El Partido Revolucionario Institucional fue el gran perdedor de las elecciones del 1 de julio con una derrota sin precedente.
El PRI vive su peor momento desde la fundación del partido: nunca en
su historia había gobernado menos gente que la que gobernará después del
1 de julio.
Quizá el signo más evidente de la debacle no sea la derrota en la
elección, sino la forma en que se produce con un estimado de
preferencias de 16 por ciento en favor de José Antonio Meade, cifra que
representa aproximadamente 9 millones de votos.
Número que incluso está por debajo de los 9.3 millones que obtuvo
Roberto Madrazo en 2006, aunque en ese entonces el número total de
votantes fue mucho menor.
Además el candidato del tricolor no ganó la elección en ninguna de
las 32 entidades ni tampoco logró conseguir ni uno solo de los 300
distritos electorales en el país. Y por si no fuera suficiente, el cinco
veces Secretario de Estado, no triunfó ni siquiera en su casilla.
Hace 6 años, con Enrique Peña Nieto como candidato presidencial, el
PRI resultó triunfador en 21 de los estados del país y obtuvo más del
doble de votos que Meade Kuribreña en esta ocasión.
Las derrotas del PRI, esperadas o no, se extienden a todo lo largo y
ancho del territorio nacional. Ni siquiera en su bastión por excelencia
como el Estado de México o en enclaves históricamente fuertes para el
priismo como en Coahuila o Hidalgo el tricolor obtuvo buenos resultados
tras los comicios.
Esta derrota es un duro golpe que impacta directamente los cimientos
del PRI: su cúpula, sus estructuras y sus liderazgos históricos. Nadie
sabe cuál es el PRI que queda tras estas elecciones.
José Antonio Meade es el candidato presidencial del PRI que menos votos ha recibido en la historia del partido
La debacle del PRI en estos comicios supera ya por mucho el cisma que
vivió el partido en el 2006, donde no solamente perdió por segunda
ocasión consecutiva la elección presidencial (también en tercer lugar),
sino que obtuvo lo que fue, hasta antes de este proceso electoral, su
peor balance en las urnas.
En ese entonces el PRI pudo regresar del abismo, pero en esta
ocasión, el otrora partido hegemónico del sistema político mexicano se
enfrenta a un escenario más complicado, el cual difícilmente podría
provocar su desaparición, pero que sí lo obliga a replantearse como
institución.
Ni siquiera hace 18 años cuando le entregó la Presidencia por primera
vez en su historia a la oposición, o 6 años después cuando se convirtió
en tercera fuerza política (y volvió a perder la Presidencia), el PRI
se encontraba en una situación tan delicada.
Un primer análisis confirma que en realidad, a pesar del optimismo
desbordado y de las señales de confianza, el PRI -junto con sus aliados-
nunca tuvo posibilidad reales de mantener la Presidencia de la
República.
Tampoco es fácil determinar si los ajustes en las etapas tempranas de
la campaña evitaron una derrota aún peor, ya no en la elección
Presidencial, sino en las otras elecciones en juego.
Radiografía de la debacle
En términos reales, en el mejor de los casos, el PRI y sus aliados
lograrían alrededor de 20 curules en el Senado y aproximadamente 60
escaños en la Cámara de Diputados (sumando el estimado de legisladores
de mayoría relativa y por la vía de representación proporcional).
En la última elección legislativa en 2015, el PRI junto con el
Partido Verde y Nueva Alianza obtuvieron en conjunto 256 diputaciones
federales. En la actual legislatura, el tricolor y sus aliados cuentan
con 61 Senadores.
Habría que remontarse al 2006 para encontrar un símil a la situación
que vive el PRI en el Congreso. Tras las elecciones de ese año, el
tricolor y sus aliados del PVEM sólo lograron 123 escaños en San Lázaro y
39 en el Senado en conjunto. Fueron las horas más bajas del priismo
hasta hoy. De confirmarse los resultados tendrían la mitad de
legisladores que en 2006.
Superado en votos nacionales por partidos como el PT e incluso el
PES, pasó de tener la mayoría en la Cámara de Diputados, de ser la
primera minoría en el Senado y la fuerza política preponderante en ambas
Cámaras a convertirse en una muy disminuida tercera fuerza (en caso de
que se mantengan las coaliciones legislativas). Por números, ni siquiera
podría optar a ser la oposición.
El partido que más veces ha ocupado la Presidencia está
obligado a replantearse como institución política, ya que nunca antes
los resultados de una elección lo habían dejado tan disminuido
Para entender esta sacudida, basta revisar los números oficiales del
INE. Según los resultados del PREP, el PRI habría ganado sólo en una
entidad (Yucatán) la contienda por el Senado.
Además en la votación para Diputados, el tricolor sólo habría
resultado vencedor en 15 de los 300 distritos electorales. Todo un golpe
de realidad y reflejo del rechazo de un país que hace apenas 6 años le
dio un nuevo voto de confianza.
La tendencia de la elección al Congreso Federal se estaría replicando
también en los Congresos locales en donde hubo renovación, un claro
retroceso para el tricolor. Incluso en entidades donde despacha un
gobernador priista y donde el tricolor ha sido históricamente fuerte
como en el Estado de México e Hidalgo, los mandatarios tendrán que
enfrentarse a un Congreso de mayoría opositora.
Nunca antes el PRI había tenido menos gubernaturas. Si antes de estos
comicios el tricolor ya estaba en sus mínimos históricos con ‘apenas’
14 mandatarios estatales emanados de sus filas (más Chiapas gobernado
por el Partido Verde), ahora sólo gobernará en 12 entidades.
El PRI no pudo mantener la gubernatura de Jalisco en donde perdió por
un amplio margen a manos del candidato de Movimiento Ciudadano Enrique
Alfaro; tampoco pudo triunfar en Yucatán: la elección en la que fue más
competitivo y en donde más posibilidades de ganar tenía.
Tampoco hay que pasar por alto que apenas hace un año triunfaron de
forma muy reñida y controvertida en dos de sus bastiones (Estado de
México y Coahuila). La pérdida de gubernaturas ha sido lenta pero
constante en los últimos años.
El tricolor también cosechó derrotas en algunos de los municipios más
importantes del país que eligieron a sus alcaldes como en Mérida,
Yucatán; Guadalajara, Jalisco; Puebla, Puebla; Monterrey, Nuevo León;
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; y Oaxaca, Oaxaca.
En el Estado de México, a falta de la confirmación de resultados
oficiales, el PRI apenas habría obtenido el triunfo en 23 de las 125
elecciones a alcalde, perdiendo no sólo importantes municipios como
Toluca o Ecatepec, sino incluso el municipio que vio nacer al Presidente
de la República: Atlacomulco.
En Ecatepec de Morelos, el municipio más grande de la entidad, el PRI también perdió.
El tricolor fue sin duda el gran damnificado del reacomodo de fuerzas
políticas tras los comicios, pero las consecuencias reales de esta
debacle ni siquiera han comenzado.
Paralelo a que el priismo tendrá que aprender a vivir su nuevo papel
como fuerza política, también enfrentará una recomposición interna cuyos
alcances son inéditos.
En los próximos días podrían salir a relucir antiguas rencillas
internas, el cruce de acusaciones y endose de responsabilidades por la
debacle y la lucha por el reacomodo interno.
Quizá en el mediano plazo, una vez que se hayan calmado los ánimos,
vendrá un análisis más serio y desapasionado. El tema no es menor, en
las próximas semanas el tricolor tendrá que definir qué tipo de fuerza
política será en los próximos años, y sobre todo, su nuevo papel en la
vida política del país.
Cuando el PRI rescató al PT
Resulta paradójico que hoy el Partido del Trabajo pueda superar al
PRI en número de diputados y senadores para la próxima legislatura
tomando en cuenta que el PT estuvo a punto de perder su registro en
2015, y si pudo conservarlo fue en gran parte gracias al tricolor.
El Partido del Trabajo fue un aliado fundamental para
concretar la victoria de la coalición ‘Juntos Haremos Historia’ en los
comicios del domingo pasado, un hecho que fue posible gracias a que el
PRI los salvó de perder su registro como partido en el 2015
En las elecciones federales de hace tres años, el PT no había
alcanzado el mínimo requerido de apoyos a nivel nacional, el cual por
ley debe ser del 3 por ciento, por lo que la autoridad electoral le
quitó su registro.
Sin embargo, una posterior resolución del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación, en la que ordenó una reposición de la
elección en un distrito de Aguascalientes, le permitió en los comicios
extraordinarios alcanzar ‘in extremis’ el porcentaje necesario para
conservar el registro.
En esa elección extraordinaria el PRI operó políticamente para que el
PT alcanzara los votos requeridos y así pudiera obtener el 3 por ciento
nacional. El gobernador de la entidad en ese entonces era el priista
Carlos Lozano.
En la reposición de la elección a gobernador en Colima del 2016, el
PT se alió con el PRI y fue de la mano del tricolor y del Verde en los
estados de Chihuahua y Aguascalientes; una forma de pagar el favor del
priismo.
Para que un partido político pueda conservar su registro requiere del 3 por ciento de apoyos a nivel nacional
Dos años después, el PT apoyó la coalición encabezada por Andrés
Manuel López Obrador, ignorando la ayuda del tricolor en 2015 y
convirtiéndose en parte fundamental de la caída priista en los comicios
del 1 de julio.
¿Volver?
El Revolucionario Institucional nunca había vivido una caída como la
del 1 de julio, pero sí ha recibido otros golpes que parecieron dejarlo
fuera de la jugada y, sin embargo, volvió. Pero esta vez el regreso a
los primeros planos de la política nacional se ve más complicado.
Después de sendas derrotas en las urnas en los años 2000 y 2006,
aprendieron a convertirse en un factor de equilibrio y gobernabilidad
para el presidente en turno (Vicente Fox y Felipe Calderón) y en un
aliado para el partido en el poder.
En el 2000 el PRI fue oposición por primera vez. La Alianza
por el Cambio (PAN y Partido Verde) se convirtió en la primera fuerza
política legislativa al obtener 224 diputados y 60 senadores. El PRI
obtuvo 208 y 51 respectivamente. El priismo tendría que adaptarse a su
nuevo papel
Para las elecciones de 2006, después de una contienda interna que
terminó con una profunda división, el Partido Revolucionario
Institucional no solamente volvería a perder la Presidencia sino que
cosecharía el que habría sido hasta el momento su peor balance en las
urnas.
El candidato presidencial priista Roberto Madrazo quedaría relegado
hasta el tercer lugar de la votación con ‘apenas’ 9 millones 300 mil
votos, lejos de los 15 millones de votos con los que Felipe Calderón
ganó la elección.
En el legislativo los números no fueron mejores. El PAN se convirtió
en la primera fuerza tanto en la Cámara de Diputados y en el Senado con
205 y 52 legisladores respectivamente; la coalición de izquierda
lograría convertirse en la segunda fuerza con 157 diputados y 36
senadores; y el PRI y sus aliados del PVEM sólo lograrían 123 escaños en
San Lázaro y 39 en el Senado en conjunto.
Sin embargo, gracias al oficio de sus principales operadores
políticos como Emilio Gamboa o Manlio Fabio Beltrones, el PRI se mantuvo
vigente como una fuerza política fundamental en la vida del país.
Durante 12 años y con altibajos fue preparando su regreso al poder y
hace 6 años ganaron la Presidencia y recuperaron terreno a nivel
nacional, recuperaron gubernaturas y junto con sus aliados se
convirtieron en primera fuerza en el Congreso.
No es la primera vez que el PRI se enfrenta a una situación
en donde tiene todo en contra. Tras perder en el 2000 les tomó 12 años
obtener otra oportunidad para dirigir al país, sin embargo no se sabe si
podrían lograr la misma hazaña o quiénes serían capaces de llevarla a
cabo
En 6 años, después de que México le diera una segunda oportunidad, el
PRI tiró prácticamente todo su capital político. Ahora toca volver a
empezar de abajo, esta vez de más abajo todavía y ni siquiera se sabe si
volverán a tener una nueva oportunidad o quiénes estarán dispuestos a
encabezar la operación regreso.
El llamado a la autocrítica
Desde el primer discurso de René Juárez, dirigente nacional del PRI,
inmediatamente después del cierre de las casillas, se hizo un llamado a
la autocrítica, un llamado a la reflexión respecto a por qué en este
2018 la ciudadanía le dio la espalda al tricolor.
Conforme los resultados de la elección confirmaron que los
números no beneficiaban al PRI, los líderes del partido convocaron a sus
militantes a reflexionar y cuestionarse qué los llevó a la situación en
la que se encuentran ahora
“Una derrota electoral sólo se convierte en fracaso si dejamos de
luchar”, señaló José Encarnación Alfaro, Secretario General Adjunto a la
Presidencia priista en un video que compartió después de que comenzaran
a surgir los resultados electorales.
Este tipo de expresiones han sido recurrentes en las horas
posteriores a la debacle priista: llamados al optimismo y a no dejar de
luchar por el partido.
La derrota también ha provocado divisiones en el tricolor, por lo que
la tarea de la reconstrucción depende en gran medida de la cohesión que
pueda mantener el partido
Una de las corrientes internas, Democracia Interna, liderada por el
exgobernador de Oaxaca Ulises Ruiz, fue especialmente crítica con la
actual administración, responsabilizando al Presidente y a su gabinete
de la debacle electoral. En una carta, la corriente señala que el
rechazo al Gobierno se trasladó como el rechazo al PRI.
“La percepción desde la sociedad de un Gobierno corrupto aumentó el
desgaste del partido que había apenas recuperado la Presidencia; el
incremento en la inseguridad y la pobreza, y reformas estructurales
cuyos beneficios no sintió la gente, socavaron aún más el apoyo al PRI y
su Gobierno” señala la misiva.
Asimismo, expresaron que la injerencia de los cercanos al mandatario
en la vida interna del partido también resultó perjudicial y limitó la
participación de la militancia. Ahora, señala la carta, la derrota debe
ser tomada por el PRI como una oportunidad para “recuperarse, resurgir y
reconstruirse”.
Militantes del PRI de la corriente ‘Democracia Interna’ culparon a la actual administración de los resultados
El priismo se mira al espejo, reconoce su derrota e incluso ya apunta
algunas causas. Eso sólo es el primer paso. La reconstrucción y
supervivencia del partido serán una tarea mucho más complicada.