Entre
los días 5 al 10 de junio del año 1967 las fuerzas sionistas, atacaron a
los ejércitos de Egipto, Siria, Irak y Jordania bajo el pretexto, que
las fuerzas egipcias apostadas en la península del Sinaí representaban
un peligro para Israel.
Una contienda bélica, que tendría amplias
repercusiones en la vida política de las naciones árabes de Oriente
Medio y sobre todo, significaría el inicio de la ocupación del
territorio palestino tanto en la Franja de Gaza como en los territorios
de la Ribera Occidental. Un proceso conocido en la historiografía
palestina como Al Naksa – Contratiempo o revés - النكسة - Únase a ello
la apropiación de la Península del Sinaí a Egipto y los Altos del Golán a
Siria. Con el paso de los años el único territorio devuelto a su
legítimo propietario ha sido la Península del Sinaí, mediante un acuerdo
entre el régimen de Israel y Egipto. Todo, bajo el patrocinio
estadounidense.
La excusa que permitió dar inicio a la guerra de
agresión sionista contra las fuerzas árabes ha sido repetida hasta el
cansancio por la historiografía occidental y sobre todo por un sionismo,
que en general suele vestirse de víctima, pero que ha sido desmentida
incluso por políticos que han regido los destinos de esta entidad nacida
al alero de las Naciones Unidas y la protección Occidental el año 1948.
Una guerra que además mostraba a un Israel a quien se le había cedido
de las más moderna tecnología de guerra, incluyendo el desarrollo de un
programa nuclear desde la década de los 50 – con apoyo estadounidense,
francés y británico – dotándola, por tanto, de armas de destrucción
masiva.
A CONFESIÓN DE PARTE RELEVO DE PRUEBAS
Un
desmentido que el sionismo se encarga de ocultar, pues afecta la
política de victimización establecida a partir del fin de la segunda
guerra mundial, que le ha otorgado réditos multimillonarios a manos de
indemnizaciones pagadas por países como Alemania y el sistema bancario
suizo. A lo que se une el beneficio mayor: conseguir hace 70 años la
partición de Palestina y la entrega del 53 % del territorio histórico de
Palestina a colonos sionistas que en un 90 % son de origen ajeno a
Oriente Medio. Realidad reconocida, por ejemplo por el
presidente de la comunidad sionista de Chile, Shai Agosin,
quien no sólo negó la existencia de Palestina – como suele ser la línea
discusiva del sionismo a través de la implementación de la Hasbara.
Agosín aseveró que
“el 90% de la población israelí es inmigrante, no nació en Israel" reconociendo el carácter colonial del sionismo desde su proceso de implantación en Palestina.
En
el campo de los desmentidos a la excusa israelí para la guerra de 1967
tenemos al ex Primer Ministro israelí – 1977-1982 - Menahem Begin,
nacido el año 1913 en Bielorrusia - quien declaró al The New York Times
el 21 de agosto del año 1982 que en las semanas previas a la Guerra de
Junio del año 1967
“la concentración de tropas egipcias no probaban
que Gamal Abdel Nasser – en ese entonces Presidente de Egipto –
realmente fuera a atacarnos. Debemos ser honestos con nosotros mismo.
Fuimos nosotros quienes decidimos atacarlos”. Para mayor
abundamiento el día 14 de abril de 1971, el periódico israelí
Al-Hamishmar , emitió una declaración hecha por Mordechai Bentov, un
miembro del nuevo Gobierno de Unidad Nacional Israelí de 1967:
"Toda
la historia del peligro de exterminio fue inventado en cada detalle y
exagerado para justificar la anexión de nuevos territorios árabes ".
Ilan
Pappe, un renombrado historiador judío afirma que “la entrada de los
egipcios en el Sinaí fue una respuesta a la llamada desesperada de ayuda
del Ministro de Defensa sirio, Hafed al Assad, para rebajar la presión
contra su país…las amenazas israelíes terminaron finalmente en una
alianza militar entre la propia Siria, Egipto y Jordania. El gobierno de
Tel Aviv reaccionó movilizando a decenas de miles de reservistas y
aumentando su presencia en la frontera. Egipto cerró el Estrecho de
Tirán…” En Israel se desató el frenesí bélico y se llamó al gobierno a
Menahem Begin y Moshe Dayan – reconocidos políticos extremistas - El
gobierno de Eshkol encargo a Dayan organizar el golpe militar que se
asestaría contra el mundo árabe. De la exacerbación bélica se pasó a las
operaciones de destrucción apoyado por el moderno armamento occidental.
A
mediados de mayo del 2017 los documentos desclasificados por el
gobierno sionista con referencia a la guerra de junio demuestran que los
pretextos esgrimidos, la compra de información sobre el armamento
soviético usado por las fuerzas árabes, el apoyo político, diplomático y
de inteligencia otorgado por Washington – y la respectiva luz verde
para atacar – le permitieron asestar un duro golpe a la soberanía de
numerosos países árabes y sobre todo ocupar los sagrados recintos de Al
Quds, ubicados en la parte Este. Una de las primeras medidas aprobadas
por el Gabinete sionista tras la contienda de 1967 fue la expulsión de
las familias palestinas que habitaban en un barrio donde también vivían
judíos al interior del recinto amurallado. Comenzaba así la segunda ola
de refugiados palestinos.
Menahem Begin, no sólo reconoció que la
guerra de junio fue una guerra de agresión, sino que al mismo tiempo
consigna que esta campaña fue preparada desde el momento mismo que se
dio término a la Guerra del año 1956, cuando Francia, Gran Bretaña y la
propia Israel atacaron a Egipto por la decisión de su líder Gamal Abdel
Nasser de nacionalizar el Canal de Suez. Un Begin imbuido de un profundo
racismo y desprecio contra la población árabe. Un colono que aspiraba a
la expulsión de todos los árabes de tierras palestinas al considerar
que los judíos tenían “un derecho histórico” sobre esas tierras avalado
por un mito religioso. Un Begin que propugnaba, con premura “incrementar
la inmigración hebrea y aumentar la tasa de natalidad de nuestras
familias”
UNA GUERRA PARTE DE UN PROCESO DE EXPANSIÓN COLONIAL
La
guerra de junio del año 1967 fue una fase más del proyecto colonial y
expansionista del sionismo con el objetivo de llevar a la práctica su
mito político y religioso del Gran Israel. Una cabeza de playa
permanente del imperialismo contra los pueblos árabes y en general
contra el mundo islámico. No hubo llamados al diálogo, no se convocó al
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas simplemente se llevó a cabo
la operación militar bajo la inspiración de la doctrina de uno de los
terroristas sionistas más renombrados: Moshe Dayan – ex miembro del
Ejército Británico - expulsado por apoyar a las organizaciones
terroristas judías y atacar a las fuerzas británicas que ejercían su
mandato colonial en Palestina - miembro de la organización terrorista
judía Haganá y exMinistro de Defensa y Relaciones Exteriores en diversos
gobiernos sionistas –.
Para Dayan
quien ejerció como jefe del Estado Mayor del Ejército Sionista en la
guerra del año 1956, sólo era posible ejercer la violencia para llevar a
cabo los planes de expansión del sionismo. Previo a la Guerra de Junio
declaraba
“Israel debe ver la espada como el principal, si no el
único instrumento para mantener su moral alta, y del mismo modo, para
mantener su tensión moral. Con este fin, debe inventar peligros y para
ello debe adoptar el método de la provocación y la venganza. Esperemos
que prontamente haya una nueva guerra con los países árabes, para que
podamos finalmente deshacernos de nuestros problemas y adquirir nuestro
espacio”. Ese deseó se vio concretado el 5 de junio del año 1967.
La
Naksa, la derrota de fuerzas árabes a manos del sionismo y sus apoyos
en armamento, inteligencia área, satelital, naval y terrestre, político y
diplomático; mostró la real dimensión del peligro sionista en Oriente
Medio. Una entidad decidida a
“mandar a todos los árabes a Brasil si se pudiera” como
declaró el gobierno de la época presidido por el Primer Ministro Levi
Eskhol. Un Eskhol que además de estas ideas delirantes fue capaz de
alertar lo que se venía, según consta en las actas desclasificadas y
dadas a conocer al mundo hace menos de dos semanas
“Israel se ha
convertido con la ocupación de los territorios palestinos en un Estado
imperialista. Se presenta así el dilema sobre las futuras relaciones con
Egipto, la situación en el Sinaí, la libertad de navegación en el golfo
de Äqaba y el canal de Suez. Cuál va a ser el estatus de Cisjordania,
el de la Ciudad Antigua de Jerusalén…”
La Guerra de Junio
también consignó un hecho inequívoco: Israel se había sentado, en
función de sus afanes expansionistas “sobre un barril de pólvora” como
lo definió el ex Ministro de Relaciones Exteriores del Sionismo Abba
Eban, dando cuenta con ello que más temprano que tarde el régimen
israelí y su política acarrearía un dilema de difícil solución
“Estamos
aquí asentados con dos poblaciones: una que goza de todos los derechos y
otra a la que se les niega. Este cuadro con dos tipos de ciudadanos es
muy difícil de defender, incluso en el contexto especial de la historia
judía. El mundo se pondrá de parte de un movimiento de liberación de
millones de palestinos, rodeados por decenas de millones de árabes” Un temor que tras medio siglo de ocupación les sigue estallando en la cara.
La
guerra de Junio cambió el mapa de Oriente Medio. Amplios espacios de
territorios pasaron a manos de una entidad dotada de una ideología
colonialista, racista y criminal. Un movimiento político-ideológico
“obsesionado por el espacio y la tierra” Ocupación quetras la guerra de
junio, significó la creación de fortificaciones, asentamientos en los
territorios ocupados, un auge de proyectos inmobiliarios, inversiones
alentadas por el lobby judío estadounidense, francés e inglés. Un
desarrollo económico que tenía como esencia la prosperidad a costa de la
vida de millones de palestinos, la presión de un pueblo que veía aún
mas cortadas sus ansias de autodeterminación y la política establecida a
manos de una ideología totalitaria y criminal que contra toda la
legislación internacional ha hecho oídos sordos a las exigencias de
retirarse de los territorios ocupados.
Más temprano que tarde este
barril debe explotar para lograr la definitiva autodeterminación
palestina, la liberación de los Altos del Golán y la erradicación
definitiva del sionismo de Oriente Medio. Tras 50 años de ocupación, es
indispensable que el Eje de la Resistencia y todo aquel ser humano digno
trabaje por la destrucción del sionismo. Sea en el campo de batalla, en
las campañas de Boicot, Desinversión y Sanciones – BDS. Sea en foros
internacionales, desafiando las leyes racistas de Israel, denunciando
sus conferencias revisionistas que suelen tergiversar la historia, en el
marco de esta estrategia de la post verdad– instalar argumentos falsos
como si fuesen verdaderos -
La guerra de junio y sus resultados
son celebrados con alborozo por las comunidades sionistas en el mundo.
Con un regocijo que sólo los criminales pueden exhibir. En Chile, entre
el 5 al 10 de junio en el centro de eventos denominado Estación Mapocho,
bajo el eufemismo de una denominada “Semana de Jerusalén” el sionismo
llama a celebrar 50 años de "renovación" de Al-Quds. La mentira, el
descaro, la usurpación, el reescribir la historia al antojo de sus
intereses políticos y su mito religioso es parte de la estrategia
sionista. Según el embajador sionista en Chile, Eldad Hayet, la Semana
de Jerusalén tiene por objetivo "festejar los 50 años de la
reunificación de Jerusalén". Palabras violatorias del derecho
internacional expresadas impunemente por el representante israelí en
Chile, que llama reunificación al expolio, la ocupación, el despojo y el
crimen. No existe una idea de 50 años de renovación tras la guerra de
Junio de 1967, sino que 50 años de ocupación, crímenes, colonialismo y
racismo a manos de la entidad sionista.