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...o de las astucias de un político bajo seria sospecha de moralidad hipócrita.
1.- De Tartufo:
Tartufo o el impostor es una obra teatral del genial comediante
universal Moliere, y cuya trama se mueve en el asunto de la moralidad
hipócrita tan propia de muchos devotos religiosos de la sociedad
francesa del siglo XVII que llegaron a tener mucha influencia política
en la monarquía, y cuyo oficio consistía en saquear herencias valiéndose
de la fe piadosa.
En la obra, Orgón es un padre de familia bastante acaudalado y con
una extraña mezcla de aristócrata y burgués, pero también es el fiel
retrato de la ingenuidad que deviene de una irreflexiva fe cristiana. Y
es así como Tartufo, un devoto y santurrón hipócrita de la fe, ha
encontrado en Orgón a su siguiente víctima y se las ha arreglado para
convertirse en su director espiritual. Las astucias verbales de Tartufo
con Orgón han llegado a tanto, y han sido tan efectivas, que ha logrado
los siguientes avances para el cumplimiento de su propósito
inconfesable, que no es sino saquear el patrimonio de su víctima. De
entrada, Tartufo ya tiene bajo su poder a la voluntad de Orgón hasta
convertirlo en un pelele capaz incluso de actuar contra los intereses
legítimos de su propia familia cuando así lo desea el dueño de sus hilos
- Tartufo -. Madame Pernell, la petulante, anacrónica y necia madre de
Orgón, ha corrido la misma suerte que su hijo. Tartufo ha logrado tal
poder que ya está aposentado de permanente en casa de Orgón y está
investido de grande autoridad en la misma a través de su pelele. Damis
ha sido corrido de casa por su padre - Orgón - a instancias de Tartufo, y
éste ya ha logrado que su pelele lo instale como beneficiario único de
su herencia. Pero hay más, porque Orgón ha accedido a entregar a Tartufo
a su joven hija Mariana en promesa de matrimonio, pese a que ésta ama
al joven Valerio. Y lo peor es que el terrible Tartufo se da el lujo de
dedicar buena parte de su tiempo en esa casa a perseguir a Elmira, su
futura suegra y esposa de Orgón, para follarla sin más, y a veces dichos
lances se desarrollan cómicamente en la misma nariz del ingenuo marido.
Como queda claro, solo los ingenuos de Orgón y su madre, madame
Pernell, creen en la fe piadosa del hipócrita de Tartufo. En tanto que
el resto de la familia - esposa, hijos y cuñado de Orgón - tienen
relativamente claros los planes perversos que se esconden tras de la
máscara de fe piadosa del hipócrita de Tartufo. Pero quien más destaca
en las sospechas sobre Tartufo es Dorina, la sirvienta de la casa, que
ya es parte de la familia, y que se muestra como la más inteligente,
perspicaz y sensata en todo este enredo.
2.- De Tartufo en el dilema Gordillo:
Le he traído a cuentas esta comedia de Moliere porque, en mi opinión,
los mexicanos estamos escenificando la misma trama de Tartufo en el
show mediático de la Gordillo encarcelada. En efecto, en el centro está
Enrique Peña Nieto - Tartufo -. Por la derecha están los partidarios de
Enrique - Orgón y Madame Pernell -, que afirman que el acto de este
hombre es moral, o al menos un acto de justicia sin atreverse a
calificarlo en el sentido moral. Por la izquierda están los detractores
de Enrique - Elmira, Damis, Mariana, Cleanto y Dorina -, que afirman que
dicho acto es producto de una moralidad hipócrita que obra a manera de
medio enderezado a otros fines perversos. Sin embargo, hasta ahora no
sabemos quién tiene la razón en nuestra puesta en escena de la comedia
de Moliere. Y es esto lo que trataré de esclarecer en este apunte.
3.- De los pecados en los críticos de Enrique Peña Nieto:
Si usted asume el asunto Gordillo por sí mismo, es decir, atenido
solo a los hechos del caso y a los discursos de las partes implicadas -
Enrique Peña Nieto, acusadores, defensores, medios, y la misma Gordillo
tras las rejas -, le garantizo que todo análisis nos llevará a la
necesidad de tener por buena la acción de Enrique Peña Nieto. Pero
además, esto le pondrá en posición muy sólida para afirmar que los
detractores de Enrique en este caso son unos necios incompetentes que
han perdido el juicio. Y le doy enseguida los principales pecados de
estos críticos cuando vemos este asunto de la Gordillo como ya dije: por
sí mismo.
Supongo que todos, partidarios y detractores del caso, estaremos de
acuerdo en que Elba Esther Gordillo solo ha sido víctima de sus propios
excesos y torpezas. Por más inteligente que ella crea ser, al final
demostró ser una mujer muy torpe en virtud de que su razón práctica no
le sirvió para calcular con precisión y sin sesgos los límites de sus
facultades apuntadas a su utilidad personal. Y en ese cálculo errado
terminó traspasando los límites impuestos por nuestro sistema de leyes y
hoy ya paga las consecuencias.
Pero los críticos de Enrique pecan de parcialidad al enderezar su
vista al móvil de la acción pasando por alto las consecuencias de la
misma - el encarcelamiento de Elba Esther -. Esto me parece ilegítimo
toda vez que no tiene otro interés que despreciar deliberadamente el
resultado positivo a manera de beneficio público. Y esto debe quedar
claro siempre que tengamos presente que ninguna ética es suficiente para
resolver estos dilemas y eso nos exige a estar atentos a ambas cosas:
el móvil y la consecuencia.
En cuanto a los móviles de la acción de Enrique Peña Nieto solo
tenemos dos opciones: o ha actuado contra Gordillo movido por su deseo
de abonar en su propia legitimidad, o ha actuado movido por las
exigencias de la ley. Sin embrago, los críticos pecan de falta de
objetividad y de temeridad al entregarse a la especulación en torno a
los móviles de la acción para luego afirmar que este hombre ha actuado
movido por el premio de la legitimidad. Y afirmo que especulan puesto
que jamás estaremos en condiciones de tener certeza en torno al móvil de
Enrique Peña Nieto en este asunto por tratarse de una cuestión del
fuero interno de él.
En el mundo real, los políticos de carne y hueso que se tienen por
cuerdos compiten con la vista puesta en la legitimidad, que no es sino
el natural egoísmo humano limitado por nuestros sistemas de moral y que
llamamos prestigio. Y es gracias a esta competencia o emulación que, lo
que ha arrancado desde un impulso egoísta en los individuos políticos,
termina por generar beneficios públicos en la sociedad. Cierto también
que, en el caso de la política, el prestigio puede ser asumido
conscientemente como un fin en sí mismo, o bien como un fin intermedio
apuntado a fines ulteriores, como puede ser la felicidad del colectivo -
el bien - o la sola felicidad del político - el mal -. Y así tiremos de
coces, ésta es una verdad de hecho que atestiguan nuestros sentidos y
los registros históricos, porque hasta hoy no hemos sabido de un
político, al menos uno, que conscientemente busque el desprestigio o que
desprecie la maximización de su prestigio como fin.
Ahora bien, supuesto el caso de que el móvil de Peña Nieto haya sido
su legitimidad - prestigio -, tal como afirman los críticos, luego
entonces se concluye que estos críticos pecan de ingenuidad al omitir
toda consideración a la política del mundo real.
Luego, resulta que esos críticos terminan por mostrar debajo de esa
retórica especulativa, no realista, lo que muy probablemente es el
verdadero móvil de su crítica: el egoísmo. Cierto, egoísmo que aflora a
manera de celo o coraje por el hecho de que Peña Nieto haya logrado una
buena dosis de abono a su prestigio valiéndose de manera legítima de la
ley para meter a la cárcel a la Gordillo, lo cual se amplifica en sus
alcances porque es un golpe que ha reportado un beneficio público a la
sociedad.
Pero ya vistas las cosas así, luego entonces estos mismos críticos
asumen una condición sospechosa en lo que toca a su integridad ética y a
su astucia. La condición ética sospechosa se sostiene a menos que
estemos dispuestos a creer que es ético movernos por el egoísmo para
lanzar juicios sesgados que intentan pasar por objetivos. Y en lo que
toca a la astucia, solo he de decir que quien se escandaliza con un
éxito parcial del contrario solo deja ver que es ingenuo al asumir que
éste es más tonto que él.
Como puede ver el lector, todos esos pecados irán derivando solos
como pesadas losas sobre la espalda de los críticos de Enrique Peña
Nieto si usted se pone a analizar el asunto Gordillo "por sí mismo". Y
cuando digo "por sí mismo", me refiero a que lo analice abstraído,
aislado, en conexión solo con los hechos que le son propios
directamente. Y esto es así, porque en ese terreno los hechos propios
del caso son solo apariencias, toda vez que los verdaderos móviles de la
acción de Enrique Peña Nieto son solo datos para él.
En este sentido, es claro que lo mejor que se puede hacer en este
caso es abstenerse de polemizar en esto porque todo intento en ese
sentido solo llevará a cometer los pecados ya señalados antes, y eso
lleva a una posición absolutamente vulnerable frente a los argumentos de
los priistas. Este abandono de la polémica se exige con más apremio
porque el asunto Gordillo ha reportado beneficios públicos tangibles que
son suficientes, no solo para aplastar toda polémica en contra, sino
para llevarla al nivel de lo absurdo ante la opinión pública, lo cual
reporta más pérdidas que ganancias. Y todo los anterior ha de obligar a
aceptar que los priistas han ganado esta partida y que el resultado ha
abonado bastante en el prestigio de Enrique Peña Nieto, lo que pone a
los críticos en la posición de tener que reconocer que los priistas son
al menos tan astutos como ellos.
4.- De las ventajas de los partidarios de Enrique Peña Nieto:
No obstante que los partidarios de Enrique Peña Nieto en este asunto
están atrapados también en el terreno de las apariencias,
imposibilitados para conocer los verdaderos móviles de este hombre, es
claro que gozan de grandes ventajas en la polémica. Y solo me limitaré a
decir que tienen a su favor el resultado de la acción que ha reportado
un beneficio público de hondo calado: el encarcelamiento de Elba Esther.
Y créame que ese solo dato del mundo real tiene el poder suficiente
para investir de enorme poder persuasivo a la especulación más
insospechada en torno al móvil de Enrique Peña Nieto en este enredo.
Le garantizo que si los partidarios de Peña Nieto dicen mañana que
este hombre lo hizo porque es respetuoso de la moralidad, la mayoría de
la gente concederá. Le garantizo también que si se asumen más realistas y
arguyen que el móvil ha sido el prestigio, la legitimidad, una mayoría
dirá lo siguiente: Bien, por mí que siga buscando más legitimidad si con
eso logra meter al bote a todos los bribones del país.
5.- De la prudencia:
Ya hemos visto que analizar el asunto Gordillo en esos términos, "por
sí mismo", nos constriñe a asumirlo solo en sus hechos aparentes, en el
discurso de las partes implicadas - Enrique Peña Nieto, los acusadores,
los defensores, los medios, y una Gordillo tras las rejas -. Sin
embargo, este tipo de análisis es propio de los jueces o de un
académico. Pero sucede que nosotros, los ciudadanos, ni somos jueces y
ni estamos en un salón de clases. Estamos exigidos, eso sí, a juzgar del
asunto desde el plano de nuestro ejercicio de la política, y ello nos
exige, a su vez, trascender para conectar el asunto Gordillo con la
realidad política de nuestro tiempo. Y sucede que cuando damos ese salto
hacia la realidad más amplia, pasamos a un terreno que trasciende al
análisis de salón y que se llama: prudencia.
Cuando pasamos al terreno de la prudencia, o de la inteligencia
aplicada a la vida practica, todo intento de juicio sobre cualquier
asunto nos exige ceñirnos a una máxima inspirada en Santayana y Ortega y
Gasset: atenernos a la experiencia acumulada para saber a qué atenernos
y no cometer el mismo error dos veces. Pero como en esto no hay
verdades universales y necesarias y sí solo probables, nos vemos
obligados a hablar en la siguiente forma en torno al caso Gordillo.
Como la experiencia acumulada nos demuestra de manera palmaria que
los políticos priistas buscan el poder para satisfacción de sus propios
intereses egoístas, y no así para la satisfacción de los intereses del
colectivo, podemos suponer con máxima verosimilitud - pero no afirmar -
que la acción de Enrique Peña Nieto en el caso Gordillo está enderezada a
los siguientes tres fines, por lo menos: Primero, a saldar cuentas en
un juego de mafias inconfesable. Segundo, a montar una cortina de humo
mediática para encubrir el proceso de negociación del programa de
reformas del PRI. Y tercero, a abonar más legitimidad a Enrique Peña
Nieto y, por ende, a obsequiar más credibilidad al sospechoso programa
de reformas del PRI.
Y para despejar dudas sobre el buen grado de confianza que podemos
guardar respecto a esta percepción de las cosas, nos basta con
remitirnos al Enrique Peña Nieto de la FIL. Hágase dos preguntas el
lector a este caso: Si este hombre ha sido incapaz de resistir la
tentación de hacerse pasar como intelectual y autor de un libro bajo
sospecha de plagio a fin de abonar en su prestigio de manera ilegítima,
¿será incapaz de usar el asunto Gordillo como cortina de humo y de abono
de legitimidad para el logro de su sueño más cumplido como es la
reforma energética? Luego, ¿aquel hombre que es incapaz de resistir las
mínimas tentaciones es acaso capaz de resistir las tentaciones en su
máximo grado? Y le recuerdo que, en el caso de Enrique Peña Nieto, la
tentación de hacerse pasar por intelectual es infinitamente menor a la
tentación de privatizar la renta petrolera. No hay punto de comparación
si atendemos al perfil de la persona.
6.- Moraleja:
Si la prudencia nos indica con máxima verosimilitud que el Enrique
Peña Nieto del asunto Gordillo está actuando como un Tartufo criollo, a
la mexicana, luego solo me resta dejarle la siguiente moraleja. Es una
moraleja donde usted debe posicionarse en el papel de Orgón y en el
papel de Dorina para valorar.
El gran error del Orgón de Moliere consistió en que se dejó atrapar
por el discurso y los hechos aparentes de Tartufo; es decir, del Tartufo
aparente, del Tartufo con independencia de la realidad. Y la seducción
de ese Tartufo aparente sobre Orgón fue de tal grado, que éste terminó
por desconectar su inteligencia de la realidad que se desarrollaba en el
entorno general de su casa y de la sociedad de su tiempo. Y fue así que
cerró los ojos a la realidad, creyó en su director espiritual, y luego
consintió torpemente en cumplir todas las caprichosas solicitudes del
tramposo de Tartufo por el simple hecho de que las mismas solicitudes,
por sí mismas, le parecían piadosas. Por el contrario, si la sirvienta
Dorina pudo dar cuenta anticipada de la hipocresía de Tartufo fue porque
no se dejó seducir por el discurso y los hechos aparentes de Tartufo y,
por ello, siguió conectada con la realidad de la casa y de la sociedad
de su tiempo.
Los costos del error para Orgón hubieran sido fatales - saqueo
completo de su patrimonio y el robo de su hija - si es que no despierta
para conectarse de nuevo con la realidad gracias a las audaces acciones
de Dorina. Y de cierto que al pobre de Orgón de nada le hubiera valido
ese despertar tardío a la realidad si éste no se conjuga con la final,
oportuna y milagrosa intervención del rey de Francia que acudió en su
amparo.
En el asunto Gordillo es muy fácil caer en la imprudencia de Orgón.
Es fácil porque este papel tiene el seductor anzuelo de la voz de la
autoridad. Fácil porque los hechos aparentes juegan a su favor y es
imposible que alguien le demuestre lo contrario por lo indescifrable del
asunto. Y como lo anterior genera mayoría de adhesiones, luego es fácil
porque nos deja la percepción de estar en la verdad por estar a favor
de la corriente. Y para cometer esta imprudencia usted solo necesita
hacer lo mismo que hizo este cómico personaje en la trama de Moliere, y
que es lo mismo que hacen los que aplauden y alaban a Enrique Peña Nieto
en este episodio: juzgar el asunto Gordillo "por sí mismo", es decir,
abstraído o desconectado de la realidad política de nuestro tiempo y
apelando solo a los hechos aparentes y al discurso de los protagonistas -
Enrique Peña Nieto, los jueces, los acusadores, los defensores, los
medios y la Gordillo tras las rejas -.
Que no le quepa la menor duda de que la vía prudente en esto es la de
Dorina, la sirvienta: juzgar del asunto Gordillo apelando a la
experiencia acumulada para saber a qué atenernos con Tartufo. Pero
también hay que decir que es la vía ardua por dos motivos: tiene poco
poder persuasivo porque va contra la voz de la autoridad, contra las
apariencias - tan amadas éstas por la mayoría -, y porque sus razones se
extienden más allá del asunto en cuestión; y tiene que ser muy objetivo
para no incurrir en los pecados señalados arriba.
Y no olvide una cosa muy importante: Si nos dejamos seducir por
Tartufo y despertamos tarde, no tenemos un rey ni a un Dios que nos
salve. Si sucede eso, todo estará perdido.
Buen día