En
este cuarto lustro del siglo XXI asistimos, en el plano internacional,
a la consolidación de la impunidad como conducta, en materia de
cumplimiento del derecho internacional por parte de una de las entidades
más terroristas, que ha dado la historia de la humanidad: el régimen
sionista israelí.
Efectivamente, A 70 años de la Nakba
(catástrofe en árabe) a 51 años de la Guerra de Junio de 1967, a un
poco más de un cuarto de siglo de lo que fue el fraude de los Acuerdos
de Oslo y 12 años ya del bloqueo criminal contra la Franja de Gaza,
Israel ha demostrado ser una maquinaria criminal. Un vecino inamistoso,
un régimen depredador, que no dejará la Palestina histórica a no ser por
la fuerza de la razón y la acción de Palestina y su pueblo. Como
también de aquellos que creemos en la justicia, así si ella se ejerce
con todas las formas de lucha contra el terrorismo institucionalizado a
partir de la creación de la entidad sionista.
El terror desde sus orígenes
Un régimen surgido de determinaciones arbitrarias y con todo el peso
de la conciencia de una comunidad internacional que quiso, mediante la
partición de Palestina —
mediante la Resolución N° 181 de noviembre del año 1947—
y la cesión de aquello que no le pertenecía, tratar de apaciguar su
responsabilidad frente a los crímenes del nacionalsocialismo, pero en
cuya deuda el pueblo palestino ha sido el que ha pagado las
consecuencias, sin tener arte ni parte y con un sionismo que ha pasado
de ser considerado parte de un pueblo víctima a convertirse en una
sociedad victimaria.
A 70 años de la Nakba
ha quedado establecido que Israel, no dejará de ocupar los territorios
usurpados de la ribera occidental, seguirá violando todas y cada una de
las resoluciones emanadas de organismos tan diversos como las Naciones
Unidas, su Consejo de Seguridad, la Asamblea General, la Unesco o
cualquiera otra que ha demandado a Israel que cese su policía criminal
contra el pueblo palestino. Un Israel que seguirá enfrascado en su
política colonialista, racista y criminal y que nos permite, con justa
razón, parafrasear su actuar, definiéndola como un régimen
nacionalsionista.
¿Cómo no definir a Israel como un régimen terrorista, una imitación
siniestra del régimen nazi, si cada una de sus acciones así lo refleja
desde sus primeros arribos a Palestina a fines del siglo XIX? Pruebas al
canto: protege su proceso de colonización previo al año 1948 con el
actuar de bandas armadas como la Haganá. Este movimiento realizaría
acciones armadas contra la población palestina y que posteriormente, con
apoyo británico, conformaría una fuerza de ataque compuesta por 50 mil
milicianos que concretaría el nacimiento de la entidad sionista en mayo
del año 1948, participando activamente en la expulsión de cientos de
miles de palestinos de sus tierras ancestrales.
Una escisión de la Haganá, la denominada banda de Irgún, fundada por
el sionista ucraniano Zeev Jebotinsky, se convertiría en una de las
organizaciones más violentas en tierras palestinas, asesinando, tanto
población local como funcionarios y soldados británicos. De este grupo
Irgún se desgajó, otro movimiento terrorista, la denominada Banda de
Stern, conocida también como Lehi, fundada por el sionista polaco
Abraham Stern, quien murió acribillado mientras se escondía de sus
captores en un armario. Stern fue reemplazado por quien sería Primer
Ministro Israelí, el bielorruso Yitzak Shamir. Todas estas
organizaciones, sin reparo moral alguno y sin recriminar las formas de
lucha empleadas, usaron el terrorismo en forma cotidiana. Fueron la
base, el ADN terrorista del actual Ejército terrorista de Ocupación
Israelí.
La conjunción de esto grupos, junto al sostén británico en asesoría,
hombres y armas permitirían, que el día 14 de mayo del año 1948, en una
acción concertada, entre el sionismo dirigido por el dirigente de origen
polaco David Ben Gurion y las autoridades británicas —que concluían su
Mandato ese mismo día— se proclamara el nacimiento de una entidad que
surgirá a contrapelo de los derechos de la población palestina y con su
claro rechazo. Los países árabes vecinos, como era lógico esperarlo
entraron en guerra contra las fuerzas israelíes.
La entidad surgida tras su proclamación signó como pruebas para esa
acción, espurios derechos mitológicos, como también aquellos
aparentemente legales, derivados de la Declaración Balfour e incluso de
victimismo y crisis de conciencia, surgidos tras el fin de la Segunda
Guerra Mundial. El 14 de mayo de 1948 fue también el disparo de inicio,
para un proceso de limpieza étnica, que continúa hasta el día de hoy: La
Nakba.
Una Nakba catalizada por la acción del terrorismo sionista, pletórico
de furor homicida y que implicó la expulsión de sus tierras ancestrales
de 700 mil palestinos, a manos de fuerzas israelíes, que aplicaron la
política aprendida de las hordas nacionalsocialistas y que a partir de
esa fecha comenzaron a arrasar casas, cultivos, demoler construcciones,
quemar, asesinar a todo aquel que se cruzara en su camino. Fue la
expresión brutal pero eficiente de los aprendices de las técnicas del
Tercer Reich. Alumnos ejemplares, que saciaron su sed homicida con un
pueblo pacífico, cuyo gran pecado no fue haber impedido con fuerza,
desde el inicio, la presencia colonialista de los judíos sionistas
europeos que comenzaron a llegar en tropel, en hatajos ambiciosos a
tierras palestinas.
Hitos del terrorismo Sionismo
El 14 de mayo del año 1948 marca el punto de partida, no sólo de un
año trágico, sino también una etapa histórica, donde el crimen, la
colonización, ocupación y destrucción, han sido conceptos que se han
hecho carne en la vida de millones de palestinos. La Nakba representa
una tragedia, para los árabes en general y el pueblo palestino en
particular, pues consigna el inicio de la usurpación de las tierras
palestinas, la expulsión de miles de familias de sus casas, de sus
aldeas, de sus pueblos, de sus arraigos, donde millones de ellos aún
malviven en el transtierro. La Nakba significó el descalabro
demográfico, moral y territorial, el inicio de un proceso basado en el
terror, el racismo, el asesinato, la desarabización y consiguiente
judaización de la Palestina Histórica.
Una política de expansión sionista, que tiene como otro de sus hitos
el desarrollo del programa nuclear israelí a partir de la década del 50
del siglo XX bajo el apoyo francés y el silencio estadounidense y
británico. Tal programa le ha permitido contar hoy, con al menos 300
artefactos nucleares. Otra marca importante fue la participación en la
Guerra del Canal de Suez contra Egipto, en unión de Londres y Paris,
donde Israel, bajo la
operación terrorista Susannah,
y cumpliendo el papel de ejecutor, llevó a cabo una serie de acciones
de sabotaje en suelo egipcio. Ello, a cargo de agentes sionistas de la
unidad 131, para beneficiar a los ingleses de los intentos
estadounidenses de apoderarse del vital y estratégico Canal de Suez,
cuya nacionalización había sido decidida por el líder egipcio Gamal
Abdel Nasser en julio del año 1956.
Una estrategia geopolítica de extender el territorio israelí a costa
de sus vecinos y en especial de Palestina, que se consolida el año 1967
con la ocupación militar de nuevos territorios de Oriente Medio en
general —altos del Golán, la Península del Sinaí— y de Palestina en
particular con la ocupación de la Franja de Gaza y Al-Quds Este, por
parte de las fuerzas ocupantes israelitas. Fuerzas de conquista, que
siguen allí —a excepción del Sinaí devuelto a Egipto— y que están
establecidas bajo diversas formas de dominio. En Cisjordania bajo el
control territorial de gran parte de los 5860 kilómetros cuadrados de la
ribera occidental, la construcción de asentamientos donde habitan 650
mil colonos judíos sionistas.
Consignemos el caso de la Franja de Gaza con un bloqueo cruel,
inhumano, criminal, que impide un mínimo desarrollo de lo que es el
campo de concentración más grande del mundo. Un territorio asediado, que
en las últimas semanas ha tenido que sufrir el ataque bárbaro contra su
población movilizada en aras del derecho al retorno, una población que
ha servido de tiro al blanco, para que cientos de francotiradores gocen
en la ignominia de su acción criminal.
Todo lo descrito, viola todas y cada una de las resoluciones de las
Naciones Unidas que exigen el retiro israelí de los territorios
ocupados. El fin de la construcción de asentamientos, para instalar lo
más violento del sionismo, en las tierras bajo invasión militar. El
derribo del muro de la vergüenza, el cese de la demolición de viviendas,
el retorno de los refugiados, el término de los asesinatos de la
población indefensa, entre otras demandas. Pero…un Israel ciego, sordo
pero no mudo, sigue imperturbable, vendiendo la imagen de ser “la mayor
democracia de Oriente Medio”. Una parte más de la estrategia de hasbara,
que anima las mentiras y fantasías del sionismo y que trata de
disfrazar su esencia asesina.
Cada palabra escrita contra la ocupación israelí de Palestina, se
agudiza cuando la justa rabia e indignación frente a los atropellos
cometidos por el sionismo, se hace presente. Cuando aparece de estampida
cada 14 de mayo la necesidad y lo vital que resulta conmemorar la
Nakba, que al mismo tiempo representa conceptual y concretamente una
catástrofe, nos lleva por el camino de la lucha del pueblo palestino,
por sus justas reivindicaciones, por el derecho al retorno, por lograr
la expulsión del invasor.
En un trabajo publicado el año 2017 sostenía que “La
Historia de violaciones de la entidad sionista contra el pueblo
palestino sigue su curso en la Franja de Gaza, en Cisjordania y el
Al-Quds. Ello, en un marco regional donde el respeto por los derechos
humanos del pueblo palestino ha quedado, interesadamente en segundo
plano frente a otra serie de hechos”. Efectivamente, la ocupación de
Palestina y la violación de los derechos de su pueblo pretende ser
invisibilizada, ya sea invocando la guerra de agresión llevada contra el
pueblo sirio y el de Yemen, el supuesto peligro que representa Irán y
su programa nuclear a pesar de la firma del Plan Integral de Acción
Conjunta con el Grupo 5+1 en julio del año 2015 y el pretendido combate
occidental contra las bandas terroristas takfiríes .
Cada uno de esos conflictos ha sido aprovechado por el sionismo y sus
aliados occidentales, principalmente Francia y el Reino Unido sobre
todo en momentos que las miradas de estas potencias europeas están
centradas en sus propios temores contra el takfirismo, sus problemas
económicos y esa pesadilla que significa, para la Europa opulenta, el
tener sus puertas a cientos de miles de refugiados, que se visualizan
como una plaga a la cual hay que controlar, aunque gran parte de los
refugiados del mundo se agolpan en Turquía, Irán, Jordania, El Líbano,
Paquistán y sólo Alemania se encuentra entre los diez países, que mayor
cantidad de refugiados ha recibido desde el año 2011 a la fecha.
Es en este contexto, donde se pretende abandonar a Palestina y su
sueño de autodeterminación. Ello hace imprescindible el levantar la
defensa de los derechos humanos de la población palestina en sus
territorios ocupados y aquellos refugiados. En ese composición política
regional e internacional, Israel intensifica la violación de los
derechos humanos de la población palestina en Cisjordania y la Franja de
Gaza, viola el derecho internacional, asesina a moribundos con balazos
en la cabeza, profana la Mezquita de Ibrahim en Al-Jalil, impide la
entrada de peregrinos a la Explanada de las Mezquitas en Al-Quds,
detiene a niños y jóvenes, confisca tierras, demuele viviendas,
destierra a familias enteras. Acribilla a manifestantes en la Franja de
Gaza. Usurpa, roba, asesina, viola y sigue considerando que actúa bajo
un mandato divino.
Estamos en presencia de un régimen donde el delirio, la perversión,
el carácter criminal de una sociedad debe ser castigada. Resulta
evidente, que bajo lo descrito, la idea de los dos Estados es
simplemente una farsa. La judaización de Al-Quds, el muro, los
asentamientos, los crímenes cotidianos, expresa una política de limpieza
étnica, la consolidación de una política basada en el terror que lleva a
la entidad sionista a considerarla como uno de los regímenes más
criminales que ha tenido la humanidad.
Es en este plano, que cada 14 de mayo nos debe alentar a trabajar aún
más por lograr la liberación de Palestina. No basta con llorar. Las
palabras encendidas, el discurso conmemorativo debe ser acompañado,
claramente, por la decisión de combatir al invasor, de expulsarlo más
allá del Mediterráneo, de hacerlo sucumbir bajo el la justa lucha del
pueblo palestino y aquellos que la defienden y admiran. Ese es, uno más,
de los objetivos que cada 14 de mayo nos alienta al recordar la Nakba,
que no es otra acción que volver a pasar por el corazón.