sábado, 31 de marzo de 2018

Julian Assange, refugiado político


rebelion.org

 Julian Assange, refugiado político

 

 


El 28 de marzo el gobierno ecuatoriano confirmó que había incomunicado a Julian Assange, fundador de WikiLeaks, en represalia por un tuit. En dicho tuit, Assange había equiparado el arresto del presidente de Cataluña Carles Puigdemont, en Alemania y a pedido del gobierno español, con el arresto en 1940 del presidente catalán Lluís Companys por la Gestapo. Companys fue deportado a España y ejecutado por el gobierno fascista de Franco.
Según el gobierno ecuatoriano, Assange había acordado no interferir en asuntos de política exterior mientras estuviera en la embajada ecuatoriana en Londres. ¿Pero bajo qué punto de vista el tuit de un periodista representa “injerencia” en política extranjera? Argumentar que un tuit de Assange es injerencia en asuntos extranjeros equivale a negarle la libertad de expresión a uno de los periodistas y editores más destacados de la última década. Recordemos que WikiLeaks publicó en los últimos diez años más información secreta que todos los demás medios de prensa combinados sobre tratados comerciales, vigilancia masiva, ataques contra civiles, torturas y asesinatos cometidos por los gobiernos de EE.UU. y otros países en Irak, Afganistán, Yemen, Siria… Gran parte de las revelaciones fueron proporcionadas por denunciantes de conciencia, como Chelsea Manning, quienes pusieron en riesgo su vida y su libertad en defensa del derecho de la gente a estar informada, a saber la verdad.
El gobierno de Ecuador al otorgarle protección en su embajada en Londres hace seis años demostró su apego y respeto a las leyes internacionales a favor de los refugiados, y resistió con integridad las presiones de Estados Unidos y del Reino Unido. Sin embargo, tanto el anterior como el actual gobierno ecuatoriano, manifestaron en diversas ocasiones su malestar por las opiniones políticas que Julian Assange emite desde el consulado ecuatoriano en Londres. En octubre de 2016 el gobierno de Rafael Correa le cortó la conexión a internet durante la última etapa de las elecciones estadounidenses, respondiendo quizás a presiones del Partido Demócrata que consideraba que su candidata Hillary Clinton había sido perjudicada por las revelaciones difundidas por WikiLeaks sobre diversos temas: desde favoritismo en el manejo de las primarias que perjudicaron al candidato Sanders hasta acuerdos secretos con Wall Street y el rol clave que tuvo como Secretaria de Estado en la sanguinaria invasión de Libia y el golpe de Estado en Honduras.
Recientemente, el presidente Moreno le advirtió públicamente a Assange que no intervenga en asuntos políticos, poco después de que este difundiera información favorable al independentismo catalán. Moreno, quien se precia de ser una persona abierta al diálogo y moderada, no tuvo reparos en calificar a Julian Assange como una “piedra en el zapato”.
Expresiones como esta distorsionan la realidad. La piedra en el zapato sería en todo caso el gobierno del Reino Unido que persiste en desconocer el mandato de Naciones Unidas de febrero de 2016 recomendando la “libertad inmediata” de Julian Assange. El grupo de trabajo de Naciones Unidas equiparó el confinamiento de Assange en la embajada a una “detención arbitraria” y conminó al gobierno británico y al sueco a poner fin a la persecución contra el editor de WikiLeaks. Sin embargo, dos años después, el gobierno británico continúa negándose a aceptar la recomendación de Naciones Unidas y continúa poniendo en riesgo la seguridad y la vida de Julian Assange al igual que su derecho humano a estar con su familia y en libertad.
Calificar a Assange como “el problema” no es la única distorsión de la realidad. Políticos y periodistas persisten en definir como “hacker” a Assange, y a confundir el rol de un denunciante de conciencia con el trabajo de WikiLeaks. Ni WikiLeaks ni Julian Assange son denunciantes de conciencia (whistleblowers). Assange es el fundador de una editorial online que difunde las revelaciones de los denunciantes, quienes respondiendo a sus deberes como ciudadanos, exponen ilegalidades cometidas por el gobierno. Si bien tanto denunciante como editor comparten el mismo objetivo de exponer acciones ilegales cometidas por el gobierno y/o corporaciones aliadas del gobierno, según la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos -por citar el país cuyo gobierno ha abierto un juicio secreto contra WikiLeaks y Assange-, un editor y un medio de prensa comprometidos con revelar la verdad deben ser protegidos, y no perseguidos.
Sin embargo, Julian Assange y WikiLeaks no solo han sido atacados por sucesivos funcionarios, desde presidentes a senadores y políticos de los dos partidos mayoritarios estadounidenses (y de la Unión Europea y de la derecha mundial), sino que también han sido atacados por la misma prensa, que en las últimas décadas ha evitado toda confrontación con el poder.
Si el gobierno ecuatoriano le quitara la protección a Assange, de inmediato Gran Bretaña entregaría a Assange a Estados Unidos. Así lo han afirmado expertos en el tema, como los periodistas Glenn Greenwald y John Pilger, al igual que reconocidos denunciantes de conciencia como Daniel Ellsberg y Edward Snowden. Esperemos que Ecuador no abandone la defensa de Julian Assange, periodista y editor perseguido por difundir crímenes de guerra cometidos por el país más poderoso del planeta. Porque si Ecuador diera marcha atrás, no solo estaría abandonando a Assange sino también al casi 10% de la población ecuatoriana que vive en el exterior, y que necesita de la protección de las mismas leyes internacionales que hoy amparan a Assange. Ecuador es un país de emigrantes, de un total de 17 millones de habitantes, más de un millón residen en Estados Unidos, España y otros países. Que su gobierno sea un adalid de los derechos humanos, crea para todos ellos un espacio de respeto en el mundo.
Todos podemos ser emigrantes, todos podemos ser refugiados en una época signada por las migraciones masivas. Y Julian Assange -a pesar de la trascendencia inmensurable de su trabajo como periodista y editor de WikiLeaks, que ha sacudido las estructuras más poderosas del mundo- es un refugiado más, un perseguido confinado en una embajada desde hace seis años, a pesar de que su detención haya sido calificada como arbitraria e injusta por Naciones Unidas. Julian Assange quizás sea como decía John Berger “el ejemplo de aquellos reducidos a escombros por resistir”. Pero que aun reducidos a escombros tienen más integridad que nadie.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

De la violencia directa a la violencia estructural


rebelion.org

De la violencia directa a la violencia estructural

 


“En los países democráticos no se percibe la naturaleza violenta de la economía,
mientras que en los países autoritarios lo que no se percibe
es la naturaleza económica de la violencia”.
Bertolt Brecht
Hace pocos días nos conmocionó el asesinato en Rio de Janeiro de la concejala Marielle Franco. La joven política, que investigaba la acción policial y militar en las favelas, fue “ejecutada” con munición procedente de los depósitos policiales, en pleno corazón de una gran metrópoli. Fue una noticia impactante, pues perdimos a una activista defensora de los Derechos Humanos, negra y lesbiana, con un acumulado de vida aleccionador. Este hecho nos remite a otro caso emblemático: hace dos años fue asesinada Berta Cáceres, activista que le torció la mano al Banco Mundial y a China, frenando en Honduras la construcción de una represa hidroeléctrica…
Penosamente semejantes asesinatos son diarios y se dan en todo el mundo. Por doquier emergen crímenes en contra de activistas defensores de los Derechos Humanos y los Derechos de la Naturaleza, justamente por defenderlos. El año pasado, por apenas dar una cifra, fueron asesinados cerca de 200 defensores de la vida por enfrentar a los extractivismos y a sus acciones conexas (como precisamente la construcción de represas hidroeléctricas). De estos crímenes, un 60% se registran en América Latina .
Las razones en cada caso son múltiples. Pero todo indica que tan brutal ola de violencia posee un trasfondo estructural. “Es obvio que violencia directa y violencia estructural no son la misma cosa, ya que cada una tiene sus propios problemas. Pero se gana conocimiento al verlas como parte de un conjunto más vasto que, en este caso, es el de sus relaciones mutuas”, señala el destacado sociólogo alicantino José María Tortosa. Él, en un libro sobre las Violencias Ocultadas, publicado en el 2003 en Ecuador , en consecuencia, recomienda que, “si quieren prevenir la violencia directa o la violencia física, atajen otras violencias institucionales, estructurales, antes de que se conviertan en agresiones y entren en complicadas dinámicas de acción-reacción”.
Por ello, centrar la atención en las particularidades de cada acto de violencia directa, marginando su esencia estructural, es peligroso. Hacerlo así impide buscar respuestas a un tema tan enmarañado como el combate a la violencia en todas sus manifestaciones sea desde el asesinato de activistas de derechos, al tráfico de personas, el negocio de la guerra y de las armas (basta ver el caso estadounidense, donde el negocio de las armas genera millones de dólares , a la vez que miles de personas mueren y emergen las protestas exigiendo que dicha realidad cambie ), la pornografía infantil, las muertes causadas por el narcotráfico, el crimen organizado, la destrucción medioambiental, la injusticia y desigualdad social… causas y expresiones de las violencias enmarcadas en el patriarcado, la colonialidad, que incluye la violencia del racismo y la xenofobia.
En definitiva no podemos olvidar las violencias que provocan las rupturas y las disfuncionalidades de la propia economía mercantilizada: la velocidad de acumulación productiva difiere del ritmo de acumulación sustentada en la especulación financiera.
Recordemos que, en los últimos 200 años, las tasas de crecimiento económico, que nos darían cuenta del mundo de la producción, bordean el 2%, y que las tasas de interés, que reflejarían los niveles de la especulación financiera, habrían alcanzado el 4,5% promedio anual, según Thomas Pikkety. Esta financiarización de la economía se acelera cada vez más: los stocks financieros del mundo superan más 3,5 veces el PIB mundial, especialmente desde la gran arremetida neoliberal de la década del 80.
Además, estas dos velocidades económicas, la de la producción y la de la especulación, son infinitamente más aceleradas que lo que podría ser la reproducción de la vida o lo que podríamos entender como la tasa de intercambio con la Naturaleza. Esta constatación nos grafica una situación de tres velocidades insostenibles en el tiempo. Aquí asoma también el antropocentrismo como una matriz estructural de tanta violencia.
Si hay algo capitalista, entonces, son muchas de estas violencias, no la violencia en general, que es, obviamente, precapitalista. No podemos marginar de ninguna manera las graves violencias vividas dentro del socialismo real: inmerso en la economía-mundo, tal como la entiende Immanuel Wallerstein.
Debemos reflexionar en las causas de tantas violencias, que terminan siendo aristas de una violencia estructural subyacente, propias d el capitalismo en tanto civilización dominante, la “civilización de la desigualdad” en palabras de Joseph Schumpeter . Al hacerlo vemos que emerge -como causa común- la acumulación capitalista que, desde una lógica y estructura complejas, sobrevive a través de explotar la fuerza de trabajo; de dominar mercados con prácticas monopólicas; de aumentar la financiarización de negocios cada vez más especulativos y alejados de la producción; de desbocar extractivismos que destruyen la Naturaleza y las comunidades; de concentrar y centralizar beneficios en pocos centros de poder a través del comercio internacional; de aprovechar las más diversas formas de crimen organizado; de alentar guerras… buscando casi siempre la permanencia de la acumulación de capitales, sobre todo transnacionales.
Es justo en estos -y otros- procesos que la lógica de la acumulación capitalista tiende a emanar una violencia estructural. No olvidemos que el sistema mundial capitalista es “maldesarrollador” por su propia lógica, hacia la cual debemos dirigir la atención. En este punto resulta indispensable recomendar un libro del mismo José María Tortosa que aborda a profundidad esta cuestión: “ Maldesarrollo y mal vivir - Pobreza y violencia a escala mundial” .
De hecho, la pobreza y su contracara la concentración de la riqueza son causas profundas de violencia, constituyen graves amenazas para la paz. Contradicciones y desigualdades propias de una civilización inequitativa, un sistema en esencia depredador y explotador, un sistema, el capitalista, que –como anotó el filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría- “vive de sofocar a la vida y al mundo de la vida”. Como bien mencionó Marx en El Capital- la acumulación capitalista es violenta por naturaleza pues implica un proceso de violenta creación de los proletarios libres y desheredados, [implica un] régimen sanguinario con que se les [convierte] en obreros asalariados .
En síntesis, la violencia estructural va en crescendo a la par con la desaforada hambre de capital cada vez más globalizada (que, en definitiva, implica hambre de poder). Esto asoma por todos lados, pero quizás con fuerza inusitada en los extractivismos, donde la violencia no es solo consecuencia sino incluso condición necesaria. Y como vemos a diario en América Latina, esta violencia se retroalimenta de corrupción , que termina potenciando a la propia acumulación. Además, ese complejo mundo de extractivismos se expresa también con la especulación de petróleo y minerales en los mercados de futuros, con la explotación laboral, con el intercambio comercial y ecológicamente desigual… y, para colmo, hasta con la represión estatal y el crimen organizado que han devenido en pilares fundamentales de la civilización del capital.
Para sostener esta espiral concentradora de poder político y económico desde la violencia, la corrupción y la represión -sea con gobiernos neoliberales o con progresistas como sucede en América Latina- se necesita del autoritarismo para sostener estructuras injustas e inequitativas. Recuérdese que la explotación del trabajo y la Naturaleza -el fin mismo de la economía en el capitalismo, podríamos acotar- es parte de un entramado de factores políticos, incluyendo en ellos los mediáticos, donde los beneficiados defienden sus privilegios pero venden a la sociedad la idea de que eso es lo “normal” y “adecuado”, llegando a extremos de violencia cultural impulsada desde la construcción de hegemonía.
Al vender un mundo y una civilización podridas como “adecuadas”, el capitalismo ha llegado incluso a transformar a las víctimas del sistema en “beneficiarias” de potenciales (siempre insuficientes) medidas de remediación -por ejemplo a consecuencia de un deslave minero o derrame petrolero- frente a las cuales terminan hasta agradecidas: la víctima bendiciendo al criminal. Asimismo, aceptar este mundo como “adecuado” implica también aceptar la falacia de que el capitalismo, especialmente en su faceta globalizadora, es inevitable, es la única e indiscutible opción, es -según los voceros del poder- una alternativas viable y posible: es casi como hablar de la muerte vestida con túnica de ángel… Bien sabemos que –en palabras de Carlos Marx- “ si el dinero (…) nace con manchas naturales de sangre en un carrillo, el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza ”.
Aceptar el capitalismo implica cerrar un círculo de violencia. Aceptación que, a más de violenta -como se demuestra a lo largo de su existencia- se da en medio de una fase de masiva globalización que, aunque a momentos no lo parezca, sí hay salidas del laberinto capitalista .-

 El autor es economista ecuatoriano. Profesor universitario. Exministro de Energía y Minas. Expresidente de la Asamblea Constituyente. Excandidato a la Presidencia de la República del Ecuador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

¿Podrán entender los adultos?



¿Qué hacen Miley Cyrus, Demi Lovato y Ariana Grande, estrellas surgidas de las canteras de Disney y Nickelodeon, arengando a una multitud que reclama por más seguridad en Estados Unidos? En el escenario también están Lin-Manuel Miranda, creador del gran suceso teatral de Broadway Hamilton, y Jennifer Hudson, cantante de soul surgida del programa de búsqueda de talentos American Idol, que perdió a su madre, hermano y sobrino en un episodio de violencia armada hace una década. ¿Y qué hacen esos adolescentes dando discursos para miles de personas en la Avenida Pennsylvania, cerca del Capitolio, en el corazón de Washington? ¿Y Naomi Wadler? Una alumna de 11 años de quinto año de primaria de un colegio de Alexandria, Virginia, que dice con voz firme: “Estoy acá para hablar de las chicas cuyas historias no salen en los periódicos”.
Es una marcha más, sí. Pero evidentemente hay diferencias. Los chicos hablaron y los adultos escucharon. ¿Cómo se entiende esta inversión generacional en la cultura política norteamericana?

En un estado normal de las cosas, en un hogar típico, los adultos deciden y comunican, y los adolescentes y los niños escuchan, a menudo discuten, y a veces se rebelan. Esta dinámica generacional suele trasladarse a los actos políticos masivos, donde los adultos suelen dar los discursos y ocupar el centro de la escena. Si hay adolescentes y niños presentes en el podio, es para acompañar a los adultos y dar una imagen de familia feliz y funcional. Pero rara vez tienen la palabra y menos aún liderando el acto.
Esta ecuación generacional se alteró radicalmente en La Marcha por Nuestras Vidas para exigir el control en el acceso a las armas de la población norteamericana. Tuvo epicentro en Washington y se repitió en numerosas ciudades de Estados Unidos y otros países, el 24 de marzo pasado. Fue organizada por un grupo de estudiantes de la escuela secundaria de la ciudad de Parkland, en el sur de la Florida, en la que un episodio de violencia armada en febrero dejó un saldo de 17 muertos.
Como en un hogar familiar en el que los adultos son incapaces de funcionar normalmente y los hijos se ven obligados a tomar la iniciativa, La Marcha por Nuestras Vidas escenificó la respuesta adolescente frente a la ineptitud de los adultos en manejar apropiadamente la crisis de violencia armada que azota de manera cada vez más frecuente a las escuelas estadounidenses. Es que en lo que hace a la política, la familia ya no parece ni feliz ni, sobre todo, funcional.
Frustración, hartazgo y empoderamiento fueron los sentimientos que emanaron desde el podio en una sucesión de arengas políticas de corta duración pero de alto contenido político y emocional. Frustración por la seguidilla de tiroteos y amenazas en escuelas y universidades, por las muertes trágicas e innecesarias y por el trauma psicológico en familiares y amigos. Hartazgo por la convicción cada vez más potente de que la dinámica interna de los partidos políticos y el financiamiento de las campañas electorales incapacitan a los legisladores y gobernantes para resolver la crisis. Empoderamiento por la sensación de sentirse protagonistas en lugar de solamente víctimas, y motores de una posible solución en lugar de meramente audiencias.

Entre las cientos de miles de personas que escuchaban los discursos, la percepción era la misma: la ineptitud del mundo adulto y la esperanza de que una nueva mirada pueda destrabar un conflicto social complejo. En ese sentido la inversión generacional no se daba solo en quienes tomaron la palabra sino en cómo la misma fue escuchada: asentimiento, admiración y alivio, en lugar de rebeldía, oposición o enojo.
Esto también tuvo que ver con lo que se transmitió desde el podio. En parte a través del contenido de los discursos pero sobre todo mediante una puesta en escena que deja entrever una postura distinta frente al problema y su eventual solución. Diversidad, cultura pop y frontalidad son tres características claves para entender tanto lo que sucedió en el podio como su recepción en el público.
Los organizadores, estudiantes de la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland, podrían haber sido los únicos en hablar. Sin embargo, invitaron a participar a estudiantes víctimas de violencia armada en sus respectivas comunidades. Lo hicieron de manera tal que aquellos que subieran al escenario representaran la diversidad racial, étnica y socioeconómica de la población norteamericana. Y aprovecharon para recordarle a los asistentes, y a la sociedad en general, que la mayoría de la cobertura de las masacres en los medios de comunicación había silenciado las voces de las minorías.
¿Quién puede resistir al encanto del entretenimiento de masas?
Los artistas convocados para participar del acto son íconos de una cultura pop mainstream que cala con particular fuerza entre los adolescentes. En lugar de músicos cuya obra tiene un componente alto de conflictividad tanto en sus letras como en su estilo de performance, los organizadores compartieron el escenario con figuras emblemáticas del pop.

La inclusividad en la elección de oradores y la baja conflictividad de los musicales repercutió en el comportamiento de los manifestantes, diversos étnica y racialmente—aunque menos a nivel socioeconómico, con fuerte presencia de clase media— que fue relativamente apacible durante la mayoría del evento.
La aparición de la activista Emma González cambió el clima. Su irrupción en el escenario electrizó a la mayoría de los manifestantes, quienes empezaron a gritar “Emma, Emma, Emma”. Quizás la cara más visible del movimiento estudiantil en incipiente desarrollo, Emma representa una bocanada de aire fresco en el liderazgo político: mujer, latina, firme y frontal. Su presencia es un antídoto frente a estereotipos caducos de género y etnicidad que lamentablemente aún dominan la alta política norteamericana.
El discurso de González fue una combinación potente de frontalidad y audacia comunicacional. Los primeros minutos estuvieron destinados a recordar clara y directa por qué cientos de miles de manifestantes estábamos reunidos frente al Capitolio y en centenares de otras ciudades de Estados Unidos y capitales de otros países.

Pero lo más sorprendente fue lo que siguió: Emma dejó de hablar por varios minutos. Su silencio fue tan desconcertante como conmovedor. Las caras de ¿qué querrá decir? ¿Qué estará pasando? Salvo algunas excepciones, la multitud se mantuvo en silencio. Y después de seis minutos, Emma volvió a hablar. Explicó que ese fue el tiempo total que necesitó el atacante de su escuela para llevar a cabo la masacre y partió del escenario.
El silencio de González fue un oasis de sentido frente a una cultura del discurso marcada por el bombardeo ensordecedor en los medios y las redes, la polarización creciente, las cámaras de eco y las burbujas de filtro. Fue un silencio distinto y estremecedor, acompañado de lágrimas surgidas de la tragedia y el trauma subsiguiente. Ningún político profesional es capaz de permanecer en silencio la mayor parte de un discurso frente a cientos de miles de personas. Ningún político profesional es capaz de dejar que su performance esté cruzada por una emoción tan visceral como compasiva.
Los adolescentes han comunicado. ¿Podrán entender los adultos?
Fotos: Sofía Boczkowski
Fuente: http://www.revistaanfibia.com/ensayo/podran-entender-los-adultos/


 

Las mujeres polacas marchan contra el intento del Gobierno de restringir el derecho al aborto


rebelion.org

 Las mujeres polacas marchan contra el intento del Gobierno de restringir el derecho al aborto

 

 


Las mujeres polacas marchan contra el intento del Gobierno de restringir el derecho al aborto
Miles de personas, en su mayoría mujeres, se concentraron este viernes en Varsovia en protesta contra un plan para endurecer la legislación sobre el aborto, ahora en trámite parlamentario y respaldado por el partido gubernamental, el nacionalista y conservador Ley y Justicia (PiS).
El detonante de estas concentraciones es el proyecto de ley para limitar la interrupción voluntaria del embarazo, que fue admitido por la Cámara Baja el pasado 10 de enero, resultado de la iniciativa popular "Stop Aborcja", que cuenta con el apoyo mayoritario de diputados del PiS. Desde entonces, una comisión parlamentaria revisa la propuesta, que busca prohibir el aborto para los casos en que el feto presente malformaciones, una enfermedad irreversible o el síndrome de Down.
La propuesta sólo permite el aborto para los supuestos en que la vida de la madre corra peligro o que el embarazo sea resultado de violación o incesto. Las manifestantes, llegadas en muchos casos desde distintos puntos de Polonia, pasaron ante el Parlamento polaco, la sede de Ley y Justicia y una de las iglesias más significativas de Varsovia, en protesta por el apoyo de la jerarquía católica a la propuesta "Stop Aborcja".
Además de Varsovia, hay convocadas este viernes protestas en otras ciudades de Polonia contra la restricción del aborto. Natalia Greniewska, que encabeza el movimiento Strajk Kobiet (Huelga Feminista), desde las primeras marchas en 2016, hizo un llamado urgente: “¡Necesitamos vuestro apoyo y lo necesitamos ya! Necesitamos solidaridad y hermandad. Hace ya dos años que el partido gobernante en Polonia, con el respaldo de la iglesia católica, está intentando convertir nuestras vidas en un infierno”.


La iglesia contra los derechos de las mujeres
El portavoz de la Conferencia Episcopal Polaca, Pawel Rytel-Andrianik, ha dicho que "la dilación en los procedimientos parlamentarios sobre la legislación para limitar el aborto son motivo de preocupación" para la Iglesia en Polonia, donde el 90 por ciento de la población de declara católico. "No queremos que ni políticos ni curas vengan a decirnos qué hacer con nuestro cuerpo", dijo a la agencia Efe una de las manifestantes, Magda, que como otras mujeres portaba una percha, alusiva a que su cuerpo no es sólo un simple recipiente, sino que es la mujer la que debe poder decidir sobre su cuerpo.
El líder de Ley y Justicia, Jaroslaw Kaczynski, se ha mostrado en numerosas ocasiones partidario de la prohibición del denominado aborto eugenésico, a pesar de que Polonia ya cuenta de por sí con una de las legislaciones al respecto más restrictivas de Europa. La ley polaca vigente, que data de 1993, sólo permite el aborto cuando la salud o la vida de la madre están en peligro, el embarazo es el resultado de una violación o incesto o el feto sufre malformaciones o enfermedad irreversible. Los datos oficiales indican que se practican algo más de 1.000 abortos cada año, aunque la Federación para la Mujer y la Planificación Familiar, dedicada a ayudar a mujeres a abortar dentro de los supuestos permitidos, cree que la cifra real de embarazadas que abortan anualmente puede superar los 100.000 casos.
El Gobierno de Polonia intentó sin éxito endurecer la ley del aborto en octubre de 2016. En esa oportunidad la movilización de miles de mujeres en todo el país le obligó a frenar su proyecto, pese a que Ley y Justicia cuenta con mayoría absoluta en el Parlamento.