México rema a contracorriente. Mientras en América Latina los
países se han alejado de un modelo económico con una clara tendencia
hacia la izquierda, los mexicanos experimentarán por primera vez un
cambio de régimen político.
“Una transición tan importante como la que estamos viviendo
requiere no solamente de una madurez económica y política, también de un
gobierno sólido para poder hacer frente al desajuste que ocurrirá en
las instituciones”
- Arlene Ramírez-Uresti
Internacionalista del Tec de Monterrey, campus Toluca
Sin embargo, la doctora en relaciones internacionales opina que esto
es parte del proceso y no significa que ocurrirá una crisis, aunque
reconoce que será difícil que el próximo presidente pueda hacer que
ocurra un cambio muy drástico como el que esperan los simpatizantes de
la izquierda, ya que México cuenta con importantes tratados y acuerdos
internacionales que debe respetar.
Por ahora, existen ciertos temores sobre si un modelo económico de
izquierda moderada en México puede llegar a ser exitoso cuando el
fantasma del fracaso acecha a América Latina.
Si bien los expresidentes de la región cumplieron con sus promesas,
en la mayoría de los casos la izquierda quedó manchada por escándalos de
corrupción, situación que llevó al centro derecha y a la derecha a
tomar de nueva cuenta el poder.
El virtual presidente electo ha hecho de conocimiento público una
serie de propuestas económicas que buscan mejorar la calidad de vida de
los mexicanos: reactivar el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB)
nacional y aplicar una política de cero endeudamiento.
Aunque el plan ha sido recibido de manera positiva por ciertos
sectores de la población, hay otros que advierten de los riesgos de
girar el timón hacia otra dirección, ya que el cambio del modelo
económico es un golpe fuerte para cualquier país.
El efecto inmediato es la incertidumbre en los mercados, la cual
provoca inestabilidad financiera, además de que para implementar un
nuevo modelo también es necesario hacer una reestructura del sistema
fiscal, internacional y político.
Al respecto, Juan Pablo Galicia, analista político, considera que el
virtual presidente electo debe mantener una postura moderada, pues es
difícil que en un sexenio se cambie por completo un sistema.
Para implementar un nuevo modelo económico es necesario hacer una reestructura del sistema fiscal, internacional y político
“El próximo gobierno no puede ser tan radical en su giro hacia la
izquierda porque la economía de México depende de Estados Unidos, aunque
sí puede conseguir victorias al contar con el apoyo de algunos sectores
clave, como la cúpula empresarial”, comparte el también académico de la
Universidad Modelo.
Auge y caída de la izquierda en América Latina
Brasil vivió una época de gloria bajo los dos gobiernos del
expresidente Lula da Silva. Las cifras no mienten: cuatro de cada cinco
brasileños apoyaban su política y modelo económico de izquierda.
Incluso su popularidad superó a la del Partido de los Trabajadores
(PT; en portugués Partido dos Trabalhadores) del cual era miembro y,pese
a su condena por corrupción, el ‘Lulismo’ pasará a la historia como uno
de los mejores periodos para la mayor economía de América Latina.
Durante sus mandatos (2003- 2010) más de 30 millones de personas
salieron de la pobreza y se sumaron a la economía de mercado, de acuerdo
con cifras del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
Los programas sociales que impulsó durante los años de su gobierno
hicieron que el nivel de vida de los brasileños mejorara, al grado de
que la oposición reconoció los beneficios de estos esfuerzos que
llegaron a todos los rincones del país.
Otro de los logros del modelo de Lula da Silva fue el crecimiento
económico sin precedentes que se registró durante los años que fue
presidente.
En promedio, Brasil creció a una tasa de 4.1 por ciento anual y al
cierre de 2010, año en que terminó su mandato, el PIB aumentó 7.6 por
ciento.
En el caso de Argentina, el fallecido ex presidente Néstor Kirchner
rompió con los esquemas al instaurar un nuevo modelo económico basado en
la confrontación con los organismos crediticios mundiales como el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y la reducción de la deuda pública.
De 2003 a 2012, periodo que contempla todo el mandato de Néstor y una
parte del primero de su esposa Cristina Kirchner, el PIB de Argentina
creció en promedio anual 7.2 por ciento, según el Instituto Nacional de
Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC).
Uno de los mayores logros del ‘Kirchnerismo’ fue que en 2006
se liquidó la deuda contraída con el FMI al realizar un pago por 9 mil
500 millones de dólares
Para ello utilizó las reservas del Banco Central de la República
Argentina (BCRA) e implementó una política de acumulación de divisas
para no recurrir al mercado externo de crédito y, en caso de ser
necesario, utilizarlas con el compromiso de que sería a favor de la
nación.
En 2003, la deuda pública respecto a la proporción del PIB argentino
era de 139 por ciento, una vez que se comenzó el proceso de
desendeudamiento, el monto disminuyó a 37 por ciento.
De igual forma, la deuda pública externa pasó de 81.7 por ciento del PIB en 2003, a 15.2 por ciento en 2012.
Colombia es otro claro ejemplo del éxito en la implementación de un
modelo de izquierda. Con la llegada al poder de Juan Manuel Santos en
2010 comenzó el rescate de una economía que se enfrentaba a importantes
retos como el cierre del comercio con Venezuela, una desaceleración de
su PIB y una tasa de informalidad de 58 por ciento.
El presidente, que está por concluir su segundo mandato, puso en
marcha un plan basado en el impulso de sectores prioritarios para
convertirlos en sus cinco ‘locomotoras’, con el propósito de crear 2.4
millones de empleos durante su primera administración y sacar de la
informalidad a 500 mil trabajadores.
Todo esto con el objetivo de reducir el desempleo por debajo del 9 por ciento en 2014 y hasta 6 por ciento para 2020.
Las ‘locomotoras’ que le permitieron al PIB crecer a una tasa anual
de 10 por ciento, entre 2010 y 2014, fueron: infraestructura, vivienda,
agricultura, innovación y minería. La selección de estos sectores buscó
impulsar a otros ‘vagones’ relacionados con bienes, servicios, salud,
educación y turismo, entre otros.
Para su segundo periodo como presidente, Juan Manuel Santos dejó de
lado las ‘locomotoras’, para desarrollar una estrategia nacional de
competitividad e infraestructura. Además, se enfocó en lograr el Acuerdo
de Paz con las FARC y el acceso de Colombia a la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) después de siete años de
negociaciones.
Por otro lado, Chile también fue parte de los países de la región que
apostaron por un gobierno de izquierda al llevar a la presidencia a
Ricardo Lagos de 2000 a 2006.
El mandatario culminó su gestión con un nivel de aprobación de 60 por ciento, una cifra sin precedentes en el país.
Con la caída del precio del cobre, en 2000, el país sudamericano se
contrajo hasta un 2 por ciento, luego de décadas de experimentar un
crecimiento por encima del 5 por ciento.
El plan económico de Lagos permitió la reactivación del PIB nacional a
una tasa promedio de 3.8 por ciento anual, gracias al aumento de la
inversión en infraestructura.
Con la victoria de Michelle Bachelet en 2006 y posterior reelección
en 2014, se dio continuidad al modelo económico de izquierda en Chile.
Su primer periodo lo culminó con una aprobación de 80 por ciento, sin
embargo, para el segundo cayó entre 20 y 25 por ciento, a causa de los
escándalos por corrupción.
Si algo caracterizó el segundo gobierno de la presidenta fue su
paquete de reformas económicas, sociales y políticas cuyo objetivo era
acortar la brecha de desigualdad entre ricos y pobres.
En el caso de Paraguay, el expresidente Fernando Lugo llevó a la
economía a crecer a una tasa promedio anual de 3.85 por ciento y en 2010
se convirtió en el país con el mayor crecimiento en la región al
registrar una aceleración sin precedentes de 14.5 por ciento, apoyado
por los niveles récord de exportación de carne y cereales.
Durante 2011, los ingresos tributarios se incrementaron 15.8 por
ciento en contraste con un año previo, de acuerdo con la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), gracias a una mayor
recaudación del Impuesto Sobre la Renta (ISR).
Asimismo, el Índice General de Sueldos y Salarios registró un alza de
8.7 por ciento al cierre de 2011, en tanto que el mayor crecimiento
correspondió al sector de comercio, con 11.5 por ciento, y de
intermediación financiera, con 10.3 por ciento.
El mandatario estuvo al frente del gobierno paraguayo de 2008 a 2012,
luego de derrocar al Partido Colorado, que gobernó durante 61 años.
En su momento, esta clase de modelos económicos llevaron a los países
latinoamericanos a probar las mieles del crecimiento y del auge, sin
embargo, tras más de una década de gobiernos con una ideología más
inclinada hacia la izquierda, América Latina cambió de rumbo cuando los
electores decidieron que la centro-derecha y la derecha regresaran al
poder.
Mientras que en la izquierda se posicionó una sombra luego de que
varios de los expresidentes fueron destituidos por mal desempeño de sus
funciones o acusados por escándalos de corrupción.
Roberto Zepeda Martínez,especialista en relaciones internacionales de
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), plantea que las
izquierdas, no sólo de Latinoamérica, sino de todo el mundo tienen un
reto en común.
Países como Brasil, Chile y Argentina apostaron por gobiernos
de izquierda, sin embargo, ante los escándalos de corrupción que
protagonizaron, han optado por regresar a modelos más conservadores
“El problema es que cuando se quieren implementar, los presidentes
olvidan que las naciones ya están circunscritas en un modelo de libre
comercio y en una economía global”.
¿AMLO, el Lula mexicano?
La región de América Latina comparte más que un idioma, una historia y
raíces comunes. No por nada, Simón Bolívar soñaba con formar un sólo
bloque de México a la Patagonia: el Panamericanismo.
En la ideología también se ve reflejada esta hermandad con el modelo
económico de izquierda, el cual se aplicó en diferentes naciones de
Latinoamérica.
Durante las campañas electorales en México se comparó a
Andrés Manuel López Obrador con Nicolás Maduro, sin embargo, por las
diferencias tanto económicas como políticas entre ambos países, expertos
señalan que la comparación debió ser, en dado caso, con Lula da Silva
Sin embargo, la izquierda no siempre ha sido bien recibida Desde
1988, los gobiernos de México han impulsado programas que prometen
combatir la pobreza pero que han mostrado pocos resultados por todos.
Durante las campañas electorales que se vivieron este año en México, se
trató de implementar la fórmula del miedo en la que se comparaba a
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con el presidente de Venezuela,
Nicolás Maduro, cuyo gobierno ha sido responsabilizado por la actual
situación económica por la que pasa el país sudamericano.
No obstante, el perfil de López Obrador coincide más con el del
expresidente brasileño Lula da Silva, asegura Roberto Zepeda,
especialista en relaciones internacionales de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).
“La comparación de AMLO con Maduro no es buena, debido a las
diferencias económicas que existen con ambas naciones, siendo la
mexicana más grande y diversificada, mientras que la venezolana se
concentra específicamente en el petróleo. Si se tuviera que comparar al
tabasqueño con algún presidente de la región el más indicado sería Lula
da Silva de Brasil”
- Roberto Zepeda
Especialista en relaciones internacionales de la UNAM
El también investigador del Centro de Investigaciones sobre América
del Norte (CISAN) expone que, además de las coincidencias en la magnitud
de sus territorios y economías, otro rasgo que también comparten México
y Brasil es la visión hacia programas sociales y que están inmersos en
una economía global.
“México está inmerso desde la década de los ochenta en una economía
que agrupa a diversas naciones, situación que no cambiará por la llegada
de un presidente u otro. Lo que si se planea cambiar son las políticas
sociales enfocadas en los adultos mayores, personas con discapacidad,
pero sobre todo en los jóvenes, programas ya existentes en el país pero
mal aplicados y que, sin duda, serán parecidos a los aplicados en
Brasil”, manifiesta Roberto Zepeda.
Cabe señalar que durante los gobiernos de Hugo Chávez y lo que va del
de Nicolás Maduro la economía venezolana se contrajo de forma
considerable.
Se estima que durante este año el PIB del país se contraiga 15 por
ciento. El año pasado el indicador se redujo 14 por ciento, luego de que
en 2016 se desaceleró 16.5 por ciento, según datos del Fondo Monetario
International (FMI).
Algunos rasgos que comparten México y Brasil son la visión hacia programas sociales y que están inmersos en una economía global
Esto significa que en cinco años, el PIB de la nación se contrajo 50
por ciento, con una inflación que superó 2 mil 400 por ciento durante
2017 y se espera que ronde 13 mil por ciento este año.
Programas sociales sin efecto
Desde 1988, los gobiernos de México han impulsado programas que
prometen combatir la pobreza, pero han mostrado pocos resultados.
El primero fue Solidaridad, de la mano de Carlos Salinas de Gortari,
el cual tenía como objetivo combatir los niveles de pobreza en pueblos
indígenas, campesinos y en zonas marginales de las regiones urbanas.
Pero al final de su sexenio, en 1994, el Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) registró un
porcentaje de pobreza patrimonial (insuficiencia del ingreso disponible
para adquirir la canasta alimentaria, así como realizar los gastos
necesarios en salud, vestido, vivienda, entre otros) del 52.4 por
ciento.
Con Ernesto Zedillo, el nombre del programa cambió a Progresa, el
cual terminó con un ligero incremento de pobreza en contraste con el
sexenio pasado, al alcanzar a 53.6 por ciento de la población.
Con el nuevo milenio llegó la alternancia política con Vicente Fox y
también el cambio en el nombre de plan de desarrollo: Oportunidades, el
cual logró reducir 10 puntos porcentuales la pobreza en seis años al
ubicarla en 42.9 por ciento.
Con Felipe Calderón al programa Oportunidades se le dio continuidad,
aunque el porcentaje de personas de escasos recursos creció y llegó a
52.3 al finalizar su gestión en 2012.
En el caso de Enrique Peña Nieto, su gobierno implementó el programa
Prospera, en el que se invierten de forma anual 73 millones de pesos y,
según los últimos datos del Coneval, el nivel de pobreza se ubica en un
rango similar al del sexenio anterior.
México debe actuar solo
En la década de los 90 y en los primeros años de los 2000 se
acostumbró que los gobiernos de izquierda en América Latina se
refugiaban con sus pares para poder mantener un comercio en la región.
Sin embargo, después de que sacaron a las izquierdas por la vía del
voto y otros procedimientos, México será uno de los pocos países con
esta clase de modelo económico.
En este sentido, Juan Pablo Galicia, analista político, advierte que
si Andrés Manuel López Obrador, en su intento por convertir al país en
una democracia de izquierda moderada, intenta ayudar a otros gobiernos
en Latinoamérica, como Venezuela, puede salir mal librado, porque en la
región esta corriente ha perdido fuerza, sobre todo, el proyecto
bolivariano.
El país del águila y la serpiente será uno de los pocos en
Latinoamérica que contará con un modelo económico con un enfoque de
izquierda debido a que esta tendencia ha ido perdiendo mucha fuerza en
la región en los últimos años
No obstante,si la visión del virtual presidente está encaminada a
construir una socialdemocracia que se complementa con el libre mercado,
programas sociales y va de la mano de una política de no intervención se
puede augurar el éxito de su gobierno.
“Su administración será exitosa si no compra problemas ajenos con
otros países. Además de que tendría a los grandes capitales contentos,
al tiempo de seguir manteniendo la política social que prometió durante
su campaña”, añade Galicia.
Es importante destacar que antes de Andrés Manuel López Obrador, en
México ya hubo otros gobiernos con una inclinación hacia la izquierda y
que fueron encabezados por presidentes miembros del Partido
Revolucionario Institucional (PRI). Uno de ellos, el caso más
emblemático, es Lázaro Cárdenas.
El gobierno del virtual presidente de México propone una
mejor distribución de la riqueza y disminuir la desigualdad en los
ingresos para los trabajadores del país
Pero los analistas consultados advierten que no existen detalles
suficientes sobre cómo actuará el exjefe de gobierno de la Ciudad de
México para concretar sus propuestas.
Al menos por ahora no existe un plan que sustente cómo será que por
medio del combate a la corrupción se podrá ahorrar lo suficiente para
poner en marcha los programas sociales que apoyarán a los jóvenes y a
las personas de la tercera edad”, comparte Roberto Zepeda, especialista
en relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM).
Otra de las propuestas que maneja el político tabasqueño es el
fortalecimiento del mercado interno, para lograrlo, tendrá que elevar
los salarios para que, de esta forma, las personas tengan una mayor
capacidad de compra.
Zepeda explica que para lograr este compromiso, la próxima
administración tendrá que trabajar muy de cerca con los empresarios y
con las cámaras que los representan.
Antes de Obrador ya hubo otros gobiernos con una inclinación de izquierda como el de Cárdenas
Arlene Ramírez-Uresti, internacionalista del Tec de Monterrey, campus
Toluca, plantea que una de las ventajas que tiene México frente a sus
pares de América Latina es que el país no ha tenido un conflicto armado
desde 1921, esto habla que ha habido un avance progresivo en las
instituciones y que este cambio hacia la izquierda no será
necesariamente para favorecer a la ideología política, sino que es un
fenómeno que se generó como resultado del hartazgo y rebelión contra el
actual sistema.
“En las elecciones pasadas no ganó un partido, fue un movimiento
social. No hay que tenerle miedo a la izquierda, debemos entender que
los gobiernos pueden tener un corte con esa ideología, pero deben ser
moderados bajo el esquema que marca la Constitución y las leyes
nacionales e internacionales que existen para salvaguardar a las
instituciones”.