Niños palestinos encienden velas en conmemoración de su antiguo
hogar, la torre nº 4 en Zafer. Antes fue un edificio de apartamentos de
11 pisos, en la ciudad de Gaza, 11 de septiembre de 2014 (Foto: Wissam
Nassar / The New York Times)
Apenas unos días antes de las siete semanas de asedio de Gaza en julio y
agosto, que dejó unos 2.000 palestinos muertos, 11.000 heridos y
100.000 personas sin hogar, la legisladora israelí Ayelet Shaked,
veterana funcionaria del partido Hogar Judío, que forma parte de la
coalición que gobierna en Israel,
publicó en Facebook
que "todo el pueblo palestino es el enemigo... incluidos los ancianos y
las mujeres, sus ciudades y sus pueblos, sus bienes y su
infraestructura". El mensaje continuaba diciendo que "detrás de cada
terrorista hay decenas de hombres y mujeres, sin los cuales no habría
podido participar el terrorismo. Todos ellos son combatientes enemigos y
la sangre caera sobre sus cabezas. Ahora esto también incluye a las
madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos.
Ellas deben seguir a sus hijos, nada sería más justo. Deben ir, como así
también sus viviendas en ´las que plantaron las serpientes. De lo
contrario criarán más serpientes en ellas”.
La página de Shaked en Facebook se compartió más de 1.000 veces y
consiguió cerca de 5.000 "me gusta". Unas semanas después, el 1 de
agosto,
The Times of Israel publicó un
artículo de opinión de Yohanan Gordan
titulado "Cuando se aprueba el genocidio". Gordan afirmó que "tendrá
que llegar un momento en el que Israel se sienta lo suficientemente
amenazado como para no tener otra opción más que desafiar las
advertencias internacionales". Continuaba: "¿Qué otra manera hay
entonces para hacer frente a un enemigo de esta naturaleza que no sea el
exterminio completo? El primer ministro Benjamin Netanyahu declaró al
comienzo de la incursión que su objetivo era restablecer una
tranquilidad sostenible para los ciudadanos de Israel... Si los líderes
políticos y expertos militares determinan que la única manera de lograr
su objetivo de mantener la calma es con un genocidio, entonces este es
admisible para cumplir esa meta".
Haciéndose eco de estos sentimientos, el vicepresidente del parlamento
israelí Moshe Feiglin, miembro del Partido Likud de Netanyahu
, instó al ejército israelí a matar a los palestinos de Gaza
de manera indiscriminada y a utilizar todos los medios posibles para
que se marchen. "Sinaí no está lejos de Gaza y pueden marcharse. Este
será el límite de los esfuerzos humanitarios de Israel", dijo Feiglin.
"El ejército israelí conquistará toda la Franja utilizando todos los
medios necesarios para minimizar cualquier daño a nuestros soldados, sin
otras consideraciones... A la población enemiga que es inocente de
malas prácticas y se separó de los terroristas armados se la tratará de
conformidad con el derecho internacional y se le permitirá salir".
Estas convocatorias de limpieza étnica y genocidio están aumentando en
frecuencia. El clima político en Israel ha seguido desplazándose tan
bruscamente a la derecha en los últimos años que un discurso fascista es
ahora palpable en la vida cotidiana del país. En agosto, en Tel Aviv,
algunos manifestantes de extrema derecha que golpeaban a los
izquierdistas que se manifestaban contra el asedio de Gaza,
vestían camisetas con símbolos y fotos neonazis, incluyendo camisetas con el lema
Good night left side
(Buenas noches, “lado izquierdo”), un eslogan neonazi popular en Europa
en conciertos de rock con bandas de extrema derecha, como una respuesta
a la consigna antifascista original:
Good night white pride (buenas noches, "orgullo blanco"). Casi la mitad de la población judía de Israel apoya
una política de limpieza étnica
de los palestinos y la mayoría de la población apoya la anexión
completa de los territorios ocupados y el establecimiento de un Estado
de apartheid, según una encuesta de 2012.
El temor del crecimiento del fascismo en Israel llevó a 327
sobrevivientes, descendientes de los sobrevivientes y víctimas del
genocidio nazi judío a
publicar una carta abierta en
The New York Times
el 25 de agosto expresando alarma por "la extrema deshumanización
racista de los palestinos en la sociedad israelí, que ha alcanzado un
punto de inflexión". La carta continuaba: "Debemos elevar nuestras voces
colectivas y usar nuestro poder colectivo para poner fin a todas las
formas de racismo, incluido el genocidio en curso del pueblo palestino".
El proyecto sionista puede haberse fundado -ahora lo sabemos por la
cantidad de estudios históricos que han surgido en los últimos años- en
la limpieza étnica sistemática y el terrorismo contra los palestinos. El
artículo II de la Convención de la ONU de 1948 define el genocidio como
"actos cometidos con la intención de destruir total o parcialmente un
grupo nacional, étnico, racial o religioso". No hay duda de que estamos
viendo la actividad pregenocida de Israel en Palestina. ¿Cuáles son las
raíces estructurales subyacentes en la economía política israelí que
provocan tales presiones genocidas?
Para responder a esta pregunta tenemos que dar un paso atrás unos años
para centrarnos en los cambios estructurales más grandes asociados a la
globalización capitalista y la integración de Israel y el Medio Oriente
en el nuevo orden mundial. La globalización de Oriente Medio a partir de
finales del siglo XX cambió radicalmente la estructura social de Israel
y la economía política de su proyecto colonial. La reestructuración a
la luz de la globalización capitalista ha provocado un cambio importante
con respecto a los palestinos en ese proyecto y las condiciones que
hacen que sea más fácil el crecimiento en la derecha israelí del
espectro del genocidio.
Oslo y la globalización de Israel
La rápida globalización de Israel a partir de finales de 1980 coincidió
con las dos intifadas (levantamientos) palestinas y con los Acuerdos de
Oslo, que se negociaron desde 1991 a 1993 y naufragaron en los años
siguientes. Las elites transnacionales habían argumentado que como la
Guerra Fría hundió la economía capitalista global emergente que no se
pudo estabilizar y debió asegurarse la acumulación de capital
transnacional en medio de los violentos conflictos regionales en todo el
mundo, entonces comenzaron a presionar por la agenda de "resolución de
conflictos" o la solución negociada de los conflictos agudos regionales,
desde América central hasta el sur de África. Respaldados y empujados
por los Estados Unidos y las élites transnacionales, así como por
poderosos grupos capitalistas israelíes, los gobernantes de Israel
entraron en negociaciones con los líderes palestinos en la década de
1990, en gran parte como respuesta a la escalada de la resistencia
palestina en la forma de la primera Intifada (1987-1991). El proceso de
Oslo se puede ver como una pieza clave en el rompecabezas político
provocado por la integración de Oriente Medio en el sistema capitalista
global emergente (una integración que también constituye el telón de
fondo estructural de la primavera árabe, aunque esa es otra historia).
Los Acuerdos de Oslo, firmados en 1993, concedieron cierta autonomía a
la Autoridad Palestina (AP) sobre los bantustanes en los territorios
ocupados dentro de lo que se suponía un período de transición de cinco
años en los que las negociaciones continuarían hasta llegar al "estatuto
final" de los temas en cuestión, entre ellos el estatuto de los
refugiados (y su derecho a regresar), Jerusalén, el agua, las fronteras
definitivas y una retirada total de Israel de los territorios ocupados.
Sin embargo, durante el período de Oslo (1991 a 2003, cuando el proceso
finalmente se rompió por completo), la ocupación israelí de Cisjordania y
Gaza se intensificó en gran medida. ¿Por qué se quebró el "proceso de
paz"?
Hasta que despegó la globalización, a mediados de la década de 1980, la
relación de Israel con los palestinos reflejaba el colonialismo
clásico, en el que el poder colonial había usurpado la tierra y los
recursos de los colonizados y luego los explotaba laboralmente.
En primer lugar, el proceso no estaba destinada a resolver la difícil
situación de la mayoría palestina desposeída, sino a integrar a una
élite palestina emergente en el nuevo orden mundial y dar a esa élite
una participación en la defensa de ese orden y para que asumiera el
papel de la vigilancia interna de las masas palestinas en los
territorios ocupados. Se ha demostrado, de hecho, que
la formación de clases en Palestina
durante ese tiempo implicaba el aumento de los capitales
transnacionales palestinos para integrarlos con capitales del Golfo en
otros lugares y con la esperanza de convertir un nuevo Estado palestino
en una plataforma para su propia consolidación de clase. Se esperaba que
la AP sirviera para mediar en la acumulación de capital transnacional
en los territorios ocupados, manteniendo el control social sobre la
población inquieta.
En segundo lugar, la economía israelí globalizada está basada en un
complejo militar y de seguridad de alta tecnología cuya importancia se
pondrá de manifiesto momentáneamente. Se produjo una compenetración cada
vez más profunda del capital israelí con el capital corporativo
transnacional de América del norte, Europa, Asia y otros lugares. En
efecto, el capital israelí se ha integrado estrechamente en los
circuitos globales de capital. Oslo ayudó a lo largo de este proceso,
facilitando una presencia capitalista transnacional israelí en todo el
Medio Oriente y más allá, en parte, al permitir que los regímenes árabes
conservadores levantasen el boicot económico regional de Israel y en
parte por la apertura de negociaciones para la creación de un Área de
Libre Comercio de Oriente Medio (TLCUE) que inserta la economía israelí
en las redes económicas regionales (a lo largo, por ejemplo, de Egipto,
Turquía y Jordania) y se integra toda la región mucho más profundamente
en el capitalismo global.
Y en tercer lugar, muy relacionado, Israel experimentó un episodio de
mayor inmigración transnacional, incluida la afluencia de cerca de 1
millón de inmigrantes judíos, que minó la necesidad de Israel de mano de
obra palestina durante la década de 1990, aunque esto cambiaría más
tarde en el siglo XXI.
Hasta que la globalización despegó a mediados de la década de 1980, la
relación de Israel con los palestinos reflejaba el colonialismo clásico,
en el que el poder colonial había usurpado la tierra y los recursos de
los colonizados y luego explotaba su fuerza de trabajo. Pero la
integración del Medio Oriente en la economía global y la sociedad sobre
la base de la reestructuración económica neoliberal, incluida la bien
conocida letanía de medidas como la privatización, la liberalización del
comercio, la supervisión del Fondo Monetario Internacional de la
austeridad y los préstamos del Banco Mundial, ayudó a provocar la
propagación de las presiones de las masas de trabajadores y de los
movimientos sociales y la democratización de las bases, que se refleja
en las intifadas palestinas, el movimiento obrero a través del norte de
África y el malestar social, que se hicieron más visibles en las
revueltas árabes del 2011. Esta ola de resistencia forzó una reacción
por parte de los gobernantes israelíes y sus aliados estadounidenses.
La globalización convierte a los palestinos en "la humanidad sobrante"
La economía israelí sufrió dos oleadas de reestructuración a medida que
se fue integrando en el capitalismo global, como Nitzan y Bichler
muestran en su estudio,
The Global Political Economy of Israel.
La primera, en los años 1980 y 1990, fue una transición de la
agricultura tradicional y la economía industrial hacia otra basada en la
informática y la tecnología de la información (TIC), alta tecnología de
las telecomunicaciones, la tecnología de las redes y así sucesivamente.
Tel Aviv y Haifa se convirtieron en "puestos de avanzada de Oriente
Medio" de Silicon Valley. En el año 2000, un total del 15% del PBI de
Israel y la mitad de sus exportaciones se originó en el sector de alta
tecnología.
Israel se ha globalizado específicamente a través de la militarización de alta tecnología de su economía.
Luego, desde 2001 en adelante, y sobre todo a raíz del desastre en el
año 2000 de las empresas que comercializan por internet y la recesión a
nivel mundial, seguido por los acontecimientos del 11 de septiembre de
2001 y la rápida militarización de la política mundial, se produjo en
Israel otro giro más hacia un "complejo global de las tecnologías
militar, de seguridad, inteligencia y vigilancia contra el terrorismo".
Israel ha sido la patria de las empresas pioneras de tecnología en la
llamada industria de la seguridad. De hecho, la economía de Israel se ha
globalizado específicamente a través de la alta tecnología militar. Los
institutos de exportación israelíes estiman que en 2007 había cerca de
350 empresas transnacionales israelíes dedicadas a los sistemas de
seguridad, de inteligencia y de control social que se situaron en el
centro de la nueva economía política israelí.
"Las exportaciones de Israel relacionadas con los productos y servicios
de lucha contra el terrorismo aumentaron un 15% en 2006 y se preveía
que creciera un 20% en 2007, por valor de 1,2 millones de dólares
anuales", señaló Naomi Klein en su ensayo
La doctrina del Shock.
"En 2006, las exportaciones de defensa del país alcanzaron un récord de
3.400 millones de dólares (en comparación con 1.600.millones de dólares
en 1992), lo que hace de Israel el cuarto traficante de armas del
mundo, por delante del Reino Unido. Israel tiene más acciones
tecnológicas que cotizan en la bolsa de Nasdaq –muchas de ellas
relacionados con la industria de la seguridad– que cualquier otro país
extranjero, y tiene más patentes de alta tecnología registradas en los
EE.UU. que China e India juntas. El 60% del total de las exportaciones
de Israel está relacionado con la tecnología, y en mayor parte, con la
industria de la seguridad".
En otras palabras, la economía israelí vino a alimentarse de la
violencia local, regional y mundial, los conflictos y las desigualdades.
Sus principales empresas han pasado a depender de la guerra y el
conflicto en Palestina, en el Medio Oriente y en todo el mundo, y
fomenta dichos conflictos a través de su influencia en el sistema
político israelí y el Estado. Esta acumulación militar es característica
también de los Estados Unidos y toda la economía mundial globalizada.
Vivimos cada vez más en una economía de guerra mundial y ciertos
estados, como los Estados Unidos e Israel, son engranajes claves de esta
maquinaria. La acumulación de militarismo para controlar y contener a
los oprimidos y marginados y para sostener la acumulación en la crisis
se prestan a las tendencias políticas fascistas o lo que algunos de
nosotros hemos denominado "el fascismo del siglo XXI".
La población palestina de los territorios ocupados constituye hasta la
década de 1990, una fuerza de trabajo barata para Israel. Pero con
incentivos israelíes a la inmigración de judíos de todo el mundo y el
colapso de la antigua Unión Soviética, una gran afluencia de
asentamiento judío se ha producido en los últimos años, incluyendo 1
millón de judíos soviéticos, a menudo ellos mismos desplazados por la
reestructuración neoliberal postsoviética. Además, la economía israelí
comenzó a convocar mano de obra inmigrante transnacional de África, Asia
y otros lugares, ya que el neoliberalismo produjo crisis con millones
de desplazados de las antiguas regiones del Tercer Mundo.
El surgimiento de nuevos sistemas de movilidad laboral transnacional y
la contratación han hecho posible que los grupos dominantes de todo el
mundo reorganicen los mercados de trabajo y recluten fuerzas laborales
transitorias privadas de sus derechos y fáciles de controlar. Si bien
este es un fenómeno mundial, se convirtió en una opción particularmente
atractiva para Israel, ya que elimina la necesidad de mano de obra
palestina políticamente problemática. Más de 300.000 trabajadores
inmigrantes procedentes de Tailandia, China, Nepal y Sri Lanka ahora
forman la fuerza de trabajo predominante en la agroindustria de Israel,
de la misma manera que la mano de obra inmigrante mexicana y
centroamericana es en la agroindustria estadounidense y en las mismas
precarias condiciones de superexplotación y discriminación.
El racismo que muchos israelíes han demostrado hacia los palestinos –en
sí mismo un producto de la relación colonial- ahora se ha traducido en
una creciente hostilidad hacia los inmigrantes en general, ya que el
país se convierte en una sociedad totalmente racista.
Como la inmigración ha eliminado la necesidad de Israel de mano de obra
barata palestina, esta se convirtieron en una población marginal
sobrante. "Antes de la llegada de los refugiados soviéticos, Israel no
podía prescindir ni por un momento de la población palestina de Gaza o
Cisjordania; su economía no habría podido sobrevivir sin la mano de obra
palestina así como California no podría funcionar sin los mexicanos",
Klein ha señalado. "Alrededor de 130.000 palestinos abandonaban sus
hogares en Gaza y Cisjordania cada día y llegaban a Israel para limpiar
las calles y construir carreteras, mientras que los agricultores y
comerciantes palestinos llenaban camiones de mercancías y las vendían en
Israel y en otras partes de los territorios".
No es de extrañar, entonces, que precisamente en 1993 -el año en que se
firmaron y entraron en vigor los Acuerdos de Oslo- Israel impusiera su
nueva política, conocida como de "clausura", es decir,
el confinamiento de los palestinos en los territorios ocupados
, la limpieza étnica y una fuerte escalada de los asentamientos En
1993, el año en que comenzó la política de "clausura", la renta per
cápita en los territorios ocupados se desplomó un 30%. En 2007 las tasas
de desempleo y pobreza llegaban al 70%. De 1993 a 2000, supuestamente
el año en el que ya se estaría implementando un acuerdo de "paz" que
exigía el fin de la ocupación israelí y el establecimiento de un estado
palestino,
los colonos israelíes en Cisjordania se duplicaron a 400.000,
luego a medio millón en 2009 y siguen aumentando. La desnutrición aguda
en Gaza está en la misma escala que algunas de las naciones más pobres
del mundo, con más de la mitad de las familias palestinas ingiriendo
sólo una comida al día. A medida que los palestinos fueron expulsados
de la economía israelí, las políticas de clausura y la ampliación de
la ocupación destruyeron a su vez la economía palestina.
El colapso de los Acuerdos de Oslo y la farsa de las negociaciones de
"paz" en curso, en medio de una ocupación israelí cada vez mayor puede
presentar un dilema político a las élites transnacionales y algunos de
sus homólogos israelíes que desean encontrar mecanismos para el
desarrollo y cooptación de las elites palestinas y los grupos
capitalistas. Visto desde la lógica de los sectores dominantes del
capital militarizado incrustado en la economía israelí e internacional,
esta situación no constituye una trágica pérdida de oportunidad para la
resolución de conflictos, sino más bien una oportunidad de oro para
expandir la acumulación de capital para desarrollar y comercializar
armas y sistemas de seguridad en todo el mundo a través del uso de la
ocupación y la población palestina en cautiverio como objetivos de
ataque y de pruebas en terreno.
Una vez que atravesamos las cortinas de humo ideológicas y la retórica,
son estos poderosos intereses económicos los que han llegado a ejercer
una influencia decisiva sobre la política del Estado de Israel. "La
rápida expansión de la economía por la alta tecnología de seguridad creó
un poderoso apetito dentro de los sectores ricos y poderosos de Israel
para el abandono de la paz a favor de la lucha por una continua
expansión de la ‘guerra de terror’, observó Klein hace varios años "así
como una estrategia clara para reenmarcar su conflicto con los
palestinos no como una batalla en contra de un movimiento nacionalista
con metas específicas sobre la tierra y los derechos, sino más bien como
parte de la guerra global contra el terrorismo, como si fuera una
guerra contra las fuerzas fanáticas e ilógicas basadas únicamente en
objetivos de destrucción".
En un
artículo de opinión en el año 2009 titulado "Israel sabe que la paz no es rentable"
publicado en el Haaretz, el "periódico israelí de referencia", Amira
Hass, una de las pocas voces críticas valientes en los medios de
comunicación israelíes, comentó que "la industria de la seguridad es una
importante rama de exportación, armas, munición y mejoras que se ponen a
prueba todos los días en Gaza y Cisjordania… la protección de los
asentamientos requiere el desarrollo constante de la seguridad, la
vigilancia y la disuasión con equipos como cercas, retenes, cámaras de
vigilancia electrónica y robots". Hass continúa "Estos son vanguardia de
la seguridad en el mundo desarrollado y sirven para los bancos,
empresas y barrios de lujo al lado de barrios de chabolas y los enclaves
étnicos donde hay que suprimir las rebeliones".
La sociología del racismo y el genocidio: De Ferguson a los Territorios Ocupados
La sociología de las relaciones étnicas/raciales identifica tres tipos
distintos de estructuras racistas, es decir, las relaciones
estructurales entre los grupos dominantes y las minorías. Una es lo que
se ha llamado "minorías intermediarias". En esta estructura, el grupo
minoritario tiene una relación de mediación entre el dominante y los
grupos subordinados. Esta ha sido históricamente la experiencia de los
comerciantes chinos de ultramar en Asia, de los libaneses y sirios en el
África occidental, los indios en el este de África, los mestizos en
Sudáfrica y los judíos en Europa. Cuando las "minorías intermediarias"
pierden su función a medida que cambian las estructuras, pueden ser
absorbidas por el nuevo orden o pueden ser convertidos en chivos
expiatorios e incluso abocados al genocidio.
Los judíos ocuparon históricamente este papel de "minoría de
intermediarios" en la Europa feudal y el capitalismo temprano. La
estructura de la Europa feudal asignó a los judíos ciertas funciones
vitales para la expansión de la sociedad feudal europea. Estas incluían
la gestión del comercio a larga distancia y los préstamos de dinero.
Dichas actividades fueron proscritas por la Iglesia Católica y no eran
una parte normal de la relación señor-siervo en el corazón del
feudalismo, sin embargo eran vitales para el mantenimiento del sistema.
Como el capitalismo se desarrolló en los siglos XIX y XX, nuevos grupos
capitalistas asumieron las funciones del comercio y la banca, por lo que
el papel de los judíos resultó superfluo para las nuevas clases
dominantes. Como resultado, los judíos en Europa cayeron bajo intensas
presiones a medida que el capitalismo se iba desarrollando y,
eventualmente, sufrieron el genocidio, como chivo expiatorio de las
dificultades del capitalismo. La pérdida de su papel económico
previamente vital, la crisis mundial de 1930 y la ideología del programa
nazi.
Un segundo tipo de estructura racista es lo que llamamos "la
superexplotación y/o desorganización de la clase obrera". Esta es una
situación en la que el sector racial subordinado y oprimido dentro de la
clase explotada ocupa los peldaños más bajos de la economía y la
sociedad en particular dentro de una clase obrera racial o étnicamente
estratificada. Lo que es clave aquí es que la labor del grupo
subordinado -es decir, sus cuerpos, su existencia- es necesaria para el
sistema dominante, incluso si el grupo experimenta la marginación
cultural y social y la privación de derechos políticos. Esta fue la
experiencia histórica posesclavitud de los afroamericanos en los Estados
Unidos, así como la de los irlandeses en Gran Bretaña, los latinos
actualmente en los Estados Unidos, los indios mayas en Guatemala, los
africanos en Sudáfrica bajo el apartheid y así sucesivamente. Estos
grupos están a menudo subordinados social, cultural y políticamente, ya
sea de facto o de jure. Representan el sector de los superexplotados y
discriminados, laborales, raciales y étnicamente divididos y situados en
las clases populares. Esta fue la experiencia de los palestinos en la
economía política israelí hasta hace poco tiempo y en las circunstancias
únicas de Israel y Palestina en el siglo XX.
La estructura racista final es la exclusión y la apropiación de los
recursos naturales. Esta es una situación en la que el sistema dominante
necesita los recursos del grupo subordinado, pero no su trabajo -ni sus
cuerpos, ni su existencia física-. Esta es la estructura racista que lo
más probable es que conduzca a un genocidio. Fue la experiencia de los
nativos americanos en América del Norte. Los grupos dominantes
necesitaron sus tierras, pero no su trabajo o sus cuerpos, ya que los
esclavos africanos y los inmigrantes europeos proporcionaron la mano de
obra necesaria para el nuevo sistema, y por lo tanto fueron víctimas del
genocidio. Ha sido la experiencia de los grupos indígenas de la
Amazonía. Allí se descubrieron en sus tierras nuevos y enormes recursos
minerales y energéticos. Y sin embargo y literalmente, aunque no se los
necesita, interponen sus cuerpos en el camino del capital transnacional a
los recurso. Así y todo, actualmente hay presiones para activar el
genocidio.
Esta es la condición más reciente que los afroamericanos enfrentan en
los Estados Unidos. Muchos afroamericanos pasaron de estar en el sector
de los superexplotados de la clase obrera a la marginación cuando los
empleadores cambiaron la mano de obra explotada afroamericana por la de
los inmigrantes latinos que pasaron a ser los superexplotados. Como los
afroestadounidenses en cantidad significativa pasaron a estar
estructuralmente marginados, son objeto de una creciente privación de
sus derechos, de criminalización, de la falsa "guerra contra las
drogas", de encarcelamiento masivo y del terror de la policía y del
Estado. Son vistos por el sistema como necesarios para controlar una
innecesaria y potencialmente rebelde población.
Ahora, igual que los nativos americanos antes que ellos –y a diferencia
de los sudafricanos negros– los cuerpos palestinos ya no son necesarios
y simplemente están en el camino del Estado sionista, de los grupos
dirigentes, los colonos y los aspirantes a colonos que necesitan
recursos palestinos, específicamente la tierra, pero no a los
palestinos. Para estar seguros, aunque los trabajadores palestinos se
están eliminando de la economía israelí, miles de palestinos de
Cisjordania todavía trabajan en Israel. Los inmigrantes judíos rusos y
otros que sustituyeron la mano de obra palestina en Israel en la década
de 1990, continuaron en los años siguientes confiando en su propio
privilegio racial para ingresar en la clase media israelí, ya que no
quieren ocupar puestos de trabajo relacionados con los árabes. Y así
sucedió que los africanos, asiáticos y otros inmigrantes del sur
globalizado continuaron llegando a Israel. Este cambio de rumbo para
pasar a ser "la humanidad excedente" parece estar más avanzado para los
habitantes de Gaza, que permanecen bloqueados y relegados al campo de
concentración en que Gaza se ha convertido. Los palestinos de Gaza
aparecen como el primer grupo que enfrenta el tormento del genocidio.
Los sionistas y los defensores del Estado de Israel toman como una gran
ofensa cualquier analogía entre los nazis y las acciones del Estado de
Israel, incluida la acusación de genocidio, en parte debido a que el
Holocausto judío es utilizado por el Estado de Israel y el proyecto
sionista político como mecanismo de legitimación, por lo que hablar de
estas analogías es socavar el discurso legitimador de Israel. Es crucial
señalar esto, porque ese discurso ha llegado poco a poco a legitimar
las políticas o las propuestas israelíes en curso que demuestran una
similitud cada vez más alarmante con otros ejemplos históricos de
genocidio.
El notable historiador israelí Benny Morris, profesor de la Universidad
Ben Gurion del Negev, que se identifica estrechamente con Israel, dio
una larga entrevista al periódico Haaretz
en 2004, donde se refirió al genocidio de los nativos americanos en lo
que es hoy los Estados Unidos con el fin de sugerir que el genocidio
puede ser aceptable. Dijo en la entrevista "incluso la gran democracia
estadounidense no pudo haber sido creadao sin la aniquilación de los
indios. Hay casos en los que el bien final global justifica actos
agresivos y crueles que se cometen en el curso de la historia". A
continuación, pasó a pedir por la limpieza étnica de los palestinos,
diciendo, "hay que construir para ellos algo parecido a una jaula. Sé
que suena terrible. Es realmente cruel. Pero no hay otra opción. Hay un
animal salvaje al que hay que encerrar de una forma u otra”.
Las opiniones de Morris no representan un consenso dentro de Israel,
mucho menos en el ámbito internacional y hay múltiples divisiones,
puntos de tensión y contradicciones entre las elites israelíes y
transnacionales. También hay un ascendente movimiento mundial de boicot,
desinversión y sanciones (BDS) que pone presión sobre los grupos
dominantes para llegar a un acuerdo en defensa de sus propios intereses
económicos. Este es un momento impredecible. Haya o no presiones
estructurales para el genocidio, en realidad la materialización del
proyecto de genocidio dependerá de la coyuntura histórica de la crisis,
de las condiciones políticas e ideológicas que hacen del genocidio una
posibilidad y un agente del Estado con los medios y la voluntad para
llevarlo a cabo. Un genocidio a cámara lenta al parecer ya ha comenzado
en Gaza, donde ha habido asedios israelíes durante un mes cada pocos
años que dejan varios miles de muertos, decenas de miles de heridos,
cientos de miles de desplazados y a toda la población privada de las
condiciones básicas de la vida, con el asombroso consenso público
israelí que apoya estas campañas. Estas condiciones generales para un
proyecto de genocidio están lejos de la materialización, pero
ciertamente se están filtrando en este momento. Corresponde a la
comunidad internacional luchar al lado de los palestinos y los israelíes
decentes para evitar tal resultado.
Me gustaría dar las gracias a Yousef Baker y Maryam Griffin por sus
comentarios y sugerencias a los borradores anteriores de este artículo.
William I. Robinson es profesor de sociología, estudios globales y
estudios latinoamericanos en la Universidad de California en Santa
Bárbara. Su libro más reciente es Global Capitalism and the Crisis of Humanity.
Fuente: The Political Economy of Israeli Apartheid and the Specter of Genocide
Fuente: William I Robinson, Truthout /
Rebelión (Traducido del inglés para Rebelión por J. M.)