Por Orlando Oramas Leon
La
Habana, 19 jun (PL) Frente a una tarja, en un modesto parque de esta
capital, un grupo de ciudadanos rindió homenaje a los esposos Rosenberg,
en la jornada que marca los 53 años de su ejecución en Estados Unidos.
Son miembros o convocados por el Movimiento Cubano por la Paz y el
Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, que instan a no olvidar y
condenar uno de los más vergonzosos actos de injusticia de la guerra
fría.
Los esposos Ethel y Julius Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica de la cárcel de Sing Sing, el 19 de julio de 1953.
Habían sido arrestados en el verano de 1950, bajo los cargos de
espionaje y revelar el secreto de la bomba atómica a la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El juez Kaufman, que los sentenció a muerte, consideró que tales "actos eran más graves que un asesinato".
Poco importaban las movilizaciones de millones de personas que reclamaban clemencia en diversas latitudes del planeta.
Tampoco que los dos hijos del matrimonio, Michael y Robert, de siete y diez años, eran condenados a la orfandad.
"Salvad a los Rosenberg", devino consigna internacional en la que
coincidían científicos de la talla de Albert Einstein o artistas como
Pablo Picasso.
Pero los Rosenberg fueron chivos expiatorios de
un cambio en la correlación mundial de fuerzas, contra lo que se
descargaba el anticomunismo del establishment estadounidense.
El panorama internacional de la postguerra estaba marcado por la confrontación este-oeste.
La URSS había probado su primera bomba atómica en agosto de 1948 y
fijado la paridad nuclear frente a Washington, que las había estrenado
el 6 de agosto de 1945 contra las ciudades japonesas de Hiroshima y
Nagasaki.
Un año después, 1 de octubre de 1949, triunfaba la
revolución popular en China con la mira puesta en la construcción del
socialismo.
La guerra de Corea, con la intervención directa de
tropas norteamericanas en combate contra coreanos y chinos, apoyados por
la URSS, fijaba el anticomunismo en la categoría de histeria en Estados
Unidos.
Los esposos Rosenberg provenían de familias judías
probres de Nueva York. Se habían hecho comunistas en la década del 30
del pasado siglo.
Fueron activos defensores de la España
republicana. No es coincidencia que en vísperas de su muerte, Julius le
escriba a Ethel, en castellano: !No pasarán!
Su esposa, en póstuma misiva, suscribe que ella y su esposo son "las primeras víctimas del fascismo norteamericano".
Unas líneas después agrega con convicción: "mi esposo y yo seremos reivindicados por la historia".
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