Las falsedades de la supuesta recuperación económica promovida por el pensamiento neoliberal dominante
Se
está creando la percepción en los países del capitalismo desarrollado
de que la Gran Recesión -que ha causado un deterioro muy acentuado del
bienestar y calidad de vida de la mayoría de sus poblaciones- es un
hecho del pasado, consecuencia del supuesto éxito de las políticas
neoliberales que los gobiernos de estos países han ido aplicando durante
este período. Estas políticas han consistido en reformas laborales
(supuestamente encaminadas a favorecer la flexibilidad de los mercados
laborales) y recortes del gasto público, incluyendo del gasto público
social (en servicios públicos como la sanidad, la educación, la vivienda
social, los servicios sociales, las escuelas de infancia, los servicios
domiciliarios, y otros; y en transferencias públicas, como las
pensiones) que se aplicaron para reducir el supuestamente excesivo
déficit público que estaba “ahogando” a la economía, como consecuencia
de una “excesiva generosidad de los derechos sociales” que tenía que
corregirse y revertirse mediante la imposición de políticas de
austeridad.
El “supuesto éxito” de las políticas públicas neoliberales
Según
los establishment político-mediáticos que promueven la sabiduría
convencional en cada país, estas medidas han tenido un gran éxito
habiendo recuperado el rigor y la eficiencia de sus economías. Como
prueba de ello, presentan indicadores que -según afirman- reflejan tal
recuperación como, por ejemplo, el aumento del crecimiento económico y
la disminución del paro. Esta promoción de las políticas neoliberales va
acompañada, por lo general, de referencias al “supuesto gran éxito” de
la economía estadounidense -máximo referente del pensamiento
neoliberal-, que se atribuye a la gran flexibilidad de su mercado de
trabajo y a su escaso gasto público (el más bajo, una vez descontado su
gasto militar), muy acentuado en el caso del gasto público social
(responsable de que EE.UU. sea el país capitalista desarrollado con
menor protección social). Según explica la sabiduría convencional -de
clara sensibilidad neoliberal- este país, después del colapso de su
economía (de 2007 a 2009 su PIB bajó un 4%), recuperó, a partir del
2009, su tasa de crecimiento (un promedio de 2,1% anual), lo que provocó
un gran descenso del paro, que de ser del 10% pasó a ser el más bajo
del mundo capitalista desarrollado, con un 3,8%.
Lo que
esconden los indicadores del “supuesto éxito”: el deterioro muy notable
del bienestar y calidad de vida de las clases populares
Lo que
tales argumentos ocultan o desconocen es que, en gran parte de los
países capitalistas desarrollados, las cifras del paro tienen un valor
muy relativo para medir el grado de eficiencia del mercado laboral, pues
excluyen a grandes sectores de la población que sufren las
consecuencias del gran deterioro del mercado laboral (causado por tales
políticas neoliberales), y que no quedan reflejados en la tasa de paro.
Este indicador de paro no incluye, por ejemplo, la población que trabaja
en situación parcial y temporal que querrían hacerlo a tiempo completo
(la población empleada subocupada), un problema grave creado por las
reformas laborales. Este sector ha sufrido un notable aumento,
alcanzando su máxima expresión en el trabajo precario, muy generalizado
hoy en la gran mayoría de países capitalistas desarrollados. En España
se habla mucho (con razón) del elevadísimo paro, pero no se habla tanto
del elevadísimo nivel de precariedad entre la población empleada. Los
contratos más frecuentes en España son los que duran 15 días y una
cuarta parte del total tiene una duración de 7 días, siendo este el tipo
de contrato que ha aumentado más desde el inicio de la crisis en 2007.
Desde que se inició la crisis, casi el 60% del empleo creado ha sido
-precisamente- de carácter temporal y parcial.
Otro sector de la
población que no se incluye en la tasa final del paro es la gente que ha
abandonado la búsqueda de puestos de trabajo por no encontrarlo. En
EE.UU., en caso de incluirse este sector de la población, la tasa de
paro ascendería a un 7,6%. En realidad, si se sumaran los desempleados,
los empleados subocupados y los que se han desanimado en su búsqueda de
puestos de trabajo, la cifra de paro ascendería a un 10,9% (17,6
millones de personas). Esta trágica (y no hay otra manera realista de
definirla) situación, muestra las limitaciones de utilizar la tasa de
paro como el indicador principal de eficiencia del mercado de trabajo.
El “éxito” en la reducción de la tasa de paro, se ha conseguido a costa
de un enorme crecimiento del paro oculto, de la precariedad y del
desánimo en el que se encuentran grandes sectores de las clases
trabajadores en estos países, que representan la mayoría de las clases
populares.
En el país modelo neoliberal, EE.UU., a estos datos
debe sumarse otro factor raramente mencionado cuando se analiza el tema
del paro: el elevadísimo porcentaje de la población que está
encarcelada. Los presos de aquel país son 2,2 millones de personas, tres
veces superior al promedio de los países de semejante nivel de
desarrollo económico. Sin lugar a dudas, si el porcentaje de la
población encarcelada fuera semejante a la existente en la mayoría de
países de la UE, el número de personas sin trabajo y que lo están
buscando (así como las tasas del paro oficial) sería incluso mucho mayor
que el enunciado en las cifras oficiales de paro. En realidad, la
elevada encarcelación es una de las causas de que el paro aparente ser
tan bajo en EE.UU.
Los elevados costes de las reformas laborales y otras medidas neoliberales
En
España, la aplicación de las políticas neoliberales creó un enorme
deterioro del mercado laboral español. Todavía hoy, cuando se asume que
la economía se ha recuperado, solo la mitad de los puestos de trabajo
perdidos (3,8 millones) durante el inicio de la crisis (2008-2013) se
han recuperado. Pero como en el caso de EE.UU., si sumamos a las
personas que están en paro (17%) las personas que están subocupadas
(personas que trabajan a tiempo parcial involuntario) y las que han
abandonado la búsqueda de trabajo, desanimados en encontrarlo, la cifra
de paro real aumentaría a un 28%, es decir, casi el doble.
Repito
pues, una observación que, a pesar de su gran importancia, apenas es
visible en los fórums mediáticos y políticos del país: el descenso del
paro oculta el gran crecimiento del paro oculto, de la precariedad y del
desánimo. Esta es la realidad que se desconoce e ignora, y que ha
causado grandes protestas populares en todos los países, canalizadas por
los movimientos antiestablishment.
¿Por qué los salarios no suben -e incluso continúan bajando- cuando el desempleo supuestamente se está reduciendo?
Estas
cifras reales de personas desocupadas -que no quedan reflejadas en los
indicadores de paro- explican que haya una enorme reserva de personas en
necesidad de trabajo. Es más, a las personas que constituyen esta gran
reserva de gente buscando trabajo hay que añadir los millones de
trabajadores que existen en reserva en países menos desarrollados, cuyos
trabajadores aceptan salarios mucho más bajos y las condiciones de
trabajo mucho peores que en los países capitalistas desarrollados. De
ahí que la desregulación del mercado de trabajo (una de las mayores
medidas neoliberales) haya ido acompañada de otra gran medida
neoliberal: la desregulación de la movilidad de capitales (con la
globalización de las llamadas multinacionales) que está empoderando al
mundo empresarial frente al mundo del trabajo. La amenaza del
desplazamiento de empresas a países con salarios bajos es una de las
medidas disciplinarias más comunes hoy en los países capitalistas
desarrollados, en contra de los trabajadores.
Como parte de esta
desregulación del movimiento de capitales se ha promovido la otra cara
de la moneda, es decir, la promoción de la movilidad de los
trabajadores, favoreciendo la inmigración como medida para garantizar la
disponibilidad de trabajadores que, por la vulnerabilidad asociada a la
condición de inmigrantes aceptan salarios más bajos y peores
condiciones de trabajo.
Estos datos explican que, a pesar del
descenso del nivel de paro oficial, los salarios no suban. Si tal cifra
de paro fuera real, la clase trabajadora estaría más empoderada en su
negociación con el mundo empresarial, a fin de obtener salarios más
altos. El hecho de que ello no ocurra se debe al enorme debilitamiento
de la case trabajadora y del mundo del trabajo, incluyendo sus
sindicatos, que se traduce en la enorme disponibilidad de trabajadores
potenciales, estén estos dentro o fuera del país.
La gran debilidad del mundo del trabajo: el objetivo de las políticas neoliberales
Hemos
visto así que uno de los principios del pensamiento económico dominante
-el subrayar que el descenso del paro crea un aumento de los salarios–
no se ha realizado: los salarios no han estado subiendo durante la
recuperación. Antes al contrario, han estado descendiendo. De nuevo,
mirando el modelo estadounidense vemos que el trabajador (no supervisor)
de EE.UU. recibe hoy un salario que es un 4% más bajo que en el año
1972 -hace 46 años- y ello a pesar de que la productividad de este tipo
de trabajador se ha más que doblado durante este período. La riqueza
creada por este aumento de la productividad no ha beneficiado, sin
embargo, al trabajador, sino a todos los demás que están por encima de
él, desde sus supervisores, empresarios y equipos de dirección, así como
a los financieros que manipulan el crédito y especulan con los
beneficios empresariales conseguidos por el descenso de los salarios.
Esta
situación se ha dado también en las economías europeas, incluida la
española. En la gran mayoría de países europeos, el crecimiento de la
productividad ha sido mayor que el crecimiento de los salarios, realidad
que ha estado ocurriendo desde el inicio de período neoliberal, a
finales de la década de los años setenta del pasado siglo, hasta ahora.
En otras palabras, esta situación ha contribuido a que el PIB de tales
países haya subido más rápidamente que los salarios (que en muchos
países, como EE.UU., han incluso bajado) (ver: P. Dolack, Flat Wages
ZCommunications, 2018).
Lo mismo o peor está ocurriendo en España
En
España los salarios han bajado también. Ha sido un descenso del 10%
durante el período de aplicación máximo de las políticas neoliberales
(2008-2014) (afectando primordialmente a las mujeres y a los jóvenes),
permaneciendo estables (o bajando en el sector privado), perdiendo así
capacidad adquisitiva al crecer en menor grado que la inflación. En
realidad, los salarios para los mismos puestos de trabajo, desde 2008 a
2015 descendieron un 12%. Ello ha estado ocurriendo a la vez que la
productividad del trabajador (productividad real por hora trabajada) ha
ido aumentando mucho más rápidamente que los salarios. El excedente se
ha destinado a incrementar los beneficios empresariales, a las rentas
superiores, aumentando con ello las desigualdades, siendo estas últimas
de las más acentuadas en la Unión Europea.
Como resultado de ello,
las rentas del trabajo han ido descendiendo en todos los países a la
vez que las rentas del capital han ido subiendo. En España, este cambio
en la distribución de las rentas ha sido uno de los más marcados. Como
bien dijo en su día el magnate empresarial Warren Buffet, hay “una lucha
de clases y la hemos estado ganando”. Y esta victoria se extiende a
todos los niveles, de tal manera que la ideología del gran mundo
empresarial -el neoliberalismo- continúa siendo hegemónica en las
instituciones políticas y mediáticas, a pesar del enorme fracaso de lo
que han significado en el quehacer económico del país. Ahora bien, la
expresión “desastre” es relativa, pues para el mundo del capital y de
sus gestores, la economía ha ido muy bien. Y lo que deseaban, es decir,
la disminución de los salarios, de las expectativas de los trabajadores y
el descenso (y, en ocasiones, el desmantelamiento) de la protección
social, ha sido su gran “éxito”.
¿Cómo se ha conseguido la victoria neoliberal?
Lo
que hemos visto es cómo la aplicación de las políticas públicas
neoliberales ha debilitado los instrumentos creados por el mundo del
trabajo para defender sus intereses, como los sindicatos. Las reformas
laborales, por ejemplo, estaban encaminadas a “flexibilizar” el mundo
del trabajo. El término flexibilizar quiere decir eliminar los derechos
laborales y sociales conseguidos por los trabajadores durante la época
dorada del capitalismo (1945-1980), donde un pacto social se había
conseguido entre el mundo del capital y el mundo del trabajo. De ahí que
la solución exigiría un cambio político, observación especialmente
importante, pues las causas políticas del deterioro del mercado de
trabajo se ignoran constantemente, atribuyendo tal deterioro a la
automatización, a la robotización o a cualquier otro elemento, sin tener
en cuenta que, a su vez, tales variantes técnicas son determinadas por
el contexto político.
Parte de este debilitamiento del mundo del
trabajo han sido los cambios en los partidos políticos que habían sido
creados por este y que se han ido distanciando de su base electoral,
haciendo suyas muchas de las medidas neoliberales que han contribuido a
tal distanciamiento. El creciente control de estos partidos políticos
(la mayoría de tradición socialdemócrata) por la clase media ilustrada
(profesionales de formación universitaria que desarrollan intereses de
clase propios, distintos a los que había sido su base electoral) explica
su renuncia a políticas redistributivas y su conversión al
neoliberalismo, tal y como ha ocurrido con los gobiernos Clinton, Obama,
Blair, Schröder, Hollande, Zapatero, entre otros. El colapso de la
socialdemocracia y otras izquierdas es un indicador de ello.
Es lógico y predecible que los movimientos antiestablishment de base obrera hayan ido apareciendo como respuesta
Esta
situación explica el surgimiento de los movimientosantiestablishment,
que protestan por la pérdida de la calidad de vida de las clases
populares, causada por las reformas laborales, por las políticas de
austeridad y por la globalización. El abandono por parte de las fuerzas
gobernantes de izquierdas de las políticas redistributivas que las
caracterizaron en el pasado (aduciendo que eran “anticuadas” o
“imposibles de realizar”), y su compromiso con el neoliberalismo, fue el
responsable del surgimiento de tales movimientos. El establishment
político-mediático neoliberal atribuye tales movimientos a un
crecimiento del nacionalismo, racismo, chovinismo, o cualquier ismo que
esté de moda en estos centros.
Y cada una de las características
de estos movimientos es respuesta directa al ataque neoliberal. El
nacionalismo, por ejemplo, es una protesta frente a la globalización. Su
antiinmigración es un indicador de rechazo a la globalización del mundo
del trabajo, en respuesta a su ansiedad y temor a la pérdida su empleo o
a la dificultad en encontrarlo. Y su antiestablishment es consecuencia
de verlo como responsable de las políticas que les perjudicaron.
EnEE.UU., por ejemplo, no hay evidencia de que el racismo se haya
incrementado. En realidad, los votantes que hicieron posible la elección
de Trump en el Colegio Electoral de EE.UU. procedían de barrios obreros
en áreas desindustrializadas que habían votado a un negro, el candidato
Obama, para la presidencia en las elecciones anteriores. Y en 2016,
Trump ganó por que Clinton representaba al establishment, al ser
Ministra de Asuntos Exteriores y máxima promotora de la globalización,
responsable de las políticas públicas que habían estado dañando a la
clase trabajadora.
La demonización de las protestas populares antiestablishment
Es
característico del establishment político-mediático definir como
“retrógrados” y “basura social” -como hizo la Sra. Clinton- estas
protestas de los que se han opuesto a las medidas neoliberales que han
dañado enormemente la calidad de vida de las clases populares. En
realidad, era fácilmente predecible que Trump ganaría las elecciones (y
así lo anunciamos algunos pocos cuando se iniciaron las primarias del
Partido Republicano y más tarde cuando se eligió el Presidente). Las
clases trabajadoras, dañadas por tales políticas, están mostrando su
rechazo a los establishments político-mediáticos. La única alternativa
que hubiera podido ganar a Trump era el candidato socialista Bernie
Sanders, que pedía una revolución democrática, y así lo mostraban las
encuestas. La destrucción de la candidatura Sanders por parte del
partido demócrata, controlado por la candidata Clinton, fue un elemento
clave en la victoria de Trump. Ni que decir tiene que las clases
trabajadoras no son el único sector que presenta tal rechazo, aunque si
que son las más movilizadas por ser también las más perjudicadas. Y lo
mismo ha ocurrido en casi cada país europeo. Des del Brexit en el Reino
Unido, al surgimiento de la ultraderecha a lo largo del territorio
europeo son síntomas de ello. El abandono del proyecto auténticamente
transformador por parte de los partidos de izquierda explica la
canalización del enfado popular por parte de partidos radicales de
ultraderecha.
En España, la aplicación de las políticas
neoliberales de los gobiernos Zapatero primero y Rajoy después,
afectaron muy negativamente al bienestar de las clases populares, que
generó el movimiento de protesta y rechazo llamado 15-M, un soplo de
aire fresco en el clima neoliberal promovido por los establishments
político-mediáticos del país, y que cristalizó más tarde en Podemos.
Este partido en poco tiempo se convirtió en una de las mayores fuerzas
políticas del país, con un enorme impacto canalizando el enorme enfado y
rechazo hacia las políticas neoliberales. Ello previno la movilización
de la ultraderecha como instrumento de protesta, debido en gran parte a
que esta estaba ya en el partido gobernante -el Partido Popular-, mayor
impulsor del neoliberalismo (junto con Ciudadanos). De ahí que, el
compromiso de tal partido con el neoliberalismo sea uno de los mayores
obstáculos para que capitalice el enfado de las clases populares, por
muy nacionalista y antiinmigración que se presente, como intenta su
nuevo dirigente, Pablo Casado. Un tanto parecido ocurrirá con
Ciudadanos, que está hoy utilizando su nacionalismo para ocultar su
neoliberalismo.
La única salida a esta situación es que exista una
amplia alianza de movimientos sociales y fuerzas políticas que rechacen
el neoliberalismo, la globalización y la desregulación de los mercados
laborales, así como de la movilidad de capitales y trabajadores a nivel
internacional, que ha estado creando un enorme dolor a las clases
populares. A no ser que exista este rechazo a las políticas neoliberales
actuales, no veo posibilidades de cambio. Así de claro.
Vicenç Navarro. Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universitat Pomepu Fabra.
Fuente:
https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2018/08/16/las-falsedades-de-la-supuesta-recuperacion-economica-promovida-por-el-pensamiento-neoliberal-dominante/