Una posición de principio sobre el derecho de autodeterminación de Catalunya
E. Kuadra Etxeandia
expreso del PCE(r) y de los GRAPO
El movimiento generado en el pueblo catalán en favor de la celebración
de un referéndum está haciendo aflorar una realidad soslayada por el
régimen político español: el problema nacional, o lo que es lo mismo, la
no solución democrática de las aspiraciones nacionales de los pueblos
oprimidos por el Estado español. Sean cuales sean las condiciones y el
resultado del referéndum en Catalunya el día 1-O, el movimiento generado
por su celebración lleva ganada una batalla de enorme calado
estratégico: ha obligado a todas las fuerzas políticas, sociales,
económicas, culturales..., a dejarse de ambigüedades y tomar partido en
uno u otro sentido. Y ha puesto al descubierto, como pocas veces en los
últimos cuarenta años, la verdadera esencia reaccionaria de la
oligarquía financiera y del Estado del que se sirve para ejercer su
dominio.
En cualquier caso, más allá de esta constatación, lo que
aquí nos interesa expresar es cómo entiende el derecho de
autodeterminación (o de decidir) la clase obrera, el proletariado
revolucionario, los comunistas. Para cualquier demócrata, y
especialmente los comunistas, cualquier análisis sobre la opresión de
los pueblos y el derecho de autodeterminación, pasa por entender a su
gran teórico sobre el tema: Lenin.
La definición más contundente que estableció Lenin al respecto fue que “el
derecho de autodeterminación de las naciones significa exclusivamente
el derecho a la independencia en el sentido político y a la libre
separación política de la nación opresora. Concretamente, esta
reivindicación de la democracia política significa la plena libertad de
agitación en pro de la separación y de que ésta sea decidida por medio
de un referéndum de la nación que desea separarse”. Será difícil
encontrar mayor coherencia y razón histórica que la que reflejan estas
palabras a la hora de definir este derecho desde una posición de
principio.
Así pues, para los comunistas, no existe otro
pronunciamiento que no sea a través de un referéndum. Éste, es un
derecho inalienable de los pueblos de las naciones que desean separarse.
Es, por tanto, un principio de la democracia política que no ofrece
discusión alguna ni interpretación sesgada de su esencia, forma parte
del derecho natural de los pueblos. Todo lo demás que no sea su
reconocimiento es una falacia.
Los llamamientos que estamos escuchando estos días desde diversos sectores políticos acerca de “consensuar”, “dialogar”
o crear mesas planetarias de no sé qué... no son más que maniobras de
distracción de quienes no quieren reconocer ese derecho. Un principio no
es negociable jamás, porque entonces deja de serlo. En realidad, esta
posición encierra un sometimiento al estado opresor español y querer, al
mismo tiempo, guardar las formas que les permitan conservar sus
mullidas poltronas y su parné del erario público. Qué poco le ha durado
el rictus contestatario a pedrito, y de la pantomima del no es no hemos
pasado al no pero sí... Esta gente forma parte intrínseca del Estado y
jamás van a ir contra los aspectos fundamentales que lo sostienen. En
cuanto a esa otra izquierda desunida, más allá de sus teatrales
contorsiones de “oposición sensata”, de no saber si van o vienen,
de carecer de un programa de principios que reconozca el derecho de
autodeterminación sin ambages, poco se puede esperar en cuanto el estado
les aprieta un poco las tuercas.
Para nosotros, los comunistas,
no existe otra posición que la defensa consecuente del derecho de los
pueblos a expresarse por medio de un referéndum vinculante, ya que no
concebimos otro mecanismo por el que los pueblos puedan dar solución
democrática al problema de la opresión nacional, considerando así este
derecho como un principio de la democracia política.
Por otro
lado, en la metodología del análisis marxista, a la hora de fijar
nuestra postura ante un problema social o político, siempre partimos de
la posición de clase y de sus objetivos a corto, medio y largo plazo. Y
lo hacemos, bajo el análisis concreto de la situación concreta. Tal es
el caso de nuestra posición política en el actual proceso de decisión
del pueblo catalán.
El proletariado, no concibe ningún tipo de
opresión ni de conculcación de los derechos democráticos pues, de lo
contrario, nos situaríamos en el terreno de la demagogia y de la
traición a los pueblos oprimidos, tal y como hace constantemente la
burguesía. Es más, si no fuera así, estaríamos defendiendo el privilegio
de la nación opresora, algo inconcebible en las posiciones del
proletariado revolucionario. Además, es la única posición que asegura
una educación verdaderamente democrática a los pueblos en la resolución
de la opresión nacional.
Evidentemente, ésta, no ha sido la posición mantenida por los partidos “comunistas”
y esa ecléctica izquierda. Han sido ellos, precisamente, los que han
mantenido un discurso ambiguo ante la opresión nacional. Es uno más de
los principios y derechos democráticos que decidieron echar por la
borda, a cambio de poder acceder a las migajas de la función pública que
les ofreció el régimen franquista por ayudarle a legitimarse. Ha sido, y
es, esta izquierda, la que siembra la confusión y el enfrentamiento
entre los pueblos, haciendo el trabajo sucio que no podría hacer la
burguesía y sus representantes políticos. Esta fue, también, una de sus
muchas traiciones, consensuadas con el franquismo reformista, para dar
continuidad a su régimen bajo nuevas formas de dominación. Este triste
episodio de la historia de España que se denominó Transición es el que
se encuentra en franca bancarrota y con él todos los que apoyaron esa
estafa política.
Pero no son los únicos en no haber educado a los
pueblos sobre bases democráticas y solidarias. También las
organizaciones burguesas nacionalistas de las naciones oprimidas no han
sabido, o no han querido, hacer un trabajo de pedagogía solidaria entre
los pueblos del Estado. Se considera, sin más, a esos pueblos como
ajenos al problema nacional y no como parte de él y de su solución. No
se ha hecho distinción entre esa izquierda acartonada, servil y
entreguista y los pueblos y, más en concreto, con lo más avanzado de los
mismos, privándose de su apoyo y posibles alianzas con ellos, así como
entre las minorías nacionales de la propia nación oprimida.
Para
nosotros, los comunistas, la posibilidad de que una nacionalidad del
peso económico, social y político como Catalunya se independice, supone
un acontecimiento político transcendental, ya que provocaría una crisis
de envergadura debilitando todo el entramado de dominación de la
oligarquía financiera. Sus efectos sobre la clase obrera y demás pueblos
del Estado supondrían un estímulo inmenso para avanzar hacia la
democracia y el socialismo. Toda vez que, en las condiciones actuales,
alcanzar esas metas encierra una mayor complejidad y dificultad, sin
entrar en otro tipo de consideraciones futuras. Eso queda para el
análisis posterior al 1-O.
Éste, es el aspecto principal que convierte nuestro apoyo al “Sí”
a la independencia de Catalunya en una posición de principio,
consecuente con la aplicación del derecho de autodeterminación a un
análisis concreto de una realidad concreta. Lo demás es pura metafísica.
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