lunes, 13 de agosto de 2018

Nueva conquista de África y “crisis migratoria” en Europa


rebelion.org

Nueva conquista de África y “crisis migratoria” en Europa

 

 



La crisis migratoria golpea a Europa desde hace algunos meses cuando la inmigración está en sus mínimos históricos. Para mejor comprender esta paradoja, voy a analizar el asunto mirando primero a África, luego a Europa y finalmente las interacciones que resultan de todo ello.
En África
Está en marcha una avalancha hacia África, bajo la forma de una irrupción neocolonial sobre los recursos minerales, energéticos, territoriales, marinos, solares, eólicos y humanos del África del Norte y subsahariana.
Un nuevo imponente saqueo, pero con importantes diferencias en relación a lo que ocurría en tiempos de la Conferencia de Berlín de 1884-1885 1/ :
1º. Esta vez el asalto es global, porque África es el continente más prometedor para el capital global. Lo que está en juego aquí es algo de primera importancia. En primer lugar, se trata de realizar un excedente de acumulación del capital que parece cada vez más difícil obtener en otras partes. Por otra parte, ¿no es África la única parte del mundo en la que tanto la población como el potencial de mano de obra continúan creciendo a un ritmo rápido 2/ ? Los depredadores no son únicamente los tradicionales bandidos europeos, sino también las multinacionales estadounidenses (las más importantes inversiones en términos de stock de capital, provienen de los Estados Unidos 3/ , los bancos y empresas chinas, sauditas, emiratíes, indias y turcas. Las inversiones directas en el extranjero (IDE) hacia África han crecido de 10.000 millones de dólares en 2000 a más de 55.000 millones en 2015, haciendo de este continente el segundo destino mundial de IDE inmediatamente después de la región Asia-Pacífico.
2º. Sentados a la mesa del festín encontramos incluso a las burguesías árabes y negras, otras veces prácticamente inexistentes, que capitalizan (en parte) en su favor el ciclo de las revoluciones y de las luchas anticoloniales expropiando, al hacerlo, a las clases trabajadores que han llevado a cabo esas luchas en primera persona.
3º. En el contexto actual de gran desorden internacional, salido de la crisis del orden mundial post-Segunda Guerra Mundial y del hundimiento del “socialismo realmente existente” [según la fórmula elaborada en RDA], no se trata en absoluto de un nuevo reparto del pastel africano ni de ningún acuerdo pacífico de este tipo entre buitres. Esto es una circunstancia que hace el asalto de las potencias civilizadoras aún más brutal, si es aún posible, que el de finales del siglo XIX.
4º. Los instrumentos del asalto neocolonial contra África se han vuelto más sofisticados y más diversificados. Mediante la multiplicación de la presencia militar estatal y privada, de bases militares, de consejeros y de servicios secretos, en el continente y sus márgenes. Mediante las guerras desencadenadas por Occidente y las guerras civiles o de secesión en las que los imperialismos, incluyendo el italiano, están implicados en gran medida. Pero también y sobre todo mediante otras formas de implicación:
- el estrangulamiento debido a la deuda externa, de 13.000 millones de dólares en 1973 a 450.000 millones hoy, para los estados subsaharianos;
- el land grabbing [acaparamiento de tierras] en África -que equivale a cerca del 50% de las tierras acaparadas en todo el mundo- para una superficie superior a 21 millones de hectáreas (de 41 millones de total mundial) 4/
- la transformación de la agricultura africana, bajo la dominación del agrobusiness, en una agricultura de exportación, que no responde a las necesidades alimentarias de las poblaciones locales: monocultivos intensivos impuestos a varios países para la producción de biocarburantes, de madera, etc;
- la venta a pérdida, en los mercados africanos, de productos agrícolas estadounidenses o europeos subvencionados, poniendo fuera de juego a los productos de la agricultura local;
- la rapiña de las riquezas piscícolas costeras;
- la trata de mujeres, cuyas cadenas de mando y “consumidores finales” están en Europa y en los demás países más ricos;
- el bran drain [literalmente pillaje de cerebros, de calificaciones 5/ ] de la gente africana más cualificada, profesionales de la medicina ante todo, denunciado hace ya veinte años por Coutrot y Husson 6/ ;
Sin hablar aquí del tradicional saqueo de materias primas, habiendo sido sustituidos el caucho y el oro por el petróleo, el gas, el coltán, los metales raros de los que África rebosa literalmente, en ciertos casos de forma casi monopolística. A lo que hay que añadir los efectos indirectos, sobre todo el continente, del hiperdesarrollo capitalista mundializado, la desertificación, la sequía y las hambrunas, productos del cambio climático, que África ha sufrido más que cualquier otra parte del globo.
Este conjunto de procesos interactúan y acaban por conducir a un movimiento migratorio interno en África, en rápido crecimiento. La deserción progresiva de los campos está en curso, paralelamente a la ruina de la agricultura de subsistencia, que alimenta sin embargo aún a un tercio de las y los habitantes del continente, y al nacimiento de megapolis incluso de ciudades-región (Lagos cuenta con 23 millones de habitantes) y de un gran número de centros urbanos 7/ . Apenas hace 10 años, la gran mayoría de los movimientos migratorios de África se desarrollaban en el interior del continente. Los que iban hacia Europa estaban en crecimiento pero seguían siendo modestos, comparados a los movimientos intracontinentales 8/ . La emigración africana hacia Europa provenía aún en su mayoría de África del Norte, la salida de los países subsaharianos estaba aún limitada y era cosa de personas que tenían un nivel de formación medio o elevado 9/ .
Desde hace una quincena de años, las cosas han cambiado verdaderamente. Los procesos de urbanización, ligados al desarrollo y a la modernización capitalistas de las economías y de las sociedades subsaharianas se han acelerado. Al mismo tiempo las fronteras entre Estados africanos, anteriormente bastante porosas, se han vuelto menos permeables. Y tendencias nacionalistas, cuando no racistas, se han afirmado contra las migraciones provenientes de otros países del continente (los pogromos sanguinarios que han estallado estos últimos años en África del Sur constituyen un caso extremo) Son además decenas de millones de migrantes quienes no encuentran salida profesional en las ciudades, al no haber seguido el paso el proceso de industrialización al crecimiento demográfico 10/ . Nada que ver con la fuerte industrialización china, que ha afectado a toda la China costera de las zonas especiales y que ha podido absorber a unos 200 millones de migrantes internos en una treintena de años.
Al hacerse el éxodo rural cada vez más poderoso, ha acabado por golpear a las capas sociales menos escolarizadas, incluso analfabetas, tanto más duramente en cuanto que los planes de ajuste del FMI (Fondo Monetario Internacional) y del BM (Banco Mundial) han destruido la formación superior en varios países y han golpeado en todos a la instrucción primaria. Al parecerse cada vez más la emigración intraafricana a una carrera de obstáculos, los movimientos migratorios se han vuelto más hacia Europa, América del Norte, el Golfo Pérsico (entrando aquí en competencia con las inmigraciones asiáticas) e incluso hacia Asia.
El acceso al continente europeo se ha vuelto simultáneamente más difícil, debido a las políticas restrictivas, selectivas y represivas puestas en pie por la Unión Europea (UE), incluso por las potencias excoloniales como Francia y el Reino Unido 11/ . Como innumerables testimonios de jóvenes hombres y mujeres que vienen de África demuestran, están dispuestos y dispuestas a todo para poner los pies en el suelo europeo, llevando a cabo periplos que pueden durar años, por la simple razón de que no tienen alternativa 12/ . Recorridos dramáticos y a menudo trágicos, si se considera que durante los 15 últimos años el Mediterráneo se ha convertido en la fosa común de al menos 30.000 personas migrantes provenientes de África, el recorrido migratorio más peligroso del mundo.
En Europa (en las altas esferas)
Mientras que en África la presión migratoria alcanza máximos, en Europa estamos en el punto más alto de la hostilidad de los Estados, de las administraciones públicas y las privadas hacia las personas refugiadas y migrantes que llegan de África. ¡Estamos ante una invasión de gente africana! ¡Debemos pararles en África!. El eslogan del jefe más importante de la Liga 13/ , Matteo Salvini, convertido en ministro del Interior en Italia, tiene un fuerte eco en Europa del Este, en Austria, pero también en los países cuyos gobierno se desmarcan de su violencia verbal.
Es, a fin de cuentas, la materialización del efecto bola de nieve. En efecto, el ascenso de los discursos públicos contra las personas inmigrantes es algo que viene de hace decenios en Europa. Ya al comienzo de los años 1970 el FN (Frente Nacional) de Jean-Marie Le Pen lanzó hábilmente la consigna de “Alto a la inmigración salvaje”. Luego, en los años 1980 y 1990, las temáticas viscosas del racismo diferencialista 14/ fueron apareciendo, lenta pero inexorablemente. Primero en las universidades, de ahí un poco a todas partes, anticipando y legitimando las prácticas estigmatizantes y discriminatorias en boga actualmente. En el umbral del nuevo siglo, la guerra sin fin contra el terrorismo, que estalló tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, tomó la forma de una cruzada obsesiva contra las poblaciones de orígenes islámicos en Europa. Lo que no es extraño, entre otras cosas, a la masacre de Oslo, el 22 de julio de 2011, perpetrado por el autodenominado fundamentalista ario-cristiano Anders Behring Breivik. A partir de ahí y más allá de las declaraciones de fachada, el racismo institucional contra las personas migrantes, hecho de leyes, circulares, prácticas discriminatorias y controles, se ha exacerbado. Y las fuerzas de la nueva derecha, que han sido sus promotoras, ha abandonado progresivamente su posición minoritaria, incluso residual, llegando incluso al gobierno en Noruega, Hungría, Polonia, Austria y, últimamente, Italia. Han rozado este objetivo en Francia y han logrado poner en el centro de los debates públicos de Reino Unido, Alemania y Países Bajos, la necesidad de una política agresiva y restrictiva hacia las personas migrantes.
Como ha subrayado Liz Fekete, en su obra Europe´s Fault Lines: Racism and the Rise of the Right (ediciones Verso, 2018), esta marcha triunfal de las derechas europeas xenófobas y racistas ha sido facilitada, de formas diversas, por los aparatos represivos públicos y privados y por el sistema de medios de comunicación social en manos del gran capital. La complicidad entre las fuerzas que se jactan de ser anti sistema y los círculos capitalistas más poderosos no tiene nada de sorprendente, si nos referimos a las fuerzas particulares que, localmente, apoyaron y facilitaron la ascensión del nazi-fascismo en los años 1920 y 1930 del siglo pasado.
Lo mismo ocurre con el efecto bola de nieve mencionado más arriba; si explica ciertas cosas, no podría constituir la respuesta a una pregunta de gran importancia: ¿cuáles son las razones de fondo de la irresistible agravación de las medidas tomadas, tanto en Italia como en toda la Unión Europea, contra las personas migrantes provenientes del continente africano? Y esto tres años después de la apertura de las fronteras alemanas a más de un millón de personas refugiadas y demandantes de asilo (además) sirias.
La primera de estas razones reside en el hecho de que existe ya, en Europa, un un ejército de reserva pletórico 15/ , que quita toda necesidad de llegada masiva de personas inmigrantes contrariamente a lo que ocurría en los años 1990 y durante el primer decenio de este siglo. En efecto, desde hace una decena de años, la Unión Europea realiza una tasa de acumulación del capital muy reducida en relación a sus principales competidores (China y Estados Unidos). A golpe de contrarreformas del mercado de trabajo, la UE ha creado un vasto contingente de trabajadores y trabajadoras ultraprecarios y subremunerados, inmigrantes y autóctonos, de quienes las empresas pueden servirse a su guisa.
La segunda razón es que la inmigración actual proveniente del África negra, a diferencia de la de los decenios pasados, está constituida en su mayor parte de una fuerza de trabajo poco escolarizada, como ha declarado explícitamente Manfred Weber, jefe del grupo del Partido Popular europeo en el Parlamento europeo de Estrasburgo: “Las y los migrantes africanos no tienen las competencias profesionales necesarias para países como Alemania y los Países Bajos; su formación sería demasiado onerosa para Europa”. Mientras que, para países como Italia o España, pueden servir en el campo y las actividades de peón, a 2-3 euros la hora, pero en menor medida que en el pasado reciente.
La tercera razón, y la más fundamental, es que la pretendida invasión de personas africanas constituye un excelente pretexto para militarizar el Mediterráneo (¡Fuera las ONG! Solo deben estar las embarcaciones militares). Siendo el objetivo dejar la vía libre al secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, dispuesto a reforzar las patrullas en al área mediterránea, dispuesto a enviar tropas a Libia y otras partes, a crear una red de campos de concentración en Libia, Níger, Malí, etc., destinada a detener a las personas migrantes y a filtrar a las “verdaderas” personas que requieren asilo, a instalar en África del Norte (luego cada vez más lejos…) contingentes militares italianos, europeos, de la OTAN, lo que permitiría llegado el caso estar presente de forma más sólida en el terreno africano frente sus competidores chinos y otros.
Pero estoy convencido de que, en las altas esferas de la UE, se desarrolla una reflexión paralela desde hace años, sobre otro aspecto de la cuestión. En primer lugar sobre Egipto y Túnez alrededor de 2011-12 y luego, del Norte al Sur y del Este al Oeste, sobre África del Sur, Tchad, Liberia, Mozambique, Marruecos, Lesotho, Etiopía, Tanzania, Argelia, Burundi, Zimbabwe 16/ , donde se han desarrollado intensas luchas económicas y políticas de la clase obrera y de los y las explotadas. Capitalistas y gobernantes europeos que, en el momento actual, gozan de una cierta paz social, no desean de forma alguna importar gente peligrosa; en Italia, son justamente las y los proletarios árabes y subsaharianos quienes ha animado con fuerza las luchas en el sector logístico. Que se queden allá abajo, desencadenando sus espíritus contra el efecto deprimente del paro y de las angustias de la economía informal. Esto permitirá incluso hacer bajar el valor de la fuerza de trabajo africana, que las y los usureros de la globalización juzgan excesivamente elevada, en la medida en que su papel es compensar la ineficiencia de las estructuras y de las infraestructuras públicas 17/ .
En Europa (entre la gente asalariada)
Tanto en Italia como en Europa, este virulento racismo institucional, en particular los temas planteados por las derechas más agresivas (en Italia la Liga y CasaPound 18/ la gente trabajadora. Lo que da toda libertad al gobierno Liga&Cinco Estrellas 19/ para realizar un cambio total de la relación causa-efecto: poner en práctica políticas de Estado contra las personas migrantes africanas dictadas, como hemos visto, por intereses puramente capitalistas y neocoloniales, que propulsan la difusión del racismo popular, significa ponerles en primer plano como si fueran una política de defensa de los autóctonos, de todas las personas autóctonas (las italianas en primer lugar, las austríacas primero, etc.), en particular de las más desfavorecidas, como si esas políticas emanaran de las capas populares.
Cuarenta años de políticas de Estado antiobreras y de ofensivas capitalistas en los centros de trabajo explican la influencia creciente de los temas racistas. Cuatro decenios que han hecho estallar la precariedad, el paro, la intensificación del trabajo, la corrosión de las redes colectivas por los procesos de automatización, decenios de marginación de las personas más desfavorecidas y de difusión de las drogas, etc. Fenómenos que se explican igualmente por el hundimiento subsiguiente de la conflictividad obrera y proletaria, por la progresiva descomposición física e ideológica de las estructuras del antiguo movimiento obrero. Estar cautivo de una situación así y activar importantes sectores de las capas medias, de las y los obreros y proletarios alrededor de una propaganda antiinmigrantes ha sido -cuando había un vacío de luchas sociales, repito- una cosa relativamente simple. Poco a poco las y los migrantes de los países del Este (rumanos, albaneses, así como los famosos fontaneros polacos), luego los de los países árabes y de culturas islámicas, candidatos en masa al “terrorismo yihadista”, los gitanos, los chinos, los demandantes de asilo “abusadores” por definición, las y los africanos de los países subsaharianos que amenazan con “invadirnos” como los bárbaros de antaño, etc., se han convertido primero en chivos expiatorios y luego en las principales causas del desconcierto social. Son discursos que se fundan ciertamente en falsificaciones en cuanto a la situación realmente existente. Pero se fundan también en realidades indiscutibles, como la utilización de la mano de obra inmigrada para reducir los salarios y limitar los derechos de las personas asalariadas, en ausencia de luchas sociales y de organizaciones adecuadas. O bien, como es el caso, en la integración de una (muy pequeña) franja de personas migrantes, además ilegales, en las actividades de la criminalidad organizada, ante todo en el trapicheo de drogas.
Los sectores más sutiles de la derecha racista combinan esta propaganda con la denuncia de las altas esferas de la UE y de los potentados de la mundialización, a quienes acusan de instrumentalizar a las personas migrantes contra las autóctonas a fin de ahogar las identidades nacionales y de deteriorar las condiciones de existencia, prefiriendo dedicarse a las actividades especulativas más que a las productivas. En los dos casos el enemigo es el extranjero, el del interior y el del exterior, según el experimentado método que remonta al Mein Kampf, de Hitler. En efecto, en ese texto el extranjero es el judío y tiene dos rostros: de una parte, el proletario internacionalista y marxista, de otra, el financiero cosmopolita, imágenes sociales totalmente antitéticas, pero unificadas por la venenosa propaganda nazi de la pertenencia racial. El éxito actual de la Lega en Italia no es extraño al uso de este tipo de retórica difundida a muy amplia escala por los últimos medios de comunicación de masas. Por ejemplo, la página Facebook de su dirigente Matteo Salvini tiene más de 2.800.000 followers
El progresivo ascenso del discurso público antiinmigrantes, de su puesta en marcha promovida por la antigua derecha así como por gobiernos de centro-izquierda, así como de las fuerzas que han lanzado/promovido el nuevo curso político europeo cada vez más explícitamente racista, ha permitido proclamar alto y fuerte un mensaje recurrente que unifica hoy a los Estados y los gobiernos europeos: ¡Alto a la inmigración!.
Ascensión acompañada por el cierre de las fronteras europeas contra la tan temida invasión de África, devolución de las embarcaciones en el Mediterráneo, refuerzo de la policía de fronteras Frontex, edificación de una cadena de campos en África del Norte, además de los macabros centros actualmente en pie, y de muros para cerrar el camino a las hordas de inmigrantes, tras haber cerrado el acceso por Turquía de acuerdo con Recep Tayyip Erdogan. Sobre esta base el gobierno Liga&Cinco Estrellas ha desencadenado una querella europea sobre la necesidad imperativa de repartir las personas migrantes que logran a pesar de todo pisar el suelo europeo. Declaraciones inmediatamente contestadas por el ministro del interior alemán Horst Seehofer, que ha hecho una declaración de acentos apocalípticos: economía, sociedad, identidad, historia nacional de Alemania van a hundirse si Italia y Grecia no retoman [según el Reglamento de Dublín] los 63.691 refugiados actualmente en su país pero entrados por la puerta de otro país. Sin hablar de los Viktor Orban (Hungría), Mateusz Morawiecki (Polonia), Sebastián Kurz (Austria) y demás campeones de las nuevas depuraciones étnicas. La situación europea se ha vuelto tan grave que el nuevo primer ministro español, Pedro Sánchez, podría parecer un héroe humanitario por sencillamente haber autorizado al navío Aquarius, vergonzosamente rechazado por Italia, a amarrar en Sevilla. Muy evidentemente solo tras haber obtenido las garantías necesarias sobre el reparto de sus 629 pasajeros y pasajeras demandantes de asilo (¡que han sido repartidos y repartidas entre 9 países!).
Para concluir (mirando más allá de hoy)
Echando una mirada al mundo, la crisis migratoria actual en Italia y en Europa aparece como un eslabón de la cadena de contradicciones y de convulsiones que sacuden un sistema económico y social cada vez menos sostenible por la naturaleza y la humanidad laboriosa. Los poderes fuertes, globales, y sus gobiernos, no tiene solución para estas crisis “específicas”. Esto está demostrado por lo que ocurre en Europa mismo, donde partidos hermanos, incluso gemelos, por su ideología infame, como los de Orban, Kurz y Salvini, están en oposición en cuanto hay que tratar la eventual revisión del Reglamento de Dublín o del reparto de los costes de la militarización de las fronteras europeas.
El gobierno moda Trump de Salvini y di Maio, postula para estar en los puestos de vanguardia de la UE en su guerra contra las personas inmigrantes de África, contra las personas migrantes ya presentes en el suelo italiano y en el suelo europeo. Es una política multicapas (o con varios círculos), fundada en un propósito unitario antiproletario. En primer lugar, contra las personas migrantes de África, mediante muros, prohibiciones, emboscadas, costes, filtros, para seleccionarles y hacerles llegar aterrorizadas, rotas, dispuestas a hacerse sobreexplotar. Luego contra las personas encerradas en los centros de detención, enseñándoles a aceptar la condición servil a través del trabajo gratuito. También contra los y las sin papeles, que viven con la espada de Damocles de la expulsión a fin de hacerles doblar el espinazo y olvidar toda veleidad de protesta. Igualmente contra las personas migrantes regulares, golpeadas por nuevas discriminaciones (no acceso gratuito a las guarderías para sus niños y niñas, exclusión de la renta básica de ciudadanía, si alguna vez se pone en marcha); víctimas también de una propaganda de Estado que les presenta como un peso para las arcas públicas y como la fuente del malestar social. En fin, contra las y los proletarios autóctonos. Todo esto trabaja para cavar un foso de desconfianza, sospecha, hostilidad, odio, imposible de llenar, entre las dos categorías del proletariado, debilitándoles así a ambas frente a la agresión de los mercados globales, de la patronal, de las instituciones estatales.
El gobierno italiano tiene el viento de popa, gozando actualmente del 63% de apoyo popular, y no teniendo que hacer frente a ninguna oposición, ni en el Parlamento ni en la sociedad. Ahora bien, su fuerza reside casi únicamente en la debilidad del movimiento proletario, en la parálisis de las luchas, en la ausencia de una plataforma y de una acción política de clase, capaces de unir a la gente autóctona y la inmigrante en un mismo frente de lucha. Si no obstante las luchas se recuperan, si la gente trabajadora inmigrante forma parte y milita en ellas, como ha ocurrido ya más de una vez, si fuerzas políticas de clase, aunque sean limitadas, practican una política general y sobre la inmigración capaz de oponerse radicalmente a la acción del gobierno, del Estado y de la UE, entonces habrá un posible brutal cambio de decoración. El descontento social, hoy instrumentalizado demagógicamente por la Liga y el Movimiento 5 Estrellas podrá ser vuelto en su contra. Después de todo, lo que une a la gente explotada, migrante o autóctona, ¿no es infinitamente más profundo y más fuerte que lo que le divide?
Para esto y en el marco de la actual crisis migratoria, es necesario que la respuesta a las políticas gubernamentales, como la de la Liga&Cinco Estrellas, no abandone los temas que se enfrentan al sistema social capitalista como tal y a sus mecanismos de dominación neocolonial. La lucha contra las políticas migratorias restrictivas y represivas de los Estados y contra toda forma de discriminación hacia las poblaciones inmigradas debe ser una prioridad de los y las revolucionarias internacionalistas, que deben denunciar sin ambigüedad las migraciones forzadas, que constituyen una gran parte de las migraciones contemporáneas. Los y las revolucionarias saben bien lo que podría ser hecho para intentar invertir la tendencia. Es un proceso complejo, vista la profundidad histórica y el carácter estructural de estas causas. Avanzar en esta dirección necesitaría grandes confrontaciones y transformaciones sociales.
Habría que obtener ante todo: 1º, la anulación de la deuda externa de los países africanos; 2º la retirada inmediata de las tropas -privadas y públicas, italianas y europeas-, de los consejeros militares, de los grupos de entrenamiento militar y policial; 3º la restitución de las tierras arrebatadas a través del land grabbing; 4º la detención del envío a África de los productos agrícolas europeos subvencionados que destruyen la agricultura local; 5º el abandono de la pesca en los mares de los países africanos; 6º la rediscusión de las relaciones comerciales, sobre bases paritarias y de reciprocidad; 7º la elaboración de formas concretas de un proceso de restitución del saqueo multisecular; etc.
Y, en muy primer lugar, la ruptura del silencio sobre las luchas obreras y populares, sobre las resistencias al neocolonialismo, en curso en África, y su apoyo por todos los medios. ¡Para dejar así de cubrir África de campos, muros, montañas de cadáveres de migrantes, de deudas, de depredadores, de contingentes militares, de guerras abiertas o secretas!
Notas:
1/ En 1884 tuvo lugar la Conferencia de Berlín, en plena avalancha hacia el interior del continente africano de las potencias coloniales occidentales y de las que querían llegar a serlo, cuando la cuenca del Congo fue preparada para ser despiezada. Resultó de ello, principalmente, la atribución de inmensos territorios (el futuro Congo actual) al rey de Bélgica, Leopoldo II, que explotó las riquezas de su Congo mediante el terror, la tortura, la sangre y las manos cortadas, en nombre de la civilización; otras grandes porciones de tierra fueron distribuidas a Francia, que colocó así al Congo Brazzaville bajo su tiranía [ndt A l´encontre]
2/ Akinwuni A. Adesina, presidente del Banco Africano de Desarrollo, afirma: “Hoy África es, sin duda, el lugar privilegiado para hacer negocios. Tenemos una población joven en pleno desarrollo y una demanda creciente de bienes de consumo, de productos alimenticios y de servicios financieros. Todos estos factores conjugados hacen de África un destino comercial e industrial atractivo para el sector privado”, Groupe de la Banque Africaine de développement, Industrialiser l’Afrique, 2018, p. 4. Li Yong, director general de UNIDO [iniciales inglesas de la organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, se expresa en el mismo sentido en un artículo titulado “África , una industrialización que no puede ya ser diferida”, diario Il Sole 24 Ore, 02/02/2017, artículo en el que trata no solo del “perfil demográficamente favorable”, sino también del fuerte desarrollo urbano del continente y de una “diáspora altamente instruida”.
3/ Cf. UNCTAD [sigla en inglés de la CNUCED, Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo], World Investment Report 2018, Geneva 2018, p. 38, figura A. El 66% de los capitales estadounidenses está invertido en la extracción mineral, actividad para la que el Reino Unido y Francia están a la cabeza de las potencias europeas, pero también cada vez más Italia que, en 2016, se ha convertido en la primera inversora europea en particular a través de la ENI, Ente Nazionale Idrocarburi.
4/ Cf. la web https://landmatrix.org/en/get-the-idea/agricultural-drivers/ . Según Land Matrix, además de los 41 millones de hectáreas a nivel mundial, hay 8 millones a propósito de los cuales las información sobre la adjudicación, el tipo de adquisición, etc. son poco claras y por tanto están fuera de las estadísticas. 41.000.000 de hectáreas corresponden a 410.000 km2, es decir casi los 2/3 de la superficie de Francia… Las estimaciones varían enormemente según las fuentes utilizadas [ndt A l´encontre].
5/ Al personal médico y de enfermería proveniente de un país de África se le ofrece en los Estados Unidos y en Europa un salario fijo hasta 30 y 40 veces más elevado que el que percibe en su lugar de formación [ndt A l´Encontre]
< 6/ T. Coutrot, M. Husson, Les destins du tiers monde, Nathan, Paris, 1993.
7/ La urbanización de África no pasa solo por la formación de muy grandes centros urbanos; pasa también por la emergencia de una red cada vez más cerrada de pequeñas y medias ciudades. Cf. UN-Habitat, State of African Cities 2014. Re-imagining sustainable urban transitions, Nairobi, 2014
8/ S. Castles, M.J. Miller, The Age of Migration. International Population Movements in the Modern World, Palgrave McMillian, 2009, cap. 7, carte 7.1.
9/ O. Bakewell – H. de Haas, African Migration: Continuities, Discontinuities and Recent Transformation, in African Alternatives, P. Chabal, U. Engel e L. de Haan (dir.), Brill, 2007, pp. 95-117.
10/ Al contrario, en los tres últimos decenios “África subsahariana ha sufrido una desindustrialización considerable. Millones de puestos de trabajo han sido suprimidos sin sustitución” Cf « Perché l’Africa non decolla », L’Internazionale, 13/07/2018, p. 49 (se trata de la traducción de un artículo traducido del semanario alemán Die Zeit).
11/ M.-L. Flahaux, H. de Haas, African migration: trends, patterns, drivers, Comparative Migration Studies (2016) 4:1, pp. 1-25.
12/ Me limito aquí a citar el testimonio del ciudadano de la República Democrática del Congo, Emmanuel Mbobela, titulado Rifugiato. Un´odissea africana, Agenzia X, 2018. Aún disponiendo de relativamente buenos medios materiales de supervivencia y de apoyos, le han sido necesarios 6 años para lograr poner pie en territorio neerlandés.
13/ La Liga, partido político antimeridional fundado hace más de 30 años, con el nombre de Lega Nord, afectado a un territorio ficticio, la Padania (Italia de la Llanura del Po, del Norte), se ha convertido en la Liga (sin Norte) desde enero de 2018, transmutándose así en partido reaccionario, soberanista, racista, que se codea con los movimientos fascistizantes o fascistas en ciertos territorios, pero “nacional” y ya no “nordista” [ndt A l´Encontre].
14/ Diferencialista en el sentido de que se trata de una reactualización del racismo, no bajo su versión llamada “biológica”, sino bajo la que se dice fundada en la “diferencia” en términos de “modo de vida”, “cultura”, “valores” cardinales. [ndt A l´Encontre].
15/ El ejército de reserva (de mano de obra) puede ser definido, retomando las palabras de Marx (citadas por Michel Husson en su articulo Como los economistas dominantes explican el paro, alencontre.org 6/07/2018: “Los movimientos generales del salario están en general exclusivamente regulados por las fases de expansión y de contracción del ejército industrial de reserva, que corresponden a los cambios de períodos del ciclo industrial. No son por tanto determinados por las evoluciones del efectivo absoluto de la población obrera, sino por la relación cambiante según la cual la clase obrera se divide en ejército activo y ejército de reserva, por el aumento y la disminución del volumen relativo de la sobrepoblación, por el grado en que esta población es a veces absorbida, a veces de nuevo liberada” [ndt A l´encontre].
16/ Patrick Bond, en Obsolete Economic Ideas and Personnel Corruption Are Closely Linked in Africa (interview de Mohsen Abdelmoumen, publicado en American Herald Tribune, 10/06/2017), observa que “entre los 30 primeros países, en términos de militancia de las y los trabajadores”, hay 12 que son africanos.
17/ Por increíble que pueda parecer, esta tesis de los salarios africanos excesivamente altos es directamente explicitada en J. Cilliers, Made in Africa. Manufacturing and the fourth industrial revolution, Institute for Security Studies, avril 2018, p. 11.
18/ CasaPound es un partido neofascista “fundado en 2003, alrededor de la ocupación de un edificio del centro de Roma reconvertido en centro social destinado solo a ciudadanos y ciudadanas italianas”. Se ha aliado a otras dos organizaciones neofascistas, Forza Nouva y Fiamma Tricolore, para presentarse a las elecciones políticas del pasado marzo, no superando conjuntamente más que por muy poco el 1% de los votos (cf. Jérôme Gautheret, A propos de CasaPound, alencontre.org, 04/01/2018, et Paolo Berizzi, Elezioni Italia, il flop dei neofascisti: Forza Nuova e CasaPound non sfondano, quotidien La Repubblica, 05/03/2018). [ndt A l´encontre]
19/ Cinco Estrellas: se trata del Movimiento 5 estrellas, sus iniciales italianas M5S (Movimento 5 Stelle). Esta formación gobierna Italia con la Liga desde el pasado mes de junio, tras las elecciones de marzo [ndt A l´Encontre].
Texto original en francés
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
Fuente: http://vientosur.info/spip.php?article14077

Las guerras entrópicas


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 Las guerras entrópicas

 

 


El perturbador en jefe
Introducción de Tom Engelhardt
Hace dos semanas, otro negocio Trump se vino abajo envuelto en llamas. Atrapada en la vorágine de la presidencia de su padre con un importante departamento de venta al por mayor y varios distribuidores minoristas, en una imparable caída de su marca presionada por el boicot de los consumidores tanto en Estados Unidos como en Canadá, Ivanka Trump cerró su línea de vestimenta. Esto no ha sorprendido a nadie. Cuando se trata de su familia, es la historia más antigua del mundo. Pensadlo de esta manera: la mayor estafa de Donald Trump en las elecciones de 2016 fue convencer a la mayoría de los estadounidenses (y siguen tan convencidos como entonces) de que él era un “exitoso empresario”. 
A continuación un repaso de la sagacidad empresarial, la que Michael Kruse sintetizó el año pasado en Político: 
“Fracasó como propietario de un equipo de fútbol profesional, no solo acabando con su propia franquicia sino también con la liga en su totalidad. Llevó a la quiebra sus casinos cinco veces en unos 20 años. La aerolínea que lleva su nombre duró menos de tres años y terminó con una deuda de 2.500 millones de dólares. Y dañó su apellido en una interminable secuencia de calamidades y chanchullos (el agua embotellada Trump Ice, el vodka Trump, los bistés Trump, la revista Trump, la hipotecaria Trump, la Universidad Trump, en la que enfrenta un juicio –demanda colectiva– por fraude desde principios de este año por 25 millones de dólares).” 
Y Kruse ni siquiera mencionó la sexta quiebra de Donald, la que tiene que ver con la cesación de pagos la deuda del Plaza Hotel en 1992. 
Pero no quiero insinuar que Donald Trump no era exitoso. Él tiene una pericia que necesita ser entendida por quien quiera captar la naturaleza de su presidencia. Es posible verla en sus cinco quiebras en el casino de Atlantic City, que mostraron que se trataban de desastres empresariales pero, como informó The New York Times, su verdadera habilidad consistió en abandonar el barco –con el dinero en la mano– y endilgar sus problemas económicos a algunos “inversores y otros que habían apostado a su visión para los negocios”. Tomad esto como su ‘arte’ (también lo es, sin duda, la de su hija). 
Y mientras leéis la última nota de Nomi Prins, colaboradora habitual de TomDispatch y autora del libro recientemente publicado How Central Bankers Rigged the World tened en cuenta este “arte”. Ahora mismo, en este último trimestre, la economía está viviendo un ‘increíble’ brinco de crecimiento del 4,1 por ciento, y Trump es un ‘exitoso’ empresario-presidente. Pero cuando haya que pagar esas facturas (tal como hoy sugiere Prins), cuando empiecen a llegar esas quiebras, podéis contar con una cosa –lo que llamamos el ‘arte’ de Trump–, él y su familia abandonarán el barco, dinero en mano, y a los demás nos dejarán aquí cargando con el muerto.
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Cinco (hasta ahora) incertidumbres económicas de 2018
Aquí estamos en la mitad del segundo año de la presidencia de Donald Trump; a estas alturas, si hay algo que sabemos es que el líder del mundo libre es capaz de crear a voluntad un instantáneo reality-show sobre esteroides geopolíticos. Es cierto que él no es muy refinado en su comportamiento, pero tiene una forma precisa de provocar incertidumbre en cualquier situación en el menor tiempo posible.
Con regularidad, ya sea mediante órdenes ejecutivas, tweets o mítines políticos, deja por el suelo a la diplomacia mientras supuestamente se entrega a una confiada base de seguidores que le votaron por ser el más acabado anti-diplomacia. Y mientras está en eso, continúa demoliendo las instituciones políticas que tiran la basura en el Acela Corridor* Sin embargo, en medio de tanto ruido y furia tuiteados, nosotros habremos de cargar con las consecuencias de que Donald Trump meta sus manos en la economía.
Según el diccionario Merriman-Webster, entropía es “un proceso de degradación o agotamiento, o una tendencia al desorden”**. Con esto en la mente es posible que podamos predecir que la próxima acción del presidente Trump sea justamente centrarse en el camino de la mayor entropía y transitarlo a partir de ahora.
Permitidme que haga justamente eso, mientras explore las cinco iniciativas económicas de la Casa Blanca de Trump desde que este asumió el cargo y el lóbrego y caótico panorama que tiene ante sí en cuanto al daño a la economía y a nuestro futuro financiero se hacen más y más evidentes.
1. Una continua desregulación bancaria
Cuando Trump se presentó como candidato a la presidencia, mostró un fenómeno que fue percibido por muchos aunque en general fue mal interpretado: un enfado generalizado por Wall Street y sus colegas corporativos. Una vez en el cargo, redireccionó ese enfado exclusivamente hacia las fronteras del país, y sus aliados y adversarios económicos.
En su campaña para las elecciones de 2016 prometió que “haría que Wall Street pagara por sus transgresiones” y que los bancos volvieran a un entorno en el que hubiera menos riesgo económico para el país. Su objetivo y el de los republicamos en tanto partido, al menos teóricamente, era separar las operaciones comerciales bancarias (depósitos y préstamos) de las de inversión (creación de seguros, comercio y agencias de bolsa) mediante la vuelta a una versión más moderna de la ley Glass-Steagall*** de 1933.
Avancemos rápidamente hasta el 18 de mayo de 2017 cuando el secretario –de mentalidad desreguladora– del Tesoro de Trump, Steven Mnuchin se enfrentó con un grupo de congresistas e imprimió un giro copernicano a la cuestión. Insistió en que separar los depósitos del público de las operaciones de especulación financiera de los bancos, algo que nunca había sido contemplado en la plataforma republicana era una propuesta que no tenía la menor posibilidad.
En cambio, los congresistas republicanos, con el apoyo de la Casa Blanca, se apresuraron a apuntar hacia una versión diluida de la ley Glass-Steagall aprobada en los años de Obama; la ley Dodd-Frank, de 2010. En ella, los demócratas habían capitulado totalmente frente a Wall Street llenando su texto de lagunas que favorecían a los bancos. No obstante, al menos se aseguraron de que los bancos reservarían más dinero propio para el caso que volviera a darse otra crisis similar a la Gran Recesión y proporcionarían una estrategia de ‘voluntad de supervivencia’.ante tal posibilidad, mientras se creaba un potente instrumento de protección del consumidor, la Oficina de Protección Económica del Consumidor (CFPB, por sus siglas en inglés). En la era Trump, digámosle adiós a todo eso.
Apodada “Ley de la Opción” –oficialmente: ley de crecimiento económico, desgravación reguladora y protección del consumidor– la nueva ley de los republicanos eliminó el requisito de ‘voluntad de supervivencia’ para los bancos de tamaño mediano, permitiendo de ese modo que los grandes bancos pudieran hacer lo mismo. Cuando Trump promulgó la ley dijo que era “un paso más en el regreso de Estados Unidos a una economía sin precedentes. Nunca ha habido una vuelta como esta. Un día, habrá noticias falsas sobre esto”.
De hecho, gracias al giro de Trump (y los republicanos), los bancos ya no necesitan defenderse. El presidente ha continuado exaltando las fabulosas virtudes de su CFPB, que supuestamente protegía a los consumidores para que no fuesen engañados (o aun peor) por su propio banco. Antes de que Trump se implicase, la banca había ganado en pagos de bancos ‘malos’ unos 12.000 millones de dólares provenientes de los ciudadanos por los que él abogaba .
Sin embargo, Kathy Kraninger, ex funcionaria de la Seguridad Nacional nombrada por Trump para que se hiciese cargo de la dirección del organismo, no tiene experiencia en bancos ni en protección del consumidor. La selección de Trump continúa perfectamente en la senda del director interino Mick Mulvaney (jefe también de la oficina de Gestión y Presupuesto). Todo lo necesario para saber algo de él es que una vez se burló de la organización por ser una broma “de mal gusto y poco feliz”. Siendo su director, trató de asfixiarla privándola de fondos.
De esta manera, tales acciones desreguladoras todavía en evolución reflejan la forma en que la campaña electoral anti-establishment de Trump se ha transformado en un programa a escala total que apunta hacia el aumento de la riqueza y poder de las elites financieras, mientras se reduce su responsabilidad respecto de nosotros. No esperéis que un futuro que siga esas líneas tenga algo agradable. Pensad en la entropía.
2. Las tensiones aumentan en el sector automotriz
Un aspecto clave de la visión económica de Trump es proporcionar a su base una sensación de camaradería frecuentando eslóganes a favor de la unión traídos de un pasado de nacionalismo y aislamiento. Con ese mismo espíritu, el presidente ha lanzado una política cada vez más arriesgada y preocupante –supuestamente de apoyo a las bases– de imposición de aranceles comerciales.
Tomad, por ejemplo, el sector del automóvil, en el que es obvio que esos aranceles impactarán negativamente. Para muchos de sus votantes de la clase trabajadora se trata del núcleo central y un enfoque clave de las políticas entrópicas del presidente. Cuando Trump estaba en campaña, prometió muchos beneficios a los trabajadores (y ex trabajadores) de la industria automotriz; promesas instrumentales para le llevarían a una victoria en lo que eran los estados “azules” de la declinante industria pesada. Una vez en el Despacho Oval, continuó tras lo que él consideraba un triunfo personal: conseguir que Ford regresara a Estados Unidos la fábrica que había trasladado a México, mientras presionaba a las empresas japonesas para que montaran más coches en Michigan.
Trump también empezó a crear problemas en la industria mediante una serie de contradictorias imposiciones o algunas veces solo amenazando con aranceles –entre ellos al acero– que iban contra los deseos de la totalidad de la industria automotriz. Recientemente, Jennifer Thomas, del principal grupo de presión de la industria –la Alianza de Fabricantes de Automóviles– aseguró en una sesión que “la oposición es generalizada y profunda porque las consecuencias son alarmantes”.
Ciertamente, el Centro para la Investigación Automotor informó de que el 25 por ciento de los aranceles a los automóviles y los recambios (algo con lo que presidente amenazó pero todavía no avanzó, en contra de la Unión Europea, Canadá y México) podría reducir las ventas de coches de producción nacional en más de dos millones de unidades y eliminar más de 714.000 puestos de trabajo en el país. Deteriorar la demanda de vehículos, cuyo precio podría aumentar entre 455 y 6.875 dólares –según el tipo de arancel–, en medio de un impuesto al automóvil de Trump, dañaría tanto a los fabricantes nacionales como a los extranjeros que operan en Estados Unidos y emplean a un importante número de trabajadores estadounidenses.
A pesar de que el presidente Trump amenazó con golpear con altos aranceles a los coches y recambios importados producidos en la Unión Europea, en estos momentos la medida está a la espera debido a un reciente anuncio de negociaciones en curso; sin embargo, él se reserva el derecho de hacerlo si se siente enfadado por... bueno, lo que sea. Solo la industria automotriz alemana da empleo a más de 118.000 personas en Estados Unidos. De llevarse a la práctica la amenaza, esos impuestos aumentarían el precio de los vehículos e inmediatamente se pondrían en riesgo los empleos en el ámbito nacional.
3. La tiranía populista de Trump de recortar los impuestos
El presidente Trump ha estado particularmente feliz con su popular ley de “reforma” tributaria; ha asegurado a sus bases que la ley creará empleos y prosperidad a los trabajadores estadounidenses poniendo mucho dinero en sus bolsillos. No obstante, lo que realmente se ha hecho es reducir la carga fiscal de las corporaciones del 35 por ciento al 21, lo que les ha proporcionado enormes cantidades de dinero en metálico. Su reacción –del todo previsible– no ha sido la creación de puestos de trabajo ni el aumento de los salarios, sino desviar ese dineral hacia sus propias arcas vía cuotas de recompra, por medio de las cuales adquieren sus propios valores. Esto proporciona partes mayores y más valiosas de una empresa a los accionistas; al mismo tiempo, se incentivan las utilidades y las primas a los CEO.
Inundadas de dinero por recortes de impuestos, las empresas de Estados Unidos han anunciado un valor récord de tales recompras: 436.600 millones de dólares en lo que va de 2018, cerca del doble de lo invertido en todo el 2017, que llegó a 242.100 millones. Entre otras cosas, esto asegura menor recaudación impositiva para el Tesoro de EEUU, que a su vez significa menos dinero para programas sociales o sencillamente para brindar atención adecuada a los veteranos.
Tal como es, la contribución impositiva efectiva media de las grandes empresas estadounidenses es de apenas el 18 por ciento (una cifra que sin duda pronto se reducirá más). El año pasado, contribuyeron solo el 9 por ciento de los ingresos fiscales y es probable disminuya aun más y que este año sea un nuevo récord por lo baja, provocando una alza en el déficit. En otras palabras, en un verdadero espíritu trumpiano, las corporaciones cargarán las fabulosas ventajas impositivas obtenidas directamente sobre la espalda del resto de los estadounidenses, entre ellos las propias bases del presidente.
Mientras tanto, algunos de los integrantes del equipo artífice de semejante política impositiva que regaló a las corporaciones 1.500 millones de dólares en concepto de desgravación ya están en cosas mayores y mejores aterrizando en posiciones de presión en las mismísimas corporaciones a las que le echaron una mano y a las que ahora pagan incluso con más generosidad. Por el otro lado, la paga al trabajador estadounidense medio no ha aumentado. Ciertamente, entre el primer trimestre y el segundo de 2018, el salario real cayó en un 1,8 por ciento después de que los recortes impositivos se convirtieran en ley. Trump no prometió eso ni su implicación en nuestro entrópico futuro.
4. Guerras comercial y cambiaria, y los conflictos que se avizoran
Si todos cogen sus juguetes y se los llevan a otro patio, el bravucón de la escuela tiene menos niños a quienes fastidiar. Este es exactamente el proceso que la incipiente guerra comercial de Trump parece estar acelerando, es decir, la captura de nuevos campos de juego y alianzas por parte de una variedad de países importantes que ya no confían en que el gobierno de Estados Unidos se comporte de un modo coherente.
Hasta ahora, EEUU ya ha impuesto aranceles a las importaciones chinas por un monto de 34.000 millones de dólares. China ha respondido de la misma manera. En una peligrosa jugada de póquer global, Trump amenazó inmediatamente con aumentar esa cifra hasta por lo menos 200.000 millones. Oficialmente, China ignoró esa amenaza, lo que no hizo más que aumentar aun más la ira del presidente. En respuesta, anunció recientemente su voluntad de imponer aranceles a todos los bienes de EEUU importa de China, si fuera necesario. El pasado 20 de julio, en diálogo con Joe Kernen, presentador de Squawk Box de la CNBC, presumió diciendo: “Estoy dispuesto a llegar a los 500.000 millones [de dólares].
Esto equivale a prácticamente todas la mercancías que China exportó a Estados Unidos el año pasado. En comparación, EEUU exportó a China productos por solo 129.900 millones de dólares, lo que significa que China no puede responder del mismo modo, pero sí puede apuntar a otros mercados –aumentando así la cada vez más tensa relación entre ambas superpotencias económicas mundiales– y devaluando su moneda para apalancar sus bienes más eficazmente en el mercado global.
Las alianzas comerciales ya estaban abandonando la excesiva dependencia de Estados Unidos incluso antes de que Donald Trump empezara a jugar con los aranceles. Esa tendencia solo adquirió intensidad con las repercusiones de sus medidas económicas, entra ellas los aranceles en un conjunto de importaciones provenientes de México, Canadá y la Unión Europea. Hace poco tiempo, dos importantes aliados de EEUU transformaron el lento pasaje hacia la cooperación económica en un abrazo total: el 17 de julio, la UE y Japón cerraron un gran acuerdo comercial en el que estará incluido un tercio de los productos de la economía mundial.
Mientras tanto, China ha puesto en marcha más de 100 proyectos empresariales solo en Brasil apoderándose así de lo que en otros tiempos era un mercado de Estados Unidos; lo hizo invirtiendo allí la cifra récord de 54.000 millones de dólares. También se prepara para aumentar su compromiso no solo en Brasil, sino además en Rusia, India y Sudáfrica (todos ellos países del llamado BRICS) invirtiendo 14.700 millones de dólares en Sudáfrica antes de la próxima cumbre de los BRICS en este país. En otras palabras: en un plan perturbador, Donald Trump está prestando una útil ayuda a la creación de un mundo económico en el que EEUU ya no será una entidad central.
En última instancia, la política proteccionista y los aranceles que la acompañan perjudicarán por igual a consumidores y trabajadores, aumentando los precios y reduciendo la demanda. Podrían hacer que las empresas se vieran forzadas a reducir los puestos de trabajo, la innovación y la expansión; al mismo tiempo, afectarían a los aliados y podrían obstaculizar el crecimiento económico global. Para decirlo de otra manera: son la versión estadounidense de la ralentización paulatina, tanto en el ámbito nacional como en el internacional.
5. Lucha contra la Fed
La beligerancia del presidente Trump se ha centrado en su creencia de que el país más rico y más poderoso del planeta ha sido tratado injustamente por el resto del mundo. En este momento, esta sensación se ha extendido a la Reserva Federal, en la que hace poco tiempo arremetió contra su director (nombrado por el propio presidente) Jerome Powell.
La Fed ha estado proporcionando miles de millones de dólares como estímulos al sistema bancario y los mercados financieros mediante un programa de compra de obligaciones mal llamadas “facilidades cuantitativas” o “QE” por sus siglas en inglés. Su atractivo: este subsidio de Wall Street en realidad es un estímulo para el comercio minorista.
Con lo improbable que esa historia puede llegar a ser, normalmente los presidentes se abstuvieron de hacer comentarios sobre las políticas de la Reserva Federal permitiéndole mantener al menos una apariencia de independencia, como establece la ley de la Reserva Federal de 2013 (en realidad, la Fed ha seguido dependiendo considerablemente de los caprichos y deseos de la Casa Blanca, tal como lo explico en mi nuevo libro Collusion). Sin embargo la actual Casa Blanca está mandada por un presidente a quien posiblemente le sería imposible guardar para sí sus opiniones.
Hasta ahora, desde diciembre de 2015, la Fed ha aumentado (o “ajustado”) siete veces la tasa de interés. Dirigida por Powell, lo hizo dos veces; con dos alzas adicionales hacia el final del año. Esos movimientos se hicieron sin la bendición de Trump; él las consideró en sentido opuesto a los objetivos económicos de su administración. En una entrevista con la CNBC, Trump declaró que no estaba “entusiasmado” por el aumento de la tasa, en un claro intento de influir la política de la Fed. Fiel a la tradición, la Fed no mostró reacción alguna, mientras que la Casa Blanca publicó rápidamente una declaración que destacaba que el presidente “no tenía intención de influir en las decisiones de la Fed”.
Ignorando esa posición oficial de la Casa Blanca, el presidente acudió sin demora a Twiiter para expresar su frustración con la Fed (“Estados Unidos no debería ser penalizado porque estemos haciéndolo tan bien. Ajustar en este momento daña todo lo que hemos hecho. Debería permitirse a EEUU que recupere lo que perdió con la ilegal manipulación de la moneda y los MALOS tratados comerciales. Habrá que pagar la deuda y nosotros estamos aumentando las tasas... ¿Ah sí?”)
El director Powell tal vez quiera poner de relieve su independencia respecto de la Casa Blanca, pero como alguien que ha sido nombrado por Trump, cualquier decisión tomada en el entorno de las reacciones del presidente podría reflejar influencia política en su tarea. El problema mayor es que esa fricción podría provocar mayor incertidumbre económica, lo que podría ser perjudicial para el poderío económico que Trump dice querer sostener.
Cuando gana la entropía, el mundo pierde
El método Trump funciona como una máquina bien aceitada. Mantiene desprevenido a todo el mundo –a su gabinete, los medios, los líderes globales, y a los políticos y expertos de todo tipo–. Esto garantiza que sus actos tienen un impacto instantáneo, no importa lo negativo que pueda ser.
En el plano de lo económico, las repercusiones de esta estrategia son tanto muy importantes globalmente como extremadamente locales. Tal como apuntó recientemente el senador republicano por Nebraska Ben Sasse, “esta guerra comercial está cortando las piernas de los agricultores, y el plan de la Casa Blanca es gastar 12.000 millones de dólares en muletas de oro... Los aranceles y los rescates de esta administración no harán que Estados Unidos vuelva a ser grande; solo harán que vuelva a 1929”.
Estaba hablando del último plan de la Casa Blanca de destinar hasta 12.000 millones de dólares del contribuyente para aquellos sectores de la agricultura de EEUU golpeados duramente por la guerra de los aranceles de Trump. Dejemos esto un momento y pensemos en la entropía. Para resolver los problemas, el presidente ha creado –supuestamente para ayudar a que Estados Unidos vuelva a ser grande– un gobierno deficitario que hará apoquinar aun más dólares al contribuyente.
Subsidiar a los agricultores no es necesariamente algo malo en sí mismo. De hecho, es algo muy propio del New Deal y de Franklin Delano Rossevelt. Pero, ¿hacerlo para resolver un problema innecesario? En esas circunstancias, ¿cuál es el límite? Cuando esos 200.000 millones de dólares, o tal vez 500.000, en aranceles para China (u otros países) aticen más todavía la situación, ¿quiénes serán los que consigan ayuda? Los trabajadores de la industria automotriz? ¿Los trabajadores de la siderurgia?
De lo que estamos siendo testigos es el comienzo de guerras entrópicas que, por su parte, aceleran el desarrollo del experimento global de Estados Unidos. Cada despótico trozo de resentimiento presidencial, cada tweet y cada ofensa es un precursor de aun más agitación económica y desplazamientos, más complicados y difíciles de solucionar. El Estados Unidos de Trump podría transformarse fácilmente en una situación planetaria carente de toda lógica. Cuando se desestabiliza lo confiable, tanto mayor es la penuria económica. Cuanto más se debilita la economía, tanto más perturbable se vuelve el propio Gran Perturbador. Así, la espiral Trum avanza en el remolino del sumidero económico que es su propia creación.
* La autora se refiere al tren de alta velocidad que circula entre Washington DC y Boston pasando por Baltimore, Filadelfia y Nueva York a lo largo de Corredor Nordeste. (N. del T.)
** La acepción 2 de entropía en el diccionario de la RAE dice que en Física es la medida del desorden de un sistema. (N. del T.)
*** Ley Glass-Steagall es como se conoce generalmente la Banking Act o Ley de Bancos de Estados Unidos. Entró en vigor el 16 de junio de 1933, estableciendo la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) e introduciendo diversas reformas bancarias para controlar la especulación, destacando la separación entre la banca de depósito y la de inversión. Fue promulgada por el presidente Franklin D. Roosevelt para evitar que se volviera a producir una crisis como la del 29. (N. del T.)
Nomi Prins es colaboradora habitual de TomDispatch. Su libro más reciente es Collusion: How Central Bankers Rigged the World (publicado por Nation Books). De sus otros seis libros, el último es All the Presidents' Bankers: The Hidden Alliances That Drive American Power. Ha sido ejecutiva en alguna empresa de Wall Street. Un agradecimiento especial para el investigador Craig Wilson por su magnífico trabajo en esta nota.
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176455/tomgram%3A_nomi_prins%2C_the_disrupter-in-chief/#more
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la misma.

La degradación de la prensa y la justicia


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La degradación de la prensa y la justicia

 


Leo los principales medios de la prensa hegemónica en la Argentina por necesidad. Es tarea ineludible de mi labor como analista político. Bien sé que son pocas las informaciones verídicas y relevantes que obtendré de esas fuentes. La razón: no son expresiones del periodismo sino dispositivos que de modo incesante fraguan operaciones de todo tipo para reforzar la primacía de los grandes intereses corporativos nacionales y extranjeros, de los cuales no sólo son voceros y operadores sino que también forman parte y tienen intereses que proteger. Esta inserción de los grandes medios en el corazón de la clase dominante explica las razones por las que a través de su prensa escrita, radial o televisiva muy rara vez  podremos conocer la verdad.
A diferencia del periodismo -que languidece y  sobrevive con inauditos esfuerzos en el capitalismo contemporáneo- la función de los medios concentrados no es informar objetivamente sino mentir, crear un mundo paralelo, escamotear las noticias inconvenientes para el gobierno y las clases dominantes, satanizar sin pausa a los liderazgos y las fuerzas políticas contestatarias, suprimir las voces disidentes o, de no ser tal cosa posible, acosarlas hasta tornarlas   inaudibles. Pero bucear en sus mentiras es una vía para identificar sus intereses y sus planes. La historia confirmó la amarga premonición de Gilbert K. Chesterton cuando en el fragor de la Primera Guerra Mundial dijo que “los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad y hoy existen para impedir que la verdad se diga.” El caso de la Argentina se ajusta como anillo al dedo a su vaticinio.
En este terreno los nefastos “logros” del gobierno de Mauricio Macri no tienen precedentes en el período democrático inaugurado el 10 de diciembre de 1983. En la actualidad el control ejercido sobre los medios de comunicación es casi total, propio de un híbrido político que todavía combina algunos pocos rasgos de la democracia con un número creciente de otros propios de las dictaduras. De ahí que la caracterización más apropiada que le cuadra al régimen macrista sea la de “democradura.”  El “Ministerio de la Verdad” concebido por George Orwell en su célebre novela 1984 irrumpió con fuerza en la Argentina. Como aquél, la principal tarea de los medios hegemónicos es la propagación de “posverdades” y “plusmentiras” cuyo único objetivo es impedir que el público acceda a información verídica y conozca lo que está ocurriendo. Por eso la mezcla de iracundia y repugnancia que genera la mera lectura de esos vulgares pasquines en donde –especialmente en sus ediciones de fin de semana- la falsedad y el engaño están a la orden del día.
Este fin de semana en la sección de las noticias nacionales, por ejemplo, sólo existe el tema de la corrupción de la época kirchnerista. La sistemática destrucción del Estado de Derecho que ha venido padeciendo este país desde la llegada de Macri a la Casa Rosada es completamente soslayada por los propagandistas de la derecha que se arrogan el inmerecido título de “prensa independiente”. En este país ya no hacen falta pruebas para ser enviado a prisión; basta, como en el infausto caso del Brasil, que un juez tenga la “convicción” –repito, la “convicción” no las pruebas- de que Lula es culpable para enviarlo a la cárcel.
En la Argentina, el ex ministro Julio de Vido o Milagro Sala están en prisión sin que haya sentencia firme que así lo determine pero el juez que interviene en la causa está convencido de que son culpables y las dicta la prisión. El ex vicepresidente Amado Boudou fue condenado en una farsa judicial pese a que todas las evidencias del caso desmentían la acusación. En su caso del debido proceso no quedaron ni rastros. Lo mismo ocurrió en Ecuador con el ex vicepresidente Jorge Glas, perseguido con saña por un traidor que ya descendió a las ciénagas de la historia latinoamericana. Un rasgo común que hermana a las “democraduras pos-progresistas” de Argentina, Brasil y Ecuador es la elevación de la venganza y el escarmiento al rango de principios cardinales del nuevo orden jurídico-institucional.
En la lúgubre atmósfera de estos regímenes el derecho arroja por la borda cualquier atisbo de garantismo o debido proceso e involuciona hasta la época del absolutismo dinástico europeo, anterior a la Revolución Francesa; o de la Santa Inquisición, con la complicidad de los custodios de los valores republicanos llamados a un indigno silencio. En el caso de los cuadernos “Gloria” insólitamente arrojados a las llamas por su redactor     -un inverosímil chofer que escribe como Vargas Llosa pero habla como un barrabrava y cuyos minuciosos recuerdos sólo son comparables a los prodigios que Borges le atribuía a “Funes el memorioso”- ¿no equivale ese arranque de piromanía a la destrucción de pruebas? ¿No está eso penado por la ley? Porque sin poder peritar esos cuadernos que supuestamente probarían la corrupción del kirchnerismo, ¿cómo saber si fueron escritos a lo largo de tantos años por quien dice ser su autor o encomendados de apuro a algún escriba para que terminara su tarea en vísperas del año electoral? Otra duda: mi caligrafía ha ido variando con el tiempo. No escribo exactamente igual hoy que hace diez años. Además, también cambia en función de las condiciones que rodean el acto de escribir, la comodidad con que puedo hacerlo, el lugar, y las emociones que atraviesan mi persona sobre todo si estoy a punto de revelar cuestiones como las que allí se denuncian. Los cuadernos del meticuloso Oscar Centeno, mejor dicho, las fotocopias, parecen escritas por un inmutable copista medieval cuya vida transcurre en un etéreo monasterio aislado del mundo y sus circunstancias.
Pero estos son detalles menores, infundadas sospechas que la prensa hegemónica pasa alegremente por alto para barrerlas bajo la alfombra, lo mismo que el ilegal encarcelamiento y permanente hostigamiento a que es sometida Milagro Sala aun cuando su situación provoque el repudio de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Por supuesto, si se demostrase fehacientemente que los arriba nombrados incurrieron en un delito y fueron condenados en un juicio ajustado al debido proceso –cosa que hasta ahora no ha ocurrido- nadie en la izquierda saldría en defensa de los corruptos.
La corrupción es estructural, tolerada y aprobada en los gobiernos de derecha. ¿Qué otra cosa es el cruento despojo de millones de hectáreas a los pueblos originarios en el siglo diecinueve o los fabulosos negociados con la deuda externa y las exorbitantes comisiones bancarias pagadas por el gobierno de Macri, para hablar sólo del caso argentino? Pero no acontece lo mismo con los gobiernos y las fuerzas de izquierda, para los cuales la corrupción significa la malversación y posterior frustración de un proyecto revolucionario, razón por la cual la intransigencia ante la misma es  absoluta. En los regímenes “pos-progresistas” lo que impera no es la justicia sino la venganza, la persecución política, el escarmiento. En su soberbia y rusticidad intelectual los actuales gobernantes y sus lenguaraces se dan el lujo de ignorar una grave enseñanza de la historia: más pronto que tarde, la monstruosidad jurídica que han creado se volverá en su contra y el derecho a un debido proceso que hoy le niegan a sus adversarios muy probablemente también les sea negado a ellos. Macri y los suyos también tendrán que desfilar por años por los pasillos de Comodoro Py.
Pero hay más. Los medios hegemónicos no sólo justifican el avasallamiento de la justicia sino que se hunden en la infamia y el escándalo al silenciar por completo el tema de los “aportantes truchos”. Para quienes no están familiarizados con lo que ocurre en la política argentina se trata de personas pobres o indigentes, beneficiarios de programas sociales del gobierno, cuyos nombres fueron sustraídos de los listados de distintas oficinas gubernamentales para convertirlos en espléndidos donantes de dinero para la campaña del macrismo, en montos inalcanzables para ellos, con el objeto de ocultar contribuciones ilegales recibida por la alianza Cambiemos. Este escándalo salpica desde el presidente para abajo, pasando sobre todo por la gobernadora María Eugenia Vidal y las principales figuras del macrismo. Pese a las flagrantes pruebas de lo que ha dado en llamarse el “Vidalgate”, la justicia argentina no dispuso la realización de allanamientos ni llamados a declaraciones indagatorias a los incursos en ese delito, como sí ocurrió en los casos en que los acusados pertenecían al anterior gobierno. Los graves delitos cometidos en el caso de los “aportantes truchos”, que incluyen desde fraude, evasión fiscal y  lavado de dinero, son arteramente ocultados por los medios. Lo mismo ocurre con la completa desaparición del espectro noticioso del estallido de una garrafa de gas que causó las muertes de la Vicedirectora y un portero de una escuela en una barriada popular de Moreno, ocasionadas por la criminal desidia del gobierno de la provincia de Buenos Aires que había sido repetidamente advertido del problema.
Tampoco comentan esos diarios el papelón internacional causado por la celebración sin tapujos del rechazo del Senado a la ley de la interrupción voluntaria del embarazo manifestado por la inimputable Vicepresidenta de la Argentina, Gabriela Michetti, y María E. Vidal, en acelerada metamorfosis de Heidi a Maléfica. De estos temas los medios concentrados no hablan, como tampoco lo hacen de los Panamá Papers que involucra a prominentes figuras del gobierno, comenzando por el presidente; o del “affaire” del Correo Central y el resarcimiento exigido por el Grupo Macri y tantos otros asuntos más que esa prensa que se declara “seria, independiente, objetiva” tendría que mantener bajo constante escrutinio día a día si quisiera honrar la noble profesión del periodismo.
En suma: la  progresiva disolución del Estado de Derecho requiere de una prensa degradada y prostituida, cuya misión no es informar a la ciudadanía sino manipularla, engañarla y embrutecerla con mentiras y un verdadero tsunami de fake news. La división del trabajo es muy clara: la prensa se encarga de linchar mediáticamente a los indeseables y de preparar un clima de opinión adverso a esos personajes. Luego de ello el poder judicial dicta la prisión preventiva de los acusados, mientras da por bueno lo establecido en los medios, comienza a acopiar las pruebas y pone en marcha el proceso legal. El principio de que alguien es inocente hasta que se pruebe lo contrario pasó a mejor vida. La prensa se encarga de demonizar o de encubrir, según el caso. Por eso la labor de este analista político que debe sumergirse día tras día en esa cloaca maloliente se ha transformado en un trabajo insalubre que provoca indignación y repugnancia moral. Pero el esfuerzo se justifica porque permite comprender la naturaleza maligna e insanable de los gobiernos que vinieron a redimir a nuestros países de los males de la izquierda o el progresismo. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Como “brutal y sádica” calificó Chomsky la política de separación de familias migrantes


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Como “brutal y sádica” calificó Chomsky la política de separación de familias migrantes

 

 


Como “brutal y sádica” calificó Chomsky la política de separación de familias migrantes
El politólogo y activista estadounidense Noam Chomsky catificó de “brutal y sádica” la política de separación de familias inmigrantes implementada por el gobierno de Donald Trump, y que ha apartado a 711 menores de sus padres.
Es un gran escándalo, por supuesto, debidamente condenado en todo el mundo. Separar a los menores de sus padres, enviarlos a cualquier lado, perdiéndoles el rastro. Es difícil creer que exista una política más brutal y sádica”, dijo en una entrevista concedida a la periodista Amy Goodman, reseñada por el portal Democracynow.
El también lingüista, escritor y profesor universitario recordó que 400 personas han sido deportadas a sus países de origen, mientras que sus hijos permanecen en custodia en territorio norteamericano, recluidos en centros de detención ubicados en distintos puntos de ese país.
Asimismo, Chomsky señaló que la política de inmigración “es un grotesco escándalo moral”, tanto en Estados Unidos como en Europa.
Agresión a pueblos centroamericanos Durante la entrevista, Goodman abordó la situación que se evidencia cada día en la zona fronteriza entre Brownsville, Estados Unidos y Matamoros, México y pidió recordar la historia de las intervenciones de Washigton en países como Guatemala, Honduras y El Salvador.
Chomsky recordó que en 1954 EE. UU intervino y patrocinó un golpe de Estado militar en Guatemala que derrocó a un gobierno democráticamente electo medianamente reformista.
“Desde entonces, la de Guatemala ha sido una historia de horror: Cientos de miles de personas muertas, todo tipo de atrocidades, toda clase de torturas imaginables (…) La gente en Guatemala continúa huyendo de esa destrucción. Ha sido una historia de terror desde entonces”, relató.
También se refirió al caso de El Salvador, donde alrededor de 70.000 personas fueron asesinadas durante la década de los 80, “casi todas ejecutadas por fuerzas de seguridad armadas, entrenadas y dirigidas por Estados Unidos”.
En cuanto a Honduras, indicó que el flujo de refugiados comenzó a aumentar después de que un golpe de Estado militar expulsara en 2009 al Gobierno legítimo y democrático de Manuel Zelaya. Hecho que fue condenado por todos los países de la región y del mundo, con la excepción del entonces presidente norteamericano, Barack Obama.
Tras el golpe “Honduras se convirtió en el lugar con los mayores índices de homicidios del mundo, y los refugiados comenzaron a huir”, expresó Chomsky.
Destacó que aunque Nicaragua sufrió severamente en la década de los 80 debido a las políticas del gobierno de Ronald Reagan, su situación era diferente a los otros países de la región, ya que tenía un ejército para defenderse.
“En los otros países, el ejército eran los terroristas. En Nicaragua, el ejército pudo, hasta cierto punto, defender a la población de las fuerzas terroristas de Reagan. Y aunque hay muchos problemas en Nicaragua, no ha sido un punto de salida de refugiados”.
Doble moral de Trump Chomsky condenó la doble moral del Mandatario estadounidense que por un lado agrede y orquesta invasiones a los países y luego les niega el acceso a los ciudadanos que huyen hacia EE. UU. para resguardar sus vidas.
“Lo que está diciendo el presidente Trump es: destruiremos sus países, los masacraremos, impondremos regímenes brutales, pero si intentan salir, no vengan aquí, porque Estados Unidos está lleno”, afirmó.
Fuente:
http://www.elciudadano.cl/mundo/como-brutal-y-sadica-califico-chomsky-politica-de-separacion-de-familias-migrantes/08/08/#ixzz5O37N3Nbw

El cuerpo de la mujer como campo de batalla


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El cuerpo de la mujer como campo de batalla

 

 


El 8 de agosto de 2018 el Senado argentino le dio la espalda al reclamo de millones de mujeres rechazando la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que contaba con la aprobación de Diputados. Las manifestaciones de millones de personas, la llamada "Marea Verde", en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Mendoza, Córdoba y otras ciudades hallaron eco en toda América Latina y otras regiones del mundo.
La consigna de la Marea Verde por el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, y por la obligación del Estado de proveer aborto legal y gratuito esperanzó e iluminó las calles. La consigna de los grupos conservadores -aprobada por el Senado- de castigar a la mujer pobre, víctima principal de los abortos clandestinos, indignó las calles.
Mientras en los espacios públicos se fueron consolidando las redes solidarias tejidas desde hace años entre activistas de NI UNA MENOS, diversas organizaciones LGBT, Mujeres Sindicalistas, Encuentro Nacional de Mujeres y organismos de derechos humanos, en el Senado se fueron consolidando las alianzas de la viejas élites del poder: los caudillos del interior con sus pares oscurantistas de Buenos Aires. Son los defensores del Fondo Monetario Internacional, de un rol activo de las Fuerzas Armadas en la represión, los que apoyaron el golpe de Estado del 76, los que participaron -o guardaron silencio- con los represores que violaron, torturaron a mujeres embarazadas a las que luego, obligaron a parir en situaciones infrahumanas y les quitaron sus hijos. Unos quinientos niños nacidos en cautiverio fueron robados por los defensores de un sistema que ahora dice “defender la vida”.
La diputada de Libres del Sur Victoria Donda -nacida en un campo de concentración adonde estaba detenida su madre que luego fue asesinada- conectando el genocidio de la dictadura y la negación del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo dijo que en los argentinos anida “un gen autoritario”, el mismo que hizo posible que en los 70 se tomaran a cientos de niños como rehenes, como "botín de guerra”.
Decía Marta Dillon, escritora y fundadora del movimiento feminista NI UNA MENOS: “Uno de los recuerdos más vívidos de la larga noche en que secuestraron a mi madre es la voz de un represor diciéndole a ella y a otra compañera: ‘Si fuera por mí les regalaría una rosa a cada una, pero ustedes no me están ayudando’. Todavía siento la violencia de esa frase, la vibré con mis diez años, se tomó muchos más para desplegar sus sentidos y todavía lo sigue haciendo. Esa voz que no olvido, melosa, frente a dos mujeres que tenían a sus hijos atrapados en la habitación de al lado, que escuchaban cómo se destrozaba la casa, que sabían que su destino era la tortura y probablemente la muerte, era de una crueldad mayúscula… Decir que soy hija de una mujer desaparecida, recortar su condición de mujer de los 30 mil por los que siempre dijimos y decimos presente; ese para mí es un acto feminista. Nombrar para que en esa enunciación se abran preguntas: ¿qué necesidad de decir mujer? ¿en qué cambia? ¿qué de su ser mujer quedó obturado desde antes de la tortura y qué se expuso en la violencia que padeció que merece ser dicho?”
Después de conocer el voto negativo del Senado, Victoria Donda dijo: “38 senadoras y senadores han desoído el grito de millones de mujeres que clamaban libertad y las han condenado a la clandestinidad del aborto que se cobró la vida hace nada menos que tres días de una hermana santiagueña. Esas y esos 38 senadores votaron por la clandestinidad, por la muerte, por el retroceso, por el medioevo. Pero no podrán acallar el grito de las millones de pibas que no van a parar hasta conquistar la igualdad de derechos entre varones y mujeres”.

Your body is a battleground (Tu cuerpo es un campo de batalla), 1989 -Copyright: Barbara Kruger.

El cuerpo de la mujer es un campo de batalla -como lo ha graficado la artista estadounidense Barbara Kruger. “Your body is a battleground” fue una obra creada por Kruger para la Marcha de Mujeres en Washington (1989), una masiva protesta del movimiento feminista contra las maniobras para limitar el derecho al aborto en EE.UU. El mensaje de Kruger perdura a través del tiempo y trasciende la geografía adquiriendo un carácter universal. Un rostro femenino dividido simétricamente en dos imágenes fotográficas opuestas: positiva y negativa. La grieta está enfatizada por el texto: “Tu cuerpo es un campo de batalla”.
Silvia Arana: periodista de medios alternativos. Por su activismo como estudiante de secundaria, cuando era menor de edad, fue encarcelada por la dictadura cívico-militar argentina durante más de cinco años.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

El capitalismo, no “la naturaleza humana”, fue lo que acabó con nuestro impulso para enfrentar el cambio climático


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El capitalismo, no “la naturaleza humana”, fue lo que acabó con nuestro impulso para enfrentar el cambio climático

 

 


El capitalismo, no “la naturaleza humana”, fue lo que acabó con nuestro impulso para enfrentar el cambio climático

Perfil de Manhattan al atardecer, 23 mayo 2018. (Foto Saul Loeb/AFP/Getty Images)
Este domingo, la revista del New York Times  entera estará dedicada a un solo artículo sobre un único tema: el fracaso a la hora de enfrentar la crisis climática global en la década de 1980, una época en que la ciencia y la política parecían alinearse. Escrito por Nathaniel Rich, esta obra de la historia está llena de revelaciones internas sobre caminos no tomados que, en varias ocasiones, me hicieron maldecir en voz alta. Y para que no quede ninguna duda de que las implicaciones de esas decisiones quedarán grabadas en el tiempo geológico, las palabras de Rich aparecen reforzadas por las fotografías aéreas a toda plana de George Steinmetz, que documentan de forma dolorosa la veloz desintegración de los sistemas planetarios, desde el agua torrencial donde solía haber hielo en Groenlandia, a las floraciones masivas de algas en el tercer lago más grande de China.
El artículo, con una extensión de novela corta, representa el tipo de compromiso de los medios que la crisis climática se ha merecido siempre aunque casi nunca se le ha dedicado. Todos hemos escuchado las diversas excusas de por qué ese pequeño asunto de expoliar nuestro único hogar no se consideraba una noticia urgente: "El cambio climático es cosa de un futuro lejano"; "es inapropiado hablar de política cuando la gente está perdiendo la vida por los huracanes y los incendios"; "los periodistas siguen las noticias, no las crean, y los políticos no hablan del cambio climático"; y, por supuesto: "Cada vez que intentamos hablar del tema, los índices de audiencia se desploman".
Ninguna de estas excusas puede enmascarar el abandono del deber. Los principales medios de comunicación siempre han podido decidir, por sí mismos, que la desestabilización planetaria es una gran noticia, muy probablemente la más relevante de nuestro tiempo. Siempre tuvieron la capacidad de aprovechar las habilidades de sus reporteros y fotógrafos para conectar la ciencia abstracta con los fenómenos climáticos extremos experimentados. Y si lo hicieran de forma consistente, disminuiría la necesidad que de los periodistas se adelanten a los políticos porque cuanto mejor informada esté la gente sobre la amenaza y las soluciones tangibles, más presionarán a sus representantes electos para que se decidan por acciones audaces.
Por eso es tan excitante ver que el Times pone toda la fuerza de su maquinaria editorial al servicio de la obra de Rich, acompañándola de un video promocional, lanzándola con un evento en vivo en el Times Center y acompañándola de material educativo .
Por todo ello es por lo que resulta tan indignante que el artículo se equivoque de forma espectacular en su tesis central.
Según Rich, entre los años de 1979 y 1989, se entendió y aceptó la ciencia básica relativa al cambio climático; la división partidista sobre la cuestión aún no se había producido, las empresas de combustibles fósiles aún no habían iniciado seriamente su campaña de desinformación y había un enorme impulso global para conseguir un acuerdo internacional vinculante y audaz de reducción de emisiones. Al escribir sobre el período clave de finales de los ochenta, Rich dice: "Las condiciones para el éxito no podrían haber sido más favorables".
Y, sin embargo, "nosotros", los seres humanos, lo echamos todo a perder porque al parecer somos demasiado miopes para salvaguardar nuestro futuro. En caso de que no entendamos a quién y a qué hay que culpar por el hecho de que estemos ahora "perdiendo el planeta", la respuesta de Rich se presenta en un recuadro a toda página: "Conocíamos todos los hechos y nada se interponía en nuestro camino. Nada, excepto nosotros mismos".
Sí, Vds. y yo. Según Rich, no eran responsables las compañías de combustibles fósiles que acudían a cada reunión política importante descrita en el artículo. (Imagínense a los ejecutivos del tabaco siendo repetidamente invitados por el gobierno estadounidense para proyectar políticas que prohibieran fumar. Cuando todas esas reuniones no consiguieron resultado sustancial alguno, ¿no deberíamos llegar a la conclusión de que la razón de ello es que los seres humanos sólo queremos morirnos? En cambio, ¿no podríamos llegar a la conclusión de que el sistema político es corrupto y está en quiebra?
Varios científicos e historiadores del clima han señalado esta lectura equivocada desde que la versión online del artículo apareció el miércoles. Otros han comentado sobre las enloquecedoras invocaciones de la "naturaleza humana" y el uso del regio "nosotros" para describir a un grupo muy homogéneo de poderosos actores estadounidenses. A lo largo del relato de Rich, no oímos nada de todos aquellos líderes políticos del Sur Global que exigían una acción vinculante en este período clave y después se preocupaban de algún modo por las generaciones futuras a pesar de ser humanos. Al mismo tiempo, las voces de las mujeres son casi tan raras en el texto de Rich como los avistamientos del pájaro carpintero real en peligro de extinción, y cuando las señoras aparecen, es principalmente como esposas sufridoras de hombres trágicamente heroicos.
Todos estos fallos han sido ya abordados, por eso no voy a discutirlos de nuevo aquí. Me centraré en la principal premisa del artículo: que a finales de la década de 1980 las condiciones no "podían haber sido más favorables" para una acción climática audaz. Bien al contrario, una apenas podría imaginar un momento más inoportuno en la evolución humana para que nuestra especie se encontrara cara a cara con la dura verdad de que las ventajas del moderno capitalismo consumista estaban erosionando rápidamente la habitabilidad del planeta. ¿Por qué? Porque los últimos años ochenta estábamos en el cenit absoluto de la cruzada neoliberal, un momento de suprema ascendencia ideológica para el proyecto económico y social que se propuso vilipendiar deliberadamente la acción colectiva en aras a la liberación del "libre mercado" en los aspectos de la vida. Sin embargo, Rich no menciona esta turbulencia paralela en el pensamiento económico y político. 

En esta foto de archivo del 9 de mayo de 1989, James Hansen, director del Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA, testifica ante el subcomité de transportes del Senado en el Capitolio, Washington D.C., un año después de su histórico testimonio diciéndole al mundo que el calentamiento global estaba ya aquí e iba a empeorar (Foto: Dennis Cook/AP).
Cuando ahondé en esta misma historia del cambio climático hace unos años, llegué a la conclusión, al igual que Rich, que el momento clave en que el impulso mundial se estaba forjando en aras a un acuerdo global firme basado en la ciencia se produjo en 1988. Fue cuando James Hansen, entonces director del Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA, testificó ante el Congreso alegando que tenía un "99% de seguridad" en que había una "tendencia real hacia el calentamiento" vinculada con la actividad humana. Más tarde, ese mismo mes, cientos de científicos y políticos celebraron la histórica Conferencia Mundial sobre Cambios en la Atmósfera en Toronto, cuando se discutió sobre los primeros objetivos para la reducción de emisiones. A finales de ese mismo año, en noviembre de 1988, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU, la principal entidad científica para asesorar a los gobiernos sobre la amenaza climática, celebraba su primera sesión.
Pero el cambio climático no sólo preocupaba a políticos y expertos, había pasado a formar parte de las conversaciones cotidianas y charlas de café, a tal nivel que cuando los editores de la revista Time anunciaron en 1988 su "Hombre del Año", optaron por cambiarlo por el "Planeta del Año: La Tierra en Peligro". La portada mostraba una imagen del mundo sostenido con un cordel, con el sol poniéndose al fondo de forma inquietante. "Ningún individuo en particular, ningún acontecimiento, ningún movimiento logró capturar la imaginación ni dominó más los titulares", explicaba el periodista Thomas Sancton, "que el grupo de rocas y suelo y agua y aire que es nuestro hogar común".
(Curiosamente, a diferencia de Rich, Sancton no culpaba a la "naturaleza humana" del pillaje planetario. Siguió profundizando en el uso indebido del concepto judeocristiano de "dominio" sobre la naturaleza y en el hecho de que suplantó la idea precristiana de que "la Tierra era considerada como madre, como donante fértil de vida. La naturaleza -el suelo, el bosque, el mar- estaba investida de divinidad y los mortales estaban subordinados a ella.)
Cuando examiné las noticias climáticas de este período, parecía que podría lograrse realmente un cambio profundo. Pero después, de forma trágica, todo se desvaneció, con Estados Unidos largándose de las negociaciones internacionales y el resto del mundo conformándose con acuerdos no vinculantes que dependían de "mecanismos de mercado" sospechosos, como la comercialización y compensaciones de bonos del carbono. Por tanto, merece realmente la pena preguntar, como lo hace Rich: ¿Qué demonios sucedió? ¿Qué fue lo que interrumpió la urgencia y la determinación que emanaban de todos estos establishment elitistas de forma simultánea al final de los años ochenta?
Rich concluye, aunque sin ofrecer ninguna prueba social o científica, que algo llamado "naturaleza humana" se puso a dar patadas y lo estropeó todo. "Los seres humanos", escribe, "ya sea en organizaciones globales, democracias, industrias, partidos políticos o como individuos, son incapaces de sacrificar las ventajas presentes para evitar el desastre impuesto a las generaciones futuras". Parece que estamos programados para "obsesionarnos con el presente, preocuparnos por el medio plazo y eliminar de nuestra mente el término a largo plazo, aunque acabemos envenenados por ello".
Al examinar el mismo período, llegué a una conclusión muy diferente: que lo que al principio parecía ser nuestro mejor intento para salvar la vida de la acción climática había sufrido, en retrospectiva, un caso épico de mal momento histórico. Porque lo que queda claro cuando se mira hacia atrás en esta coyuntura es que justo cuando los gobiernos se estaban uniendo para actuar seriamente a fin de controlar el sector de los combustibles fósiles, la revolución neoliberal global se convirtió en supernova y ese proyecto de reingeniería económica y social chocó a cada paso con los imperativos tanto de la ciencia del clima como de la regulación corporativa.
El hecho de no hacer siquiera una referencia pasajera a esta otra tendencia global que estaba desarrollándose en los últimos años ochenta representa un gran punto ciego incomprensible en el artículo de Rich. Después de todo, el principal beneficio de volver como periodista a un período en un pasado no muy lejano es que puedes ver tendencias y pautas que aún no resultaban visibles para las personas que vivieron esos tumultuosos acontecimientos en tiempo real. Por ejemplo, en 1988, la comunidad del clima no tenía manera de saber que estaban en la cúspide de la convulsa revolución neoliberal que transformaría todas las economías principales del planeta.
Pero nosotros sí lo sabemos. Y una cosa que queda muy clara cuando se mira hacia atrás, en los finales ochenta, es que desde ofrecer "condiciones para el éxito que no podrían haber sido más favorables", 1988-89 fue el peor momento posible para que la humanidad decidiera que iba a tomarse en serie el hecho de poner la salud planetaria por delante de los beneficios.
Recuerden qué otras cosas estaban pasando. En 1988, Canadá y Estados Unidos firmaron su acuerdo de libre comercio, un prototipo del NAFTA (siglas en inglés del Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y de los innumerables acuerdos que lo seguirían. El muro de Berlín estaba a punto de caer, un acontecimiento que los ideólogos de la derecha aprovecharían con éxito en EE. UU. como prueba del "fin de la historia", tomándolo como licencia para exportar la receta Reagan-Thatcher de privatización, desregulación y austeridad a todos los rincones del mundo.
Fue esta convergencia de tendencias históricas -la aparición de una arquitectura global que se suponía iba a abordar el cambio climático y el afianzamiento de una arquitectura global mucho más poderosa que iba a liberar el capital de cualquier restricción- lo que hizo descarrilar el impulso que Rich identifica correctamente. Porque, como señala repetidamente, enfrentar el desafío del cambio climático hubiera requerido imponer rígidas regulaciones a los contaminadores, a la vez que invertir en la esfera pública para transformar la forma en que impulsamos nuestras vidas, vivimos en las ciudades y nos movemos.
Todo esto fue posible en los años 80 y 90 (todavía lo es hoy), pero habría exigido una batalla frontal contra el proyecto del neoliberalismo, que en ese momento estaba librando una guerra contra la idea misma de la esfera pública ("La sociedad no existe", nos dijo Thatcher). Mientras tanto, los acuerdos de libre comercio que se firmaron en este período estaban desarrollando muchas iniciativas climáticas sensatas, como subvencionar y ofrecer un trato preferencial a la industria verde local y rechazar muchos proyectos contaminantes como la fractura hidráulica y los oleoductos, que son ilegales en virtud del derecho comercial internacional.
Sobre esta colisión entre el capitalismo y el planeta escribí un libro de 500 páginas, y no quiero entrar de nuevo en los detalles aquí. Sin embargo, este extracto se introduce en el tema con cierta profundidad, por lo que citaré aquí un breve fragmento:
No hemos hecho lo necesario para reducir las emisiones porque eso entra fundamentalmente en conflicto con el capitalismo desregulado, la ideología reinante durante todo el período en el que hemos estado luchando para encontrar una salida a esta crisis. Estamos atrapados porque las acciones que nos darían la mejor oportunidad para evitar una catástrofe -que beneficiarían a la gran mayoría- son extremadamente amenazadoras para una élite minoritaria que tiene un dominio absoluto sobre nuestra economía, nuestro proceso político y la mayoría de nuestros principales medios de comunicación. Ese problema podría no haber sido insuperable si se hubiera presentado en otro momento de nuestra historia. Pero es nuestra gran desgracia colectiva que la comunidad científica hiciera su decisivo diagnóstico sobre la amenaza climática en el preciso momento en que esas élites disfrutaban de un poder político, cultural e intelectual más ilimitado que en cualquier momento desde la década de 1920. De hecho, los gobiernos y los científicos habían empezado a hablar seriamente sobre los recortes radicales a las emisiones de gases de efecto invernadero en 1988, el año exacto que marcó el comienzo de lo que se llamó "globalización".
¿Por qué es importante que Rich no mencione este choque y, en cambio, afirme que nuestro destino ha sido sellado por la "naturaleza humana"? Es importante porque si la fuerza que interrumpió el impulso hacia la acción somos "nosotros mismos", entonces el titular fatalista en la portada de la revista New York Times Magazine "Perdiendo la Tierra" es realmente merecido. Si la incapacidad de sacrificarnos a corto plazo por una dosis de salud y seguridad en el futuro se cuece en nuestro ADN colectivo, entonces no tenemos ninguna esperanza de cambiar las cosas a tiempo para evitar un calentamiento verdaderamente catastrófico.
Por otra parte, si nosotros, los seres humanos, estuvimos realmente a punto de salvarnos en los años 80, pero nos vimos inundados por una oleada de fanatismos por parte de la élite del libre mercado, a la que se oponían millones de personas en todo el mundo, entonces ahí hay algo bastante concreto que podemos hacer al respecto. Podemos enfrentar ese orden económico y tratar de reemplazarlo con algo que esté enraizado en la seguridad humana y planetaria, esa que no coloca la búsqueda del crecimiento y el beneficio a toda costa en su centro.
Y la buena noticia -y sí, hay alguna- es que hoy, a diferencia de 1989, un movimiento joven y en crecimiento de socialistas democráticos verdes está avanzando precisamente con esa visión en EE. UU. Y eso representa algo más que sólo una alternativa electoral: es nuestra única línea de vida planetaria.
Sin embargo, tenemos que tener claro que la línea de vida que necesitamos no es algo que haya sido probado antes, al menos no en la escala requerida. Cuando el Times tuiteó su tráiler del artículo de Rich sobre "la incapacidad de la humanidad para enfrentar la catástrofe del cambio climático", la excelente ala de ecojusticia de los Socialistas Democráticos de América ofreció velozmente esta corrección : "*CAPITALISMO* Si fueran serios a la hora de investigar qué ha ido tan mal, deberían centrarse en la ‘incapacidad del capitalismo para abordar la catástrofe del cambio climático’. Por encima del capitalismo, *la humanidad* es totalmente capaz de organizar sociedades que prosperen dentro de límites ecológicos".
Su punto de vista es bueno, pero está incompleto. No hay nada esencial sobre los seres humanos que viven bajo el capitalismo; los humanos somos capaces de organizarnos en todo tipo de órdenes sociales diferentes, incluidas las sociedades con horizontes de tiempo mucho más largos y con mucho más respeto por los sistemas de apoyo a la vida natural. De hecho, los humanos han vivido de esa manera durante la gran mayoría de nuestra historia y muchas culturas indígenas mantienen vivas hasta el día de hoy las cosmologías centradas en la tierra. El capitalismo es un breve incidente en la historia colectiva de nuestra especie.
Pero culpar simplemente al capitalismo no es suficiente. Es absolutamente cierto que el impulso hacia el crecimiento y las ganancias sin fin se oponen rotundamente al imperativo de una transición rápida en el abandono de los combustibles fósiles. Es absolutamente cierto que el desencadenante global de la forma desatada de capitalismo conocida como neoliberalismo en los años 80 y 90, ha sido el mayor contribuyente al desastroso pico de las emisiones globales en las últimas décadas, así como el mayor obstáculo para la acción climática basada en la ciencia desde que los gobiernos comenzaron a reunirse para hablar (y hablar y hablar) sobre la reducción de emisiones. Y sigue siendo el mayor obstáculo hoy en día, incluso en países que se promocionan como líderes climáticos, como Canadá y Francia.
Pero tenemos que ser honestos y reconocer que el socialismo industrial autocrático ha sido también un desastre para el medioambiente, como lo demuestra radicalmente el hecho de que las emisiones de carbono descendieron brevemente cuando las economías de la antigua Unión Soviética se colapsaron a principios de los años noventa. Y como escribí en "Esto lo cambia todo", el petropopulismo venezolano ha continuado con esta tradición tóxica hasta nuestros días, con resultados desastrosos.
Reconozcamos este hecho al tiempo que señalamos que los países con una fuerte tradición socialista democrática, como Dinamarca, Suecia y Uruguay, tienen algunas de las políticas ambientales más visionarias del mundo. De esto podemos concluir que el socialismo no es necesariamente ecológico, pero que una nueva forma de ecosocialismo democrático, con la humildad de aprender de las enseñanzas indígenas sobre los deberes para con las generaciones futuras y la interconexión de toda la vida, parece ser la mejor oportunidad que tiene la humanidad para la supervivencia colectiva.
Estas son las apuestas del aluvión de candidatos políticos que están promoviendo una visión democrático ecosocialista, conectando los puntos entre los expolios económicos causados por décadas de ascendencia neoliberal y el devastado estado de nuestro mundo natural. Inspirados en parte por la carrera presidencial de Bernie Sanders, candidatos de diversos tipos, como Alexandria Ocasio-Cortez en Nueva York, Kaniela Ing en Hawai y muchos más, se presentan en plataformas que piden un "Nuevo acuerdo ecológico" que satisfaga las necesidades materiales básicas de todos, ofrezca soluciones reales a las desigualdades raciales y de género, al tiempo que catalice una transición rápida al cien por cien de energía renovable. Muchos, como la candidata a gobernadora de Nueva York, Cynthia Nixon, y el candidato a fiscal general de Nueva York, Zephyr Teachout, se han comprometido a no aceptar dinero de las compañías de combustibles fósiles y, en cambio, están prometiendo procesarlas.
Estos candidatos, se identifiquen o no como socialistas demócratas, rechazan el centrismo neoliberal del establishment del Partido Demócrata, con sus tibias "soluciones basadas en el mercado" para la crisis ecológica, así como la guerra total de Donald Trump contra la naturaleza. También están presentando una alternativa concreta ante los socialistas extractivistas antidemocráticos del pasado y del presente. Y quizá lo más importante, esta nueva generación de líderes no está interesada en convertir a la "humanidad" en chivo expiatorio de la avaricia y corrupción de una élite minúscula. Busca en cambio ayudar a la humanidad, en particular a sus innumerables miembros sistemáticamente desconocidos, a encontrar su voz y poder colectivos para poder enfrentarse a esa élite.
No estamos perdiendo la Tierra, pero esta se está calentando de forma tan veloz que está inmersa en una trayectoria en la que muchos de nosotros vamos a perdernos. Justo a tiempo, está apareciendo un nuevo camino político hacia la seguridad. No es el momento de lamentar nuestras décadas perdidas. Es hora ya de salir del infierno por ese camino.
Naomi Klein es una periodista e investigadora canadiense de gran influencia en el movimiento antiglobalización y el socialismo democrático. Entre sus libros publicados figuran: No Logo, Vallas y Ventanas, Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. Su nuevo libro es: Decir no, no basta: Contra las nuevas políticas del shock, por el mundo que queremos.
Fuente: https://theintercept.com/2018/08/03/climate-change-new-york-times-magazine/
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