ALFREDO JALIFE.
Todos los grandes medios de prensa «occidentales» bajo la férula israelo-anglosajona, sólo The New York Times (NYT) se atrevió a reconocer la «victoria diplomática»
(sic) de Rusia, 4 días después de la inopinada visita del secretario de
Estado John Kerry a la ciudad de Putin: Sochi, destino vacacional del
Mar Negro donde el presidente ruso invirtió mas de 50 000 millones de
dólares para realizar los Juegos Olímpicos de invierno: ¡El peso de los
símbolos!
Según David Herszenhorn, la visita de Kerry ha sido «
ampliamente interpretada» como «
una señal de rendición de Estados Unidos». Y agrega que se trata de «
una rama de olivo de Obama y su aquiescencia a que Rusia y su líder son sencillamente muy importantes para ser ignorados»".
El punto de vista retardado del NYT coincide con el que yo mismo había expresado... 4 días antes.
Estamos lejos de la teórica apoteosis de Obama, cuando se jactaba de
haber puesto de rodillas la economía rusa y a su infatuado líder (sic)
mediante el desplome del precio del petróleo, la fuga de capitales, la
devaluación del rublo y las sanciones europeas.
Vacuidad de la verborrea. Hoy Putin cesó de ser el Hitler de Hillary
y, según Obama, el tercer mayor peligro de la humanidad detrás del ébola
y los yihadistas.
Kerry ni siquiera se atrevió a tocar el contencioso de la
superestratégica península de Crimea, que ya parece cedida
definitivamente a su propietario histórico.
¿Se perfila el abandono de la parte occidental de Ucrania, usurpada
por el golpe de Estado de Victoria Nuland, la pugnaz
israelo-estadounidense subsecretaria de Estado?
El aislador global Obama quedó aislado con la magnificente parada
militar en Moscú donde se escenificó la estratégica asociación, y
no alianza militar, entre Rusia y China, sin perder de vista a la India y
a dos potencias medianas con relevancia geoestratégica: Kazajstán y
Egipto.
Según David Herszenhorn, «
Obama encabezó la carga de Occidente para castigar a Putin, por su intervención en Ucrania, al expulsar a Rusia del G-8».
En su mero estilo de cinta negra de yudo y gran ajedrecista
geoestratégico, Vladimir Putin asimiló los ataques devastadores de
Estados Unidos y sus aliados europeos, cuando «
ha demostrado empecinadamente su importancia en el escenario global».
A mitad de diciembre Estados Unidos puso toda su maquinaria
financierista en función de arrodillar a Rusia y debilitar su moneda,
el rublo, lo cual pudo haber sido paliado gracias a la ayuda, por debajo
de la mesa, de las colosales finanzas de China, según filtró el
británico Alastair Crooke, del
think tank Conflicts Forum.
En 2008, cuando Rusia sugirió doblegar el dólar, que atravesaba
entonces su mayor crisis, China tampoco siguió aquel consejo, lo cual
denota que Pekín no desea, en esta nueva fase tripolar geoestratégica,
ser antiestadounidense, cuando los chinos se posicionan como emergentes
triunfadores.
Según David Herszenhorn, el «
supremo líder» Putin «
ha confundido consistentemente a sus adversarios, sean foráneos o domésticos», y «
una
vez más parece emerger en la cúpula, si no como el vencedor
incontestado en su más reciente confrontación con Occidente, seguramente
como un héroe nacional, erguido, firmemente en control y sin haber
cedido nada, sobre todo a Crimea, su más preciada presea». ¡Leer para creer!
Cita al rusófobo Matthew Rojansky, director del Instituto Kennan
–que, a mi juicio, no entiende nada de la legendaria sapiencia de George
Kennan–, con sede en Washington, quien insiste en que la «
aparente posición fortalecida de Putin puede ser ilusoria» (sic), ya que la economía de Rusia «
se encuentra en recesión y permanece peligrosamente ligada a las fuentes de energía» cuando la «
mayor parte de los analistas dice que la perspectiva a largo plazo para los precios del petróleo y el gas es desoladora». ¡
Wishful thinking de vulgar reduccionismo economicista/financierista!
A mi juicio, los novatos geoestrategas de Estados Unidos apostaron
demasiado a la guerra financiera/económica, que hubiera podido
pulverizar a un país bananero, pero no a Rusia, una superpotencia
nuclear.
¿De qué sirve que ahora el
New York Times admita que las «
sanciones económicas de Occidente parecen haber fracasado»?
¿Se adelantó Kerry a la fronda de la granja rebelde de la Unión Europea que anhela poner fin a sus contraproducentes sanciones?
Cronos y el antigravitatorio cretense Ícaro se coaligaron en la parte
occidental de Ucrania y han puesto al borde de la debacle al régimen
golpista neonazi de Kiev de la dupla del presidente Poroshenko, vendedor
de chocolates (no es broma) instalado por Alemania, y el pueril premier
Yatseniuk, marioneta de la amazona Vicky Nuland, a quien le fallaron
sus cálculos cuando la guerra financiera contra Rusia aniquiló en primer
lugar a Ucrania. ¡Sucedió todo lo contrario de lo que esperaba Nuland!
A juicio de David Herszenhorn, «
el giro sutil de Obama refleja el
reconocimiento pragmático de que la política de aislar a Rusia,
económica y diplomáticamente, está fracasando». Y cita a Viktor A. Kremenyuk, vicedirector del relevante
think tank Instituto de EEUU/Canadá, vinculado a la prestigiosa Academia de Ciencias de Rusia, quien comenta que el Kremlin «
resistió las sanciones e introdujo contrasanciones».
Cuando nunca cesó Vladimir Putin de colaborar con Estados Unidos en
los contenciosos acuciantes de Irán, Siria, Corea del Norte y Yemen –con
la salvedad de algunos amagos de retirarse de las negociaciones sobre
armamento convencional y nuclear–, al extremo que Kerry los utiliza
ahora como hoja de parra para justificar su visita a Sochi.
Asistente de la Secretaría del Tesoro en tiempos del presidente Ronald Reagan, Paul Craig Roberts enuncia que «
Estados Unidos envió a John Kerry a Rusia como un suplicante».
¿A cambio de qué habrá soltado Obama a Ucrania? ¿Dónde quedan
Alemania y Francia, relegados por Estados Unidos de Minsk-2 a Sochi?
David Herszenhorn no lee ni su propio rotativo: no está enterado de
la advertencia geoestratégica de Vladimir Putin en su histórica
conferencia en Munich, hace 8 años.
Ya había yo advertido aquí el desastre de toda la política de
amateurs del gabinete Obama cuando el máximo geoestratega estadounidense
de todos los tiempos, George Kennan, había avisado sobre el grave error
que es tratar de asfixiar a Rusia, una superpotencia nuclear.
A mi juicio, el grave problema en Estados Unidos es que su política
exterior se encuentra en manos de neófitos proclives a bravatas de
taberna mientras que sus anteriores geoestrategas se encuentran en vías
de extinción y en su cuarta edad: Kissinger (91 años), Brent Scowcroft
(90), Brzezinski (87) y el texano James Baker III (86 años). El más
imprudente de todos es el rusófobo Brzezinski.
Hoy la política exterior de Estados Unidos está secuestrada por los
medios de prensa israelo-anglosajones y sus locuaces payasos nocturnos,
en los
talk shows, que ni conocen siquiera el significado de una multiojiva nuclear colocada en un misil intercontinental ruso
Topol-M, capaz de acabar con la sonrisa de la humanidad.
En Moscú no deben estar tranquilos con la retirada táctica de Obama
en Ucrania cuando los aliados de Victoria Nuland en los Balcanes,
encabezados por el megaespeculador George Soros –presunto títere de los
banqueros esclavistas Rothschild–, incitan a la revuelta islámica
en Macedonia: nuevo frente israelo-anglosajón contra Rusia.
Fuente: AlfredoJalife.com