacrificio. Lo haremos en dos partes, como quedamos en el debate: en esta primera veremos qué se esconde tras este término de moda, y en la segunda estudiaremos las formas actuales de las contradicciones del imperialismo según lo que entendemos por teoría-matriz.
2.- GEOGRAFÍA Y PROPIEDAD PRIVADA
El conocimiento del entorno geográfico, del espacio y del tiempo, es una necesidad objetiva por pura lógica de supervivencia no sólo en la antropogenia sino de la vida animal, porque la energía, los recursos son finitos, se agotan tarde o temprano sobre todo cuando las contradicciones sociales de la producción/reproducción de la vida social imponen que su consumo tienda a ser crecientemente irracional en dirección al infinito, como en la sociedad capitalista. A grandes rasgos, las leyes del ahorro de energía o del mínimo esfuerzo, y de la productividad del trabajo reflejan la necesidad objetiva de adaptarse a la finitud de los recursos: materialismo histórico en esencia. El origen de la exploración geográfica radica en la necesidad de descubrir o apropiarse de nuevas energías; abaratar su extracción, transporte y consumo, y defender esos recursos de posibles atacantes. En la medida en que la exploración y explotación avanza, la acción humana inicialmente transforma la naturaleza y sus equilibrios, pero llega un momento que no es otro que el triunfo de la propiedad privada a partir del cual empieza a destruirla, creando una geografía acorde con las necesidades de las clases dominantes.
Se debate cual es el primer mapa geográfico pintado en cuevas durante el paleolítico, pero lo cierto es que ya entonces se dibujaban mapas para racionalizar el gasto de energía, orientarse y saber cómo llegar a los recursos vitales, siendo el canibalismo uno de los métodos de obtención de energía. En este sentido elemental, algo parecido a la geopolítica surge con las primeras asambleas periódicas de clanes y tribus recolectoras e itinerantes en los modos comunales de producción para coordinarse o pelearse, y mejora en los primeros Estados y ejércitos del modo de producción tributario. La objetividad de la dialéctica de la naturaleza hace que ese proceso a la vez implique transformación, destrucción y creación en un movimiento permanente en el que las crisis juegan un papel clave sobre todo una vez que la propiedad privada, al vencer a la propiedad colectiva y comunal, interrelaciona estrechamente geografía, Estado y guerra.
Por ejemplo, la necesidad ciega de responder a la ley del ahorro de energía fue la que, en parte, resolvió el problema del abastecimiento de agua durante el tendido de algunas vías férreas en las grandes praderas del norte de América: bastaba seguir los senderos de las manadas de bisontes para descubrir el camino más llano y recto posible entre pozos de agua porque los bisontes los habían abierto milenios antes de la llegada de nuestra especie a las praderas. Sin saberlo, los bisontes se habían adelantado a Trotsky cuando dijo que la suerte de las naciones depende de la ley (tendencial) de la productividad del trabajo. El ferrocarril expandía la ley del valor vital en el capitalismo, acabando casi del todo con los bisontes y con las naciones indias, llevaba ejércitos y clases trabajadoras de un océano a otro para acelerar la acumulación ampliada de capital, transformando y destrozando la naturaleza, creando una geografía capitalista sobre y contra la naturaleza moribunda.
Antes del capitalismo, las ciudades-Estado y los imperios de Sumer planificaban con gran detalle el grueso de las operaciones comerciales y militares, teniendo en cuenta las limitaciones de la época. Desarrollaron el espionaje para acceder a la mayor y mejor información posible en todas las cuestiones, espionaje realizado bien individualmente bien por delegaciones económicas que anotaban la geografía, riquezas, fuerzas y debilidades de los pueblos a invadir o con los que comerciar en situación ventajosa. La geopolítica dio paso a la geoestrategia porque no podía invadirse un país para estrujarlo si no se preparaba minuciosamente la operación. Las alianzas entre Estados para derribar imperios eran tejidas por una diplomacia muy experta.
En Grecia la Liga Anfictiónica que se reunía en Corinto entre los siglos –VI al –II, hasta la dominación romana, era un ejemplo de geopolítica y geoestrategia que encuadraba a grandes rasgos el quehacer de historiadores, geógrafos, militares, comerciantes, filósofos y sacerdotes helénicos. La Liga de Corinto defendía los intereses del modo de producción esclavista frente a las rebeliones de las clases explotadas, de los esclavos y esclavas, de los pueblos dominados, y de las amenazas de potencias exteriores. Muy probablemente, la primera estrategia de contrainsurgencia fue elaborada en Corinto en el siglo –IV para prevenir y aplastar las crecientes rebeliones sociales.
En China la geopolítica llegó a los más altos niveles de la geoestrategia con las aportaciones de Sun Tzu en el siglo –V recogidas en su imprescindible El arte de la guerra, obra que integra todas las disciplinas de la actual geopolítica más otras de la antropología y psicología, e incluso artes esotéricas típicas de aquel período. Al margen ahora de que Sun Tzu fuera un personaje real o mítico, el nombre de un autor dado a una compilación colectiva de textos, lo cierto es que la obra asume y defiende los intereses de la clase dominante en el modo de producción tributario chino. Un ejemplo de la valía del libro lo tenemos en que su estudio sirvió a una facción militarista japonesa del siglo +VIII para unificar la Isla mediante sus métodos, asegurando por siglos un muy duro sistema de explotación social, opresión patriarcal y dominación religiosa.
En Roma la geopolítica sólo era plena si desembocaba en la geoestrategia, más aún en la medida en que una de las bases de su poder, el pequeño campesino libre que tomaba las armas voluntariamente, era desplazada por la otra base de su poder: millones de esclavas y esclavos explotados hasta la extenuación. Según los grandes terratenientes esclavistas expropiaban a los pequeños campesinos libres, se hacía más y más necesaria la planificación geoestratégica mediante una rigurosa geopolítica para saquear pueblos con el menor gasto y la mayor rentabilidad posible. El momento álgido fue el de las tres guerras con Cartago entre el -264 y el -146, que exterminó a la primera potencia de la época, destrozando con el arado, el fuego y la sal el humus del suelo cartaginés para que no brotaran ni las malas yerbas. La geopolítica se basaba, entre otros métodos, en los minuciosos informes que elaboraban los comerciantes, geógrafos, diplomáticos y espías que recorrían los países a invadir. Un espionaje arriesgado porque podían morir ejecutados al ser descubiertos. Luego, los comerciantes iban en la retaguardia de los invasores para administrar la conquista y comerciar con parte del botín. Roma generalizó con muchos siglos de antelación métodos luego comunes por no decir obligados.
En Mesoamérica, los Andes y México, las ciudades-Estado mayas y el imperio inca y azteca, por centrarnos en estos poderes, desarrollaban conocimientos muy exhaustivos del calendario, de la canalización de aguas, de agricultura en terrazas, de arquitectura, etc., para maximizar en lo posible la obtención y producción de energía, sostenido todo ello en una ágil burocracia estatal. La explotación social y patriarcal, y la opresión de pueblos, eran la base de estas poderosas culturas dirigidas por castas dominantes que aplicaban la geopolítica con la misma sistematicidad que los poderes citados, también para el uso de la violencia.
Cuando hablamos de espionaje debemos referirnos a los servicios secretos del Estado como elementos insustituibles en la geopolítica y geoestrategia: resulta definitivamente esclarecedor el que la inmensa mayoría de los analistas dejen al margen por ignorancia o por voluntad la permanente acción interna de los servicios secretos, de los aparatos de Inteligencia, en geopolítica y más aún en geoestrategia. Sin embargo, una tarea clave en la que Sun Tzu había insistido era la de encontrar fisuras en el enemigo, en su unidad, agrandarlas en lo posible sembrando dudas, discordias y choques internos para comprar a un sector que traicionara al otro. Roma la empleó siempre, como todos los conquistadores antes y después. Gengis Kan perfeccionó este método incrementando el papel de la guerra psicológica, del soborno para traicionar, de la provocación de rumores, etc., así como las funciones de los «comerciantes», de modo que muy frecuentemente la pedagogía del miedo ya había surtido efecto entes de la invasión militar. Como decimos, eran métodos antiguos pero los mongoles los utilizaron al máximo de una forma brillante.
Otra característica que recorre cada vez más a la planificación geopolítica realizada en estos modos de producción es la importancia creciente en la obtención de esclavos y prisioneros cultos, sabios, técnicos, artesanos especializados, etc., porque estas sociedades van comprendiendo que su fuerza de trabajo más cualificada que la media rinde más en menos tiempo, y hace cosas que el resto no puede hacer. Roma succionó el conocimiento griego en todos los sentidos. Los árabes, en una primera fase hasta los siglos XI-XII, integraron el saber de los pueblos en su política expansionista basada entre otras cosas en su superioridad cultural y militar; y los mongoles se esforzaron por colocar de un modo u otro a los sabios extranjeros en su aparato de Estado.
En la más atrasada Europa, los gremios artesanales intentaban ocultar sus artes técnicas para mantener sus beneficios frente a la competencia, pero comprar e integrar a los sabios era fácil si había dinero porque el conocimiento estratégico aún no se había convertido en parte del capital constante guardado celosamente por la burguesía. Aun así, los Estados tomaban medidas para proteger secretos de alto valor económico y militar que, en síntesis, viene a ser lo mismo, como la seda, el fuego griego, la fundición de metales y de vidrios, etc. Mantener esos secretos o descubrirlos era y es una de las garantías previas para el éxito de las geopolíticas antagónicas. A finales del siglo XIV la técnica artillera era monopolio de un reducidísimo grupo cerrado de personas, pero para mediados del siglo XV esta arma decisiva podía adquirirse en el mercado si había dinero: Bizancio terminó por caer en poder de los otomanos en 1453 gracias a que estos compraron la tecnología de grandes cañones a un monje húngaro que previamente había intentado venderla a los bizantinos que, por pobreza, no pudieron comprarla.
Lo que ahora se define como geopolítica era algo común en la burguesía comercial de la baja edad media, cuando presionaba con todas sus fuerzas para ampliar y aplicar la Lex Mercatoria lo más rápida y eficazmente posible a la mayor cantidad de mercados y países, de geografía, en suma, reduciendo las leyes protectoras de las economías locales, y chocando frontalmente con los vetustos privilegios de la nobleza y del clero. La Lex Mercatoria exigía la seguridad de la circulación mercantil, del cobro de letras, del pago de deudas, el mantenimiento de carreteras y puentes, etc., era inseparable de una geografía integrada en el poder político de cada zona. Obligarle a un obispo a que permitiese el tránsito gratuito de mercancías por sus tierras y sus puentes, incluso obligándole por la fuerza, suponía un choque de poderes con claros contenidos políticos y culturales. Pero por el lado contrario estaban las luchas campesinas para que molinos, puentes, bosques, prados, etc., volvieran a ser bienes comunes, y para que se prohibiera el derecho de violación de la mujer por el señor feudal: entonces, burgueses, nobles y obispos imponían su unidad e intereses de clase.
Si nos fijamos, lo básico de la geopolítica y la geoestrategia ya estaba presente en los modos de producción precapitalistas, aunque aún no se le llamase así. Lo estaba por una razón muy clara: para las clases dominantes el mantenerse en el poder requería la explotación interna, de su propio pueblo, y la externa, de otros pueblos, o la defensa ante las rebeliones de las y los explotados y de los ataques exteriores. Si la clase dominante despilfarraba riquezas, recursos, tesoros acumulados, etc., y no los reponía con otros recursos iguales o mayores, más temprano que tarde era derrotada. Si no se preparaba militarmente, sería derrotada o dominada, pero la preparación le exigía un gasto material que debía ser equilibrado y compensado. Y en todos estos casos era imprescindible un ahorro de tiempo y medios y el control de la geografía.
3.- GEOGRAFÍA Y CAPITALISMO
Pero el gran cambio empieza a producirse en el siglo XVI cuando la burguesía comercial va adquiriendo el poder suficiente para forzar al Estado a invertir crecientes sumas en la exploración geográfica y en la medición más exacta de la latitud y la longitud, en la precisión del tiempo, en la tecnología militar, etc., en suma en las ciencias que ahorran tiempo y energía. Se trata de un avance lento, entrecortado y con estancamientos y retrocesos, pero es un desarrollo ascendente unido al avance de las matemáticas, la geometría… y a la creación algo posterior de las academias de ciencias. La dictadura del valor, del valor de cambio, del trabajo abstracto y del tiempo se expande en la medida en que con ella aumentan los medios dedicados a la geoestrategia y la geopolítica porque, por ejemplo, las cartas de navegación eran un secreto de Estado más importante que la tecnología de la imprenta. Pero desde finales del siglo XVIII a la exploración de los mares se le empiezan a unir la del interior de los continentes. Desde comienzos del siglo XIX exploradores, geógrafos, sacerdotes, comerciantes, militares, maleantes y convictos…todos adoradores del oro: la peste blanca avanzaba por el interior de continentes hasta entonces inaccesibles por sus enfermedades. Para la década de 1830 el uso combinado de quinina, buena nutrición e higiene redujo la mortandad de los invasores infectos del 35% al 5%. Vapor, quinina, Biblia, armas de repetición y criminales en serie, eran sucesores de los genocidas de las cruzadas medievales y de los «descubrimientos» desde finales del siglo XV.
El derecho de conquista se justifica en las diversas éticas cristianas, sobre todo las que derivan del protestantismo desde los siglos XVI y XVII en adelante: en lo que ahora son los EEUU el puritanismo de los primeros invasores ya justificaba la guerra contra los pueblos nativos por indolentes y perezosos que no trabajaban los recursos dados por dios contraviniendo así el mandato divino de crecer, multiplicaos y dominad la tierra. Un anuncio de lo que sería desde mediados del siglo XIX la tesis del «destino manifiesto» ya fue expuesta en la década de 1630 por un influyente ministro puritano.
Más concretamente, podemos denominar como primera forma del Lebensraum o «espacio vital», a la doctrina Monroe de 1823 según la cual el Caribe, Centroamérica y América Latina son propiedad de los EEUU. Por el contrario, probablemente la primera plasmación real de la geopolítica desde una perspectiva liberadora, es decir, de geoestrategia emancipadora, intentó ser el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826 mediante el cual Bolívar proyectaba avanzar en la coordinación de Nuestramérica para mantener su libertad frente a los EEUU. La industrialización desatada ya para entonces multiplica las funciones del Estado, entre ellas la de enviar exploradores por medio mundo, comerciantes por el resto, y la de reclamar como propios o como protectorados lejanos territorios; también la de espiar para acceder a la mejor tecnología, como se aprecia en los esfuerzos de Prusia para copiar las mejores máquinas de vapor inglesas.
En la década de 1830 el imperialismo francés intervino con una sofisticada geopolítica contra la nación argelina, en la que todo valía para sobornar y cooptar a las clases dirigentes, como la de entregarles armas con la que luego los argelinos se defenderían matando franceses. Al final, Francia pactó con Gran Bretaña para que no ayudase a Argelia, y lanzó una ofensiva brutal desde 1840 que será ferozmente criticada por Rosa Luxemburg en 1913. Mientras que los anglicanos ingleses ayudaban a los católicos franceses a cometer crímenes atroces en Argelia, en 1845 la mezcla de cristianismos yanquis oficializó la doctrina del «destino manifiesto» según la cual los EEUU ya no sólo debía dominar Nuestramérica sino el universo entero, poniéndola en práctica en 1846 al invadir México arrancándole casi la mitad de su territorio: una verdadera campaña geoestratégica muy bien planificada geopolíticamente.
Dos años antes de esta guerra había nacido F. Ratzel (1844-1904) uno de los primeros sistematizadores de la escuela prusiana de geopolítica. Aprendió sobre todo de la larga experiencia de la nobleza expansionista de su país que se remontaba, como mínimo, a las proezas de Federico II el Grande (1712-1786) y a la efectiva organización en 1813 de la milicia popular o Landwher, dirigida por nobles, para expulsar a los franceses con la ayuda aliada. La Landwher tenía una fuerte contradicción de clase pues era popular y las clases dirigentes y el propio rey alemán tenían mucho miedo a armar al pueblo, pero confiaban en que sus aliados, la nobleza rusa y austríaca, aplastaran a la Landwher si pasaba a exigir derechos sociales. Las milicias armadas de la revolución de 1848 recogían parte del espíritu de la Landwher.
Por el contrario, la escuela alemana de geopolítica estructuraba su «ciencia» en base al militarismo prusiano. Tras la derrota de Napoleón y los tremendos sustos de las rebeliones de 1848, Prusia seguía cercada entre el imperio austro-húngaro, el imperio zarista, la siempre poderosa Francia y la por entonces invencible Gran Bretaña. Para entonces, los centros de poder ya empezaban a estudiar con rigor el libro De la guerra escrito por Clausewitz (1780-1831) y publicado en 1832. La identidad entre Sun Tzu y Clausewitz radica en que, a pesar de los +/- 2200 años y miles de km que les separan social, cultural y geográficamente, ambos piensan desde y para los intereses de las clases dominantes propietarias de las fuerzas productivas, explotadoras de mujeres, pueblos y clases trabajadoras.
La diferencia radica en los diferentes modos de producción en los que cada autor defendía a su clase opresora: Sun Tzu escribió en el modo tributario y Clausewitz en el del capitalismo comercial centroeuropeo que justo empezaba a industrializarse entonces. Esta diferencia es la que le permite al segundo aportar una idea decisiva que marcará el antagonismo, la inconciliabilidad entre la geopolítica burguesa y la estrategia comunista: Clausewitz demostró que la guerra es la continuación de la política por otros medios, idea que el marxismo desarrollaría con majestuosidad teórica, como veremos en la segunda entrega. Bismarck aplicó la versión contrarrevolucionaria de Clausewitz, los marxistas la revolucionaria, sin mayores precisiones ahora. Para romper estas tenazas, una facción burguesa alemana optó por el astuto Bismarck (1815-1898). El «Canciller de Hierro» escondía el puño de acero del expansionismo militar y de las represivas leyes antisocialistas dentro de un guante de seda del parlamentarismo y de los primeros esbozos de lo que sería el supuesto «Estado del bienestar» (¿?)
Una muestra de su talento fue el anzuelo que se tragó Francia y que le llevó a la humillante derrota de 1870, origen de la Comuna de 1871; otra fue la Conferencia de Berlín de finales de 1884 y comienzos de 1885 para repartirse África, en la que con palabrería humanista las grandes potencias europeas la trocearon como los carniceros, a hachazos, y se disputaron con rugidos sus recursos, hundiendo al continente en empobrecimiento y océanos de sangre: como el genocidio alemán de Namibia para exterminar a los herero y los namaquas entre 1904 y 1907 saqueando sus diamantes y minerales. Otra medida geoestratégica más que geopolítica fue la creación de la densa y muy eficaz red de ferrocarriles sin la cual Alemania no hubiera podido mantener tantas y tan atroces guerras interimperialistas y contrarrevoluciones desde 1866 hasta 1945, ni recuperarse tan pronto tras esta última derrota: Bismarck había creado una geografía ferroviaria, perfeccionada por las autopistas nazis, que ahorraban energía y tiempo.
Ratzel tenía 18 años cuando Bismarck fue nombrado primer ministro en 1862. Además de las lecciones alemanas, vio cómo militares yanquis y británicos, sobre todo, habían estudiado la geoestrategia precapitalista, cómo descubrieron algunos a los estrategos griegos del siglo –IV y cómo leían a los grandes escritores militares posteriores. Es muy posible que le llamara la atención cómo los EEUU compraron en 1867 la inmensa Alaska a un ignorante y aún débil imperio zarista por una calderilla: un ejemplo de libro de geopolítica que confirmó su acierto geoestratégico desde 1948 al intentar el Pentágono asfixiar a la URSS con la Guerra Fría, que se mantiene en la actualidad contra Rusia y China, y que la incrementará al deshelarse aún más el Polo Norte.
Ratzel creó el término de «espacio vital» o Lebensraum a finales del siglo XIX, coincidiendo con su libro Geografía Política de 1897, y ya era empleado con frecuencia en 1901 cuando la fase colonialista del capitalismo se había agotado por su incapacidad de dar salida a las fuerzas productivas desencadenadas por la industria y por los avances tremendos del capital financiero y de la Banca, tal como demostró Engels con su brillantez habitual en un textito de 1895 de una actualidad increíble titulado La Bolsa que aparece en la prefacio al Libro III de El Capital. El Lebensraum era una síntesis entre las lecciones que aprendió de Bismarck y la doctrina yanqui del «destino manifiesto», del espacio geográfico que permitiría multiplicar la acumulación ampliada de capital al país invasor.
La ideología que ensamblaba «científicamente» tamaña barbaridad era el darwinismo social y la sociobiología inserta en el determinismo genetista, la eugenesia como ayuda «científica» a los campos de exterminio españoles en Cuba, el materialismo mecanicista y el positivismo cientifista, con lazos de dominación cristiana sobre los pueblos atrasados. Hay que ubicar este programa en el avance imparable del racismo con pretensiones científicas para evitar primero que las masas emigrantes que llegaban a los EEUU «infectasen» a los anglosajones puros: 1875, 1882, 1892, 1903, 1907, 1917…, son fechas en las que, sucesivamente, se dictan nuevas restricciones racistas. Durante estos años, el racismo «científico» yanqui va impregnando a la burguesía europea y refuerza la creencia en la superioridad occidental en todo el mundo, como se comprueba en el importante sector de la Internacional Socialista defensor del «buen colonialismo». En el caso alemán sobre los pueblos eslavos de cristianismo ortodoxo y sobre los judíos, cristianismo racista que utilizará el antisemitismo de Lutero y su política reaccionaria para apoyar al nazismo en el intento de exterminio de las razas inferiores simbolizadas en la URSS.
4.- GEOGRAFÍA Y GEOPOLÍTICA
La «ciencia» de la geopolítica se forma en este marco ontológico, epistemológico y axiológico, y a la vez propaga y refuerza esta pestilencia inhumana. Poco después y dentro de este proceso, el sueco R. Kjellén (1864-1922) creó el término oficial de «geopolítica» en 1916, en plena guerra mundial, término que suavizó las formas, pero reforzó el contenido interno de la terrible carga racista e imperialista del Lebensraum para convertirlo en una simple y neutral «ciencia del Estado» en la que la geografía no era un objeto pasivo sino una construcción guiada «científicamente» desde el Estado. De este modo, la geopolítica era ya oficialmente la «ciencia» que aportaba al Estado conocimientos aparentemente neutros, cuando en realidad eran los métodos necesarios para multiplicar la efectividad del expolio ahorrando costos burocráticos y energías estatales y empresariales: todo para acelerar la acción de la ley del valor. Son innegables las conexiones de esta «ciencia» con otras llamadas «ciencias sociales».
Para entonces R. Kjellen tenía a su disposición muchas prácticas de geopolítica que sólo estaban esperando ser bautizadas con ese nombre, de entre ellas la geoestrategia secreta conjunta de Francia y Gran Bretaña de 1916 con el tratado de Sykes-Picot, para dividirse el imperio otomano, repartirse sus recursos y en especial el petróleo, para lo cual organizaron el engaño sistemático a los pueblos árabes: enviaron T. H. Lawrence, militar y arqueólogo reclutado por la Inteligencia británica para hacer planos de la geografía de Oriente Medio. Su tarea fue mentir a los árabes usándolos como carne de cañón contra Turquía después de haberles prometido la independencia unificada de todos los territorios. La tragedia que ahora destroza a estos pueblos se remonta a esta época.
Lo cierto es que en la década de 1920 hubo dos escuelas de historiadores que chocaron con la germana de geopolítica, la de L. Febvre y un poco más tarde la de P. Vidal de la Blanche, pero si bien recuperaban el papel de la historia y de la política, no eran en modo alguno representantes de algo parecido al materialismo histórico marxista, que para aquellos años estaba debatiendo en la Internacional Comunista sobre la situación mundial, con un rigor inalcanzable por la geopolítica burguesa. Además, las discusiones entre historiadores burgueses progresistas o reaccionarios de esos años no impidieron que siguiera reforzándose la idea del «destino manifiesto» en los EEUU con sus ataques a México (1914 y 1917), Haití (1915), República Dominicana (1916), Nicaragua (1924) y El Salvador con la heroica resistencia sandinista contra la larga invasión yanqui que ya asesinaba salvadoreños en 1912 y asesinó a Sandino en 1934, por citar los casos más conocidos.
Tampoco detuvieron el avance del Lebensraum en Alemania y en muy amplias facciones burguesas pronazis del imperialismo, empezando por la monarquía británica y siguiendo por el racista Henri Ford, ideas que el nazi y geógrafo militar K. E. Haushofer (1869-1946) reforzó con su prestigio. Con el consentimiento pasivo y el apoyo tácito del gobierno yanqui, E. Ford ayudó decisivamente a la contrarrevolución franquista de 1936 sobre todo en sus primeros tiempos. Una lección de geoestrategia de la unidad geopolítica entre el Vaticano y el nazifascismo fue el acuerdo alcanzado con la burguesía vasca y su partido el PNV en la Bizkaia de 1937 para que una parte del ejército vasco rindiera la armas al invasor en la conocida como «Traición de Santoña», entregando intacta la potente industria pesada al dictador Franco que la puso en marcha con técnicos nazis bajo una brutal explotación nacional de clase.
Otro ejemplo de geoestrategia fue la negociación entre Hitler y Stalin en agosto 1939 por la que se repartían Polonia, después de que Gran Bretaña y Francia traicionaran a Checoslovaquia, entregándola indefensa a los nazis en octubre de 1938, a pesar de que la URSS se había comprometido a ayudar militarmente a Praga. Aun así, la URSS buscó otro acuerdo antinazi con Gran Bretaña y Francia que fracasó en parte porque Polonia, frontalmente hostil a la URSS, se negó a que el Ejército Rojo cruzara su territorio para atacar por el este Alemania mientras que los aliados lo hacían por el oeste. Polonia tenía un pacto militar con Francia, y por lo tanto también atacaría a Alemania, pero ni París ni Londres le presionaron para unirse contra Berlín. Entonces Stalin firmó con Hitler. Si las burguesías europeas hubieran aceptado los ofrecimientos de la URSS la IIGM hubiera durado pocos meses cambiando el rumbo de la historia, pero tenían mucho más miedo al socialismo que al nazismo.
El final de la IIGM elevó la geopolítica a niveles dignos de Maquiavelo. Las negociaciones entre los aliados y la URSS para crear una nueva geografía política europea iniciadas oficialmente en fecha tan temprana como finales de 1943 en Teherán, repartiéndose Europa al margen de la voluntad de los pueblos. El Plan Morgenthau de 1944 para desindustrializar Alemania, que ampliaría los mercados disponibles para los EEUU, rechazado porque provocaría una rebelión masiva. El plan de Churchill de atacar a la URSS nada más vencer a los nazis reutilizando a las mejores tropas alemanas ahora a las órdenes de los aliados, también rechazado porque provocaría una rebelión masiva en Europa al borde de la revolución, porque el Ejército Rojo era muy poderoso y porque crecía el descontento entre las tropas aliadas; y el empleo de tropas japonesas rendidas para impedir el avance de los comunistas en Asia mientras volvía el imperialismo o se reinstauraba la burguesía nativa.
Especial atención merecen los acuerdos de Bretton Woods de 1944 que darían el poder financiero mundial a los EEUU y que se mantuvieron hasta finales de la década de 1970. El Plan Marshall de 1947 ideado para supeditar económicamente Europa a los EEUU y para abortar la oleada de luchas prerrevolucionarias reforzando con una lluvia de dólares a las debilitadas burguesías que habían colaborado activa o pasivamente con el nazifascismo. Y para no extendernos, la creación de la OTAN en 1949 con una triple finalidad: atacar por cualquier medio a la URSS hasta destruirla; mantener el orden del capital en Europa; y controlar la autonomía militar europea desde dentro. Una pieza clave que recorría y recorre la triple finalidad de la OTAN es el ágil e invisible sistema tentacular que conecta desde universidades y centros culturales y mediáticos prestigiosos hasta organizaciones fascistas, pasando por partidos «democráticos», el crimen organizado y los servicios secretos. Una de las medidas de Washington para incrementar su poder y que marcarían el devenir europeo fue revivir a la Mafia italiana, darle poder al conectarla con la democracia cristiana y con el Vaticano.
Ni a la URSS ni al capitalismo, por distintas razones, les interesaba que se desarrollaran las tremendas fuerzas prerrevolucionarias y de liberación nacional desatadas por los crímenes nazifascistas y japoneses, y por el colaboracionismo con los invasores de la casi todas las burguesías. Las fuerzas populares, obreras y campesinas, organizadas en guerrillas, asumían en gran medida las propuestas de grupos de diversa orientación comunista, pero sobre todo stalinistas. Los pueblos insurgentes recuperaron muchas fábricas, tierras, locales, periódicos, radios, etc., abandonadas por sus propietarios al retirarse los ocupantes, o al caer las dictaduras en Italia y Alemania, aunque en menor medida en Japón en donde, sin embargo, la represión antisindical y anti obrera actuaría con dureza desde 1949. Surgieron momentos de doble poder y hasta de poder popular armado coexistiendo con los ejércitos aliados que apoyaron a las burguesías. El mando aliado burgués, con el apoyo de ex nazis, reprimió a los heroicos «comités antifas» que habían resistido en la clandestinidad y que se multiplicaron desde invierno de 1944.
Una de las contrarrevoluciones paradigmáticas de la época fue la sufrida por el pueblo griego en 1946-1950 cuando tras la retirada alemana el pueblo, que había sufrido decenas de miles de asesinados directamente o por hambre, empezó a ejercer justicia, chocando con la alianza formada por burgueses ex colaboracionistas o no, británicos y yanquis que defendía el capitalismo. La URSS exigía a los comunistas griegos que aceptaran la democracia burguesa y dejasen las armas, en cumplimiento de los acuerdos de Stalin con los aliados que cedían Grecia al imperialismo. La guerra popular resistió aislada hasta 1950 con incalculables muertos. Hay que destacar la importante función de la mujer trabajadora griega tanto en la resistencia antinazi, en la primera fase de la guerra con los ingleses hasta 1947, como en su prolongación hasta 1950.
La mujer griega no fue la única: deliberadamente se ha ocultado el papel decisivo de la mujer de izquierdas en la derrota del nazifascismo y en las luchas inmediatamente posteriores contra la restauración del orden del capital. También se ha ocultado su papel en la resistencia contra el genocidio por hambre: además de otros saqueos sistemáticos anteriores en la Europa y Asia ocupadas, en 1944 Alemania se llevó de Holanda la poca comida disponible condenando a decenas de miles de personas a la muerte por inanición, y en ese mismo año Japón hizo lo mismo en Vietnam, pero con una letalidad aún mayor, por citar sólo dos casos. Gran Bretaña fue la responsable de la muerte por hambre de alrededor de 3 millones de bengalíes en 1943 al expropiar al pueblo de esta rica zona de la India de sus recursos básicos para defender su agotado imperio. A estas muertes hay que añadirles las habidas por millones en el Este europeo, en Varsovia, Leningrado, Stalingrado, en las aldeas y campos bajo ocupación nazifascista. Sin la labor invisible de las mujeres populares esta inhumanidad hubiera sido incalculable.
Desde la perspectiva de la estrategia comunista, que desarrollaremos en la segunda entrega, las geopolíticas imperialistas que desencadenaron la IIGM tenían un objetivo fundamental: dejar que el nazifascismo liquidara la URSS para ver luego de negociar un reparto de los mercados y beneficios, pero los errores estratégicos nazis llevaron a Hitler a tener que luchar en dos frentes, algo que había evitado desde el principio. Fue una guerra fundamentalmente antisocialista no sólo porque quería acabar con la URSS sino también con las luchas de liberación antiimperialistas y con la lucha de clases para poder multiplicar exponencialmente la tasa de explotación y la tasa de beneficio para salir de la crisis iniciada en 1929 y agravada en 1931. Secundariamente, también fue una guerra interimperialista por el reparto de la geografía y sus recursos vitales en medio de la segunda Gran Depresión.
La muerte por inanición geoestratégicamente aplicada de millones de personas no combatientes demostró que las clases propietarias de las fuerzas productivas tanto en la IIGM como en la Sumer de hace +/- 9000 años sino antes, en las escabechinas del final del paleolítico para saquear mujeres y rebaños y canibalizar al resto del grupo derrotado, son sabedoras de la importancia clave de la geografía y de los recursos energéticos, empezando por la fuerza de trabajo humana. Ahora no podemos detenernos en los años que van de 1950, con la masacre griega, a los de la segunda mitad de los ’70, después de que de la economía yanqui tuviera en 1971 déficit en su balanza de pago, es decir, pasara de ser acreedora a ser deudora. Abandonar la paridad oro-dólar fue reconocer el inicio del declive estadounidense que se intentó revertir negociando con China para integrarla en el área yanqui, entre otras medidas.
Como la situación apenas mejoraba y una vez que su derrota en Vietnam confirmaba el declive, la burguesía pasó al ataque sobre todo desde 1977, restringiendo derechos básicos como los de los consumidores, abortando la reforma laboral exigida por los sindicatos e imponiendo la desregulación laboral en las líneas aéreas en 1978, etc. Fue el presidente demócrata Carter, famoso por sus «planes de paz» el que comenzó en los EEUU lo que con Reagan y Thatcher se llamaría neoliberalismo. Pero Carter sólo había copiado las medidas monetaristas aplicadas desde 1975 por el gobierno socialdemócrata de Alemania Federal: saber que la contraofensiva del capital contra el trabajo fue iniciada por la mal llamada «izquierda», por la II Internacional y sus sectores cercanos, es decisivo para comprender qué es la geopolítica a finales del siglo XX y a comienzos del XXI con los cambios que veremos.
5.- GEOPOLÍTICA IMPERIALISTA
En efecto, aproximadamente hasta la segunda mitad de los ’70 apenas se empleaba este término en los grandes medios de alienación de masas, quedando sólo para grupos de estudio integrados en diversos niveles de poder y en grupitos progresistas reacios o contrarios a la crítica marxista del imperialismo y al empleo de la categoría formada por el par conceptual modo de producción-formación económico social. Varias razones explican su creciente notoriedad: las derrotas del imperialismo en Vietnam, Irán, etc., en el contexto mundial de fuerte lucha de clases; la certidumbre científica alcanzada desde esa época de que los recursos empezaban a agotarse, y que el capitalismo destruía la naturaleza a gran velocidad; la advertencia de la URSS a EEUU y a la OTAN de que no se dejaría sorprender por un ataque nuclear y que respondería contraatacando al corazón del capitalismo, llegándose a rozar el holocausto nuclear a comienzos de los ’80 y el anuncio de la «guerra de las galaxias» en 1983…
Durante este período fue tomando forma lo que sería la Unión Europea que, sobre todo, responde a las presiones objetivas de las leyes de concentración y centralización de capitales, la ley de perecuación que obliga a los capitales a abandonar negocios ruinosos y entrar en lo rentables, la ley de la competencia, etc., pero en un contexto geopolítico muy complicado por la segunda guerra fría, por las exigencias de Reagan y de Thatcher, por los problemas de sucesión a Brézhnev en la URSS y por las diferencias apreciables entre las burguesías europeas. En la segunda entrega, cuando analicemos el Brexit volveremos a esta cuestión tan importante que tuvo un acelerón con el Tratado de Maastricht en 1992 nada más caer la URSS en 1991.
Desde este momento el empleo del término cayó en latencia durante unos años, hasta que se constató el nuevo fracaso del imperialismo que creía inmediata la desintegración de Rusia, la caída de Cuba, Vietnam, etc., y la rápida victoria del capitalismo más salvaje en China. El vampiro al que llaman Occidente se frotaba las manos y salivaba con fruición entre 1989-1993-1999 creyendo que una Rusia desecha y una Europa del Este balcanizada serían el definitivo «espacio vital» que necesitaba el capitalismo para salir del agujero en el que chapoteaba desde hacía dos décadas: mano de obra formada fácilmente explotable, mercados ansiosos de consumismo, gigantescas reservas naturales, ninguna defensa de la naturaleza, corrupción estructural y servilismo perruno de la nueva burguesía hacia el dólar, vitales conocimientos científicos y militares al descubierto y una enorme frontera con China desde la que amenazarla en directo. Pero en 1999 la facción burguesa dirigida por Putin, fieramente nacionalista, desplazó del poder al alcohólico Yeltsin, sostenido por los oligarcas más corruptos y fieles al amo imperialista, esfumándose el pantagruélico sueño del vampiro.
Casualmente (¿?) en 2001 la organización Al Queda, creada por los EEUU con el apoyo de servicios secretos europeos para derrocar al gobierno afgano progresista apoyado por la URSS, burló a la Inteligencia yanqui atacando varios objetivos. Para entonces, desde mediados de los ’90, el Pentágono tenía preparados varios golpes militares contra diversos pueblos con grandes recursos energéticos cuya importancia se multiplicaba por segundos: desde 1991, al acabar el primer ataque a Irak, el país estaba sometido a un bloqueo criminal que le causó centenares de miles de muertos por hambre y enfermedad facilitando la rápida victoria de la segunda invasión imperialista, la de 2003. Poco antes, en 2002, los EEUU y el Estado español habían intentado derribar con un golpe de Estado al gobierno venezolano de Chávez democráticamente elegido con una amplia victoria electoral, mientras que en Europa la OTAN presionaba cada vez más a Rusia avanzando hacia el Este ayudando a regímenes podridos, militaristas y reaccionarios con bases fascistas.
Sin haber podido chupar toda la sangre rusa, el vampiro se lanzó a por otros cuerpos a los que sorberles hasta el aliento, pero se encontró con resistencias inesperadas: la cubana, la brasileña, la venezolana, la iraquí, la palestina, la iraní… Fue en este período cuando el término geopolítica empezó a ocupar más y más espacio en la industria mediática pública, porque ya se empleaba sistemáticamente en los centros imperialistas, en las grandes corporaciones transnacionales, en la gran banca para analizar crecientes problemas sociales ubicados en geografías distantes y complejas. Junto al de geopolítica, la casta intelectual y académica también utiliza términos ambiguos o huecos llamados «significantes vacíos» que llenan la boca con progresismo barato, pero nunca atacan a la explotación: imperio, globalización, gobernanza, alter mundialismo, democracia participativa, postcapitalismo, desarrollo sostenible, demos, populismo, postmarxismo, ciudadanismo, sujetos sociales, clases medias…
De entre las transformaciones que sufre el capitalismo a raíz de la contraofensiva mundial imperialista y que son bastante conocidas, ahora debemos destacar otras dos más por sus implicaciones demoledoras: una la que desde finales de los ’90 endurece la tensión agudizada desde 2007 entre una parte del capital financiero-especulativo y ficticio que ya opera sin depender estructuralmente de un Estado-cuna que lo proteja, y otra parte que sigue dependiendo de esos Estados. Se trata de una dinámica interna a la contradicción del capital que, por una parte, necesita valorarse mundialmente, pero por otra parte necesita que el Estado siga protegiéndole. Esta contradicción hace que se resquebraje la unidad de la burguesía en los Estados más afectados por ella, que un sector tienda a forzar una mundialización más extensa e intensa mientras que el otro quiera reforzar el proteccionismo, a la vez hace que resurjan movimientos reaccionarios, fascistas y racistas que propugnan ampliar la dominación del imperialismo anglosajón sobre el mundo. Y la otra, que estallará definitivamente de 2011 en adelante, son los choques entre potencias imperialistas, subimperialistas y regionales por la apropiación de los cada vez más escasos recursos energéticos. Ambas, y otras más, las analizaremos en la segunda parte.
Es en este contexto cuando resurge la geopolítica como «ciencia» modelada en y para la doxa occidental, en y para la opinión común de la casta político-mediática asalariada en empresas, periódicos, universidades, etc., o a cargo del Estado y del gasto público. Presionada por la crisis, el lenguaje y el aparato conceptual de esta «ciencia» vuelve a demostrar su nulidad teórica y su función enturbiadora, de ocultación de la realidad, aunque tiene la ventaja de que, como no expresa contradicciones en lucha interna, puede ser utilizada impunemente sin ninguna necesidad de rigor metodológico ni coherencia histórica. Ello les hace muy útiles para envolver la geopolítica al uso con un aura de progresismo ideológico sin ningún contenido ni orientación revolucionaria ya que asumen la trampa del «pluralismo metodológico» y la micro fragmentación en aislados corpúsculos de corrientes, escuelas, tendencias y múltiples modas ideológicas pasajeras (tal y como le sucede a la sociología), limitaciones e impotencias que también gangrenan a prácticamente la totalidad de la geopolítica.
El grueso, la gran parte de los análisis de geopolítica resultan de la habilidad libre individual o colectiva de analistas, estudiosos, académicos, militares, comentaristas y tertulianos para entremezclar diversas disciplinas interpretadas en su aislamiento –economía, geografía, demografía, guerra, Estados, organismos internacionales, ecología, etc.–, con el fin de responder a los intereses oficiales y estatales, empresariales o particulares, conocidos o secretos…, a los que pertenecen como asalariados fijos, a tiempo parcial o a destajo. En esa visión, la geografía es la disciplina que centraliza esas interacciones porque es en ella en donde están los recursos que necesita la especie humana para vivir.
Al igual que en la sociología, en la que el «hecho social» durkheimiano, el «tipo ideal» weberiano, etc., son los ejes, en la geopolítica lo es la geografía, pero en ninguna de estas «ciencias» se tiene en cuenta el proceso determinante de la antropogénesis: la producción/reproducción de la vida social y sus contradicciones internas. Al igual que los «padres fundadores» de la sociología eran antisocialistas e imperialistas, también lo eran los de la geopolítica. Al igual que en la sociología, en la geopolítica casi siempre manda el contrato con la empresa, la revista, la universidad o el Estado que contrata el estudio geopolítico: donde impera la dictadura del salario apenas tiene cabida el pensamiento creativo, o sea libre y crítico.
Naturalmente, también hay corrientes geopolíticas de izquierdas o de reformismo duro, militantes incluso, que profundizan y extienden sus investigaciones más allá del corto academicismo estatalista y empresarial, luchando contra el imperialismo y sus ejércitos como era el caso de D. Slater que en 1989 reconocía los méritos de Nicaragua y Cuba a pesar de sus diferencias, y en 2000 reivindicaba una geopolítica centrada en las resistencias de los pueblos, en las causas de la miseria y de las luchas sociales, en la politización de la ecología, en la defensa de la democracia concreta, en el abandono del eurocentrismo… D. Harvey es un geopolítico especial porque ha reactivado la importancia de la geografía en el marxismo. Pero el grueso de estas corrientes sufre de una debilidad epistemológica: el rechazo o el no empleo de la imprescindible teoría del imperialismo y del par conceptual de modo de producción y formación económico-social, como hemos dicho, lo que les impide aplicar el potencial heurístico del marxismo.
Hay que tener en cuenta que el desarrollo imperialista y del capital financiero en su forma especulativa y ficticia dominante desde finales del siglo XX ha enriquecido la máxima clausewitziana y marxista de que la guerra es la continuación de la política por otros medios, en el sentido siguiente: la guerra es la continuación del mercado por otros medios. Lenin, que rescató a Clausewitz, no vivió el desarrollo actual: ahora el mercado domina la política y la guerra con una intensidad muy superior a la de hace un siglo. En realidad, desde el incipiente capitalismo comercial, guerra, política y mercado han ido juntos ensamblados por el Estado, como se comprueba con el mercado de la esclavitud desde el siglo XV en el que el barco negrero era la síntesis de la guerra, de la opresión nacional de clase y del capitalismo comercial; pero la creciente sobre determinación del capital financiero especulativo y ficticio sobre el capital meramente industrial y productivo –que pese a todo sigue siendo el determinante porque es el que produce valor–, hace que aumente sobremanera el contenido mercantil de la guerra y de la política.
Lo entendemos mejor al ver que el avance habido entre Sun Tzu, Clausewitz y Lenin sobre la guerra, la política y el mercado, ha ido unido al ver el desarrollo paralelo entre el dicho de Plauto (-254/-184) de homo homini lupus est (el hombre es un lobo para el hombre) que expresaba lo básico del modo esclavista de producción, su actualización por Hobbes (1588-1679) al capitalismo incipiente, y por último su transformación en otra mucho más cierta y terrible, demoledora por lo que implica en el reforzamiento del poder contrarrevolucionario del fetichismo de la mercancía:: homo homini mercator est (el hombre es un mercader para el hombre) que expone perfectamente la reducción de la vida a simple mercancía.
Pues bien, como hemos dicho al comienzo, en 2011 Askapena organizó el debate sobre cómo saber qué ocurría en el mundo teniendo en cuenta estos y otros cambios. Askapena acertó porque el 2010-2011 fue una especie de bienio-pivote en algunas cuestiones importantes: se confirmaba que la crisis iniciada en 2007 era de una dureza especial a pesar de sus altibajos que golpeaba duramente a Euskal Herria como se demostró en la serie de huelgas generales en la zona ocupada por el Estado español, y en la huelga de 2010 contra la política económica de Sarkozy en la parte ocupada por el Estado francés. La burguesía española cedió alegremente al capital transnacional otra parte de la escasa independencia que le quedaba al aceptar las duras exigencias socioeconómicas en 2010, lo que le llevaría en compensación a endurecer su nacionalismo interno y a dar el gobierno al PP, a Rajoy, en 2011 abriéndose una fase de ataques reaccionarios que ha hecho retroceder a las libertades concretas a niveles muy bajos.
También en ese bienio se certificó la enfermedad de Chávez, cuya muerte en 2012 –¿asesinato? — daría paso a un ataque más duro aún contra Venezuela, siguiendo la vía del golpe de 2009 en Honduras, de 2010 contra Correa en Ecuador y contra Lugo en Paraguay en 2012. La llamada «primavera árabe» de 2010-2012 estalló por el malestar de los pueblos ante los ataques del capitalismo y por la incapacidad de sus élites dirigentes para defenderlos; pero, al igual que lo sucedido con las «revoluciones naranjas», el imperialismo empleo el saber contrainsurgente inserto en sus «ciencias sociales» para manipularlas y desviarlas hacia la contrarrevolución: en 2011 era asesinado Gadafi tras una invasión imperialista que ha destruido Libia, los servicios secretos occidentales coordinaban el intento de destrucción de Siria, Irak se desangraba en luchas intestinas ante el regocijo de Occidente, etc.
Hemos citado sólo algunos de los conflictos más conocidos de ese bienio-pivote que marcó una tremenda intensificación de las contradicciones agudizadas desde 2007. Pero el acierto de Askapena en la organización del debate también se confirmó de otro modo: en el interior de las izquierdas vascas venían acelerándose retrocesos teóricos y metodológicos que, en el tema que ahora desarrollamos, terminarían en la «rendición intelectual» ante la ideología burguesa de bastantes de ellas. Años después, en 2020, el acierto es incuestionable porque, entre otros logros, permite volver autocríticamente a lo que entonces se decía, compararlo con el presente y ver cómo, ahora, debemos acudir al método marxista para saber cómo el capital se sirve de la geopolítica, término apenas utilizado en 2011, huyendo de simplismos geopolíticos.
En la segunda entrega analizaremos el contexto no desde la geopolítica al uso, sino desde el método de la estrategia comunista, que también incluye una geopolítica propia, específicamente sujeta a la teoría del imperialismo y de los modos de producción y sus formaciones económico-sociales.
EUSKAL HERRIA 23 de febrero de 2020
No hay comentarios.:
Publicar un comentario