Pozos de desecho de fracking,
extracción convencional de hidrocarburos y minería potencian la
sismicidad natural de México, señala científico. No obstante el riesgo,
el gobierno privilegia esas industrias: sólo el fracking abarca más de 42 mil km2 pese a que, en algunos sitios, coincide con fallas geológicas
La inyección de desechos generados por el
fracking o
fractura hidráulica empleada para extraer hidrocarburos no
convencionales, la explotación convencional de petróleo y gas y la
minería inciden en la sismicidad natural de México, considerado un país
altamente sísmico por asentarse en cinco placas tectónicas.
Estas industrias acaparan gran parte del territorio mexicano: la
minería tiene concesionadas 22.1 millones de hectáreas, según el
Quinto informe de gobierno
de Enrique Peña, mientras que para la explotación de hidrocarburos se
tienen identificados 278 bloques en áreas terrestres, que abarcan más de
70 mil kilómetros cuadrados, de los cuales 42 mil 965 kilómetros son de
recursos no convencionales (en los que se emplea el
fracking), refieren datos de la Secretaría de Energía y Petróleos Mexicanos (Pemex).
Estrictamente hablando, estas actividades sí inciden en la sismicidad del país, explica a
Contralínea
el científico Víctor Manuel Cruz Atienza, jefe del Departamento de
Sismología del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). El investigador señala que el impacto es en
la sismicidad local, específicamente donde se realizan esas actividades.
Las cinco industrias que generan sismos
El tema de la sismicidad antropogénica, es decir la que causa el ser
humano, ya ha sido estudiado a nivel internacional. Por ejemplo, el
doctor Gail Atkinson, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la
canadiense Universidad Western, demostró que los sismos en las zonas
petroleras de Alberta y Columbia británica estaban ligados a la técnica
del
fracking, incluidos los pozos de desecho (Sheena Goodyear,
Vice, 1 de abril de 2016).
Además, una investigación liderada por el geólogo petrolero Richard
Davies, de la Universidad de Newcastle (Inglaterra), demostró que son
cinco las actividades humanas que generan sismos antropogénicos o
inducidos: minería, extracción de energía geotermal, represas, inyección
de fluidos generados por
fracking y los métodos convencionales de extracción de gas y petróleo (BBC, 18 de septiembre de 2015).
Aunque esas cinco industrias operan en México, la explotación de hidrocarburos (tanto en forma convencional como por
fracking) es la que más incide en la sismicidad del país.
Respecto de los sismos asociados al
fracking, el
especialista en estrategias para la conservación de la biodiversidad por
el Tecnológico de Monterrey, Manuel Llano, señala que éstos ocurren
principalmente por las aguas de desecho.
En entrevista, explica que al no existir ningún tratamiento en el mundo para el agua contaminada por
fracking
–con químicos tóxicos y elementos radiactivos–, una práctica común en
la industria es deshacerse de esos fluidos a través de pozos de
inyección o pozos letrina, ubicados a grandes profundidades.
“Toda esta agua tan contaminada y tan peligrosa se inyecta para,
básicamente, deshacerse de ella sin haberle dado un tratamiento”.
Inyección de fluidos, riesgo mayor
La explotación de hidrocarburos permanentemente emplea la inyección
de fluidos en el interior de la tierra, explica el doctor en ciencias
del universo y especialista en sismos, Víctor Manuel Cruz Atienza. “El
fracking
notablemente, pero también la explotación de petróleo [convencional]
suponen extracción e inyección de fluidos, y los fluidos son clave”.
Es tan relevante que el investigador de la UNAM atribuye las más de 6
mil réplicas del sismo del pasado 7 de septiembre –con epicentro en
Chiapas– a la filtración de agua, en este caso de manera natural. Sobre
ese
sismo,
explica que la ruptura se encontró bajo el mar, “entonces una de las
razones por las cuales hay tantas réplicas es por la influencia de los
fluidos [del mar] que pueden permear hasta esa profundidad y facilitan
que haya muchas rupturas después de la principal”
.
En el caso de la explotación de hidrocarburos, del
fracking y
de sus pozos de desecho, el doctor Cruz Atienza señala que cuando se
inyecta fluido en una región sometida a tensiones, que son los esfuerzos
normales en la tierra, eventualmente se pueden debilitar las fracturas,
las fallas sísmicas.
Y ejemplifica: “Si yo empujo este escritorio y está seco ahí [el área
entre el piso y la pata del escritorio] me cuesta mucho trabajo
moverlo, pero si mojo el piso y hago este mismo experimento seguramente
lo voy a mover con un menor esfuerzo”.
Así, en la industria petrolera, “al inyectar el fluido y aumentar la
presión efectiva, aumenta la presión de poro y eso hace que el esfuerzo
normal efectivo se reduzca. Entonces, si hay un esfuerzo preexistente
[es decir, una falla sísmica] antes de la inyección, ésta va a hacer que
con más facilidad las fallas se deslicen, de ahí que es normal y está
ampliamente estudiada la sismicidad inducida por la actividad
antropogénica de esta naturaleza”.
Agrega que en Oklahoma, Estados Unidos, han habido casos emblemáticos
de sismos, de magnitud significativa, que nunca habían ocurrido y que
claramente están ligados a la inducción de fluidos producto de la
explotación de hidrocarburos con técnica de
fracking.
Respecto de la minería, indica que su incidencia sería menor y se
daría porque esta industria recurre a explosiones y perforaciones.
“Habrá algunos fluidos para remover rocas, depurar el mineral, pero no
es el mismo proceso de inyección bajo presión. Desde luego que una
explosión, como hay muchísimas en las canteras y en las minas, puede
provocar notablemente sismos”.
Sismos por fracking en México
El maestro en antropología social por la Universidad Iberoamericana Manuel Llano explica que su estudio
Sismicidad inducida y fracking
es un acercamiento a los datos del Servicio Sismológico Nacional; en
éste, agrega, se indagó la correlación entre los sismos atípicos y los
pozos de
fracking.
Dicho estudio revela en sus conclusiones que la exploración y
extracción de hidrocarburos (convencionales y no convencionales) se
concentra en las provincias geológicas de las zonas sísmicas A y B, que
son consideradas históricamente como de baja o nula actividad sísmica;
sin embargo, apunta que ahí los sismos han aumentado en cantidad y
magnitud.
El investigador Manuel Llano detalla que otro hallazgo es que “hay un número incierto de pozos con
fracking en México”. Y explica que en un principio Pemex admitió contar con alrededor de 1 mil pozos con
fracking;
después aseguró que eran 1 mil 500 pozos, “pero luego me entregó un
documento [vía Ley General de Transparencia] en el que dice que en una
sola región, en solo un campo habían 1 mil 500. Y hace poco, en otra
respuesta, dijo que en otro campo habían casi 3 mil 500 pozos de
fracking. Entonces la realidad es que el número es incierto”.
Los más de 5 mil pozos que ha documentado el maestro Llano sólo son
de extracción, pues hasta ahora Pemex no ha informado sobre los pozos de
inyección o letrina.
“Con la poca información que se tiene, cruzamos los datos con la
ocurrencia de sismos en esas regiones, y aunque no podemos de manera
certera dar una opinión técnica de que sí es una causa antropogénica,
vimos que en las regiones con presencia de
fracking, en una
correlación temporal relativa –porque desconocemos en qué fecha se han
hecho exactamente y cuántas inyecciones de desechos– pero en los mismos
años en que ha ocurrido
fracking en la zona han ocurrido sismos atípicos.”
No obstante, el especialista matiza: “Desconocemos si la causa es
exactamente ésta o es alguna otra, pero en este caso señalamos la
cuestión de los sismos antropogénicos, es decir, los que están causados
por la actividad humana. Éstos no son sismos de grandes profundidades y
sus magnitudes han sido de entre 5 y 6, e incluso menos. Pero sí hay de
magnitud 6 en áreas con mucha actividad de
fracking y son relativamente poco profundos”.
El maestro Manuel Llano señala que la relevancia de esto es que todos
los reglamentos de construcción están hechos en concordancia con la
sismicidad esperada en cada región, y el problema es que en zonas donde
no ocurrían sismos, ahora pueden suceder por el
fracking.
“México está dividido en varias zonas: A, B, C, D, de menor a mayor
incidencia [sísmica]. Y precisamente toda la zona de la Cuenca de
Burgos, de la Cuenca de Sabina y de esta región fronteriza del Norte
donde históricamente ha habido pocos sismos, y si de repente empiezan a
ocurrir sismos en esas zonas A podemos estar en un grave problema. De
ahí la relevancia de entender si éstas son causas antropogénicas o no”.
Para el investigador, incluso si hasta ahora se comprobara que
ninguno de los sismos ocurridos en esa región han sido de causa
antropogénica, es probable que en el futuro sí se den: “en un mediano
plazo, cuando la extracción de hidrocarburos no convencionales despunte
como en la Secretaría de Energía se lo están imaginando, a un ritmo de 9
mil nuevos pozos cada año.
“Si una actividad de este tamaño ocurriera en el país, sin duda
ocurrirían sismos antropogénicos y hay que estar preparados para ello:
tanto la gente como las autoridades y protección civil. La única medida
posible para nosotros es la prohibición del
fracking”, indica.
Necesario, instalar equipo sísmico en zonas de fracking
El sismólogo Cruz Atienza llama a tener conciencia de esa posibilidad que entraña el
fracking.
“Nosotros estamos luchando porque ya se instalen redes sísmicas en los
lugares donde futuramente van a ser explotados [esos hidrocarburos no
convencionales] para poder establecer un nivel base de referencia de la
sismicidad natural, para saber cuántos sismos por año ocurren
normalmente sin la actividad humana en una región. Por ejemplo en el
Norte del país, que está poco explorado porque en general hay pocos
sismos, pero sí hay sismos”.
La importancia de registrar esos sismos que ocurren naturalmente,
explica el científico, es que “se puede tener una línea base de
referencia, para que cuando empiece la explotación podamos medir qué
tanto se está incrementando la actividad con respecto a esa referencia”.
Este tema, señala el doctor en ciencias de la tierra, “debe ser
abordado junto con expertos –geólogos, sismólogos– que puedan decir aquí
hay fallas y si se tiene evidencia de que esas fallas son activas o no.
Qué registro histórico de sismicidad hay en esa región [que va a ser
explotada], de tal forma que si se inyectan fluidos se podría favorecer
una ruptura significativa o no”.
Los pozos de fracking
El
fracking en México es una realidad y no sólo en el Norte
de país. El maestro Manuel Llano explica que los más de 5 mil pozos que
ya existen se ubican en la superficie terrestre de Coahuila, Nuevo León,
Tamaulipas, Veracruz –especialmente en Chicontepec–, San Luis Potosí,
Hidalgo, Puebla e incluso en el Norte de Chiapas.
De acuerdo con el Plan Quinquenal de Exploración y Extracción de
Hidrocarburos de la Secretaría de Energía, el mayor potencial de
hidrocarburos en México es no convencional, es decir, aquel que recurre
al
fracking: con una superficie terrestre de 42 mil 965
kilómetros cuadrados, contra los 28 mil 482 kilómetros cuadrados de área
terrestre que representa el potencial de los hidrocarburos
convencionales.
“No es que la empresa va a explotar cada centímetro de esto; sin
embargo, todo eso potencialmente puede ser directamente afectado. Y en
realidad afectado es el país entero, el planeta entero cuando tomamos en
cuenta la contaminación y destrucción de fuentes de agua. Siempre hay
impactos”, señala el maestro Llano.
Y es que, explica a
Contralínea, la inyección de fluidos
tóxicos a pozos letrina no sólo es mala por su incidencia en la
sismicidad, sino también por los altos niveles de contaminación que
genera. El riesgo, indica, es que esa agua se infiltre por grietas o
accidentes, contaminando mantos freáticos.
Pero nada de esto importa al gobierno mexicano, pues esta industria
es prioritaria por encima, incluso, de la vida misma. Por ello, para el
maestro Llano es una aberración absoluta: “en las áreas terrestres,
dentro de los bloques donde se plantean extraer hidrocarburos, habita 1
millón y medio de personas, que ya no importa a qué se dediquen o si
tienen un bosque o un río: eso ya no importa porque la ley define que es
de interés público el extraer los hidrocarburos”. Así, la prioridad es
el
fracking.
Nancy Flores
Contralínea 566