Durante
42 años, Mouammar Gaddafi ha protegido su país del colonialismo
occidental. Hoy, él ha pasado a formar parte, junto con Omar al-Mokhtar,
en el panteón de los héroes nacionales libios.
La
muerte de Muammar al-Gaddafi ha sido celebrada con suma alegría en los
palacios presidenciales occidentales, esa misma alegría ha estado
ausente en la mayoría del pueblo libio. Para Thierry Meyssan, este
asesinato militarmente inútil ha sido perpetrado por el Imperio no
solamente como ejemplo, sino también para desestructurar la sociedad
tribal libia.
El jueves, 20 de octubre 2011, a las 13h30 GMT, el Consejo Nacional de
Transición (CNT) de Libia anunció la muerte de Muammar el-Gaddafi. A
pesar de las gran confusión inicial, los primeros elementos sugieren que
una caravana de coches intentaban salir de la ciudad de Sirte, ciudad
sitiada, en donde la caravana fue bloqueada o en parte destruida por los
bombardeos de la OTAN. Los sobrevivientes de esta caravana, dicen, se
refugiaron entonces en las tuberías de una canalización. Gaddafi, que
habría resultado herido, fue entonces capturado por la brigada Tigre de
la tribu de los Misrata que habría aprovechado la ocasión para
lincharlo.
El cuerpo del «Guía» de la Gran Jamahiriya Árabe Socialista no fue
autorizado a que sea conservado en su ciudad natal de Sirte, o
transportado a Trípoli, la capital, para su entierro, el cuerpo ha sido
enviado como un trofeo de guerra por los Misrata a la ciudad del mismo
nombre.
La tribu de los Misrata, que durante bastante tiempo dudó que campo
escoger [el de los rebeldes o el de Gaddafi] y que en la actualidad
prácticamente no tiene representante dentro del CNT, habrá dado
finalmente el asalto de Trípoli después del bombardeo de la OTAN, y
habrá linchado a Muammar el-Gaddafi tras el bombardeo de su caravana por
la OTAN. E incluso ha trasladado el cuerpo del «Guía» a su ciudad para
celebrar su triunfo.
En julio, el «Guía» habría maldecido a los
Misrata, instándolos de partir hacia Estambul y Tel Aviv, refiriéndose
al hecho de que su tribu proviene de judíos turcos inmigrantes que se
convirtieron al Islam.
Una avalancha de comentarios preparados bien de antemano han sido
lanzados masivamente en todos los medios comerciales atlantistas
con
finalidad de demonizar una vez más a Gaddafi, y por lo tanto, hacer
olvidar las condiciones bárbaras de su linchamiento y muerte.
Los principales dirigentes de la Coalición [de la OTAN] han celebrado
jubilosamente la muerte de su enemigo y dicen estos que marca el acto
final de la operación «Protector Unificado». Al hacerlo,
ellos
admiten implícitamente que dicha operación no tenía como finalidad hacer
respetar y aplicar la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la
ONU, sino que tenía más bien como finalidad la de derribar un sistema
político y la de matar a un líder, es decir al presidente de
una nación, y esto a pesar que el asesinato de un jefe de estado en
función está prohibido por la ley [jurisprudencia] de EE.UU. y condenado
universalmente.
Además, el linchamiento de Muammar el Gadafi, demuestra la voluntad de
la OTAN de no querer llevarlo ante la Corte Penal Internacional para
juzgarlo simplemente porque no hubiera sido capaz de condenarlo por
crímenes contra la humanidad a falta de pruebas fehacientes, de la misma
manera que el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia no
pudo demostrar la culpabilidad de Slobodan Milosevic, a pesar de dos
años de proceso.
En el torrente de barro y de calumnias vertidas por los medios de
comunicación comercial atlantistas para ensuciar el legado y la memoria
de Gaddafi, las mentiras y falsas acusaciones son repetidas
constantemente, lo que demuestra a contrario que estos medios de
comunicación tienen en realidad pocos elementos que sean auténticos y
que pudiesen ser utilizados en contra de Gaddafi.
Así llega el caso del atentado contra la discoteca La Belle en Berlín (5
de abril de 1986, tres muertos, era en esa entonces la RFA República
Federal de Alemania), suceso que fue utilizado como pretexto por la
administración Reagan para bombardear su palacio y matar a su hija (14
de abril de 1986, por lo menos 50 muertos). En esa entonces, el fiscal
alemán Detlev Mehlis (el mismo fiscal alemán que veinte años más tarde
lo vamos a encontrar a cargo de la investigación del asesinato del
primer ministro libanés Rafik al-Hariri y la falsificación de esta
investigación) se basó en el testimonio de Eter Mushad para acusar a un
diplomático libio y su cómplice Mohammed Amair. Sin embargo,
la
televisión alemana ZDF descubrió más tarde que Mushad Eter era un
testigo falso y más bien un verdadero agente de la CIA, mientras que el
atacante Mahammed Aamir era un agente del Mossad [1].
O el caso del atentado de Lockerbie (21 de diciembre de 1988, 270
muertes): los investigadores identificaron al dueño de la maleta que
contenía la bomba y el sistema relojero para activar el explosivo
gracias al testimonio de un comerciante maltés que había vendido un
pantalón, pantalón que fue encontrado en la misma maleta-bomba. La
justicia escocesa acusó entonces a dos agentes libios Abdelbasset Ali
Mohmed Al Megrahi y Al Amin Khalifa Fhimah y el Consejo de Seguridad de
la ONU tomó las sanciones contra Libia.
En última instancia, para poner fin a las sanciones, Libia accedió
extraditar a los dos agentes (el primero fue condenado a cadena
perpetua, el segundo fue absuelto) y a pagar $ 2.7 mil millones en
compensación, mientras que el acusado prisionero continua proclamando su
inocencia hasta hoy día.
En definitiva, en agosto de 2005, uno de los responsables escoceses encargado de la investigación declaró que
la
principal prueba, el sistema auto-disparador (temporizador o sistema
relojero desencadenando la bomba) había sido colocado en el lugar del
accidente por un agente de la CIA.
Más tarde,
el mismo experto que había analizado el temporizador
(relojero) para el tribunal admitió que él mismo había fabricado ese
aparato antes que la CIA lo ponga sobre el lugar del accidente [donde cayeron los restos del avión]. Finalmente,
el comerciante y vendedor de pantalones de Malta admitió haber recibido 2 millones de dólares para dar un falso testimonio.
Las autoridades escocesas decidieron revisar el caso y el proceso, pero
la salud de Abdel Basset Ali Mohmed Al Megrahi no lo permitió.
La actual campaña de desinformación [sobre Libia y Gaddafi] incluye
también un aspecto sobre el estilo de vida del reciente difunto. Se le
describe como un faraón con su suntuoso y lujoso modo de vida, de su
astronómica fortuna oculta. Pero todos aquellos que conocieron de cerca a
Muammar el Gadafi, o simplemente aquellos que han visitado su casa de
familia y su residencia después de los bombardeos pueden dar fe de que
él
vivía en un ambiente similar al de la burguesía de su país, lejos de la
ostentación jet-set de su ministro de Planificación, Mahmoud Jibril.
Del mismo modo,
ninguno de los países que siguen investigando el
paradero de la fortuna oculta de Gadafi, busqueda que se ha prolongado
durante meses, ha sido capaz de encontrar esto. Todo el material y sumas
incautadas pertenecían al gobierno libio y no al «Guía».
Al contrario, los medios de comunicación comerciales atlantistas sólo
mencionan la orden de arresto internacional emitida por Interpol contra
Muammar el-Gaddafi antes que comience la ofensiva de la OTAN sobre
Libia.
Pero estos mismos medios de comunicación no dicen nada de la acusación
de la justicia libanesa contra Gaddafi por haber eliminado al imán Musa
Sadr y sus compañeros (en 1978). Esta omisión se debe al hecho de que el
secuestro fue patrocinado por los Estados Unidos que quería eliminar a
este imán chiíta antes de dejar que el ayatolá Ruhollah Jomeini regrese a
Irán, por miedo a que Sadr extienda por el Líbano la influencia de la
revolución iraní.
Los medios de comunicación atlantistas no mencionan las críticas
formuladas por la Resistencia civil anti-imperialista libanesa y las que
también hicimos nosotros contra Muammar el-Gaddafi:
sus compromisos oportunistas con Israel.
Por mi parte, puedo asegurar que, hasta la batalla de Trípoli, el «Guía»
negoció con los enviados de Israel, con la esperanza de poder comprar
la protección de Tel Aviv.
También debo testimoniar que, a pesar de mis críticas a su política
internacional, y a pesar del expediente completo acerca de mí que la
DCRI (rama de los servicios secretos franceses) le había proporcionado
amablemente en julio en un intento para que me arrestaran, Muammar el
Gadafi, me dió su confianza y me pidió que ayudara a su país para hacer
valer sus derechos ante las Naciones Unidas [2],
un comportamiento que no refleja la de un tirano abyecto.
Los medios de comunicación comerciales atlantistas no mencionaron
tampoco las injerencias de Libia en la vida política francesa,
ingerencia de Libia que yo condené, sobre todo acerca del financiamiento
ilegal de la campaña electoral presidencial de Nicolas Sarkozy y de
Ségolène Royal.
El «Guía» había autorizado a su cuñado Abdallah
Senoussi para que corrompa a los dos principales candidatos
presidenciales franceses a cambio de la promesa de darle una amnistía o
de ejercer presión sobre la justicia francesa para que cierren su
expediente penal. [3]
Pero sobre todo, los medios de comunicación atlantistas
nunca
mencionaron el principal trabajo del «Guía»: el derrocamiento de una
monarquía títere impuesta por los anglosajones, la expulsión de las
tropas extranjeras estacionadas en Libia, la nacionalización de los
hidrocarburos, la construcción del Man Made River (el sistema de
irrigación más importante en el mundo), la redistribución de las
ganancias del petróleo dentro de la población (que hizo que una de las
poblaciones más pobres del mundo sea la más rica de África), el asilo
generoso a los refugiados palestinos y la ayuda al desarrollo sin
precedentes en el Tercer Mundo (la ayuda de Libia al desarrollo era más
importante que la toda la ayuda reunida de los países del G-20).
La muerte de Muammar el Gadafi, no va a cambiar nada en el plano
internacional. El acontecimiento más importante fue la caída de Trípoli,
ciudad bombardeada masivamente y conquistada por la OTAN -
sin duda el peor crimen de guerra en este siglo - , seguido de la entrada de la tribu de los Misrata para controlar la capital [
y la masacre de inocentes].
Semanas antes que comience la batalla de Trípoli, la gran
mayoría de los ciudadanos libios participaron, viernes tras viernes, en
masivas manifestaciones contra la OTAN, contra el CNT y a favor de
Gaddafi.
Ahora el país está destruido y están gobernados por la OTAN y sus títeres fantoches del CNT.
La muerte del «Guía» tendrá por otro lado un efecto traumático y durable
en la sociedad libia. Matando con sus sicarios al líder del país, la
OTAN ha destruido la esencia misma del principio de autoridad. Será
necesario muchos años y mucha violencia antes que un nuevo líder pueda
surgir y sea reconocido por el conjunto de las tribus, o que el sistema
tribal sea remplazado por otro modo de organización social.
En este sentido, la muerte de Muammar el Gadafi, abre un período de incertidumbre y desestabilización para el país,
país que puede ir camino a una iraquización o somalización de su territorio [en referencia a Irak y Somalia dos estados fallidos en la actualidad].