lunes, 29 de octubre de 2018

El fraude de las “fake news”

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El fraude de las “fake news”

 

 


Entre los últimos conceptos importados de Estados Unidos, el de “fake news” (noticias falsas) se ha instalado inocentemente en nuestro lenguaje. ¿Qué significa? Noticias falsas las ha habido siempre. Recuerden que la guerra de Cuba fue facilitada por la voladura del “Maine”, que la de Vietnam comenzó con el ficticio “incidente de Tonkín” y que la de Irak tuvo por motivo las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Hussein.
Sí, la tecnología digital permite la multiplicación de mensajes y noticias en una escala nueva, pero la simple realidad es que la mentira y la falsificación forman parte del periodismo realmente existente. Eso tiene que ver con la corrupción estructural que rodea a la información, que en nuestro mundo suele estar en manos de empresas mediáticas de grandes magnates y de poderes estructuralmente incompatibles con los intereses de la mayoría social. También tiene que ver con el pluralismo de puntos de vista y con el hecho de que los informadores practican siempre una selección que nunca es neutra al elegir sus noticias. Entonces, ¿a santo de qué nos vienen ahora con ese concepto?
El desencadenante ha sido la paranoica tesis americana de que los rusos determinaron el resultado de sus últimas elecciones presidenciales, pero el motivo de fondo es la crisis del monopolio informativo occidental.
Rusos y chinos -y también árabes y latinoamericanos- han creado en los últimos años sus propios aparatos de propaganda global. Ahora, en esta época de imperios combatientes, cualquier guerra y conflicto entre potencias, tiene más de una versión. Es así como, además de propagar guerras, Estados Unidos abre una nueva “guerra soft” contra los aparatos de propaganda de sus rivales, particularmente Rusia y China. El principal objetivo de esa acción son el canal global de televisión rusa RT y la agencia Sputnik. La meta es, llegado el momento, prohibir o censurar la acción de esos medios en Euroatlántida. Y la acusación: fabricar “fake news”. Como suele ocurrir la Unión y el Parlamento europeos se han metido en esa guerra. Una ley francesa actualmente en proyecto contempla la posibilidad de cierre de canales y medios de información que estén, “bajo influencia de un estado extranjero”. El problema es que todos los medios públicos emiten la influencia del país al que pertenecen. Algunos periodistas necios -en el diario Le Monde y en varios diarios alemanes, por ejemplo- han establecido servicios para desenmascarar “fake news”, naturalmente excluyendo las que ellos mismos lanzan, es decir se arrogan la capacidad de establecer lo que es verdadero y lo que es falso, dando por supuesto que lo suyo es siempre neutro y objetivo.
El problema, como ha dicho Jean-Luc Melenchon, es que la “verdad” es algo bastante controvertido. A mí, por ejemplo, me parece que la receta neoliberal que nos hacen pasar por panacea es un desastre al servicio de los más ricos, pero eso forma parte de la batalla de ideas, es decir de los intereses que defiendes. Lo que es el colmo es que aquellos personajes y medios cuya información consiste en la defensa continua del orden establecido, lo que implica mentir diariamente, pretendan dictaminar lo que es verdadero y falso desde su pretendida y angelical objetividad.
El dominio occidental del informe global sigue siendo aplastante. RT tiene un presupuesto de 300 millones de dólares anuales sin que exista una red de emergentes que coordine sus mensajes con, por ejemplo, la china CCTV, la televisión iraní o Telesur. Pero la red occidental es una suma de aparatos bastante coordinados en su informe sobre Rusia y muchos otros temas: la Deutsche Welle tiene un presupuesto de 350 millones, la francesa RFI, 380 millones, la BBC 524 y el complejo de Estados Unidos, que lleva décadas emitiendo en casi todas las lenguas de la ex URSS (y son muchas lenguas), muchos más millones. Y todo ello sin contar con los medios privados y sin tener en cuenta la enormidad que representa el complejo Hollywood, que, como dice Laurent Dauré, es, “la continuación de la política de Washington por otros medios”. Los emergentes no tienen, ni tendrán hasta donde alcanza la vista, algo comparable a Hollywood.
Pese a esta desproporción de medios, la mera ruptura del monopolio propagandístico ya crea una nueva tensión. Y ese frente de “guerra soft” se arma de nuevos conceptos. “Fake news” es uno de ellos, y, haciendo honor a su nombre, es una falsificación.
Fuente: https://rafaelpoch.com/2018/10/21/el-fraude-de-las-fake-news/

Crónica del ascenso de Bolsonaro


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Crónica del ascenso de Bolsonaro



(Ilustración: Danna Chiarenza)
Era unos de esos días calientes en Brasilia, lugar donde los poderes de la política institucional de Brasil hacen sus negocios en los palacios del gobierno. Era el año 2015 y estábamos en campaña contra la reducción de la edad de imputabilidad penal. El plenario del Parlamento se encontraba polarizado: de un lado, los parlamentarios de la “banca de la bala”, defensores de la pena de muerte, la militarización y la tenencia de armas por parte de la población; del otro estábamos nosotros, insistiendo con que la reducción de la edad no era la solución e intentando incidir sobre la opinión de los diputados aún dubitativos. De hecho, la mayoría de los diputados ni siquiera había leído el proyecto de ley. En esta época, Eduardo Cunha –uno de los articuladores del golpe palaciego que sacó a Dilma Rousseff del gobierno, en 2016– era presidente de la Cámara Baja y hacía cada vez más difícil el acceso al edificio, sobre todo al momento de las votaciones sobre temas polémicos. Las órdenes eran restringir el acceso de los activistas para garantizar una votación tranquila.
Entre todas las figuras que defendían el encarcelamiento de niños y adolescentes estaba Jair Bolsonaro. Él daba una entrevista a un canal de TV donde decía que había que proteger a la sociedad, que no se podía esperar que los hechos de violencia cometidos por menores ocurrieran y después soltar palomas blancas y hacer abrazos simbólicos contra la violencia. A cada momento, con más vehemencia, decía que el derecho de un bandido era no tener derechos. El hombre hablaba duro y alto, con un tono irritado y, por momentos, sarcástico, gesticulaba con una impronta ofensiva, como preparándose para un ataque.
A partir de entonces, Bolsonaro comenzó a ser una figura cada vez más frecuente en los medios de comunicación. Las discusiones sobre la reducción de la edad de imputabilidad volvieron a darse muchas veces y, junto con ellas, también, las divergencias con la diputada Maria do Rosário a quién, en el año de 2003, Bolsonaro había dicho que no la violaba porque era muy fea y no se lo merecía. Maria do Rosário es conocida por ser defensora de los derechos humanos y es diputada por el PT de Río Grande del Sur.
De a poco, el personaje Bolsonaro se fue popularizando. El diputado de Río de Janeiro por siete mandatos también fue el diputado más votado en el año 1990, con casi medio millón de votos. Río sufre un grave problema de inseguridad y la violencia, combinada con la actuación de grupos paramilitares que controlan el tráfico de drogas en este Estado, causan un malestar constante. Son muchos los casos de asaltos y secuestros. Los policías de Río trabajan bajo condiciones precarizadas, lo cual facilita el envolvimiento de miembros de la corporación en hechos de corrupción y, en muchos casos, en la participación directa con los grupos de narcotraficantes. El discurso enérgico de Bolsonaro de que “bandido bueno es bandido muerto”, y de valoración del trabajo de la Policía para que esta tenga más seguridad y capacitación para proteger a la población, ha sido recibido como una solución para el problema y explica sus éxitos electorales.
El golpe
En la votación que destituyó a la entonces presidente electa Dilma Rousseff, a partir de una maniobra jurídico-política conocida como “pedaladas fiscales”, Brasil pudo conocer a sus parlamentarios. El importante momento histórico que llevó a millones de brasileros y brasileras a poner atención en el espacio político-institucional, después de todos los escándalos de corrupción desvelados por la Operación Lava Jato, reveló el rasgo conservador y retrógrado de la composición del Congreso Nacional.
Los votos de los parlamentarios en nombre de Dios y de la moral cristiana convirtieron la votación en un acto de defensa de los valores de la familia. Muchos de los votos presentaban un tono macartista –contra la izquierda, el comunismo y el PT–. Sin embrago, uno de los votos más simbólicos fue el de Bolsonaro. El diputado empezó la justificación de su voto felicitando a Eduardo Cunha por la conducción del proceso del impeachment, después dijo que la oposición había perdido en 1964 –año en que se inició el período de la dictadura cívico-militar-empresarial en Brasil–, y que habían perdido nuevamente en el año de 2016. Votó contra el PT, contra el comunismo, por la libertad y por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el torturador de Dilma en la época de la dictadura.
El golpe de 2016 fue marcado por una fuerte persecución al PT en todas las esferas. La masiva propaganda mediática y el endurecimiento del discurso anti-corrupción vaciaron el contenido político de los debates que se iban dando en el seno de la sociedad. La identificación de la corrupción como la raíz de todos los males del país se instaló en todas las capas sociales. La selectividad en las investigaciones de la Operación Lava Jato puso al PT en el centro de todas las narrativas que hacían mención a los hechos de corrupción e inseguridad.
Elecciones
Brasil llega a las elecciones de 2018 a través de un proceso golpista validado por todos los sectores, y tiene en la prisión de Lula su más importante expresión de fragilidad del sistema judicial del país. Los intentos de una composición electoral que pudiese dialogar con la sociedad fallaron. Las respuestas a la prisión de Lula por parte del PT fueron fortalecer aún más un representante que nítidamente no iba a disputar las elecciones. El juego con las esperanzas del pueblo tuvieron un efecto inverso al deseado: en lugar de haber una transferencia de votos al candidato elegido para reemplazar a Lula, lo que ocurrió fue una apertura para que Bolsonaro creciera.
Paulatinamente, Jair Bolsonaro, que causaba desconfianza entre la propia derecha, se fue adaptando y surgió como alternativa posible a los sectores empresariales, del agronegocio y del mercado financiero. La deconstrucción de la figura de Bolsonaro como homofóbico, racista y misógino se hace notar en todas sus intervenciones desde del inicio de la campaña electoral. Sin embargo, la manutención del discurso del orden, del progreso y el ataque a la izquierda y al PT con rasgos autoritarios, es un evidente resultado de un análisis cuidado del perfil de la población.
Bolsonaro logra agradar a las personas que encuentran en su figura la validación para sus hechos de violencia, por un lado; y por otro, ofrece la seguridad que busca la población a través de su discurso fuerte, ordenador, de defensa de los buenos contra los malos. Siguiendo la tendencia mundial, el populismo de derecha en Brasil funciona. Asimismo, se vislumbra también un elemento clave que es la negación de la intelectualidad, que se encuentra con el resentimiento de una sociedad empobrecida a la cual siempre le fue negado el acceso a la educación superior.
En el último acto público en defensa de Bolsonaro en la Avenida Paulista, un día después de la segunda protesta #EleNão, manifestantes llevaban carteles con la inscripción “petista bueno es petista muerto”, y el discurso de Bolsonaro tuvo así su contenido amenazante. Con su peculiar forma autoritaria, prometió hacer una limpieza nunca antes vista en la historia del país, que los “rojos” serían presos o echados del mismo. Otra de sus promesas de campaña impulsa que las universidades federales dejen de ser libres y gratuitas.
En la provincia de Ceará, cientos de personas tomaron uno de los barrios nobles de Fortaleza y presentaron una danza organizada en la cual reproducen su conocido símbolo de un arma apuntando hacia arriba. La canción habla de la fuerza de Bolsonaro y hace mención a Lula, Dilma, Temer y a los comunistas diciendo que “el gigante despertó”, el mismo término utilizado en las manifestaciones de las llamadas “Jornadas de Junio” en el año de 2013, que empezaron con una protesta en contra del aumento de los boletos de transporte público y luego fueron cooptadas por fuerzas de derecha con un fuerte apoyo mediático.
</p> <p align="center"><b>Video: </b>Baile en un acto pro-Bolsonaro (#PTNao), en Fortaleza (Ceará)<b> </b></p><p><b>¿Un retorno al ’64?</b> </p><p>Las intervenciones de Bolsonaro son marcadas por una nostalgia de los tiempos de la dictadura militar desde que ingresó en la vida pública. En sus convicciones, la izquierda tiene por objetivo implementar una “dictadura del proletariado” y, para evitar que “el país se convierta en Cuba o Venezuela”, es necesario el retorno de los militares al poder. El planteo de un cambio de réagimen en el país no es solamente retórica, el proyecto de Bolsonaro es nítido y siempre fue conocido.</p> <p>Esta será la octava elección del período llamado Nueva República que empezó en el año 1985 con el fin de la dictadura militar-civil-empresarial (1964-1985). En 1980, hubo un retorno del pluripartidarismo y en 1982 hubo elecciones directas para diputados, senadores y gobernadores. En este nuevo período, fueron electos gobernadores que hacían oposición al gobierno, con destaque de Leonel Brizola en Río de Janeiro y Franco Montoro en Sao Paulo.</p> <p>En 1982, Brasil pasó por una profunda crisis causada por el alza en el precio del petróleo, recurriendo a un préstamo del FMI. Con el aumento de la inflación, un proceso amplio de movilizaciones empezó a tomar forma –incluso de la clase media que antes apoyaba al régimen militar–, el sector empresarial se alejó del gobierno y la izquierda modificó su forma de intervención, pasando a abrirse más al diálogo y adoptando prácticas menos vanguardistas.</p> <p>En este escenario, los gobernadores oposicionistas empezaron a participar de actos con el apelo de retorno de la democracia y por el voto directo para presidente de la república. Surgía el movimiento “Diretas Já”, que involucró no solo a los sectores sindicales y a los movimientos sociales sino también a las capas medias de la sociedad. Asimismo, los medios de comunicación hegemónicos, de a poco, pasaron a apoyar las reivindicaciones del movimiento.</p> <p>Las calles fueron totalmente tomadas por varias manifestaciones: solo en Río de Janeiro y en Sao Paulo las protestas llegaron a reunir dos millones y medio de personas. A cada día, el gobierno iba perdiendo fuerza. La propuesta del movimiento no fue aprobada en el Parlamento, pero abrió el camino para un fortalecimiento de la oposición que ganó el apoyo de parte de la base del gobierno. Fue recién en 1989 que en Brasil se inauguró el proceso de elecciones directas para la presidencia de la república –por medio del voto popular–, cuatro años después del fin del período dictatorial.</p> <p>Brasil hoy, después de 30 años de redemocratización, vuelve a la posibilidad de tener un gobierno autoritario. Tras un gobierno progresista que duró 14 años y terminó siendo derrocado vía golpe, el país cobra una deuda histórica. Y recién en 2012 empezó el proceso de investigación de los crímenes cometidos durante el periodo del régimen militar; la Comisión Nacional de la Verdad concluyó su trabajo dos años más tarde. Las fuerzas de seguridad del Estado aún guardan los mismos <i>modus operandi</i> de la época de la dictadura, nunca fue desmilitarizada. En 2018, a una persona abiertamente neofascista le es permitido ocupar un espacio del poder institucional por casi 30 años y llegar a ser candidato a la presidencia del país.</p> <p>Los tiempos que se avecinan son duros, como muchos otros en nuestra historia, y sin dudas también serán de construcción, de avance de las luchas y de acumulo para lograr cambiar este viejo y claudicante sistema que ya no se sostiene en sus propias contradicciones. Por ello, los sectores en lucha no podrán seguir adelante sin una profunda autocrítica, incluso los más radicalizados. Si por un lado hay una legítima preocupación respecto de lo que puede pasar, por el otro está la confianza en que el pueblo en lucha dará una respuesta a la altura de este momento histórico tan dramático para Brasil y para toda Latinoamérica. Que el Bolsonarismo sea apenas un recuerdo de un triste y breve pasaje de nuestra historia.</p><p><b>Vanessa Dourado es escritora y feminista brasileña, y actualmente vive en Buenos Aires. Es integrante del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), autora del libro “<i>Palavras ressentidas</i>” (Ed. Giostri, 2015) y colaboradora en revistas de Brasil, Portugal y Argentina.</b> </p> Fuente: <a href="https://ombelico.com.ar/2018/10/27/20043/?fbclid=IwAR0IokVGOiTNjLJ-hNlPEXZXpr-jqbLU0XM3LP1FTj_xyyRBdtsiy8rJ3_k">https://ombelico.com.ar/2018/10/27/20043/?fbclid=IwAR0IokVGOiTNjLJ-hNlPEXZXpr-jqbLU0XM3LP1FTj_xyyRBdtsiy8rJ3_k</a> </body> </html>
Video: Baile en un acto pro-Bolsonaro (#PTNao), en Fortaleza (Ceará) 
¿Un retorno al ’64?
Las intervenciones de Bolsonaro son marcadas por una nostalgia de los tiempos de la dictadura militar desde que ingresó en la vida pública. En sus convicciones, la izquierda tiene por objetivo implementar una “dictadura del proletariado” y, para evitar que “el país se convierta en Cuba o Venezuela”, es necesario el retorno de los militares al poder. El planteo de un cambio de réagimen en el país no es solamente retórica, el proyecto de Bolsonaro es nítido y siempre fue conocido.
Esta será la octava elección del período llamado Nueva República que empezó en el año 1985 con el fin de la dictadura militar-civil-empresarial (1964-1985). En 1980, hubo un retorno del pluripartidarismo y en 1982 hubo elecciones directas para diputados, senadores y gobernadores. En este nuevo período, fueron electos gobernadores que hacían oposición al gobierno, con destaque de Leonel Brizola en Río de Janeiro y Franco Montoro en Sao Paulo.
En 1982, Brasil pasó por una profunda crisis causada por el alza en el precio del petróleo, recurriendo a un préstamo del FMI. Con el aumento de la inflación, un proceso amplio de movilizaciones empezó a tomar forma –incluso de la clase media que antes apoyaba al régimen militar–, el sector empresarial se alejó del gobierno y la izquierda modificó su forma de intervención, pasando a abrirse más al diálogo y adoptando prácticas menos vanguardistas.
En este escenario, los gobernadores oposicionistas empezaron a participar de actos con el apelo de retorno de la democracia y por el voto directo para presidente de la república. Surgía el movimiento “Diretas Já”, que involucró no solo a los sectores sindicales y a los movimientos sociales sino también a las capas medias de la sociedad. Asimismo, los medios de comunicación hegemónicos, de a poco, pasaron a apoyar las reivindicaciones del movimiento.
Las calles fueron totalmente tomadas por varias manifestaciones: solo en Río de Janeiro y en Sao Paulo las protestas llegaron a reunir dos millones y medio de personas. A cada día, el gobierno iba perdiendo fuerza. La propuesta del movimiento no fue aprobada en el Parlamento, pero abrió el camino para un fortalecimiento de la oposición que ganó el apoyo de parte de la base del gobierno. Fue recién en 1989 que en Brasil se inauguró el proceso de elecciones directas para la presidencia de la república –por medio del voto popular–, cuatro años después del fin del período dictatorial.
Brasil hoy, después de 30 años de redemocratización, vuelve a la posibilidad de tener un gobierno autoritario. Tras un gobierno progresista que duró 14 años y terminó siendo derrocado vía golpe, el país cobra una deuda histórica. Y recién en 2012 empezó el proceso de investigación de los crímenes cometidos durante el periodo del régimen militar; la Comisión Nacional de la Verdad concluyó su trabajo dos años más tarde. Las fuerzas de seguridad del Estado aún guardan los mismos modus operandi de la época de la dictadura, nunca fue desmilitarizada. En 2018, a una persona abiertamente neofascista le es permitido ocupar un espacio del poder institucional por casi 30 años y llegar a ser candidato a la presidencia del país.
Los tiempos que se avecinan son duros, como muchos otros en nuestra historia, y sin dudas también serán de construcción, de avance de las luchas y de acumulo para lograr cambiar este viejo y claudicante sistema que ya no se sostiene en sus propias contradicciones. Por ello, los sectores en lucha no podrán seguir adelante sin una profunda autocrítica, incluso los más radicalizados. Si por un lado hay una legítima preocupación respecto de lo que puede pasar, por el otro está la confianza en que el pueblo en lucha dará una respuesta a la altura de este momento histórico tan dramático para Brasil y para toda Latinoamérica. Que el Bolsonarismo sea apenas un recuerdo de un triste y breve pasaje de nuestra historia.
Vanessa Dourado es escritora y feminista brasileña, y actualmente vive en Buenos Aires. Es integrante del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), autora del libro “Palavras ressentidas” (Ed. Giostri, 2015) y colaboradora en revistas de Brasil, Portugal y Argentina.
Fuente: https://ombelico.com.ar/2018/10/27/20043/?fbclid=IwAR0IokVGOiTNjLJ-hNlPEXZXpr-jqbLU0XM3LP1FTj_xyyRBdtsiy8rJ3_k

La tristeza no es solo Brasilera


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La tristeza no es solo Brasilera





Bolsonaro le habló al país desde su casa, acompañado de una traductora para sordomudos. Imagen: Pati-Joh
Desde Porto Alegre
A las 7 de la tarde la televisión mostró el habitual videograph de Urgente. A esa hora, Jair Bolsonaro ya sepultaba los sueños de garantías democráticas para las minorías brasileñas con un triunfo arrollador. El nuevo presidente del gigante de América Latina encarna desde hoy la nueva mayoría que explica con creces el 55,1 por ciento que sacó en la segunda vuelta. Fernando Haddad, el candidato del PT, llegó al 44,90 % escrutado el 100 por ciento de las urnas electrónicas. La ola ultraderechista cabalgada desde su cresta por un militar racista y reivindicador de la última dictadura invadió las costas de Río de Janeiro convirtiendo a la ciudad en una postal difícil de creer, ahí donde reina el carnaval. El mandatario electo le habló al país desde su casa, acompañado por su esposa Michelle y una traductora para sordomudos. Dijo: “Lo que ocurrió en las urnas no fue la victoria de un partido más, es la celebración de un país por la libertad”. Abajo, junto al mar, la glamorosa Barra da Tijuca se vestía de fiesta para celebrar la victoria de “Mito”, el hombre que asumirá su cargo el 1º de enero de 2019 en un país de 208 millones de habitantes. El presidente electo cosechó el apoyo de 57.795.271 de electores contra los 47.035.345 que votaron al profesor universitario que llegó al ballotage corriendo siempre desde atrás.
Dos horas después del cierre de los comicios en las principales ciudades del país, ya estaba el resultado puesto. Brasil tiene cuatro husos horarios distintos y en el nordeste los resultados de la votación se conocieron más tarde. No hubo suspenso, ni siquiera la posibilidad de un desenlace reñido que habían disparado como posibilidad algunas encuestas de los días previos con Haddad acercándose al militar. Conocida su derrota, el candidato del PT dijo palabras de contención para la militancia de su partido: “Vamos a seguir continuando con la caminata y reconectándonos con los pobres de este país. Cuenten con nosotros, la vida está hecha de coraje”.
Brasil, más allá de sus fronteras, se identifica ahora con la cara de un dirigente político misógino y xenófobo, que no parece creíble en su moderación impostada de estas horas. Pero se legitimó en los comicios, y si cumple con la mitad de sus frases de campaña, llevará al país más grande de América Latina por un camino oscurantista, de imprevisibles consecuencias. Desde 1945 que un militar no llegaba al gobierno por la vía democrática. El último fue Eurico Dutra. El candidato del PSL (Partido Social Liberal) será el presidente 42º y el octavo desde el fin de la larga dictadura militar (1964-1985). Bolsonaro consiguió superar en el ballottage sus números de la primera vuelta, como era previsible. Mejoró de manera ostensible su performance con nueve puntos porcentuales más y pasó del 46 % del primer turno al 55,1. Haddad también elevó sus guarismos del 29 por ciento al 44,90. Pero esos números ni siquiera le permitieron discutirle la elección al candidato vencedor.
En su discurso como flamante presidente electo, Bolsonaro dejó frases que resumen su ideario, entre ultramontano y provocador. El nuevo hombre fuerte de Brasil declaró: “Nunca estuve solo, siempre sentí la presencia de Dios y la fuerza del pueblo brasileño” y siguió con sus frases litúrgicas, como si estuviera en un templo: “Este gobierno será un defensor de la constitución, de la democracia y de la libertad. Esta es una promesa no de un partido, no es la palabra de un hombre, es un juramento a Dios”.
Por varios pasajes, en ésas, sus primeras frases como ganador de la elección más importante de la historia reciente del país, Bolsonaro pareció mutar del candidato en campaña que restringiría los derechos de las minorías al presidente electo de la concordia y la tolerancia como bien supremo. “La libertad es un principio fundamental, libertad de ir y venir, andar por las calles en todos los lugares de este país. La libertad de emprender, la libertad política y religiosa, de formar y tener opinión, de hacer elecciones y ser respetado por ellas”.
Tampoco parecieron creíbles sus palabras que procuran concordia: “No hay brasileños del sur o del norte, somos todos un solo país, somos todos una sola nación, una nación democrática”. Después de mostrarse acompañado por su esposa en las palabras iniciales desde su casa, apareció en público con el frustrado candidato a senador Magno Malta que lo tomó de las manos y lo invitó a compartir una oración. El personaje, poseído como si fuera un pastor evangélico de las iglesias electrónicas, dejó algunas frases de antología que hicieron emocionar al nuevo mandatario. “Los tentáculos de la izquierda no serán arrancados sin la mano de Dios, comencemos orando”, invitó. La escena la completaban otros colaboradores y seguidores de Bolsonaro como el actor porno Alexandre Frota y el probable ministro Ónix Lorenzoni, un político derechista de Río Grande do Sul.
El capitán retirado del ejército y hasta hoy diputado federal no fue el único ganador de su partido. Los dos militares y un empresario candidatos a gobernadores del PSL que alcanzaron la segunda vuelta, también triunfaron en los estados donde se presentaron. El llamado comandante Moisés se impuso en Santa Catarina con un contundente 71 por ciento de los votos. Otro uniformado, el coronel Marcos Rocha, venció en Rondonia con el 66,3 % y en Roraima la victoria fue para Antonio Denarium, un hacendado ganadero con el 53,8 %.
Había en juego trece gobernaciones más el distrito federal de Brasilia. En los tres más importantes del país, San Pablo, Minas Gerais y Río de Janeiro, se impusieron candidatos de derecha que acompañaron la postulación presidencial de Bolsonaro. En el distrito más poblado del país, el empresario paulista Joao Doria ganó con el 51,7 de los votos y retuvo un bastión histórico del PSDB. En Río el éxito fue para Wilson Witzel (por el 59,9 %) del Partido Social Cristiano (PSC), un ex infante de marina y ex juez que surfeó sobre la ola militarizada que guió a Bolsonaro hacia el Planalto. Una joven fuerza de derecha, el Partido Novo, se impuso en Minas Gerais con el empresario Romeu Zema por el astronómico porcentaje del 71 %, en el mismo distrito donde la ex presidenta Dilma Rousseff salió cuarta y no pudo lograr la senaduría a la que aspiraba.
El mapa político de Brasil tuvo un fuerte corrimiento hacia la derecha más rancia, en su formulación militar, empresaria y evangélica. Una combinación que se expresó durante toda la campaña con altos picos de fundamentalismo. Como si hubiera regresado al país más poderoso de América Latina, la vieja alianza entre la cruz y la espada. Bajo la bendición del capital financiero y el Departamento de Estado de EE.UU, con su arsenal tecnológico volcado a las redes sociales y las iglesias de pastores grandilocuentes dispuestos a realizar una nueva cruzada de la fe.
gveiga@pagina12.com.ar
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/151755-la-tristeza-no-es-solo-brasilera