Cómo la seguridad de EEUU quedó a cargo de una compañía privada
WASHINGTON, 18 jun 2013 (IPS) -
Edward Snowden, empleado de la empresa privada de inteligencia Booz
Allen Hamilton, filtró información sobre la Agencia Nacional de
Seguridad, de Estados Unidos, en especial sobre el área de los
contratistas, que insume alrededor de 70 por ciento de los 52.000
millones de dólares del presupuesto nacional destinados a los servicios
secretos.
Algunos analistas
aprovecharon las revelaciones de Snowden para denunciar el papel de los
contratistas privados en el gobierno y en la seguridad nacional, y
arguyeron que debe quedar en la órbita de organismos públicos.
Pero sus críticas no dan en el blanco, pues se volvió muy difícil separar ambas esferas.
Es
que están totalmente entrelazados los funcionarios de la Agencia
Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés), que incluye a las
de entidades como la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y los
empleados de compañías como
Booz Allen Hamilton.
El
papel que desempeñan en el sector privado se entrelaza con el que
realizan para el gobierno, promocionándose entre sí y actuando en su
propio provecho, lo que vuelve redundante la clásica rotación de
personal entre estos dos ámbitos.
Snowden, un administrador de
sistemas del Centro de Operaciones de Amenazas de la NSA en Hawaii,
trabajó para la CIA y para la compañía de servicios de informática Dell
antes de unirse a Booz Allen. Pero el oscuro papel que pudo desempeñar
palidece al lado del que tuvieron otros.
Para
comprender esta compleja trama, hay que remontarse a R. James Woolsey,
un exdirector de la CIA que compareció ante la Cámara de Representantes
en el verano boreal de 2004, para promover la idea de integrar los
programas de espionaje extranjero e interno para perseguir
“terroristas”.Un mes después apareció en el canal de
televisión MSNBC hablando sobre la urgente necesidad de crear una nueva
agencia de inteligencia que ayude a ampliar el aparto de vigilancia
nacional tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva
York y Washington.
En ninguna de esas apariciones públicas,
Woolsey mencionó que era vicepresidente de seguridad estratégica global
de Booz Allen, cargo que desempeñó entre 2002 y 2008.
“La fuente
de información sobre las vulnerabilidades de un posible ataque sobre
nuestro territorio no va a depender de la inteligencia extranjera, como
durante la Guerra Fría”, opinó.
“Los terroristas nos comprenden
bien y viven y se organizan donde no los vamos a espiar, en Estados
Unidos”, señaló Woolsey ante el comité selecto de seguridad interior de
la Cámara de Representantes, el 24 de junio de 2004.
“El problema
es que el sector de la inteligencia creció tanto desde 1947, cuando se
creó el cargo de director de la inteligencia central, que se volvió
imposible desempeñar ambos cargos, dirigir la CIA y manejar todo el
sector”, explicó Woolsey tiempo después en otro programa de televisión.
Director de Inteligencia Nacional
Volviendo
a 2007, el vicealmirante retirado Michael McConnell, entonces
vicepresidente de Booz Allen para política, transformación, seguridad
interna y análisis de inteligencia, pasó a ser el segundo al mando de la
Oficina del Director de Inteligencia Nacional (DNI, por sus siglas en
inglés), responsable de las 17 agencias de seguridad dependientes de
Washington.
Y como por coincidencia, su nuevo lugar de trabajo estaba a solo tres kilómetros del anterior.
Tras retirarse como DNI en 2009, McConnell regresó a Booz Allen, donde aún se desempeña como vicepresidente.
En
agosto de 2010, el teniente general retirado James Clapper,
exvicepresidente de inteligencia militar de Booz Allen (1997-1998), se
convirtió en el cuarto DNI, cargo que desempeña hasta hoy.
De hecho, los ejecutivos de Booz Allen ocuparon dicho cargo durante los cinco de sus ocho años de existencia.
Cuando
esos dos hombres estuvieron al frente de la seguridad nacional,
contribuyeron a su ampliación y privatización como nunca antes.
McConnell,
por ejemplo, pidió al Congreso legislativo que modificara la ley de
Vigilancia de Inteligencia Exterior para que la NSA pudiera espiar a
países extranjeros sin necesidad de una orden, si estos utilizaban
tecnología de Internet encaminada por Estados Unidos.
La semana
pasada, Snowden reveló a Glenn Greenwald, colaborador del diario
británico The Guardian, que la NSA había creado un programa de
vigilancia electrónico llamado “Prism”, que le permitía a la agencia
espiar los datos electrónicos de ciudadanos del mundo entero, dentro y
fuera del territorio estadounidense.
El trabajo de Snowden en las
oficinas de Booz Allen en Hawaii era mantener los sistemas de tecnología
de la información de la NSA.
Snowden no explicitó cuál era su
relación con Prism, pero dijo al diario South China Morning Post que la
NSA había pirateado redes troncales, básicamente grandes routers
(encaminador) de Internet, que le daban acceso a las comunicaciones de
cientos de miles de computadoras sin tener que piratear a cada una”.
Woolsey
defendió ese tipo de vigilancia cuando The New York Times reveló las
intervenciones telefónicas sin orden judicial realizadas por la NSA en
diciembre de 2005.
“A diferencia de la Guerra Fría, nuestras
necesidades en materia de inteligencia no están solo en el extranjero”,
arguyó ante un comité jurídico del Senado, refiriéndose a la NSA, en
febrero de 2006.
“Los tribunales no están preparados para los
campos de batalla electrónicos que se mueven con rapidez y en los que se
pueden confiscar computadoras de (la red extremista) Al Qaeda o (del
libanés) Hezbolá que tienen una gran cantidad de direcciones de correo
electrónico y de teléfonos que hay que revisar de inmediato”, explicó.
Relaciones estrechas
Las
tareas concretas que Booz Allen hace para el sistema de vigilancia
electrónica de la NSA filtradas por Snowden son clasificadas, pero se
puede deducir de forma bastante acertada a partir de contratos
similares; un cuarto de los ingresos trimestrales de la compañía, unos
5.860 millones de dólares, proceden de agencias de inteligencia.
La
NSA, por ejemplo, contrató a esa compañía en 2001 para que asesorara la
iniciativa Project Groundbreaker, de 5.000 millones de dólares, para
reconstruir y operar los sistemas de redes de computadoras y de
teléfonos internos no esenciales.
Booz Allen también obtuvo ese
año una gran parte del contrato de Total Information Awareness para
acopiar información sobre posibles terroristas en Estados Unidos a
partir de registros telefónicos, recibos de tarjetas de crédito y otras
bases de datos. Fue un controvertido programa al que el Congreso retiró
los fondos en 2003, pero cuyo espíritu sobrevivió en Prism y en otras
iniciativas divulgadas por Snowden.
La CIA pagó a un equipo de
Booz Allen, encabezado por William Wansley, exfuncionario de
inteligencia del ejército, para realizar “planificación estratégica y
empresarial” para su Servicio Nacional Clandestino, que realiza
operaciones encubiertas y recluta espías extranjeros.
En enero,
Booz Allen fue una de las 12 empresas que obtuvo un contrato de cinco
años de la Agencia de Inteligencia de la Defensa, que podría ascender a
5.600 millones de dólares, para concentrarse en “operaciones de redes de
computadoras, tecnologías emergentes y perjudiciales y actividades de
entrenamiento y capacitación”.
La Armada de Estados Unidos eligió
el mes pasado a la misma compañía como parte de un consorcio para
trabajar en otro proyecto multimillonario para una “nueva generación de
operaciones de inteligencia, vigilancia y combate”.
Booz Allen
obtiene esos contratos de varias formas. Además de sus vínculos con el
DNI, se jacta de que la mitad de sus 25.000 empleados están autorizados
información de inteligencia ultra secreta.
Un tercio de las 1,4 millones de personas con ese permiso, trabajan en el sector privado.
* Con aportes de Jim Lobe