Desde hace una semana no deja de asombrarnos cómo se está manejando el
atentado de Barcelona en lo que respecta a la policía. Nos causa
sorpresa no sólo la gente que se abraza a los antidisturbios (¿por qué,
por no hacer su trabajo?), sino las declaraciones de numerosos cargos
políticos, sobre todo de las llamadas
“izquierdas”
(Podemos, CUP, Barcelona en Comú...), que alaban a las fuerzas y
cuerpos de seguridad del Estado y que se unen al ya coro único que
demanda un aumento de dotaciones policiales, amén de las medidas de
videovigilancia, restricción de movimientos, aumento de identificaciones
arbitrarias por motivos de seguridad, etc.
Hoy mismo hemos sabido
que ayer (24/08/2017) Bildu se sumó a una declaración institucional de
la Cámara de los diputados impulsada por Ciudadanos para reconocer y
agradecer la labor de todas las fuerzas policiales y de seguridad por su
labor tras los atentados de Barcelona. Atrás quedaron las denuncias de
las asociaciones contra la tortura (Coordinadora contra la Tortura y
Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa) contra
uno de los cuerpos (Mossos d’Esquadra) que más denuncias ha recibido en
los últimos diez años desde que Euskal Herria fuese
“pacificada” (en este decenio
Catalunya
ha liderado los rankings en cuanto al número de denuncias presentadas
en el Estado español por torturas, vejaciones, palizas, malos tratos,
amenazas, encañonar a detenidos, etc., con multitud de policías acusados
y condenados, superando, aunque cueste creerlo, a otros cuerpos
avezados en lo que podríamos considerar prácticas policiales al uso
—Guardia Civil, Ertzaintza, todas las policías locales y también
funcionarios de prisiones).
Olvidado ha quedado el discurso que
señalaba a la policía por ser lo que es y lo que no puede sino ser: una
organización militar y militarista que ejerce la violencia, la tortura,
los abusos, la mentira, que se sirve del poder para cometer todo tipo de
atropellos y tropelías, que sólo está cuando no se la necesita, para
pegar, para detener, para acusar, para multar, para golpear, para
fichar, para invadir nuestra privacidad... ¿Dónde estaban, por ejemplo,
cuando debían defender a todas las mujeres asesinadas por maltratadores?
¿Dónde cuando se producen violaciones sexuales? ¿Dónde estaban el 11M
de 2004 (y que conste que no defendemos su existencia ni siquiera en
estos casos)? ¿Para qué sirven tantos dispendios policiales si son
incapaces de detectar a un numeroso grupo de personas (al menos 12) que
almacenaban un centenar de bombonas de butano, cientos de litros de
productos químicos para fabricar explosivos, tornillos y otros metales
para ser utilizados como metralla, dinero a espuertas, pasaportes
falsos, que amenazaban a través de las redes sociales como si tal cosa,
que tenían la intención de realizar un atentado bestial? Se dice ahora
que es muy difícil anticiparse a este tipo de atentados, pero entonces,
¿para qué están? ¿A quién protegen? ¿A quién sirven? ¿Tenemos que pensar
que el atentado bien pudiera ser otra vuelta de tuerca que encaja en
ese proyecto de largo recorrido que busca ejercer un todopoderoso
control social mediante el miedo generalizado?
Recordemos, de
pasada, un episodio no muy lejano... Según la (h)inteligencia policial,
en 2013 dos anarquistas chilenos (en este caso sí eran una célula
terrorista) viajaron desde Barcelona (mira tú qué coincidencia) hasta
Zaragoza para colarse en la basílica del Pilar con una bombona de
camping gas con la intención de cometer un terrible atentado contra una
figura de yeso y unos bancos de madera (la propia Audiencia Nacional
consideró acreditado que la acción afectó al patrimonio histórico y
artístico de los bancos y la zona del coro y la sillería), causando
lesiones leves en un oído y en la mandíbula a una persona. Desde el
principio se afirmó que pertenecían a una enorme y peligrosa
organización criminal de corte anarquista que pretendía tumbar el
Sistema: el Comando Insurreccionalista Mateo Morral, integrado en los
Grupos Anarquistas Coordinados (GAC), equivalentes a la Federación
Anarquista Informal/Frente Revolucionario Internacional (FAI FRI)...
El
ridículo comando Mateo Morral apestaba desde el primer minuto a montaje
policial; sólo hay que leer el comunicado para detectar algunos tics de
la policía. Las consecuencias de dicho atentado implicaron detenciones e
identificaciones, acusaciones injustificadas, amenazas a personas y
grupos anarquistas acusados de terrorismo... ¿Para qué tanto Centro
Nacional de (H)Inteligencia, tanto Centro contra el Terrorismo y el
Crimen Organizado, tanta videocámara, tanta policía y tanto presupuesto
militar/policial? Pues para eso, para defender un determinado orden, un
orden en el que se defiende a los de siempre y donde mueren los de
siempre, como en Siria, Iraq o Somalia, donde muere cualquiera menos
quien debería.
“Proteger y servir”: no nos cabe duda de que así es.
En
estos días se repite que no podemos flagelarnos con el discurso de la
responsabilidad por lo que está ocurriendo allende nuestro primer mundo
porque eso implica dar alas a quienes ya nos señalan y porque el
discurso implica, de facto, una separación entre ellos y nosotros,
cuando no debería darse tal separación. Pero lo que nadie explica es
cómo resulta posible que los atentados no los cometa un iraquí que ha
perdido a su madre y a sus hermanas cuando estaban comprando en un
mercado y un dron que vuela a 10 km de altura, teledirigido, ha lanzado
un pepino que no discrimina entre inocentes y culpables, como un
atropello no lo hace entre musulmanes e infieles. No; el atentado lo
comete un puñado de jóvenes en cierta medida integrados, que hablan
catalán y castellano, que incluso trabajan, que habitan en viviendas no
precisamente precarias, que tienen móviles de alta gama, con perfiles en
las redes sociales, amantes del Barça, que conducen Audis, que acuden a
la peluquería con regularidad para estar a la moda, que visten ropa de
marca, que están encantados con Occidente y todo lo que él representa,
que adoran al Dios dinero. Estos infelices, que han sido seducidos por
una ideología mezclada con una interesada interpretación religiosa, que
no han padecido los efectos más sangrantes de las condiciones de
posibilidad de nuestro modo de vida (sí, también de la
socialdemocracia), no son muy diferentes de cualquiera que se sienta
vacío, ninguneado, engañado por pertenecer a una sociedad de mierda que
sólo puede ofrecer frustración, soledad y miedo. Cualquiera, aunque nos
duela, es un potencial terrorista en este mundo que estamos
construyendo. Desde hace tiempo, y en adelante, ya no pod(r)emos vivir
con tranquilidad en ningún sitio, y dad por seguro que ningún policía,
ninguna videocámara ni ley que se precie podrá defendernos de tamaña
irracionalidad.
Y esto también viene a cuento de cómo la policía
ha sido aclamada por restablecer la pena de muerte (ésa que teníamos con
Franco y que aún está vigente en lo que pudieran disponer las leyes
penales militares en tiempos de guerra, tiempos en los que podríamos
hallarnos con una simple orden ministerial) cargándose a tiros,
“dando caza”,
“abatiendo”
a unos cuantos terroristas... A partir de ahora que nadie se resista,
porque puede ser asesinado con total impunidad y con méritos policiales.
Son males menores, como diría algún que otro filósofo, como la tortura,
que es bienvenida, dicen, si es para evitar males mayores. ¿Evitar? Ja.
Son los fundamentos del Estado de Derecho, del estado de las cosas en
que nos encontramos.
¡Vivan esos militares demócratas, esos
guardias civiles, esos agentes de policía que quieren poner las esposas a
los corruptos!, decía Pablo Iglesias en un mitin; la CUP amagó con no
asistir a la manifestación de mañana si a la misma acudía el Rey, a
quien considera
“culpable del ataque” de los atentados por
“los
tratos económicos, armamentísticos y geopolíticos que propicia con
países como Arabia Saudita y Catar, fuentes de financiación del Daesh”,
pero al final va a ir y además aplaude a su policía, a los Mossos, por
su actuación en los atentados; la Autoridad Portuaria de Bilbao,
integrada por la Ertzaintza, la Guardia Civil, el Cuerpo Nacional de
Policía, Capitanía Marítima, Aduanas y la Subdelegación del Gobierno se
coordina (lo que están pidiendo todos los partidos) para que desde allí,
y rumbo a Arabia Saudí, hayan salido en diez meses un total de 312
contenedores marcados con el sello de
“explosivos” (nada menos
que un total de 8.656 toneladas de armas). Sigamos disociando lo que
pasa y sigamos comportándonos como se espera que hagamos, seamos
“gente de bien”, aunque un poquito contestona.
Al final resulta que eso que llaman
“gobernar”
implica todas estas servidumbres, como pasar revista a las tropas,
felicitar a todas las policías por su eficacia (¡?), saludar de buen
grado el trabajo conjunto de todos los cuerpos... que tan bien hace la
nueva casta anticapitalista, independentista o populista, qué más da.
¿Desde cuando la policía se ha convertido en el aliado de
“los de abajo”?
¿Acaso es imposible tratar sucesos de esta magnitud sin aceptar todos
los trágalas que impone el poder? Si en tan poco tiempo nos hemos
olvidado de todas las ofensas, palizas, detenciones ilegales, torturas,
amenazas, de todas las mentiras, montajes, detenciones arbitrarias y de
todas las manipulaciones ¿qué nos cabe esperar? Dais mucha vergüenza.
Si
hacemos un esfuerzo por no olvidar y hablamos mal de la policía, ¿qué
nos va a pasar?, ¿qué nos vais a hacer? ¿En serio os habéis creído que
debemos luchar desde dentro para conseguir que esta policía fascista —el
que ejecutó a 4 de un golpe viene de la Legión— se convierta en la
policía del pueblo? ¿Debemos animarnos a ingresar en el cuerpo, como en
tiempos decían algunos con la mili para aprender a disparar?
Lo dicho: ¡dais una profunda vergüenza!