¿Fue Khe Sanh una victoria o una derrota?
Foto: Lawrence J. Sullivan | CC BY 2.0
Matthew Stevenson, en exclusiva para CounterPunch, ha viajado desde Hài
Phòng y Hanoi, en lo que antes era Vietnam del Norte, hasta las tierras
altas centrales y Ciudad Ho Chi Minh, la antigua Saigón, en búsqueda de
los vestigios de la guerra de EE. UU. en Vietnam. Esta es la V Parte de
una de serie de ocho (Véase: I Parte , II Parte , III Parte ,
IV Parte ).
Asedio de Khe Sanh, 1968.- Khe Sanh se halla al sur de la Zona
Desmilitarizada, en lo que constituía la esquina noroeste de Vietnam del
Sur, cerca de la frontera con Laos. Se puede llegar allí desde Hue.
Desde la Calle sin Alegría, hice que el taxi me llevara a través de Le
Thuy, un pueblo costero donde los franceses lanzaron en 1953 la
Operación Camargue, que finalizó con un desembarco de lanchas, al igual
que en Normandía. Doce años después, los marines estadounidenses se
harían eco del teatral amerizaje con un grupo similar de desembarco en
Danang (descendiendo por la costa durante varias horas), aunque ninguna
de esas misiones impresionó mucho al Viet Cong, que acechaba en las
dunas que se extienden desde las playas hasta la autopista 1.
Ni los soldados franceses ni los marines estadounidenses nunca pudieron
pacificar los matorrales que se extendían a lo largo de la Calle sin
Alegría, porque la mayoría de los pueblos y aldeas de la zona,
incluyendo Lai Ha, donde mataron a Fall, se asemejan a pequeñas
fortalezas insulares que flotan en un mar interior plagado de diques y
arrozales.
No puedo imaginar siquiera que las patrullas más
fuertemente armadas de cualquier ejército invasor quisieran enredarse
con el Viet Minh en los remotos caminos de la jungla de esas aldeas,
razón por la cual se mantenían pegadas a las carreteras (que, a su vez,
eran blanco de minas y morteros).
El puente entre el norte y el sur
Desde la costa sur de la ciudad de Quang Tri, el taxista se dirigió
hacia el puente de Hien Luong, que en otra época separaba Vietnam del
Norte de Vietnam del Sur, especialmente después de la Conferencia de
Ginebra de 1954, que de forma temporal partió el país a lo largo del
paralelo 17.
Al mismo tiempo, los estadounidenses, ayudados por
su Marina, orquestaban el reasentamiento de miles de refugiados
(incluidos muchos católicos) que habían decidido huir hacia Vietnam del
Sur en vez de continuar viviendo en el agnóstico Norte. Fue precisamente
ese puente el que atravesaron muchos refugiados (tanto de Vietnam del
Norte como del Sur) buscando nuevos mundos.
Finalmente, un
total de unos 800.000 vietnamitas abandonaron el Norte, muchos de ellos
de religión católica romana, a quienes sus sacerdotes advertían: “La
Virgen María se ha trasladado al Sur, ¿y tú vas a ser menos?”.
La ironía de la partición, según Loren Baritz en
Backfire: A History of How American Culture Led Us into Vietnam and Made Us Fight the Way We Did
, es que sirvió para alinear el naciente país en el Norte con dos
enemigos de EE. UU. Baritz relata: “Esa línea puso el vientre de Vietnam
del Norte en manos de la República Popular China, mientras su cabeza
permanecía con Moscú”. (El fin de la guerra de Corea permitió también
que muchas armas fabricadas en China se enviaran a Vietnam del Norte.)
Según los términos de la Conferencia de Ginebra de 1954, Vietnam del
Norte y Vietnam del Sur debían celebrar elecciones presidenciales y
parlamentarias en 1956, pero ni el presidente Dwight Eisenhower ni su
secretario de Estado, John Foster Dulles, vieron razón alguna para
permitir que el norte comunista ganara en las urnas.
Una vez
aplazadas las elecciones, el paralelo 17 se reforzó convirtiéndose en
una frontera internacional, similar al paralelo 38 que dividió Corea del
Norte y Corea del Sur tras la tregua de 1953. Pero ninguna línea en la
arena (en Vietnam, el suelo es más pantanoso) tuvo su origen en frontera
o división histórica algunas reconocibles.
El puente peatonal,
pintado la mitad en amarillo y la mitad en azul, permanece como parte
de un memorial a la reunificación de Vietnam, aunque hasta donde puedo
decir, son sólo turistas occidentales los que se acercan al lugar.
Es una especie de Vía Crucis de sus excursiones sobre la guerra a
partir de Hue, que incluye algunos túneles de la Zona Desmilitarizada,
la base de marines en Khe Sanh, la
Colina de la Hamburguesa y el almuerzo en un café que vende sopa y Kit Kats al comercio turístico.
La línea McNamara
Quizá el legado más extraño en la Zona Desmilitarizada sea lo que se
llamó la Línea McNamara, una creación del secretario de defensa Robert
McNamara. Durante el apogeo de la guerra de Vietnam, harto de los
infiltrados del Norte que cruzaban la ZDM, a McNamara se le ocurrió la
idea de limpiar una franja de una milla de ancho a través de la ZDM y
controlar el desfiladero con una línea de sensores electrónicos (algunos
de los cuales se exhiben aún en los museos locales).
En
teoría, cuando la infantería del EVN cruzara ese corte, los
estadounidenses utilizarían helicópteros de combate o artillería para
acabar con ellos. La Línea McNamara oscureció un problema mayor en el
esfuerzo de guerra estadounidense: que ni los ejércitos de los EE. UU.
ni los vietnamitas del sur tenían suficientes hombres para derrotar las
armas combinadas del EVN y sus afiliados locales en el Viet Cong.
Desde el mar del sur de China hasta la frontera con Laos, la ZDM tiene
alrededor de 80 kms. de ancho, aunque gran parte del paisaje,
especialmente en el oeste, está compuesto por altas colinas y montañas
rugosas, no muy diferentes de la descripción de Daniel Boone sobre
Kentucky: “una tierra oscura y maldita”.
Aunque se hubieran
alineado todos los 550.000 soldados estadounidenses en Vietnam siguiendo
el perímetro sur de la ZDM, no hubieran podido impedir que el EVN
pasara al sur. Para complicar aún más las cosas, muchas de las
incursiones venían del oeste, a lo largo de las Rutas Ho Chi Ming que
rodeaban la ZDM y que se dirigían hacia el sur a través de Laos y
Camboya, ninguna de ellas incluida en el alcance los sensores de
McNamara.
Todo lo que los estadounidenses pudieron hacer en la
ZDM fue establecer bases de combate artillero sobre las colinas
estratégicas, y desde aquellos picos aislados –tenían nombres como Campo
Carrikk y el Montón de Rocas-, lanzaban cohetes y patrullas con la vaga
esperanza de que así podrían ralentizar la invasión del Sur.
Por desgracia, las bases de combate no fueron más barrera ante la
invasión de lo que fue la Línea Maginot en la primavera de 1940, cuando
los alemanes sobrepasaron la frontera francesa.
Los marines toman posiciones
La base de combate más famosa cercana a la ZDM era la de Khe Sanh, que
en 1967-68 fue testigo de algunos de los combates más duros de la guerra
de Vietnam. Khe Sanh es el nombre de una ciudad en el borde occidental
del país, justo al sur de la ZDM.
La base estadounidense que
había allí tenía capacidad para que aterrizaran enormes aviones de
transporte y helicópteros, y tenía también como misión proteger la
carretera 9, que iba del este al oeste, desde la costa hacia Laos.
Aunque la analogía no es muy exacta, la presencia estadounidense en Khe
Sanh y las batallas en las colinas circundantes, se hicieron eco de
determinados aspectos de la batalla que los franceses mantuvieron en
1954 para mantener su puesto de avanzada estratégico en Dien Bien Phu.
Khe Sanh era un campamento solitario que durante lo peor de los
combates se quedó aislado de las líneas de suministro y sólo pudo
recibir refuerzos desde el aire.
En la historia de la guerra,
Neil Sheehan describe como el comandante estadounidense en Vietnam, el
general William Westmoreland, albergaba algunas de las mismas fantasías
que los franceses tenían en Dien Bien Phu. Escribe:
Como
Westmoreland relató, Krulak [un general de marines] entendió que su
principal motivo para enviar marines a Khe Sanh era la esperanza en que
una base de marines aislada en las montañas atrajera a miles de soldados
norvietnamitas que, presumiblemente, podían ser pulverizados por la
potencia de fuego de EE. UU.
Los combates para defender Khe
Sanh fueron los más desesperados de la guerra, aunque varios meses
después de luchar contra los ataques del EVN (en el verano de 1968), el
sucesor de Westmoreland, Creighton Abrams, decidió abandonar esa base,
una retirada que simbolizó en gran medida la confusión estadounidense
sobre los objetivos de la guerra.
La ruta 9 a Khe Sanh
Esta era mi segunda visita a Khe Sanh. Desde mi primer viaje en 2016,
había leído varios relatos sobre los combates, incluyendo dos memorias
del Cuerpo de Marines de las luchas a muerte para mantener las líneas en
las colinas de los alrededores.
Ni en mis libros ni en mis
visitas a los campos de batalla pude decidir nada sobre una de las
preguntas más interesantes de la guerra de Vietnam: ¿Fueron los ataques
contra Khe Sanh durante la ofensiva Tet de 1968 un señuelo destinado a
desviar los recursos estadounidenses a un rincón distante del país; o
intentaba el general Giap en Khe Sanh repetir sus grandes éxitos contra
los franceses en Dien Bien Phu, y, al hacerlo así, confiaba en aniquilar
a los estadounidenses en una trampa mortal que estaba muy alejada de
todos los centros de población?
Para cualquiera de los marines
que defendieron Khe Sanh y las bases artilleras que lo rodeaban, los
ataques del EVN contra las líneas estadounidenses eran parte de “uno muy
grande”. Gregg Jones, en su historia de la batalla en
Last Stand at Khe Sanh: The U.S. Marines’ Finest Hour in Vietnam , sostiene que los ataques eran parte de una campaña más importante contra los campamentos vulnerables de EE. UU. Escribe:
Es probable que nunca sepamos con certeza la verdad sobre los objetivos
de los norvietnamitas, pero el compromiso de Giap con tres divisiones
reforzadas en la fase inicial de la campaña de Khe Sanh fue realmente
algo más de lo necesario para una estratagema eficaz.
Otra
de las razones de que Khe Sanh fuera un suceso fundamental en la guerra
de Vietnam es que se extendía a horcajadas de uno de los caminos
principales de la Ruta Ho Chi Minh, que en años recientes se ha
convertido en una vía interestatal a través de las tierras altas,
completada con rampas de salida, zonas de descanso y puentes colgantes,
si bien algo primitivos.
Aunque Giap no hubiera querido desviar
a tantos de sus hombres hacia las selvas de los alrededores de Khe
Sanh, no tuvo más opción que atacar la base de combate si quería
mantener los suministros de las tropas que luchaban más al sur, y Giap,
al igual que Dwight Eisenhower, fue un general bien conocido como
intendente de cinco estrellas.
Incluso un alto dirigente del Viet Cong pensó que se trataba de una batalla importante. En
A Viet Cong Memoir ,
Truong Nhu Tang relata las dificultades de renovar la ofensiva en los
primeros años de la década de 1970: “Lo que pudiera sucederle a las
principales fuerzas de las divisiones del norte bajo la trituradora del
poder aéreo estadounidense era una incógnita. Ciertamente, Khe Sanh no
fue un precedente alentador”.
¿Fue Khe Sanh un episodio secundario?
Entre quienes han argumentado en contra de Khe Sanh como batalla
crucial figuran los historiadores-periodistas Howard Simpson y Neil
Sheehan; ambos llegaron a la conclusión de que Khe Sanh fue una argucia
para desviar la atención de los comandantes estadounidenses, cuando no
del presidente, del objetivo de la Ofensiva Tet, que pretendía asestar
un duro golpe en las zonas urbanas y poner fin a la guerra.
En su accesible historia
Dien Bien Phu: The Epic Battle America Forgot ,
Simpson, que sirvió muchos años en Vietnam como diplomático y
corresponsal extranjero, sostiene que Khe Sanh no fue sino una
repetición de la batalla anterior que condenó a los franceses. Escribe:
No hubo equivalentes de Dien Bien Phu durante la guerra de EE. UU.,
aunque el presidente Lyndon B. Johnson, el general William Westmoreland y
otros percibieron erróneamente una repetición de la batalla en Khe Sanh
a principios de 1968. Pero esta batalla fue una maniobra de distracción
de Giap, destinada a alejar a las fuerzas estadounidenses de las
ciudades costeras para que él pudiera lanzar la ofensiva Tet. Sabía que
los estadounidenses y los franceses eran diferentes y que carecía de la
fuerza necesaria para desafiar el poderío abrumador de EE. UU. en una
única confrontación.
Ni hay duda tampoco de que tanto
Westmorland como Lyndon Johnson estaban obsesionados con mantener Khe
Sanh, aunque se mostraran reacios a comprometer más batallones de
marines estadounidenses en su defensa. (Apoyándoles estaban la
artillería y los bombardeos en alfombra, a los que se convocaba en
cuanto localizaban alguna concentración de soldados del EVN.)
Irónicamente, una de las unidades presentes en Khe Sanh fue el primer
batallón, noveno de marines, con el que Bernard Fall patrullaba cuando
le mataron. Fue también durante el asedio a Khe Sanh cuando Fall, en la
historia recientemente publicada de Dien Bien Phu, titulada
Hell In a Very Small Place , consiguió su amplio número de lectores. (Puede que leerlo les parezca complicado y largo, pero el esfuerzo merece la pena).
No hay duda de que si los ataques contra Khe Sanh fueron una
estratagema, tanto Westmoreland como Johnson mordieron el anzuelo.
Westmoreland dijo enfáticamente en una de sus reuniones de comando: “No,
repito, NO van a derrotarnos en Khe Sanh”. En numerosas ocasiones tuvo
que hacer las mismas representaciones ante el presidente Johnson (a
quien le gustaba suplicar a sus asesores: “¡No quiero ningún maldito
Din-Bin-Fu! [Dien Bien Phu]).
Las mesas de arena de Lyndon Johnson
LBJ llegó hasta instalar en la Casa Blanca una réplica del paisaje que
rodeaba Khe Sanh, para poder seguir mejor los informes sobre su destino.
(Johson tampoco hizo sugerencias tácticas durante la guerra de Vietnam.
Después de todo, le gustaba alardear sobre la guerra aérea de que sus
generales “no pueden bombardear ni un cagadero sin pedirme permiso
primero”.)
En su biografía de John Paul Vann y la experiencia
estadounidense en Vietnam, Neil Sheehan plantea repetidamente que Khe
Sanh fue una estratagema, parte de la guerra psicológica contra los
estadounidenses que se distraían con tanta facilidad. Escribe en varios
fragmentos:
-
Khe Sanh fue el mayor señuelo de la guerra.
Los comunistas vietnamitas no tenían la intención de organizar allí un
segundo Dien Bien Phu. El objetivo del asedio era William Westmoreland,
no la guarnición de marines. El asedio fue un ardid para distraer a
Westmoreland mientras se preparaba el golpe real.
-
Para dar un giro decisivo a la guerra en su favor, tenían que lograr un
golpe maestro que tuviera el efecto de romper la voluntad de los
estadounidenses, del mismo modo que Dien Bien Phu lo había conseguido
con los franceses. El golpe maestro fue Tet, 1968.
-
Khe Sanh fue de los pocos lugares en Vietnam del Sur donde, a excepción
de más bombardeos miserables, no estaba sucediendo nada.
Sheehan incluye también esta cita de un general de marines. Escribe:
La opinión de los generales de marines respecto a la creencia de poseer
Khe Sanh no había cambiado desde que Lowell English, el asistente del
comandante de la 3ª división de marines en 1966, observó: “Cuando estás
en Khe Sanh, no estás realmente en ningún lugar”.
En su historia
Tet! The Turning Point in the Vietnam War , Don Oberdorfer escribe: “
Khe Sanh fue un lugar en Vietnam donde no hubo un gran ataque en Tet”.
Ese fragmento se hace eco de una memoria escrita por mi amigo, el
novelista Larry Heinemann, quien dijo tras un viaje de posguerra a
Hanoi, cuando se reunió con el general Giap:
Comprendió
bastante bien que los vietnamitas ganarían una guerra de desgaste,
aunque les llevara una generación o más. Estaba perfectamente dispuesto,
por ejemplo, a dejar que el general Westmoreland pensara que el ataque
de los norvietnamitas a Khe Sanh era un gran problema cuando ciertamente
no lo era; en 1968, como en 1971, 1973 y 1975, había peces más grandes
que freír. Él casi se retiró después de la reunificación, tras haber
sido un soldado en guerra durante más de treinta años.
¿Quién ganó en Khe Sanh?
Mi propia conclusión, basada únicamente en las dos visitas que hice a
Khe Sanh y en las lecturas sobre los combates, es que Giap nunca
iniciaba una batalla que no tuviera posibilidades de ganar, y que
consideró que los marines que había en Khe Sanh eran pan comido (sobre
una prolongada línea a ninguna parte en una jungla remota).
Si a
costa de una batalla notable podía asegurar un desvío importante en la
Ruta Ho Chi Minh, y al hacerlo así rodear las líneas estadounidenses a
lo largo de la ZDM, esa era una apuesta que merecía la pena plantear,
aunque la respuesta viniera de los bombardeos estadounidenses. (Por
parafrasear lo que el general Jean-Baptiste Kléber dijo de Bonaparte,
Giap “
era una clase de general que necesitaba 10.000 hombres al mes”.)
Uno de los biógrafos de Giap, Cecil B. Currey, escribe: “Los
occidentales han criticado en ocasiones a Giap por intentar repetir su
éxito de Dien Bien Phu en Khe Sanh. Si esto fue realmente así, ¿quién
podría culparle por querer repetir una victoria tan sorprendente?”. Pero
añade: “El objetivo de Giap era mayor que Khe Sanh; era toda la
República de Vietnam”.
En su libro sobre Khe Sanh, el periodista Gregg Jones pregunta:
“¿Quién ganó? ¿Quién perdió? ¿Fue el general Westmoreland engañado por
su nemesis norvietnamita, el general Vo Nguyen Giap? ¿Estaban dispuestos
los norvietnamitas a hacerse con Khe Sanh o estaban tratando de alejar a
las fuerzas estadounidenses de las zonas urbanas antes de la Ofensiva
Tet? ¿Fue Khe Sanh un ‘fiasco’ estadounidense, como concluyó el
periodista Stanley Karnow ?”.
Jones continúa:
Los comentarios del general Giap sobre Khe Sanh a la periodista italiana
Oriana Fallaci son exactamente los que cabía esperar. “Oh, no”, se le
citó diciendo. “Khe Sanh no intentaba ser, ni podía haber sido, otro
Dien Bien Phu. Khe Sanh no era importante para nosotros. O sólo en
cuanto que era importante para los estadounidenses; en efecto, en Khe
Sanh su prestigio estaba en juego”…
Tal y como están las
cosas, el caso de Khe Sanh como golpe de gracia norvietnamita programado
es circunstancial. Pero también lo es la opinión interesada del general
Giap y sus lugartenientes de que nunca intentaron apoderarse del
baluarte estadounidense.
Como resultó, tanto Tet como Khe Sanh fueron victorias militares para los estadounidenses, aunque derrotas políticas.
Khe Sanh hoy en día
Khe Sanh es hoy, parafraseando al poeta inglés de la I Guerra Mundial
Rupert Brooke, un “rincón remoto de un campo extranjero” que, en mi
opinión, será “estadounidense para siempre”.
Aunque envueltos a
menudo por una niebla opresiva, todavía son visibles los contornos del
perímetro de la base y, aparcados cerca de la vieja pista, hay varios
aviones estadounidenses capturados, includos los restos descomunales de
un avión de transporte C-130 y varios helicópteros.
En el lugar
hay un pequeño museo, aunque las dos veces que estuve allí estuve solo.
Por las razones que sean, los vietnamitas no muestran mucho interés en
Khe Sanh, aunque unos cuantos hombres de la tribu Bru merodeaban por el
lugar confiando en poder vender a los visitantes chapas para perros,
fragmentos de metralla y refrescos de naranja.
Por lo demás,
Khe San es tan sombrío como la casa de Usher de Edgar Allan Poe: “Una
atmósfera sin afinidad con el aire del cielo, que apestaba a causa de
los árboles en descomposición y los muros grises y el silente lago de
montaña; un vapor pestilente y místico, aguado, aletargado, apenas
perceptible y de tonos plomizos”.
Cazando fantasmas en la Colina 881 en Vietnam del Sur
Desde la base de combate, conduzco unos ocho kilómetros al noroeste, en
dirección a la Colina 881, escenario de algunos de los combates más
duros durante el asedio. Sobre esa colina, el capitán William Dabney
estaba al mando de la I compañía, 3º batallón, 26º de marines durante la
peor de las luchas, en la cual oleadas de atacantes del EVN intentaron
arrasar la base. La compañía de Dabney mantuvo sus líneas, aunque sufrió
bajas y necesitó del apoyo de los B-52.
A su vez, los
vietnamitas se deslizarían cerca de las líneas estadounidenses en la
cima de la colina, con la esperanza de que su proximidad limitaría la
respuesta de los bombarderos y artillería estadounidenses. Como en una
muralla medieval, los hombres de Dabney tuvieron que defenderse con
armas de fuego pequeñas, granadas de mano y fuego de mortero.
Muchas de las imágenes que tenemos del asedio de Khe Sanh, de marines
luchando cuerpo a cuerpo para defender una base en lo alto de una colina
rocosa, proceden de puestos de avanzada como Colina la 881 Sur. Jones
escribe sobre el inspirador liderazgo de Dabney:
Una cosa no
había cambiado: la moral era alta, un tributo a la difícil operación
dirigida por Dabney. Los hombres se mantenían ocupados, trabajando en
trincheras, búnkeres y madrigueras cuando era demasiado peligroso ir a
la parte superior, comprobando la alambrada o realizando otras tareas
cuando estaba nublado o con niebla para proteger a sus actividades.
A veces, podía imaginar bien que Dabney, allá en lo alto de aquella
colina solitaria, debía haber pensado que estaba cazando fantasmas, los
suyos y los del enemigo. (En la vida civil, era yerno del condecorado y
legendario Lewis “Chesty” Puller, del cuerpo de marines, para quien las
guerras estadounidenses habían sido una especie de
kindergarten, a
pesar de las muchas bajas sufridas por los hombres bajo su mando.) Una
historia sobre el cuerpo de marines escribe de su inconclusa conclusión:
El valor desenfadado, la determinación tranquila y el humor
macabro de los hombres en la Colina 881 Sur ejemplificaron el espíritu
de los defensores estadounidenses y sudvietnamitas, que no sólo
desafiaron al enemigo sino que, en lucha clásica de 77 días, lo
destruyeron. Al mismo tiempo, la lucha en torno a la aislada base de
combate desencadenó una apasionada controversia en EE. UU y, por lo
tanto, la batalla precisa de un escrutinio minucioso.
Reflexionando después sobre el sacrificio de los marines, muchos de los
cuales lucharon cerca de la ZDM y en las colinas de los alrededores de
Khe Sanh, Neil Sheehan escribió:
En esta guerra murieron
14.691 marines, tres veces más de los que habían muerto en Corea, una
pérdida cuantiosa de vidas, una pérdida que pesó mucho más que los
24.511 marines perdidos durante la II Guerra Mundial. Pero el general
Brute Krulak [estrecho colaborador del presidente Kennedy] debía saber,
antes de que hubieran muerto la mayoría de estos marines en Vietnam, que
todos ellos iban a morir en vano.
Por mucho que me hubiera
gustado ver la Colina 881, su perfil apareció en una cordillera lejana,
uno de los muchos picos en lo que resulta ser un paisaje petrificado
marcado, incluso ahora, por la desolación creada por el Agente Naranja.
Piensen en las montañas Allegheny en el oeste de Pensilvania, elevadas y
claustrofóbicas; el telón de fondo, al igual que Vietnam, para aquel
juego fatal de la ruleta rusa en la película
“El cazador”.
Tierra de nadie
Pasada la colina 558, que está cerca de la carretera de dos carriles,
mi conductor empezó a inquietarse por lo tarde que era ya y por el hecho
de que estábamos fuera incluso de la transitada ruta de Ho. Tampoco
pensaba que más adelante fuéramos a encontrar nada digno de verse en un
paisaje tan sombrío, aunque en aquel momento nos habíamos sacudido ya la
niebla y podíamos ver las colinas de los alrededores que, en la lucha
por Khe Sanh –utilizando la analogía de la batalla de Gettysburg- habían
sido una especie de
Little Round Tops .
Estaba claro que mi conductor nunca había leído la conclusión de 1968 sobre la batalla que se publicó en el periódico
Washington Star. Se decía en ella:
Seguramente, Khe Sanh será un tema controvertido durante mucho tiempo,
pero hay algo que es indiscutible: Se ha ganado un lugar importante en
la historia de la guerra de Vietnam como ejemplo inspirador del valor
estadounidense y aliado. En realidad, puede que un día se juzgue la
victoria sobre el asedio como un punto de inflexión decisivo que
finalmente sirvió para convencer al enemigo de que podía ganar.
Uno de los fragmentos más tristes que encontré en mis viajes y en mis
lecturas aparece en los recuerdos sobre Khe Sanh de Michael Archer
A Patch of Ground . Escribe de la ceremonia de entrega de medalla al que era el comandante de marines durante el asedio:
Creo que la ceremonia en la Casa Blanca para el coronel Lownds fue
programada para ocultar la decisión del Pentágono de abandonar la Base
de Combate Khe Sanh. Sin embargo, parecía que sólo se magnificaba el
problema. Si Khe Sanh hubiera sido tan vital para la defensa de Vietnam
del Sur, justificando un derramamiento de sangre tan enorme, ¿por qué no
lo fue? Alabar ceremoniosamente los grandes sacrificios hechos en Khe
Sanh, mientras que al mismo tiempo se entregaba al enemigo, fue una
contradicción que para muchos de nosotros resultaba difícil de aceptar .
Con demasiada frecuencia, en una guerra dominada en gran parte por los
recuentos de cadáveres, los soldados y marines estadounidenses luchaban
salvajemente por un claro en la jungla o una colina remota; luego, un
día, una semana o un mes más tarde, recibían la orden de retirarse y
volver a sus barracones. Los casacas rojas británicos lucharon en la
guerra revolucionaria estadounidense con las mismas tácticas (y
resultados).
Baritz escribe en
Backfire:
Los reclutas odiaban los combates sangrientos para poder tomar una base
de combate, con la consiguiente pérdida de amigos durante los mismos, y
que después les ordenaran abandonar esa base para ir a combatir o a
patrullar por otros lugares… Un soldado lo expresó de esta forma: “No
tomamos tierra alguna. Ni la restituímos. Sólo mutilamos cuerpos”.
Recorriendo Khe Sanh en medio de la plomiza niebla, me vino a la
memoria un fragmento de la excelente colección de historias de la guerra
de Vietnam de Marc Levy
How Stevie Nearly Lost the War and Other Postwar Stories . En él figura el siguiente diálogo:
VA [siglas en inglés de la Administración de Veteranos] Shrink: ¿Estuviste en Vietnam?
Veterano de Vietnam: Sí.
VA Shrink: ¿Cuándo estuviste?
Veterano de Vietnam: La pasada noche.
Antes de que el coche diera la vuelta para dirigirse de nuevo hacia
Hue, me contenté con unas cuantas fotografías de las distantes colinas,
aunque esas fotos no iban añadir nada al debate sobre si Khe Sanh fue
una victoria o una derrota.
Por el momento, este rincón de un campo extranjero es una afligida tierra de nadie o, como Brooke escribe en “
The Soldier”: “Bañada por los ríos, bendecida por los soles de casa”.
Matthew Stevenson es redactor colaborador de
Harper’s Magazine y autor de varios libros, el más reciente de ellos
Reading the Rails . Su próximo libro es
Appalachia Spring. Vive en Suiza.
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y como fuente de la misma.