El Centro Histórico frena su hundimiento
Un centenar de edificios presenta riesgos por las fallas que sufre el terreno
Arturo Páramo
20/01/2013 08:01:31
El ingeniero Adolfo Zeevaert diseñó un efectivo sistema de soporte para la Torre Latinoamericana.
CIUDAD DE MÉXICO, 20 de enero.- El suelo del Centro
Histórico se hundió, se asentó, creó ondulaciones durante décadas y
actualmente se encuentra en un proceso de reducción de deformaciones,
aseguró el titular del Fideicomiso del Centro Histórico, Inti Muñoz.
Desde
que la Ciudad de México fue trazada en el virreinato y se decidió
desecar el lago, comenzó a gestarse el problema de hundimientos de
terreno que, de acuerdo con Muñoz, ha comenzado a ceder.
Por su
parte, Vicente Flores, director de Desarrollo Inmobiliario del
Fideicomiso del Centro Histórico, dijo que mientras que otras zonas de
la capital como Iztapalapa, Iztacalco o Chalco, mantienen un hundimiento
de 40 centímetros al año, en la zona centro de la capital es de apenas
cinco centímetros, y se ha desa-celerado considerablemente en los
últimos años.
Al reducirse el fenómeno, los hitos arquitectónicos
del Centro Histórico construidos en la Colonia y en el siglo XX tienen
garantizada su permanencia, al disminuir los riesgos estructurales,
destacó Flores, arquitecto y especialista en restauración de inmuebles.
Estableció
que al iniciar el desalojo de las aguas del lago y la construcción de
la capital de la Nueva España, la ciudad comenzó a sufrir hundimientos
que se prolongaron durante siglos debido a que el suelo arcilloso perdió
humedad y se compactó.
“Es un proceso paulatino. Han existido
edificios desde tiempos de los aztecas y del virreinato, lleva 700 años
de historia y el terreno se ha ido consolidando.
“En cambio, lo
que es Iztapapala, Tláhuac e Iztacalco, hasta hace pocos años sólo eran
cultivos y cuando se les ponen construcciones encima o vialidades
comienzan a hundirse, es en esas zonas es donde actualmente vemos
hundimientos más acelerados y dramáticos”, puntualizó Flores.
Desde
el inicio de su construcción en el virreinato, la Catedral
Metropolitana sufrió hundimientos que comprometieron su estructura y se
convirtió en el ejemplo más representativo de los efectos destructivos
del asentamiento diferenciado del terreno.
Enrique Santoyo,
especialista reconocido a escala mundial en mecánica de suelos, expuso
en un estudio realizado durante varios años y publicado en 2007 que el
hundimiento del terreno en la Catedral Metropolitana se reducía
paulatinamente en los estratos de hasta 40 metros de profundidad.
Los estudios demostraron que a profundidades de hasta 100 metros, el hundimiento era prácticamente nulo.
Las
mediciones en la Alameda Central ratificaron que el hundimiento en los
estratos cercanos a la superficie presentaban una disminución, y eran
aún menores a mayor profundidad.
Flores confirmó estos estudios al
asegurar que “se ha ido desacelerando, no es tan acentuado como fue en
otros momentos, es mucho más pequeño, en cambio en zonas como Iztapalapa
e Iztacalco, ahí sí hay niveles grandes”.
Emergen
El
edificio del Banco de México, conocido también como Guardiola, en la
esquina de Madero y Eje central, tenía su entrada a nivel de piso en
1928, cuando fue inaugurado.
Actualmente hay que subir escalones
para estar al nivel de la puerta principal, a un metro y medio por
encima del nivel de las calles que lo rodean.
“El edificio está
bien cimentado en el suelo firme, se tuvo que construir así para
construir una bóveda donde guardar los valores, por eso se hunde menos
que el entorno”, explicó Flores.
Es por ello que hacia la Calle
Madero en dirección al Zócalo, el resto del Centro de la Ciudad parece
hundirse o, por el contrario, el sector donde se encuentra el edificio
Guardiola y la Torre Latinoamericana parece emerger.
Los 361
pilotes de la Torre Latinoamericana anclados a 33 metros de profundidad
no serían suficientes para mantenerla erguida, sin inclinación.
El
hito que marcó el diseño de Adolfo Zeevaert, fue el de los sistemas de
inyección de agua para compensar inclinaciones, los gatos hidráulicos en
los cimientos y las tres plataformas de concreto independientes que
sostienen la estructura de 24 mil toneladas de peso.
Es por esos logros tecnológicos que la Torre desciende junto con el resto del Centro, aunque a menor velocidad.
“La Torre se ha hundido parejito” desde su inauguración en 1956, aseguró Flores.
Al paso de los años, sin embargo, la Latino ha tenido que sumar escalones para ingresar a ella.
Edificios
como el Palacio de Bellas Artes sufrieron con el suelo desde el inicio
de su construcción en el “suelo más complejo del mundo”, de acuerdo con
Muñoz.
Se registraron problemas de hundimiento que provocaron que
el proyecto del palacio se retrasara hacia 1907, y quedara detenido por
varios años.
Años atrás, otros monumentos han sufrido los estragos del hundimiento del terreno en el Centro de la capital.
La
Iglesia de Nuestra Señora de Loreto, en la calle Rodríguez Puebla,
diseñada por Manuel Tolsá, se consagró tal y cómo se le conoce ahora, en
1819. Al año siguiente se comenzó a inclinar hacia atrás comprometiendo
la estabilidad de su estructura.
La falla se detuvo poco después,
y pese a los intentos por rescatarla todavía es posible experimentar
cierto vértigo al caminar en su interior.
“Es como nuestra Torre de Pisa, en realidad no corre riesgo”, destacó Muñoz.
Tesoros a salvo
El
caso paradigmático de hundimiento, la Catedral Metropolitana fue
renivelada mediante la inyección de concreto en sus cimientos, la
instalación de gatos hidráulicos, y la instalación de un esqueleto de
vigas de acero durante años para evitar que se desmoronara.
Trabajos
similares se han desarrollado en la Iglesia de la Santísima, en la de
Nuestra señora de Loreto o en el templo de San Agustín.
“Durante
los últimos años se invirtieron 300 millones de pesos en 27 templos que
ha sido reforzados, se hicieron trabajos de cimentación, de inyección.
“Templos
que estaban en serio riesgo hace cinco años ahora están en buenas
condiciones, pero no hay que confiarnos. No hay que confiarnos”,
enfatizó Muñoz.
De acuerdo con Protección Civil del Distrito
federal, unos 100 edificios del Centro Histórico mantienen riesgos
estructurales generados por los hundimientos, pero también por la falta
de mantenimiento durante las décadas en que estuvieron en vigor las
rentas congeladas, los daños ocasionados por los sismos de 1957 y 1985, o
están abandonados.
De ellos, unos 20 han tenido que ser apuntalados para evitar que se derrumben.
Inmuebles de sube y baja
Otros
ejemplos notorios de hundimiento de terreno en el Centro Histórico son
la Iglesia del Ex Convento de San Francisco, en la calle Madero, que se
encuentra a varios metros debajo del nivel de la calle.
El
edificio La Nacional, ubicado en Juárez y Eje Central, de 25 pisos y
considerado el primer rascacielos del país, que estaba a nivel de piso
en su inauguración en 1934, y ahora se requiere de escaleras para
ingresar.
Las huellas del hundimiento del suelo se reflejan en varios lugares y no siempre obedecen a la orografía del extinto lago.
En
la calle Moneda existe una notoria “joroba” formada por un edificio
prehispánico que se encuentra debajo del nivel de la calle, y eso
provoca que el terreno se hunda en torno a él.
Una sección del edificio se puede observar mediante una ventana arqueológica instalada en el edificio del Arzobispado.
El
mismo efecto existe en la calle República de Guatemala, detrás de
Catedral, donde hay una “loma” a mitad de la calle detrás del templo.
Prácticamente no hay calle en el Centro Histórico que se salve de las huellas del hundimiento acumulado durante siglos.
El colonial ex Convento de San Jerónimo se encuentra por debajo del nivel de los edificios del siglo XIX que lo rodean.
En
la calle Artículo 123, entre Luis Moya y Marroquín, existe un
hundimiento tan notorio que los autos se inclinan como si se tratara del
peralte de una pista de carreras, y el nivel de la acera sur está por
encima de la acera norte.
En la calle Ayuntamiento la vialidad se
ondula notoriamente, y en el cruce con Balderas emerge un montículo que
hace reducir la velocidad a los conductores que circulan por el lugar.
En
la Alameda Central, un poste instalado en el siglo XIX para medir el
hundimiento en la zona, ha emergido alrededor de seis metros por sobre
la superficie.
También en la zona centro de la capital, la avenida
Congreso de la Unión ha sufrido de tal manera los hundimientos que los
carriles que corren cerca de las columnas que sostienen la estructura de
la Línea 4 del Metro son intransitables.
En la colonia Doctores
se tuvo que eliminar un “chipote” de casi un metro creado por una
lumbrera del Drenaje Profundo que estaba cimentada sobre piedra en el
cruce de Doctor Velasco y Doctor Vértiz.
Los puentes que cruzan el
Viaducto Miguel Alemán son cada año más altos debido al hundimiento del
terreno en torno a los pasos a desnivel que se encuentran mejor
cimentados que sus alrededores, lo que se puede apreciar a simple vista.
Daños cada vez más costosos
El
hundimiento del terreno a causa de la sobreexplotación de los mantos
freáticos cuesta cientos de millones de pesos a la Ciudad de México.
Los
planes para concentrar en plantas tratadoras la totalidad del agua
residual que genera la Zona Metropolitana, y eventualmente reinyectar el
líquido en el subsuelo, es a mediano plazo una posible solución, y en
tanto, los estragos por el hundimiento del suelo continúan.
En
1996, el problema del hundimiento hizo su aparición en todo su potencial
con el agrietamiento sin remedio de edificios en la Unidad CTM 14, en
Ecatepec, los que tuvieron que ser demolidos.
En 2001, la Línea 2
del Metro, de Chabacano a Taxqueña, tuvo que cerrar durante una semana
de abril, por la renivelación de las vías. En esa zona las vías corren a
nivel de superficie, sufriendo los estragos del hundimiento diferencial
del terreno.
Una año más tarde, tocó el turno a la Línea A del
Metro que corre sobre la calzada Ignacio Zaragoza. Tuvieron que cerrar
los tramos de Santa Martha a Los Reyes y de Peñón Viejo a Acatitla, pues
existían 58 puntos donde podría haber accidentes, debido a los
desniveles del terreno.
También en 2002, se invirtieron 630
millones de pesos en la construcción de plantas de bombeo de agua en el
Gran Canal del Desagüe, debido a que las aguas residuales ya no eran
desalojadas por gravedad.
Debido al hundimiento del Valle de
México, el Gran Canal perdió pendiente y en lugar de desalojar las aguas
residuales, éstas quedaban estancadas.
En agosto de 2003, la
Línea 9 del Metro cerró en su tramo de Pantitlán a Velódromo, y la Línea
A lo hizo de La Paz a Guelatao, para renivelar las vías afectadas por
los hundimientos diferenciales en la zona oriente de la ciudad.
El
Metro ha sido la infraestructura urbana más costosa de ser reparada,
debido a los desniveles ocasionados por la sobreexplotación de los
mantos freáticos.
Para 2007, la Línea 5 del Metro tuvo que cerrar en cinco estaciones durante el primer semestre del año para renivelar sus vías.
En
ese periodo, la avenida Congreso de la Unión cerró parcialmente para
permitir que el pavimento literalmente fuera rebanado, pues existían
“chipotes” de hasta 40 centímetros en los carriles más cercanos a la
estructura elevada de la Línea 4 de la red del Metro.
En
septiembre de 2009, un edificio de la Unidad Ermita Iztapalapa, en la
calzada Ignacio Zaragoza fue renivelado mediante la técnica de gatos
hidráulicos aplicados en sus cimientos.
En diciembre de ese año,
dos edificios de la colonia Año de Juárez no tuvieron la misma suerte y
tuvieron que ser demolidos ante el inminente riesgo de derrumbarse.
A
finales de 2009 también se inició una nueva etapa de renivelación de
vías en la Línea A del Metro, causada por las grietas de origen
geológico y agravadas por la acelerada disminución de los mantos
freáticos.
La carretera Chalco-Tláhuac es constantemente elevada, pues cruza una zona de pantanos.