Introducción
Estados
Unidos comenzó a construir su imperio a escala mundial durante la
Segunda Guerra Mundial y el periodo posterior a esta. Washington
intervino directamente en la guerra civil china (proporcionando armas al
ejército de Chiang Kai-shek mientras el Ejército Rojo luchaba contra
los japoneses), apoyó la guerra de recolonización de Francia contra el
Viet Minh en Indochina e instaló regímenes títere en Corea del Sur,
Taiwán y Japón.
Mientras el imperio se edificaba a trompicones,
con avances y derrotas, el objetivo estratégico seguía siendo el mismo:
prevenir el establecimiento de gobiernos comunistas o nacionalistas
laicos independientes e imponer regímenes vasallos compatibles con los
intereses de Estados Unidos.
Las armas empleadas fueron guerras y
golpes de estado sangrientos (“cambios de régimen”). Los regímenes
coloniales europeos derrotados fueron reemplazados e incorporados como
aliados subordinados a Estados Unidos.
Para realizar las
conquistas imperiales, Washington utilizó siempre que estuvo en su mano a
ejércitos de mercenarios entrenados, equipados y dirigidos por
‘asesores’ estadounidenses. Cuando esto no fue suficiente, por lo
general si el régimen clientelista y las tropas vasallas se mostraban
incapaces de derrotar al ejército del pueblo, las fuerzas armadas de
Estados Unidos intervinieron directamente.
Los estrategas
imperiales trataban de intervenir y conquistar brutalmente al país
elegido. Cuando no conseguían alcanzar su objetivo ‘máximo’, iniciaban
una política de asedio para cortar los vínculos de los centros
revolucionarios con los movimientos populares de países limítrofes. Si
los países lograban resistir la conquista armada, los constructores del
imperio imponían sanciones económicas y bloqueos para erosionar la base
económica de los gobiernos populares.
Los imperios, como los
sabios romanos reconocieron hace tiempo, no se construyen en un día, en
semanas o en meses. Se firman a conveniencia convenios y acuerdos
temporales que se quiebran cuando ya no resultan útiles porque los
diseños imperiales están por encima de todo.
Los imperios fomentan
las divisiones internas entre adversarios y los golpes de Estado en
países vecinos. Pero, sobre todo, construyen una red mundial de
avanzadas militares, agentes clandestinos y alianzas regionales en las
fronteras de los gobiernos independientes para recortar las potencias
militares emergentes.
Una vez concluidas con éxito las guerras,
los centros imperiales dominan la producción y los mercados, los
recursos y la mano de obra. Sin embargo, con el tiempo es inevitable que
surjan problemas en los regímenes dependientes e independientes. Los
rivales y los competidores ganan acceso a los mercados y aumentan su
poderío militar. Mientras que algunos estados vasallos sacrificaron su
soberanía política-militar para conseguir un desarrollo económico
independiente, otros optaron por la independencia política.
Las contradicciones primeras y últimas de la expansión del imperialismo
Las
dinámicas inherentes a los estados y sistemas imperiales experimentan
contradicciones que replantean y cambian constantemente los contornos
del imperio.
Estados Unidos ha dedicado inmensos recursos para
mantener su supremacía militar entre los estados vasallos, pero ha
experimentado un grave declive en su cuota de mercado mundial,
especialmente con el rápido aumento de nuevos productores económicos.
La
competencia económica obligó a los centros imperiales a reconfigurar el
centro de sus economías: la “renta” (finanzas y especulación) desplazó a
los beneficios del comercio y la producción. Las industrias imperiales
se trasladaron al extranjero en busca de mano de obra barata. La
economía nacional está ahora dominada por las finanzas, los seguros, los
bienes inmuebles, las comunicaciones y las industrias militares y de
seguridad. Esto ha creado un círculo vicioso: con la erosión de su base
productiva, el imperio ha incrementado aún más su dependencia del
ejército, del capital financiero y de la importación de bienes de
consumo baratos.
Justo después de la Segunda Guerra Mundial,
Washington puso a prueba su destreza militar a través de la intervención
en terceros países. Debido a la gran resistencia popular y la
proximidad de la URSS, y más tarde la República Popular China, la
construcción del imperio en el Asia post colonial se contuvo o fracasó
militarmente. En Corea, las fuerzas estadounidenses alcanzaron
transitoriamente un punto muerto después de matar a millones de
personas. En China, su derrota provocó la huida de los “nacionalistas” a
la isla de Taiwán. La resistencia popular y el apoyo material de las
potencias socialistas obligaron a EE.UU. a retirarse de Indochina. A
causa de ello, no tuvo más opción que recurrir a las sanciones
económicas para estrangular a los gobiernos revolucionarios.
El crecimiento de la ideología unipolar
Ante
el creciente poder de sus competidores económicos en el extranjero y su
mayor dependencia de la intervención militar directa, el imperio de
EE.UU. aprovechó la desintegración interna de la URSS y el giro de China
hacia el “capitalismo de Estado” en las décadas de los ochenta y los
noventa. Con la desintegración forzada de Yugoslavia, Estados Unidos se
expandió por la región del Báltico, Europa oriental y central y los
Balcanes. Los estrategas imperiales anticiparon “un imperio unipolar”,
un Estado imperial sin rivales. Los constructores del imperio eran
libres para invadir, ocupar y saquear estados independientes en
cualquier continente e incluso para bombardear una capital europea,
Belgrado, con total impunidad. Se iniciaron múltiples guerras contra
señalados adversarios que carecían de aliados globales fuertes.
Países
del sur de Asia, Oriente Medio y el Norte de África fueron objeto de
destrucción. América del Sur estaba bajo el control de los regímenes
neoliberales. La antigua Unión Soviética fue saqueada y desarmada por
vasallos del imperio. Rusia estaba gobernada por gánsteres cleptócratas
aliados con títeres de Estados Unidos. El papel asignado a China era el
de convertirse en un taller de esclavos para producir artículos de
consumo baratos para los estadounidenses y generar grandes beneficios
para las corporaciones multinacionales y minoristas como Wal-Mart.
A
diferencia de lo que ocurrió con el Imperio Romano, la década de los
noventa no iba a ser el preludio de un imperio indiscutible de larga
duración para Estados Unidos. Los “unipolaristas” se embarcaron en
múltiples guerras caras y destructivas de conquista y no fueron capaces
de confiar en el crecimiento de las economías industriales emergentes
para obtener beneficios; el poder global de EE.UU. se deterioró.
La desaparición de la unipolaridad: El siglo XXI
En
los primeros diez años del siglo XXI, la visión de un imperio unipolar
indiscutido se vino abajo. La acumulación “primitiva” de China dio paso a
una acumulación interna avanzada de la que se beneficiaron el pueblo y
el Estado chinos. El poder de China se expandió por el extranjero
mediante inversiones, comercio y adquisiciones, desplazando a EE.UU.
como principal socio comercial en Asia y mayor importador de materias
primas de América Latina y África. China se convirtió en el principal
fabricante y exportador de bienes de consumo para América del Norte y la
Unión Europea (UE).
La primera década del siglo XXI fue testigo
del derrocamiento o la derrota de los estados vasallos de Estados Unidos
en América Latina (Argentina, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Brasil) y
de la aparición de regímenes agro-minerales independientes dispuestos a
formar alianzas comerciales regionales. Fue un período de aumento de la
demanda de sus recursos naturales y materias primas que coincidió con el
proceso de desindustrialización de EE.UU., inmerso en costosas guerras
desastrosas en Oriente Medio.
En contraste con la creciente
independencia de América Latina, la UE incrementó su participación
militar en las brutales guerras en el extranjero lideradas por Estados
Unidos mediante la ampliación del ‘mandato’ de la OTAN. Bruselas siguió
la política sistemática de cercar a Rusia para debilitar su
independencia a través de duras sanciones. La expansión hacia el
exterior de la UE (financiada gracias a las políticas internas de
austeridad) acentúo las divisiones en el seno de la organización,
provocando el descontento popular. Reino Unido votó a favor en un
referéndum para separarse de la UE.
En los noventa, los desastres
internos del régimen vasallo de Estados Unidos en la Rusia de Boris
Yeltsin empujaron a los votantes a elegir a un nacionalista, Vladimir
Putin. El gobierno del presidente Putin se embarcó en un programa para
recuperar la soberanía de Rusia y su posición como potencia mundial,
contrarrestar la intervención de EE.UU. en el país y alejar de las
fronteras el cerco creado por la OTAN.
Los defensores del imperio
unipolar continuaron iniciando múltiples guerras de conquista en Oriente
Medio, África del Norte y sur de Asia, con un coste de billones de
dólares, que provocaron una pérdida de los mercados globales y de
competitividad. A medida que los ejércitos del imperio se expandían por
todo el mundo, la economía doméstica (“la República”) se contrajo.
Estados Unidos quedó atrapado en la recesión y asediado por el aumento
de la pobreza. La política unipolar permitió un crecimiento de la
economía global multipolar, al imponer de forma rígida prioridades
militares.
El Imperio contraataca: La opción nuclear
La
segunda década del siglo XXI marcó el comienzo de la desaparición de la
unipolaridad ante la consternación de muchos ‘expertos’ y la negación
ciega de sus arquitectos políticos. El advenimiento de una economía
mundial multipolar intensificó el impulso desesperado del imperio por
restaurar la unipolaridad por medios militares, a cargo de militaristas
incapaces de adaptarse o evaluar sus propias políticas.
Bajo el
régimen del “primer presidente negro”, Barack Obama, elegido bajo la
promesa de refrenar a los militares, los estrategas imperiales
intensificaron su belicismo, enfrascándose en siete guerras, nuevas y
antiguas. Para los legisladores y los propagandistas de los medios de
comunicación de masas de EE.UU. y la UE, fueron guerras imperiales
exitosas,
que vinieron acompañadas de declaraciones prematuras de victoria en
Somalia, Irak y Afganistán. Estos delirios de grandeza llevaron a la
nueva administración a poner en marcha nuevas guerras en Ucrania, Libia,
Siria y Yemen.
Cuando la nueva ola de guerras y golpes de Estado
(de “cambio de régimen”) para volver a imponer la unipolaridad fracasó,
se pusieron en marcha políticas belicistas aún mayores que desplazaron a
las estrategias económicas para conseguir la dominación mundial. Los
militaristas
que dirigen el aparato de Estado permanente, siguieron sacrificando
mercados e inversiones con total inmunidad a las desastrosas
consecuencias de sus fracasos en la economía nacional.
Breve renacimiento de la unipolaridad en América Latina
Argentina,
Brasil, Paraguay y Honduras han sufrido golpes de Estado y los
gobiernos progresistas de Bolivia, Venezuela y Ecuador han estado a
punto de sufrirlos. Sin embargo, el retroceso a favor del imperio en
América Latina no es política ni económicamente sostenible y amenaza con
socavar cualquier restauración de la dominación unipolar en la región.
EE.UU.no
ha proporcionado ninguna ayuda económica ni ampliado el acceso a los
mercados para premiar y apoyar a sus regímenes clientelares recién
adquiridos. Su nuevo vasallo en Argentina, Mauricio Macri, transfirió
miles de millones de dólares a los banqueros depredadores de Wall Street
y entregó a Estados Unidos el acceso a las bases militares y los
recursos lucrativos sin recibir por ello flujos recíprocos de capital de
inversión. De hecho, las políticas serviles del Presidente Macri han
creado mayores niveles de desempleo y han reducido el nivel de vida,
creando descontento popular. El “chico nuevo” del imperio unipolar en su
feudo Buenos Aires se enfrenta a una defunción temprana.
Del
mismo modo, la corrupción generalizada, una profunda depresión económica
y los niveles de dos dígitos de desempleo sin precedentes en Brasil
amenazan al ilícito régimen vasallo de Michel Temer con la crisis
permanente y el aumento de la lucha de clases.
El efímero éxito en Oriente Medio
El
poder devastador de los bombardeos aéreo y naval de Estados Unidos y de
la OTAN pareció otorgar un breve triunfo a la nueva ola de guerras
revanchistas en Oriente Medio y África del Norte. Luego, esa aparente
victoria se desvaneció en medio de la destrucción y el caos, inundando
Europa con millones de refugiados.
Importantes brotes de
resistencia a la invasión estadounidense de Irak y Afganistán
precipitaron el retroceso hacia un mundo multipolar. Los insurgentes
islamistas obligaron a EE.UU. a refugiarse en sus guarniciones
fortificadas y tomaron el control del campo y las ciudades cercadas en
Afganistán; en Irak, Siria, Yemen, Somalia y Libia forzaron la huida de
los regímenes y mercenarios respaldados por EE.UU..
La pulsión unipolar y el Estado permanente: Reagrupamiento y ataque
Frente
a sus fracasos, los defensores del imperio unipolar se reagruparon para
poner en marcha una estrategia militar aún más peligrosa: el aumento de
su potencia nuclear de “primer ataque” dirigida a China y Rusia.
Orquestada
por los políticos designados por el departamento de Estado de Estados
Unidos, el gobierno de Ucrania fue sustituido por vasallos de EE.UU.
dando lugar a la ruptura de ese país, todavía en marcha. Temerosos de
los neofascistas y los rusófobos, los ciudadanos de Crimea aprobaron en
referéndum su unión con Rusia. Las mayorías étnicas rusas de la región
de Donbass en Ucrania entraron en guerra con Kiev, lo que ha provocado
miles de muertos y millones de desplazados que buscan refugio en Rusia.
Los imperialistas de Washington financiaron y dirigieron el golpe de
Estado de Kiev liderado por cleptócratas y fascistas siendo inmunes,
como siempre, a sus consecuencias.
Mientras tanto, EE.UU. está
aumentando su número de tropas de combate en Afganistán, Irak y Siria
para apuntalar a sus poco fiables aliados y mercenarios.
Lo que es
crucial para la comprensión de la ascensión y caída del poder imperial y
de las eufóricas declaraciones unipolares de la década de 1990
(especialmente durante el apogeo del reinado sangriento del presidente
Clinton), es que los avances militares y políticos no han sido
apuntalados en ningún momento por la construcción de economías fuertes.
EE.UU.
derrotó y posteriormente ocupó Irak, pero también destruyó
sistemáticamente su sociedad civil y su economía, creando un terreno
fértil para la limpieza étnica, las oleadas de refugiados y el
levantamiento islamista posterior que se extendió por los territorios
adyacentes. De hecho, han sido las políticas deliberadas de EE.UU. en
Irak y otros lugares las que han creado la crisis de refugiados que
agobia Europa.
Durante las dos primeras décadas de este siglo se
ha producido una situación similar: las victorias militares han
instalado líderes impopulares e ineficaces respaldados por el imperio y
sus impulsores dependen cada vez más de la chusma tribal más retrógrada,
los extremistas islamistas, los clientes de ultramar y los mercenarios.
El ataque deliberado de Estados Unidos a las mismas personas capaces de
liderar naciones multiculturales modernas como Irak, Libia, Siria y
Ucrania es una caricatura de los notorios ataques de Pol Pot a las
clases educadas de Camboya. Por supuesto, EE.UU. perfeccionó sus
habilidades especiales para “matar a los profesores de escuela” cuando
entrenó y financió a los muyahidines de Afganistán en la década de los
ochenta.
El segundo punto débil, lo que llevó al colapso de la
ilusión unipolar, ha sido su incapacidad para replantear sus supuestos y
reorientar y reequilibrar su paradigma militarista estratégico tras el
increíble desorden mundial que crearon.
Estados Unidos se negó
rotundamente a trabajar con las élites económicas educadas en los países
conquistados y promoverlas. Ello habría requerido mantener intacto el
sistema económico de la seguridad social en los países que habían
triturado de manera sistemática. Habría supuesto rechazar el paradigma
de guerra total, rendición incondicional y ocupación militar pura y
dura, con el fin de permitir el desarrollo de aliados económicos
viables, en lugar de imponer regímenes vasallos flexibles pero
grotescamente corruptos.
El enorme aparato de inteligencia
policial-militar profundamente arraigado y fuertemente financiado, que
cuenta con muchos millones de personas, ha creado un estado imperial
paralelo al régimen civil elegido en EE.UU.
El llamado “
Estado profundo” es
en realidad un estado gobernado por “unipolaristas”. No es una “entidad
sin rostro”: Tiene una identidad de clase, ideológica y económica.
A
pesar del grave coste que supone perder una serie de guerras
catastróficas y el robo de miles de millones de dólares perpetrado por
los regímenes vasallos cleptocráticos, los unipolaristas han permanecido
intactos, e incluso aumentado sus esfuerzos para conseguir una
conquista o una victoria militar temporal.
Digámoslo abierta y
claramente: los unipolaristas se dedican ahora a culpar de sus terribles
fracasos militares y políticos a Rusia y China. Esta es la razón por la
que buscan, directa e indirectamente, debilitar a los aliados internos y
externos de Rusia y China. De hecho, la campaña salvaje para “culpar a
los rusos” de la elección del presidente Trump refleja su profunda
hostilidad hacia Rusia y su desprecio por los votantes de clase
trabajadora y media baja (la “
canasta de deplorables”) que
eligieron a Trump. La incapacidad de esta élite para reconocer sus
propios fracasos y la incapacidad del sistema político para eliminar a
estos estrategas desastrosos es una seria amenaza para el futuro del
mundo.
La fabricación de pretextos para la guerra mundial
Mientras
el Estado unipolarista sufría predecibles derrotas militares y guerras
prolongadas al tiempo que una dependencia de inestables regímenes
civiles, los ideólogos continúan echando la culpa a Rusia y China por
todas sus derrotas militares. Su
monomanía se ha transformado en
un aumento provocativo de su capacidad nuclear a gran escala en Europa y
Asia, lo que aumenta el riesgo de una guerra nuclear al participar en
un letal “juego de la gallina”(1).
Los expertos físicos nucleares
que editan el boletín de los Científicos Atómicos publicaron una
importante descripción de los planes de guerra unipolaristas. Según
ellos,
“el programa nuclear en marcha ha implementado nuevas
tecnologías revolucionarias que aumentarán enormemente la capacidad
letal del arsenal nuclear. Estas nuevas tecnologías triplican la
potencia letal global de los actuales misiles balísticos de Estados
Unidos” . Esto es exactamente lo que un observador objetivo podría
esperar de unos Estados Unidos provistos de armas nucleares dispuestos a
iniciar una guerra
desarmando a China y Rusia siendo los primeros en lanzar un “ataque sorpresa”.
El
estado unipolar se ha centrado en varios países como pretexto para
lanzar una guerra. El Gobierno de Estados Unidos ha instalado bases de
misiles en los países bálticos y Polonia a modo de provocación. Estos
regímenes han sido elegidos por su afán de violar las fronteras o el
espacio aéreo de Rusia y porque su locura les predispone a aceptar la
inevitable respuesta militar y la reacción en cadena en contra de sus
propias poblaciones. Otro lugar con enormes bases militares
estadounidenses y dispuesto a albergar una expansión de la OTAN es la
región de los Balcanes, especialmente las antiguas provincias yugoslavas
de Kosovo y Montenegro. Se trata de Estados mafiosos etno-facistas en
bancarrota y potenciales polvorines de conflictos provocados por la
OTAN, que justificarían un ataque de Estados Unidos. Esto explica por
qué los más furibundos militaristas del senado estadounidense han estado
presionando para lograr la integración de Kosovo y Montenegro en la
OTAN.
Pero es en Siria donde los unipolaristas están creando un
pretexto para la guerra nuclear. El senado de Estados Unidos ha enviado
más fuerzas especiales a zonas altamente conflictivas para apoyar a sus
mercenarios aliados. Esto significa que las tropas estadounidenses se
encontrarán (ilegalmente) cara a cara con el avance del ejército sirio,
respaldado (legalmente) por la fuerza aérea militar rusa. EE.UU. planea
apoderarse de Raqqa en el norte de Siria, controlada por ISIS, para
convertirla en base de operaciones con la intención de negar la victoria
del gobierno sirio sobre los yihadistas-terroristas. La probabilidad de
“incidentes” armados entre EE.UU. y Rusia en Siria es cada vez mayor
para satisfacción de los unipolaristas estadounidenses.
EE.UU. ha
financiado y apoyado a los combatientes kurdos en su avance por
territorio sirio bajo control de los yihadistas-terroristas,
especialmente a lo largo de la frontera con Turquía. Esto está
provocando un conflicto inevitable entre Turquía y los kurdos apoyados
por Estados Unidos.
Otro sitio probable para la expansión de la
guerra es Ucrania. Después de tomar el poder en Kiev, los
clepto-fascistas lanzaron una guerra y un bloqueo económico contra los
ucranianos bilingües de origen ruso de la región de Donbass. Los ataques
de la junta de Kiev, las innumerables matanzas de civiles (incluyendo
la quema de decenas de manifestantes de habla rusa desarmados en Odessa)
y el sabotaje de los envíos de ayuda humanitaria rusos podrían provocar
represalias por parte de Rusia y ser el pretexto de una intervención
militar de Estados Unidos contra Crimea a través del Mar Negro.
Pero
el lugar que cuenta con más probabilidades de convertirse en el inicio
de la Tercera Guerra Mundial es la península de Corea. Los unipolaristas
y sus aliados en el aparato del Estado han creado sistemáticamente las
condiciones para desencadenar una guerra con China usando el
pretexto del programa de armas defensivas de Corea del Norte.
El
aparato estatal de los unipolaristas ha unido a sus aliados en el
Congreso y a los medios de comunicación para crear histeria
generalizada. El congreso y la administración del presidente Trump
consideran el programa de misiles de Corea del Norte “una amenaza para
Estados Unidos” . Esto ha permitido que el estado unipolarista ponga en
marcha una estrategia militar ofensiva para contrarrestar esta falsa “
amenaza ”.
La elite ha descartado todas las negociaciones previas y
los acuerdos diplomáticos con Corea del Norte con el fin de prepararse
para la guerra -en última instancia, en contra de China. Esto se debe a
que China es el adversario económico global más dinámico y exitoso al
que se enfrenta Estados Unidos para mantener su hegemonía mundial.
EE.UU. ha sufrido una derrota económica pacífica, pero humillante, a
manos de una potencia emergente de Asia. La economía de China ha crecido
tres veces más rápido que la de EE.UU. durante las últimas dos décadas.
Y el banco de desarrollo de infraestructuras de China ha atraído a
decenas de participantes regionales y europeos después de que el muy
publicitado acuerdo comercial de Estados Unidos en Asia, desarrollado
por la Administración de Obama, se viniera abajo. En la última década,
mientras los sueldos y salarios se han estancado o retrocedido en EE.UU.
y la UE, se han triplicado en China.
Si la tendencia continúa, la
economía china superará a la de EE.UU. en un futuro cercano y lejano.
Eso supondrá que China sustituya inevitablemente a Estados Unidos como
potencia económica más dinámica del mundo…. a menos que se produzca un
ataque nuclear por parte de EE.UU.. No es de extrañar que China está
embarcada en un programa para modernizar sus sistemas de misiles
defensivos y su seguridad marítima y fronteriza.
Mientras los
unipolaristas se preparan para la “decisión final” de atacar a China, se
dedican a instalar sistemáticamente sus misiles nucleares más avanzados
en Corea del Sur bajo el absurdo pretexto de contrarrestar al régimen
de Pyongyang. Para exacerbar las tensiones, el alto mando de Estados
Unidos ha iniciado ataques cibernéticos contra el programa de misiles de
Corea del Norte. Ha participado en descomunales maniobras militares con
Seúl, lo que provocó que el ejército de Corea del Norte “probara”
cuatro de sus misiles balísticos de medio alcance en el Mar de Japón.
Washington ha ignorado los esfuerzos del gobierno chino para calmar la
situación y persuadir a Corea del Norte de que resistiera las
provocaciones de Estados Unidos en sus fronteras e incluso redujera su
programa de armas nucleares.
La maquinaria de propaganda de guerra
de Estados Unidos afirma que la respuesta nerviosa de Pyongyang a los
provocadores ejercicios militares de Washington (apodados “Foal Eagle “)
en la frontera de Corea del Norte son una “amenaza” a Corea del Sur y
una prueba de la locura de sus líderes .
En última instancia, Washington tiene la intención de dirigirse a
China. Para ello, ha instalado su Terminal High Altitude Area Defense
System (THAAD), un sistema de vigilancia y ataque ofensivo (a pesar de
su nombre), diseñado para atacar las principales ciudades de China y
complementar el cerco marítimo estadounidense a China y Rusia.
Utilizando a Corea del Norte como pretexto, instaló el sistema THAAD en
Corea del Sur, cuyo alcance supera los 3.000 kilómetros, lo que le
permite llegar a los centros vitales de China en cuestión de minutos.
Los misiles dirigidos del THAAD están diseñados específicamente para
identificar y destruir el sistema de misiles de defensa de China.
Con
la instalación del THADD en Corea del Sur, el extremo oriental de Rusia
está ahora rodeado de los misiles ofensivos de los Estados Unidos, lo
que complementa su potencia de ataque desde Occidente.
A los
estrategas unipolares se les ha unido ahora el gobierno japonés, cada
vez más militarista, una circunstancia de lo más alarmante para los
coreanos y los chinos dada la historia de brutalidad japonesa en la
región. El Ministro de Defensa de Japón ha propuesto dotarse de
capacidad para un “ataque preventivo”, una repetición imperial de su
invasión y esclavización de Corea y Manchuria. Japón apunta a Corea del
Norte, pero a quien amenaza realmente es a China.
Corea del Sur,
un régimen profundamente corrupto y ciegamente sumiso, aceptó de
inmediato el sistema THADD en su territorio. Washington encontró al
dócil Estado profundo de Corea del Sur dispuesto a sacrificar sus
cruciales vínculos económicos con Pekín: China es el mayor socio
comercial de Corea del Sur. A cambio de servir como plataforma para
futuras agresiones de Estados Unidos contra China, Corea del Sur ha
sufrido pérdidas en el comercio, las inversiones y el empleo. Incluso si
llegara el caso de que un nuevo gobierno de Corea del Sur quisiera
revertir esta política, EE.UU. no trasladaría su instalación THAAD.
China, por su parte, ha reducido en gran medida sus relaciones
económicas y de inversión con algunos de los mayores conglomerados
empresariales de Corea del Sur. El turismo, los intercambios culturales y
académicos, los acuerdos comerciales y, sobre todo, la mayor parte de
las exportaciones industriales de Corea del Sur se enfrentan a
importantes pérdidas.
En medio de un gran escándalo político que
involucra al presidente de Corea del Sur (que se enfrenta a la
destitución y el encarcelamiento), la alianza militar entre EEUU y Japón
ha incorporado brutalmente al desafortunado pueblo de Corea del Sur a
una escalada militar contra China. Dicho proceso pone en peligro las
pacíficas relaciones económicas de Seúl con China. Los surcoreanos son
abrumadoramente partidarios de la paz, pero se encuentran en primera
línea de una potencial guerra nuclear.
China ha respondido a la
amenaza de Washington incrementando enormemente su propia capacidad
defensiva en términos de misiles. Los chinos afirman ahora poseer la
capacidad de destruir rápidamente las bases THAAD en Corea del Sur, si
EE.UU. les obliga a ello. Asimismo, China está reequipando sus fábricas
para compensar la pérdida de las importaciones industriales de Corea del
Sur.
Conclusión
La ascensión y caída del imperio
estadounidense unipolar no ha desplazado al aparato de Estado
permanente, que sigue adelante con sus estrategias alucinantes.
Por
el contrario, los unipolaristas están acelerando su campaña de
conquista militar global apuntando a Rusia y China, a los que acusan
insistentemente de ser la causa de sus guerras perdidas y de su declive
económico global. Ellos viven en sus delirios de la “edad de oro” de los
noventa, cuando George Bush padre podía devastar Irak y Bill Clinton
bombardear ciudades yugoslavas con total impunidad.
Atrás han
quedado los días en que los unipolaristas podían hacer pedazos la URSS,
financiar antiguos regímenes soviéticos separatistas y violentos en Asia
y el Cáucaso y organizar elecciones fraudulentas para sus clientes
borrachos en Rusia.
Los desastres de la política de Estados Unidos
y su decadencia económica interna han dado lugar a rápidos y profundos
cambios en las relaciones de poder en las últimas dos décadas, haciendo
añicos cualquier ilusión de un “siglo americano” unipolar.
La
unipolaridad sigue siendo la ideología del aparato permanente de
seguridad del Estado y sus élites en Washington. Ellos creen que la
unión del militarismo en el extranjero y el control financiero en casa
les permitirá recuperar su “Jardín del Edén” unipolar perdido.
China
y Rusia son los nuevos protagonistas esenciales de un mundo multipolar.
Las dinámicas de la necesidad y su propio crecimiento económico les han
empujado a buscar con éxito estados y mercados alternativos e
independientes.
Esta realidad obvia e irreversible ¡ha hecho que
los unipolaristas se obsesionen con prepararse para una guerra nuclear
mundial! Los pretextos son infinitos y absurdos; los objetivos son
claros y globales; los medios militares ofensivos y destructivos están
disponibles; pero también lo están las formidables capacidades
defensivas y de represalia de China y Rusia.
El Estado unipolarista acaricia el delirio de
ganar una guerra nuclear mundial, lo
que pone a los estadounidenses en la disyuntiva de resistir o rendirse
ante un imperio en decadencia demencialmente peligroso que está
dispuesto a iniciar una guerra que traería la destrucción mundial.
Nota del traductor:
(1): El “juego de la gallina” (game of chicken) es una
competición en
la que dos coches se lanzan uno contra otro; el primero que se desvía
de la trayectoria del choque pierde y es humillado por comportarse como
un gallina. Se basa en la idea de crear presión psicológica hasta que
uno de los participantes se echa atrás y la expresión se aplica como
metáfora a
una situación en la que dos bandos se enzarzan en una escalada en la
que no tienen nada que ganar y en la que sólo el orgullo evita que se
echen atrás.
Bertrand Russell fue el primero en usarla en relación con la carrera armamentística.