El
reciente anuncio del “Programa de Recuperación, Crecimiento y
Prosperidad Económica” por parte del Gobierno nacional (ago. 2018) ha
llegado a ser señalado por varios sectores críticos como un “paquetazo
neoliberal”. El problema es que los “paquetazos” están históricamente
vinculados al recetario ortodoxo del Consenso de Washington
(primordialmente estructurado por el FMI), llevado adelante mediante la
«terapia de shock». Estamos ante otra faceta diferente de
neoliberalismo, heterodoxa, híbrida, estratégica y flexible; de
permanentes reacomodos, ajustes y mutaciones, en la cual coexisten
mecanismos de flexibilización y desregulación, formas de
mercantilización y financiarización, comercialización (orientación a las
exportaciones y al mercado global), corporativización (organización
según el modelo de negocios), o incluso formas parciales de
privatización de facto, con intervenciones estatales, ciertas narrativas
de izquierda y mecanismos selectivos de distribución social de la renta
petrolera.
A nuestro juicio, para poder comprender este
proceso en su complejidad, debemos renunciar de una vez por todas al ya
viejo empeño de relacionar neoliberalismo únicamente con su forma
“pura”, ortodoxa (vinculada a los años 90, al
FMI
FMI
Fondo monetario internacional
El FMI nace, el mismo día que la Banca mundial, con la firma de
los acuerdos de Bretton Woods. En su origen el rol del FMI era defender
el nuevo sistema de cambios fijos instaurado.
A la finalisación de estos acuerdos (1971), el FMI es mantenido y se
transforma paulatinamente en el gendarme y el bombero del capitalismo
mundialisado : gendarme cuando impone los programas de ajuste
estructural ; bombero cuando interviene financiaramente para sostener
los países tocados por una crisis financiera.
Su modo de decisión es el mismo que el del Banco mundial y se basa sobre
una repartición del derecho de voto en proporción a los aportes de
cotisación de los países miembros. Estatutariamente es necesario el 85%
de los votos para modificar la Carta del FMI (los EE.UU. poseen una
minoria de bloqueo dado a que posees el 16,75 % de voces). Cinco países
dominan : Los EE.UU. (16,75 %), el Japon ( 6,23 %), la Alemania (5,81%),
Francia (4,29 %), y Gran Bretaña (4,29%). Los otros 177 Estados
miembros estan divididos en grupos dirigidos, cada vez, por un país. El
grupo más importante (6,57%) esta dirigido por Belgica. El grupo menos
importante (1,55% de voces) precidido por el Gabon (países africanos).
Su capital está compuesto del aporte en divisas fuertes (y en monedas
locales) de los países miembros. En función de este aporte, cada miembro
se ve favorecido con Derechos Especiales de Giro (DEG) que son de hecho
activos monetarios intercambiables libre e inmediatamente contra
divisas de un tercer país. El uso de estos DEG corresponde a una
política llamada de estabilización a corto plazo de la economía,
destinada a reducir el déficit presupuestario de los países y a limitar
el crecimiento de la masa monetaria. Esta estabilización constituye
frecuentemente la primera fase de intervención del FMI en los países
endeudados. Pero el FMI considera que en adelante es tarea suya (tras el
primer choque petrolero de 1974-1975) actuar sobre la base productiva
de las economías del Tercer Mundo reestructurando sus sectores internos;
se trata de una política de ajuste a más largo plazo de la economía. Lo
mismo sucede con los países llamados en transición hacia una economía
de mercado. (Norel y Saint-Alary, 1992, p. 83).
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, al Consenso de Washington o solamente a las privatizaciones). Los
tiempos han cambiado. El costo político de la imposición de programas de
ajuste mediante terapias de shock en países latinoamericanos y otros
del mundo, fue y ha sido altísimo –provocando numerosas revueltas
populares y caída de gobiernos–, por lo que a las autoridades
gubernamentales les es también conveniente impulsar este modelo con
matices, adaptaciones, grados diferenciados de intensidad y
flexibilidad. El propio
FMI llegó a declarar públicamente en 2016 que estaban ante un “replanteamiento de la política” de la institución, expresando autocríticas a algunos pilares de sus recetas ortodoxas.
En América Latina, el último boom de los
commodities
Commodities
Las commodities agrupan el mercado de materias primas (productos
agrícolas, minerales, metales y metales preciosos, petróleo, gas…).
contribuyó en este proceso de versatilización del
neoliberalismo Post-Consenso de Washington, lo cual pudo además
viabilizarse a través de políticas de financiarización de las clases
populares, utilizando múltiples mecanismos distributivos para la
incorporación de buena parte de la sociedad anteriormente excluida del
consumo y de los
instrumentos financieros
Instrumentos financieros
Los instrumentos financieros son los títulos y contratos financieros.
Los títulos financieros son: títulos de capital emitidos por las
sociedades por acciones (acciones, participaciones, certificados de
inversión, etc.), los títulos de crédito, con excepción de papel
comercial y certificados de depósito (obligaciones y títulos similares),
las participaciones o acciones de organismos de inversión colectiva en
valores mobiliarios).
Los contratos financieros, también denominados “instrumentos financieros
a término” son los contratos a término sobre tipos de interés, los
contratos de permutas (swaps), los contratos de futuros sobre todo tipo
de mercancías, contratos de opciones de compra o venta de instrumentos
financieros y todos los demás instrumentos de mercado de futuros.
.
Si bien las recetas más ortodoxas no desaparecen en este nuevo
período (si no, ¿hacia dónde se dirige el actual gobierno de Mauricio
Macri en Argentina?), el posicionamiento de China en América Latina
supuso también la penetración de sus particulares formas de acumulación
neoliberales –«neoliberalism with chinese characteristics» (Harvey
dixit)– rotuladas, por ejemplo, por las zonas económicas especiales
(promovidas desde las reformas liberalizadoras de Deng Xiaoping
post-1979); la promoción de endeudamiento público masivo por parte de
los Estados receptores, principalmente para la expansión del sector
primario; etc. En este sentido, el variado ensamblaje de modalidades y
tipologías del extractivismo en la región está también marcado por las
políticas del Consenso de Beijing.
Comprender las dinámicas de esto que hemos llamado el neoliberalismo mutante, es útil para visibilizarlo como un método para:
a) configurar una forma de gobernabilidad más sostenible en el tiempo;
b) allanar una transición socialmente más tolerable, ante el agotamiento y fin del ciclo progresista;
c) preparar el camino para un eventual giro a la ortodoxia u
horizonte de despojo masivo, apuntando con posterioridad a políticas más
crudas, ortodoxas y explícitas de neoliberalismo.
La maduración neoliberal: el Largo Viraje 2014-2018
Antes que un paquetazo –de la marca del «Gran Viraje» de Carlos
Andrés Pérez II–, nos encontramos, tal vez, ante la etapa madura de una
transición político-económica en el país, la cual inicia en 2014 y ha
ido desmantelando gradualmente los pilares progresistas de la llamada
Revolución Bolivariana: nacionalismo energético, democracia popular
participativa, economía anti-neoliberal en favor de los más
desfavorecidos y soberanía nacional.
Asistimos a un proceso de re-estructuración de la economía extractivista –lo que hemos llamado una
nueva fase del extractivismo en Venezuela
–, el cual se ha desarrollado como un Largo Viraje, en el que se van
llevando adelante reformas legales, normativas, políticas y medidas
económicas, que van dándole cada vez mayor cabida a formas de
acumulación neoliberal.
Pero este proceso no hay que interpretarlo como uno lineal e
inevitable. Más bien ocurre en un contexto político accidentado,
inestable, volátil y de intensas disputas, que incluyen claro está, la
incidencia de actores geopolíticos. Lo que es necesario resaltar es que,
incluso los grupos de poder que pugnan, comparten los principios de
re-estructuración económica –en consonancia con las grandes potencias
foráneas, sea EEUU, China, Rusia, etc–, previendo en primeros términos
la solución a los problemas internos de liquidez por parte del Estado,
la recuperación y relanzamiento de la economía extractivista, el
equilibrio del mercado interno, el desmontaje de obstáculos al
crecimiento, el favorecimiento al capital y arreglos favorables a los
inversores foráneos y, por supuesto, el mantenimiento del poder político
y el control de las empresas clave del país.
El llamado ‘Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad
Económica’ es en realidad parte de un devenir económico de varios años. A
pesar de que en el período 2009-2013 ya se expresaban síntomas de
agotamiento del modelo de acumulación –determinados por su sesgo
extractivista, la acentuación de la dependencia a los sectores
primarios, la crisis mundial 2008-2009 y el “Efecto China” vivido
nuevamente por Venezuela como una enfermedad holandesa– y de
estancamiento político del proyecto bolivariano, es a partir de 2014
cuando comienzan a darse pasos más claros que van apuntando a una
re-estructuración económica.
Una corriente pragmática va tomando el timón de ciertos sectores,
como lo fue por ejemplo la gestión de Eulogio del Pino en la presidencia
de Petróleos de Venezuela S.A. desde 2014, comenzando a estructurar lo
que llamó un “régimen especial de inversiones”, en el cual se van
configurando reformas en los marcos de negocios que apuntan a la
flexibilización progresiva en favor de las corporaciones
transnacionales, principalmente en lo que respecta a la Faja Petrolífera
del Orinoco, lo que posteriormente se tomaría como modelo en los marcos
del resto de los sectores extractivos. Este mismo año aparecen las
llamadas “Zonas Económicas Especiales”, una figura de una muy alta
significancia, que plantea la instalación un régimen de liberalización
radical de los territorios asignados para un desarrollo acelerado.
Otro elemento que destaca es la búsqueda de avance a las nuevas
fronteras de los commodities, con miras a abrir nuevos polos extractivos
para la captación de divisas y el relanzamiento de otros ya existentes
(como por ejemplo Carbozulia). Ya en 2015 comienza a re-emerger y tomar
fuerza el Arco Minero del Orinoco, lo que va a ir oficializándose en
2016, de la mano de la llamada “Agenda Económica Bolivariana”, que
suponía una importante promoción del avance de fronteras, dándole
especialmente a la minería un rol nunca visto anteriormente en la
historia contemporánea venezolana.
Se van creando mecanismos para el incremento en la participación y
poder de las empresas transnacionales en los emprendimientos
extractivos, como lo estipulado en la Ley Orgánica para el Desarrollo de
las Actividades Petroquímicas (30-12-2015), que contempla la
posibilidad de participación mayoritariamente privada; como lo reflejan
las loas al proyecto Cardón IV (Gas offshore en Paraguaná), de inversión
100% privada (Repsol 50% y Eni 50%); como ocurre por la incapacidad
financiera de PDVSA, que hace que la parte accionaria de la misma sea
cubierta mediante préstamo de su socio extranjero; o en la invitación a
las empresas a ser, además de accionistas, financistas de los proyectos.
Resaltamos la expansión y sofisticación de la mercantilización y
financiarización de la naturaleza, que van desde la ya más vieja
vinculación directa de la
deuda
Deuda
Deuda multilateral La que es debida al Banco
Mundial, al FMI, a los bancos de desarrollo regionales como el Banco
Africano de Desarrollo y a otras organizaciones multilaterales como el
Fondo Europeo de Desarrollo.
Deuda privada Préstamos contraídos por prestatarios privados sea cual sea el prestador.
Deuda pública Conjunto de préstamos contraídos por
prestatarios públicos. Reescalonamiento. Modificación de los términos de
una deuda, por ejemplo modificando los vencimientos o en relación al
pago de lo principal y/o de los intereses.
con parte de la producción petrolera diaria (relación Fondo
Chino – pago de la deuda con petróleo), al ofrecimiento de retribución a
los inversores directamente con commodities (ej., el ‘atractivo’ carbón
venezolano), avances en la certificación de todas las reservas mineras
del país –y su consiguiente inscripción en las dinámicas de valores de
las principales bolsas mundiales de commodities–, y la aparición del
Petro como una denominación monetaria digital, probablemente
multifuncional –como unidad de cuenta, bono y criptomoneda– respaldada
con petróleo y otros “recursos naturales” a futuro.
Adicionalmente, se va haciendo más nítida, creciente y enfática la
orientación de la economía nacional a las exportaciones y al mercado
global (principio de comercialización), al tiempo que se hacen evidentes
la introducción y posicionamiento de términos económicos propios de la
ortodoxia neoliberal, lo cual se expresa claramente en los discursos que
se producen en torno al Programa de Recuperación, Crecimiento y
Prosperidad Económica: disciplina fiscal, crecimiento sostenido,
prosperidad, equilibrio macro-económico, poderoso mercado interno, entre
otros.
Leyes y medidas como la “Ley Constitucional de Inversión Extranjera
Productiva” (diciembre 2017) y el reciente decreto (2/08/2018) de
exoneración del Impuesto Sobre la Renta a los enriquecimiento de PDVSA y
sus empresas filiales y mixtas (que abarca a las corporaciones
petroleras foráneas asociadas) –siendo que el cobro del mismo ha sido
una especie de emblema histórico del ejercicio de soberanía por parte
del Estado venezolano– son varios ejemplos de los mecanismos clave que
van trazando el camino más próximo hasta la llegada de este último
anuncio para un programa de recuperación económica.
Todo esto se ha producido en el marco de políticas diferenciadas y
paradójicas de distribución de la renta, que hace coexistir, por
ejemplo, la adjudicación directa de bonos a través del llamado “Carnet
de la Patria”, la formalización de permanentes aumentos de los salarios
nominales o políticas de corte social como el “Plan Chamba Juvenil”
(para incorporar jóvenes al campo laboral), con severos recortes a las
importaciones, que contrastan con el pago puntual de la deuda pública
externa y su servicio; imposición de sacrificios u omisiones en relación
a las dramáticas carencias de bienes de primera necesidad y servicios
públicos; absoluta falta de transparencia de las cuentas públicas y
asignaciones a discreción de los excedentes con base en criterios
partidistas; y un aumento de la represión y control social, ante las
protestas crecientes. Recursos como la emisión masiva de dinero
inorgánico –reconocida recientemente por el Gobierno nacional– han
permitido matizar lo que hubiese podido ser una mayor austeridad en el
gasto público.
El conjunto de estas medidas distributivas no sólo no logran paliar
la crisis actual –sobre todo en el caso de los sectores sociales más
desfavorecidos–, sino que básicamente representan medidas compensatorias
que no interrumpen el proceso de transformación y re-formateo
conservador del régimen progresista previo.
Vivir hipotecados: ¿hacia un perverso rentismo hiper-financiarizado?
La orientación del conjunto de medidas presentadas como el ‘Programa
de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica’ pudiera resumirse
en la búsqueda desesperada de captación de divisas recurriendo, en una
primera capa, fundamentalmente a las estructuras del sector primario
(extractivismo). Para ello se centran en dos pilares: a) el Petro como
unidad de cuenta y bono (y potencial criptomoneda minable), creando un
sistema de anclaje del mismo a la fuerza material fundamental de la
economía capitalista doméstica (petróleo y demás ‘recursos naturales’)
que, ante la ruina y colapso de la producción nacional, aparece
principalmente en su forma más cruda (petróleo bajo el suelo, oro en
bóvedas) y como commodity a futuro; b) favorecimiento a la inversión
extranjera para el deseado aumento de la “producción” de los sectores
extractivos (claramente para la exportación), así como la necesidad de
la recuperación fiscal y tributaria, pero que no podría perjudicar a las
empresas foráneas y que debería ser cargado sobre la población de
maneras selectivas y tolerables (ej. aumento del IVA con excepciones,
aumento progresivo de la gasolina y cobros de la misma a través del
llamado Carnet de la Patria).
Una segunda capa, se refiere a las formas de distribución de estos excedentes, divisas y recursos (como por ejemplo, la
devaluación
Devaluación
Modificación a la baja del tipo de cambio de una moneda frente a otras divisas.
del tipo de cambio y su unificación en una sola modalidad)
en las cuales, como ya se ha dicho, se promueven asignaciones
precariamente paliativas (como el aumento nominal de salarios) y a
discreción de los intereses político-partidistas.
En esencia, lo que queremos destacar son los peligros que conlleva
este intento de anclaje y sustentación de la economía formal en una
especie de nueva meta-economía, fundamentalmente especulativa, en la
cual se desborda la relativa relación causal barriles de petróleo/renta
petrolera, para entrar en dinámicas perversas de un tipo de rentismo de
obligaciones, que tiene más un formato del tipo instrumento financiero a
futuro. Esto abre el camino a la formación de una especie de fase de
hiper-financiarización del capitalismo rentístico, sin poder al momento
determinar qué dimensiones podría desarrollar.
Lo que complica aún más las cosas es que se crean estas obligaciones
–pues se van a tener que respaldar en petróleo, divisas equivalentes o
algo que haga que el Petro tenga valor, validez y credibilidad en el
mercado, y que sea recaudable– a partir de crudos que son mucho más
costosos, económicamente inestables y complicados de extraer, como lo
son los extra-pesados de la Faja del Orinoco, lo que implica que en
realidad el respaldo sería el conjunto de recursos naturales del país,
la participación en los emprendimientos económicos y, en general, los
bienes de la nación, concediendo soberanía a los acreedores.
Así que ya no es sólo la dependencia del rentismo de hoy, sino el de
mañana y varios años más por delante. La trampa de este tipo de
instrumentos es el encierro que se provoca en el círculo vicioso de la
dependencia al extractivismo. Como se promueve la profundización de la
extracción de petróleo, y ahora de la minería, esto consolida el hecho
de que no haya otra “fortaleza económica” que el propio extractivismo
–como ha ocurrido históricamente–, dejándonos en una orfandad productiva
que favorece a la
depreciación
Depreciación
En un régimen de tazas de cambios flotantes, una depreciación
consiste en una disminución del valor de la moneda nacional en relación a
otras monedas debida a una contracción de la demanda por los mercados
de esta moneda nacional
del valor real de la moneda, el desabastecimiento de productos nacionales, la
especulación
Especulación
Actividad consistente en buscar ganancias bajo la forma de
plusvalía apostando por el valor futuro de los bienes y activos
financieros o monetarios. La especulación genera un divorcio entre la
esfera financiera y la esfera productiva. Los mercados de cambios
constituyen el principal lugar de especulación.
y la
inflación
Inflación
Subida acumulativa del conjunto de los precios (por ejemplo, una
subida del precio del petróleo, que conlleva luego un reajuste de los
salarios al alza, luego la subida de otros precios, etc.).
. El devenir de la política imperante, sería la combinación
de estas formas selectivas de distribución de emisiones y divisas de
manera clientelar, con un aumento de la represión y control social.
Los más optimistas pedirán que se confíe en estas medidas –¿y cómo
será que llegamos hasta este punto?–, las cuales serían provisionales
para salir del hoyo y ahora sí, poder arrancar hacia una economía
productiva. Pero no importa cuántas promesas se hagan, no hay forma de
que prospere ningún programa económico si no se cuestiona y transforma
radicalmente la estructura corrupta de distribución de la renta, esa
misma que se ha instalado de tal manera, que ha producido la
institucionalización del desfalco, y por tanto, la instalación de estas
nuevas relaciones de poder, formas de desigualdad social y de
hipotecamiento y devastación de la naturaleza.
La solución a esta grave crisis es fundamentalmente política.
Se nos agota el tiempo
La situación en Venezuela es dramática, en muchos sentidos, de alta
gravedad y de muy sensibles tensiones políticas. La geopolítica
estadounidense en América Latina, en articulación con sus aliados
regionales, se ha tornado notoriamente agresiva con el país, generando
medidas económicas en su contra y abriendo posibilidades para el
desencadenamiento de escenarios realmente peligrosos. Pero estamos ante
una disputa entre coaliciones políticas, determinada por el control del
poder del Estado, los procesos de captación de renta y la gestión de los
mercados y recursos naturales. Y en esta disputa los pueblos están
sencillamente en un segundo plano.
Es inútil insistir en que la vía de neutralización de los sectores
sociales que tomaron la bandera de cambio revolucionario, y el
desmontaje paulatino de los pilares progresistas del proyecto
bolivariano durante el gobierno de Nicolás Maduro, era un camino
inevitable. Hay ya un largo registro de críticas y señalamientos que,
desde diversos sectores del campo popular –incluyendo amplios sectores
del chavismo de base– fueron alertando de medidas y políticas que debían
tomar otros rumbos. A estas alturas, se evidencia que el actual
gobierno está cumpliendo la tarea de configurar una transición hacia
otro régimen político en el que se está combinando la maduración
neoliberal y el autoritarismo.
La pregunta ante estos complejos escenarios es qué pueden hacer los
pueblos para salir adelante. La izquierda no puede sólo pensar desde la
‘razón de Estado’, la real politik, o únicamente fungir como la
consejera del príncipe. Mucho menos convertirse en censora de los
sectores críticos, construyendo chivos expiatorios, generando sospechas
criminalizadoras sobre la diversidad y pretendiendo colocarse en una
posición de superioridad moral, cuando precisamente el silencio cómplice
es uno de los factores que ha contribuido al crecimiento y
consolidación de las tendencias restauradoras, conservadoras,
autoritarias y corruptas en el Gobierno Bolivariano. La izquierda no
puede disolver su proyecto ético –sencillamente no vale todo– y olvidar
que su núcleo es pensar desde abajo, en clave popular.
Si hay alternativas al neoliberalismo, a la guerra, al despojo, al
autoritarismo y al extractivismo, estas deberán emerger y crecer desde
el seno de las bases sociales. Para ello no sólo habrá que desbordar los
códigos dominantes de la política polarizada, sino crear otros nuevos.
Las enfermeras organizadas, los sectores de base que impulsan la
marcha campesina, comunidades indígenas que resisten dignamente a los
despojos en sus territorios, comuneros y comunas, docentes, entre otros,
son voces dispersas, fragmentadas, pero en movimiento, y por tanto, son
siempre horizonte de posibilidad. Y en este sentido, conviene resaltar
el que es, a nuestro juicio, el gran dilema político-popular: ¿cuál será
el rol del chavismo popular crítico ante esta situación? Esta parece
ser la clave que podría favorecer un giro virtuoso de la situación.
Como pueblos, no tenemos más que nuestras tradiciones e historias de
luchas, los saldos organizativos de los últimos años, y nuestras
pulsiones y descontentos.
Se nos agota el tiempo...
* Emiliano Teran Mantovani es investigador asociado al Centro de
Estudios del Desarrollo (CENDES) y miembro del Observatorio de Ecología
Política de Venezuela.
Fuente:
Rebelión