La semana pasada fue extraordinariamente rica en
acontecimientos. Pero ningún medio de difusión fue capaz de reportarlos
porque todos escondieron deliberadamente ciertos hechos para proteger la
narración que su gobierno hacía de ellos. Londres trató de provocar un
conflicto de gran envergadura. Pero perdió ante Rusia, Trump y Siria.
Aunque
su ejército es el cuarto del mundo, el Reino Unido no puede darse el
lujo de desafiar a Rusia sin tener aliados. Londres está por lo tanto
obligado a inventar un casus belli y a provocar una reacción de sus
aliados para llevarlos a exponerse junto al Reino Unido.
El gobierno británico y algunos de sus aliados, como el secretario de
Estado Rex Tillerson, trataron de desatar una guerra fría contra Rusia.
El plan era, por una parte, montar un atentado contra un ex agente doble
en Salisbury y, por otro lado, orquestar un ataque químico contra los «
rebeldes moderados»
en la Ghouta. Los conspiradores pretendían aprovecharse del esfuerzo de
Siria por liberar los alrededores de su capital y la desorganización
que la elección presidencial provocaría en Rusia. Como resultado de esas
manipulaciones, el Reino Unido empujaría a Estados Unidos a bombardear
Damasco, incluyendo el palacio presidencial, y exigiría a la Asamblea
General de la ONU que excluyera a Rusia del Consejo de Seguridad.
Pero los servicios de inteligencia de Siria y Rusia recibieron
información de lo que se tramaba. Y adquirieron la certeza de que los
agentes estadounidenses que estaban preparando, en la Ghouta, un ataque
químico contra la propia Ghouta no dependían del Pentágono sino de otra
agencia estadounidense.
En Damasco, el viceministro sirio de Exteriores, Faysal Meqdad,
convocó con carácter urgente, el 10 de marzo de 2018, una conferencia de
prensa para alertar a sus conciudadanos. Por su parte, Moscú trató
primeramente de dirigirse a Washington por vía diplomática. Pero,
consciente de que el embajador estadounidense en Rusia, Jon Huntsman
Jr., es miembro del consejo de administración de Caterpillar, firma
estadounidense que proporcionó a los yihadistas el equipamiento especial
para la construcción de los túneles necesarios para sus
fortificaciones, optó después por evitar los canales diplomáticos
normales.
Veamos cómo fueron encadenándose los acontecimientos:
12 de marzo de 2018
El Ejército Árabe Sirio ocupa en la Ghouta dos laboratorios de armas
químicas -el primero, el 12 de marzo, en la localidad de Aftris y el
segundo, al día siguiente, en Chifonya. Mientras tanto, la diplomacia
rusa trata de que la Organización para la Prohibición de las Armas
Químicas (OPAQ) se implique en la investigación criminalística sobre el
incidente de Salisbury.
En Londres, ante la Cámara de los Comunes, la primera ministra
británica, Theresa May, acusa violentamente a Rusia de haber ordenado el
atentado de Salisbury. La señora May afirma que el ex doble agente
Serguei Skripal y su hija Yulia fueron envenenados con una sustancia
militar neurotóxica «desarrollada por Rusia» bajo el nombre de
«novichok». Dando por sentado que el Kremlin ve a los rusos desertores
como blancos legítimos, la señora May declara que es altamente probable
que la orden para cometer el crimen haya salido de allí.
El
ex oficial del contraespionaje ruso Vil Mirzayanov desertó yéndose a
Estados Unidos. Hoy tiene 83 años y comenta el caso Skripal desde
Boston.
El novichok se conoce a través de lo que han
revelado dos personalidades soviéticas, Lev Fiodorov y Vil Mirzayanov.
En julio de 1992, el sabio Fiodorov publicó en el semanario ruso Top
Secret (Совершенно секретно) un artículo donde alertaba contra el uso
-por parte de los occidentales- de armas concebidas en la Unión
Soviética. Fiodorov estimaba que los occidentales podían sentirse
tentados a utilizar esas armas para destruir el medio ambiente en Rusia y
convertir ese país en un lugar donde fuese imposible vivir. En octubre
de 1992, Lev Fiodorov publicó en Novedades de Moscú (Московские новости)
un segundo artículo, teniendo como coautor a Vil Mirzayanov, un
responsable del contraespionaje, para denunciar la corrupción de varios
generales y revelar que esos altos militares estaban traficando con
novitchok. Pero Fiodorov y su coautor ignoraban a quién podían estar
vendiendo esa sustancia. Mirzayanov fue arrestado por alta traición y
posteriormente liberado. Fiodorov falleció en Rusia en agosto de 2017,
pero Mirzayanov vive exiliado en Estados Unidos, donde colaboró con el
Departamento de Defensa.
El novichok se fabricaba en un laboratorio soviético situado en Nurus,
en el actual Uzbekistán. Al desaparecer la Unión Soviética, un equipo
especializado estadounidense trabajó en su destrucción. Eso quiere decir
que Uzbekistán y Estados Unidos necesariamente tuvieron en su poder
muestras del novichok y lo estudiaron. Por consiguiente, son capaces de
producirlo.
El ministro británico de Exteriores, Boris Johnson, convoca al embajador
de la Federación Rusa en Londres, Alexander Yakovenko, y le plantea un
ultimátum de 36 horas para que Rusia verifique si le falta alguna
cantidad de novichok en su arsenal. El embajador ruso le responde que no
puede faltar ninguna cantidad de novichok simplemente porque Rusia
destruyó todas las armas químicas heredadas de la Unión Soviética, como
consta en los documentos de verificación elaborados y aprobados por la
Organización para la Prohibición de las Armas Químicas.
Después de una conversación telefónica con Boris Johnson, el secretario
de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, condena él también a Rusia
por el atentado de Salisbury.
Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de la ONU celebraba un debate
sobre la situación en la Ghouta. La representante permanente de Estados
Unidos, Nikki Haley, declara entonces: «Hace cerca de un año, luego del
ataque con gas sarín perpetrado en Khan Cheikhun por el régimen sirio,
Estados Unidos advirtió al Consejo [de Seguridad]. Dijimos que ante la
inacción sistemática de la comunidad internacional, los Estados se ven a
veces obligados a actuar por sí mismos. El Consejo de Seguridad no
actuó y Estados Unidos golpeó la base aérea desde donde Assad había
lanzado su ataque químico. Hoy reiteramos la misma advertencia.»
Los servicios de inteligencia rusos ponen en circulación varios
documentos del estado mayor de Estados Unidos que muestran que el
Pentágono está listo para bombardear el palacio presidencial y los
ministerios sirios, siguiendo el esquema ya utilizado durante la toma de
Bagdad -del 3 al 12 de abril de 2003.
Al comentar la declaración de Nikki Haley, el ministerio de Exteriores
de Rusia, que siempre ha calificado la historia de Khan Cheikhun de
«manipulación occidental», revela que las informaciones falsas que en
aquel momento engañaron a la Casa Blanca, llevándola a bombardear la
base aérea siria de Sheyrat, provenían de un laboratorio británico que
nunca aclaró cómo consiguió las "muestras".
13 de marzo de 2018
El ministerio de Exteriores ruso publica un comunicado condenando una
posible intervención militar de Estados Unidos y anunciando que si algún
ciudadano ruso resulta afectado en Damasco, Moscú responderá de manera
proporcional ya que el presidente de la Federación Rusa es responsable
de la seguridad de sus conciudadanos.
Evadiendo la vía diplomática normal, el general Valery Guerasimov, jefe
del estado mayor ruso, se pone en contacto con su homólogo
estadounidense, el general Joseph Dunford, para ponerlo al tanto sobre
sus temores de que se produzca un ataque químico del tipo
false flag
(bandera falsa) en la Ghouta. El general Dunford toma el asunto muy en
serio y avisa al secretario de Defensa, el general Jim Mattis, quien a
su vez transmite la información al presidente Donald Trump. Ante la
seguridad de los rusos de que este golpe bajo se prepara a espaldas del
Pentágono, la Casa Blanca solicita al director de la CIA, Mike Pompeo,
que identifique a los responsables del complot.
No sabemos el resultado de esa investigación interna pero, en todo caso,
el presidente Trump adquiere la convicción de que su secretario de
Estado, Rex Tillerson, está implicado. Tillerson recibe de inmediato
órdenes de interrumpir su viaje oficial a África y regresar a
Washington.
Theresa May escribe al secretario general de la ONU acusando a Rusia de
haber ordenado el atentado de Salisbury y solicitando una reunión
urgente del Consejo de Seguridad. Sin esperar respuesta, la primera
ministra británica expulsa a 23 diplomáticos rusos.
Publicado
mes y medio antes del atentado de Salisbury, este libro de Amy Knight
presenta lo que va a convertirse en la tesis del MI5 británico, aunque
la autora confiesa que no tiene ninguna prueba de lo que afirma.
A pedido de la presidente de la Comisión del Interior de la Cámara de
los Comunes, Yvette Cooper, la secretaria británica del Interior, Amber
Rudd, anuncia que el MI5 (la inteligencia militar interna) va a reabrir
14 investigaciones sobre muertes que, según fuentes estadounidenses,
pudieran ser resultado de asesinatos ordenados por el Kremlin.
Con ese acto, el gobierno británico adopta las teorías de la profesora
Amy Knight. El 22 de enero de 2018, esta sovietóloga estadounidense
había publicado un libro muy extraño: Órdenes de matar: el régimen de
Putin y el asesinato político. Amy Knight, considerada «la» especialista
sobre el desaparecido KGB, trata de demostrar que Vladimir Putin es una
especie de serial
killer responsable de docenas de asesinatos
políticos, desde los atentados perpetrados en Moscú en 1999 hasta el
bombazo del Maratón de Boston, en 2013, pasando por la ejecución de
Alexander Litvinenko en Londres, en 2006, y la de Boris Nemtsov en
Moscú, en 2015. Pero confiesa que en realidad no hay ninguna prueba de
las acusaciones que publica.
Los liberales europeos se incorporan al coro. El ex primer ministro
belga, Guy Verhofstadt, quien ahora preside el grupo liberal en el
Parlamento Europeo, exhorta la Unión Europea a adoptar sanciones contra
Rusia. Su homólogo a la cabeza de los liberales británicos, Sir Vince
Cable, propone un boicot europeo contra la Copa Mundial de futbol.
Buckingham Palace anuncia desde ya que la familia real británica anula
su viaje a Rusia.
La autoridad británica de regulación de los medios de difusión (OFCOM)
anuncia que podría prohibir la televisora Russia Today en represalia por
el atentado de Salisbury, aunque ese canal ruso no ha cometido ninguna
violación de las leyes británicas.
En Moscú, el ministerio ruso de Exteriores convoca al embajador
británico y le informa que en poco tiempo le serán comunicadas las
medidas rusas de respuesta a la expulsión de los diplomáticos rusos de
Londres.
Rex
Tillerson, ex presidente de la transnacional más grande del mundo,
ExxonMobil, se creía intocable. Para su gran sorpresa, Donald Trump lo
"despidió" de manera fulminante. Tillerson se puso al servicio del mundo
anglosajón pero Trump lo considera un traidor a su país.
Por su parte, el presidente Trump anuncia a través de Twitter que Rex
Tillerson, con quien todavía no ha entrado en contacto, sale de su
administración. Tillerson es reemplazado como secretario de Estado por
Mike Pompeo, hasta entonces director de la CIA, quien había confirmado
el día anterior la autenticidad de las informaciones que Rusia había
hecho llegar al general Dunford. Al llegar Tillerson a Washington, el
general John Kelly, jefe del equipo de trabajo de la Casa Blanca, le
confirma que ya no es secretario de Estado.
El ahora ex secretario de Estado Rex Tillerson proviene de la burguesía
texana. Su familia y él mismo han invertido en los Scouts (jóvenes
exploradores) estadounidenses, asociación que presidió a nivel nacional
de 2010 a 2012. Culturalmente cercano a Inglaterra, al convertirse en
presidente de la megatransnacional ExxonMobile (de 2006 a 2016),
Tillerson no vaciló en emprender una campaña políticamente correcta para
que los jóvenes homosexuales fuesen aceptados como Scouts... y también
para reclutar mercenarios en la Guayana británica. Al parecer, Tillerson
es miembro de la Pilgrims Society, el más prestigioso club
anglo-estadounidense presidido por la reina Isabel II. En la
administración Obama había numerosos miembros de la Pilgrims Society.
Mientras fue secretario de Estado, los excelentes modales de Tillerson
fueron una carta de triunfo para Donald Trump, a quien la alta sociedad
estadounidense considera una especie de payaso. Tillerson entró en
conflicto con el presidente sobre 3 temas importantes, que nos permiten
determinar la ideología de los conspiradores:
- Al igual que Londres y que el Estado Profundo estadounidense,
Tillerson creía útil demonizar a Rusia para consolidar el poder de los
anglosajones dentro del bando occidental;
- al igual que Londres, Tillerson pensaba que para mantener el
colonialismo occidental en el Medio Oriente había que favorecer al
presidente iraní Hassan Rohani en contra del Guía de la Revolución, el
ayatola Khamenei. Por eso respaldaba el acuerdo 5+1;
- al igual que el Estado Profundo estadounidense, Tillerson
consideraba que el acercamiento de Corea del Norte a Estados Unidos
debía mantenerse en secreto y ser utilizado para justificar un
despliegue militar, dirigido en realidad contra China. O sea, Tillerson
era favorable a la apertura oficial de conversaciones con Pyongyang,
pero se oponía a un encuentro entre los dos jefes de Estado.
14 de marzo de 2018
Washington todavía se encuentra en estado de shock cuando Theresa May
interviene nuevamente ante la Cámara de los Comunes para desarrollar su
acusación, mientras los diplomáticos británicos en todo el mundo hacen
uso de la palabra en numerosas organizaciones intergubernamentales para
transmitirles el mensaje de Londres. "Respondiendo" a la primera
ministra, el diputado Chris Leslie -miembro de la corriente de Tony
Blair- califica a Rusia de Estado renegado y pide que se suspenda el
estatus de Rusia como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la
ONU. Theresa May se compromete a analizar la cuestión, aunque subraya
que esa decisión sólo puede tomarse en la Asamblea General de la ONU,
para evadir el veto ruso en el Consejo.
El Consejo del Atlántico Norte -instancia suprema de la OTAN- se reúne
en Bruselas a solicitud del Reino Unido. Los 29 Estados miembros de la
OTAN vinculan el uso de armas químicas en Siria con el atentado de
Salisbury y consideran a Rusia «probablemente» responsable de ambas
cosas.
Jens
Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y la representante
permanente del Reino Unido, Sarah MacIntosh, ante el Consejo del
Atlántico Norte. Sarah MacIntosh fue directora de Asuntos de Defensa e
Inteligencia en el ministerio británico de Exteriores, puesto que ahora
ocupa Jonathan Allen, actual encargado de negocios británico en la sede
de la ONU.
En Nueva York, el representante permanente de Rusia, Vasily Nebenzya,
propone a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU la adopción de
una declaración que exprese la voluntad de todos ellos de aclarar el
atentado de Salisbury y que ponga la investigación en manos de la
Organización para la Prohibición de las Armas Químicas conforme al más
estricto respeto de los procedimientos y normas internacionales. Pero el
Reino Unido rechaza la totalidad del texto porque no menciona a Rusia
como «probablemente responsable» del incidente.
Durante el subsiguiente debate público del Consejo de Seguridad es el
encargado de negocios Jonathan Allen quien representa al Reino Unido.
Jonathan Allen es un agente del MI6. Es el creador del servicio
británico de propaganda de guerra (RICU, siglas de Research Information
and Communications Unit) y ha participado activamente en el apoyo a los
yihadistas en Siria. Este personaje declara: «Rusia ya ha interferido en
los asuntos de los demás países. Rusia ha violado el derecho
internacional en Ucrania. Rusia desprecia la vida de los civiles, como
demuestra el ataque contra un avión comercial sobre Ucrania por parte de
mercenarios rusos. Rusia protege el uso de armas químicas por parte de
Assad (...) El Estado ruso es responsable de este intento de asesinato.»
El representante permante de Francia, Francois Delattre -formado en el
Departamento de Estado estadounidense gracias a una derogación emitida
por el presidente Nicolas Sarkozy-, interviene para recordar que Francia
ha lanzado una iniciativa para poner fin a la impunidad de quienes
utilicen armas químicas y da a entender que esa iniciativa, dirigida
contra Siria, podría volverse contra Rusia.
El embajador de Rusia, Vasily Nebenzya, recuerda que el Consejo de
Seguridad fue convocado a pedido de Londres, pero que la sesión es
pública porque así lo solicitó Moscú. Observa que el Reino Unido viola
el derecho internacional desde el momento en que trae el tema al Consejo
de Seguridad mientras que mantiene a la Organización para la
Prohibición de las Armas Químicas al margen de su investigación. Resalta
que si Londres ha sido capaz de identificar el novichok es porque tiene
la fórmula y que, por ende, los británicos también pueden fabricarlo.
Recuerda además que Rusia ha expresado su deseo de colaborar con la
Organización para la Prohibición de Armas Químicas en el más estricto
respeto de todos los procedimientos internacionales.
15 de marzo de 2018
El Reino Unido publica una declaración común, firmada el día anterior
junto a Francia y Alemania, y por Rex Tillerson, quien todavía era
secretario de Estado de Estados Unidos. El texto se hace eco de las
sospechas británicas, denuncia el uso « de un agente neurotóxico de
calidad militar, de un tipo desarrollado por Rusia» y afirma que es
«altamente probable que Rusia sea responsable del ataque».
El
Washington Post publica una tribuna del ministro británico
de Exteriores Boris Johnson mientras que el secretario del Tesoro
estadounidense, Steven Mnuchin, adopta nuevas sanciones contra Rusia.
Esas sanciones no están vinculadas al asunto de Salisbury sino a las
alegaciones de injerencia en la vida pública estadounidense. Sin
embargo, el decreto cita el atentado de Salisbury como prueba de las
pérfidas intenciones de Rusia.
Gavin Williamson, el joven secretario de Defensa británico, declara que
después de la expulsión de sus diplomáticos, Rusia tendrá que «cerrar el
pico» (sic). Es la primera vez desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial que un dirigente de un Estado miembro permanente del Consejo de
Seguridad utiliza ese tipo de vocabulario contra otro Estado miembro de
ese Consejo. El ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, comenta:
«Es un joven encantador. Seguramente quiere ganarse un lugar en la
historia haciendo declaraciones chocantes (...) Quizás le falta
educación.»
El
Reino Unido nunca ha vacilado, a lo largo de su historia, en traicionar
su palabra para imponer sus intereses. Así se ganó la clásica apelación
de « pérfida Albión », en referencia al nombre en latín de Inglaterra.
Conclusión
En cuatro días, el Reino Unido y sus aliados han sentado las premisas de una nueva división del mundo, de una guerra fría.
Pero Siria no es Irak y la ONU no es el G8 -grupo del que Rusia
se vio excluida luego de la adhesión de Crimea a la Federación Rusa y
del respaldo ruso a Siria. Estados Unidos no destruirá Damasco y Rusia
no será excluida del Consejo de Seguridad de la ONU.
Luego de retirarse de la Unión Europea y de haberse negado a firmar la
declaración que proponía China sobre la ruta de la seda, el Reino Unido
creyó realzar su imagen eliminando a un competidor. Con esta sucia
maniobra, Londres creyó poder alcanzar una nueva dimensión y convertir
el Reino en la «Global Britain» que la señora May anunciaba.
Lo que ha logrado es destruir su propia credibilidad.