El
modus operandi imperialista consiste en financiar y entrenar guerrillas
internas y grupos rebeldes locales que, a través de la insurrección
armada, la violación de los derechos humanos y el ataque a
organizaciones y grupos con vocación democrática, consigue destituir los
liderazgos locales y, de paso, atemorizar a la población para que sea
ésta quien clame por la intervención occidental.
Entre estos
grupos armados se encuentra Daesh (ISIS en inglés), secta
fundamentalista sunita que es liderada por el yihadista Abubaker al
Bagdadi desde el año 2010, y que busca consagrar el califato mundial. La
ortodoxia de esta minoritaria organización militar autoriza el castigo y
el exterminio de todos los infieles que no comulguen con la
interpretación literal del Corán.
De esta manera, entre los
“infieles” no solamente se encuentran todos aquellos que se niegan a
alabar a Alá (las principales víctimas del mal denominado “Estado
Islámico”), sino los más de dos billones de musulmanes chiítas o sunitas
que entienden al Islam como lo que es: una religión absolutamente
pacifista.
Su entrenamiento, que se remonta a la guerra
afgano-soviética (1978-1992), ha sido similar al que recibieron grupos
militares latinoamericanos bajo la denominada “Doctrina del shock”
promovida desde la Escuela de las Américas, que ejercía la tortura a
sangre fría a quienes osaran apoyar a los gobiernos populares en las
décadas de 1970 y 1980.
Esta organización mercenaria prefabricada
ha recibido una instrucción militar brutal por parte de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), el MOSSAD y el
M-16 que, al despojarlos de su condición humana, les permite perpetrar
atrocidades bélicas contra todos los “infieles”.
Fundamentalmente,
en contra de quienes están más cerca: el pueblo sirio y su gobernante
chiíta, Bashar al-Assad, confirmado por el electorado nacional como
Presidente de Siria en los años 2000, 2007 y 2014. Esta guerra civil
mantiene a la población atemorizada y luchando desesperadamente por
exiliarse en algún país de Occidente.
Cabe destacar que para
concretar las acciones bélicas de Daesh no sólo se requiere instrucción,
sino también financiamiento. El derribo del avión ruso Su-24 por parte
de Turquía ha develado un torrente de información suministrado por el
Gobierno ruso y sus aliados sobre las estrechas relaciones entre el
Daesh y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN),
organización en la que Israel y Turquía juegan un rol clave.
Los
pozos de petróleo incautados al gobierno sirio de Bashar al-Assad y a
los campos petrolíferos iraquíes de la región de Mosul por ISIS, son
explotados y su crudo es enviado a Turquía en caravanas de
camiones-cisterna. Una vez en los puertos de Beirut y Ceyhan, el
hidrocarburo es vendido a países de Asia y el Medio Oriente,
principalmente a Israel, a través de la naviera BMZ Group Denizcilik,
entidad de la cual Bilal Erdogan, hijo del actual presidente turco Recep
Tayip Erdogan, es propietario mayoritario con casi un 30% de
participación.
Esta compra de petróleo a Daesh permite el flujo
millonario de dinero que es destinado a financiar la insurgencia y los
atentados perpetrados por los yihadistas. Es así como se puede
comprender entonces por qué ISIS nunca ha atacado Israel, Turquía,
Arabia Saudita, Dubai, Bahrein, Estados Unidos o Qatar.
¿Quiénes
resultan beneficiados de las atrocidades cometidas por Daesh?
Definitivamente, los musulmanes no. La creciente ola de islamofobia ha
incentivado el cierre de fronteras, el agudizamiento de la política
migratoria y la discriminación hacia la población árabe. Además, ha
permitido el surgimiento de grupos racistas que avalan el apartheid y
las atrocidades cometidas por Israel en contra del pueblo palestino. La
población mundial, cegada por la manipulación mediática, contempla con
terror a las naciones y grupos libertarios que componen el Eje de la
Resistencia.
El pasado jueves 17 de diciembre, en una encuesta
realizada por la compañía Public Policy Polling (PPP) de opinión
ciudadana estadounidense, un 30% de los simpatizantes del partido
republicano votó a favor de bombardear Agrabah (la ciudad ficticia de
Aladdín). Gracias a la campaña comunicacional global constante respecto
al “islamismo radical” es que la respuesta instantánea de la población
es apoyar la invasión, la protección y el cierre fronterizo, sin
cuestionar el sentido de la acción, ni tomar en cuenta las miles de
vidas de civiles que están en riesgo. Basta con que una palabra suene a
origen árabe para que parezca peligrosa.
Sin lugar a dudas, el
acto más representativo de la artillería comunicacional islamófoba es el
haber denominado “Estado Islámico” al principal grupo insurgente
Yihadista-Taliban-Al qaedista, designación ilegítima desde su origen ya
que este grupo de sicarios, tal como lo menciona la corresponsal
argentina Karen Marón “no posee ni la estructura organizacional de un
Estado, ni está sujeto a derecho internacional, es decir que, Estado no
es, islámico tampoco, porque contradice todo lo que señala el Corán y lo
que profesa Mahoma”.
Sus actos tampoco son terroristas, puesto
que el término “terrorismo” hace referencia a una sucesión de actos de
violencia ejecutados con el único objetivo de infundir terror; mientras
que para las cúpulas que están detrás de los atentados, el fin último de
sus actos no es el provocar pánico, sino generar repercusiones
políticas y acciones armamentistas concretas con el consentimiento de la
población acosada por la sensación de vulnerabilidad.
Es así como
el atentado a las Torres Gemelas perpetrado por Al-Qaeda en septiembre
de 2001, así como los atentados a París en noviembre de 2015 por Daesh,
legitiman los bombardeos e invasiones a Irak y a Siria respectivamente.
El leitmotiv de la OTAN por lo tanto, no es tanto detener a Daesh, sino
contenerlo.
En definitiva, Estados Unidos, Israel, la familia
real saudí –que es sionista– y Turquía, esta última motivada por los
intereses económicos y la posibilidad de ampliar su territorio a Siria,
han logrado consagrar que entre los 6 puntos que estableció la comunidad
internacional de las Naciones Unidas en el Plan de Solución Política a
la Crisis en Siria suscrito recientemente en Nueva York, se le exija a
Damasco la elaboración de una nueva constitución política que rija al
país en un plazo máximo de seis meses y celebrar, además, elecciones
presidenciales antes de año y medio.
En suma, hay que destacar que
los atentados son completamente premeditados. A través de un pretexto,
buscan legitimar la intervención, con lo cual, construyen un nuevo
ordenamiento geopolítico acorde a sus intereses. ISIS es una
organización mercenaria instrumentalizada para responder a un mandato
específico.
En los atentados a París la víctima no fue el Estado
galo, sino los ciudadanos franceses utilizados como carne de cañón. Los
atentados están inmersos dentro de un contexto geopolítico bien
delimitado, y sobre todo, guardan un origen espurio que debe combatirse.
Nuestra tarea pendiente es diseñar un mundo más justo y seguro para
todos sin intervención imperialista, sí es posible…