Traducción tomada de 'Conjugando Adjetivos'.
El conflicto interno, localizado apropiadamente, se traduce en
oportunidades geopolíticas. Con el impulso y financiamiento por parte
del aliado estadounidense Arabia Saudita a las insurrecciones de los
rohingya, Estados Unidos crea la oportunidad de bloquear el suministro
de petróleo a China y proporcionar a Aung San Suu Kyi la cooperación
militar necesaria para arrebatar a Myanmar de la influencia china.
© Desconocido
En
los últimos años, Myanmar (antes Birmania) apenas ha estado en las
noticias. El trato silencioso se debió mucho al supuesto de que la
naciente democracia del país estaba en "buenas manos" una vez que la
ganadora del Premio Nobel de la Paz de 1991, Aung San Suu Kyi ganó
renombre político después de las elecciones de 2015 y posteriormente
asumiera el cargo de canciller. Sin embargo,
la marea de la opinión pública internacional ha estado girando fuertemente contra Suu Kyi
, proveniente de activistas de derechos humanos,
las Naciones Unidas
y de
otros premios Nobel
que han criticado fuertemente su manejo de lo que ahora se conoce como la "
crisis de Rohingya
".
La crisis se centra en la difícil situación de los rohingya, una minoría
musulmana históricamente perseguida que vive en el estado costero de
Rakhine (antes estado de Arakan) en Myanmar. Los rohingya también son
apátridas, ya que el gobierno de Myanmar se ha negado durante mucho
tiempo a reconocer su reivindicación de siglos en la región y ha
afirmado en varias ocasiones que los rohingya no son nativos de Myanmar
sino "inmigrantes ilegales" del vecino Bangladesh. Privados de la
ciudadanía y por lo tanto de sus derechos básicos, su sufrimiento ha
sido agravado por el gobierno de Myanmar, que ha utilizado a los
militares para
intimidar violentamente a los rohingya y obligarlos a salir de sus tierras.
Este mes, en particular, los medios de comunicación corporativos, así como varias prominentes
organizaciones de derechos humanos y organismos internacionales, como
la ONU, han prestado una atención sin precedentes al conflicto. El lunes pasado, por ejemplo, Zeid Ra'ad al-Hussein, alto comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos,
acusó a Myanmar
de "un ejemplo de manual sobre la limpieza étnica" y declaró que la
campaña de Myanmar contra los rohingya violaba el derecho internacional.
En las primeras dos semanas de septiembre,
los medios de comunicación corporativos han informado ampliamente sobre la crisis. La semana pasada, CNN
publicó 13 artículos diferentes sobre la difícil situación de los Rohingya. Se
han amontonado peticiones para que Suu Kyi, como líder de Myanmar, intervenga.
Dada la reciente oleada de cobertura de la prensa y el aumento de la
preocupación entre organismos internacionales como las Naciones Unidas,
se podría suponer que la limpieza étnica de los rohingya por el gobierno
de Myanmar es un fenómeno reciente. Sin embargo, en realidad, el
conflicto en sí tiene casi un siglo de antigüedad y su escalada actual
no comenzó este año, sino más bien en 2011, y ha
seguido empeorando desde entonces.
Además, muchos otros casos de genocidio, como la destrucción de Yemen por parte de los saudíes y la limpieza étnica de
Palestina por parte de Israel, apenas se ven afectados por los medios
corporativos o mencionados en el discurso político dominante.
¿Por qué el repentino interés en Myanmar?
© Shwe Gas Movement
Mapa que muestra la ruta de los oleoductos de China y Myanmar.
Petróleo y gasoductos
Como tantos
otros casos
de limpieza étnica, el conflicto de los rohingya es esencialmente un
conflicto sobre los recursos, a saber, el petróleo y el gas. En 2004, un
enorme yacimiento de gas natural, llamado Shwe en honor del líder de la
junta militar de Myanmar, fue descubierto en la costa de Myanmar en la
Bahía de Bengala. En 2008, la Corporación Nacional de Petróleo de China
(CNPC)
garantizó los derechos
sobre el gas natural y otorgó al campo su nombre honorífico. La
construcción comenzó un año después con dos oleoductos terrestres de
1.200 km que cruzarían desde el estado de Rakhine de Myanmar - el hogar
de los rohingya - hasta la provincia de Yunnan, en China.
Los oleoductos - uno que transportaba gas y el otro que transportaba
petróleo de Oriente Medio Oriente y África, llevados a Myanmar en barco
no cumplió su fecha de acabado.
El gasoducto entró en funcionamiento en 2014 y transporta más de 12.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año a China.
El oleoducto ha demostrado ser más difícil de construir y está previsto
que se complete a finales de este año. Una vez completado,
permitirá a China un acceso más fácil al petróleo procedente de Oriente Medio y África y
reducirá el tiempo de transporte de dicho petróleo hasta en un 30 por ciento.
Más allá de la bendición obvia de tener acceso creciente y más fácil al
petróleo, el oleoducto Shwe es de importancia estratégica crítica para
los intereses geopolíticos chinos. Actualmente, el 80 por ciento del
petróleo importado de China pasa por los estrechos de Malaca y las
disputadas zonas del Mar de China Meridional. Esta ruta actual
dejaría a China vulnerable
a un posible bloqueo energético impuesto por la 6ª Flota de la Armada
de los Estados Unidos, y surgieron hostilidades entre las dos naciones
rivales.
Una vez que el oleoducto Shwe entrara en
funcionamiento, los chinos ya no tendrían que preocuparse por la
posibilidad de que Estados Unidos impusiera un bloqueo a la gran mayoría
de las importaciones chinas de petróleo, una ventaja crítica para China durante un período de rápida desintegración de las relaciones chino-estadounidenses.
Desde que comenzó la construcción, las protestas contra los oleoductos en el estado de Rakhine y otras zonas de Myanmar
han sido constantes.
Los residentes del estado de Rakhine, en particular, se han quejado al
gobierno y a la CNPC en numerosas ocasiones de que el proyecto había
contaminado los ríos, destruido la propiedad privada y diezmado el
sustento de los pescadores locales. Además, muchos de los propietarios
de las propiedades expropiadas para el proyecto no fueron compensados
por la CNPC como se les prometió, lo que provocó manifestaciones y
disturbios en contra de los gasoductos. Los manifestantes también han
pedido repetidamente a la CNPC que suministre electricidad a la zona
circundante, una utilidad básica de la que todavía se carece allí, y
ofrecer más oportunidades de empleo a los trabajadores locales.
El gobierno de Myanmar es una de las principales partes interesadas en
el gasoducto, ya que posee una participación importante en la producción
de gas natural del campo Shwe y está programado que gane 7 millones por
año en derechos de paso para los gasoductos una vez que ambos se hayan
completado.
Dado que la oposición pública obligó a Myanmar a suspender el
proyecto de la presa Myitsone de China en el estado de Kachin en 2011,
el gobierno es muy consciente de que una resistencia local descontrolada
a los oleoductos podría privarle de millones de dólares en ingresos
anuales. Por lo tanto, los militares de Myanmar han
perseguido ardientemente a los rohingya, clamando venganza por los
ataques periódicos lanzados por insurgentes regionales como un pretexto para la violencia que ha forzado a cientos de miles a irse de sus hogares.
Una insurgencia manufacturada y financiada por Arabia Saudita
La "insurrección rohingya" en el estado de Rakhine no es la respuesta orgánica local a la supresión de estado de larga data que se afirma que es.
El grupo, ahora conocido como el Ejército de Salvación de Arakan
Rohingya (ARSA) y anteriormente conocido como Harakah al-Yakin, está
dirigido por Ataullah abu Ammar Junjuni,
un nacional paquistaní que trabajó como imam Wahhabi en Arabia Saudita antes de llegar a Myanmar. Según
un reporte de Reuters
del año pasado, el grupo es financiado por Pakistán y Arabia Saudita - y
"un comité de 20 ancianos emigrantes de Rohingya", con sede en La Meca,
"supervisa" al grupo.
© Captura de pantalla
Ataullah
abu Ammar Junjuni, un ciudadano paquistaní con profundos vínculos con
Arabia Saudita; es el núcleo y líder del Ejército de Salvación Rohingya
de Arakan.
ARSA
es directamente responsable tanto de la represión actual contra los
civiles y comunidades rohingyas como la del año pasado, ya que sus
ataques contra las instalaciones y bases militares de Myanmar
han precipitado la respuesta violenta del ejército. ARSA
también ha atacado a
civiles budistas en el estado de Rakhine, fomentando el apoyo entre los
budistas extremistas en otras partes del país por la continua
persecución de los rohingya.
Es probable que ARSA no tenga escasez de reclutas, ya que
Arabia Saudita está gastando más de mil millones de dólares para construir 560 mezquitas wahabitas en Bangladesh, la nación donde la mayoría de los rohingya huyeron para escapar de la violencia.
A pesar de ello, medios de comunicación corporativos internacionales como
CNN y
Al Jazeera
han publicado interpretaciones simpatizantes hacia la insurgencia
wahabista, afirmando que el grupo "no es un grupo terrorista dirigido a
golpear el corazón de la sociedad de Myanmar como el gobierno afirma que
es" sino que es "un grupo de hombres sin esperanza" que trabajan para
proteger a su pueblo. Sin embargo,
las organizaciones musulmanas de Myanmar han condenado abrumadoramente a ARSA por sus tácticas y sus puntos de vista extremistas.
Los paralelismos en la cobertura de medios corporativos con los
"rebeldes" sirios financiados por Arabia Saudita son evidentes.
¿Qué es lo que Arabia Saudita puede obtener financiando y conduciendo el
conflicto de los rohingya? Una gran crisis en el estado de Rakhine,
particularmente la que ha atraído la atención de la ONU, tiene el
potencial de descarrilar la terminación del oleoducto Shwe que llega a
China, que comenzará a funcionar a finales de este año. La paralización
de la construcción de este oleoducto podría beneficiar directamente a
Arabia Saudita hasta cierto punto, pero sería mucho más beneficioso para
un aliado importante de los saudíes, Estados Unidos. Otro aliado de
Estados Unidos y Arabia Saudita, Israel, también se está beneficiando
como un importante proveedor de armas al régimen de Myanmar, un papel
que
ha continuado sin obstáculos a pesar del conflicto.
La evasiva respuesta de los Estados Unidos es producto de su juego cínico
Si bien
el apoyo tácito
de China a la respuesta de Myanmar a la crisis de Rohingya era de
esperarse, debido a sus claros intereses económicos y estratégicos en la
nación; algunos informes expresaron su sorpresa de que Estados Unidos
-el reputado, aunque selectivo, "defensor" de los derechos humanos-
fuera "cauteloso en involucrarse" en el conflicto a pesar de la
indignación expresada por la ONU y los medios corporativos. Según
la Associated Press
, Estados Unidos está preocupado de que su participación pueda "socavar
a la líder democrática del país asiático", Aung San Suu Kyi,
cuyo gobierno es en gran medida un producto de la financiación occidental.
© AP / Pablo Martínez Monsiváis
El
presidente de Estados Unidos, Barack Obama, observa cómo la activista
por la democracia de Myanmar, Aung San Suu Kyi, recibe a la secretaria
de Estado estadounidense Hilary Rodham Clinton en su residencia en
Yangon, Myanmar, el lunes 19 de noviembre de 2012. Obama fue el primer
presidente estadounidense que ha visitado la nación asiática.
El
interés de Estados Unidos en Myanmar no es nuevo, ya que el gobierno de
Estados Unidos, junto con varias organizaciones no gubernamentales
estadounidenses, ha gastado millones en "la promoción de la democracia",
específicamente en financiar la Liga Nacional para la Democracia
liderada por Suu Kyi. En 2003, un documento titulado "
Birmania: Tiempo de cambio"
realizado por el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) señaló que la
LND, y su líder, "no pueden sobrevivir en Birmania [Myanmar] sin la
ayuda de los Estados Unidos y la comunidad internacional".
En los años transcurridos desde entonces,
el gobierno de Estados
Unidos ha gastado cientos de millones de dólares para cultivar "las
instituciones democráticas" y estimular el "desarrollo económico" para impulsar una nueva forma de gobierno en Myanmar. Entre 2012 y 2014,
el gobierno de Obama dio
375 millones de dólares a Myanmar para tales esfuerzos. Además, en
2015, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional
(USAID) fue
el "principal donante"
en las elecciones de Myanmar en 2015, en las que Suu Kyi y su partido
consiguieron una victoria decisiva. También financió la creación de la
base de datos de votantes completa de Myanmar ese año y el uso de toda
la tecnología utilizada en la elección y las elecciones subsiguientes.
En última instancia,
más de 18 millones fueron gastados en las elecciones por la USAID.
Además,
varias organizaciones no gubernamentales, a menudo financiadas por
el controvertido multimillonario estadounidense-húngaro George Soros,
han participado en Myanmar para "promocionar la democracia". Dos ejemplos son la
Prospect Birmania y el grupo paraguas del CFR conocido como
Burma Task Force, que ha asumido el problema de los rohingya como su insignia distintiva
desde 2013. La Fundación Open Society de Soros también ha estado involucrada en Myanmar por algún tiempo, específicamente en intentar
presionar a los accionistas indios para que abandonen el proyecto del gasoducto Shwe.
La elección de Suu Kyi marcó una inversión para Myanmar de varias
maneras, particularmente económica. Mientras que los predecesores de Suu
Kyi habían favorecido las inversiones de China y Corea del Sur, el
ascenso de Suu Kyi al poder ha aumentado la inversión de Estados Unidos
en Myanmar, en parte porque Estados Unidos
retiró las sanciones
contra el país cuando se convirtió en líder de la nación. Poco después
de su elección, la inversión estadounidense aumentó abruptamente y se
espera que se duplique
su nivel actual en 2020. Hasta el mes pasado, las compañías
estadounidenses han invertido 250 millones de dólares en Myanmar después
de que Suu Kyi asumiera el poder.
Sin embargo, este nuevo aumento de la inversión no es tan nuevo para las
compañías estadounidenses de petróleo y gas, a las que se les permitió
invertir en Myanmar, a pesar de las sanciones de Estados Unidos,
desde 2012.
El gobierno de Obama hizo la excepción debido al temor de que Estados
Unidos "perdería a los competidores extranjeros" antes de que se
levantaran las sanciones, una alusión clara a las compañías chinas y
surcoreanas que habían demandado grandes extensiones del campo de gas
Shwe un año antes. Sin embargo, la subida de Suu Kyi al poder condujo a
contratos más lucrativos para las compañías occidentales y de los EEUU,
particularmente
Shell Oil y
ConocoPhillips .
"Títeres" con ideas propias
Aunque el alza de la inversión corporativa estadounidense y los lazos de
Estados Unidos no es sorprendente, dada la masiva inversión realizada
por los Estados Unidos en Suu Kyi y su partido político, el gobierno
estadounidense no está satisfecho con el mandato de Suu Kyi hasta ahora.
Como señaló recientemente
The New York Times ,
Suu Kyi ha mantenido e incluso fortalecido los lazos de su nación con China, fallando en favorecer a los intereses de Estados Unidos responsables de su ascenso al poder.
Por ejemplo, Suu Kyi ha visitado Beijing dos veces desde que se
convirtió en líder de Myanmar, pero rechazó una invitación a una
conferencia organizada por el secretario de Estado estadounidense, Rex
Tillerson. Ella ha expresado sus sentimientos de que China "hará todo lo
posible para promover nuestro proceso de paz", refiriéndose al afán de
China de poner fin a los enfrentamientos sectarios en el estado de
Rakhine y en otras áreas de Birmania. También hay sugerencias de que los
chinos están tratando de desarrollar una base naval en la ciudad
portuaria de Kyaukpyu, algo que EE.UU. quiere evitar desesperadamente.
© Wang Zhao vía AP
La
consejera de Estado de Myanmar, Aung San Suu Kyi, a la izquierda,
conversa con el presidente chino Xi Jinping y su esposa Peng Liyuan
durante una ceremonia de bienvenida para los líderes que asisten al El
Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional en el Gran
Salón del Pueblo en Beijing, domingo 14 de mayo de 2017
Min Zin, director ejecutivo del Instituto de Estrategia y Política de Myanmar,
dijo al Times que "a medida que Estados Unidos retrocede, Aung San
Suu Kyi está confiando cada vez más en China y en la escena internacional".
La decisión de Suu Kyi de mantener a China cerca es similar a la postura
tomada por el presidente filipino Rodrigo Duterte, quien ha luchado
para disminuir la influencia históricamente fuerte de Estados Unidos en
su país y forjar lazos más estrechos con China y Rusia.
Curiosamente,
tras el fortalecimiento de los lazos entre estas dos naciones y China,
Myanmar y Filipinas se convirtieron en las únicas naciones del sudeste
asiático obligadas a luchar contra las insurgencias wahabistas
financiadas por Arabia Saudita - ARSA en Myanmar y Daesh (ISIS) en Filipinas. Duterte
ha culpado implícitamente a los Estados Unidos por el ascenso de Daesh en su país.
El surgimiento de ambos grupos wahabistas ha ofrecido una excusa
conveniente para que Estados Unidos impulse su presencia militar
en ambas naciones . En Myanmar, a finales de junio, el Departamento de Estado de los Estados Unidos
retiró a Myanmar
de su lista de naciones que utilizaban niños soldados, a pesar de que
no tenía ninguna razón válida para hacerlo, ya que Myanmar continúa esa
odiosa práctica. La medida, que terminó convenientemente con la
prohibición estadounidense de proporcionar ayuda militar estadounidense,
entrenamiento y armas fabricadas por Estados Unidos a Myanmar, se llevó
a cabo por encima de las objeciones de expertos de la Oficina de
Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento de Estado que
suele dar forma a la política estadounidense sobre el tema.
Estados Unidos está
dispuesto a ampliar aún más
sus vínculos militares directos con la nación a través de una enmienda
oculta dentro de la Ley de Autorización de Defensa Nacional de 2017
(NDAA). Si se aprobara, la NDAA permitiría la plena normalización de los
vínculos entre los militares de los Estados Unidos y Myanmar y
permitiría a
los Estados Unidos proporcionar el mismo nivel de asistencia técnica y
logística, así como la capacitación que actualmente brinda en Filipinas.
También abriría el camino para que los Estados Unidos establezcan una
base militar, lo que terminaría definitivamente con las esperanzas
chinas de su propia base naval en Myanmar. Mientras tanto, Israel, un
fuerte aliado de Estados Unidos,
ha estado vendiendo armas a los militares de Myanmar.
Jugar a dos bandas: un chantaje geopolítico de alto riesgo
En el contexto de la crisis de los rohingya, Estados Unidos está jugando
a dos bandas en el conflicto. Por un lado, su aliado Arabia Saudita
está financiando y fomentando la insurgencia responsable de la peor
escalada reciente de la crisis, mientras que los medios corporativos
estadounidenses muestran a esta insurgencia como "luchadores por la
libertad" y centran la atención pública en el tema en un momento
crítico. Por otro lado,
Estados Unidos está
ofreciendo a Myanmar una cooperación militar más profunda para ayudar a
combatir el problema mismo de la insurgencia que está ayudando a crear, al mismo tiempo que ofrece una mayor inversión corporativa en la economía de Myanmar.
Con las peticiones para que Suu Kyi tome medidas drásticas para hacer
frente a la cuestión que va creciendo cada día, EE.UU. tiene la
capacidad de forzar su mano, tanto encubierta como abiertamente. Si la
crisis continúa empeorando, crecerá la posibilidad de que Suu Kyi
solicite ayuda militar estadounidense para combatir un brote de
"terrorismo". Este resultado beneficiaría enormemente a Estados Unidos,
que obtendría un nuevo punto de apoyo militar en otra nación fronteriza
china y también aseguraría las riquezas de petróleo y gas de Myanmar
para sí mismo.
El interés estratégico de Estados Unidos en Myanmar está muy lejos de
limitarse a la dominación de la explotación de los lucrativos recursos
de petróleo y gas de la nación.
Una gran parte de la motivación
estadounidense es detener la influencia de los chinos, lo cual es
crucial para su estrategia regional más amplia de "contención china",
que busca crear un frente unido de la influencia estadounidense
alrededor de China para reafirmar el dominio estadounidense en la
región.
Esta meta
fue notablemente expresada
por la ex secretaria de Estado Hillary Clinton quien, en un discurso
privado en 2013, declaró "vamos a dar un toque de atención a China con
la defensa antimisiles. Vamos a aumentar nuestra flota en el área". Esta
política se puso en práctica en 2011 con el "
pivote hacia Asia" de Obama - lo que resultó en
un aumento masivo de las ventas de armas a los países vecinos de China, así como la proliferación de
insurgentes respaldados por Arabia Saudita en naciones que buscan
fomentar lazos más estrechos con Beijing, a saber, Filipinas y Myanmar.
Vea el documental del periodista John Pilger, "La próxima guerra contra
China", para un examen minucioso de la política de "contención" hacia
China de los Estados Unidos:
Con tanta
ganancia en la meta realización geopolítica de un viraje favorable en la
actual "crisis", EE.UU. también es muy consciente de lo que puede
perder si las fichas caen al revés.
Una apertura del
oleoducto Shwe a China eliminaría permanentemente la capacidad de los
Estados Unidos de imponer un bloqueo al 80 por ciento del suministro de
petróleo de China
.
La pérdida de esta gran ventaja estratégica sería desastrosa para
EE.UU. dentro de un importante conflicto geopolítico entre las dos
potencias rivales que se puede desarrollar. Dadas las
amenazas
de Estados Unidos de retirar a China del sistema bancario SWIFT, las
tensiones
en la península coreana, y la
promoción
de China de una alternativa de petróleo/oro/yuan al petrodólar, este conflicto está lejos de ser una remota posibilidad.
Por lo tanto, el interés de Estados Unidos en Myanmar es multifacético
-una siniestra unión de la creciente demanda de combustibles fósiles de
Estados Unidos y su empuje despiadado para reafirmar su dominio político
en Asia a expensas de China. Al igual que otros
esfuerzos recientes dirigidos por Estados Unidos
para controlar
los flujos globales de hidrocarburos estratégicos, el telón es el de
una insurgencia financiada por Arabia Saudita que ha provocado y sigue
fomentando una brutal represión contra un grupo minoritario en
desventaja.
El objetivo es simple: obligar a Myanmar a elegir entre los Estados Unidos o China como un "socio estratégico".
En última instancia,
los rohingya son los últimos peones de los
desesperados intentos de los Estados Unidos de aferrarse al dominio
global bajo el disfraz de "humanitarismo". Si los intereses
estadounidenses tienen éxito y expulsan a los chinos, los rohingya
seguirán sufriendo de todos modos. La única diferencia será que sus
atormentadores responderán a diferentes amos.
Artículo original en inglés: Oil, Gas, Geopolitics Guide US Hand In Playing The Rohingya Crisis