- Alexis Tsipras, ídolo de la izquierda «antiimperialista» europea
A pesar de los sondeos que predecían un
resultado equilibrado con los de Nueva Democracia, Alexis Tsipras acaba
de ganar sus segundas elecciones legislativas con un 35,46% de los votos
contra un 28,10% para este último partido. Tsipras decidió de inmediato
reinstaurar la antigua mayoría gubernamental aliándose con el partido
de los Griegos Independientes, representantes de la derecha
nacionalista. Algunos observadores, como Romaric Godin, estiman que «
los griegos saben premiar a quien lucha, aunque al final salga derrotado» [
1]. Para Godin, «
este espíritu de lucha» devolvió la dignidad al pueblo griego.
Primeramente,
es importante señalar que el apoyo está lejos de ser masivo, si
se tiene en cuenta que hubo un 45% de abstención, o sea, un 10% más que
en las elecciones de enero. Si agregamos a eso las boletas en blanco
o anuladas (2,5% contra un 0,5% en enero), resulta que cerca de la mitad
de los electores manifestaron su descontento hacia la política del
gobierno. La abstención, el voto en blanco así como la incapacidad de
los disidentes de Syriza –la Unidad Popular– para constituir una fuerza
política reconocida por los electores revelan la existencia de un alto
grado de desconfianza hacia el conjunto de la clase política y,
sobre todo, la existencia de un sentimiento de impotencia. ¿Para qué ir a
votar si de todas formas no sirve de nada?
La total sumisión de
Tsipras al dictado de los acreedores, después de haber organizado un
referéndum en el que los electores se opusieron masivamente a esa
capitulación, ha destruido todo deseo de oponer resistencia. Aunque
la victoria de la derecha habría sido una derrota, la lucha contra las
reformas hubiese podido continuar por otros medios. Pero la victoria de
Tsipras, por el contrario, hunde al pueblo en una situación en la que ya
ni siquiera tiene las palabras necesarias para seguir luchando.
La derrota se convierte en “victoria” y a la colaboración se le llama
“resistencia”. La “Troika” ya no es el adversario del gobierno griego,
ahora se convierte en su aliado en su «
lucha contra la oligarquía y el fraude fiscal».
Las reformas iniciadas por el gobierno supuestamente serían más
eficientes con la ayuda de las instituciones europeas, que se presentan
así como importantes instrumentos de lucha contra el capital financiero.
Sin
embargo, a pesar de su carácter paradójico, la mayoría que Syriza acaba
de obtener y su relativa victoria en las urnas indican algo muy real:
la actual supremacía de la imagen por encima de los hechos.
Una imagen de resistencia
Vemos, en efecto, que la capitulación del primer ministro Tsipras no afectó su imagen. Tsipras pudo darse el lujo de declarar: «
No se me puede reprochar no haber luchado. Yo luché hasta donde nadie ha luchado» [
2].
Con ello sale de una problemática de enfrentamiento para ponerse en
posición de víctima. La iconografía que resulta de esta posición de
víctima fusiona dos aspectos: proyecta la imagen del héroe que ha
luchado más que nadie antes que él al mismo tiempo que la imagen de la
víctima que no tuvo otra opción que firmar los acuerdos bajo la amenaza «
del revólver en la sien».
Así se consagra la imagen de la «
izquierda radical». La madre de Alexis Tsipras, de 73 años, cuenta al semanario popular
Parapolitika (Παραπολιτικά): «
Últimamente Alexis no come ni duerme. Pero no tiene opción, tiene una deuda con el pueblo que confió en él» [
3]. Su esposa agrega: «
Sólo
lo veo muy raramente. Vive entre el aeropuerto y el Parlamento.
No tiene tiempo de ver ni a sus hijos. ¿Cómo tendría tiempo para verme a
mí?» Todo se reduce al sufrimiento del político fiel pero herido.
La supremacía de la imagen suprime toda separación entre los ciudadanos y
el poder. La crítica se convierte entonces en una herejía ya que
negaría el sacrificio que está haciendo el dirigente.
De esa
manera se desplaza el verdadero motivo del enfrentamiento desde la
oposición objetiva entre fuerzas sociales hacia el conflicto interno del
primer ministro y su estado de ánimo. Se despoja a la gente del
carácter material de sus propias luchas para tratar de proteger
la imagen de Tsipras. El resultado de las elecciones reafirma a un
primer ministro que renunció al cumplimiento de sus promesas electorales
y que invirtió con su acción los resultados del referéndum que él mismo
había organizado. Su éxito [electoral] prueba la eficacia de un
procedimiento que exige a los pueblos dejar en suspenso sus propios
intereses para mantener intacta la imagen de resistencia de su
dirigente.
Supremacía de la imagen
La imagen
exhibe lo invisible: la lucha desigual de Tsipras. Revela lo que
se esconde detrás de los hechos, detrás de su capitulación ante la Unión
Europea. El resultado de las elecciones convierte la mirada de Tsipras
sobre sí mismo en algo “objetivo” y es eso lo que se pone en lugar de la
realidad. La imagen se hace así más real que la realidad y escapa a la
contradicción. La fusión que se instaura así entre los ciudadanos y su
dirigente hace que su «
resistencia» no puede ser cuestionada ni objeto de crítica.
La
imagen siempre ha sido un tema central para el gobierno griego.
Por ejemplo, la simple modificación en la manera de designar a sus
interlocutores –la «
Troika» se convirtió en «
las Instituciones»– también fue presentada como una victoria.
Sin
embargo, el gobierno griego se plegó por completo a las exigencias de
los acreedores y aceptó el endurecimiento de sus exigencias. Por cierto,
las exigencias de la «
Troika» no han terminado aún. La nueva degradación económica del país permitirá a las «
Instituciones»
exigir más restricciones y nuevas privatizaciones. Debido a la
situación de urgencia, estas privatizaciones tendrán realizarse
vendiendo a precio de ganga. Debido a la capitulación, el gobierno
griego no podrá hacer otra cosa que participar en el descuartizamiento
del país. A pesar de ello, gracias a la manipulación de la imagen,
el abandono de los principios iniciales es designado como «
lucha».
Borrando la diferencia entre una cosa y lo contrario
La imagen «
es la cosa sin serlo»,
establece una equivalencia entre lo que existe y lo que no existe. De
esa manera, se hace posible presentar la capitulación como una victoria.
Es así como, al comparecer ante el Parlamento griego para llamar los
diputados a acelerar el proceso de aplicación del acuerdo firmado con
las «
Instituciones» europeas, Tsipras declara: «
Es crucial no perder ni un milímetro del terreno que ganamos al firmar el acuerdo.» [
4]
Ese
proceso de eliminación de la diferencia entre una cosa y lo contrario
es una constante en la política de ese gobierno. El primer ministro
llamó a sus conciudadanos a pronunciarse, a través de un referéndum,
en contra de las propuestas de la Unión Europea, propuestas que
finalmente fueron rechazadas por el 61% de los votantes. Pero, después
de eso, Tsipras acepta un acuerdo aún más desfavorable para la población
griega. Y mientras se somete al dictado de la Unión Europea, Tsipras
declara: «
No creo en ese acuerdo. Es un acuerdo malo para Grecia y para Europa pero he tenido que firmarlo para evitar una catástrofe.» [
5].
Pensamiento doble
Panos
Kammenos, ministro de Defensa y presidente de los Griegos
Independientes –el partido nacionalista miembro de la coalición
gubernamental–, también declaró que la aceptación del acuerdo del 13
de julio era una «
capitulación» resultado de un «
chantaje» y de un verdadero «
golpe de Estado», y agregó: «
Grecia capitula pero no se rinde.» [
6], antes de pedir a los diputados de la mayoría que votaran a favor del acuerdo.
Tsipras
y Kammenos desarrollan aquí un sistema de pensamiento doble que
consiste en anular algo enunciado en el momento mismo en que se enuncia,
aunque se mantiene lo que se había dado a entender anteriormente. De
esa manera, el diputado y el ciudadano a quienes se dirigen tales
discursos deben ser capaces de aceptar simultáneamente elementos que
se oponen, sin resaltar por ello la contradicción existente. Se conjugan
así, en las mentes, dos visiones incompatibles.
Enunciar
simultáneamente una cosa y lo contrario provoca una desintegración de la
conciencia. La negación de la oposición existente entre las
dos proposiciones impide toda representación. Se hace entonces imposible
percibir la realidad y analizarla. Al vernos en la incapacidad de
distanciarnos de la emoción, no podemos hacer otra cosa que sufrir la
realidad y someternos a ella en vez de pensarla y organizarla.
Un principio del sometimiento
El
individuo se ve entonces en posesión de dos visiones incompatibles
y carentes de todo vínculo. La negación de la oposición entre esos dos
elementos suprime la conflictualidad ya que hace coexistir en el seno
del yo dos afirmaciones opuestas que se yuxtaponen sin influenciarse
entre sí. Este procedimiento, que el sicoanálisis denomina como «
clivaje»,
impide todo juicio y provoca una indiferenciación de los elementos de
la realidad. La deconstrucción de la facultad de simbolizar impide
la formación de una memoria y se opone así a la constitución de un «
nosotros».
Convirtiéndonos en mónadas, el discurso tiene entonces un efecto de
petrificación ante la omnipotencia de las instituciones europeas y
nos encierra en la sicosis: no hay otra política posible.
En su novela
1984, George Orwell ya describía el «
pensamiento doble» [
7] que consiste en «
sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente» [
8].
George Orwell ya había identificado esos «
principios del sometimiento» que privan al individuo de toda capacidad de resistencia y cuya función es borrar en el sujeto «
todo recuerdo de la existencia de un deseo posible de resistencia» [
9].
La política que tiende a borrar el «
deseo mismo de resistencia»
está presente en el pedido del fiscal general del Tribunal Supremo
al Parlamento griego para que este último examinara dos denuncias
presentadas contra el ex ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis,
en relación con la elaboración de un plan –que no llegó a ser aplicado–
para la creación de una moneda paralela. Como escribe
Courrier International: «
Sus reflexiones secretas pudieran tener importantes consecuencias para el jefe de las Finanzas griegas» [
10]. El sólo hecho de pensar en resistir podría ser convertido en delito.
Fortalecer la integración
a la estructura imperial
El proceso de pensamiento doble no
se limita a la política económica y financiera del gobierno sino que
también está presente en su política exterior. El rabino Mordechai
Frizis, ex gran rabino de Salónica, había expresado inquietud ante la
victoria electoral de Syriza declarando que el «
partido Syriza es un partido antisionista que está en contra de Israel» [
11].
El supuesto antisionismo del gobierno griego se tradujo recientemente
en la firma de un importante acuerdo militar con Israel [
12].
Este pacto es similar al que existe entre Israel y Estados Unidos.
No hay otro equivalente. Garantiza inmunidad legal a todo el personal
militar durante un entrenamiento en el territorio del otro país [
13].
Ese
acuerdo estipula que la marina de guerra de Israel puede intervenir
en aguas chipriotas y en el Mediterráneo oriental para neutralizar todo
ataque islamista contra intereses griegos o los del Estado hebreo. De
ser necesario, unidades de élite de las fuerzas armadas de Israel
también podrían desplegarse en las plataformas de extracción de gas de
Chipre o instalarse en bases militares griegas [
14].
Quien
firmó ese acuerdo en nombre del gobierno griego fue Panagiotis
Kammenos, ministro de Defensa griego y miembro de los Griegos
Independientes [ANEL], el partido nacionalista miembro de la mayoría
gubernamental. Pero ese acuerdo no hubiese sido posible sin la
aprobación de Syriza. El 6 de julio de 2015, esa opción fue confirmada
por el viaje del ministro de Relaciones Exteriores nombrado por Syriza,
Nikos Kotzias, a Jerusalén para conversar con el primer ministro israelí
Benyamin Netanyahu con el fin de «
fortalecer los vínculos bilaterales entre los dos países».
Además,
a pedido de las autoridades estadounidenses, el gobierno de Tsipras
acaba de prohibir que los aviones rusos que vuelen a Siria pasen por el
espacio aéreo griego, decisión tomada poco antes del inicio del traslado
del material, militar y no militar, «
destinado a la lucha contra los mercenarios del Estado Islámico».
De esa manera, el discurso de Syriza, presentado como el resultado de una voluntad popular de «
romper con el imperialismo»,
se acompaña en realidad con una política de fortalecimiento de la
integración a la estructura imperial. La acción del gobierno debe
olvidar el programa del partido y este último renuncia a hacer algo
concreto. El antiimperialismo existe únicamente como discurso y se hace
posible aplicar paralelamente una política que va en el sentido opuesto.
Nos situamos fuera del lenguaje, discurso y realidad coexisten de
manera independiente, el primero como simple letanía, como balbuceo,
o sea como simple gozo, mientras que la segunda [la realidad] se reduce a
lo innombrable, a lo real que no podemos pensar y que,
por consiguiente, no podemos enfrentar. Lo que se dice se convierte en
lo real, ambas cosas se confunden. Y así, la separación de lo que dice
el poder ya no es posible.
La austeridad como
única política posible
Alexis Tsipras repitió durante toda la
campaña electoral que respetaría sus compromisos, subrayando que
no estaba de acuerdo con la política de austeridad. El gobierno griego
se comprometió a adoptar en los 3 próximos años unas 223 nuevas medidas
a cambio de un financiamiento de 86 000 millones de euros. La aplicación
del tercer memorándum pone a Grecia bajo estrecha vigilancia. El dinero
se entrega con cuentagotas y a cambio de reformas muy precisas.
El tercer memorándum no deja al gobierno griego ningún margen de
iniciativa en el sector presupuestario [
15].
Al
conservar la coyunda del euro, el futuro de los bancos también depende
de la buena voluntad de los acreedores ya que estos son los únicos que
pueden dar luz verde al programa de recapitalización, que se eleva a
15 000 millones de euros [
16].
Alexis
Tsipras justificó su capitulación ante el dictado de la Troika con la
vaga promesa de una futura restructuración de la deuda. El FMI declaró
varias veces que esa restructuración era una necesidad y una condición
para su propia participación en el financiamiento de las reformas.
Sin embargo, debido a la oposición de Berlín, Grecia sólo podía esperar
reducciones de tasas, un reescalonamiento de los pagos y obtener plazos
más largos. Para Alemania, el objetivo era mantener la presión sobre el
gobierno griego instaurando una restructuración «
progresiva» [
17]. Esta interpretación se vio confirmada en una entrevista concedida, el 1º de octubre, al
Financial Times
por el director del Mecanismo Europeo de Estabilidad, Klaus Regling.
En esa entrevista Regling advirtió que, a pesar de las declaraciones de
Tsipras, Grecia no debería poner sus esperanzas en una amplia
renegociación de su deuda. El país estaría así condenado a pagar una
renta perpetua a sus acreedores y a sufrir una creciente depauperación.
Una nueva depauperación del país
Alexis Tsipras se comprometió, «
por su honor y su conciencia», a «
servir al pueblo griego».
Pero es posible que su honor y su conciencia no pesen mucho comparados
con sus compromisos con los financieros, después del memorándum impuesto
por las «
Instituciones» y aceptado por el gobierno griego.
Ese documento no deja ningún espacio a la iniciativa política y cancela
la soberanía del Estado griego.
Las reformas impuestas afectan
todos los sectores de la economía, incluyendo los más importantes para
la vida cotidiana. Eso va desde el precio de la leche hasta la fecha en
que se inician las rebajas en las tiendas, pasando por el trabajo
dominical –autorizado o no–, el monto de los salarios en los sectores
privado y público y las compensaciones en caso de despido. Sin olvidar
la venta de medicamentos en los supermercados, la liberalización de los
oficios considerados cerrados y las privatizaciones [
18].
Los acreedores soltarán los 86 000 millones de euros concedidos en
3 años con cuentagotas, sólo después de verificar que se aplican las
reformas y que Atenas respeta los objetivos impuestos en materia de
presupuesto. El margen de maniobra [del gobierno] es cero. Desde finales
de octubre, caerá sobre los griegos una serie de tasas y de impuestos,
acompañados de reducciones de los retiros complementarios. El gobierno
también tendrá que aumentar la edad legal para el retiro llevándola de
65 a 67 años, reducir las posibilidades de pre-retiro, concretar
las privatizaciones y liberalizar el mercado de la energía.
En 5
años, la política de austeridad impuesta Grecia ya redujo el PIB del
país en un 25% o un 30%, la afectación ha sido aún mayor para el nivel
de vida de la gran mayoría de la población pero los altos ingresos han
sido poco afectados por las medidas adoptadas. El plan impuesto no puede
más que acentuar esta tendencia: agravación de la austeridad y aumento
relativo de la deuda.
Así que Grecia no podrá cumplir sus
compromisos, lo cual provocará una nueva intervención externa.
Es posible que la salida de Grecia de la eurozona sólo se haya
retrasado. Además, Grecia pierde la parte fundamental de lo que aún le
quedaba de soberanía nacional ya que tendrá que someterse a mecanismos
de recortes automáticos de sus gastos y aceptar las reformas que
le impongan las instituciones europeas. ¿Cuál sería la «
catástrofe»? ¿Un nuevo y rápido debilitamiento programado del país o una salida del euro que permitiría un «
default» en el pago de la deuda al mismo tiempo que una posibilidad de reactivación de la actividad económica?
Grecia: un objetivo que no pasa de ser un espejismo
El
plan instaurado por el ministro alemán de Economía Wolfgang Schauble
no apunta prioritariamente hacia Grecia sino que su objetivo, a través
de ella, es alcanzar a los países que presentan un importante déficit
presupuestario –como Italia y Francia– con el fin de trasladar a manos
de las instituciones europeas –o sea, de Alemania– lo que aún queda de
sus prerrogativas presupuestarias [
19].
Si bien la extinción de la eurozona mediante la formación de un
conjunto transatlántico está en los planes de las instituciones
europeas, no es menos cierto que ese desmantelamiento debe efectuarse de
forma ordenada, siguiendo el modelo de «
la austeridad»,
al estilo de Alemania, de la potencia europea dominante alrededor de la
cual Estados Unidos construyó la Unión Europea y también alrededor de la
cual está deconstruyendo ese conjunto regional. Los pueblos
empobrecidos de la Unión Europea ya no podrán servir de destino
privilegiado a las exportaciones alemanas, que tendrán que volverse
entonces hacia Estados Unidos.
En efecto, la disolución de la
Unión Europea en esta nueva zona política y económica [transatlántica]
sólo puede concretarse mediante un importante retroceso del nivel de
vida y de las libertades en Europa. Los pueblos de la Unión Europea
tendrán que aceptar la pérdida de lo que habían logrado. El experimento
griego, que lleva a crear una sensación de impotencia ante esas
políticas devastadoras, revela entonces totalmente su objetivo final.
Propagar una sensación de impotencia entre los pueblos de la Unión Europea
En
sus célebres conferencias, el historiador Henri Guillemin,
nos recordaba una citación de Maurice Barres, inspirador de la derecha
nacionalista francesa, citación que data de 1897:
«La primera condición de la paz social es que los pobres se sientan impotentes.»
Esa sentencia arroja luz sobre el resultado de las
negociaciones de Alexis Tsipras, al tiempo que aclara el objetivo del
ataque contra los pueblos de todo el conjunto de países de la Unión
Europea.
Tsipras ha querido creer que lo que él consideraba tabú –un «
Grexit»
que supuestamente implicaría un peligro de desmantelamiento de la
eurozona– lo era también para sus interlocutores. Pero para los
dirigentes de la Unión Europea, y principalmente para Alemania,
la construcción europea está destinada a desaparecer en el futuro gran
mercado transatlántico. Esa es la actitud de Alemania que, tanto
al nivel de la lucha contra el fraude fiscal como en lo tocante a sus
repetidas tergiversaciones ante los ataques contra el euro,
ha favorecido las operaciones de los «
hedge funds» estadounidenses [
20].
Esta
voluntad de poner la eurozona en dificultades se confirma con la
reiterada negativa a aceptar lo inevitable: la restructuración de la
deuda griega. La negación de esa evidencia crea una inestabilidad
permanente en la mayoría de los países miembros de la zona euro y
los pone a merced de la amenaza de los mercados financieros. Esta
actitud es coherente con el compromiso prioritario de este Estado
europeo con la implantación de una unión económica con Estados Unidos.
Preparar el gran mercado transatlántico
La
repercusión del forcejeo entre las instituciones de la Unión Europea y
Grecia va más allá del empobrecimiento programado de ese país. Tiene
que ver con el futuro mismo de la Unión Europea. Tenemos que recordar
que la integración de la Unión Europea al futuro mercado transatlántico
es sinónimo de una importante reducción del poder adquisitivo y de una
destrucción de las libertades de los ciudadanos europeos.
La indiferencia de los pueblos ante la proliferación de legislaciones
antiterroristas, que suprimen sus libertades individuales y públicas,
es hasta ahora tranquilizadora para los poderes europeos y nacionales.
En cuanto a Chipre y Grecia, hay que decir que son dos laboratorios
donde los dirigentes de la Unión Europea pueden poner a prueba, a escala
real, la resistencia de los pueblos ante los ataques masivos contra sus
niveles de vida.
La experiencia chipriota ya había mostrado que
es posible confiscar sin problemas los ahorros de la ciudadanía. Hay que
recordar que el 60% del monto de las cuentas bancarias de más de
100 000 euros del mayor banco de Chipre –el Bank of Cyprus– fue
confiscado para reequilibrar las cuentas de esa firma [
21].
Esa
medida fue presentada como una disposición adoptada contra las mafias y
como una forma de luchar contra la especulación internacional. Pero
el desarrollo de los acontecimientos desmintió aquella versión. Antes de
la aplicación de la disposición ya anunciada, las agencias bancarias
chipriotas se mantuvieron cerradas mientras que las grandes agencias
británicas y rusas se mantenían abiertas, para que las mafias y
los propietarios de grandes fortunas pudieran retirar sus fondos.
En
cuanto a la experiencia griega, lo que nos muestra es que, a través del
endeudamiento, es posible despedazar un país y hundir a la gran mayoría
de su población en la miseria.