Riad busca una salida económica para sus desastrosas
aventuras militares. El plan de Arabia Saudí para revolucionar la
economía del país y hacerla menos dependiente del petróleo conlleva
numerosos riesgos, máxime ahora que el país está implicado en casi todos
los conflictos militares y políticos de Oriente Próximo.
Muhammad bin Salman, ministro de Defensa de Arabia Saudí e hijo del monarca del reino wahabí.
A
mediados del pasado año Riad anunció que iba a revitalizar su economía
para hacerla más competitiva y menos dependiente del petróleo, pero
Arabia Saudí continúa enredada en casi todos los conflictos militares en
la región hasta tal punto que pronto tendrá que volver a determinar sus
prioridades internas y externas.
Si hace exactamente un año Muhammad bin Salman, el hijo del rey Salman
de solo 31 años, parecía estar en la cima de la gloria, un año después
el ministro de Defensa más joven del mundo está considerando qué pasos dar para hacer frente a los nefastos doce últimos meses, que han estado marcados por reveses militares y políticos.
El Programa para la Transformación Nacional (PTN) anunciado en
primavera prevé triplicar en solo tres años los ingresos derivados de
cualquier otro origen que no sea el petróleo, que constituye el 39 por
ciento del producto interior bruto. Sin embargo, analistas occidentales
consideran que ese PTN peca de demasiado ambicioso y en la práctica es
irrealizable.
Una característica esencial del PTN consiste en reducir
significativamente la intervención del Estado en la economía, lo que va a
exigir un enorme esfuerzo a los distintos sectores económicos no
estatales, además de una gran reducción de los subsidios con los que
cuentan la mayor parte de las familias saudíes.
El PTN prevé desarrollar industrias como la minería y el turismo, así
como la creación de cerca de medio millón de empleos en el sector
privado para 2020. Al mismo tiempo, prevé recortar los populares
subsidios de agua y electricidad, así como reducir significativamente la
carga de salarios que soporta el Estado.
Arabia Saudí ya no puede mantener su pulso permanente con Irán
Todo esto y mucho más deberá hacerse tras un prolongado periodo en el
que el precio del crudo ha sido y continuará siendo muy barato en
comparación con los 120 dólares el barril que alcanzó hace no demasiados
meses. En los mercados hay un exceso de petróleo y es precisamente
ahora cuando Arabia Saudí más necesita ese dinero.
Según
The Economist, mientras para funcionar bien a Irán le
basta con que el barril de crudo esté a 55 dólares, Arabia Saudí lo
necesita a 80 dólares. Con los baremos actuales, Arabia Saudí
simplemente no podrá apoyar decisivamente a sus numerosos aliados en la
región, es decir no podrá mantener el pulso permanente con Teherán.
Algunos de los conflictos en los que Riad está implicada se originaron
cuando el barril se hallaba a 120 dólares y desde entonces las cosas han
cambiado radicalmente, tanto en Yemen, como en Siria o Líbano, donde se
libran las grandes batallas por el dominio de la región.
En un primer momento los líderes saudíes no ocultaban su satisfacción
con la caída del precio del crudo. Contaban con que ellos tenían
suficientes reservas de divisas para hacer frente a una crisis temporal.
Sin embargo, la crisis ha durado más de la cuenta
y Teherán nunca ha llegado a estar al borde del colapso, como pronosticaron los saudíes.
Riad pierde en todos los frentes: Siria, Líbano, Yemen, Irak y Egipto
Este último año ha sido el annus horribilis de Arabia Saudí. En Siria,
hace doce meses los rebeldes que cuentan con el apoyo de Riad llevaban
la voz cantante en Alepo, mientras que hace unos pocos días se ha
consolidado la derrota de esos aliados saudíes a manos del Ejército
sirio, de Rusia y de las milicias chiíes de Irak y de Hizbolá.
Paralelamente, la situación económica ha llegado a tal extremo que a fines de noviembre
Riad aceptó reducir drásticamente la producción de petróleo en beneficio de Irán en el marco de la OPEP,
todo para que el precio del petróleo se recupere en los mercados; una
recuperación para la que Riad no cuenta con ninguna garantía.
En Líbano, hace un año, Hizbolá, el gran aliado de Irán, jugaba un papel
político secundario mientras que ahora acaba de conseguir la elección
de un presidente de Líbano que es claramente proiraní. Los esfuerzos de
Riad no han logrado detener este movimiento que ha desbloqueado la
trabazón política en Líbano.
La guerra de Yemen ha sido otro conflicto que Riad ha elegido para
frenar la influencia regional de Irán. En el transcurso del año pasado,
los ataques de los houthis dentro de territorio saudí se han
multiplicado y esta guerra en la que se empeñó Muhammad bin Salman se
encuentra muy lejos de su final y ha mermado el capital político y
militar de los saudíes.
Hace un año llegó a Irak el primer embajador saudí en 25 años. Ahora
Arabia Saudí vuelve a estar sin embajador en Bagdad. Irak es un país de
mayoría chií que se alinea con Irán, de manera que mientras no cambien
las cosas será muy difícil que Riad pueda contar con un embajador
estable en la capital iraquí.
La guinda de todo este panorama está en Egipto, donde el presidente
Abdel Fattah al Sisi prácticamente ha roto las relaciones con Riad
después de que las autoridades saudíes suprimieran la ayuda de petróleo a
Egipto. Sisi ha llegado a un punto en que, para tortura de los saudíes,
realiza declaraciones prosirias y proiraníes, además de prorrusas.
El único país con el que Riad ha mejorado las relaciones en los últimos tiempos ha sido Israel.
Todo indica que las relaciones bilaterales, aunque semiocultas, andan
por buen camino. No obstante, es muy arriesgado poner todos los huevos
en el nido israelí y esto se puede volver en algún momento en contra de
los saudíes.
En este contexto, los saudíes están estresados con la llegada de
Donald Trump a la Casa Blanca. En Riad rezan para que sus declaraciones
antimusulmanas durante la campaña electoral sean sólo para uso
doméstico y no repercutan en la política general de Washington respecto a
Oriente Próximo. También centran sus esperanzas en que los desastres de
sus propias aventuras militares se resuelvan gracias a un plan
económico de carácter revolucionario y, por lo tanto, muy arriesgado.