Por Victor Arrogante Cuando
escucho decir a alguien: “yo no soy ni de izquierdas ni de derechas”,
sé dónde situarlo. Ser de izquierdas sigue estando vigente. Es dar
prioridad a las políticas en favor de los pobres, indignarse ante las
situaciones de exclusión social, no consentir las injusticias sociales
y, como decía Norberto Bobbio, considerar la desigualdad social como una
aberración.
Soy de izquierdas, quiero la unidad de la izquierda
política e ideológica y voy a intentar argumentarlo. Alguien podrá decir
que estoy viejo y obsoleto y puede que tenga razón. Con suerte cumpliré
los 67 años y desde los 14 formo parte de la clase trabajadora y su
lucha por la libertad, la democracia, la justicia social, la igualdad y
la solidaridad; por dignidad y con decencia. Espero seguir en el empeño.
Escuchamos
hablar de pactos progresistas, acuerdos por la izquierda y “líneas
rojas”. También de pactos entre el PP, PSOE y Ciudadanos, el preferido
por Rajoy y su partido. Nosotros o el caos, dicen. Todo puede ocurrir y
todo es posible. Algunos están dispuestos, no solo a traspasar las
líneas rojas que se apresuraron a marcar, sino a trazar nuevas, si eso
conviene a su formación; al interés general dicen algunos con cinismo. Y
todos poniendo su perspectiva en unas posibles nuevas elecciones
generales para la primavera. En Catalunya
han llegado a un acuerdo
que evita la convocatoria de nuevas elecciones y salva el proceso
soberanista, pero seguirá gobernando la derecha. Me han defraudado la
CUP y ERC. Todo parece que esta situación complica la situación en el
ámbito nacional para el PSOE.
Los líderes y responsables del PP,
siguiendo las consignas marcadas, se desgañitan en decir que no se
entendería que no gobernara el partido más votado. Descalificando otras
posibilidades, tachan de radicales y desestabilizadores a todos cuantos,
legítimamente, pretenden formar un gobierno de izquierdas. Quieren
confundir al pueblo. En un Sistema Parlamentario como es el español, no
gobierna el partido más votado, sino el que obtiene mayores apoyos en el
Congreso de los Diputados. Parece que nadie mueve ficha, incluso el
presidente en funciones, dice que lo que tenga que decir lo dirá en la
sesión de investidura cuando toque. ¡Poca cintura política tienes
Mariano! o es la gandulería la que le paraliza.
El pasado 20D
hemos votado izquierdas. Si hubiera habido mayor altura de miras al
conformar las candidaturas, se habría conseguido mayoría absoluta y la
derecha se hubiera ido a casa si contemplaciones. No nos engañemos; en
España el PP representa el 20,84%, con sus 7.215.752 votos, sobre los
34.631.086 de votantes más la abstención (28,73% sobre el voto emitido y
35,14% sobre los diputados asignados). Si incluimos a Ciudadanos, la
derecha alcanzaría el 30,95%, más algunos de los nacionalistas. En
frente están los votantes del PSOE, Podemos con sus alianzas, Izquierda
Unida-Unidad Popular o Esquerra Republicana de Catalunya y Bildu. Suman
más votos y hubieran sido muchos más diputados. Lo que ha de cambiarse
es la ley electoral, que prima escandalosamente a los partidos más
votados, en detrimento de los que menos.
Retomemos la idea de la
izquierda. Se habla de pactos por la izquierda, de forma tan
generalizada, imprecisa o confusa, que al final no sabemos bien a que se
refieren. Dialécticamente o retóricamente, marcan tantas diferencias,
que confunden al entendimiento, para mal de la causa. Se habla de cambio
sin decir hacia dónde. No se ha hecho suficiente autocrítica de la
situación creada tras las elecciones, por lo que se desconoce la
dimensión del cambio que se propone. El cambio necesario es hacer
políticas que favorezcan el bienestar general, sí, pero políticas al
servicio de las clases populares, hacia la clase trabajadora, que ha
sido la gran sufridora de las consecuencias de la crisis y en ello
sigue. El régimen capitalista y la monarquía a su servicio, siguen
siendo los enemigos a los que hay que combatir políticamente.
El
movimiento obrero, sufridor de todos los males, no está teniendo la
mejor defensa posible por las centrales sindicales mayoritarias, que en
algunos momentos parecen desaparecidas. El cambio necesario ha de pasar
por la superación del conflicto entre los derechos del capital y los
del trabajo, en beneficio de éste, defendiendo las libertades, los
derechos sociales, civiles y democráticos. Poco se está notando la
cacareada salida de la crisis para la clase trabajadora (trabajadores
por cuenta propia y ajena). El 60,7% de la población declara contar con
menos de 1.200 euros de ingresos al mes y el 47,3% menos de 900, según
Barómetro diciembre del CIS. La crisis llegó para quedarse.
La
derecha en España no ha dejado de estar en el poder desde tiempo
inmemorial. Controló la Transición, se mantuvo en el poder económico
durante los gobiernos socialistas y ahora, sin complejos, lo domina
todo. Frente a la unidad que presenta la derecha, defendiendo sus
intereses patrimoniales e ideológicos, la izquierda se ha caracterizado
por marcar sus diferencias dividida. Por si mismo no es negativo. El
debate para encontrar las mejores ideas, mediante la razón, que lleve a
la acción para superar la injusticia, es positiva. Pero pocos debates se
conocen de esas características y a la razón no se la ve brillar. La
derecha unida y la izquierda dividida y en el peor de los casos
enfrentados, incluso en el interior de las propias formaciones,
aparentemente despreocupados de las consecuencias que provocan.
¡Aprendamos, aprendan, please!
De izquierdas es defender la
libertad, la igualdad, la justicia, la solidaridad y el progreso. Ideas
que no envejecen y son aspiración de la buena voluntad como ideal
ciudadano. Que todos en solidaridad vivamos dignamente en igualdad, sin
explotadores ni explotados. Para Juan Carlos Monedero, ser de izquierdas
exige no ser egoísta. No hacer a los demás lo que no queremos que nos
hagan a nosotros. Diálogo entre la felicidad personal con la felicidad
del grupo. Tener coraje para frenar quienes abusan de su posición.
Buscar un equilibrio entre la libertad individual y la responsabilidad
con el colectivo. Dejar que cada persona sea libre para tomar sus
propias decisiones, enseñar a que cada cual sea consecuente con sus
actos y exigir responsabilidad.
De estas ideas emanan todas las
demás, como “distintas ramas floridas que embellecen y fortalecen un
mismo tronco. El socialismo, el ecologismo, el comunismo, el anarquismo,
el feminismo, el pacifismo, el igualitarismo, el patriotismo
progresista, que nos llevan a la defensa de las conquistas sociales, la
lucha por una educación y una sanidad pública, la resistencia frente a
los desahucios, la conciencia de género, el combate contra la austeridad
o a la defensa de nuestra soberanía frente a los poderes financieros
transnacionales”. La plataforma Somos Izquierda entiende toda esta
diversidad, como elementos de enriquecimiento que se complementan, “
porque por encima de todo, tenemos bien claro quién es el enemigo: la derecha“.
La
izquierda tiene que ser multicolor como signo de fortaleza de su idea:
rojo por el sindicalismo y la lucha de clases, verdes ecológicos y en
defensa de la educación pública, morados por el feminismo y la
república, amarillos por los derechos humanos y blancos por la sanidad
pública y el derecho a la salud. Alberto Garzón, quiere tomar las
riendas de un nuevo proyecto “
anticapitalista, feminista y ecologista“, como signos de identidad para la refundación de Izquierda Unida.
El PSOE propone
8 grandes acuerdo para transformar.
Un gran pacto por la recuperación justa, buenos empleos, un sistema
fiscal justo que luche contra el fraude y garantice el Estado del
Bienestar. Un pacto por la Educación, la Ciencia y la Cultura. Un pacto
por la regeneración democrática y la lucha contra la corrupción. Un
acuerdo contra la pobreza, reactivando la Ley de Dependencia y recuperar
la universalidad del sistema de salud. Un pacto social, político e
institucional contra la violencia de género. La reconstrucción del Pacto
de Toledo para asegurar las pensiones. Renovar la Constitución,
blindando los derechos sociales. Y un acuerdo para renovar el compromiso
de España con Europa, avanzando hacia una Unión social, política,
económica y una mejor gobernanza democrática de la zona euro. Nada que
objetar.
Podemos propone la Ley 25 de Emergencia Social, basada en el
artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
La propuesta incluye la paralización de los desalojos forzosos sin
alternativa habitacional, acabar con los cortes energéticos y los
copagos, y garantizar la alternativa habitacional a las mujeres víctimas
de violencia machista. Según Rafael Mayoral, hasta ahora se ha
rescatado a los “privilegiados” y es el momento “del rescate a la
mayoría social”. Estoy con ellos.
Hasta 23 puntos en común
se detectan en los programas de PSOE y Podemos. Tres posiciones, las de
IU, PSOE y Podemos que suman y no enfrentan, deben ser razones
suficientes, para que se conforme un gobierno de unidad por la izquierda
no disgregada.
Las fuerzas políticas que conforman
Socialistas,
situados entre la clase obrera integrada por precarios, becarios,
paradas, multi-empleados pobres y autónomos expoliados; mujeres por sus
derechos y jóvenes sin futuro; empleados y funcionarias; personas
mayores con menos futuro todavía y republicanos; consideran que es
necesario seguir trabajando por el socialismo democrático, contra la
corrupción, por una nueva Constitución, mayores cotas de igualdad y
justicia. También por una sociedad diferente y sin clases; con reparto,
libertad e igualdad y propiedad social, colectiva y publica. Entienden
que es hora de construir un socialismo ecosocialista, democrático,
abierto y participativo; imbricados en el municipalismo, en la defensa a
ultranza de la Paz, el sindicalismo reivindicativo y de clase junto con
los nuevos movimientos sociales. Esto es ser de izquierdas y me apunto a
ello. También por la República.
Soy de izquierdas. La idea me
lleva desde la historia pasada al futuro inmediato, desde el PSOE a
socialista sin partido. No entiendo la animadversión hacia Podemos y
como desde las formaciones de la izquierda se cruzan descalificaciones e
insultos. No está entre ellos el enemigo de clase. Tendrán sus motivos,
pero es contrario a lo razonable.
Es necesario un gobierno de
izquierdas, que tome el poder y derogue las leyes injustas, promovidas
en estos últimos insufribles años y que se sitúe el debate en
capital-trabajo, salario digno-empleo digno y renta básica; en defensa
de la nacionalización de los sectores estratégicos, que deben ser del
pueblo, del Estado, con control democrático. Juntos contra el enemigo de
clase. “¡
Trabajadores del mundo, uníos!”
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