Jared Kushner es un individuo muy secreto de quien no se sabe
gran cosa, cuando más que tenía una alta opinión de la justicia y que
quería ser fiscal. Pero cuando su padre fue arrestado y encarcelado por
fraude fiscal, él vivió aquello como una injusticia. Según Jared
Kushner, su padre había caído en una trampa judicial. Él abandonó
entonces sus estudios de derecho y se dedicó a tratar de salvar la
empresa familiar de promoción inmobiliaria, lo que logró con creces.
Durante ese periodo, se construyó la imagen más lisa posible para
distanciarse de las acusaciones contra su padre.
Su suegro, Donald Trump, parece tener una extrema confianza en él, al extremo de haberlo encargado
de facto
de dirigir su campaña electoral. Algunos de sus adversarios expresaron
sorpresa cuando Kushner fue capaz de organizar la campaña con medios
irrisorios, logrando pese a ello la victoria.
Desde su llegada a la Casa Blanca, el presidente Trump lo hace
participar en las reuniones más secretas, aunque Jared Kushner
no dispone de la acreditación necesaria para tener acceso a secretos
militares, acreditación que nunca se le ha concedido.
Con la esperanza de pasar a la historia por haber logrado algo de
lo que sus predecesores siempre hablaron sin lograr alcanzarlo,
el presidente Trump ha encargado a Jared Kushner de resolver el
conflicto israelo-árabe y de pacificar el Medio Oriente. Es una apuesta
particularmente arriesgada, sobre todo teniendo en cuenta que este joven
de 36 años tomó posición en el pasado por Israel, aportando incluso
respaldo financiero al ejército israelí y a colonias judías en tierra
palestina. Sin embargo, es posible, por tener Kushner gran necesidad de
conseguir la aceptación de su propio medio, que esas donaciones tengan
un significado diferente al que se les atribuye a primera vista.
La nominación en esa función de una persona de confianza pero
totalmente carente de experiencia diplomática es la segunda apuesta del
presidente Trump. Visto el fracaso de los diplomáticos profesionales,
Trump ha apostado por un enfoque nuevo sobre un viejo problema. Para
cumplir esta misión, Jared Kushner ha obtenido un privilegio muy
poco frecuente: es el único alto funcionario cuyas entrevistas con
personalidades políticas extranjeras no quedan plasmadas en actas.
Nadie podrá por tanto reprocharle tal o más cual torpeza, o ni siquiera
criticar su manera de abordar los temas tratados. Ni siquiera el
secretario de Estado ya que Jared Kushner sólo rinde cuentas al
presidente.
En opinión de las personalidades que se han reunido con él, Kushner sigue los mismos principios que su suegro:
primeramente, aceptar la realidad, aunque eso implique tener que abandonar una retórica oficial existente desde hace mucho;
en segundo lugar, considerar todas las ventajas que puede sacar de los acuerdos bilaterales anteriores;
en tercer lugar, tener en cuenta, en la medida de lo posible, el Derecho multilateral.
La única diferencia con su suegro reside en su perfecto mutismo, en
oposición con las declaraciones provocadoras y contradictorias que el
presidente utiliza para sacudir a sus interlocutores.
Durante los 6 últimos meses, Jared Kushner multiplicas sus idas y
venidas en el Medio Oriente, principalmente a sus dos destinos
predilectos: Arabia Saudita e Israel. Lo que acabamos de ver,
sin entenderlo, es el inicio de su acción.
Arabia Saudita
La realidad de Arabia Saudita era, desde el punto de vista de Trump durante su campaña electoral:
• la acumulación de petrodólares que son masivamente dólares que
Estados Unidos ha pagado por un petróleo que los sauditas no fabrican;
• el papel central del reino saudita, bajo control del MI6 británico
y de la CIA, en la lucha contra el nacionalismo árabe y en la
manipulación del terrorismo islámico;
• su crisis en materia de sucesión.
Los acuerdos bilaterales son los que firmó Franklin Roosevelt con el primer rey saudita, Abdulaziz Ben Saud, a bordo del
USS Quincy,
en 1945, renovados por George Bush hijo en 2005 y hasta 2065. Aunque
esos acuerdos nunca se han publicado, numerosas personas que
participaron en su negociación los han resumido de la siguiente manera:
• El rey de Arabia Saudita acepta que Estados Unidos controle su
petróleo, mientras que Estados Unidos se compromete a proteger al rey y,
por ende, su propiedad privada… lo que conocemos como Arabia Saudita.
• El rey de Arabia Saudita se compromete a no obstaculizar
la creación de un Estado para la población judía del antiguo Imperio
Otomano, mientras que Estados Unidos favorece su papel regional.
Así que Jared Kushner preparó la cumbre del 21 de mayo de 2017 que
reunió en Riad a casi todos los jefes de Estado del mundo musulmán
alrededor del presidente Trump. Arabia Saudita cortó inmediatamente los
contactos con la Hermandad Musulmana y dejó de financiar los grupos
yihadistas en el mundo entero –al menos con casi todos, con excepción de
Yemen [
1]. El reino puso en juego su influencia para convencer a los demás Estados musulmanes presentes.
Pero ese éxito tiene su costo:
• Qatar rechazó la nueva política estadounidense. Negándose a aceptar que gastó inútilmente 137 000 millones de dólares [
2]
contra Siria, Qatar ha mantenido su respaldo a algunos yihadistas.
Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos decidieron entonces, por
su cuenta, imponerle un bloqueo. El secretario de Estado Rex Tillerson
trató de mantenerse al margen de esa disputa, pero Kushner y el
presidente Trump se pusieron del lado de Arabia Saudita.
• Kushner se comprometió a ayudar al rey Salman a arreglar como le parezca la cuestión de la sucesión del trono.
El golpe palaciego del 4 de noviembre
A finales de octubre, Jared Kushner estuvo 3 días en Arabia Saudita.
Allí sostuvo largas sesiones de trabajo con el hijo del rey, el príncipe
Mohamed Ben Salman (apodado MBS) y elaboró con él la lista de miembros
de la familia real que había que neutralizar. Al no saber cómo
reaccionaría la Guardia Real cuando el príncipe Muteb fuera depuesto,
Kushner puso los mercenarios de Academi (antiguamente Blackwater) a la
disposición del príncipe Ben Salman para la realización de los arrestos.
Finalmente, recordando la campaña mediática contra su padre, también
proporcionó especialistas en comunicación para disimular el golpe
palaciego bajo el bello discurso de la «
lucha contra la corrupción».
Jared Kushner ya había abandonado Riad cuando el primer ministro
libanés, Saad Hariri –legalmente hijo del asesinado primer ministro
Rafic Hariri, pero en realidad hijo biológico de un príncipe del clan
Fahd [
3]– fue “invitado” a viajar urgentemente a Riad «
para ser recibido por el rey Salman». Todos saben lo que sucedió después [
4]:
el discurso de renuncia de Saad Hariri y los arrestos o ejecuciones de
todos los príncipes que podían oponerse al nuevo proceso de sucesión o
incluso reclamar el trono.
Ya arrestados, los cientos de primos del príncipe heredero Mohamed
Ben Salman fueron puestos en cautiverio. Uno tras otro aceptaron,
a veces bajo tortura, entregar sus fortunas al nuevo “hombre fuerte” del
reino, quien recolecta así más de 800 000 millones de dólares, según el
Wall Street Journal [
5].
No se ha escuchado en todo el mundo ni una voz a favor de esos
multimillonarios desbancados, que hasta ahora eran miembros de los más
prestigiosos consejos de administración.
Algunos testigos aseguran que varios miembros de la familia real
tuvieron que ser hospitalizados y recibir cuidados médicos antes de
volver a ser interrogados. El príncipe heredero Mohamed Ben Salman dice
haber liberado a varias personalidades, como el propio príncipe Metab,
el príncipe Turki Ben Abdallah, el doctor Ibrahim ben Abdelaziz
ben Abdallah al-Assaf (ex ministro de Finanzas del reino) y Mohamad
ben Abdel Rahman al-Tubaichi (ex jefe de Protocolo de la corte).
Parece evidente que esa historia no ha terminado aún. Conforme a las
instrucciones del presidente Trump, Jared Kushner tratará ahora de
obtener para su país parte de las fortunas confiscadas.
El caso de Hariri
Contrariamente a lo que afirma la prensa francesa, París no tuvo
mucho que ver con la liberación del primer ministro libanés. Es cierto
que el presidente francés Emmanuel Macron intervino en el asunto –Saad
Hariri tiene 3 nacionalidades, es al mismo tiempo libanés, saudita y
francés. Y también es cierto que Macron viajó personalmente a Riad, pero
fue para ser objeto de una grave humillación [
6]. La única acción útil vino del presidente libanés Michel Aoun.
Francia se estrelló contra una realidad muy simple: en derecho
internacional, las personas que tienen más de una nacionalidad no pueden
disponer de inmunidad diplomática en un país cuya ciudadanía ostentan.
Pero el presidente libanés Michel Aoun logró inclinar la balanza al
defender no al individuo Saad Hariri sino a su primer ministro.
Es evidente que arrestar y poner bajo prisión domiciliaria al jefe de
gobierno de otro país sin ningún tipo de procedimiento judicial
constituye un acto de guerra. Por cierto, en la prensa internacional
bullían rumores sobre un posible bombardeo saudita contra el Líbano.
Los servicios del presidente libanés incluso amenazaron con llevar el
asunto ante el Tribunal Arbitral de las Naciones Unidas y el Consejo de
Seguridad de la ONU. El presidente del Líbano también se puso
en contacto, a través de su homólogo sirio Bachar al-Assad, con el
presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi, quien sirve de enlace entre
los proestadounidenses y los que se oponen al imperio yanqui. Fue el
presidente al-Sissi quien telefoneó a Jared Kushner y obtuvo, con apoyo
del estadounidense, la liberación del primer ministro libanés Saad
Hariri. Este último, al ser liberado, viajó de inmediato al Cairo para
agradecer la intervención de al-Sissi.
La cuestión israelo-árabe
Queda la cuestión israelo-palestina.
La cruda realidad es que:
• Desde hace 70 años, Israel ha venido usurpando constantemente
territorios pertenecientes a sus vecinos. Actualmente ocupa el Golán
sirio, las llamadas Granjas de Shebah libanesas y gran parte de los
territorios palestinos de 1967, incluyendo casi todo el este de
Jerusalén.
• Los dirigentes de la resistencia palestina han sido casi todos
neutralizados por Israel: muchos han sido asesinados, Tel Aviv ha
dividido a los palestinos en facciones rivales, los sobrevivientes de
al Fatah se han dejado en su mayoría sobornar por sus propios enemigos
mientras que los dirigentes del Hamas han colaborado abiertamente con el
Mossad israelí para eliminar a sus rivales [
7]. Sólo luchan aún por los derechos de los palestinos algunos pequeños grupos, como la Yihad Islámica y el FPLP-CG.
• Los palestinos y los demás pueblos árabes y/o musulmanes
ciertamente conservan el sentido de justicia y militan por el respeto de
los derechos inalienables del pueblo palestino. Pero, por falta de una
representación política creíble, no logran hacer otra cosa que desfilar
por decenas de millones el «
Día de Jerusalén».
Los acuerdos bilaterales son:
• La aplicación del proyecto expresado en la declaración británica
Balfour y en los 14 puntos del presidente estadounidense Wilson al crear
Israel [
8].
• La carta que el presidente estadounidense George Bush hijo dirigió
al primer ministro israelí Ariel Sharon, donde se refuta el derecho de
los palestinos al retorno y que además reconoce los territorios que
Israel ha venido conquistando, desde 1949, como parte integrante de
Israel [
9].
Los acuerdos multilaterales son:
• Las resoluciones 242 [
10] y 338 [
11] del Consejo de Seguridad de la ONU y el artículo 49 de la 4ª Convención de Ginebra.
El presidente Trump y sólo algunos de sus consejeros son los únicos
que conocen el escenario que ha escrito Jared Kushner. Este último ha
seguido la política de sus predecesores, que consiste en reducir la
cuestión israelo-palestina a un simple diferendo israelo-palestino.
Siguiendo la línea de John Kerry, Kushner ha favorecido la
reconciliación entre al-Fatah y el Hamas en contra de Israel y logró
hacerles firmar, el 12 de octubre en El Cairo, un acuerdo que no ha
podido imponer al FPLP-CG ni a la Yihad Islámica) [
12].
Impuso la nominación, a la cabeza del Hamas, de un amigo de infancia de
Mohammed Dahlan, líder de al-Fatah, preparando así la fusión de los dos
movimientos.
Estas dos facciones palestinas exponen discursos radicalmente
diferentes. Al-Fatah ve Israel como una segunda Rhodesia, o sea como un
Estado colonial que se ha autoproclamado independiente. El Hamas, por su
parte, se basa en los
hadiz –no en el
Corán– para proclamar que el problema es que una tierra musulmana no puede ser gobernada por no musulmanes.
Las cosas comienzan a moverse con el anuncio del traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén.
Es evidente que la Casa Blanca está poniendo a prueba su capacidad
para imponerse. En efecto, el plan de partición de Palestina preveía,
en definitiva, que el este de Jerusalén sería la capital del Estado
hebreo. Pero el Consejo de Seguridad de la ONU condenó la decisión de
Israel cuando este proclamó, unilateralmente, el oeste de Jerusalén como
su capital [
13].
Kushner encamina las negociaciones hacia la aceptación del
status quo
–o sea a que se acepte que los palestinos han perdido las grandes
extensiones de tierra ilegalmente ocupadas por Israel–, sabiendo que si
los palestinos rechazan ese pésimo acuerdo, inexorablemente seguirán
perdiendo más territorios, día a día, sin que haya una reacción de la
comunidad internacional. O sea, sólo la aceptación de la delimitación
geográfica de su Estado, independientemente de su extensión,
garantizaría a los palestinos la integridad definitiva del territorio
que aún conservan.
La extraña reunión de la Organización para la Cooperación Islámica
que acaba de desarrollarse en Estambul, propuso transferir la capital
del Estado palestino de Ramalah al este de Jerusalén, lo cual parece muy
difícil de concretar y, efectivamente, no se ha hecho [
14].
Esa decisión es posiblemente sólo una expresión descontento destinada a
salvar las apariencias ante la opinión pública musulmana, antes de
llevarla a admitir una nueva concesión.
Conclusión provisional
Los adversarios del presidente Trump están tratando por todos los
medios de obligarlo a renunciar a su consejero Jared Kushner. Pero este
sigue en ese puesto. Por el momento ha logrado poner fin al apoyo de
Arabia Saudita a los grupos terroristas y resolver la cuestión de la
sucesión en el trono cortando el nudo gordiano, o sea neutralizando a
los miembros de la familia real. Los métodos utilizados, colgar
individuos de avanzada edad por los pies y torturarlos hasta que suelten
sus cuentas bancarias, no han sido precisamente amables. Pero las otras
soluciones, o –peor aún– la ausencia de solución, habrían llevado a una
guerra civil. La culpa no es de Jared Kushner sino de quienes aceptaron
durante tanto tiempo el régimen bárbaro y medieval de los Saud.
Asimismo, resulta extremadamente injusto no el hecho de trasladar la
embajada de Estados Unidos al oeste de Jerusalén sino renunciar a
establecer el gobierno palestino en el este de esa ciudad. Pero eso
tampoco es culpa de Jared Kushner sino de la llamada «
comunidad internacional»,
y sobre todo de los gobiernos sionistas árabes que durante 70 años
permitieron que Israel fuera apoderándose de la ciudad, casa por casa.
Hace 70 años que los diplomáticos occidentales se las arreglan para
multiplicar y complicar cada vez más los conflictos del Medio Oriente,
pero Jared Kushner es el primero que logra resolver algunos de ellos.
El consejero presidencial de cara angelical ha resultado ser un temible
organizador.