viernes, 13 de julio de 2018

Un Plan Miserable Para Palestina

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx

 

Un Plan Miserable Para Palestina

EE.UU. impulsa un plan para Palestina al que llama ‘acuerdo del siglo’: ¿busca con él establecer la paz o acabar con los ideales del pueblo palestino?
Estados Unidos, bajo mandato del lobby sionista y los sectores más reaccionarios de la sociedad estadounidense, se ha embarcado en dotar a Israel de un Plan destinado a obstaculizar el objetivo de concretar un Estado Palestino, con plena autodeterminación. Lo denomina “el Acuerdo del Siglo”.
Bajo ese rimbombante título, el yerno del presidente estadounidense Donald Trump, el empresario inmobiliario judío Jared Kushner realizó, a mediados del mes de junio pasado, un viaje por Oriente Medio, en una labor de lobby y convencimiento respecto a llevar a buen puerto este acuerdo. Objetivo que se realiza a espaldas del pueblo palestino, con encuentros que significaron reuniones y complicidades, con lo más rancio y reaccionario de las Monarquías de Jordania, Arabia Saudita y Catar. Al igual que con el régimen egipcio, para finalmente llegar a Israel y entrevistarse con la plana mayor política y militar de la entidad sionista.
La Imposición Con Nombre de Acuerdo
Kushner se reunió con el rey de Jordania, Abdulá II, quien en forma pública habló de la necesidad que Al-Quds Este sea la capital de un futuro Estado palestino independiente. Abdulá II señaló a los enviados de Trump,la necesidad de relanzar el proceso de paz entre palestinos e israelíes "en base a la solución de los dos Estados y las resoluciones internacionales relevantes" Pero, este comunicado de la Monarquía Jordana choca con el verdadero sentido de la gira: obligar a los aliados de Estados Unidos en la zona a aceptar lo que determine Washington con el sionismo.
A esta gira, en apoyo de Kushner, se sumó el ex vicepresidente de Trump Organization, Jason Greenblatt, que actúa como representante de la administración de su amigo Trump para las negociaciones internacionales. Dupla que se une a la labor del Embajador Estadounidense en Israel, David Friedman, abogado especialista en bancarrotas e inversiones de las empresas de Trump, que además cumple la exigencia de ser un férreo defensor de los asentamientos judíos en territorio palestino y declarado opositor a la conformación de un Estado palestino en el marco del fracasado plan de los dos Estados.Un diplomático del ala más extremista del sionismo estadounidense que genera resquemores, incluso en el seno de la diplomacia de ese país “De hecho, cuando se anunció su nombramiento cinco ex embajadores estadounidenses destinados en Israel, enviaron una carta al Senado asegurando que Friedman no estaba cualificado para el cargo por sus posturas “extremas y radicales”.
Washington, aún no ha presentado formalmente su propuesta de paz para Palestina, pero ha trascendido, que su objetivo estratégico pasa por consolidar los siguientes puntos. Primero, la transferencia a la administración de Palestina de unos 720 Kilómetros cuadrados – un territorio equivalente a dos franjas de Gaza – del Sinaí Egipcio que incluiría las ciudades de Al Arishb y Sheij Zuweid en un trueque que entregaría a su vez a Egipto una cesión similar de tierras de la Palestina Histórica – en el desierto del Néguev. Idea que fue denunciada por el propio Egipto en diciembre del año 2017 negándose a tal posibilidad, pero que políticos israelíes han sacado a la luz e incluso develando, que el propio presidente egipcio Abdel Fatah al-Sisi sabe de este plan desde el año 2014.
Para las autoridades del país norafricano, la solución al problema palestino “no se puede hacer a expensas de Egipto”. Pero, pocas semanas después de esta afirmación de Al-Sisi y en la propia capital egipcia, la ministra israelí de igualdad social, Gila Gamliel, reveló el plan sionista “Es apropiado considerar que partes de los países árabes, como la península del Sinaí, puedan llegar a ser considerados espacios para un futuro Estado palestino”. Medios europeos señalaron en su momento – diciembre del año 2017 - que según el semanario egipcio Al Ahram Weekly, la idea de utilizar territorio egipcio, para asentar a los palestinos, surgió en el 2004, cuando la entonces consejera de seguridad nacional israelí, Giora Eiland, propuso un plan que suponía la retirada de Israel de Gaza el año siguiente – tal como se concretó el año 2005 -  pero iniciando un bloqueo criminal, que se extiende hasta el día de hoy - y la posterior anexión de un parte del territorio del Sinaí a Gaza. A cambio, Egipto recibiría una porción de territorio en el desierto del Néguev, que es parte de la Palestina Histórica. Idea que vuelve a ser reflotada en estos días de gira de Jared Kushner y su mandato para llevar adelante el pomposo “Acuerdo del Siglo”.
Según el Diario catalán El periódico, Al Ahram Weekly daba cuenta también que la BBC de Inglaterra desclasificó una serie de documentos que mostraron que ya el año 1982 – a un año del asesinato del presidente Anwar el Sadat – el sucesor presidencial en Egipto, Hosni Mubarak aceptó una propuesta del gobierno estadounidense de Ronald Reagan de acoger a los palestinos, tras la invasión sionista a El Líbano. Mubarak señaló, frente a esta información, en noviembre del año 2017 que en realidad fue Benjamín Netanyahu, el año 2010 quien le solicitó “repoblar de palestinos El Sinaí”. Misma información entregada por la agencia de noticias rusa Sputnik al señalar que “La propuesta la formuló el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, durante una visita oficial de Mubarak a Estados Unidos en febrero de 1983, y poco después, durante el viaje de regreso a El Cairo, Mubarak hizo escala en Londres y reveló la propuesta a la primera ministra Margaret Thatcher. Advirtiendo que era una solución arriesgada para Oriente medio.
En todo estos dimes y diretes, Al-Quds Este como capital de un hipotético Estado palestino desaparece de cualquier intento de negociación. Y, una eventual capital estaría radicada en Abu Dis, una aldea, que desde los Acuerdos de Oslo del año 1993 se ubica en la denominada Zona B, bajo el supuesto control administrativo de la Autoridad Nacional Palestina –ANP- y control militar del ejército invasor, que coordina sus acciones con esa autoridad. Sólo algunos de los sitios históricos y localidades aledañas serían parte de esta “peculiar capital” perdiendo aquellas zonas donde ya se han instalado 250 mil colonos judíos sionistas, considerados los más terroristas de los 650 mil que se han asentado en la ribera occidental. Ma´ale Adumin, Ramot Alon, Pisgat Ze'ev, Gilo, Neve Yaakov, Ramat Shlomo, East Talpiot, que son algunos de esos asentamientos, a pesar de que las Naciones Unidas, en su resolución N°2334 de diciembre del año 2018 indicó que estos sitios coloniales en Al-Quds Este “no tienen validez legal y son una flagrante violación del derecho internacional”.
Y como muestra de la judaización de la ciudad vieja jerosimilitana, donde habitan actualmente 40 mil palestinos y 3 mil ocupantes sionistas, esta pasaría a ser anexionada a Israel junto a los asentamientos judíos que la rodean. Así como también todo el Valle de al Aghwar – Valle del Jordán – que incluye el dominio del Mar Muerto y la rica zona agrícola cercana a la ciudad de Ariha (Jericó). La mezquita de Al-Aqsa quedaría bajo supervisión palestino-jordana, lo que implica igualmente, que toda la zona de la capital histórica palestina concretaría su proceso de judaización.Las competencias en materia de seguridad y fronteras exteriores seguirían en manos de los ocupantes. Nada se haría respecto a una eventual vuelta a las fronteras previas a la Guerra del año 1967 y menos aún la retirada de los colonos judíos sionistas que usurpan Palestina.
Se nos presenta entonces, el deseo y labor del sionismode frustrar los anhelos y derechos del pueblo palestino, convirtiendo un sueño de autodeterminación en un aparente y liliputiense Estado independiente, al cual se le quiere silenciar, maniatar y seguir asesinando bajo la complicidad estadounidense. Un Estado palestino diminuto y sujeto a la bota del ocupante, sin resolver problemas de fondo tales como: el retorno de los refugiados, que serían absorbidos en los países donde actualmente se encuentran mayoritariamente (Jordania, El Líbano y Siria). Sin destruir el Muro de la Vergüenza que ha generado una tierra de bantustanes. Sin el retiro de los cientos de miles de colonos y soldados extremistas, de los asentamientos construidos precisamente para fortalecer una propuesta como la que pretende la alianza Estados Unidos e Israel.
Los Criminales Como juez y parte
La concepción del anunciado “Acuerdo del Siglo” que Estados Unidos prepara junto a su hijo putativo es, desde su concepción, la expresión del colonialismo en su versión más criminal. ¿Cómo va a ser racional que la resolución de un conflicto, atizado por Washington e Israel se deje en manos de esta alianza criminal, sobre todo cuando la entidad sionista ha demostrado que su único interés es expandir su presencia en los territorios ocupados, hasta hacer inviable la exigencia de su salida como también intensificar hasta la asfixia a la Franja de Gaza? No puede el zorro cuidar las gallinas, el ladrón ejercer de juez, no puede el criminal definir quédebe ser el cumplimiento de la legalidad internacional. No puede esta asociación creada para delinquir llamada sionismo e imperialismo definir el futuro del pueblo palestino.
La ocupación de la Ribera Occidental y el bloqueo contra la Franja de Gaza ha servido, para que la industria militar israelí aproveche su política colonial y así probar sus nuevos armamentos e invertir e innovar en tecnología militar para luego comercializarla en el mercado de la comunidad internacional. Esta información ha sido entregada por la ONG Hamushim, en un documento dado a conocer el pasado mes de junio y que da cuenta de cómo esa industria de armas ha usado como campo de pruebas cada pedazo de territorio palestino y últimamente la marcha del retorno impulsada por la sociedad gazetí para exigir su derecho al retorno, que tiene como respuesta balas, gases, muerte y destrucción.
El hablar de negociaciones, sin informar en forma transparente en qué está trabajando la alianza criminal entre Washington e Israel - sumando a sus socios incondicionales como la Casa al Saud y la Monarquía Jordana (sin participación alguna de Palestina) - es simplemente demorar la exigencia de poner término a la ocupación sionista, poner freno a los crímenes cometidos por el ejército invasor y los cientos de miles de colonos terroristas que se han instalado en suelo palestino. Esta demora es aprovechada por la clase política y militar terrorista israelí, para seguir expandiendo sus tentáculos, confiscando más tierras, destruyendo aldeas palestinas, generando un sistema de apartheid y un régimen de características nacional sionistas, que, si bien no asesina enfermos mentales ni gitanos, si lo hace con prisioneros políticos, luchadores y en general hombres y mujeres del pueblo palestino sometidos a este régimen brutal, colonialista y racista.
Un régimen que incluso arrasa con pueblos y aldeas con el fin de seguir expandiéndose. Así sucedió el pasado miércoles 4 de julio, con la habitual brutalidad del sionismo que destruyó la aldea de Jan al-Ahmar (en Cisjordania ocupada), en la cual este régimen tiene planeado construir 92 nuevos asentamientos. Los residentes de esta aldea beduina han resistido durante la última década a los intentos de desplazamiento forzoso. Su destrucción yla transferencia forzosa de sus habitantes ha sido condenada. “Seguir adelante con la demolición de Jan al-Ahmar, no es sólo extremadamente cruel, sino que también equivaldría a una transferencia forzosa, lo que es un crimen de guerra”, destacó en un comunicado la vicedirectora de Amnistía Internacional (AI) para Oriente Medio y Norte de África, Magdalena Mughrabi.
Esas acciones, como también la judaización de Al-Quds, la demolición de viviendas en las aldeas, pueblos y ciudades palestinas, el asesinato de decenas de palestinos en la Franja de Gaza, la destrucción de sus cultivos, la construcción y ampliación del Muro de la vergüenza muestran a la entidad israelí como lo que es: un régimen criminal. Una entidad que actúa con impunidad, soberbia y placer asesino, pues cuenta con el aval de Estados Unidos y el silencio de la Unión Europea (UE), como también con la complicidad de la Liga Árabe. Un marco de protección vomitivo y condenable, que le permite seguir asesinando al pueblo palestino.
Netanyahu tiene la absoluta seguridad que su amigo y socio Donald Trump no se va a oponer en modo alguno a la política de expansión colonial israelí y que seguirá contando con vía libre como no lo ha tenido dirigente político alguno en la historia de la entidad sionista. Y así se lo ha hecho saber el propio yerno de Trump, quien transmite urbi et orbe que el llamado “Acuerdo del Siglo” es la mejor opción para Palestina.La maniobra política-diplomática es tan evidente como burda: mostrar a Washington e Israel haciendo denodados esfuerzos por alcanzar la paz y mostrando a Palestina negándose frente a esta idea.Washington e Israel como líderes en la búsqueda de paz para Oriente Medio y jubilosos aplausos por parte de los medios de información ligados al sionismo, que presentarán este “Acuerdo del Siglo” como una alternativa seria y justa. Y mostrando también, a todo aquel que se oponga como contrario a la paz. La dupla imperialista-sionista prepara así una campaña, frente a la lógica negativa palestina a ese “acuerdo del siglo” de desprestigio y caricaturización de esa negativa.
La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha denunciado a través de su secretario general Saeb Erekat que “El acuerdo entre Trump y Netanyahu destruye el proyecto palestino y la solución de dos Estados, y pretende reemplazarlo por un Estado de dos sistemas concretando un sistema de apartheid”. Además, aseguró el veterano dirigente palestino, las leyes aprobadas hace pocos días por el parlamento israelí para reducir los fondos de la Autoridad Nacional Palestina en proporción a lo que esta paga a los presos palestinos y sus familiares significará la destrucción de la ANP. Esto, porque deja aún más empequeñecido el aparente poder político y de negociación de la ANP y ensancha la separación entre Cisjordania y la Franja de Gaza, haciendo que la situación política sea insostenible.
Erekat cree, en el plano del pragmatismo político, que Israel debería transferir el poder relativo de la ANP a un Estado palestino, para que así el régimen sionista contraiga de una vez las responsabilidades que debe asumir un ente ocupante, en este caso de Cisjordania, Gaza y Al-Quds este. Obligaciones de una potencia ocupante que viola, evidentemente,  acuerdos internacionales como es el caso del IV Convenio de Ginebra que establece, expresamente, cuáles son esas obligaciones en el Título III del Estatuto y Trato de las personas protegidas, en su Sección I respecto a las Disposiciones comunes en los territorios ocupados “Las personas protegidas tienen derecho, en todas las circunstancias, a que su persona, su honor, sus derechos familiares, sus convicciones y prácticas religiosas, sus hábitos y sus costumbres sean respetados. Siempre serán tratadas con humanidad y protegidas especialmente contra cualquier acto de violencia o de intimidación, contra los insultos y la curiosidad pública”.
En su artículo 55 de la sección tercera de la mencionada convención de Ginebra se señala que “la potencia ocupante tiene el deber de garantizar el abastecimiento de víveres y medicinas para la población. Deberá importar los víveres, el material médico y cualquier artículo necesario si los recursos del territorio ocupado son insuficientes”. En su artículo 56 de la misma sección se reafirma que “la potencia ocupante tiene el deber de asegurar y mantener, con la ayuda de las autoridades nacionales y locales, las instalaciones y servicios médicos y hospitalarios, así como la salud y la higiene públicas en los territorios ocupados”. Por su parte, el Artículo N°59 da cuenta de los objetivos de respeto a los derechos humanos al sostener que “cuando la población de un territorio ocupado o una parte de este no se encuentra suficientemente abastecida, la potencia ocupante aceptará las acciones de socorro realizadas en favor de la población y las facilitará en la medida de sus posibilidades”.
Ninguna de esas disposiciones del IV Convenio de Ginebra se han cumplido, ninguna del medio centenar de resoluciones emanadas del Consejo de Seguridad de la ONU y de su Asamblea General ha con seguido ser aplicada porque Israel goza de prebendas y protección como ningún otro en el mundo. Viola todas las disposiciones de respeto a los Derechos Humanos pueblo palestino, ocupa su tierra, demuele sus viviendas, construye muros que segregan, asesina a su población, sigue usurpando su territorio y sin embargo allí está, sin bloqueos, sin aplicar el capítulo VII de la Carta de la ONU y riéndose del mundo y de sus organizaciones. Por ello cualquier propuesta de paz, bajo la denominación de Acuerdo del Siglo o del Milenio es simplemente una burla, una broma macabra de mal gusto. Un juego político destinado al fracaso.
Las facciones palestinas, su pueblo, la sociedad palestina deben avanzar en la unidad de sus fuerzas para oponerse con fuerza a todo intento de dar legitimidad a este contubernio entre el imperialismo y el sionismo. La solución va más allá de lo declarado por la ANP respecto a plantearse el “redefinir sus relaciones de seguridad, económica y política con Israel”. Nada, no se puede tener ninguna relación con el ocupante cuando este ha definido exterminar al pueblo palestino. No se puede trabajar con el asesino, con el criminal. La idea de la ANP es tardía pues esas coordinaciones han sido nefastas,y han generado más división y enfrentamiento del cual el único ganador es el sionismo.
Es tan escaso el poder de la ANP y en específico de su presidente Mahmud Abás, que ni siquiera su propuesta de entregar el 6.5 % de Cisjordania a Israel fue tomada en cuenta. No le interesa al sionismo acceder a ese porcentaje cuando tiene 650 mil terroristas ocupando asentamientos en terrenos más amplios que ese 6.5 a lo que hay que sumar todas las tierras declaradas zonas de uso militar, parques naturales y todo lo que se le ocurre al régimen israelí.Lo más probable es que de los 5655 kilómetros cuadrados que posee Cisjordania – que representa el 22 % de lo que era la Palestina Histórica – sea reducida a la mitad – y quede con un territorio tan insignificante como rodeado de un muro de 700 kilómetros de largo, que serpentea por sus ciudades, pueblos y aldeas, atravesado por carreteras exclusivas para los colonos judíos sionistas. Con Al-Quds Este ocupada definitivamente se concretará una Palestina, además, desmilitarizada, con absoluta desproporción respecto al poder militar sionista.
Cuando sea presentado formalmente, el llamado “Acuerdo del Siglo” mostrará, sencillamente, el contubernio criminal entre Washington e Israel. El sometimiento de los gobiernos árabes corruptos, el silencio cómplice de los organismos internacionales que seguirán la misma dinámica del imperialismo y el sionismo bajo la lógica de “acepten el apartheid que les ofrecemos y su vida será menos dura de lo que es ahora. No acepten esta imposición y los exterminaremos”. Sólo la porfiada y digna resistencia palestina logra mantener en pie el derecho de su pueblo a existir. A no ser confinados en campos de concentración o exterminados bajo el nacional sionismo que se ha impuesto en Palestina a partir del año 1948 cuando Israel es creada como punta de lanza de los intereses occidentales en el Levante mediterráneo y que hoy sirve como una entidad destinada a provocar a la República islámica de Irán y servir a los intereses hegemónicos de su padre putativo respecto a la nación persa.
Para analistas como Alberto Cruz, las acciones emprendidas por el régimen israelí, bajo el patrocinio, aval y complicidad de Estados Unidos como fue el traslado de la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Al-Quds “no ha sido otra cosa que un globo sonda lanzado por EE.UU.-Israel-Arabia Saudita – sostiene Cruz - para ver la reacción no sólo de los gobiernos árabes, sino de la calle. La constatación de que no ha habido la menor respuesta efectiva pese a la matanza realizada en Gaza coincidiendo con su traslado, más allá de los típicos y tópicos comunicados de condena, ha puesto de manifiesto que se está en el momento oportuno para lanzar la gran apuesta: un "plan de paz" para Palestina que allane el camino para la confrontación definitiva contra Irán. Porque no se puede arremeter contra el país persa dejando en la retaguardia un problema como el palestino”
Interesante análisis de Cruz que se reafirma a la hora de poner en la mesa del análisis, de la observación de los procesos políticos internacionales, el papel desestabilizador que juega Estados Unidos y el que hace jugar a sus hijos putativos como Israel y Arabia saudí. No puede entenderse la situación de Palestina sin asociarlo a la guerra de agresión contra Siria, Irak, Yemen, Libia. Como también el traer a colación la pugna de Washington contra la República Islámica de Irán y el someter a toda nación soberana a los dictados hegemónicos de occidente.
El enterrar el anhelo palestino por su autodeterminación es parte del plan maestro de la triada criminal conformada por el imperialismo, el sionismo y el wahabismo como ideologías al servicio del crimen, el expolio y la violación de los derechos humanos de millones de seres humanos. Respaldar la causa de Palestina es defender también la lucha por la dignidad de los seres humanos. Respaldar a Palestina es oponerse al Plan miserable que Washington y sus secuaces pretenden imponer como “Acuerdo del Siglo”.  No hay paz posible en Oriente Medio sin la eliminación del sionismo.

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx


México hace historia y anima al progresismo latinoamericano

México hace historia y anima al progresismo latinoamericano


Andrés Manuel López Obrador hizo historia. No solo por ser nuevo presidente mexicano sino porque es el primer mandatario que liderará un gobierno progresista.
El acto cívico ya se constituyó en una motivación extra para el resto de la izquierda latinoamericana, que encara nuevos desafíos en el corto y mediano plazo.
Absolutamente arrollador resultó el triunfo de AMLO, incluso superando los pronósticos que daban muchas encuestas. El tabasqueño ganó en 31 de los 32 estados de México –todos con la excepción de Guanajuato–.
AMLO fue respaldado por más de 24 millones de ciudadanos, lo que significó que sea el presidente electo con mayor cantidad de votos de la historia mexicana. El porcentaje obtenido fue del 53 % para el líder de Juntos Haremos Historia, colectivo integrado por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el Partido Encuentro Social (PES) y el Partido del Trabajo.
La demoledora victoria también se vio reflejada en el Parlamento, en donde este colectivo contará con una mayoría nunca antes vista en otras instancias electorales. Juntos Haremos Historia consiguió 307 diputados federales de los 500 que tiene el Parlamento, y 71 escaños en el Senado de 128 totales.
El resultado electoral también confirmó el fin del bipartidismo mexicano, ya que el país solo había sido presidido el PRI (prácticamente un partido hegemónico a lo largo de la historia nacional) y el PAN.
El desafío para AMLO ahora será llevar adelante la anunciada Cuarta Revolución de México, en una nación donde campea la corrupción y la violencia ciudadana, y en la que es una incógnita saber cómo será la relación con su par estadounidense Donald Trump, que a pesar de haber endurecido las políticas migratorias, la administración mexicana debe tratar de tener la mejor relación, pues la dependencia económica con el país del norte es muy grande.
El electo presidente tendrá a su favor que podrá llevar adelante las reformas que considere oportunas, debido a la composición de las cámaras y a la mayoría absoluta de su sector en las mismas, pues esa prometida Cuarta Revolución propone una administración nacionalista, austera, anticorrupción y que fomente la igualdad de sus ciudadanos.
En una primera instancia existía preocupación que de ganar AMLO, a la hora de gobernar, padeciera problemáticas similares a las de la administración brasileña de Dilma Rousseff, pues dentro de la alianza Juntos Haremos Historia se encuentra el PES, partido político que se autodefine de centroderecha.
Con el resultado abrumador obtenido por Morena fundamentalmente, la composición legislativa de la cámara lleva a que no dependa de los votos del PES a la hora de gobernar al país, por lo que las reformas estructurales progresistas estarían aseguradas.
El efecto anímico regional
El sueño de la construcción de una patria grande para la izquierda Latinoamericana nace en el sur y pretende llegar hasta México, por lo que el histórico triunfo electoral de AMLO no solo fue muy celebrado en el país sino que también se transformó en una inyección anímica para los progresistas de todo el continente.
Posteriormente a que se pronosticara el fin de un ciclo progresista en América Latina, luego del triunfo de Mauricio Macri en Argentina y del de Sebastián Piñera en Chile, ríos de tinta corrieron anunciando el advenimiento de una nueva derecha continental, de carácter empresarial y menos “política”.
Los resultados de las urnas no comprueban esos pronósticos, e incluso la victoria de AMLO invita a creer, y provoca el desafío de ganar, mantener o crecer para los colectivos de izquierda regionales, al menos en los países en donde en breve tendremos instancias electorales: Brasil, Perú y El Salvador en 2018, y Argentina, Bolivia, Panamá, Guatemala y Uruguay en 2019; y también en los que una nueva izquierda comienza a consolidarse paso a paso, como en Chile, de la mano de una nueva oposición que encabezan el Frente Amplio y País Progresista.
En este 2018 se celebrarán aún dos instancias electorales más: las presidenciales, legislativas y gobernaciones de Brasil y las regionales en Perú. Ambos comicios coinciden el domingo 7 de octubre.
Las encuestas muestran que en el caso de que se permita al exmandatario Lula Da Silva ser candidato será electo presidente. De no ser así, el escenario sería diferente y si bien no puede asegurarse nada aún, la derecha pasaría a tener posibilidades concretas, con el candidato de ultraderecha Jair Bolsonaro.
En tanto, en Perú se celebrarán las elecciones regionales, que en esta oportunidad tienen condimentos que le brindan aún mayor importancia, producto de la debacle del gobierno del destituido Pedro Pablo Kuczynski y con un fujimorismo golpeado por irregularidades.
Con este escenario a la izquierda peruana se le abre la oportunidad de aumentar el rédito electoral y alcanzar mayor cantidad de gobiernos, pero para eso deberá brindar una oferta de candidatos seria, tener propuestas atractivas y realizar una campaña electoral profesional.
Será una prueba de fuego para varios partidos progresistas, entre ellos para el novel Frente Amplio y Juntos por el Perú, que entre sus apoyos cuenta con el colectivo Fuerza Perú, que lidera la excandidata presidencial Verónika Mendoza (escindidos del Frente Amplio).
Ya en febrero de 2019, El Salvador irá también a las urnas en busca de nuevo presidente. Actualmente los salvadoreños tienen una administración nacional presidida por el Frente Farabundo Martín para la Liberación Nacional (FMLN), pero el desgaste del gobierno ha sido grande.
La oferta electoral muestra a la izquierda con dos candidatos potentes, por un lado el líder de Nuevas Ideas, Nayib Bukele (escindido del FMLN), joven político de 36 años con muchas cualidades y gran convocatoria, exalcalde de San Salvador y de Nuevo Cuscatlán, que se presenta como la renovación progresista, y trae consigo aparejado el reto de “transformar el país”.
Por otro lado el candidato del oficialismo, el excanciller Hugo Martínez, que representará el continuismo del FMLN, que se ha propuesto “acercar el partido a la gente” y buscar alianzas electorales que le permitan competir con mayores posibilidades para retener el gobierno nacional.
La izquierda en El Salvador va por un tercer mandato consecutivo, pero a su frente estará una derecha dura, encabezada por el candidato de ARENA, Carlos Calleja, un joven empresario que promueve una “nueva visión del país”. ARENA viene fortalecido a esta instancia, ya que se constituyó en el partido vencedor de las elecciones legislativas que se efectuaron en marzo de este año, por lo que la izquierda tendrá un duro desafío para intentar mantener el gobierno nacional.
Finalmente en el transcurso de 2019 Panamá, Guatemala, Argentina, Bolivia y Uruguay también deberán salir al ruedo electoral. Aún falta mucho, es tiempo de planificación para aquellos candidatos y partidos que deseen competir, porque la campaña siempre es permanente y solo se puede vencer cuando hay trabajo y una buena planificación estratégica que nos permita transitar el camino que nos lleve a abrazar el futuro que soñamos.
AMLO ya hizo historia, es la hora de la izquierda latinoamericana, con sus características, sus particularidades, sus coyunturas y entornos particulares, de trabajar unida en la construcción de una nueva patria grande.
Escrito por Marcel Lhermitte
  • Marcel Lhermitte es periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación y magíster en Comunicación Política y Campañas Electorales. Ha asesorado a candidatos y colectivos de izquierda en decenas de campañas en Uruguay, Chile y Francia fundamentalmente.

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx


América Latina: ¿persecución estadounidense a la centroizquierda?

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx

 

América Latina: ¿persecución estadounidense a la centroizquierda?

La derecha latinoamericana, siguiendo las órdenes de EE.UU., busca impedir la postulación del expresidente ecuatoriano Rafael Correa a un nuevo gobierno.
El reciente caso donde se ordena apresar a Rafael Correa, quien se encuentra en Bélgica, demuestra las estrategias empleadas por la derecha latinoamericana supeditadas a las órdenes impartidas desde la Casa Blanca en una clara violación de la soberanía nacional, las que se hacen efectivas en la política de aprisionar, atentar o dificultar el regreso a Ecuador del ex presidente, con el único fin de impedir su postulación a una nueva gobernanza.
En este sentido, la judicialización de la política significa expedir órdenes de prisión preventiva a través del nombramiento interesado de funcionarios que interpreten los deseos de gobiernos vinculados a EE.UU., por encima de los marcos legales y constitucionales, utilizando la Fiscalía como un arma destructiva y obviando todas las posibilidades que se otorgan en la presentación personal cuando ésta se encuentra residiendo con su familia en el extranjero. La rapidez en los procedimientos de arresto y extradición, no realizado en la justicia interna con los connacionales, demuestra la persecución a toda costa de la cual también es parte el vicepresidente ecuatoriano Jorge Glas.
Las tres tácticas más utilizadas para destruir la expresión popular son: una, golpe militar o desestabilización a través de “pacíficos grupos estudiantiles-rebeldes” que luchan por la justicia, quemando, asesinando, ejerciendo terrorismo en su máxima expresión; dos, utilizar el sistema judicial con el fin de encarcelar políticos progresistas para impedirles postular a elecciones, o sancionando a todo aquel que se manifieste por la soberanía del país; tercera, manipulando los Medios para apoyar las intrigas, conjuntamente con un bloqueo o caos económico que propicie  resentimiento contra mandatarios dignos y nacionalistas.
El caso de Nicaragua y Venezuela es similar al de Siria o Libia, donde “masas espontáneas” nacen de la presión estatal y se organizan con armas para supuestamente liberar la nación. Brasil y Argentina son ejemplos modernos donde la Justicia ya abandonó todo el ideal de objetividad para parcializarse claramente a favor del sistema colonial de dominación.
La prisión de Luiz Inácio Lula Da Silva, sin contar con ninguna prueba sólida, excepto una supuesta propiedad donde la escritura está a nombre de una empresa capitalista y no del ex presidente, basado en “delaciones premiadas”, es decir, en mecanismos judiciales fundamentados en acusaciones orales de empresarios envueltos en tramas de sobornos, se emplea para impedirle alcanzar la primera magistratura. El caso Amia, donde explotó una sede judía en Buenos Aires, y cuya investigación demuestra la complicidad de argentinos e israelíes en ese complot, se traslada a la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner quien encabeza sondeos para regresar.
Chile, incluso, se suma a los intentos del gobierno Trump de atacar a Venezuela liderando propuestas guerreristas, aunando en su interior la opacidad sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos en el periodo de Augusto Pinochet al propiciar indultos improcedentes e ilegales. La condena de los asesinos de Víctor Jara ha sido un duro camino que ha tardado más de cuarenta y cinco años.
Cabe destacar en este caso la vía jurídica como expresión de las tendencias dictatoriales pues a fines de diciembre de 1970 Richard Nixon, su ministro Henry Kissinger, Richard Helms (CIA) y Agustín Edwards, representando los golpistas chilenos confabulados con el Congreso y el poder judicial, lograron finalmente quebrar la institucionalidad democrática del país.
En esta situación se encuentra Honduras, Paraguay y Brasil, donde presidentes legalmente elegidos son destituidos o nombrados sin requisitos de ley en una clara manipulación del Congreso, así como el Senado paraguayo destituyó al presidente Fernando Lugo, quien había acabado con la hegemonía capitalista violenta.
¿Enseña EE.UU., con experiencia comprobada, a corromper la justicia?
El gobierno estadounidense tiene una experiencia comprobada en corromper la justicia, hasta tal punto que el prócer Simón Bolívar alertó sobre la forma corrupta de actuar de dicho ente en contra de América.
Actualmente, utilizando presuntos juicios políticos con la finalidad de mermar la popularidad de presidentes demócratas para alejarlos de los cargos públicos y con el fin de derrocar las autoridades legalmente establecidas, amparándose en una falaz “lucha contra la corrupción”, se criminaliza proyectos políticos de transformación. Así se entiende el supuesto “Tribunal Supremo de Justicia en el exilio” para Venezuela, el cual asesorado por el Departamento de Estado de EE.UU. emite una orden de arresto contra el actual presidente, Nicolás Maduro, acusándolo de una participación directa en un esquema de corrupción, el uso indebido de instrumentos jurídicos con fines de persecución política, destrucción de imagen pública e inhabilitación de un adversario político.
Se conoce claramente que la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), conectada al centro de torturas Escuela de Las Américas, asesora a gobiernos latinoamericanos para "reformar" sus aparatos jurídicos, participando de la guerra no convencional. El trabajo con Ministerios Públicos, Procuradurías Generales y Fiscalías de la región colonizada es absolutamente condicionado.
La razón sigue siendo la misma: quien se oponga a su política de expoliación hay que exterminarlo por los canales que sean necesarios. Por este mecanismo, las transnacionales emplean el aparato de justicia, las agencias de inteligencia, las fuerzas armadas, el poder electoral y mediático, para adueñarse del continente.
Lo confirma la detención de Lula Da Silva. ordenada por el juez Sergio Moro, cabeza de la investigación judicial conocida como Operación Lava Jato, quien  el 2009 recibió entrenamiento en EE.UU.
La conclusión es obvia: duele al mundo que en Colombia se extermine a líderes transparentes, que en México muera la niñez, que en Venezuela y Nicaragua existan bandas ultraviolentas, que en diversos países sus dirigentes no escuchen el clamor del pueblo. Sin embargo, del aumento en la conciencia crítica, el avance movilizador y la denuncia cada vez más fuerte, proveerá el imperioso amanecer de una América libre y feliz.

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx


El acuerdo del siglo, máxima hipocresía y mínimo de vergüenza

El acuerdo del siglo, máxima hipocresía y mínimo de vergüenza

Jared Kushner y Jason Greenblat están en gira por algunos países del Oriente Medio para ultimar su llamado “acuerdo del siglo”.
Jared Kushner el yerno de Trump y sionista recalcitrante, junto a otro fanático sionista, Jason Greenblat (el ex vicepresidente de la Trump Organization), están en gira por algunos países del Oriente Medio para ultimar su llamado “acuerdo del siglo”. Acuerdo que, en un escenario caracterizado por la ya prácticamente irreversible derrota de los planes occidentales-saudita-sionistas de utilizar ejércitos terroristas para dividir y debilitar el Medio Oriente, aflora como un nuevo salvavidas para proteger y asegurar la entidad sionista. Y  el cual no es más que un plan para lograr la entrega definitiva de los derechos del pueblo palestino a los sionistas y su renuncia al objetivo de libertad y liberación nacional.
Dicho acuerdo, que tiene sus antecedentes en viejas aspiraciones sionistas como el plan Alón y el Plan Yinón, busca cercenar Cisjordania y, uniendo lo que quede con Gaza y Jordania, crear un estado palestino-jordano,echando a un lado al monarca jordano y colocando en su lugar a otro títere con rostro de democracia, englobando así al pueblo palestino y enjaulándolo bajo la vigilancia de un ejército jordano más poderoso y el ejército sionista. Todo ello financiado por Arabia Saudita con el dinero de su pueblo, del cual se apropia sin límite alguno.
¿Qué ocurre con este“nuevo” plan sionista-norteamericano denominado “Acuerdo del siglo”? 
Cuatro países árabes ya han garantizado el apoyo a este acuerdo. Egipto, país gobernado hoy por una dictadura militar impuesta por los sionistas, que colabora activamente para sofocar a Gaza por el bloqueo, el hambre y las enfermedades. Jordania,monarquía feudal dependiente del tesoro norteamericano y saudita, con una amplia historia de traiciones. Arabia Saudita,monarquía retrógrada y medieval que no es otra cosa que el financista de todos los planes sionista-norteamericanos para el Medio Oriente, y cuya historia, al igual que la de Jordania, está llena de traiciones y complot contra los pueblos árabes; situación denunciada por Gamal Abdel Nasser cuando Egipto fue el símbolo de la libertad y el nacionalismo árabe.Y para completar el cuarteto, Emiratos Árabes Unidos, aliado incondicional de los saudí y Egipto en intereses y acciones, que también ha forjado fuertes y estrechos lazos con los sionistas en los últimos tiempos.
Que estos cuatro países apoyen el Acuerdo del Siglo, no obstante, no es una sorpresa. Sus gobiernos no han hecho más que repetirsudu al comportamiento,mantenido desde el inicio de la colonización de Palestina en diferentes momentos de la historia expresado, por un lado, en su fingida condena –usualmente limitada a lo verbal –  de las acciones contra este heroico pueblo, cuando en realidad actuaban de acuerdo a los intereses de los sionistas. Y, por otro, en el engaño a sus propios pueblos, quienes veían con horror como sus hermanos musulmanes y árabes eran despojado y expulsados de sus tierras. A la vez que, la Liga Árabe publicaba sus declaraciones colectivas, todas destinadas al basurero, que a lo más sacaban una sonrisa a los gobernantes sionistas y un fruncir de ceño al imperio. De esa forma mantuvieron dormidos y, al mismo tiempo, oprimidos a sus pueblos, haciéndoles creer que eran activos enemigos de la entidad sionista.
La realidad, no obstante, era otra.Y no podía ser de otra forma, pues no era casual. Ese comportamiento ha estado condicionado a la lucha por la subsistencia en el poder de monarquías y gobiernos reaccionarios, dado que el mantenimiento en esos países del poder colonial e imperial genera un conjunto de situaciones que en el terreno social, nacional y político conducen a luchas de liberación nacional, y luchas de emancipación social y de justicia. Situaciones en conjunto en extremo volátiles y peligrosas para esos gobiernos dictatoriales y monarquías que ven en la entidad sionista y en Estados Unidos, junto a otras potencias como Francia e Inglaterra, a sus protectores en contra de sus propios pueblos. Haciendo, además, que el temor a la justicia social y la libertad de los pueblos árabes, sea mayor y más importante que la libertad del pueblo palestino o la recuperación de los santos lugares del Islam.
Estos cuatro países apoyan el Acuerdo, por consiguiente,porque al hacerlo están cumpliendo las funciones que sus propios intereses le dictan. Porque éstos, sus intereses, son comunes y coherentes con el contenido de dicho Acuerdo, y porque esa acción se corresponde con su acción histórica.Todo lo cual no tiene nada que ver, ni tiene relación con el nacionalismo ni con el respeto a su religión, sino más bien con el interés común de salvaguardar sus privilegios, que no son los delos pueblos árabes ni los de los musulmanes.
No por gusto durante muchos años estos gobiernos árabes, especialmente las monarquías feudales retrógradas, han colaborado activamente con los sionistas y Estados Unidos en materias como la inteligencia y la seguridad, informando y deteniendo - y a veces desapareciendo - a los nacionalistas y patriotas árabes que constituyen un peligro político para ellos, para los sionistas o Estados Unidos.
Este último país el cual, bajo el pretexto de prevenir la explosión social y política en el mundo árabe e islámico - como ocurrió en Irán -, impuso rápidamente y con la venia de todas las monarquías, bases militares en ellos. Bases que, por supuesto no eran ni son para protegerlos de la entidad sionista, aliada inseparable de Estados Unidos. ¡Habría que ser muy ingenuo para creer eso! Esas bases permiten a Estados Unidos proteger sus propios intereses sobre el petróleo y el gas árabes, de propiedad yanqui-sionistas y, al mismo tiempo, proteger a las monarquías de un eventual levantamiento popular contra la situación de miseria y opresión a la que tienen sometidos sus pueblos. Asimismo, y no de menor importancia, les permite vigilar a Irán y a Rusia.
Tambiénen la desesperación por el despertar de los pueblos árabes, se ha tratado de desviar las luchas de liberación nacional y emancipación social y política hacia una lucha torcida entre religiones y sobre todo entre Suníes y Chiíes. A pesar de esto y de los muchos otros esfuerzos realizados, las realidades en el terreno, las comunicaciones sociales y los hechos diarios hacen ver claramente a los pueblos árabes que estas monarquías no son lo que intentaron aparentar por muchos años. Y las situaciones político militares y sus vertiginosas y variantes formas de desarrollo han obligado a que estas monarquías y gobiernos árabes se saquen las caretas y muestren sus verdaderas y oscuras caras.
Hoy los príncipes y oficiales Saudíes viajan a Tel Aviv a mostrar lealtad y buscar alianzas contra los pueblos árabes e islámicos anti imperialistas o nacionalistas. Egipto mantiene un vergonzoso bloqueo contra sus hermanos palestinos. Jordania además de ayudar a los terroristas del Estado Islámico, ayuda en seguridad e información a la entidad sionista y firma con esa entidad un millonario contrato de abastecimiento de gas por 10.000 millones de dólares.
La entidad sionista dispone ya de una misión diplomática en los Emiratos Árabes. Y todos ellos, junto a sionistas y los principales países imperialistas, entrenan financian y arman a los peores terroristas jamás vistos, con el objeto de destruir a los países que ejercen independencia del poder imperial y conforman el Frente de la Resistencia, es decir Siria, Iraq, Irán, Hezbolla y las organizaciones de resistencia Palestina.Precisamente, uno de los objetivos de este plan es también tratar de evitar que la entidad sionista quede cara a cara con este Frente de la Resistencia, y lograr que los traidores árabes hagan, como ha sido siempre históricamente, el trabajo sucio de los sionistas. El reinicio del bloqueo a Irán y las agresiones a Siria y Hezbollah son parte de este proceso buscando debilitarlos frente al cuarteto de la traición
El plan del Siglo yanqui-sionista-árabe no es, sin duda, un plan de paz para los palestinos, ni su objetivo primario es mejorar la situación socio económica de su población. Ese plan es una parte integrante de unproyecto mucho más ambicioso que, junto a la división de Siria como parte de la balcanización del Medio Oriente, está dirigido a llevar a vías de hecho en los días de hoy los objetivos del Plan Yinon. Ese proyecto, que ha sido bautizado como “Normalización”, lo que persigue es asegurar las condiciones para que  la entidad sionista se convierta en un poder imperial regional en un contexto mundial en que para el imperialismo norteamericano controlar las aspiraciones geopolíticas de sus dos adversarios ideológicos y del sionismo, el enfrentamiento a Rusia y a China sigue constituyendo el principal reto externo de su política de seguridad.
Lo que ocurre es que ese camino pasa necesariamente por Palestina, un importante obstáculo a liquidarpara que la entidad zionista pueda oficializar públicamente sus relaciones con las poderosas monarquías y países reaccionarios árabes sin riesgo de que éstos pierdan su equilibrio interno. Liquidar Palestina como causa de resistencia, como pueblo y como identidad, es precisamente el fin prioritario y ultimo del Plan del Siglo.
Entonces este Plan, podría decirse en otras palabras, es el esfuerzo que está haciendo un imperialismo que está perdiendo su papel hegemónico y se encuentra en plena decadencia, para forzar una situación que permita a la entidad sionista poder cumplir un siglo de vida o desaparecer. Si bien su desaparición no necesariamente tiene un significado negativo pues, con ella, sus habitantes podrían volver a su realidad. O sea, podrían volver a ser ciudadanos de donde nacieron y su religión dejaría de ser manipulada como base de un estado al servicio del imperialismo y las transnacionales.

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx


El ciclo progresista continúa en México




Toda movilización popular posee un potencial de cambio político y social que se percibe tras alcanzar sus objetivos, antes de institucionalizarse en el Estado.
Desconocer tal capacidad disruptiva, propia de la colectivización de demandas y reivindicaciones históricas, es un despropósito que simplemente lleva a afirmar que, en el terreno de lo social, en general; y de lo político, en particular; los actos concretos de los individuos no tienen mayor trascendencia frente al funcionamiento de esas grandes estructuras de poder desde las cuales una suerte de lógica inercial determina los destinos de una comunidad nacional.
Colocar en su justa dimensión el potencial y la trascendencia de la organización social colectiva para transformar sus propias condiciones de existencia, no obstante, no debe conducir al desconocimiento o a la negación de que, cuando se trata justo de los actores que ejercen el poder del Estado y de su andamiaje gubernamental, las apuestas políticas en disputa nunca operan abstraídas, al margen o más allá de negociaciones y repartos de ese ejercicio de poder; menos aún, cuando se trata de una transición entre lógicas de operación cuyos beneficiarios, en el mejor de los casos, son divergentes; en el peor, antagónicos.
En el momento presente, captar las finuras de esa relación tan conflictiva es necesario para comprender, en torno del triunfo electoral de la Coalición Juntos Haremos Historia, que si bien es cierto que éste se encuentra anclado en un profundo descontento con un régimen de poco más de un siglo de vigencia, y en una aún mayor aspiración al cambio político nacional; dicha victoria se debe, en gran medida, a las negociaciones que se lograron concretar entre las apuestas electorales en cuestión.
La candidatura de López Obrador y su plataforma de gobierno, en ese sentido, encuentra las raíces de su vitoria en la concientización y la movilización de las bases sociales que lo apoyaron y lo sustentaron en un recorrido transexenal, de poco más de tres sexenios de duración. Sin embargo, la culminación de esa larga travesía no es autárquica, y conocer el costo y la magnitud de las concertacesiones alcanzadas, entre los intereses aglutinados dentro de la coalición y los intereses que históricamente se le opusieron —al punto de bloquearle dos contiendas presidenciales en los últimos doce años—, es una necesidad a la que está obligada a llevar a cabo la ciudadanía, con el fin de saber cuáles serán los obstáculos que se le presentarán en el futuro inmediato.
Que la apuesta política de López Obrador se desplazó de un extremo de la izquierda ideológica a un centro de mayor concertación con los sectores conservadores y liberales de la derecha es un hecho; y uno que en particular no debe dejar de ser observado como la clara muestra de que el régimen imperante —de políticos y empresarios anquilosados en el oficialismo del priísmo, del panismo y del perredismo, con sus respectivas rémoras—, aunque objeto de un agudo desgaste, un amplio descredito y un hondo desprecio popular, conservó la fuerza necesaria como para moderar el posicionamiento del candidato y de su plataforma electoral.
Entre la noche del primero de julio y la madrugada del día siguiente, después de que el mismo andamiaje institucional que los dos sexenios anteriores se embarcó en la tarea de hacer de López Obrador un peligro para México,éste salió a reconocer el triunfo de la Coalición, el candidato de ésta ofreció un primer discurso en el que su punto de partida estuvo marcado por el empleo de un lenguaje que evocaba mucho a algunos de los espacios comunes de la tecnocracia aún hoy gobernante en el país. Las aclaraciones sobre el posicionamiento del presidente electo en torno del funcionamiento liberal del mercado, por ejemplo, dominaron las afirmaciones iniciales, en una tónica que claramente tenía el objetivo de refrendar la palabra del candidato en torno del cumplimiento de esos acuerdos que lo llevaron a desarrollar una propuesta más centrista, programáticamente menos ortodoxa e ideológicamente más ambivalente y difusa —menos explícita e intransigente, quizá.
Y lo cierto es que ello no era para sorprenderse. Hacer explícita a su oposición que, luego de haber ganado la contienda, la investidura presidencial no llevaría al candidato y a su proyecto a retomar las riendas de las reivindicaciones sociales que en las dos contiendas federales anteriores fueron sus banderas de lucha social propias, era una exigencia de primer orden para asegurar, por lo menos, que el periodo de la transición se efectuará sin sobre saltos; y enseguida, que al tomar posesión del cargo no se enfrentará con un escenario por completo adverso, que lo lleve a la inmovilidad. No es azaroso ni casual, por ello, que los primeros reconocimientos que hiciera el candidato tuvieran que ver con el empresariado, con la autonomía institucional en política monetaria, con la disciplina fiscal —mantra del neoliberalismo de corte priísta y panista, aunque en los hechos no pasara del discurso— y con la continuidad de los acuerdos de libre comercio a nivel internacional.
Hay que ser claros, por ello, con la trascendencia de la naturaleza de esa negociación: y es que si bien es cierto que en ella se encuentra el germen de la derechización, de la moderación o el matiz conservador del proyecto de López Obrador, también lo es que, en términos delos márgenes de acción política y económica que tendrá el próximo gobierno, ese era un requisito indispensable de cumplir para que el sexenio no llegue a encontrarse en una posición similar a la de Venezuela.
Y es que, contrario a ese espacio común que hoy domina el discurso de los politólogos y las plumas de la comentocracia adversas a López Obrador, la condición de Venezuela y el posible escenario de un México en similar situación no se debe —por lo menos no por completo— a la pura acción u omisión de la administración en funciones, sino que, por lo contrario, tiene más que ver con el deliberado bloqueo y anestesamiento que la oposición despliega para propiciar el cambio de Gobierno —y ello es válido tanto para la oposición local como para la injerencia extranjera.
Por eso, en esta línea de ideas, la batalla más importante que tiene que dar el sexenio no fue el triunfo en los comicios, sino que, antes bien, tiene que ver con la capacidad con la que cuente para hacer valer su agenda reformista (sus correcciones al neoliberalismo) sin llegar, primero, a dinamitar la coalición de intereses que le dio el triunfo; y luego, sin llegar a tensar tanto la relación con la oposición que como para que ésta no logre despojar de toda su capacidad de gobierno y de acción al próximo sexenio.
El próximo sexenio, a diferencia de lo que ocurrió en algunas sociedades del Sur de América y el Caribe, no cobra vigencia a partir de un proceso de ruptura con el viejo régimen (y no sólo por los candidatos a los que se acogió desde la diáspora experimentada por los partidos del Pacto por México), sino que, más bien, lo hace desde una posición de concesiones a éste; las sufrientes, en teoría, para que por lo menos no se bloquee por completo la política social propuesta para los siguientes seis años. Y es que, a pesar de que la comentocracia oficialista se esfuerza en hacer notar al ciudadano que Obrador ganó sin la posibilidad de que otros partidos le hagan contrapeso en, por ejemplo, la Cámara de Diputados, el Senado de la República y algunas gubernaturas y legislaturas locales; ello, por sí mismo, no significa que los causes del bloqueo y el anestesiamiento no provengan desde otros frentes, por fuera de esas instancias, como lo es el uso político de la violencia articulada al crimen organizado (el narcotráfico, en particular).
Llevar a cabo los reacomodos políticos, la reorganización orgánica de los intereses salientes y los entrantes, no es una tarea sencilla de realizar, y para muestra basta volver la mirada al Sur de América para observar las agudas dificultades con las que se enfrentaron los gobiernos de izquierda progresista que emergieron por toda la región a principios del siglo XXI, requiriendo, en la mayor parte de esos casos, de proyectos que abarcaron más de un mandato de un jefe o una jefa de Estado. La agenda de la Coalición, por supuesto, comparte rasgos con muchos de esos proyectos, sin embargo, también se distancia en otros rubros —al punto de que la izquierda mexicana muestra mayor moderación que sus pares sureños.
La cuestión de fondo, aquí, es que incluso y a pesar de esos altos grados de moderación y de las grandes concesiones que se hicieron a la derecha mexicana y transnacional (mayormente estadounidense), los escenarios de una mayor proliferación de la violencia, de un bloqueo comercial y financiero y de una injerencia extranjera (de esas que en la literatura especializada se denominan intervenciones suaves) no son descartables. De hecho, todo lo contrario: México, hoy, se aventura en un giro socialdemócrata, reformista, progresista, del tipo que experimentó América cuando el amasiato entre panismo y priísmo hicieron avanzar más la agenda neoliberal en el país; y lo hace justo en un momento en el que gran parte del Sur del continente se volcó por entero a la derecha más intransigente y combativa (Argentina, Ecuador, Perú, Brasil, Chile, Colombia), mientras que los resabios de aquel viraje progresista latinoamericano se encuentran asediados por los bloqueos comerciales y diplomáticos a nivel regional y en instancias internacionales.
El sexenio de López Obrador arroja un tenue rayo de luz sobre esas sociedades asediadas, pero también representa un obstáculo para la continuidad de alianzas que hasta hoy han sido insignes del neoliberalismo continental (la Alianza del Pacífico, para no ir tan lejos). Sortear tales dificultades requerirá del despliegue de una diplomacia robusta, con pilares sólidos y más allá del apoyo expreso a los principios constitucionales de política exterior, pero además, exigirá del gobierno entrante un profundo examen de los problemas a los que se enfrentaron aquellos gobiernos del ciclo progresista para no verse objeto de errores similares.
En suma, la tarea que se tiene por delante, los siguientes seis años, no es menor, y el cambio de administraciones y de partidos en las instancias de gobierno y en los poderes federales, estatales y municipales, no basta, simplemente no es suficiente para dar cabal cumplimiento con la agenda de gobierno de la Coalición: ya de entrada porque se tendrá que lidiar con aberraciones como un Miguel Barbosa, adalid del Pacto por México, siendo gobernador, por MORENA, de Puebla, pero en particular porque no hay nada que garantice que las diásporas que cobijó la coalición no vayan a dinamitar a ésta desde el interior o a cambiar de lealtades y regresar a sus viejos nichos de poder, adversos a López Obrador y su círculo.
La crítica de la izquierda será más necesaria que en ningún otro sexenio anterior. Y es que, por muy de izquierda que se proclame la administración entrante, es la ciudadanía la que debe comprender que la vigencia de ese proyecto de izquierda se cultiva y se mantiene a partir de la propia autocrítica —condición irrenunciable—, y a partir de la complaciente posición de autoindulgencia que ofrece la satisfacción de haber vencido a la maquinaria electoral del priísmo, el panismo y el perredismo. Sin duda, puede que para un gran porcentaje de la población ésta no sea la apuesta que México necesita para salir del atolladero en el cual se encuentra, a nivel interno y de posicionamiento internacional, sin embargo, por el momento, es la mejor opción concebible y practicable en el plano inmediato.
Hoy, en la historia de vida de millones de mexicanos, ellos y ellas puede decir, con satisfacción, que por primera vez se sienten representados. ¡En horabuena!
Escrito por Ricardo Orozco

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx


Inversión extranjera: la falsa promesa de las élites en Ecuador


COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx

hispantv.com

Inversión extranjera: la falsa promesa de las élites en Ecuador

 




Las élites de Ecuador presentan falsamente la inversión extranjera directa (IED) como la única vía posible para resolver los problemas del país.
Los políticos, medios de comunicación y élites antinacionales parecen haber encontrado la solución para todos los problemas del Ecuador: la inversión extranjera directa (IED). El discurso repetido promociona a la IED como uno los ejes centrales de la supuesta reactivación económica.
Sin embargo, escondido tras esta falsa promesa se encuentra el retorno de los Tratados Bilaterales de Inversión (TBI) y axiomas neoliberales ortodoxos como la liberalización y desregularización de la economía. Esto significará más privilegios y ganancias a las transnacionales y los grupos de poder de siempre, en contra de la soberanía nacional y el bienestar material de la mayoría de ecuatorianos.
Es importante aclarar que existe mala y buena inversión extranjera directa. Lastimosamente en Ecuador, debido al tamaño de su mercado, el único tipo de inversión que tiende a llegar es la negativa. Desde el 2002 al 2017, el 40 % de toda la IED corresponde a la explotación minera y petrolera.
Esta fórmula es negativa para el país ya que no genera cadenas productivas; la maquinaria, los materiales e incluso la mano de obra son importados, lo cual deja poco o nada al Ecuador. Y por otro lado, refuerza un modelo en el que las naciones periféricas son explotadas por sus recursos naturales con alto costo para la naturaleza y sociedad.
El enfoque ha sido el de vender al país al mejor postor, con poca o nula importancia de los efectos en la población y su futuro. Así fue que la Ley Orgánica para el Fomento Productivo, Atracción de Inversiones, Creación de Empleo y Estabilidad y Equilibrio Fiscal (Trole 3) fue aprobada, sustentada por este engaño en el que más IED y un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos resolverán los problemas.
Pero para la Embajada de Estados Unidos, la inversión y un TLC no llegará sin que antes el Ecuador haga lo que ellos quieren. Con su titular, Todd Chapman, han vuelto a inmiscuirse en la política ecuatoriana. La postura estadounidense ha sido la de condicionar al país; infiltrándose y manipulando la seguridad nacional, política exterior y macroeconómica.
Chapman ha sido claro que para lograr el añorado TLC, que busca Pablo Campana, Ministro de Comercio Exterior, los inversionistas angloamericanos necesitan una “protección adicional”, traducido a: deben reinstaurar los TBI.
Ahora conocidos como Convenios (CBI), estos son acuerdos los suscriben dos Estados para proteger la inversión extranjera privada y los intereses de las empresas involucradas. En palabras de Campana, “son básicos e importantes para lograr nuevas inversiones. Sin TBI difícilmente lograremos atraer inversión privada directa”. Una postura que resume la visión ortodoxa, sumisa y antinacional del actual gobierno y funcionarios.
Lo que el Ministro ignora es que en 2017 la Comisión para la Auditoría Integral Ciudadana de los Tratados de Protección Recíproca de Inversiones y del Sistema de Arbitraje en Materia de Inversiones (Caitisa) los resultados de una auditoria a 27 TBI firmados entre 1968 y 2002.
La conclusión del informe final fue contundente: los TBI “no han sido determinantes en la atracción de la inversión extranjera al país”. A pesar de que Ecuador era de los países de la región con más tratados firmados, también es de los que menos IED recibió. Y con los dos países que más invierten en Ecuador, México (1.491 millones) y Brasil (1.037 millones), no se ha ratificado un instrumento de esta índole.
Mientras tanto, Estados Unidos, país con el que sí se tenía un TBI, entre 2002 y 2017 se registra una desinversión que ronda los 400 millones de dólares. En otras palabras, aún con un TBI con los norteamericanos, la inversión nunca llegó.
Fuente: Banco Central del Ecuador (BCE) Elaboración: Martín Pastor
Lo que sí causó es que hasta abril del 2017, el Estado ecuatoriano se vea obligado a desembolsar 1.498 millones de dólares para el pago de laudos. De los cuales, el 90 %  ha ido a Oxy, Chevron, Duke Energy, Noble Energy, entre otras y casi 156 millones a árbitros y bufetes de abogados. ¿Entonces por qué firmar un TBI?
La respuesta se encuentra en el lobby de las transnacionales al Departamento de Estado en Washington. La impunidad y ambigüedad legal que les brinda un instrumento como este es un incentivo para presionar a los políticos estadunidenses, que a su vez presionan al gobierno ecuatoriano.
Otra razón es que aún quedan 10 demandas en casos pendientes con un monto aproximado en pugna de 12 000 millones de dólares. Algo que debe preocupar a los ecuatorianos ya que más del 62 % de los fallos emanados desde el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), una institución del Banco Mundial, han sido a favor de los intereses de las transnacionales.
En este sentido, parece irreal que la discusión sobre la restauración de los TBI se realiza a pesar de que la Constitución de 2008 en su artículo 422 prohíbe la sesión de jurisdicción del Estado a instancias de arbitraje internacional en el caso de Tratados internacionales. Pero esto no ha impedido que el gobierno trabaje en contra de la ley y por ende, de los ecuatorianos.
Con la Trole 3 lograron ‘legalizar’ nuevamente a los TBI, al “reconocer la legalidad y aplicabilidad de los tratados o convenios de protección de inversiones como un medio indispensable para el fomento y protección de inversiones extranjeras...”.
Un acto inconstitucional y jurídicamente equívoco ya que ninguna ley puede estar sobre la Constitución. Algo para lo que ya existe un plan, Elizabeth Cabezas, presidenta de la Asamblea Nacional, explicó que habrá una propuesta de la bancada gobiernista de Alianza País para una enmienda constitucional.
Un ejemplo del poder de las élites antinacionales e internacionales, y cómo, los políticos ecuatorianos están dispuestos a traicionar y modificar la Carta Magna siguiendo órdenes de intereses privados y de la Embajada de Estados Unidos. Una materialización del entreguismo completo de la soberanía nacional y el rumbo económico del país.
Pero esto no es todo, ya que una vez reinstaurados los TBI se procederá a un acuerdo comercial con los Estados Unidos. Esta liberalización de la economía no brindará nuevas oportunidades para los productores y pequeños/medianos empresarios ecuatorianos, como ofrecen los funcionarios del gobierno y cámaras empresariales.
Como país, el Ecuador no está en capacidad productiva de ofertar a los Estados Unidos más que una reducida lista de bienes: camarón, atún, cacao, flores, y  banano; productos que a su vez los explotan una élite económica. En contraste, Estados Unidos tiene mucho que vender y ofrecer a Ecuador. Esta disparidad entre ambos mercados causará un desequilibrio en la balanza comercial.
Las importaciones continuarán incrementando, mientras que las exportaciones no podrán igualar el ratio de crecimiento. Algo que ya ha sucedido en un país vecino, como es el caso colombiano.
En un informe del Centro de Trabajo (Cedetrabajo) de Colombia, se detalla que desde la firma del TLC con EE.UU entre 2012 a 2016, las exportaciones han caído un 54,1 %. En términos de balanza comercial con ese país, Colombia pasó de tener un superávit comercial de 8.244 millones de dólares a un déficit de 1.414 millones.
Mientras que según el Grupo Proindustria gracias al TLC, el aparato productivo nacional se deterioró por su incapacidad de diversificar exportaciones. En 2012 las exportaciones no tradicionales hacia Estados Unidos desde Colombia, analizadas por volumen (en peso), representaban el 4,1 % de las totales y para 2016 el 4 %. Es decir que con el TLC, no cambió nada para las pequeñas y medianas empresas.
Pero el agro es el más afectado, ya que con cifras del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, se observa que Colombia incrementó sus exportaciones agropecuarias en un 16% entre 2012 y 2015 pero a la vez sus importaciones en este sector crecieron en 120%, arrasando con pequeños productores.
Una realidad similar sería sumamente perjudicial para una economía pequeña, agrícola y sin soberanía monetaria como la del Ecuador. La salida indiscriminada de dólares, acentuada con la permisibilidad legal otorgada nuevamente con la Trole 3, pondría en peligro la dolarización. Y a su vez, destruiría la naciente industria nacional, con ello llevándose puestos de trabajo y pequeñas y medianas empresas. Mientras que la ‘gran minga agropecuaria’ quedaría decimada.
Pero esto no le importa al gobierno que ignora todas las señales y advertencias de economistas y expertos en el tema. La desinstitucionalización del Estado ha generado que el Ministerio de Relaciones Exteriores y la Asamblea Nacional se conviertan en brazos ejecutores del Ministerio de Comercio Exterior. El precio ha sido la pérdida de soberanía nacional, la institucionalidad, y el futuro de los ecuatorianos.
Si el gobierno en verdad quisiera una IED positiva, buscaría aquella que genere cadenas productivas y en su proceso de creación de renta, genere capital para otras empresas locales, campesinado y dinamismo económico interno. Pero la postura plutocrática de Moreno muestra los intereses reales detrás del poder, una falsa promesa que beneficia los que más tienen.
Escrito por Martín Pastor

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx


Israel: Los asesinos quieren tapar el sol con un dedo


COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx

hispantv.com

Israel: Los asesinos quieren tapar el sol con un dedo



El régimen de Israel ha decidido castigar a todo aquel que refleje los crímenes que comete a diario contra los palestinos en los territorios ocupados.
El régimen sionista, en su desesperación por ocultar los crímenes cometidos contra el pueblo palestino, ha decidido castigar a todo aquel que grabe, filme, fotografíe e incluso escriba sobre los asesinatos, que día a día comete la soldadesca y los colonos sionistas en los territorios ocupados.
Crímenes ordenados por el gobierno de Benjamín Netanyahu, que se ha quitado toda máscara y que día a día, a través de sus Ministros terroristas como el de Asuntos Militares, Avigdor Lieberman, el Ministro de Educación Naftali Bennet, la Ministra de Justicia Ayelet Shaked y el Ministro de Seguridad Pública Gilad Erdan, entre otros, llaman a asesinar a hombres y mujeres palestinos, detener a menores de edad, demoler viviendas, combatir la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones – BDS - judaizar las ciudades palestinas y afianzar el dominio colonialista y el régimen de apartheid que se ha instalado en Palestina.
La “mayor democracia de Oriente Medio” falacia con que suele denominar la entidad sionista a su régimen de terror y muerte en el Levante Mediterráneo, esta punta de lanza del imperialismo incrustada en el corazón del mundo árabe; es consciente que la guerra de relaciones públicas, a la que han destinado cientos de millones de dólares la está perdiendo. De poco han servido las escuelas de hasbara diseminadas por decenas de países del mundo, de la mano de entidades judías dependientes directamente de la Oficina del Primer Ministro, de nada sirven las operaciones de lavado de imagen que pretenden mostrar a una sociedad “democrática y de corte occidental” pues la porfiada realidad demuestra, que el criminal podrá vestirse de ropajes de demócrata, pero la sangre que chorrea de su vestimenta lo denuncia y condena.
El colono y diputado sionista nacido en Uzbekistán Robert Ilatov del Partido terrorista Yisrael Beitenu, presentó, con apoyo del también colono de origen moldavo y actual Ministro de Asuntos Militares, Avigdor Lieberman, un proyecto de ley destinado a lograr la impunidad total de los crímenes, cometidos por soldados y colonos en los territorios ocupados. La propuesta es encarcelar a todo aquel que visibilice, con cualquier medio tecnológico, las brutalidades y crímenes ejecutados por la entidad invasora en Palestina. Periodistas, turistas, visitantes miembros de organizaciones no gubernamentales, palestinos, israelíes cualquiera que ose develar a los criminales y sus acciones puede recibir entre cinco a diez años de cárcel.
Esta medida, más que tratar de ocultar la política genocida contra el pueblo palestino, que lleva a cabo el régimen israelí, a la población judía colona que ocupa el territorio palestino, está destinada a invisibilizar los crímenes de lesa humanidad al resto del planeta. Esto, porque mayoritariamente la población israelí está de acuerdo con el sistema de apartheid en el cual viven y del cual se benefician. Esa población otorga su pleno apoyo a un régimen, que de otro modo tendría cientos de miles de personas oponiéndose al asesinato, al crimen, al expolio, la usurpación y el genocidio. Esa población israelí prefiere mirar, mayoritariamente, para el lado, no ver, ni escuchar y menos opinar.
Una Sociedad Delictiva
Los relatos históricos señalan, que al mismo tiempo que las tropas aliadas que luchaban contra el nacionalsocialismo iban librando los territorios ocupados por el régimen hitleriano. Mientras se daban los pasos para concluir con la Segunda Guerra Mundial, esas fuerzas libertadoras descubríantambién, campos de concentración donde cientos de miles de personas fueron confinadas y asesinadas: gitanos, judíos, prisioneros de guerra, opositores políticos, entre otros. La población alemana, que vivía a pocos cientos de metros de esos campos de encierro y crimen sostenía, que nada sabía de aquello que era una política de Estado y despedía humo, olor a enfermedad y muerte a la vuelta de sus hogares. Se declaraban sorprendidos y algunos hasta lloraban frente a esa constatación práctica de crímenes de los cuales fueron, indudablemente, cómplices.
Hoy, en el Levante Mediterráneo, la población israelí que ocupa las aldeas y pueblos de la Palestina histórica, que se ha asentado en los territorios de la Ribera occidental, que se sitúa a pocos metros de la bloqueada Franja de Gaza, es una población que no podría alegar desconocimiento de lo que hace el gobierno que mayoritariamente ha elegido contra el pueblo palestino. No podrían argumentar que nada saben de los diarios crímenes cometidos por soldados y colonos armados hasta los dientes contra millones de seres humanos, sometidos al régimen más brutal que conozca la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. Un nacional sionismo equiparable a los Khmer Rouge y al régimen de apartheid sudafricano.
Con la cercanía de esos colonos sionistas, a los sitios donde su gobierno comete diarias atrocidades: asesina palestinos, demuele casas, destruye cultivos, construye asentamientos, carreteras exclusivas para uso de israelíes, se establecen cientos de check points, para impedir el libre tránsito del pueblo palestino y miles de soldados pisotean con sus botas una tierra usurpada, ocupando una tierra ajena. ¿Podría, en ese escenario, un israelí argumentar que nada sabe? ¿Podría un israelí, frente a losinnumerables avancestecnológicos, que nos traen en forma instantánea todo lo que las tropas ocupantes realizan en territorio palestino, argumentar que desconocen lo que pasa allí, a pocos metros de las casas construidas sobre los huesos y la sangre de decenas de miles de palestinos? La población israelí tiene allí a ojos vista todo lo que su gobierno, sus militares y sus colonos realizan, todas las atrocidades y crímenes de lesa humanidad con que han construido una entidad ficticia. ¡No ¡no pueden argumentar ignorancia y si lo hacen son cómplices activos de crímenes contra millones de seres humanos.
Las escasísimas excepciones de israelíes que se atreven a cuestionar la política de exterminio contra el pueblo palestinolevantan su voz y usan su pluma contra este proyecto de ley del Uzbeco Sionista Ilatov. Advierten, como es el caso del periodista Gideon Levy que “La Knesset podría actuar no sólo contra la prensa, sino también contra los grupos de derechos humanos y los palestinos, los últimos testigos de la acusación contra la ocupación. Vamos a violar esta ley con orgullo. Tenemos la obligación de violar esta ley, como cualquier ley con una bandera negra ondeando sobre ella. No dejaremos de documentar. No dejaremos de fotografiar. No dejaremos de escribir, con todas nuestras fuerzas”
Con valentía Gideon Levy se suma a las acciones de otros israelíes agrupados, por ejemplo, en B´Tselem, organización defensora de los derechos humanos del pueblo palestino, que documentan día a día junto a miles de voluntarios palestinos lo que la soldadesca y los colonos cometen contra el pueblo palestino y lo seguirán realizando. Una decisión justa y necesaria, contra esta ley que justifica su existencia a la luz de evitar que “testigos de la fiscalía y testigos presenciales tengan la intención de romper el espíritu de los soldados y residentes israelíes". Para Levy, B´Tselem, así como para todos aquellos que creemos que el sionismo debe desaparecer ese debe ser precisamente el objetivo: romper el espíritu malsano de soldados y colonos. Obligar a que una sociedad ciega sorda y muda salga de ese letargo cómplice. Una población partícipe de una política criminal que piensa “que el asesinato de 120 personas desarmadas es legal, y no quiere saber, escuchar o ver lo que se hace todos los días en nuestros nombres, en el patio trasero de nuestro país”.
Felicitaciones a seres humanos con esa decencia, pero un apoyo mayor a millones de palestinos, de hombres y mujeres que día a día resisten el nacional sionismo, que desea exterminar toda presencia palestina en su tierra histórica. Una población decidida a seguir documentando los crímenes de lesa humanidad que se comete contra ellos evitando, de ese modo, el deseo sionista que los criminales sean invisibles. Una pretensión que hunde su acción en una sociedad israelí favorecedora de una política de apartheid y que impide llevar a buen puerto el curso de acción que gran parte de la humanidad desea seguir respecto al sionismo: su total eliminación.
Pero, lo grave, lo peligroso de esta contumacia criminal y del apoyo social mayoritario a mantener una política criminal me hace recordar un trabajo donde sostuve que “Israel y su sociedad, en lugar de cambiar el giro criminal de su política insiste en que es víctima de atropellos de las organizaciones internacionales y que las condenas contra su país “tendrán consecuencias”. Esto es lo que clínicamente se conoce como “no tener noción de enfermedad”. Patología que suele aquejar a paciente con trastornos mentales y que desde el estudio social ha sido analizado profundamente.
En el caso específico del sionismo, su política propia de una asociación ilícita creada para delinquir contra el pueblo palestino, aupado por sus sueños de conformar un gran Israel se enmarca en lo que podríamos denominar un modelo evasivo donde este “paciente” violento y agresor centra su vida como sociedad en el rol que le ofrece su delirio, habitualmente dotado de un contenido de megalomanía o misticismo. Para los individuos seguidores de esta ideología, la visión de sí mismos, de su sociedad y de la realidad es la única posible y ello los hace peligrosos, impregnados de una visión mesiánica done el otro no es un ser humano, sino que un animal destinado a servir a una sociedad plagada de mitos.
La inflexibilidad para reconocer otro tipo de realidad los hace despreciar al otro, considerándolos como seres inferiores, animales a los cuales no se les puede respetar y por tanto sujetos a su eliminación física. Sus más altos dirigentes han sido los principales promotores de una visión y una práctica genocida contra el pueblo palestino. Yitzhak Shamir, ex primer ministro sionista de origen bielorruso sostenía “Aplastaremos a los palestinos como a langostas, aplastaremos sus cabezas contra las rocas y los muros”. El colono de origen moldavo, Avigdor Lieberman, actual Ministro de Asuntos Militares propuso el año 2009 – cuando ocupaba la cartera de relaciones exteriores que “hay que aplicar en Gaza lo que hizo EE.UU. en Japón al final de la Segunda Guerra Mundial” El rabino Yitzhak Ginsburg, afirmó en el diario Jerusalén Post el 19 de junio del año 19890 que “La sangre judía y la sangre de los goys (no judíos) no es la misma y matar no es un crimen si las víctimas no son judías”. Otro ex Primer Ministro, Ehud Barak advertía en agosto del año 2000 que “los palestinos son como los cocodrilos, cuanta más carne les dan, más quieren”
Para aquel lector que piense que este es un invento antisionista, destinado a socavar las bases de la “única democracia de Oriente Medio” me remito a las palabras del “Premio Nobel de la Paz” y ex Primer Ministro Israelí Menagen Begin, quien el año 1978 en un discurso dado ante la Knesset señaló “Nuestra raza es la raza maestra. Nosotros somos dioses sobre este planeta. Somos tan diferentes de las razas inferiores como ellos lo son de los insectos. De hecho, comparadas con nuestra raza, las otras son bestias, ganado a lo sumo. Las demás razas son consideradas como excremento humano. Nuestro destino es gobernar sobre las razas inferiores. Nuestro reino terrenal será gobernado con vara de hierro por nuestro líder. Las masas lamerán nuestros pies y nos servirán como nuestros esclavos”.
Lo señalado muestra una sociedad perversa, delirante, dotada de un modelo evasivo, que es parte componente de la megalomanía de la sociedad israelí. Y, en ese marco, el dar a conocer, el develar los crímenes, el mostrar al mundo su perversidad, más que hacerlos reaccionar los impele a negar que aquello que ejecutan debe cesar. Esto obliga, por tanto, a ejecutar y llevar a cabo todas las formas de lucha donde el documentar, filmar, grabar, fotografiar es parte de ese trabajo mayor destinado a eliminar al sionismo haciendo visible lo que el criminal desea ocultar. No basta emitir una ley que prohíba tapar el sol con un dedo, habría que invisibilizar el propio sol y de ello, por más megalomanía que presente esta sociedad no podrá ocultar los rayos de justicia que tarde o temprano llevará a juicio a todos aquellos que han asesinado a los hijos e hijas de Palestina.

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx


Neoliberalismo en Argentina: un arma mortal




Con los planes neoliberales que dirigió el ex ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz (1976- 1981), Argentina vio naufragar su industria nacional.
De la riqueza a la pobreza
El economista ruso-estadounidense Simon Kuznets, ganador del Premio Nobel de Economía en 1971, dijo alguna vez que existen cuatro categorías de países: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina. ¿Por qué estos dos últimos? El caso del país asiático, porque constituye un verdadero “milagro”: habiendo sido prácticamente destruido durante la Segunda Guerra Mundial –con el agregado de dos bombas atómicas sobre su población civil– en pocos años resurgió monumentalmente, transformándose en un par de décadas en la segunda economía mundial. El caso de Argentina, por el contrario, es también digno de estudio (la “paradoja” argentina, pudo llamársele): ¿cómo fue posible que una sociedad próspera, con elevados índices de lo que hoy llamaríamos “desarrollo humano”, con abundantes tierras fértiles, numerosos recursos hídricos, petróleo, un enorme litoral atlántico y un parque industrial considerable, que para la primera mitad del siglo XX tenía una pujanza mayor que Canadá, Australia o España, en unos años pudiera descender tanto, convirtiendo a uno de cada tres de sus habitantes en pobres? ¿Cómo fue posible eso? ¿Cómo se pudo llegar a esa patética realidad donde buena parte de su juventud piensa que la única salida que tiene el país… es Ezeiza? (el aeropuerto internacional).
Hacia 1913 Argentina era el décimo país del mundo con mayores ingresos per capita. Con el proceso de sustitución de importaciones, que en realidad empezó antes de la primera presidencia de Juan Domingo Perón, pero que durante su mandato se acrecentó poderosamente, la capacidad industrial argentina fue creciendo en forma exponencial en la primera mitad del siglo pasado. El valor agregado de la producción manufacturera superó al de la agricultura por primera vez en 1943. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Europa estaba destrozada y comenzaba su lento proceso de recuperación con la inyección del Plan Marshall estadounidense, Argentina rebosaba de divisas, siendo la décima economía mundial. El desarrollismo, como teoría económico-político-social que encontró en Raúl Prebisch su principal mentor, marcó la época, llevando la industrialización a niveles insospechados.
A partir del empuje que recibe la industria nacional durante el gobierno peronista, para finales de la década de los 50 el país aportaba la mitad de todo el Producto Interno Bruto –PIB– de Latinoamérica. Además de las tradicionales exportaciones de cereales y carne vacuna, la industria argentina marcaba época. La producción global era el doble de la de su vecino Brasil. Junto a ese dinamismo, la sociedad en su conjunto tenía un nivel comparativamente muy alto con otros países de la región. Los salarios eran los mejores de todo el sub-continente, y la clase trabajadora –urbana y rural– estaba sindicalizada, gozando de importantes beneficios.
La pobreza nunca superaba el 10 % de la población, y la participación de los salarios de los trabajadores en la riqueza nacional rondaba el 50 %. Había considerables desarrollos, tanto científico-técnicos como culturales en su sentido más amplio. Hacia 1950 Argentina se encontraba entre los tres países más avanzados en el aprovechamiento del gas natural, junto con Estados Unidos y la Unión Soviética. En 1947 se construye en el país el primer avión a reacción de toda Latinoamérica, noveno en su tipo en todo el mundo: el Pulqui I. Para mediados de siglo Argentina fue pionera en todo el Tercer Mundo en investigación nuclear: en 1958 entra en operaciones el primer reactor de su tipo en toda América Latina, y en 1968 se comienza a construir la primera usina atómica de la región: Atucha, que se inaugura en 1974.
Para 1958 en Argentina se encontraba la empresa industrial más grande de Latinoamérica: Siam, con más de 9000 trabajadores, con una muy importante producción de manufacturas varias. En 1955, el país contaba con una reserva de 371 millones de dólares, pasando a ser acreedor. Todo este desarrollo se traduce en un considerable bienestar general, con servicios públicos de calidad: educación universal gratuita que termina con el analfabetismo, y un sistema de salud pública y de seguridad social de gran vuelo.
La producción científica y cultural también alcanza altas cotas: tres Premios Nobel en Ciencia, una gran industria editorial, discográfica y cinematográfica que marca rumbo en el continente, masivo acceso a la educación (el país más lector de la región, por ejemplo). Para la década de los 60, el 40 % de la población podía considerarse de clase media, con importantes cuotas de consumo y con indicadores socioeconómicos inhallables en otros países latinoamericanos, más cercanos al perfil de un país europeo con desarrollo medio.
Pero algo pasó. Todo ese nivel de bienestar se vino abajo. Ese histórico índice de pobreza siempre bajo, hoy día trepó a niveles exagerados. En estos momentos, año 2018, 35 % de la población se considera pobre a nivel nacional, mientras que en algunas provincias esa cifra supera el 50 %. El salario mínimo actual cubre solo el 45 % de la canasta básica, y las jubilaciones son vergonzosas, pues no permiten pasar la primera quincena. Como cosa inédita en un país que siempre fue productor neto de alimentos (carne vacuna y cereales en cantidad, el “país de las vacas”), actualmente la desnutrición infantil es de más del 20 %. La desocupación se ubica en el 7,6 % de la Población Económicamente Activa, y a nivel global Argentina descendió a ser la tercera economía en Latinoamérica –detrás de Brasil, que presenta un PIB cuatro veces mayor, y de México– habiendo caído al 26.° lugar a nivel mundial.
Solo para ejemplificar el fenómeno en juego: en el corto período de cuatro años que va de 1999 a 2002, el PIB decreció en más de 20 %.Por otro lado, el ingreso per capita del año 2004 fue aproximadamente el mismo que el de 1974. Pero –y esto es lo importante a remarcar– el nivel de población en situación de pobreza fue mucho mayor en el 2004, lo que refleja una creciente desigualdad en la distribución del ingreso en el país.
Paisajes sociales impensables décadas atrás, hoy hacen parte de la cotidianeidad argentina: población precarizada, cinturones de pobreza (villas miserias) por doquier, ejércitos de vendedores ambulantes informales, niños de la calle, delincuencia callejera a niveles alarmantes y desconocidos anteriormente, consumo de drogas generalizado. Aunque Raúl Alfonsín pregonaba a los cuatro vientos durante su campaña presidencial en 1983 que “con la democracia se come, se cura y se educa”, la obstinada realidad enseña que el hambre, la reaparición de enfermedades endémicas otrora superadas y la deserción escolar, hoy son una constante en Argentina. En el “país de las vacas” no fueron pocas las veces en que la población, desesperada, saqueó un zoológico para comer algo de carne roja.
¿Qué pasó? ¿Cómo se dio esta paradoja? ¿Cómo fue posible que, de ser un territorio libre de analfabetismo, donde un tercio de la población tenía vivienda propia y la clase trabajadora mostraba una organización sindical envidiable, hoy día Argentina no pueda salir de su marasmo?
Las consecuencias de esta caída fueron estrepitosas: el aumento en el consumo de sustancias psicoactivas es un elocuente índice (¿por qué huir de la realidad si todo anduviera bien?). En estos últimos años Argentina tuvo indicadores trágicos: uno de los primeros lugares, a nivel mundial, en suicidios y en disfunción eréctil. Definitivamente, todo se vino abajo. ¿Cómo entenderlo?
¿Qué pasó?
Dejando de lado explicaciones superficiales (¿supuesta “vocación” al fracaso de los argentinos?), la apelación a “los malos gobernantes” es el expediente más sencillo. Pero allí radica un enorme peligro en términos ideológicos: además de ser una mirada banal, se juega un prejuicio cuestionable. La marcha de las sociedades, y menos aún hoy día en estas “democracias” capitalistas, no está fijada en modo alguno por las administraciones de turno, por el presidente y sus ministros, ni por las legislaturas. En último análisis, podría decirse que los equipos gobernantes son meros administradores, meros gerentes que fijan (a medias) las políticas públicas. Los verdaderos actores que establecen los carriles por donde transita la humanidad son poderes mucho más omnímodos. Hoy día –y evidenciar esto es la intención del presente escrito– esos poderes van infinitamente mucho más allá de los Estados nacionales: la arquitectura del mundo, cada vez más, está dada por monumentales capitales globales. Capitales que deciden qué y cómo se consume, cuándo hay guerras, qué población sobra en el mundo y qué debe producir cada país. ¿Por qué hoy día Argentina, de nación autosuficiente donde no se compraba prácticamente nada en el extranjero –salvo productos de lujo prescindibles en la economía cotidiana– pasó a ser un monoproductor de soja transgénica, inundado de producción industrial externa, con una población empobrecida? ¿Quién fijó eso: los presidentes de turno?
Argentina, para los años 70, consumía demasiado petróleo. Cada familia quería tener un automóvil… ¡y eso es mucho!”, dijo ya entrado el siglo XXI un funcionario estadounidense de la USAID1 explicando la “necesidad” de imponer planes de austeridad en el país. Mucho consumo de petróleo, pero ¿para quién? Eso hace recordar aquella famosa frase de Henry Kissinger: “Controla el petróleo y controlarás a las naciones; controla los alimentos y controlarás a la gente”. Insistamos en la fórmula: capitales que deciden qué y cómo se consume, cuándo hay guerras, qué población sobra en el mundo y qué debe producir cada país.
Desde hace unas cuatro décadas, esos mega-capitales han impuesto unas políticas específicas que se han conocido como “neoliberalismo”. Son esas políticas, establecidas por grandes centros de poder con capacidad de incidencia global, las que hicieron de Argentina lo que es actualmente. Los gobernantes de turno han navegado en medio de esas imposiciones, sin ser ellos directamente los responsables de la actual monumental debacle.
Con la dictadura impuesta el 24 de marzo de 1976, bajo la dirección del general Jorge Rafael Videla, el verdadero personaje fuerte que empezó imponiendo esas políticas neoliberales fue el entonces ministro de economía, José Alfredo Martínez de Hoz, conspicuo miembro de la oligarquía nacional, formado en la Universidad de Cambridge, Estados Unidos, y ligado directamente a las ideas neoliberales en boga. “Siento gran respeto y admiración por Martínez de Hoz. Esto proviene no sólo de una larga amistad entre nosotros, a pesar de las distancias geográficas que nos separan, sino de la creatividad y rigor de su desempeño en el plano económico. [...] Pocos como él tuvieron la valentía de informar en Estados Unidos que el problema de Argentina anterior a su gestión radicaba en la promoción de una excesiva intervención estatal en la economía y en el sobre dimensionamiento de las funciones del Estado, que indebidamente ponían sobre las espaldas del país el costo social de la acción”, dijo el magnate estadounidense David Rockefeller refiriéndose a su persona en 1978.
Fueron esas políticas específicas las que comenzaron con el terrorífico deterioro argentino. Con los planes neoliberales que dirigió Martínez de Hoz –asentados en 30 000 desaparecidos, campos de concentración clandestinos y picanas eléctricas a la orden del día– Argentina vio naufragar su industria nacional. Miles de pequeñas y medianas empresas quebraron debido a las reducciones arancelarias que permitieron una invasión de mercadería extranjera, con la consecuente pauperización de enormes masas de trabajadores que fueron quedando desocupados. El cinturón industrial Rosario-San Nicolás, donde se asentaba buena parte de un muy desarrollado parque productivo, con dos grandes acerías incluidas y una pujante industria petroquímica, alcanzó cotas de desempleo únicas en el mundo, con más del 30 % de la PEA sin salario. Para el año 1980 la producción industrial había reducido un 10 % su aporte al PIB, y en algunas ramas, como la textil, la caída había superado el 15 %.
Esas políticas de desfinanciamiento del país en beneficio de centros de poder externo dieron como resultado un crecimiento exponencial de la deuda externa. La misma creció de 7.875 millones de dólares, al finalizar 1975, a 45 087 millones de dólares en 1983. Ello trajo como resultado la sujeción inmediata de Argentina a los organismos crediticios internacionales, hipotecando por largas décadas su futuro. La situación de los trabajadores asalariados fue de empobrecimiento acelerado: la participación del salario en el PIB, que para 1975 era de un 43 %, en un par de años se redujo al 25 %. El nivel de vida, naturalmente, cayó en forma estrepitosa. Pero la situación deja ver el trasfondo de esas políticas: si bien los salarios pasaron a ser miserables, tener un trabajo fijo en esas condiciones dominantes era ya un lujo. Por tanto, la consigna para todo trabajador pasó a ser cuidar como el bien más preciado su sacrosanto puesto de trabajo. Consecuencia obligada: “No meterse en nada”, eufemismo por decir: olvidarse de toda actitud crítica, no protestar, no organizarse. Las desapariciones forzadas de personas (el temible Ford Falcon verde con varios sujetos armados a bordo) eran el siniestro recordatorio.
Está claro que esas políticas, fijadas desde los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, marcan el rumbo, tanto en Argentina como en todos los países latinoamericanos, e incluso de todo el orbe. Los presidentes de turno, con distintas características y estilos personales, no son más que buenos colegiales a los que se les obliga a hacer la tarea. Los presidentes de los Bancos Centrales, por otro lado –con relación directa con esos organismos crediticios– pasaron a tener mayores cuotas de poder que los propios mandatarios. De hecho, hacia finales de la dictadura militar, en septiembre de 1982, el por ese entonces presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, seguidor a ultranza de las recetas neoliberales (formado en Harvard, Estados Unidos), estatizó 17 000 millones de dólares de deuda externa privada, transformándola en deuda pública. Entre otras empresas beneficiadas con esas medidas está el Grupo Macri, de donde proviene el actual presidente. En otros términos: se socializan las pérdidas (empobrecimiento de las mayorías populares) mientras que se privatizan las ganancias (de grandes grupos económicos, nacionales y extranjeros). El Estado no sirve, según la prédica neoliberal. Pero sí sirve para salvar a la empresa privada en dificultades, fenómeno que se dio en numerosos países, como se verá más adelante.
Está claro, entonces, que el actual deterioro de Argentina no fue “culpa” de algún funcionario público en especial, de la corrupción de algún político venal o de desacertadas decisiones de un ministro de Economía, del “corralito” de Fernando de la Rúa o del malhadado destino. Es algo estructural, y hay que leerlo en clave histórica.Las “relaciones carnales” de Carlos Menem fueron más vergonzosas que los intentos socialdemócratas (engañosos) de Néstor Kirchner2 o de Cristina Fernández, pero todos, indefectiblemente, se vieron constreñidos a seguir reglas de juego que no fijaron, que les fueron impuestas. Y, preciso es decirlo, con estos últimos dos mandatarios, si bien hubo una relativa mejoría en la situación de la pauperizada clase trabajadora –merced a programas asistenciales en muy buena medida– la transformación del país (de industrial en agrícola) es un proceso que no depende de decisiones tomadas en la Casa Rosada. Si “es mucho el petróleo que consumen los argentinos”, eso no lo decidió ningún ciudadano argentino. La pobreza actual (1 de cada 3 argentinos es pobre) tiene causas mucho más concretas y profundas que la “mala suerte” o que la corruptela de algún ministro o legislador.
Las políticas neoliberales que hace años marcan el ritmo del planeta tienen como objetivo, en definitiva, repartir el mundo de una forma donde los habitantes del Sur no cuentan en la toma de esa decisión. La agenda oculta pareciera ser tener postrada a la población mayoritaria en beneficio de unos pocos, muy pocos grandes centros decisorios.
¿Qué es, entonces, el neoliberalismo?
Lo que hoy día conocemos como “neoliberalismo”, siempre asociado a la idea de globalización, es una forma que el sistema capitalista adquirió entre los años 70 y 80 del siglo pasado, surgido como doctrina en los llamados países centrales, en el que retoma la iniciativa económica, política, militar e ideológico-cultural que había ido perdiendo a través de décadas de avance popular. Recuérdese que los años 60/70 marcaron un alza significativa de las luchas anti-sistémicas, con distintas expresiones de rechazo que van desde organizaciones sindicales combativas hasta movimientos campesinos organizados, el desarrollo de guerrillas de orientación socialista hasta la aparición de un ala progresista de la Iglesia Católica surgida luego del Concilio Vaticano II y su opción preferencial por los pobres, el rechazo a la guerra de Vietnam y el movimiento hippie llamando al pacifismo y el no-consumismo al Mayo Francés como fuente inspiradora de protestas, el auge de los procesos de liberación nacional en África al impetuoso avance de los movimientos feministas y de liberación sexual, la mística guevarista que va marcando esos años así como el auge de un espíritu contestatario y rebelde que se expande por doquier. Vale recordar que para los años 80 del siglo XX, al menos un 25 % de la población mundial vivía en sistemas que, salvando las diferencias históricas y culturales existentes entre sí, podían ser catalogados como socialistas (Unión Soviética y el este europeo, China, Vietnam, Corea del Norte, Laos, Camboya, Cuba, Nicaragua, muchos países africanos de reciente liberación, etc.).
Ante todo esto, para el sistema capitalista dominante entendido como unidad global y monolítica, más allá de diferencias y pujas intercapitalistas, se prendieron las luces rojas de alarma. El llamado neoliberalismo fue la reacción a ese estado de cosas. Los Documentos de Santa Fe3 (elaborados por los más ultraderechistas tanques de pensamiento neoconservador estadounidenses) son el complemento político para América Latina de la arquitectura económica que fija el neoliberalismo. De hecho, la primera experiencia neoliberal como tal –en alguna medida: laboratorio para lo que vendrá después– tiene lugar en el medio de una sangrienta dictadura latinoamericana: el Chile del general Augusto Pinochet. A partir de ahí, el modelo se expande por innumerables países del Sur, para llegar luego a las naciones metropolitanas. Allí, Estados Unidos bajo la presidencia de Ronald Reagan y Gran Bretaña, dirigida por Margaret Tatcher, son los países que enarbolan el neoliberalismo como insignia triunfal, para impulsarlo a escala planetaria. Sus mentores intelectuales: los austríacos Friedrich von Hayek, Ludwig von Mises (la llamada Escuela de Viena) y lo que luego se conocerá como la Escuela de Chicago, capitaneada por el estadounidense Milton Friedman y sus acólitos Chicago Boys, reflotan y llevan a un grado sumo los principios liberales del capitalismo inglés clásico.
En pocas palabras, este nuevo liberalismo se emparenta directamente con el viejo liberalismo dieciochesco y decimonónico de los padres de aquella economía política clásica burguesa, aquellos que inspiraron a Marx en su lectura crítica del capitalismo: Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus, John Stuart Mill: el acento está puesto en la entronización absoluta de la libertad de mercado, reduciendo drásticamente el papel del Estado a un mero mecanismo garante que asegura la renta de la empresa privada. El actual neoliberalismo y sus recetas de privatización de los principales servicios estatales, desarman el Estado de bienestar keynesiano surgido después de la Gran Depresión de 1930, teniendo como resultado dos elementos fundamentales: 1) el enriquecimiento exponencial de los grandes capitales en detrimento de toda la masa asalariada (trabajadores varios y sectores medios), y 2) el descabezamiento de toda protesta popular. Es elocuente al respecto lo expresado por la Dama de Hierro, Margaret Tatcher, para resumir esta nueva perspectiva: “No hay alternativa”. Dicho de otro modo: “O capitalismo ¡o capitalismo! Eso no se discute”.
El instrumento desde donde se impulsaron esas nuevas políticas fueron los grandes organismos crediticios de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, instancias financieras manejadas por los grandes capitales corporativos de unos pocos países centrales, Estados Unidos fundamentalmente. Desde ahí se fijaron las recetas neoliberales que prácticamente la casi totalidad de países del mundo debieron impulsar estas últimas décadas. Y por supuesto, no para beneficio de las grandes mayorías populares sino para provecho de esos pocos capitales transnacionales.
Las dos tareas mencionadas (acumulación de riquezas y freno de la protesta popular) se han venido cumpliendo a la perfección en estas últimas cuatro décadas. La acumulación de riquezas de los más acaudalados se llevó a niveles descomunales. A partir de ello, hoy día 500 corporaciones multinacionales globales manejan prácticamente la economía mundial, con fracturaciones que se miden por decenas o centenas de miles de millones de dólares (una sola empresa con más renta que el PIB total de muchos países del Sur), y el patrimonio de las 358 personas cuyos activos sobrepasan los 1000 millones de dólares –selecto grupo que cabe en un Boeing 747, en su gran mayoría de origen estadounidense– supera el ingreso anual combinado de naciones en las que vive el 45 % de la población mundial. En otros términos: la polarización económico-social se llevó a extremos que nunca antes había conocido el capitalismo, surgido con los ideales (perversamente engañosos) de “libertad, igualdad y fraternidad”. Esa acumulación fabulosa de riqueza se hizo sobre la base de un empobrecimiento mayúsculo de las grandes mayorías.
Ese fabuloso acrecentamiento de riquezas vino de la mano de las nuevas tecnologías de la comunicación que convirtieron el planeta en una verdadera aldea global, eliminando distancias y homogeneizando culturas, gustos y tendencias, aplastando tradiciones locales de un modo impiadoso. El internet fue su ícono por antonomasia. De ahí que, en muy buena medida como producto de una ilusión mediática que así lo presenta, esa nueva forma de capitalismo despiadado que se erigió contra el alza de las luchas populares de décadas anteriores, suele estar asociado a la mundialización o planetarización, a lo que hoy se llama globalización, y siempre de la mano de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Pero ese fenómeno no es nuevo. “La tarea específica de la sociedad burguesa es el establecimiento del mercado mundial (…) y de la producción basada en ese mercado. Como el mundo es redondo, esto parece tener ya pleno sentido [por lo que ahora estamos presenciando]”, anunciaba Marx en 1858. En realidad, la globalización no comenzó con la caída del Muro de Berlín en 1989, como malintencionadamente se arguye, cuando el “mundo libre” vence a la “tiranía comunista”, sino la madrugada del 12 de octubre de 1492, cuando Rodrigo de Triana avistó tierra desde la nave insignia de la expedición de Cristóbal Colón.
La otra faceta del neoliberalismo: la neutralización de todo tipo de protesta popular anti-sistémica, igualmente se llevó a cabo de modo perfecto. En América Latina los planes neoliberales se asentaron a partir de feroces dictaduras sangrientas que prepararon el terreno. Fueron gobiernos civiles, llamados “democracias”, las que profundizaron las recetas fondomonetaristas y privatistas (Carlos Menem en Argentina, por ejemplo, o Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Carlos Salinas de Gortari en México, Collor de Melo en Brasil, Virgilio Barco en Colombia, Álvaro Arzú en Guatemala, etc.), sobre montañas de cadáveres y ríos de sangre que les antecedieron. En el llamado Primer Mundo, esas políticas se impusieron también a sangre y fuego, pero sin la necesidad de dictaduras militares previas. El resultado fue similar en todo el mundo: los sindicatos obreros fueron cooptados, la ideología conservadora fue imponiéndose, y toda forma de descontento y/o contestación fue reducida a “oprobiosa rémora de un pasado que no debía volver”. Desmoronado el bloque socialista (fenecida la revolución en la Unión Soviética y revertida la revolución hacia un confuso “socialismo de mercado” en la República Popular China), Cuba y Norcorea fueron prácticamente los únicos baluartes que permanecieron fieles al ideario socialista. Y así les fue. En Cuba, el capitalismo global le ajustó cuentas, haciéndole sufrir el penoso “período especial”, y en Corea del Norte se le llevó a un tremendo nivel de asfixia que forzó al gobierno coreano a emprender su militarización nuclear como único modo de sobrevivencia. Sin ningún lugar a dudas, estas nuevas políticas neoliberales (o capitalismo sin anestesia, para ser más explícito, sin el colchón que había generado el Estado socialdemócrata de las ideas keynesianas) desarmaron, desmovilizaron e hicieron retroceder toda protesta social. Conservar el puesto de trabajo (indignamente en muchos casos) pasó a ser lo único que se podía hacer. La protesta significa el desempleo, y ante el nuevo paisaje que crearon estas políticas, eso es equivalente casi a la muerte. En Latinoamérica los campos de concentración clandestinos, la desaparición forzada de personas y las torturas pavimentaron el camino para estos planes, de los que todos los trabajadores del mundo, Norte próspero y Sur mísero, siguen sufriendo hoy las consecuencias. Eso explica la pobreza y la precarización actual de Argentina (segundo país en Latinoamérica –30 000–, tras Guatemala –45 000–, en personas desparecidas previas a los planes neoliberales).
Estas recetas de entronización absoluta del libre mercado se complementan necesariamente con el achicamiento / desmantelamiento de los Estados nacionales: todas las empresas públicas son privatizadas, la inversión social se reduce a porcentajes ínfimos y la prédica constante, que termina por hacerse una verdad (“Una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en una verdad” enseñó Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi) hace del Estado un “paquidermo inservible, corrupto, disfuncional”. Esa ideología, esas prácticas concretas de ajuste estructural, las vemos recorriendo todo el mundo. En Argentina, como no podía ser de otro modo, también terminaron afianzándose, siendo la piedra angular de todos los gobiernos. Desde la implementación de los primeros planteos neoliberales en 1976, con Martínez de Hoz, pasando por todas las administraciones hasta la actual de Mauricio Macri (¡todas!, sin excepción), el neoliberalismo ha marcado el rumbo. Por eso –y no por ninguna otra cosa– el país presenta el estado calamitoso actual, con proliferación de “cirujas” y villas miseria, junto a ghettos ultra refinados para los que “se salvaron”.
El neoliberalismo, digámoslo claramente, es una expresión determinada del sistema capitalista, de ese modo de producción en un momento de su desarrollo histórico, con capitales monopolistas y transnacionalizados en su actual fase de imperialismo guerrerista. Ese sistema –nunca está de más recordarlo– se fundamenta en la explotación del trabajador a partir de la propiedad privada de los medios de producción, no importando la forma que ese trabajo asuma: proletariado industrial urbano, proletariado agrícola –incluso si se trata de trabajadores estacionales–, productores intelectuales, trabajo hogareño no remunerado, habitualmente desarrollado por mujeres amas de casa. El corazón del problema está en la plusvalía, el trabajo no remunerado apropiado por los dueños de los medios de producción bajo la forma de renta, de ganancia, sean ellos industriales, terratenientes o banqueros. Ese es el verdadero problema a enfrentar.
Todo esto remite a la pregunta sobre cómo se estructura verdaderamente el sistema capitalista actual. Está claro que quien manda, quien pone las condiciones y fija las líneas a largo plazo, son estos capitales globales, financieros en muy buena medida, que establecen las vías por donde habrá de circular la población del planeta. Esos megacapitales realmente no tienen patria. Los Estados nacionales modernos conformados con el triunfo de la sociedad burguesa sobre el feudalismo medieval en Europa, y luego replicados en todas partes del orbe, ya no les son funcionales ni necesarios. El capitalismo globalizado actual no se maneja desde las casas de gobierno. La Casa Blanca, representación por antonomasia del poder mundial (con acceso a uno de los dos botones nucleares más poderosos del planeta) no es la que realmente decide por dónde van las estrategias. Extremando las cosas, el presidente de la primera potencia mundial es un operador de esos grandes capitales, donde el complejo militar-industrial juega un papel de primera importancia, así como las compañías petroleras. Si ese presidente de turno no le quiere escuchar a esas megaempresas, puede terminar con un balazo en la cabeza, como le pasó a John Kennedy. ¿A quién pertenece, por ejemplo, la empresa automotriz más grande del orbe actualmente, el gigante Daimler-Chrysler? A los accionistas, que pueden ser tanto estadounidenses como alemanes…, o de cualquier parte del mundo (¿quién sabe realmente la composición de esos capitales? ¿Podrán tener ahí acciones el Vaticano, o algún cartel de la droga? ¿Por qué no?) Los dueños del capital no tienen color de bandera: su único himno nacional es el billete de banco, que se tiñe de rojo (sangre) cuando alguien se les opone. El Plan Marshall posterior a la Segunda Guerra Mundial buscó justamente eso: internacionalizar los capitales para evitar nuevas confrontaciones bélicas entre los países centrales.
Hay tantas armas y tantas guerras en el mundo, en casi todos los casos impulsadas desde Washington, porque ese entramado industrial necesita realizar su plusvalía, no descender su tasa de ganancia. ¿Quién decide las guerras entonces: los gobiernos, o los poderes que le hablan al oído (dándole órdenes)? ¿Por qué el gobierno argentino comprórecientemente con Macri en la presidencia 64 helicópteros de alta tecnología militar, 182 tanquetas y 36 aviones de guerra a proveedores estadounidenses, incluso modelos de cazas similares a los que ya se producen en el país? ¿Quién decide eso? ¿Se tomará la decisión en Buenos Aires? No parece posible.
Del mismo modo: existe una cantidad insufrible de vehículos automotores circulando por el globo impulsados por motores de combustión interna que necesitan derivados del petróleo; sabido es que a) se podrían reemplazar tantos vehículos particulares por transporte público de pasajeros para hacer más amigable la circulación y, fundamentalmente, b) se podría prescindir de los motores alimentados por sub-productos del oro negro reemplazándolos por otros menos contaminantes: agua, energía solar, electricidad. Todo ello, sin embargo, no pasa. ¿Quién lo decide: los gobiernos o las megaempresas productoras de petróleo y/o de vehículos? (que le hablan al oído y les dan órdenes a esas administraciones). Los ejemplos podrían multiplicarse bastante abundantemente. La salud de la población mundial se beneficiaría infinitamente más con atención primaria que con la profusión monumental de medicamentos que llegan al mercado; los ministros de salud lo saben. ¿Quién decide que eso así suceda: los gobiernos o las mega-empresas farmacéuticas? Con la producción de transgénicos se podría acabar con el hambre en el mundo; cualquier gobierno lo sabe, pero ello no sucede. ¿Quién decide eso? Y ni qué decir del capital financiero global: ¿son necesarios esos paraísos fiscales donde, a velocidad de la luz, se mueven cifras astronómicas de dinero virtual? ¿A quién beneficia eso? Obviamente, no a la población. Pero cuando quiebran esos gigantes, son los Estados (con fondos públicos, obviamente) los que los socorren, cosa que no sucede cuando los trabajadores pierden su empleo, por ejemplo.
Esos megacapitales, que cuando tienen traspiés son asistidos por ese mismo Estado que tanto critican desde su visión neoliberal (por ejemplo, el fabricante de vehículos General Motors, o la gran banca, como sucedió con el Bank of America, o el Citigroup, o el JP Morgan, todos en Estados Unidos, o el Lloyds Bank en Gran Bretaña, o el Deutsche Bank en Alemania), son los que conducen finalmente las políticas mundiales. Obviamente la humanidad no necesita ni tantas armas ni guerras, ni tantos medicamentos ni tantos automotores circulando, ni la infinita variedad de productos prescindibles que deben reciclarse de continuo; si eso se da generando el cambio climático –eufemismo moderado por no decir catástrofe medioambiental por la sobreexplotación de recursos–, y gobiernos como los de Washington o los de la Unión Europea lo avalan, es porque el complejo de mega-empresas globales lo imponen.
En esta nueva fase del capitalismo iniciada entre los 70 y 80 del siglo pasado, la globalización neoliberal encontró que es más fácil producir fuera de los países del Norte, trasladando su parque industrial al Sur, pues allí la mano de obra es mucho más barata y desorganizada, se pueden evitar impuestos y las regulaciones medioambientales son mucho más laxas o inexistentes. Es por eso que llegan call centers a la Argentina, no por otra cosa. Esa globalización de la producción para un mercado igualmente global (lo que ya entreveía Marx a mediados del siglo XIX), que tomó su forma acabada desde fines del siglo XX con tecnologías que eliminan distancias, llegó para quedarse. Sin dudas, a lo interno de los países metropolitanos (Estados Unidos, Unión Europea, Japón), esa nueva recomposición del capital provocó severos daños a la clase trabajadora, aumentando en forma creciente su desocupación, lo que permitió recortar el precio de la mano de obra –congelamiento de salarios y de beneficios varios–. Eso es lo que produjo hace un par de años el notorio descontento de británicos y estadounidenses, que ante una elección determinada (el referéndum para ver si el Reino Unido de Gran Bretaña permanecía o no en la Unión Europea, la última elección presidencial en Estados Unidos ganada por Donald Trump) dijeron no a esas políticas. Pero eso en modo alguno significa que el neoliberalismo está en vías de extinción, como más de alguno triunfal (o irresponsablemente) ha anunciado o pretendido ver.
Neoliberalismo y lucha de clases
Las actuales políticas neoliberales impulsadas por los organismos crediticios internacionales y puestas en práctica mansamente por los distintos gobiernos nacionales (en Argentina también: todos los gobiernos, sin excepción, aunque en la era Kirchner se manipuló la ilusión que el país se desentendía de la deuda con los bancos mundiales), son responsables del empobrecimiento acelerado de la clase trabajadora y de la nueva arquitectura global que reduce Argentina a proveedor de materias primas. Dichas políticas, entonces, deben entenderse como una nueva expresión, corregida y aumentada, de la nunca jamás terminada lucha de clases, un elemento que intenta domesticar a la clase oprimida, doblegarla, ponerla de rodillas, en beneficio de la clase burguesa global, de esos megacapitales que manejan el mundo.
Si el discurso triunfal de la derecha intentó hacernos creer estos años que la lucha de clases había sido superada (¿?), el neoliberalismo mismo es una forma de negar eso, sin saberlo explícitamente. De Marx (con x) se nos dijo que pasábamos a marc’s: métodos alternativos de resolución de conflictos. ¿Qué “método alternativo” existe para “superar” la explotación? ¿La negociación? ¿Nos lo podremos creer? Se negocia algo, superficial, tolerable por el sistema (un aguinaldo, o dos, o cuatro), pero si el reclamo sube de tono (expropiación, reforma agraria), ahí están los campos de concentración, las picanas eléctricas, las fosas clandestinas. ¡No olvidarlo nunca! Quienes a veces lo olvidamos somos los que pertenecemos al campo popular, pues nos lo hacen olvidar con sobredosis de fútbol, o con las nuevas iglesias neopentecostales que invadieron Latinoamérica, y también Argentina. Pero la clase dominante no lo olvida ni por un instante. La lucha de clases sigue tan al rojo vivo como siempre. Si alguien tiene memoria histórica, es la clase dirigente (porque tiene mucho que perder. En el campo popular, perderemos nuestras cadenas. Y eso de vivir encadenados, mejor ni saberlo, según la ideología dominante).
Esta nueva cara del capitalismo, que dejó atrás de una vez el keynesianismo con su Estado benefactor, ahora polariza de un modo patético las diferencias sociales. Pero no solo acumula de un modo grotesco: sirve, además, para mantener el sistema de un modo más eficaz que con las peores armas, con la tortura o con la desaparición forzada de personas. El neoliberalismo golpea en el corazón mismo de la relación capital-trabajo, haciendo del trabajador un ser absolutamente indemne, precario, mucho más que en los albores del capitalismo, cuando la lucha sindical aún era verdadera y honesta. Se precarizaron las condiciones de trabajo a tal nivel de humillación que eso sirve mucho más que cualquier arma para maniatar a la clase trabajadora. Y los sindicatos pasaron a ser algo absolutamente inservible para la clase trabajadora, total –y vergonzosamente– cooptados por la ideología conservadora, transformándolos en entes burocráticos y desmovilizadores.
En ese sentido pueden entenderse las actuales políticas privatistas e hiper liberales (transformando al mercado en un nuevo dios) como el más eficiente antídoto contra la organización de los trabajadores. Ahora no se les reprime con cachiporras o con balas: se les niega la posibilidad de trabajar, se fragilizan y empobrecen sus condiciones de contratación. Eso desarma, desarticula e inmoviliza mucho más que un ejército de ocupación con armas de alta tecnología. Tan efectivo para acallar la protesta como el Ford Falcon verde es la precarización laboral.
Si a mediados del siglo XIX el fantasma que recorría Europa (atemorizando a la clase propietaria) era el comunismo, hoy, con las políticas ultraconservadoras inspiradas en Milton Friedman y Friedrich von Hayeck, ese fantasma aterroriza a la clase trabajadora, y es la desocupación.
De acuerdo a datos proporcionados a fines del 2016 por la Organización Internacional del Trabajo –OIT–, nada sospechosa de marxista precisamente, 2000 millones de personas en el mundo (es decir: dos tercios del total de trabajadores de todo el planeta) carecen de contrato laboral, no tienen ninguna ley de protección social, no se les permite estar sindicalizados y trabajan en las más terribles condiciones laborales, sujetos a todo tipo de vejámenes. Eso, valga aclararlo, rige para una cantidad enorme de trabajadores y trabajadoras, desde un obrero agrícola estacional hasta un profesor universitario (aunque se le llame “Licenciado” o “Doctor”), desde el personal doméstico a un consultor de la Organización de Naciones Unidas. La precariedad laboral barre el planeta. Argentina, por cierto, no escapa a las generales de la ley. Tener un título universitario no es garantía de absolutamente nada (por eso, patéticamente, para muchos jóvenes la única salida del país sigue siendo Ezeiza…).
Junto a lo anterior, 200 millones de personas a lo largo del mundo no tienen trabajo, siendo los jóvenes los más golpeados en esto. Para muy buena cantidad de desocupados, jóvenes en particular, marchar hacia el “sueño dorado” de algún presunto paraíso (Estados Unidos para los latinoamericanos, Europa para los africanos, Japón o Australia para muchos asiáticos o provenientes de Oceanía) es la única salida, que muchas veces termina transformándose en una trampa mortal.
La precarización que permitieron las políticas neoliberales fue haciendo de la seguridad social un vago recuerdo del pasado. De ahí que 75 % de los trabajadores de todo el planeta tiene una escasa o mala cobertura en leyes laborales (seguros de salud, fondo de pensión, servicios de maternidad, seguro por incapacidad o desempleo.), y un 50 % carece absolutamente de ella. Muchos (quizá la mayoría) de quienes estén leyendo este texto, seguramente sufrirán todo esto en carne propia. En Argentina, como en cualquier parte del globo, todo esto es hoy una cruda realidad, quizá con el agravante (psicológico en muy buena medida) de sentirse derrotada, pues habiendo tenido cotas de alto desarrollo socio-económico, la población sufre hoy lo que no había conocido nunca, siendo algo común desde siempre en los países vecinos de América Latina.Caer desde las alturas es, en todos los casos, más traumático que haber vivido siempre en el llano4.
Si se tiene un trabajo, la lógica dominante impone cuidarlo como el bien más preciado: no discutir, soportar cualquier condición por más ultrajante que sea, aguantar… Si uno pasa a la lista de desocupados, sobreviene el drama.
Complementando estas infames lacras que han posibilitado los planes neoliberales, desarmando sindicatos y desmovilizando la protesta, informa también la OIT que 168 millones de niños trabajan, mientras que alrededor de 30 millones de personas en el mundo (niños y adultos) laboran en condiciones de franca y abierta esclavitud (¡la que se abolió con la democracia moderna!, según nos enseñaron…).Argentina no tenía décadas atrás niños de la calle; hoy sí (mientras sigue siendo Cuba el único país en Latinoamérica que no los tiene. ¿Fracaso del socialismo?).
La situación de las mujeres trabadoras (cualquiera de ellas: rurales, urbanas, manufactureras, campesinas, profesionales, sexuales, etc.) es peor aún que la de los varones, porque además de sufrir todas estas injusticias se ven condenadas, cultura machista-patriarcal mediante, a desarrollar el trabajo doméstico, no remunerado y sin ninguna prestación social, faena que, en general, no realizan los varones. Trabajo no pagado que es fundamental para el mantenimiento del sistema en su conjunto, por lo que la explotación de las mujeres que trabajan fuera de su casa devengando salario, es doble: en el espacio público y en el doméstico.
Este retrato desolador de la situación laboral mundial muestra cuan inmenso es el déficit de trabajo decente”, manifiesta la OIT, exigiendo entonces una apuesta “decidida e innovadora” a los diferentes gobiernos para hacer poder llegar a cumplir los llamados “Objetivos de Desarrollo Sostenibleimpulsados por el Sistema de Naciones Unidas para el período 2015-2030.
Lamentablemente, más allá de las buenas intenciones de una agencia de la ONU, los cambios no vendrán por “decididos e innovadores” gobiernos que se apeguen a bienintencionadas recomendaciones. Eso muestra que la lucha de clases, que sigue siendo el imperecedero motor de la historia, continúa tan al rojo vivo como siempre. Que el neoliberalismo sea un intento de enfriar esa situación, es una cosa. Que lo consiga, una muy otra. Pero debe quedar claro que los capitalismos son siempre eso: capitalismos, no importando si asumen el mote de “neoliberal”, “fascista”, con “rostro humano” o “serio” (como pretendía la anterior mandataria argentina, Cristina Fernández). Los planes asistenciales no pueden dejar de ser sino eso: planes asistenciales que no tocan el corazón del problema; ayudan, pero no resuelven de fondo.
El capitalismo, en cualquiera de sus versiones, sigue siendo lo que ya dejaba ver hace 200 años: un sistema basado en el lucro privado empresarial a cualquier costo. No hay capitalismo “bueno” y capitalismo “malo”, capitalismo “serio” versus capitalismo “no serio”. Es una falacia pensar que el enemigo a vencer es el actual neoliberalismo, ese supuesto “malo de la película”. ¿Acaso un capitalismo “serio” –como pretendía la presidenta Cristina Fernández– es la salida de la actual postración? Sin dudas, una agenda ultra neoliberal como la actual de Mauricio Macri complica más aún las cosas para la clase trabajadora; pero el problema de fondo sigue inalterable. Por último, queda claro que un cambio real en las estructuras sociales y en las relaciones de poder no puede venir desde las casas de gobierno, de arriba hacia abajo: se logra solo con la real y efectiva lucha popular, con la gente movilizada, con la bronca desatada de la población y una conducción revolucionaria. Si no, no se pasa de las buenas intenciones.
De lo que se trata es de revisar las bases sobre las que funcionan las sociedades. Y Argentina, más allá de las luchas político-partidistas cotidianas con las que nos podemos distraer (peronismo-antiperonismo) viendo por televisión, al igual que todos los países de Latinoamérica, salvo Cuba, es un engranaje de ese sistema-mundo capitalista que se decide desde Wall Street, o desde Londres, desde alguna Bolsa de Valores o desde algún lujoso pent-house blindado. Las tibias propuestas socialdemócratas / reformistas que se han visto por Latinoamérica estos últimos años, si bien intentaron ser una suerte de alternativa ante los planes liberales, no alcanzaron a torcer ese rumbo. La prueba está en cómo terminaron, o hacia dónde se encaminan: ya no ocupan casas de gobierno, o sus representantes están presos, o defenestrados. O, muy probablemente, camino de serlo. ¿Por qué ninguno de los gobiernos llamados progresistas de estos últimos años en América Latina pudo realmente afianzar modelos de desarrollo con justicia social y profundizar esas “revoluciones”? (Venezuela está semi aplastada, sin salir del rentismo petrolero y sin poder profundizar su “Socialismo del siglo XXI”, Brasil y Argentina son ahora gobernados por administraciones ultraliberales alineadas completamente a Washington, Chile y Uruguay siguen con sus planes de capitalismo neoliberal, Nicaragua es impresentable con una nueva burguesía sandinista traidora a sus ideales revolucionarios de otrora, Ecuador revirtió su proceso popular, siendo quizá Bolivia el único país que, con Evo Morales a la cabeza, sigue enfrentándose al imperio con planteos de algún modo antisistémicos). ¿Por qué esta caída? Porque en ninguno de ellos hubo planteos de cambio anticapitalistas reales, y finalizados los ciclos de bonanza en el precio de los productos primarios que estos países exportan, ya no hubo con qué mantener los planes asistenciales. Que hoy día la coyuntura internacional haga muy difícil impulsar cambios revolucionarios como en décadas pasadas, con Estados Unidos envalentonado y recuperando algún terreno perdido en Latinoamérica, es otra cosa. Esta actual derechización (Macri en Argentina, así como Temer en Brasil, Moreno en Ecuador, Piñera en Chile, etc.) que sigue al auge de los reformismos de la década anterior debe hacer ver que los ideales de cambio o se plantean claramente, o si no es altamente posible que terminen mal, tal como vemos que está pasando en Latinoamérica con este resurgir de la derecha más visceral.
Los cambios, queda claro, los cambios profundos y estructurales no se hacen desde las casas presidenciales. Se hacen en la lucha popular, con la movilización de grandes mayorías, y no por redes sociales digitales. Líderes carismáticos y con gran imagen mediática son importantes…, pero no hacen una revolución. “Yo no soy un libertador. Los libertadores no existen. Son los pueblos quienes se liberan a sí mismos”, expresó alguna vez Ernesto Guevara.
Lo que tuvimos en Latinoamérica estos años (PT en Brasil, matrimonio Kirchner en Argentina, Chávez en Venezuela, Mujica en Uruguay, Lugo en Paraguay, el proceso boliviano) fueron importantes movimientos de inconformidad con discursos nacionalistas/antiimperialistas, pero de momento no pasaron de ahí. Lo de Argentina es palmariamente evidente. ¿Por qué, si no, seguiría un personaje como Mauricio Macri en la Casa Rodada? Y a ese presidente… ¡lo eligieron los mismos argentinos!
Hoy día, hablar de lucha de clases, de socialismo, de revolución, parecieran cosas de un pasado remoto, condenado a los museos. Quizá nos ilusionamos cuando se comenzó a hablar de un renovado “Socialismo del siglo XXI”, pero la promesa se quedó en el arranque. Hay cierta tendencia a ver como el “monstruo a vencer” a esa forma especial de capitalismo sin anestesia que es el neoliberalismo. De todos modos, la situación es más compleja. Si algo hay que cambiar, es la estructura de base; la contradicción que pone en marcha el sistema, que lo hace funcionar: capital-trabajo asalariado. La contradicción peronismo-antiperonismo, tan arraigada en la historia argentina, es circunstancial, anecdótica. Pasaron administraciones peronistas y no peronistas, pero lo que cuenta es que un tercio de la población sigue en estado de pobreza, con “cartoneros” y barras bravas haciendo parte de la normalidad aceptada, con countries hiper lujosos sobre un mar de exclusión. Eso tampoco es “culpa” del peronismo o de los antiperonistas: ¡es el sistema! Si no se ve así, jamás estaremos en condiciones de entender el fenómeno, y mucho menos, de transformarlo. Carlos Menem, ahora considerado “El innombrable” por muchos de los argentinos que hace algunos años atrás lo eligieron en las urnas, era peronista… y fue el más neoliberal de los presidentes en toda Latinoamérica. La cuestión no pasa por partidos políticos tradicionales o figuras carismáticas: es asunto estructural. Eso no se arregla en las urnas.
El marxismo, expresión de esas contradicciones fundantes del sistema, al que se lo quiso dar por “superado” en reiteradas ocasiones, no ha muerto porque ¡las luchas de clase no han muerto! “Curioso cadáver el del marxismo, que necesita ser enterrado periódicamente”, dijo Néstor Kohan.Si tan muerto estuviera, no habría necesidad de andar matándolo continuamente. Esta avanzada fenomenal del capital sobre las fuerzas del trabajo nos lo deja ver de modo evidente. A los cadáveres reales se les sepulta una sola vez… “Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud” (frase apócrifa erróneamente atribuida a José Zorrila) pareciera que aplica aquí. ¡Por supuesto! Si el marxismo es la expresión de lucha de las clases explotadas, eso de ningún modo “pasó de moda”.
Como dijera este decimonónico pensador alemán cuya obra se declaró muerta innúmeras veces, pero que parece renacer siempre: “No se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva”. El neoliberalismo, que llegó a Argentina de la mano de Martínez de Hoz y una feroz dictadura asesina y fue continuado por todas las administraciones posteriores, es una expresión –despiadada, sin dudas– de esa sociedad existente. ¿Nos atrevemos a establecer una nueva? ¿Cuándo empezamos?
1Comunicación personal escuchada en una reunión en Guatemala, en 2003.
2No miren lo que digo sino lo que hago”, dijo Néstor Kirchner en una conferencia con empresarios españoles. ¿Doble discurso de un supuesto “revolucionario montonero”?
3Cuatro documentos surgidos entre 1980 y el 2000, que toman su nombre del Grupo de Santa Fe (en referencia a la capital del estado de Nuevo México, Estados Unidos), redactados por pensadores de derecha y la Heritage Foundation. Como ejemplo –uno entre tantos– de su significado histórico: en el Documento Santa Fe II se establece la avanzada de los nuevos cultos evangélicos para controlar la propuesta de izquierda de la Teología de la Liberación que en ese entonces crecía por Latinoamérica.
4¿Cómo se suicida un argentino?, pregunta un inmisericorde chiste: subiendo a lo alto de su ego y dejándose caer.

COMPARTE EL SITIO DE: https://plataformadistritocero.blogspot.mx