Las
amenazas de EEUU a Corea del Norte no solo suponen una violación, otra
más, del derecho internacional que establece (Carta de la ONU) que el
uso de la fuerza y las simples amenazas son inaceptables en las
relaciones internacionales sino que son el más claro exponente de que
asistimos a la fase final del colapso del imperialismo.
EEUU
está herido de muerte desde hace mucho tiempo, desde que en 2008 dio
inicio a la crisis económica de la que el mundo capitalista tradicional
no ha podido ni sabido salir todavía, aunque haya algún indicio de
recuperación, y desde que dos países vieron llegado su momento de saldar
viejas deudas. Esos dos países son China y Rusia.
Es este tiempo
el mundo ha comenzado a girar fuera de la influencia estadounidense con
iniciativas como la Unión Económica Euroasiática, la Organización para
la Cooperación de Shangai, el Banco Asiático de Inversión en
Infraestructuras o la Nueva Ruta de la Seda. Incluso con iniciativas
como la de los BRICS y su Nuevo Banco de Desarrollo, aunque haya
atravesado algún que otro momento de una cierta parálisis como ocurrió
con el golpe que se produjo en Brasil contra Dilma Rousseff (1).
Recuperado el resuello, no sólo los BRICS se han opuesto con firmeza al
ataque contra Siria calificando al mismo como “inaceptable” y reclamando
el respeto a la legalidad internacional, a la integridad territorial y a
la soberanía del país árabe sino que han comenzado a estudiar la
posibilidad de ampliarse a nuevos miembros aunque aquí hay un cierto
distanciamiento entre India, que no es muy partidario de ello, y China
que es quien lo promueve.
Si a esto se suma la incorporación del
yuan como moneda de reserva de la canasta de divisas del Fondo Monetario
Internacional y que China y Rusia están trabajando su propio sistema de
financiación internacional del comercio (MIR y CIPS, respectivamente),
al tiempo que están acaparando en estos años la práctica totalidad del
mercado del oro, se tiene el bosquejo mucho más completo de esa
realidad.
Por lo tanto, lo que aparentemente son actos de fuerza
de EEUU como el bombardeo de una base aérea del ejército sirio o el
lanzamiento de una poderosa bomba en Afganistán, a los que acompaña
ahora la parafernalia de amenazas y envíos de portaaviones a Corea del
Norte, no son otra cosa que desesperados intentos de parar ese colapso.
EEUU ya no tiene ninguna otra oferta que hacer, ni económica ni
política, ni otra fuerza que presentar que no sea la superioridad
militar y eso está también cada vez más en cuestión. Precisamente en
estos días China ha botado su segundo portaaviones y ha anunciado el
inicio de la construcción de un tercero (EEUU tiene un total de 11,
mientras que Rusia solo tiene uno).
De ahí que la amenaza contra
Corea del Norte vaya únicamente en esa dirección, al tiempo que intenta
desviar la atención de las constantes violaciones al derecho
internacional por parte de EEUU con un pretendido apoyo de otros países,
de forma especial de China, a su política contra Pyongyang. Porque EEUU
mira constantemente a Rusia y a China, que poco a poco están segando la
hierba bajo sus pies de superpotencia. Si en el primer caso ha logrado
ralentizar algo su deterioro (logrando una cierta unanimidad entre sus
vasallos europeos con las sanciones por Crimea y el Donbás ucraniano),
en el segundo no sólo no lo ha logrado sino que cada vez más países
pretendidamente aliados de EEUU están girando hacia China.
A EEUU
le resulta muy fácil hacer una guerra contra un país débil, como lo han
sido todos a los que ha atacado y destrozado desde la desaparición de
la URSS: Yugoslavia, Serbia, Afganistán, Irak, Libia, Siria…, pero no le
va a resultar tan fácil con Corea del Norte si persigue en sus
amenazas.
En EEUU se habla de la guerra que libró contra Corea en
la década de 1950 como “la guerra olvidada”. Pero lo que para los
estadounidenses es casi inexistente -pese a los tres millones de muertos
causados, destrozo de infraestructuras, de tierras cultivables y uso de
agentes químicos- para los coreanos está muy vivo porque lo que ocurrió
está en la base del comportamiento tradicional de Corea del Norte dado
que toda la política que este país ha seguido desde entonces trata de
disuadir el siguiente ataque del que todavía se cree a sí mismo como el
“principal imperio militar de la Historia”. Y al igual que se olvida la
historia, se olvida que cuando EEUU se vuelve menos beligerante hacia
Corea del Norte, este a su vez disminuye su pretendida agresividad.
Así ocurrió en 1990 cuando Clinton abogó por una normalización de las
relaciones entre los dos países y se llegó a la firma de un acuerdo para
“congelar y reducir” el programa nuclear norcoreano (bastante similar
al que años después firmó Obama con Irán, por ejemplo), pero dicho
acuerdo fue desconocido por George Bush en el año 2003 cuando colocó a
Corea del Norte en el “eje del mal” junto a Irán e Irak. La respuesta de
Corea del Norte fue lógica y la única que podía dar: responder a la
retórica amenazante con la reanudación de su programa nuclear y
misilístico. Sobre todo, y esto es lo que normalmente se oculta, porque
EEUU tiene en Corea del Sur cientos de armas con capacidad nuclear desde
la década de 1950.
Sin hacer un repaso histórico, que en
cualquier caso sería favorable a Corea del Norte, sí hay que mencionar
que la situación actual se debe única y exclusivamente a EEUU y hay que
partir de 2015, año en que parecía que el tema nuclear norcoreano se
resolvía cuando China propuso, de común acuerdo con Pyongyang, un
acuerdo a EEUU: “la doble suspensión”. Es decir, que Corea del Norte
renunciaba a sus pruebas nucleares y misilísticas a cambio de que EEUU y
Corea del Sur suspendieran sus ejercicios militares a gran escala. Pero
EEUU, con Obama como presidente, se negó. Desde entonces China y Corea
del Norte han insistido en el mismo acuerdo, la última vez el 9 de marzo
de este año, ya con Trump en la presidencia, aunque son el mismo
resultado: la negativa (2).
Merece la pena destacar que el
acuerdo hablaba de “suspensión de las maniobras a gran escala”, que
Corea del Norte siempre ha visto como el preludio de una invasión y/o de
un ataque. Entre otras cosas, porque las maniobras se celebran siempre
en los meses de marzo-abril-mayo, es decir, cuando se tiene que recoger
la cosecha de arroz y sembrar para una nueva. El ejército norcoreano
suele participar en la recogida, por lo que al realizarse esas mega
maniobras se obliga a que los efectivos que se dedican a ello sean mucho
menores de lo debido porque siempre que se realizan esas maniobras el
ejército se pone en estado de máxima alerta. Si a ello se suma que Corea
del Norte tiene dificultades para conseguir fertilizantes, por las
sanciones, que ha atravesado una etapa muy complicada debido a la sequía
y, también, por ineficiencias en cuanto a la planificación económica,
se entiende que para los norcoreanos la suspensión de estas maniobras
sea una cuestión vital. Y eso lo sabe también EEUU, y por ello las
realiza en esas fechas.
Pero en estos momentos, EEUU da un giro
muy peligroso para la paz mundial puesto que va más allá con las
amenazas de un ataque que recibiría respuesta sin duda alguna. Mucha o
poca, pero una respuesta que va a provocar un clima de tensión como no
se ha visto ni siquiera en la guerra de Vietnam, la última a gran escala
en la que se ha visto envuelto EEUU. Porque ahora hay otros actores
que, también, van a responder de una u otra manera y esos actores son
China y Rusia.
Tres acontecimientos para acentuar el colapso…
Los movimientos de EEUU no son casuales ni tienen que ver con Siria ni
Afganistán, en el caso de los bombardeos, ni con Corea del Norte. Tiene
que ver con una serie de acontecimientos que van a tener lugar en este
año y que significan el fin definitivo de EEUU como superpotencia.
El primero es la candidatura que a primeros del mes de marzo
presentaron 13 países para incorporarse como miembros del Banco Asiático
de Inversión en Infraestructuras. Entre esos países hay occidentales
como Bélgica, Hungría e Irlanda y Canadá; otro prendidamente “enemigo”
como Venezuela y otro, Perú, hasta ahora un socio preferente del
fallecido Acuerdo Trans Pacífico. En caso de aprobarse dicha candidatura
–y está previsto que se haga para el mes de mayo- serían ya 70 los
países que formarían parte del BAII, una amenaza cada vez más clara al
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que están bajo la
hegemonía de EEUU. Aunque formalmente el BAII no se presenta como una
alternativa a estas instituciones de Bretton Woods, en la práctica lo es
puesto que la mayoría de créditos que está concediendo en el año que
lleva en funcionamiento (desde enero de 2016) se está haciendo en
yuanes, no en dólares. Por ejemplo, los últimos por ahora se han
otorgado a Indonesia por un valor de 1.550 millones de yuanes (225
millones de dólares) y a Bangladesh por valor de 413 millones de yuanes
(60 millones de dólares). Esto fue el 29 de marzo y el 21 de abril el
vicepresidente de EEUU visitó Indonesia “buscando contrarrestar la
influencia económica y militar de China”. Una de las instancias
subsidiarias del BM, el Banco Asiático para el Desarrollo, pierde cada
vez más terreno y de una forma cada vez más acelerada.
El
segundo, que tiene que ver con el primero, es la celebración para los
días 13 y 14 de mayo del Foro Internacional “Un cinturón, una
carretera”, la nueva y gran estrategia comercial geoestratégica de China
(3) y que va a reunir ni más ni menos que a 28 jefes de Estado y de
gobierno de otras tantas naciones. Eso no sería más relevante de lo que
ya es si no fuese porque entre esos dirigentes representan a países como
Rusia, Bielorrusia, Indonesia, Turquía, Vietnam, Filipinas, Kazajstán,
Pakistán, Uzbekistán, Malasia, Myanmar, Laos, Sri Lanka, Kenia,
Etiopía... e incluso occidentales como Italia, Hungría, Grecia, Serbia,
Chile, Argentina y puede que hasta España, país que tras muchas dudas
decidió incorporarse al BAII el año pasado. Es decir, que cada vez son
más los vasallos tradicionales de EEUU que están buscando un nuevo señor
al que servir.
Y el tercero, que tiene que ver con el segundo,
es la celebración el 8 y 9 de junio de la asamblea anual de la
Organización de Cooperación de Shanghai en la que se incorporarán como
miembros de pleno derecho India y Pakistán. Fueron admitidos el año
pasado, pero la norma es que no adquieran la condición plena como tales
miembros hasta el año siguiente. Estos dos países, enemigos históricos,
potencias nucleares ambos y enfrentados en varias guerras desde 1948
tienen ahora que ceñirse a las normas de la OCS que servirá, además, de
amortiguador y mediador de sus divergencias. Al mismo tiempo, refuerza
los vínculos de India y de Pakistán con China y con Rusia.
Con
ser importante este hecho, que hace que la OCS esté compuesta de ocho
países que engloban al 43% de la población del planeta y genere el 24%
del Producto Interior Bruto mundial, lo es aún más el hecho de que muy
probablemente en esta reunión Irán sea aceptado como nuevo miembro de la
OCS una vez que ya no existe impedimento alguno –como las sanciones-
para su incorporación plena. Con la adhesión de Irán la OCS contará con
una formidable palanca comercial y controlará alrededor de una quinta
parte del petróleo del mundo haciéndose aún más impermeables a
vulneraciones de precios –China tiene abierta su propia bolsa de
petróleo, Rusia tiene previsto hacer lo mismo- y a sanciones.
Si a
ello se añade la sorpresa protagonizada por Egipto y Siria, que este
año han pedido su incorporación a la OCS, al igual que ya la han
solicitado otros años anteriores Turquía, Mongolia, Afganistán, Camboya,
Nepal, Armenia, Azerbaiyán, Sri Lanka y Bielorrusia se observa con
precisión cómo las puertas se van cerrando una tras otra para Occidente y
que el colapso imperial es cada vez más acentuado.
…y una colaboración que se estrecha
Si alguna virtud han tenido los bombardeos de EEUU en Siria y
Afganistán, así como las amenazas a Corea del Norte, ha sido la de
estrechar aún más la alianza entre China y Rusia. Se ha dicho que la
visita del presidente chino a EEUU tenía como objetivo, por parte de
EEUU, de “romper” esa alianza. El que Trump anunciase a Jinping el
bombardeo a Siria en plena cena podría tener la pretensión de “enviar un
mensaje” y los medios de propaganda habituales, antes llamados medios
de comunicación, se han encargado de presentar una imagen bucólica tanto
de esa reunión como de los mensajes en forma de bombas. Han presentado
como todo un éxito de EEUU el que China se abstuviese en el Consejo de
Seguridad de la ONU en la resolución con la que Occidente (EEUU, Gran
Bretaña y Francia) pretendía condenar al gobierno sirio como autor del
ataque con gas y que vetó Rusia. Pero no se tiene en cuenta que China no
tiene tantos intereses como Rusia en el país árabe y que, normalmente,
alterna su abstención con su veto siguiendo la estrategia de Rusia. Es
lo mismo que ocurre con Corea del Norte, donde Rusia no tiene tantos
intereses como China y suele guiarse por la estrategia china.
Que
la colaboración entre ambos países es sólida y se fortalece cada día se
pone de manifiesto con unas pequeñas muestras: cuando Tillerson, el
Secretario de Estado de EEUU, visitó Moscú después de los bombardeos a
Siria, al día siguiente de su partida quien llegó a la capital rusa fue
el primer viceministro chino, Zhang Gaoli, miembro del Comité Permanente
del Buró Político del Partido Comunista de China. Es decir, que no sólo
es un miembro del gobierno, sino un alto cargo del partido y dice a las
claras que China tiene información de primera mano de lo que se le dijo
a Tillerson y de la postura de Rusia no sólo en Siria sino en lo
relativo al derecho internacional y a los ataques "preventivos" a los
que tanto le gusta apelar a EEUU. Y viceversa, Rusia tiene información
de primera mano de lo que hace o va a hacer China en Corea del Norte,
por ejemplo. Otra visita importante a Moscú va a tener lugar los días 25
al 27 de abril, y en esta ocasión será Li Zhanshu, jefe de la Comisión
Nacional de Seguridad, quien visite el Kremlin para hablar de cuestiones
"previamente acordadas por los líderes de los dos países", según la
nota oficial de China.
Esto significa una cosa: la comunicación
entre China y Rusia es de muy alto nivel y la coordinación entre ambos
es casi total en política internacional. Por si hubiese alguna duda, el
portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China dijo que ambos
países “tienen la intención de apagar todos los puntos calientes del
planeta, incluyendo la guerra civil de Siria y las tensiones en torno al
proyecto nuclear de la República Popular Democrática de Corea”.
Desmintiendo a los propagandistas habituales, especialmente a los
estadounidenses, con aquello de que EEUU ha logrado “romper” esta
alianza, los chinos han añadido que "toda la política exterior de China y
de la Federación Rusa es lógica y razonable" –con lo que vienen a decir
que la de EEUU no lo es- y que los dos países “reforzarán su
cooperación estratégica en aras de mejorar la estabilidad
internacional".
Si a ello se le suman otras dos cuestiones
económicas de relevancia ya apuntadas algo más arriba, como que el yuan o
renminbi se ha hecho con el 1’07% de las reservas dinerarias del mundo
desde que forma parte de la canasta de divisas del FMI, y eso fue en
octubre de 2016, aunque su aprobación de produjo en diciembre del año
anterior (para tener una idea de lo que este porcentaje representa,
aparentemente pequeño, hay que decir que el yen o la libra esterlina,
otras monedas de reserva de la canasta de divisas del FMI desde que
fueron incorporadas hace ya casi 30 años representan cada una el 4% del
total de las reservas que tienen los países del mundo) o que Rusia ya
tiene prácticamente aplicable la alternativa al SWIFT occidental (el
sistema que se utiliza para las transacciones financieras
internacionales), la soga que suele esgrimir siempre Occidente para
amenazar y amedrentar a los gobiernos que no se rinden a sus
pretensiones –a Irán se le amenazó con no poder hacer ninguna operación
comercial a través del SWIFT, y lo mismo se hizo con Rusia tras la
anexión de Crimea aunque rápidamente se dio marcha atrás en dicha
amenaza- se entiende mucho mejor el por qué del titular de este
artículo: asistimos a la fase final del colapso del imperialismo y todos
los movimientos que EEUU está haciendo sólo tienen como finalidad
retrasar lo inevitable.
El nuevo poder político, militar y
económico se está desplazando muy deprisa hacia el este, hacia Asia y ya
son muchos quienes se están moviendo para que Occidente no esté en ese
futuro o tenga un papel mucho menos relevante si no irrelevante del
todo. Rusia y China están haciendo los preparativos adecuados para que
sea así. La redistribución del equilibrio de poder global ha pillado a
contrapié a los viejos señores del mundo que se resisten a aceptar su
ocaso, quieren seguir dictando la política del mundo y ya sólo tienen
una baza que jugar y ni siquiera es segura: el poder militar. Si hay
ataque contra Corea del Norte, se va a poner a prueba de forma muy
palpable.
Notas:
(1) Alberto Cruz, “Eurasia como eje del siglo XXI (y II)”
http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2121
(2)
http://zeenews.india.com/world/us-rejects-chinese-proposal-to-reduce-tension-with-north-korea_1984772.html
(3) Alberto Cruz, “El cinturón, la carretera y los pasos hacia el “gran salto”
http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2219
Alberto
Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las
brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en
la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del
CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a
libros.lacaida@gmail.com o bien a
ceprid@nodo50.org También se le puede encontrar en librerías.
Fuente:
http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2230
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