Este
artículo contiene reflexiones sobre el proceso de reestructuración de
la globalización, mismas que se dan a propósito de descifrar el
significado del conflicto entre Irán-Estados Unidos. El documento
adicionalmente busca caracterizar y prever la posible influencia de la
mencionada tensión en el proceso electoral norteamericano 2020. Son
problemáticas, hipótesis y conjeturas serán desarrolladas en las
próximas semanas, como parte de la indagación sobre el Capitalismo
Planetario
[2].
Introducción
La tensión
entre Irán y EE.UU. agravada desde junio de 2019, por la acción del
gobierno persa al derribar un dron norteamericano,
RQ-4 Global Hawk,
que surcaba cielos iraníes en claro afán de espionaje, es un elemento
más de provocación, de entre otros que continúan dándose. Anteriormente y
en mayo del mismo año, Irán decidió romper parcialmente el acuerdo
nuclear
[3] firmado con EE.UU. y algunos países europeos en
2015. Incumplimiento que se produjo tras la ruptura que, por su lado,
Estados Unidos había concretado en mayo de 2018. En consecuencia, Irán
aumentó el porcentaje de refinación de uranio, rompiendo el acuerdo y
exigiendo a EE.UU. deponer las sanciones económicas. En junio pasado,
por su parte, el régimen norteamericano amenazó al gobierno iraní con
aplicar nuevas sanciones económicas, al mismo tiempo que se generó un
conjunto de incidentes con barcos petroleros, especialmente del Reino
Unido, que circulaban por el Estrecho de Ormuz. Finalmente, en los
primeros días de agosto, se produjo un nuevo incidente con un barco
petrolero del Reino Unido aumentando los niveles de tensión en la
región.
Todo este conjunto de hechos y circunstancias nos
muestran la creciente hostilidad en Medio Oriente, que junto a la
llamada guerra comercial, como lo es la afectación a la empresa china
productora de teléfonos celulares (Huawei), ponen de manifiesto nuevas
condiciones mundiales, propiciando especulaciones en torno a un posible
desenlace guerrerista en Medio Oriente y el planeta.
¿Cuáles son
los antecedentes, características y factores que generan esta situación
que podrían llevar al mundo, como dicen algunos analistas, a una posible
conflagración bélica mundial?
¿Los intereses reales y las
acciones de chantaje de los dos gobiernos, el iraní y el norteamericano,
muestran solo una tensión circunstancial o abren un proceso de probable
guerra de imprevisibles consecuencias?
Estas son las preguntas
principales que este artículo intenta responder sobre la mencionada
coyuntura planetaria, al mismo tiempo que tomar el pulso de la situación
incierta y confusa del planeta que encubre los objetivos e intereses en
juego en el conflicto en ciernes.
En este contexto, el artículo
examina algunos antecedentes, factores y circunstancias de la nueva
situación creada en torno a la globalización y la correlación de fuerzas
en el Medio Oriente; vale decir, la situación de la globalización y sus
tendencias o fracciones; el escenario y límite de la hegemonía
planetaria; las disputas tecnológicas y transnacionales evidenciadas en
la restricción comercial a la empresa Huawei, por parte de los Estados
Unidos; las repercusiones que puede generar el conflicto sobre la
disputa presidencial norteamericana, especialmente la reelección de
Trump, así como la. Por otro lado, el involucramiento de algunos países
de la Unión Europea en torno al acuerdo nuclear para limitar al gobierno
de Irán, en algunos casos; y, en otros, distanciándose de los Estados
Unidos, como las posiciones expresadas por Alemania y Francia; han dado
lugar a la profundización de la llamada guerra comercial entre China y
Estados Unidos y que se expresa en la imposición de nuevos derechos
arancelarios, de una parte, y de otra, a la devaluación del yuan, etc.,
dejando abierta la posibilidad de una nueva crisis capitalista mundial.
I. Límite de la hegemonía estadounidense
Antecede
a la tensión surgida entre Irán-EE.UU., el revés geopolítico que sufrió
Norteamérica al perder su influencia y capacidad de decisión en la
guerra civil en Siria en el 2017. De una participación activa que
buscaba invadir –como en otros países- y hegemonizar sobre Siria,
terminó en el 2018 retirándose del mencionado país, luego de un nuevo
intento por recuperar posiciones durante el bombardeo efectuado por
EE.UU, Francia y el Reino Unido en el mismo año.
Dicho revés
adquiere un nivel de trascendencia en tanto pone de manifiesto el
fracaso de la estrategia neoconservadora, que impulsó EE.UU. para
recuperar influencia y hegemonía en el mundo, a raíz de la caída de las
torres gemelas de Nueva York en el 2001.
Efectivamente, precede
al conflicto mencionado, en el curso de la evolución geopolítica mundial
de los últimos años (2017), la mencionada guerra civil. Situación en el
que se enfrenta, conjuntamente con las fuerzas aliadas (China, Rusia,
Turquía, Irán e India), el gobierno sirio de Bashar al Assad a la
invasión de Siria por parte de los Estados Unidos.
En una investigación realizada sobre la situación geopolítica planetaria
[4], se dice:
En consecuencia, el objetivo de afianzar la “acumulación por
desposesión” en el Medio Oriente como parte del mencionado proyecto
neoconservador del “Nuevo Siglo Norteamericano”, y fortalecer así la
hegemonía de Estados Unidos en la región, ha tenido en Siria un gran
obstáculo y un revés. La victoria de la coalición formada por Siria,
Rusia, Irán, China y Hezbolá en la ciudad fortaleza de Alepo, que fue
liberada del control de los terroristas apoyados por la OTAN y sus
socios árabes en diciembre de 2016, es la demostración de que el poder
norteamericano se encuentra cuestionado y debilitado. En ese contexto,
Estados Unidos se presenta relativamente limitado para conducir el mundo
en lo económico y político, es decir, el ejercicio de su tradicional
hegemonía y su autoridad moral y política imperialista. [5]
En
el mencionado documento, desde una visión integral, se parte de la
premisa que caracteriza la situación histórica en el siglo XXI como un
momento de decadencia hegemónica estadounidense, evidenciada a raíz de
la crisis capitalista del 2008, donde se expresaron los límites de la
potencia norteamericana “tanto en su capacidad para mantener la
supremacía global, como en las problemáticas internas”
[6].
Las
invasiones de Estados Unidos a Afganistán (2001-2014) y a Irak
(2003-2011), fueron acciones de intervención bélica que pusieron en
juego la mencionada estrategia imperialista neoconservadora para
inaugurar un
“Nuevo Siglo (Norte)
Americano” [7],
donde Estados Unidos sufrió el revés mencionado, como importantes
limitaciones en su acción bélica, social, cultural, política y
económica.
Estrategia neoconservadora –dice el mencionado texto
inédito- basada en la guerra y el saqueo a los países periféricos,
especialmente del Medio Oriente, que se desplegó en circunstancias en
que Estados Unidos necesitaba recuperarse de una situación de debilidad
político-hegemónica, así como del momento económico crítico interno por
el que atravesaba, dada la situación de desindustrialización ocasionada a
consecuencia, principalmente, de que la mayoría de las corporaciones
transnacionales productivas migraron sus inversiones al Asia. Así,
Estados Unidos se convirtió en un país que, para sostener su altísimo y
suntuoso nivel de consumo, debía acudir a grandes flujos de
importaciones de mercancías y materias primas. Hecho que generó una
inevitable fuga de dólares como resultado de la gran cantidad de
capitales que debían salir de Estados Unidos para pagar los productos
importados.
[8]
Manifiesta situación económica que ha
amenazado constantemente la estabilidad monetaria de Estados Unidos y ha
generado, por lo tanto, un deterioro de la balanza comercial y de
pagos.
La misma explosión de las importaciones –dice Brenner- que
impulsó la economía mundial [durante los 90] llevó el comercio y a los
déficits de cuenta corriente de EUA a niveles récord, con el crecimiento
inédito de las responsabilidades de los propietarios externos [y] la
vulnerabilidad sin precedentes de la economía estadounidense a la fuga
de capital y al colapso del dólar.
[9]
Producto de estos
desbalances económicos y financieros es que el Estado norteamericano
debe endeudarse a niveles exorbitantes para enfrentar la crisis y el
déficit fiscal
[10], cuestión que ha determinado en años anteriores que la economía norteamericana entre en una situación
“profundamente distorsionada e inestable” [11],
y provoque sensaciones de alarma y búsqueda de emergentes soluciones,
donde se puede ubicar los principales factores que determinaron en el
2016 el surgimiento de Trump que ha intentado recuperar económicamente a
EE.UU. desde posiciones ideológicas nacionalistas.
De todas formas la invasión de Irak, según el parecer de Harvey, logró básicamente
“asegurar
el control estratégico estadounidense sobre el abastecimiento de
petróleo; evitar la formación de un bloque de poder euroasiático, e
imponer una nueva sensación de orden [y seguridad] social en los propios
Estados Unidos” [12].
Así, el consenso
mundial que Estados Unidos había logrado décadas atrás para legitimar su
proyecto imperial se encontraba, al momento de la invasión de Irak y
Afganistán, sensiblemente debilitado y desacreditado. Desde la guerra de
Vietnam, en la década del 70, en que Estados Unidos sufrió una gran
derrota militar, hasta las intervenciones en Afganistán e Irak, se
demuestra que la estrategia guerrerista ha generado en el planeta
efectos contraproducentes respecto a los objetivos de dominio y
hegemonía imperial. El apoyo financiero-militar de los países de la
OTAN, que contribuyeron en ocasiones anteriores, como afirma Arrighi
[13], a sostener las guerras ha disminuido considerablemente.
Por
otro lado, la conducción guerrerista norteamericana ha sido
cuestionada. En efecto, la población norteamericana criticó las guerras
de Irak y Afganistán, en tanto causaron desmesurados gastos económicos y
numerosas bajas en el ejército; que llevó al ex presidente Obama, en su
primera elección en el 2007, a prometer finalizar las invasiones a
estos países. Demostrando así la necesidad de responder a la población
norteamericana que tenía una seria preocupación por estos temas,
debilitando, de esta manera, las posiciones bélicas estadounidenses.
En
este ambiente de disputa, uno de los acontecimientos más importantes
que se dio en el siglo XXI, fue la movilización y acción político-social
de los sectores subalternos conocida como “primavera árabe”, la misma
que puso de manifiesto las oposiciones democráticas a ciertos regímenes
autoritarios internos y al dominio imperial en la región. Movimientos de
características insurreccionales que desataron, como nunca antes en la
historia, masivas protestas populares con demandas democráticas que se
encendieron y multiplicaron en varios países del Medio Oriente desde el
2011, y que ocasionaron el derrocamiento y la suplantación de algunos
gobiernos, que, sin embargo, tendieron a asumir, posteriormente, una
política más amistosa con los Estados Unidos. El caso más emblemático de
este proceso fue Egipto.
Más tarde, como respuesta a la
“primavera árabe”, se impulsó, en primer lugar, la invasión de tropas de
la OTAN a Libia (2011), al mismo tiempo que se incentivó la guerra
civil siria. Esta guerra-como se dijo antes-representó un fenómeno
distinto a los conflictos regionales precedentes, puesto que su proceso y
desenlace abrió la posibilidad de un cambio en la correlación de
fuerzas, que hizo posible el triunfo del gobierno sirio de Bashar Al
Assad en alianza con Rusia, Irán, China y Líbano, permitiendo un
importante cambio geoestratégico y limitando la hegemonía
estadounidense.
De todas formas, la estrategia neoconservadora
norteamericana pudo establecer, en los hechos, una posición de control
político-militar en Medio Oriente. Estados Unidos dio un grave golpe a
los gobiernos que le eran incómodos y contrarios en la región,
principalmente los alineados con el partido BAAZ
[14]. Es el caso
del gobierno iraquí de Sadam Hussein, país que fue devastado y
destruido por los norteamericanos. En este contexto, el hegemón mundial
amenazó a Irán, su principal enemigo en la región, tensando las
relaciones, sobretodo, por el programa nuclear del país persa,
obligándole a un acuerdo sobre energía nuclear.
Adicionalmente,
se puede afirmar que esta ofensiva militar y control imperialista en
Medio Oriente logró fortalecer a sus dos socios estratégicos en la
región, Israel, que logró afianzar su dominio sobre los palestinos, y
Arabia Saudita, que ha generado una oleada de expansión de su ideología
político-religiosa, el llamado
wahabismo, a través de grupos extremistas armados.
II. Conflicto comercial y previsiones
Otro
rasgo del contexto del mencionado conflicto, constituye la situación de
la multifacética crisis capitalista iniciada en el 2008, que ha
generado tensiones comerciales mundiales, así como ha abonado en el
debilitamiento histórico de la hegemonía norteamericana; poniendo de
manifiesto la crisis del capitalismo y de la humanidad, y anunciando
procesos de tránsito civilizatorio, como sostienen varios analistas,
entre ellos Immanuel Wallerstein.
Momento que configura una nueva
situación geopolítica a inicios del siglo XXI. Colocando algunas
premisas y pistas para la comprensión del tipo y forma, como límite, de
las crecientes tensiones actuales entre Irán y EE.UU.
Se
requiere, por otro lado, tomar el pulso a la llamada “guerra comercial”
entre EE.UU. y China, que se inició en septiembre de 2018. Luego de la
última reunión del G-20, que se realizó en Osaka-Japón en junio de 2019,
en la que se manifestó por parte del gobierno norteamericano la
disposición a solucionar el conflicto comercial, concretando la
negociación entre EE.UU. y China; se ha generado, en los primeros días
de agosto de 2019, incidentes en torno al conflicto comercial, en esta
ocasión a través, principalmente, de la devaluación del yuan como medida
del gobierno chino para enfrentar el incremento del 10% de impuestos a
las exportaciones chinas a EE.UU, que llevaría hasta finales de 2019 a
generalizar las imposiciones arancelarias a un 95% de los productos que
ingresan a Estados Unidos desde el país asiático. En una última
declaración del presidente Trump, en septiembre, amenaza a China con
desatar una guerra comercial integral.
En el marco de la reunión
del G-20, por otro lado, se anunció la decisión de superar el conflicto
con la empresa china Huawei, eliminando la prohibición de uso del
sistema operativo Android. En dicha decisión, se dejaba en libertad a la
corporación norteamericana Google para que preste sus servicios a la
empresa asiática posibilitando, en consecuencia la participación de
otras corporaciones y empresas norteamericanas y europeas vinculadas a
dicha compañía. Sin embargo, a pocos días de la mencionada decisión el
gobierno norteamericano volvió a restringir la relación de Google con la
firma asiática.
Este hecho y negociación (avances y retrocesos),
como tensión entre una importante corporación transnacional y el Estado
y gobierno norteamericano, permite advertir uno de los cambios
importantes del proceso de reestructuración política del dominio
mundial. El poder constituido de las grandes corporaciones
trasnacionales, como es el caso de Google, presionan por una salida
negociada al Estado y gobierno norteamericano para dar continuidad a su
fuerza y procesos de desarrollo e inversión económica; evidenciándose
así, en este contexto, la contradicción entre la línea de comportamiento
económico-político de Trump y la tendencia globalista financiera.
Fenómeno, enlazado e interrelacionado con la potencia asiática, que a
estas alturas de la historia adquiere una sustantiva influencia en la
escena global en el contexto de la disputa hegemónica en torno a la
reestructuración de la globalización.
El acelerado crecimiento de
China -como dice Serbin- generó, junto con el crecimiento de otros
actores asiáticos, un progresivo desplazamiento del centro de dinamismo
económico mundial del Atlántico hacia el Asia Pacífico
[15].
En
esencia, el proceso plantea la posibilidad de una contradicción entre
la globalización desarrollada en términos del intercambio de bienes,
servicios, personas e ideas en un marco de creciente interdependencia y
una des-globalización que se despliega a través de una fragmentación
regional, de órdenes normativos superpuestos y de múltiples
dependencias. Y, eventualmente, de una confrontación entre el orden
liberal internacional establecido y la emergencia de un potencial orden
euroasiático que no responde a los valores políticos liberales y que
apunta a dar forma a nuevas modalidades de gobernanza global menos
universal y más fragmentada, que pone bajo signo de interrogación la
posibilidad de mantener las instituciones y normas cosmopolitas o
liberales surgidas en la etapa previa y la capacidad de desarrollar
alguna modalidad de gobernar el mundo.
[16]
En esta
perspectiva examinada, cabe dejar formuladas importantes preguntas a ser
desarrolladas en el curso de la indagación mencionada: ¿qué relación se
puede encontrar entre, el hecho económico, por una parte, expresado en
el conflicto China-EE.UU. en torno a la imposición y negociación de
impuestos arancelarios en el comercio exterior y, por otra, el
geopolítico/geoeconómico expresado en la tensión político-militar entre
EE.UU. e Irán en Medio Oriente?
Adicionalmente, cabe formular
otra cuestión: ¿cómo influye esta disputa en el curso de la conflictiva
relación político electoral para elegir presidente de los EE.UU. en el
2020 y cómo, por otro lado, se refleja dicho proceso en el conflicto en
ciernes del Golfo Pérsico, teniendo en cuenta que el ámbito planetario
adquiere dimensiones internas nunca antes expresadas en la disputa o
resolución electoral entre demócratas y republicanos en EE.UU.?
III. La geopolítica planetaria
La
comprensión y previsión del desenlace del conflicto, que muchos
analistas consideran podría provocar una situación de guerra planetaria
y/o de escaramuza guerrerista en Medio Oriente, requiere examinar y
ubicar su dimensión estructural, atendiendo a las determinaciones
capitalistas que concurren y definen el cambio de la situación actual.
Una
lectura correcta, metodológicamente hablando, propia del pensamiento
crítico, debe tratar de desentrañar la realidad de los intereses de las
diferentes fracciones globalizadoras y las contradicciones en juego
entre estas, en donde el conflicto Irán-Estados Unidos aparece como un
punto de inflexión en la evolución del forcejeo geopolítico mundial que
se manifiesta, adicionalmente, en la competencia electoral presidencial
entre los dos partidos principales de Estados Unidos.
Estamos
frente a una coyuntura mundial confusa e incierta, que brota en esta
fase de la cambiante globalización, en que expresa, esencial o
estructuralmente, un momento de tensión, entre el capital financiero
multinacional que surgió, principalmente, como respuesta al cambio de
patrón de acumulación capitalista en la década de 1970 del siglo XX,
cuando los límites de acumulación del capital dieron lugar a la
financiarización económica, frente al cada vez mayor predominio del
capital financiero globalizante-transnacional
[17], resultado
histórico de la acumulación de capital y del capitalismo, que se ha
puesto de manifiesto en el siglo XXI. En este sentido vale decir, entre
los intereses del capital financiero ligado a la transnacionalización y
globalización, que se ha independizado de sus vínculos nacionales y los
procesos y situaciones como intereses del anterior proceso de
acumulación del capital ligado a las naciones y al capital financiero,
donde se encuentran los vínculos con el complejo militar industrial, así
como rezagos de tendencias, material e ideológicamente, nacionalistas.
Los impulsos endógenos nacionalistas de Trump –decíamos en el artículo sobre Huawei
[18] -
que buscan defender el mercado, las empresas norteamericanas y el
desarrollo de la tecnología de punta y de seguridad nacional, se
encuentra en esta encrucijada de las nuevas y efectivas condiciones
económico-materiales-tecnológicas (las llamadas fuerzas productivas) del
capitalismo actual que crea el contexto para limitar u obstaculizar la
aplicación del decreto emitido el 14 de mayo [que restringía la relación
comercial de las empresas norteamericanas con Huawei].
Como dicen Win Dierckxsens y Walter Formento
[19],
la globalización es “la mundialización de la ley del valor” es decir,
es la mundialización de la acumulación capitalista y conlleva a un
“proceso de desarrollo de una nueva forma de capital financiero (forma
global o transnacional) que emerge y lucha por imponerse frente a la
forma dominante anterior, el capital financiero multinacional”
[20]. Por eso, los mencionados autores sostienen que,
El
poder hoy por hoy parte del estado/universal. No hay poder en el
Estado/Nación solo Nación, ni tampoco en el Estado/Continente solo Unión
Continental, solamente como Estado/Universal (Estado/Global para las
ETN´s [Empresas Transnacionales]) se puede construir poder/soberanía
constituyendo Estado en lo nacional y continental.
[21]
En el mencionado artículo sobre Huawei y el Conflicto Planetario
[22]
se formularon hipótesis sobre la situación mundial, que nos dejan ver
rasgos nuevos y específicos de la situación estructural de la
globalización capitalista.
El cambio molecular de la
globalización generado por la tensión multinacional- transnacional, y
por la importante presencia estructural activa de China, que
interrelaciona regiones, naciones, sectores y empresas vinculadas a una
misma producción o servicio, como se evidencia en el conflicto con la
empresa Huawei; constituye un primer factor.
La constatación de
la disputa mundial, múltiple y heterogénea, de estas dos formas de
acumulación capitalista: la multinacional y la transnacional, constituye
un segundo factor que alcanza un predominio económico y político en la
globalización donde se puede observar, hipotéticamente, las siguientes
tendencias y/o fracciones:
Uno. La fracción globalista ligada al
desarrollo transnacional del capital corporativo y financiero global,
conformada por una red planetaria, multilateral y unipolar de
cities financieras
[23] y de empresas transnacionales
[24] y que en el desarrollo futuro puede coincidir objetivamente con la iniciativa de China denominada la Ruta de la Seda.
Dos. La llamada fracción continentalista que pone de manifiesto la representación de las empresas multinacionales
[25] y que, en los Estados Unidos, están íntimamente ligadas al complejo industrial militar
[26],
vale decir de aquellas que se desarrollaron desde una base nacional
para incursionar en el mundo, en razón de la necesidad de la
acumulación, como alternativas corporativas financieras al capital
productivo de la época fordista del Estado de bienestar. En esta medida
constituyen la base material de la globalización.
Tres. En este
entorno se puede identificar la presencia débil y dispersa del capital
local donde se encuentra la industria nacional y la oligarquía
financiera estadounidense
[27], al mismo tiempo que se diferencia
y se opone a los tratados comerciales globalistas: el Acuerdo
Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), el Tratado Transatlántico
de Comercio e Inversiones (TTIP) y el Acuerdo de Comercio en Servicios
(TISA); todos ellos organizados para impulsar una fuerte vinculación
globalista con el mundo. Es, a este nivel, que se expresa y diferencia
la línea endógena nacionalista de Trump, que discrepa, además, con los
tratados continentalistas como el de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN)
[28].
Cuatro. Dierckxsens y Formento señalan como
otra tendencia de la globalización, la llamada “Gran Formación Social
Emergente”, donde se encuentra, principalmente, China, Rusia, Irán, y
cuyo resultado geopolítico se evidenció -decíamos- en la constitución
del bloque que durante la guerra civil en Siria enfrentó el intento de
dominio e invasión norteamericana. Es una red de polos regionales, de
capitalismo social de Estado y empresas estatales orientadas en una
economía real productiva, desplegando redes de comercio, infraestructura
y energía como es el caso de la iniciativa china conocida como la Ruta
de la Seda
[29].
Cinco. Como manifiestan los antes
mencionados autores, la globalización actual se encuentra frente a otra
tendencia de importante influencia en el campo ideológico y espiritual a
la que denominan “multipolarismo universal del Humanismo Ecuménico e
Inter-religiones”
[30] conformada por las grandes religiones monoteístas, de relativa vecindad con la “Gran Formación Social Emergente”.
Este
complejo entramado de actores –dice Serbín- da lugar a la emergencia de
un nuevo mundo que no refleja los intereses de un poder hegemónico
superior, ni siquiera de un grupo de poderes con la capacidad suficiente
de imponer su voluntad, de manera sostenida al resto, lo cual hace
difícil identificar quién determinará las nuevas reglas de juego
imperantes en el sistema.
[31]
Finalmente, en las hipótesis del artículo sobre Huawei
[32]
se argumentaba sobre el importante vínculo –de dimensión no conocida
antes- entre el conflicto geopolítico mundial y la disputa electoral hoy
de la presidencia de EE.UU. Hecho geopolítico mencionado y analizado en
este artículo que influye, de manera determinante, en las elecciones
norteamericanas y estas, a su vez, en los conflictos mundiales, como el
examinado entre Irán y EE.UU. Aquí se puede, hipotéticamente, evidenciar
dos escenarios principales.
Primer escenario, el triunfo de la
reelección de Trump como resultado de una múltiple negociación con
sectores de derecha que expresan las antípodas entre globalistas y
continentalistas norteamericanos; es decir, entre intereses ligados al
desarrollo multinacional, de una parte, e intereses relacionados con el
desarrollo transnacional de punta, de otra, en una suerte de
nacionalismo a ultranza que defiende el desarrollo endógeno y la
recuperación de la economía nacional norteamericana. En esta
perspectiva, el candidato Trump se encuentra comprometido con la cúpula
reaccionaria del Partido Republicano (
Tea Party, halcones o
neoconservadores) y algunas posiciones de derecha ligadas al Partido
Demócrata. Se presenta como una salida electoral a contrapelo de la
tendencia globalista financiera mundial.
Segundo escenario, la
presencia de un candidato demócrata para enfrentar la reelección de
Trump, que abra una perspectiva distinta hacia una línea ideológica
socialdemócrata. Proceso difícil de concretar, en tanto muestra un vacío
político al carecer de una figura capaz de enfrentar a Trump. Su
representación política, por otra parte, no alcanza a expresar los
múltiples intereses de diversos sectores, sociales, ciudadanos y
subalternos de Estados Unidos en la hora actual.
En todo caso, la
posibilidad de uno u otro escenario depende, en mucho, del ambiente
político electoral que se encuentra madurando en EE.UU.; de orden
económico, como los efectos en los consumidores de las decisiones de
comercio en la disputa con China; social, como la arremetida
inmisericorde de Trump contra los inmigrantes; y de orden ideológico,
como la postura racista de defensa del “blanco norteamericano”, que
excluye la representación de amplios sectores “no blancos” de la
población estadounidense; entre los principales. En esta perspectiva la
salida del Gobierno de Trump, hace unos pocos días del Asesor de
Seguridad Nacional Jon Bolton, conocido por su radical posición
guerrerista frente a Irán y otros países, constituye una condición
política ligada a la necesidad electoral de EEUU.
IV. Conclusiones
El
conjunto de reflexiones expuestas en párrafos anteriores ponen de
manifiesto la compleja situación de la globalización. Algunos elementos
examinados permiten observar cambios estructurales o sustantivos que se
han dado en el curso de la mundialización planetaria en el siglo XXI.
Constituye el contexto del conflicto entre Irán y EE.UU. en la
determinante encrucijada de poder (geopolítica), que pone de manifiesto
la contradicción entre el bloque (Rusia, China e Irán) y Estados Unidos y
sus aliados (Israel y Egipto). Esto ha generado una situación –como
diría Gramsci
[33] - de “equilibrio-inestable de fuerzas”.
Concepción teórico política del autor italiano para referirse a la
situación de madurez de las condiciones existentes, en una determinada
correlación de fuerzas internas o externas, en el proceso de lucha
política hegemónica por el poder; y que permite conjeturar sobre el
equilibrio inestable en la situación analizada en este artículo. En este
contexto, propio del siglo XXI, Formento anota:
Irán […]
empieza a tener un diálogo cada vez más estructural con los BRICS. Un
Irán que tiene tecnología, ciencia, industria, pero que, además, es una
potencia gasífera, […y] tiene un lugar en el mundo del humanismo
musulmán chiita, por lo tanto es una pieza clave [de la nueva
geopolítica]
[34].
En esta perspectiva examinada de equilibrio de fuerzas se requiere, por otro lado, considerar lo que afirma Rodolfo Bueno
[35]:
Si
se desatara la guerra real e Irán cerrara el estrecho de Ormuz, la
economía mundial se afectaría: el precio del crudo podría subir hasta
los 300 dólares por barril, situación insostenible para EE.UU., Europa,
China […]; los mercado bursátiles se desplomarían como consecuencia de
la disminución del valor de las acciones en todo el planeta; la economía
global no soportaría las consecuencias de esos efectos negativos; la
existencia de Israel y el reino Saudí estaría en jaque y, por ende, la
paz mundial peligraría. Estos ingredientes son complejos y muy difíciles
de controlar, porque involucran a varios países, peor todavía si se
pretende imponer soluciones jaladas de los cabellos y eso es lo que
Trump no entiende y no le gusta entender.
En este contexto, el
conflicto Irán-EE.UU. se encuentra condicionado, así mismo por algunas
circunstancias de orden económico y político que influyen sobre el
desenlace de la mencionada tensión y el curso de la globalización. En
este sentido, encontramos, como un factor especial, el importante
proceso de producción y comercialización del petróleo que circula por el
Golfo Pérsico, principalmente desde Irán y, en esta medida, el caso de
la comercialización e incremento inmediato de los precios del petróleo,
como resultado del conflicto que podría eventualmente beneficiar
intereses de sectores vinculados con el presidente Trump.
También
es necesario considerar la influencia de la situación compleja de la
carrera por la hegemonía nuclear controlada básicamente por los Estados
Unidos, y expresado en el acuerdo establecido en el Plan de Acción
Integral Conjunto. Este es un factor importante en el posible desenlace
del mencionado conflicto, puesto que balancea la situación de tensión,
abriendo contrapesos políticos con la Unión Europea, la misma que fue
parte del acuerdo y compromiso para frenar el programa nuclear en Irán.
Adicionalmente,
es necesario tener en cuenta, para calibrar los límites del desenlace
del conflicto y su situación de equilibrio el fracaso de la estrategia
neoconservadora, que condujo en el pasado al gobierno de Obama a dar un
paso atrás respecto al guerrerismo generado en el periodo de Bush, y
girar, manteniendo la fuerza militar, hacia una estrategia compleja de
cooperación y negociación, especialmente, en el caso de países como
Irán.
En conclusión y recapitulando, la tensión entre EE.UU. e
Irán, que expresa un momento de la nueva situación de la globalización,
la decadencia y declinación hegemónica, luego del revés norteamericano
en Siria en el 2018, requiere tener en cuenta a futuro las siguientes
principales tendencias: la aproximación de una nueva crisis capitalista
mundial; la tensión comercial que se encuentra cada vez más próxima al
conflicto China-EE.UU.; el debilitado crecimiento económico mundial; y,
el decadente proceso en el mundo desarrollado de las condiciones
política y democráticas.
El artículo deja abierto el debate sobre
las tendencias reales estructurales de la globalización, la disputa por
el control geopolítico de esa importante región y, el posible desenlace
del conflicto que tiene relación con los aspectos estructurales y
circunstanciales examinados.
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Capitalismo Planetario (texto inédito en proceso de construcción).
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respuestas regionales”. En Andrés Serbin. (Ed).
América Latina y el Caribe frente a un Nuevo Orden Mundial: Poder, globalización y respuestas regionales, 13-35. Barcelona: Icaria Editorial, pág. 15.
Notas
[1] En la elaboración de este artículo contribuyó Tito Madrid.
[2] Francisco Muñoz y Carlos Michelena.
Capitalismo Planetario (texto inédito en proceso de construcción).
[3] El programa nuclear de Irán inició en 1950 con el apoyo de Estados Unidos, hasta el cambio de gobierno iraní en 1979.
[4] Muñoz y Michelena. Op Cit.
[5] Ibíd.
[6] Arrighi, Giovanni. (2005a). “Comprender la hegemonía 1”. En New Left Review 32.
[7]
“En la primera parte de este trabajo -dice Arrighi- argumenté que el
reciente resurgimiento de los conceptos de «imperio» e «imperialismo» es
consecuencia sobre todo de la adopción por parte de la administración
Bush de un nuevo programa a raíz del 11 de septiembre, el neoconservador
Proyecto para un Nuevo Siglo Americano” . En Arrighi (2005a). Op. Cit.,
pág. 24.
[8] Muñoz y Michelena.
Op. Cit.
[9] R. Brenner en Harvey.
Op. Cit., pág. 119.
[10]
“El déficit presupuestario de Estados Unidos subió un 14 % en el año
fiscal 2017 hasta los 666.000 millones de dólares, el mayor desde 2013,
informó el Tesoro. La cifra de 2017 supone el 3,5 % del producto
interior bruto (PIB) de Estados Unidos, frente al 3,2 % del PIB de
2016”. En Agencia EFE. (2017).
El déficit fiscal de EE.UU. sube un 14 por ciento en 2017, y es el mayor en cuatro años.
“Se estima que
la deuda pública de Estados Unidos llega a más de US$14 billones. China tiene casi US$1.2 billones en bonos del tesoro
” . En BBC. (2017).
Estados Unidos: las angustias financieras del país con la mayor deuda externa del mundo.
[11] Arrighi (2005a). Op. Cit., pág. 120.
[12] Ibíd., p ág. 43.
[13]
Arrighi corrobora esta situación cuando afirma lo siguiente: “La más
destacada de estas ocasiones fue la primera guerra de Iraq. La
administración de Bush (1990) consiguió extraer de sus clientes más
ricos y más dependientes militarmente (en particular Arabia saudí,
Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, Alemania y Japón) contribuciones
financieras que totalizaban 54.100 millones de dólares, mientras que la
contribución estadounidense de 7.000 millones de dólares equivalía a
poco más de la mitad de la japonesa cifrada en 13.000 millones… En
notorio contraste con las exitosas extorsiones de la primera guerra de
Iraq, esta vez (2003) le toca a Estados Unidos soportar todo el peso
financiero de la guerra. Alemania y Arabia Saudí no han contribuido
prácticamente con nada. Incluso la promesa de 1.500 millones de dólares
de Japón quedaba muy por debajo de los 13.000 millones con los que
contribuyó este país a la primera guerra de Iraq”. En Arrighi, Giovanni.
(2005b). “Comprender la hegemonía 2”. En
New Left Review 33, p. 51.
[14]
Partido que se originó a partir de la revolución islámica en Irán en la
década del 60 del siglo anterior. Su tendencia dentro del Islam es el
Chiismo, la misma es contraria al Sunismo que tiene su sede en Arabia
Saudita. La revolución iraní y su partido Baaz tuvieron un carácter
tercermundista y antiimperialista. Pudo irradiarse en otros países de
Medio Oriente, especialmente en Siria e Irak, lo que marcó un límite del
poder europeo y estadunidense en la región.
[15]
Serbin, Andrés. (2018). “América Latina y el Caribe frente a un nuevo
orden mundial: crisis de la globalización, reconfiguración global del
poder y respuestas regionales”. En Andrés Serbin. Ed. América Latina y
el Caribe frente a un Nuevo Orden Mundial: Poder, globalización y
respuestas regionales, pág. 15. Barcelona: Icaria Editorial.
[16] Ibíd., pág. 17.
[17]
El capital trasnacional opera en varios países, pero, a diferencia del
funcionamiento de una empresa multinacional, pierde su base nacional.
[18] Muñoz, Francisco. (2019).
Huawei y el conflicto capitalista planetario.
https://www.planv.com.ec/historias/sociedad/huawei-y-el-conflicto-capitalista-planetario
[19] Walter Formento, Wim Dierckxsens y Mario Sosa. (2017). Capital Financiero Global, Crisis, Acumulación y Trabajo.
https://ciepeblog.wordpress.com/2017/05/10/capital-financiero-global-crisis-acumulacion-y-trabajo/
[20] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2017). El multipolarismo avanza a costa del unipolarismo.
https://www.alainet.org/es/articulo/187381
[21]
Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2016a). La crisis financiera
global, unipolarismo y multipolarismo, es nacional y popular.
https://www.alainet.org/es/articulo/175127
[22] Muñoz, Op. Cit.
[23] Formento, Walter. (2018).
Entrevista en Asia TV. ¿Qué hay detrás del Poder Mundial? La puja entre los sectores dominantes.
https://youtu.be/fw8gmQaY8oQ
[24] Formento, Dierckxsens y Sosa. Op. Cit.
[25] Dierckxsens y Formento. (2017). Op. Cit.
[26] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2016b).
Ganó la profundización de la Crisis Global.
https://www.alainet.org/es/articulo/182448
[27] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2019a).
Trump Gobierno, política exterior y geoestrategia mundial.
https://www.alainet.org/es/articulo/197200
[28] Dierckxsens, Wim y Walter Formento. (2019b).
La prospectiva geopolítica a partir de abril-2019.
https://www.alainet.org/es/articulo/199512
[29] Dierckxsens y Formento. (2019b). Op. Cit.
[30] Dierckxsens y Formento. (2019a). Op. Cit.
[31] Serbin. Op. Cit., pág. 19.
[32] Muñoz, Op. Cit.
[33] Gramsci, Antonio. (2004).
Antología (Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán). Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
[34] Fomento. (2018), Op. Cit.
[35] Bueno, Rodolfo. (2019).
El silencio ensordecedor de Irán.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=257811
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